lunes, 31 de marzo de 2008

Boanerges


Con cierto pudor, debo admitir la angustia que me ha embargado durante la última semana, producto de la inacabada pelea entre el campo y el gobierno kirchnerista.

El problema del campo no me afecta personalmente. Y, aunque gran parte de mi familia vive del campo, una retención mayor o menor no los afectará significativamente. ¿Por qué entonces la angustia?

Como a muchos cristianos argentinos, me angustia la injusticia constante que sufrimos desde hace más de cuatro años. Es así. La injusticia angustia.

Angustia el robo a quienes trabajan para dárselo en prebendas a los piqueteros; angustia la mentira instalada y aceptada; angustia la persecución de los buenos y la exaltación de los malos; angustia que quienes ostentan el poder sean los deshonestos, los ladrones y los plebeyos; angustia la grosería provocadora de la chirusita que nos gobierna.

¿Qué hacer?

Viene solita, sin que la llamemos, la tentación de los Hijos del Trueno: "Señor, ¿quieres que mandemos que llueva fuego del cielo, y los devore?".

Y Él responde: "No sabéis a qué espíritu pertenecéis. El Hijo del hombre no ha venido para perder a las almas sino para salvarlas".

Si Él lo dice...

1º de abril: SAN JOSÉ


FILII DEI NUTRICIE,
ORA PRO NOBIS

domingo, 30 de marzo de 2008

Domingo de Quasimodo


Quasi modo geniti infantes, Alleluia:

rationabiles, sine dolo lac concupiscite,

alleluia, alleluia, alleluia


Como niños recién nacidos, aleluia:

ansiad la leche espiritual no adulterada,

aleluia, aleluia, aleluia

jueves, 27 de marzo de 2008

Novedades

En una de las pestañas que se encuentran en el banner del blog, llamada El Arcón, podrán acceder a una página web en la que iré colocando información, fotografías, textos, links y cuanta cosa interesante encuentre por alli, y todas aquellas que Uds. me quieran enviar. El estreno es con algunas fotografías de los oficios de Semana Santa celebrada por los dominicos de Oxford.

miércoles, 26 de marzo de 2008

La tentación del crucificado


El Via Crucis que compuso Nelly en su sitio Sombreval, incluye una sugestiva frase del papa Benedicto XVI en la XI Estación: “El Señor... no quiere usar su poder para descender de la cruz, sino que más bien soporta el sufrimiento de la cruz hasta el final”. Ciertamente el Señor Jesús habrá tenido la tentación de descender de la cruz. Probablemente no como una actitud de abierto desafío a la voluntad del Padre, sino como un desaliento y cansancio de cumplir esa misma voluntad aunque ya estaba, en su mayor parte, cumplida.
Los cristianos, sus discípulos, muchas veces nos encontramos con esa misma tentación y, dolorosamente, muchos son los que caen en ella. Leía en “Panorama Católico Internacional” el siguiente testimonio del “padre” Leonardo Belderrain: “A Silvina la conocí paseando en el Parque Pereyra Iraola. Nos pusimos a charlar y tiempo después me invitó a cenar a su casa. Ella practica danzas africanas y en una de nuestras primeras salidas fui a ver uno de sus espectáculos. Fue toda una revelación verla ahí, en el escenario, moviéndose al ritmo de esa música tan sensual”. Por supuesto que el presbítero terminó abandonando su ministerio, y yéndose a vivir con Silvina.
Conozco a varios sacerdotes de buena línea, piadosos, excelentes personas, egresados de los seminarios más recomendables de nuestro país, que rezaban y estudiaban, y que terminaron también con otras “Silvinas”. Conozco a algunos seglares, brillantes en lo intelectual y formados con la mejor doctrina que, luego de vivir durante años fieles a los mandatos de la Iglesia, explotó algo dentro de ellos, cedieron a sus debilidades, y amarraron en una pequeña isla, cejando en su empeño de navegar hacia Jauja. Clavados en la cruz durante un largo tiempo, en un momento se cansaron, y descendieron.
En general, el detonante común de todos estos casos ha estado relacionado con debilidades sexuales o, si se quiere afectivas. Razones burdas y vergonzosas, alejadas de lo intelectual que no implicaba, en lo inmediato, el abandono de la fe. Quien cedía en la lucha quedaba abatido, sabiendo de la bajeza de su falta, y en su abatimiento quizás reclamaba hasta la misericordia de Dios, pero no pretendía abandonarlo. La apostasía exige motivaciones más elevadas que las meramente carnales. El ansia del poder, como fue el caso de Talleyrand, o la soberbia intelectual como lo fue el de Lamennais.
El descenso voluntario de la cruz se enmascara tras diversas justificaciones. Leonardo Belderrain decía que consideraba a su naciente amor por Silvina como un “don de Dios”. Es la excusa que produce mayor tranquilidad interior. “Dios lo ha querido así. Ha sido su providencia la que me cruzó con esta persona. ¿Qué de malo puede haber en el amor?”. Y es también la excusa más superficial y más tonta, que pronto se gasta con la misma velocidad con la que el pobre miserable cae en la cuenta, en la mayoría de los casos, de que lo suyo no fue amor sino una mera explosión de deseo.
Otros se justificarán pensando que ya hicieron demasiado. Que las dos décadas de vida sacerdotal, o que los años de vida cristiana, han sido ya suficientes para alcanzar la salvación. Que ellos también son hombres y no ángeles y que, por tanto, necesitan un cuerpo para abrazar, y no sólo los transparentes afectos de la vida espiritual. Cuestionarán el momento de su decisión definitiva, dudarán de la libertad que tuvieron para hacerla, pensarán en los “años perdidos” y en que aún son jóvenes, tienen todavía media vida para vivir. No reconocen al demonio de mediodía que les endulza los oídos.
Hay otra excusa, más sutil y diabólica. “La Iglesia es un desastre. Yo no puedo seguir en el ministerio con estos obispos progresistas que no tienen fe. Mi obispo me está destruyendo”. O, si es laico, dirá: “¿Por qué debo yo esforzarme tanto por llevar una vida cristiana cuando los obispos y los curas viven en el mayor desorden espiritual y moral?”. Utilizan una verdad incuestionable para tapar sus propias debilidades. En la mayoría de los casos terminan perdiendo la fe, si no en lo teórico, al menos en lo práctico. Durante los primeros tiempos continuarán asistiendo a Misa, participando en lo posible en la vida sacramental, continuando con la oración. Pero, poco a poco, estas prácticas son abandonadas, “porque la Iglesia es un desastre” y así, su relación con Dios, según ellos, pasará a ser estrictamente personal, sin mediación alguna, al mejor estilo protestante.
Estos desgraciados hermanos nuestros pretenden construir sus “nuevas vidas” con una premisa de pecado permanente en ellas. El pecado no es un grave problema cuando, por debilidad o maldad caemos, pero pronto nos levantamos. El problema es cuando se diseña el proyecto existencial con el supuesto de pecado como realidad permanente y no circunstancial; cuando uno de los pivotes sobre los cuales se asienta ese proyecto es una situación de irremediable pecado. El pecado no es algo inerte; el pecado el algo vivo que destruye al alma, ahogándola o pudriéndola. No morirá de inmediato, como en el caso de la apostasía, sino que agonizará durante un largo tiempo entre los vahos hediondos de la podredumbre de su propio pecado.
El problema del pecado no es lo que le hacemos a Dios con ellos puesto que Dios es impasible, sino lo que nos hacemos a nosotros mismos.


Cantaba Ezequías: “A la mitad de mis días voy a bajar a las puertas del sepulcro, privado del resto de mis años. Dije: Ya no veré más a Yavé en la tierra de los vivientes; ya no veré hombre vivo de entre los moradores del mundo. Mi morada es arrancada, llevada lejos de mí, como tienda de pastores. Como tejedor cortó el hilo de mi vida y lo separó de su trama. Día y noche me consumo, grito hasta la mañana, pues como león muele todos mis huesos. Chillo como golondrina y gimo como paloma. Mis ojos se consumen mirando a lo alto. ¡Oh Yavé, mira mi angustia y confórtame” (Is. 38, 10-14).
Que nunca nos cansemos de ser buenos; que nunca descendamos de la cruz.


Hugo Wast, un gran argentino


Cuando iba a primer año del secundario, mi buena y sensata profesora de literatura nos dio a leer "Alegre", de Hugo Wast. De allí en más no pude dejar de leerlo. En la biblioteca del colegio tenían sus obras completas editadas en dos gruesos tomos de papel biblia. Los recorrí varias veces durante mis años de secudario.

El próximo viernes 28 de marzo a las 18, en la iglesia San Martín de Tours (San Martín de Tours 2949) se celebrará una misa en su memoria por el 46º aniversario de su muerte, organizada por el Instituto Hugo Wast. La presidirá el presbítero Alejandro Gagliardo.


Gustavo Martínez Zuviría fue un escritor fecundo. Llegó a ser en su época el más difundido en lengua española, siendo en la actualidad el escritor argentino que más libros vendió en la historia de las letras argentinas, y uno, sino el más prolífico de ellos, traducido a 15 idiomas. Este escritor católico, publicó más de sesenta obras con su nombre y su seudónimo de Hugo Wast, también existen artículos periodísticos, discursos y otros escritos aparecidos sin firma.
En 1954 solamente en castellano se habían vendido casi 3.000.000 de ejemplares, con casi 500 ediciones, con otra gran cantidad de las mismas y libros vendidos en el exterior.
Hombre bondadoso y piadoso, de una profunda formación teológica, un cristiano práctico, de misa diaria y comunión frecuente, sin ostentaciones ni engreimiento, virtudes no comunes en el difícil gremio de los literatos.
Su fuerte convicción religiosa y su condición de católico militante, lo convirtieron en un decidido defensor de la fe cada vez que fué menester hacerlo, sobre todo como apologista de la Iglesia.
Hugo Wast fué fiel a sus principios y vivió conforme con ellos.
Fué fiel a Dios, a su Patria y a su conciencia, esa armonía estuvo ligada a través de sesenta años de actuación, a una línea de conducta, así como creía, así pensaba y obraba. Vivía como sentía, sentía como escribía y escribía como obraba.
Sorteando los halagos del mundo al que conquistó, pero al cual no hizo concesiones. y venciendo los asaltos del espíritu maligno, se dirigió serenamente hacia la cumbre. Su vocación de escritor fue simple y constante como su vida. Con su vocación nació y con ella moriría.
En pocos casos se encuentran, como en el suyo, tan identificados al hombre y al escritor. ni la adversidad ni las calumnias lo doblegaron, como el vendaval no derriba el muro de sólidos cimientos.
Se ha hechado un manto de olvido sobre su obra y su persona, existiendo una consigna del silencio sobre Hugo Wast, por su condición de escritor católico.
El 28 de marzo de 1962, en Buenos Aires, a la que llamó turbulenta y alegre, entregó su alma al creador.
La muerte no pudo sorprenderlo distraído, porque jamás dejó que los alientos de humanas vanidades sofocaran la antorcha que debía mantener encendida a través de una larga vigilia de siervo fiel.
Momentos antes de su muerte había estado bromeando con quienes lo acompañaban, y cuando tal vez oyó más acentuados los sones del clarín, pasó a la oración y se puso a desgranar, con mariana piedad, el último Rosario de su vida. Poco después el abandono de las fuerzas le privó del habla, pero las tuvo todavía para signar con una cruz y un beso la frente de Matilde de Iriondo, la buena madre de sus trece hijos, a la que miró con ternura expresándole su "a Dios".


martes, 25 de marzo de 2008

Arriesgado Jack Tollers


Jack Tollers, excelente comentador de este blog, ha colgado en su página Et volià su último trabajo inédito. Se trata de la Catena argentea, que no es otro cosa sino el evangelio de San Juan comentado por los que él llama "los Padres de nuestro tiempo" y que son nada menos que Belloc, Castellani, Chesterton, Duquesne, Pieper, Saint-Exupery y otros heterodoxos.
Por ahora podemos acceder sólo al primer capítulo joaneo, dispuesto en un excelente diseño de página a dos columnas, casi una imitación de la Catena aurea de Santo Tomás publicada por los CCC.
Excelente. Imperdible. No deje de leerlo, y meditarlo.
Para bajarlo, tan solo navegue por la página de Tollers cuyo link encontrará en las pestañas que se asoman al banner de este blog.

lunes, 24 de marzo de 2008

El cielo gira

Alguien hizo referencia en un comentario a las terribles consecuencias del capitalismo que, entre cosas, destruyeró la vida rural y "natural" del hombre.
Esta película - documental muestra a los últimos habitantes de un pueblito español en vias de desaparición.
Interesante. Un estilo de vida que perdimos. Un paso más en nuestro alejamiento de nosotros mismos, y de Dios.

Sorprendente Caparrós


Nunca me gustó Martín Caparrós.

Sin embargo, a veces a los zurdos les viene una oleada de sinceridad que vale la pena aprovechar.

En el suplemento "ADN Cultura" de La Nación del Sábado Santo, aparece un reportaje a este periodista acerca de su último libro A quien corresponda. Allí, desmitifica a los "jóvenes idealistas" de los Setenta. Vale la pena leerlo.



Pascha Domini


Angelicos testes, sudarium et vestes,
SURREXIT CHRISTUS SPES MEA!


viernes, 21 de marzo de 2008

Viernes Santo en el Vaticano

Durante la celebración de la Pasión del Señor de este Viernes Santo, el Papa usó casulla romana o "guitarra" y utilizó un trono ubicado a la izquierda del crucero de la basílica de San Pedro, antes del baldaquino.
Marini se está animando a mucho más de lo que yo mismo pensaba. ¿Para cuándo la silla gestatoria? ¿Y los flabellos?
Y no me puedo resistir a otra pregunta: ¿Qué dirá el Magno?

gibelino@hotmail.com

jueves, 20 de marzo de 2008

Feria VI in Parasceve


"Le he pedido a Nuestro Señor que me abra los ojos; he querido ver su Cruz; la he visto; no puedes saber lo que es... Yo he escuchado hasta en los bancos de la catedral decir cosas que no puedo repetir. Hablan de la muerte de Dios como de un viejo conde...".

Georges Bernanos

martes, 18 de marzo de 2008

Nicolás y Alejandra, y la tragedia de un pueblo

He visto "Nicolás y Alejandra", una producción inglesa filmada en España en 1971. Lo hice luego de leer la monumental obra de Orlando Figes "La Revolución Rusa. 1891-1924. La tragedia de un pueblo" (Edhasa, 2006).
La película está muy bien producida y con una notable fidelidad histórica. Vale la pena pasar 3 horas viéndola.
Se consigue fácilmente en Internet, y en español.

sábado, 15 de marzo de 2008

Primer Aniversario



El 16 de marzo de 2007, hace ya un año, iniciaba este blog, con un post bastante zonzo y poco promisorio pero, con el paso del tiempo, el blog fue adquiriendo cierta popularidad en algunos ámbitos, tal como lo demuestra las casi 27.000 visitas únicas alcanzadas en un año, como puede observarse en el contador azul ubicado a la derecha.
La primera entrada exitosa fue la dedicada al Instituto de Cristo Rey Sumo y Eterno Sacerdote, a su fundador Mons. Wach y a sus zoquetes morados. Pero, si nos atenemos al cantidad de comentarios recibidos, la más popular fue la titulada “El Marqués de Peralta y Miss Marple”, publicada el 13 de junio de 2007, y dedicada a don Josemaría.
El Top Ten de posts por cantidad de comentarios es el siguiente:

1. El Marqués de Peralta y Miss Marple. 60 comentarios
2. Modernistas del siglo XVI. 50 comentarios
3. Mi director me dijo... . 45 comentarios
4. Unidos por lo ordinario (El autor es el Amigo Invisible). 41 comentarios
5. La segunda redención. 37 comentarios
6. Otra vez el Mendocino. Sobre el Racionalismo (El autor es Juan de Mendoza) 31 comentarios
7. El mejor seminario. 25 comentarios
8. Adagio lamentoso. 23 comentarios
9. El Seminario de San Luis. 23 comentarios
10. El aullido del Lobo (Contra Tollers). (El autor es Lupus). 22 comentarios.
Si tenemos en cuenta el tráfico del sitio, el mes que más visitas recibió fue noviembre de 2007 (2998 visitas), seguido por octubre (2879 visitas) y luego diciembre (2606 visitas).
Este tráfico, por cierto, es bastante pobre si lo comparamos con otros sitios. Sin embargo, el blog ha merecido un trato preferencial por Google que le ha otorgado una presentación especial en su página de búsqueda, listando en dos columnas los posts más visitados como puede verse aquí.
El sitio también ha sido incorporado a un medidor de impacto en otras páginas (Technorati). Allí se indica que diversos post han sido mencionados, entre otros, en el sito de Sombreval, en el blog de Cruz y Fierro y en el Javier Pincemin.
El origen de los lectores del blog es, mayoritariamente, Argentina, con un claro predominio de Buenos Aires y Gran Buenos Aires. Luego vienen Santa Fe, Mendoza, Córdoba y Tucumán. Las visitas del resto del mundo corresponden a Estados Unidos, Italia, Chile, Taiwan, México, Perú España, Uruguay, Francia, Colombia, Canadá, Suecia, Venezuela e, incluso, el 7 de marzo, a las 7:09 a.m. ingresó un lector de Reikiavik, quien leyó el post titulado “El Seminario de Hobbes” (Sospecho que será una kukusa adaptada a los hielos islandeses).
En cuanto al portal desde el cual acceden, la mayoría lo hace directamente desde el explorador de Windows (seguramente la dirección está en sus favoritos), otros lo hacen desde links en blogs o páginas amigas como el de Cruz y Fierro y la página de Jack Toller “Et voilà”. Un buen número lo hace también desde el Google. En este caso mucho tipean “caminante wanderer” en la ventana de búsqueda, pero hay casos realmente desopilantes. Aquí algunos de los últimos casos:
1. El 3 de marzo, a las 2:20 pm, ingresó al blog desde Córdoba alguien que buscaba en el Google: “Señoritas que busquen sexo con jovencitos en Salta”.
2. El 2 de marzo, a las 8:42 pm, un madrileño buscaba un “seminarista afeminado” y terminó leyendo el post titulado “La afectividad y los prestes”.
3. El 3 de marzo, a las 3:39 am, un lector entró desde París buscando “Señoritas livianas de ropa”.
Más allá de lo inconfesable de los deseos de estos lectores casuales, me llama la atención lo castizo de su lenguaje.
Finalmente, el blog sirvió para crear o estrechar lazos de amistad. Por ejemplo, durante el último verano se reunió en la zona norte de Buenos Aires un grupo de lectores. Parece que lo pasaron muy bien, salvo que se olvidaron de algo: ¡no invitaron al Wanderer! Ya lo pagarán de algún modo.
¿Habrá servido también para romper amistades? No lo sé. Espero que no.
De cualquier modo que sea, FELIZ CUMPLEAÑOS, y a seguir leyendo.



gibelino@hotmail.com

miércoles, 12 de marzo de 2008

Curiosidades litúrgicas I


Fra Matehew Festing, nuevo Gran Maestre de la Orden de Malta, con el hábito propio de su rango que incluye el manípulo. Durante la celebración de la Santa Misa, el sacerdote le da a besar el Evangelario luego de la lectura del Evangelio, y él mismo lee la epístola. Casi un sub-diácono.
Preguntas para quienes conocen del tema:
¿Tiene el Gran Maestre algún caracter sacerdotal?
¿La orden del subdiaconado imprimía caracter sacerdotal?

lunes, 10 de marzo de 2008

Pequeño burgués


Hace ya varios años, cuando yo apenas era un jovencito, fui reconvenido por un novel sacerdote porque, durante un retiro espiritual, constató que yo me sacaba el escapulario del Carmen para ducharme. “Podés morirte mientras te duchás”, me dijo. Y yo, con algo de irreverencia, le respondí: “No creo que Dios sea tan cruel para mandarme la muerte justo cuando no tengo puesto el escapulario”. “Nunca se sabe...”, dijo él. Este padrecito, que hoy es formador del seminario sanrafaelino, creía más en el escapulario que en Dios. Padecía el sindrome del pequeño burgués.
El pequeño burgués es aquel hombrecillo en busca de pequeñas seguridades materiales: la casita propia; el empleo seguro, y si es en el Estado mejor; el sueldo que, aunque modesto, arribe puntualmente a comienzos de mes; una alacena con suficiente provisión de fideos, arroz, azúcar y harina, y hasta un plan de sepelios prepagos. De este modo, todas las módicas variables de la vida terrena están controladas y el pequeño burgués puede tomar mate tranquilo y dormir en paz.
Esta conducta tiene un correlato en la vida cristiana. Ya nos enumeraba Jack Tollers algunas de las pequeñas seguridades cristianas. A la muela de Santa Apolonia podemos la devoción a los primeros viernes del Sagrado Corazón, los primeros sábados del Inmaculado Corazón y los siete sábados de San José; el escapulario marrón del Carmen, el blanco de la Merced, el verde sor Justina y el beige de Buela; el Rosario de la Santísima Virgen, el de la Divina Misericordia y el de los Siete Dolores.
Como el pequeño burgués, este cristiano se aferra a pequeñas seguridades asociadas a cosas materiales porque, en definitiva, un pedacito de paño marrón es tangible y el Evangelio, en cambio, no lo es. Y las palabras de alguna aparición que se acompañan de milagros o de fuentes de aguas sanadoras ofrecen una seguridad más concreta que las despojadas palabras evangélicas.
El Evangelio, claro, nos da seguridades, pero se trata de seguridades intangibles, aquellas que provienen de la fe, y entonces, su aceptación es un salto en el vacío porque creemos que al final seremos acogidos por las manos amorosas del Padre. Pero lo creemos, no vemos ni tocamos nada, ni siquiera un pedacito de franela; sólo el vacío en derredor.
El pequeño burgués, en cambio, busca pequeñas seguridades, no sólo en medallitas y novenas, sino también en congregaciones, prelaturas y fundadores. Pertenecer a un grupo religioso es lo suficientemente tangible para darnos un grado extra de seguridad, y tranquilidad burguesa.
El sindrome del pequeño burgués adquiere muchas veces también un matiz más intelectual, y entonces el hombrecillo se dedica a buscar las “doctrinas seguras”. Frunce el entrecejo cuando se menciona a los Padres, y mucho más si son Orientales; los medievales serán confiables en tanto y en cuanto sean asimilables a Santo Tomás, y los modernos siempre que se ajusten estrictamente las esmeriladas definiciones tridentinas. Los conversos son siempre de cuidado: los escritos del Cardenal Newman no son doctrina segura y mucho menos lo es la de los anatematizados Casel, Chenú, Congar y Bouyer. Incluso Castellani, borgeaniamente, es sólo un divertido escritor de novelas policiales. “¿Para qué aventurarse por esos mares inseguros, si podemos permanecer tranquilos en las mansas aguas de la rada de las precisas definiciones del Denzinger?”, piensa el burgués. Y es comprensible. Fondeados en ese apacible mar de perfectos silogismos, nos evitamos la angustia del “no ver” y, aún así, seguir navegando en las zozobrantes aguas oscuras de la fe, con rumbo invariable hacia la isla de Jauja.
No es cuestión, claro está, de considerar las formas de piedad que se han mencionado o la doctrina del Angélico en un sentido dialéctico con el Evangelio. Sería la postura protestante o progresista. Si la Iglesia bendice los escapularios y medallas, reconoce las apariciones de Fátima y Lourdes y recomienda la doctrina de Santo Tomás, por algo es. Esas “pequeñas seguridades” son convenientes y, a veces, indispensables para mantenerse en la fe. Tranquilizan y consuelan a todos, en momentos de ansiedad y cuando el desasosiego arrecia. Dios conoce nuestra fragilidad y por eso nos dio tales consuelos.
El peligro radica, como bien ya se indicó en este blog, en la idolatría. Cuando estas pequeñas seguridades reemplazan a Dios, se convierten en un ídolo, y la idolatría es un grave pecado. Un escapulario idolatrado es un escapulario desvirtuado, es decir, que perdió su virtus, su fuerza. Ya no sirve. Es dañino. Como la glicina de Lupus, que termina ahogando al tronco que la sostiene.
Sólo Dios basta.


miércoles, 5 de marzo de 2008

Implacable Lord Tollers




Como era de esperar, apareció Jack Tollers con su comentario. Quizás el mejor de los suyos. Imperdible. Impecable. E implacable.



Estimado Wanderer:
“In God we trust”. Como todos sabemos, la expresión se halla estampada en los billetes norteamericanos, y querría decir que el pueblo norteamericano confía en Dios. Ahora bien, nadie ignora que no es así, y que confían en el dólar, qué duda cabe. Y, sí señor, no tenga Ud. duda alguna: la idolatría está a la orden del día.
Porque no es tan fácil confiar en Dios. La Escritura lo recomienda una y otra vez y Cristo no dejó de pedir que confiemos en la Providencia, en Su Padre, en Él. Pero no es fácil, qué va a ser. Supone la fe, como bien se señala en la “Spe Salvi”, supone distinguir perfectamente entre el Reino de Dios y Su Justicia por una parte, y la añadidura por otra.
Lutero no confiaba en Dios. Confiaba en la Escritura. Calvino confiaba en la solicitación terrena. El mundo confía en el dinero. Los liberales en el progreso, los marxistas en el devenir de la historia, los progresistas en el espíritu del Concilio y los masones en los poderes ocultos. Los judíos confían en su destino de pueblo elegido y los musulmanes en Mahoma. Los escritores confían en el poder de su palabra, los artistas en su buena estrella, los políticos en la democracia y los pobres en el pai umbanda, el pai umbanda confía en sus pioladas. Y los yanquis, pobrecitos, en el dólar.
Pero los católicos... ¡mi Dios!... los católicos han puesto su confianza en su Religión, el ídolo más sutil, más eficaz, más mentiroso del mundo entero. Es -créase o no- Satanás disfrazado de Angel de luz.
Y esto ha sido posible porque se ha olvidado la gran verdad dicha hace siglos de siglos por Thomas Erskine:
“Aquellos que endiosan su religión,
tienen una religión
sin Dios”.
Y así es: lógica pura.
Esta tendencia que ya existía entre los católicos antes del Concilio, se vio agravada después. Antes, endiosaban a los curas, al régimen sacramental, al Papa y al agua bendita. Endiosaban el celibato y las órdenes religiosas, a las estampitas, la muela de Santa Apolonia y las imágenes del Sagrado Corazón, endiosaban a las peregrinaciones, a las novenas, al escapulario y a las devociones acumuladas, a las indulgencias, los Congresos Eucarísticos y a las prácticas reparacionistas. Se podría continuar indefinidamente. En todas estas cosas ponían su confianza al modo de los yanquis que creen confiar en Dios y confían en otra cosa.
Pero como digo, después del Concilio la cosa se agravó. Es que la gran estructura postridentina comenzó a derrumbarse viéndose progresivamente reemplazada por innumerables capillas católicas, más o menos ortodoxas, más o menos organizadas, más o menos grandes: el Opus, San Egidio, Comunismo y Desesperación, los Kukús, los Focolares, Miles Christi y un largo etcétera. Todas con características comunes, de entre las cuales sobresale esta de concitar una notable confianza entre sus numerarios, discípulos, fieles enrolados. Esa confianza se deposita un poco abstractamente en la capilla de su elección y bastante más concretamente en su Jefe. Tanto es así, que para estos fieles resulta inconcebible una fe verdadera si desapareciera la organización a la que pertenecen (no sé qué se van a hacer los Legionarios, ahora que recibieron tan gran palazo de Roma).
¿No me creen? Hagan la prueba. Pregúntenle a alguno por allí, ¿y si desapareciera el Opus, qué te harías? La respuesta no se hará esperar: eso es imposible. Tal la confianza que tienen. Yo pongo mi esperanza en... Escrivá, Buela, Giussani, e vía dicendo.
Es una confianza, ciega, incondicional, obtusa, infinita. Es una confianza que resiste cualquier análisis, cualquier signo, cualquier derrota. Es una confianza obstinada, persistente, incólume, firme, generosa, impúdicamente alegre.
Esa confianza es el combustible de estas sectas católicas y se la cultiva con todo cuidado, guay del que se quiera ir, separar, disentir. Equivaldría a una apostasía. Sería una infidelidad, sería como alejarse de Dios. Y ante la menor duda, te corren con eso.
Pero no deja de ser una estupidez, estimado Wanderer. Además de una franca violación del Mandamiento Primero. Porque quien endiosa a su religión, tiene una religión sin Dios.

Jack Tollers

domingo, 2 de marzo de 2008

Laetare



Laetare, Jerusalem,

et conventum facite omnes qui diligitis eam;

gaudete cum laetitia, qui in tristitia fuistis:

ut exsultetis,
et satiemini ab uberibus consolationis vestrae.