- ¿Se enteró lo que andan diciendo en el pueblo de usted y
de nosotros sus amigos? –le preguntó Bulgarovich con vehemencia a don Gabino.
- No lo sé. Dígamelo usted si tanto le preocupa– respondió éste
con estudiada indiferencia.
- Más que preocuparme, me indigna. Dicen que somos todos
unos pobres tipos tristes y desesperados, que nos encerramos en una sala oscura
a ver películas en blanco y negro, porque es así como vemos al mundo y a la
Iglesia: en penumbras.
- Y todavía más –lo interrumpió Costa-, dicen que usted es
un poeta que destruye y no un poeta que promete. Es decir, que usted es un
centinela del pesimismo.
Don Gabino sonrió y les sirvió a sus amigos una copita de licor
de hierbas Ruavieja, que hacen en Santiago
de Compostela y llama la atención por su profundo color verde. Había comenzado
la cuaresma y en las reuniones dominicales beberían solamente ese caldo penitencial.
- Como decía doña Lulú Thiberville –dijo don Gabino-, no hay
centinelas pesimistas u optimistas. Hay centinelas despiertos y centinelas
dormidos. Y la función del centinela es la de dar aviso de lo que ve, le guste
o no a los que lo escuchan.
- ¿Y quién es esa Lulú? –preguntó con picardía Costa.
- Es una venerable anciana que me presentó hace un tiempo mi
amiga la señorita Prim –respondió el viejo enigmáticamente.
- Pero al final ¿estamos tristes y desesperados, como en
penumbras, por todo lo que vemos? –dijo insistente Bulgarovich.
- Y mire, don Bulgarovich, yo creo algo de razón tienen.
Estamos en penumbras y es a través de esa oscuridad como vemos el mundo y lo
que nos pasa. Pero eso ya lo decía San Pablo: “Ahora vemos por un espejo y
oscuramente; entonces veremos cara a cara”. Si ellos ven luminosamente, será
porque ya encontraron su paraíso, un paraíso en la tierra, porque el Apóstol
nos asegura que ese modo de conocer luminoso solamente se alcanzará en el cielo…
Pero seguro que el Poeta tiene más para
decirnos –dijo don Gabino mirando al Poeta del grupo que, callado, sonreía.
Y simplemente, el Poeta comenzó a recitar:
- O! Wanderers in the shadowed land
despair not! For though dark they stand,
all woods there be must end at last,
and see the open sun go past:
the setting sun, the rising sun,
the day's end, or the day begun.
For east or west all woods must fail...
- ¡Dígalo en castellano! – gritó uno desde el
fondo. Era un nacionalista que se resistía a estudiar la lengua de la
pérfida Albión.
Don Gabino tradujo:
- ¡Oh caminantes de las
tierras de sombras!
No desesperéis. Porque
aunque las tinieblas estén allí,
el bosque finalmente
terminará,
y verán nuevamente al sol
atravesar el firmamento,
el sol poniente, y el sol
naciente,
el fin del día y el
inicio del día.
Por el este o por el
oeste, el bosque debe acabar…
- Es la canción que Frodo entonó cuando la Compañía del Anillo
atravesaba desalentada y triste la Old Forest, -continuó don Gabino- cuando caminaban en el Valle de
Lágrimas, como caminamos nosotros ahora. Pensar que la vida del cristiano es
pura cháchara y diversión es una mentira que conduce necesariamente a la
decepción.
-Entonces somos unos tristes y desesperados personajes nomás
– dijo Bulgarovich.
-Para nada –retrucó el viejo-. Lo seríamos si no tuviéramos
la certeza de la luz que nos espera.
- ¿Y por qué dice usted que tenemos esa certeza? –preguntó Costa
dubitativo.
- Porque hemos escuchado la voz –dijo don Gabino mientras
servía una segunda ronda de licor verde.
Los integrantes del grupo se miraron con cierta alarma.
- ¿Es que usted escucha voces don Gabino? –preguntó despacio
Pablo Paz.
- Claro que sí, como las han escuchado ustedes también. ¿O
creer que son cristianos porque se les ocurrió? Somos cristianos porque hemos
escuchado una voz y hemos respondido a ella. Recuerden el evangelio de San
Juan: “Mis ovejas escuchan mi voz y me siguen”.
- Más que de escuchar voces, creo que se trata de voluntad –dijo
Costa.
- De ambas cosas. La voluntad es la que permite que
respondamos a esa voz y la sigamos, pero primero tenemos que oírla… Pero no se
asusten, no se tratan de andar alucinando. La voz se escucha de muchos modos.
Algunas veces –muy pocas en la vida, quizás- Dios nos la da a escuchar de un
modo muy claro y fuerte, en el momento más inesperado –arriba de un avión
volando sobre los Pireneos o leyendo un texto de San Agustín-, y dura pocos
segundos pero son suficientes para dejar anclada la nostalgia en el corazón.
Las más de las veces, la voz se escucha al modo humano de conocer, es decir, a
través de la razón. Vemos la Verdad y adherimos a ella. Pero la Verdad primero
se muestra, o la voz primero se deja escuchar.
Los del grupo se quedaron callados, sorbiendo el licor de
hierbas y no muy convencidos.
- Recuerden lo que dice Alcibíades hacia el final del Banquete, cuando elogia a Sócrates: “Cuando
nosotros oímos a algún otro, aunque sea muy buen orador, pronunciar otros discursos, a ninguno nos
importa, por así decir, nada. Pero cuando se te oye a ti quedamos pasmados y
posesos. (…) Efectivamente, cuando te escucho mi corazón palpita mucho más que
el de los poseídos por la música de los coribantes, las lágrimas se me caen por
culpa de tus palabras y veo que también a otros muchos les ocurre lo mismo”. Nosotros
no hemos escuchado a Sócrates. Hemos escuchado a Cristo, y estamos como
poseídos o encantados.
- Encantados… -dijo Bulgarovich.
- Sí, hemos sido encantados, así como las cobras quedan
encantadas cuando oyen la flauta del encantador. Pero nosotros hemos dado con
el agathón epodón…
- Otra vez hablando en inglés –interrumpió el nacionalista
del fondo.
El que estaba al lado le dio un codazo mientras le explicaba
que no era inglés, sino griego.
- … un encantador o ensalmador eficaz. Y es eficaz porque ha
sido capaz de dejar dentro nuestro la nostalgia de lo que hemos tocado pero no
poseído.
Nuevamente el grupo quedó en silencio. Nadie se atrevía a
hablar. Más aún, les parecía que cualquier palabra que pronunciaran arruinaría
sin remedio el clima que se había creado y la certeza que había renacido.
Sólo el Poeta se animó a alzar la voz:
Still with unhurrying chase,
And
unperturbed pace,
Deliberate
speed, majestic instancy,
Came
on the following Feet,
And a
Voice above their beat--
'Naught
shelters thee, who wilt not shelter Me.'
Nigh and nigh draws the chase,
With
unperturbed pace,
Deliberate
speed, majestic instancy;
And
past those noised Feet
A
voice comes yet more fleet--
'Lo!
naught contents thee, who content'st not Me.'
But not ere him who summoneth
I
first have seen, enwound
With
glooming robes purpureal, cypress-crowned;
His
name I know, and what his trumpet saith.
Whether
man's heart or life it be which yields
Thee
harvest, must Thy harvest-fields
Be
dunged with rotten death?
All which thy child's mistake
Fancies
as lost, I have stored for thee at home:
Rise,
clasp My hand, and come!'
Halts
by me that footfall:
Is my
gloom, after all,
Shade
of His hand, outstretched caressingly?
Cuando terminó su recitado, volvieron a quedarse
en silencio. Don Gabino fue el primero que habló:
- Muy acertada la
selección de los versos de Francis Thompson, Poeta. “El lebrel de Dios”, uno de
los más bellos poemas jamás escritos. Y tradujo:
Persecución sin prisa, imperturbable,
majestuosa
inminencia. En las veredas
dejan
los Pasos que la Voz me hable:
-
"Nada te hospedará si no me hospedas"
Y noche a noche afuera
oigo
los Pasos que me dan alcance
con
medida carrera,
deliberado
avance,
majestad
inminente,
que
deja oír la Voz de la otra parte:
-
"Nada podrá llegar a contentarte
mientras
no me contentes."
Aun sin poder reconocer sus reales,
su
púrpura, su cetro, su guarida,
le
conozco y le entiendo. Se apresura;
quiere
mi corazón, quiere mi vida,
quiere
mi podredumbre,
quiere
mi oscuridad para su lumbre.
Lo que tú crees perdido está en mi casa
levántate,
toma mi mano y pasa.
Los
Pasos se han quedado junto al vano.
Acaso
¡oh tú, tiniebla que me ofusca
seas
sólo la sombra de Su mano!
Era cuaresma. Sólo dos copitas se permitían en ese
tiempo sagrado y penitencial. Ya las habían bebido. Se levantaron y casi sin
hablar se despidieron de don Gabino quien, solo, se quedó con sus nostalgias.
(La traducción de los versos de Thompson no es de don Gabino sino de Carlos Sáenz)