En mi adolescencia fui un gran admirador de los mártires de la Guerra Civil Española. Durante esa época leí todo lo que pude al respecto y llegué a escribir alguna cosita ilustrada con fotografías y comentarios triunfalistas. Para mí, los mártires, la guerra, Franco y “Cara al Sol” eran parte indisoluble de una misma cruzada.
Mi admiración y respeto por esos mártires se mantienen, y aún más hoy cuando la Iglesia los ha reconocido como tales.
Sin embargo, con el paso de los años, me asaltó una duda. ¿Cómo era posible que el triunfo de la religión católica y su apoteósica primacía durante los más de cuarenta años de gobierno franquista se hubiesen desvanecido en pocos meses? Recuerdo todavía el escándalo que provocó a una tía que viajó a España dos o tres años después de la muerte del Caudillo el estado de corrupción que encontró en una sociedad española desbordada ya por la pornografía y la droga, entre otras cosas.
Y me seguí preguntando por qué cuatro décadas de gobierno confesional católico habían dejado un fruto tan magro o casi inexistente. Sin duda alguna, algo había funcionado, o se había hecho, muy, pero muy mal. Nunca supe a quién o a qué atribuir tamaño error, hasta que leí a Ronnie.
Ronald Knox nunca se interesó en la política. Según su biógrafos, porque cualquier partido que tomara significaba indisponerse con un grupo de católicos a quienes pastoralmente debía atender. Sólo una vez predicó un sermón “político”, y fue en ocasión de la Guerra Civil Española. Recordemos que este acontecimiento había dividido a los católicos de todo el mundo entre quienes apoyaban el levantamiento de Franco y aquellos que lo consideraban un atentado a la sacralidad democrática.
Era un domingo en Oxford, y tocaba el evangelio en el que se narra que Santiago y Juan piden al Señor que haga descender fuego de cielo para consumir a sus enemigos. Ronnie dijo en su sermón: “Durante el último año, los católicos españoles, invocando la protección del apóstol Santiago en sus estandartes, no se han contentado con pedir que descienda fuego del cielo, sino que ellos mismos han arrojado fuego sobre sus hermanos... ¿Estuvo el general Franco justificado... al tomar sobre sí la más grave responsabilidad que puede ser imaginada, al empujar a su país a los horrores ciertos de una guerra civil para evitar los horrores posibles del comunismo o de una dictadura anárquica? No tengo ninguna duda de que, efectivamente, estuvo justificado”.
Ronald Knox apoyaba la Guerra Civil Española y el accionar franquista sin dejar de señalar, sin embargo, la gravedad de la situación. Tomar las armas era una situación extrema; la Iglesia así lo enseñaba. Por tanto, se imponía rezar por la paz. Por que la paz “hará posible que la Iglesia pueda hacer su trabajo sin obstáculos. (La Guerra Civil Española no puede ser querida)... para venganza de los enemigos (de la Iglesia), pues eso se lo dejamos a Dios. Tampoco por una reacción clerical, que intentaría restaurar el lugar de la religión (en la sociedad) forzando su observancia con la fuerza de las armas seculares. Este triunfo de la Cristiandad tendría una vida muy corta”.
Creo que Ronnie dio en el clavo. Los obispos y los clérigos españoles, junto al gobierno de Franco, quisieron restaurar la España católica a la fuerza. No sirvió.
La reflexión obvia que se impondría aquí es: Las sociedades católicas se fundan y crecen sobre las espaldas de los santos que las engendran. Pero, ¿cuántos miles de mártires tuvo España en su Guerra Civil? ¿Es que su sangre no fue suficiente para la restauración? No lo sé. La única explicación que se me ocurre es que el Katejon ya había sido quitado, y debían desaparecer todas las compuertas que impidieran su accionar.
Lo cierto, e históricamente comprobable, es que el proyecto de Franco y del Cardenal Gomá fracasó. Sobró voluntad, faltó inteligencia.
Mi admiración y respeto por esos mártires se mantienen, y aún más hoy cuando la Iglesia los ha reconocido como tales.
Sin embargo, con el paso de los años, me asaltó una duda. ¿Cómo era posible que el triunfo de la religión católica y su apoteósica primacía durante los más de cuarenta años de gobierno franquista se hubiesen desvanecido en pocos meses? Recuerdo todavía el escándalo que provocó a una tía que viajó a España dos o tres años después de la muerte del Caudillo el estado de corrupción que encontró en una sociedad española desbordada ya por la pornografía y la droga, entre otras cosas.
Y me seguí preguntando por qué cuatro décadas de gobierno confesional católico habían dejado un fruto tan magro o casi inexistente. Sin duda alguna, algo había funcionado, o se había hecho, muy, pero muy mal. Nunca supe a quién o a qué atribuir tamaño error, hasta que leí a Ronnie.
Ronald Knox nunca se interesó en la política. Según su biógrafos, porque cualquier partido que tomara significaba indisponerse con un grupo de católicos a quienes pastoralmente debía atender. Sólo una vez predicó un sermón “político”, y fue en ocasión de la Guerra Civil Española. Recordemos que este acontecimiento había dividido a los católicos de todo el mundo entre quienes apoyaban el levantamiento de Franco y aquellos que lo consideraban un atentado a la sacralidad democrática.
Era un domingo en Oxford, y tocaba el evangelio en el que se narra que Santiago y Juan piden al Señor que haga descender fuego de cielo para consumir a sus enemigos. Ronnie dijo en su sermón: “Durante el último año, los católicos españoles, invocando la protección del apóstol Santiago en sus estandartes, no se han contentado con pedir que descienda fuego del cielo, sino que ellos mismos han arrojado fuego sobre sus hermanos... ¿Estuvo el general Franco justificado... al tomar sobre sí la más grave responsabilidad que puede ser imaginada, al empujar a su país a los horrores ciertos de una guerra civil para evitar los horrores posibles del comunismo o de una dictadura anárquica? No tengo ninguna duda de que, efectivamente, estuvo justificado”.
Ronald Knox apoyaba la Guerra Civil Española y el accionar franquista sin dejar de señalar, sin embargo, la gravedad de la situación. Tomar las armas era una situación extrema; la Iglesia así lo enseñaba. Por tanto, se imponía rezar por la paz. Por que la paz “hará posible que la Iglesia pueda hacer su trabajo sin obstáculos. (La Guerra Civil Española no puede ser querida)... para venganza de los enemigos (de la Iglesia), pues eso se lo dejamos a Dios. Tampoco por una reacción clerical, que intentaría restaurar el lugar de la religión (en la sociedad) forzando su observancia con la fuerza de las armas seculares. Este triunfo de la Cristiandad tendría una vida muy corta”.
Creo que Ronnie dio en el clavo. Los obispos y los clérigos españoles, junto al gobierno de Franco, quisieron restaurar la España católica a la fuerza. No sirvió.
La reflexión obvia que se impondría aquí es: Las sociedades católicas se fundan y crecen sobre las espaldas de los santos que las engendran. Pero, ¿cuántos miles de mártires tuvo España en su Guerra Civil? ¿Es que su sangre no fue suficiente para la restauración? No lo sé. La única explicación que se me ocurre es que el Katejon ya había sido quitado, y debían desaparecer todas las compuertas que impidieran su accionar.
Lo cierto, e históricamente comprobable, es que el proyecto de Franco y del Cardenal Gomá fracasó. Sobró voluntad, faltó inteligencia.
gibelino@hotmail.com