Lo
que más da que pensar en este tiempo nuestro que da que pensar,
es
que todavía no pensamos.
Martin Heidegger
No podemos escapar, por más duro que
sea, al ejercicio de pensar. Y sobre todo en nuestros tiempos que dan que
pensar, como decía Heidegger, y que provocan que el pensamiento se vuelva
peligroso cuando se fosiliza por orgullo, por pereza o por la cobardía de no
querer ver la realidad y establecer con ella los vínculos de causa y efecto; cuando
ya no la tiene en cuenta porque no le interesa, porque le asusta o porque no
quiere hacer el esfuerzo de comprenderla.
Dicho con el lenguaje de la
sensibilidad: estamos rodeados de olor a
orco y pareciera que la intensidad de ese tufo ha saturado nuestros
receptores odoríferos y ya no nos damos cuenta de la hediondez del vaho que nos
rodea. Nos estamos acostumbrando, o hemos perdido conciencia, de que ese
particular aroma que se respira, es olor
a orco. La inteligencia renuncia al ejercicio del pensamiento y ya no es capaz,
ni le interesa, de discernir. Me parece que es peligroso y conduce a un
aburguesamiento que nos deja indolentes o anestesiados. Propongo dos ejemplos
que ilustran la situación.
La página digital de Clarín de ayer ponía en la columna
izquierda que se había producido el beso más esperado de la televisión
argentina: se trata del que se dieron los protagonistas de una novela que emite
diariamente canal 13 en el prime time,
y de la que son protagonistas dos personas homosexuales, una de ellas casada y
con su esposa embarazada. Otra noticia en el mismo portal nos alertaba que Pepe
Cebrián había sido asaltado en la casa en la que vive junto a su esposo. Y hoy aparece otra nota que finaliza
así: “Enterarse de que un marido, novio o esposa tuvo en algún momento una
relación homosexual o fantasea con tenerla puede ser desestabilizador si no se
comparten los mismos valores. En una pareja que tiene los mismos códigos, puede
ser un disparador para otras prácticas, como el poliamor o el intercambio de
parejas”, dice Alfaro. Y en la variedad, parece, estaría el gusto”.
Ya es lo más normal del mundo que cada
uno tenga la “pareja” que se le ocurra, con los valores que le ocurran, aunque ellos incluyan la infidelidad con
personas del mismo sexo. Cuando yo era adolescente –hace ya treinta años-, una situación
como esta no solamente era im-pronunciable
-o tabú como les gusta decir a los
freudianos-, sino que era im-pensable.
A nadie se le ocurría pensar siquiera que algo así pudiera ocurrir. Hace diez
años, si un canal de televisión abierta pasaba una serie de este tipo, hubiera
dado lugar a escándalos, a notas y cartas de lectores, a discusiones en talk shows y hasta pronunciamientos
políticos. Hoy es normal. Nadie dice nada. Ya nadie discierne el olor a orco.
Pero lo que no puede ser normal es que
nosotros comencemos a convencernos de que el olor a orco es un olor normal. O, dicho de otra manera, no puede
ser normal que renunciemos al ejercicio del pensamiento que nos permita ver lo que efectivamente está pasando.
Este blog es testigo de que no soy predicador de un apocalipsis cercano, pero
si pensamos, resulta más que claro –al
menos para mí- que todos estos son signos bastante cercanos a lo que las
profecías nos describen y frente a lo que nos exigen estar alertas.
La cuestión social está
irremediablemente perdida. ¿O alguien cree que Massa con sus colaboradores
bellavistenses podrán desodorizar el ambiente? No dudo de la buena voluntad de
muchos de ellos, pero la septicemia es ya imparable. Veamos entonces otro
ejemplo de abdicación del pensamiento en un terreno más grave. Y me refiero a
los terrenos de la Iglesia. Les propongo aquí algunos breves textos que pueden
estimular el pensar, o el discernimiento odorífero:
Carta
de Ignacio, obispo de Antioquía, a los cristianos de Éfeso, c. 110.
Yo no os doy órdenes como si fuera alguien.
Porque si yo estoy encadenado por el Nombre, no soy aún perfecto en Jesucristo.
Ahora, no he hecho más que comenzar a instruirme, y os dirijo la palabra como a
condiscípulos míos. Más bien, soy yo quien tendrá necesidad de ser ungido por
vosotros con fe, exhortaciones, paciencia, longanimidad. Pero ya que la caridad no me permite callar
respecto a vosotros, es por eso que he tomado la delantera para exhortaros a
caminar de acuerdo con el pensamiento de Dios. Porque Jesucristo, nuestra vida
inseparable, es el pensamiento del Padre, como también los obispos,
establecidos hasta los confines de la tierra, están en el pensamiento de
Jesucristo.
Carta
de Hilario, obispo de Poitiers, a los fieles de su diócesis, c. 360.
Son muchas las cosas que fueron hechas
por el Hijo, algunas de las cuales nos son conocidas y otras no. ¿Cuántos son
los Tronos? ¿Cuántas las Potestades? ¿Cuántas las Dominaciones? ¿Cuántos los
principados? ¿Cuántos los espíritus? ¿Cuántos los ángeles? Ni el ojo los vio,
ni el oído los oyó ni el corazón del hombre los ha conocido. ¡Cuánta belleza
habrá en las cosas invisibles que no somos capaces de comprender! Si ni
siquiera somos capaces de entender del todo las bellezas que hay en el mundo
visible.
Carta
de Gerberto, arzobispo de Ravena, a los fieles de Jerusalén, c. 998.
De Jerusalén salieron los apóstoles,
luminosa claridad del mundo; desde allí se extendió la fe de Cristo a todo el
orbe de la tierra, y en ella el mundo encontró a su Redentor. Por ella caminó
la divinidad nacida junto a la humanidad, en ella padeció, fue sepultado, y
desde ella se elevó a los cielos. Yo te bendigo; que crezcas y que se perdonen
tus pecados, y que vivas reinando.
Carta
de Víctor Fernández, arzobispo de Tiburnia y Rector de la Pontificia
Universidad Católica Argentina a los “agentes de pastoral”, 2013.
No jodan. Por favor,
los que queremos estar con la gente no dejemos de reconocer los valores que
encarna este papa Francisco. Hoy estos valores no son tan frecuentes. Dejémonos
de joder. Podemos detenernos a encontrar el pelo en la leche, y lo vamos a encontrar.
Pero en este mundo no existe la pureza absoluta, y creo que estamos ante una
oportunidad inmensa para volver a poner en el centro a Jesucristo y al pueblo
que Dios ama.
Las últimas declaraciones de Jalics, junto a la opinión de gente de izquierda con buena información, como Pérez Esquivel, Oliveira, Fernández Meijide, Navarro y otros, muestran que Bergoglio no cagó a nadie, no fue cómplice de la dictadura, no dejó de ayudar a ocultarse o a escapar a quienes se lo pidieran, e intercedió por algunos en la medida en que podía, porque ni siquiera era obispo
No es una broma ni es un documento
fraguado. Este es tan sólo un párrafo de la extensa carta que Mons. Fernández
publicó hace algunas semanas en su Facebook. Quienes quieran leerla completa
puedan bajarla desde aquí.
Y aclaro que no estoy haciendo trampa en
la selección de textos. La carta de Mons. Fernández no es la trascripción de la
grabación furtiva de una charla entre amigos. Es un documento oficial, firmado
por él, y publicado, con el mismo estatus en ese aspecto que las cartas de Ignacio, Hilario o Gerberto.
No me interesa discutir aquí el
contenido de la declaración de Fernánez. Se trata de una larga elegía a
Bergoglio compuesta en dípticos villeros. Era previsible que gran parte de la
clerecía argentina hiciera cola para succionar calcetines pontificios, y si un
chico bien de Recoleta, devenido obispo de San Rafael, fue capaz de cometer la
felonía que cometió para congraciarse con el pontífice felizmente reinante, no
podía esperarse menos de un chaboncito de barrio como es el Tucho Fernández.
Lo que asusta y hace más fétido aún el
aroma de la declaración del diocesano de Tiburnia, es el modo de decir las cosas. Cuesta creer que un arzobispo y rector de
una universidad pueda utilizar esos términos y esas groserías. Y no es esto
cuestión de finezas y melindres afrancesados. Ese vocabulario y esos modos de
expresarse son reveladores de la interioridad y del corazón de esa persona que
no solamente ha sido elevado a la dignidad episcopal sino que tiene a su cargo
la formación de la intelligentzia
católica del país y, no me extrañaría nada, que en pocos meses fuera elegido
por Su Santidad para ocupar la sede de La Plata como trampolín para alzarse más
tarde con la cátedra primada. Fernández habla ex abundantia cordis, y ya podemos ver lo que hay en su corazón. Este
tipo es un orco, y huele a orco.
No nos acostumbremos. Estamos rodeados.
Vivimos entre los orcos que soltó Sauron hace varios años y que Sarumam está incitando
a actuar desde hace algunos meses.
Off
topic final: Ayer, luego de mucho tiempo, fui a una misa novus ordo, celebrada por un arzobispo
que no me causó mala impresión como yo esperaba que sucediera. La cosa es que
recordé lo feo que suena el ustedes y
toda esa transformación de verbos y pronombres que nos dejó el Impresentable
antes de su trepada pontificia. Sin embargo, noté una cosa curiosa: toda la gente, en el saludo de la paz¸
decía: “La paz sea contigo”. Nadie
decía: “La paz esté con vos”. ¿Por qué siguen usando el contigo cuando jamás se usa en el lenguaje coloquial argentino?
Simple. La intuición de los fieles que aflora más allá de los intentos
episcopales por arrasarla: la liturgia es una acción sagrada, que escapa a lo
profano y que, necesariamente, debe tener un lenguaje diverso al profano. Casi
como decir: “Por más que usted, señor Bergoglio, nos venga a hablar de ustedes en las acciones sacras e intente
de ese modo acabar con lo sagrado, nosotros percibimos lo que es sagrado. Y no
nos plegamos, ni nos podemos plegar, a sus designios”. Newman escribió un buen
librito sobre el tema.