En su momento, hemos analizado las unidades semánticas mínimas en que se desenvuelve el discurso bergogliano, los bergoglemas. Queremos ahora ahondar en la estructura del disgregador discurso empleado por Bergoglio, para desentrañar sus claves, como forma de prevenir el efecto más visible que producen: la confusión y el error.
Partimos de la siguiente base: nos encontramos ante la fase final, de decadencia extrema, de la apologética.
La apologética nace como una disciplina complementaria de la simple evangelización, es decir la anunciación del Kerygma. Como tal, consistía en la defensa de los cristianos frente a los errores y calumnias que soportaban de los paganos, y una explicación didáctica de los contenidos de la fe, mostrando su congruencia con la razón. Despejar prejuicios y dar la razón de la esperanza cristiana: esta es la esencia de la apologética. Para lograrlo, el apologista debe contar con buena información, conocimiento de los contenidos de la fe y buen manejo de la lógica y la filosofía, y, en lo posible, buenos modales, además de una sólida autoestima y firmeza de carácter. Como la defensa de la fe se da en un contexto de crispación y desinformación cuando no de persecución, el apologista debe captar la benevolencia del público, mostrar lo razonable de la fe, descartar toda falsedad o leyenda instalada, para lograr, si Dios quiere, la convicción del antagonista. Anotemos que si lo acompaña cierto complejo de inferioridad frente a las ideologías vigentes, la apologética corre el riesgo o bien de cerrarse en un discurso autoritario, amargado e ideológico, con alto riesgo de perseguir a Tolkien o a la Novicia Rebelde, o bien, como decía Newman jugando con las palabras, de convertirse en pedido de disculpas por ser como somos (apology).
Es fácil advertir los riesgos de la apologética barata. La captatio benevolentiae es conveniente, qué duda cabe. Fue San Pablo quien la inauguró al calificar a los areopagitas como los "varones más religiosos de todos los hombres" (analogía bastante laxa) y predicando al dios desconocido, con poco éxito la verdad. Pero puede degenerar en un desesperado intento por agradar al auditorio, a toda costa, incluso comprometiendo el honor de generaciones pasadas. El trabajo de desmalezamiento de prejuicios a veces lleva a crear hombres de paja del adversario, usar ciencia barata para "demostrar" la verdad de la religión, o negar hechos históricos con total mala fe para resaltar el "milagro moral" de la Iglesia (recordemos los interminables tratados de apologética negando la Noche de San Bartolomé, los errores de la Inquisición, la mala conducta o los errores de algunos papas o más acá en el tiempo, la existencia de estructuras de encubrimiento de abusos sexuales en la jerarquía).
También puede llevar a un vicio contrario: aceptar los prejuicios sin beneficio de inventario y sin crítica, justamente para reforzar la dichosa captatio, en un alocado, voluntarista y pelagiano intento de convencer al antagonista, reducirlo a mi discurso y mi voluntad de poder renunciando a la verdad. Como toda actividad práctica, pende sobre ella el peligro de independizarse de la verdad y convertirse en una técnica más de propaganda. Curiosamente, el mismo Pontífice que pidió perdón por el pasado de la Iglesia, en una bastante discutible "apology" de un pasado que no le pertenecía y cuyas conciencias de cristianos estaban fuera de su jurisdicción, fue el mismo que se negó a aceptar problemas bien reales de conciencias del presente de la Iglesia que presidía y juzgaba, pensando que eran calumnias del enemigo.
Ni que decir cuando, en una vuelta de tuerca - y aquí llegamos al discurso bergogliano - el punto de partida es no sólo aceptar los prejuicios históricos o actuales sobre la Iglesia, sean reales o ficticios (el reciente discurso sobre las tarifas sacramentales, la leyenda de los curas reluctantes a bautizar bastardos, las entusiastas quemas de luteranos, etc), sino también los presupuestos filosóficos propios de los enemigos de la visión católica. En ese sentido, el discurso bergogliano es claramente progresista, en la medida en que la modernidad lo es, y este tipo de apologética quiere mostrar que se es vigente, actual, "en onda". Lo que ocurre es lo que debe ocurrir, la voluntad de Dios se expresa en la Historia o es la Historia, y resulta inútil y nostálgico cualquier esfuerzo por intentar detener esa corriente. La Iglesia está atrasada doscientos años, como decía el "Padre" Martini y sus estructuras caducas, incluida su práctica sacramental, resultan intolerables, dado que el Evangelio debe ser leído a la luz de la cultura moderna. En los primeros tiempos de su Pontificado, Bergoglio recibía a sus visitantes con una muletilla : "Todo esto es muy loco". La Iglesia concreta e histórica es algo muy loco, algo extraño, en resumen una anomalía medieval en un mundo en progreso, a la que hay que ajustar para poder convencer a la gente.
En suma: lo que viene diciendo el Iluminismo, el socialismo y el progresismo liberal moderno sobre la Iglesia es sustancialmente cierto, y la Iglesia debe revertir esa lamentable realidad para ponerse al nivel de los tiempos. En realidad, la Iglesia para el mundo, como tal, es insalvable: lo que se salva es la persona del papa, al cual se le da un waiver mental para que acabe con Ella usando una dignidad que se quiere también destruir. En este sentido, la noción de "progresismo adolescente" tan usada por Bergoglio, tiene el carácter de un guiño al proceso de la modernidad: tranquilos, el progreso está asegurado, pero se trata de no apresurar las cosas con el riesgo de que no haya regresiones no queridas. El izquierdismo, recordaba Lenin, es la enfermedad infantil del comunismo.
Aquí la apologética se convierte en canibalismo institucional, en una especie de construcción ya no de un Arca sino de un bote salvavidas en que Bergoglio y quienes lo siguen aceptan abordar a cambio del perdón por haber tripulado tal malvada nave del infierno, tal bochornosa institución oscurantista que constituye el oprobio de Occidente. La apologética ha dado una vuelta de campana: es una disculpa por pertenecer, y una aceptación de los presupuestos del enemigo para poder salvar la cara. Y es la cara la que salva a la Iglesia, si tal cosa es posible.
Ludovicus
Sospecho que la Iglesia no puede hacer demasiada apología (ni siquiera indicarle al mundo cómo debe vivir) habiendo perdido tanta autoridad moral con sus propios problemas internos. Por lo demás, en el ámbito local, vemos al Episcopado argentino para nada preocupado por temas apologéticos, sino más bien socio-económicos y políticos... por eso nunca falta un Aníbal Fernández o un Capitanich que retruque: "mejor qué se ocupen de arreglar sus asuntos!"
ResponderEliminarMientras tanto, los evangélicos siguen avanzando.
No sé por qué, pero se me hace que el catolicismo verdadero ya está viviendo en las catacumbas, no en Roma.
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Ese pájaro está muy alto para mi gomera.
ResponderEliminarUltimamente algunos articulos extensos como el de Ludovicus están tomando un cariz OSKINOMÉTRICO.
ResponderEliminarCon todo respeto.
Me parece que lo de Francisco es más simple y menos sistemático. Francisco no es un intelectual. Benedicto era un intelectual, consistente y sistemático, y justamente por eso los Cardenales lo rechazaban, porque les parecía que la civilización actual no puede tolerar la consistencia intelectual (y en eso están acertados). Entonces vino Francisco, que es una especie de mínimo común múltipo de las huevadas y lugares comunes más básicos de las viejas de parroquia, y de las monjas comprometidas, y de los “teólogos” progres ancianos. Y que reserva su enojo para aquellas personas o instituciones que le recuerden -implícita o explícitamente- su inconsistencia intelectual. Entonces le dice (supuestamente) a la divorciada en concubinato que comulgue, pero él no firma un decreto de comunión para los divorciados concubinados. Y pretende que todos sean felices en esa inconsistencia. Dice que él no es quien para juzgar a un gay, pero no firma que un homosexual practicante pueda comulgar. Se escandaliza de que se cobren servicios en las Parroquias, pero él como Papa no dispone oficialmente que no se cobren (y no parece escandalizarlo que la Iglesia Alemana niegue la Comunión a quien no paga la Kirchensteuer). Se hace llamar “Obispo de Roma” en lugar de “Papa”, para alejarse de esa dignidad monárquica que lo distancia de las Ovejas, pero él es el Papa más monárquico y autoritario desde Julio II della Rovere. Dice -como dijo esta semana- que todos iremos al Cielo. Pero presumiblemente no estarán ahí los terribles “corruptos”, ni Hitler, por ejemplo. ¿Cómo se resolverá esa inconsistencia?. No lo dice, ni se le puede preguntar, y justamente hacerle esa pregunta, es ser el enemigo. Resumiendo: creo que los Cardenales nombraron a Bergoglio para que haga exactamente lo que está haciendo: refundar la Iglesia sobre el rechazo al Principio de No Contradicción. Una Iglesia que deje de lado las fórmulas claras, el Sí y el No, y que se desplace por el mundo con una sonrisa seráfica, bobalicona, dando abrazos, y diciendo a todo el mundo: “¡Hagan lío!”, y “¡Todos iremos al Cielo, todos, todos!”. Y el enemigo no es el conserva o el Tradi. El enemigo es cualquiera que manifieste explícita o implícitamente su fidelidad al Principio de No Contradicción.
ResponderEliminarWanderer, me queda una duda después de leer su más que buen diagnóstico.
ResponderEliminarPara usted,
¿Tiene vigencia hoy una actitud apologética por parte de curas o fieles católicos?
Si su respuesta es sí, ¿cuáles serían sus líneas vertebrales?
Si no, ya está todo dicho.
Atentamente
Cierto, anónimo 10:47. Difícil predicar los diez mandamientos y todos los preceptos cuando se esconden bajo la alfombra corrupciones económicas y escandalosas como los pederastas. Se requiere un Papa que limpie a fondo y cuide la Doctrina. Francisco limpia más bien superficial y destroza la Doctrina.
ResponderEliminarSon los mismos kukús (lato sensu) de siempre: los triunfalistas de ayer, los derrotistas de hoy.
ResponderEliminarY tienen un solo enemigo: nosotros.
J.T.
Es llamativo como Eric Zemmour habla de Francisco:
ResponderEliminar"Le pape François va à Strasbourg et ignore la cathédrale"
http://www.youtube.com/watch?v=0Nt6mleJ41E&feature=player_embedded
En su reciente artículo "Es guerra de religión, pero el Papa calla o balbucea", Sandro Magister afirma de Benedicto XVI lo siguiente:
ResponderEliminar"Y dijo con toda claridad al mundo islámico que éste tenía frente a sí el mismo desafío epocal que el cristianismo ya había afrontado y superado: el de "aceptar las verdaderas conquistas de la ilustración, los derechos del hombre, y especialmente la libertad de la fe y de su ejercicio".
Si el que se supone fue el más conservador de los Papas conciliares piensa ésto del iluminismo y sus "conquistas", entonces estamos irremediablemente en el horno (o más bien en las catacumbas, como dijo otro comentarista).
¿O acaso estoy interpretando mal a Ratzinger (o a Magister)?. Agradecería que alguien más ilustrado lo aclarara.
Marcial Bonaire
Y entonces se cumplen las fundadas expectativas de los masones italianos cuando saludaban la elección de JB.
ResponderEliminarLe aclaro don Guander que me gusta llamarlo por sus iniciales porque el JB hace años que viene peor que el viejo "Rober Braun"
Pero eso es problema mío.
He aquí la "enhorabuena" de los hermanos tres puntos italianos
http://www.grandeoriente-democratico.com/Grande_Oriente_Democratico_saluta_il_nuovo_Papa_Francesco.html
su atento lector
Puestero del Oeste
Francés, judío de origen argelino, pero tiene las cosas claras http://www.rtl.fr/actu/societe-faits-divers/eric-zemmour-le-pape-francois-va-a-strasbourg-et-ignore-la-cathedrale-7775606319
ResponderEliminarZemmour no está preocupado por la Iglesia. Está preocupado porque Francia va en camino de convertirse en una República Islámica, y él se da cuenta de que la Iglesia no va a mover un dedo para evitarlo. ¿No querían que la Iglesia se convirtiera en una baba inútil carente de convicciones?. Pues lo lograron, ya está. Que a usted Zemmour ahora no le gusten las consecuencias, es otro tema.
ResponderEliminarY para peor ya tiene cosas de que preocuparse, como Dieudonné M'bala y su Quenelle.
Marcial,
ResponderEliminarsería bueno tener la fuente de donde Magister cita a Benedicto. Yo tengo presente el famoso discurso de Ratisbona, y ahí Benedicto no dijo eso, ni nada parecido. Dijo que el Dios católico era el Logos, mientras que en la concepción musulmana, limitar a Dios haciéndolo lógicamente consistente, era limitar su omnipotencia.
Amigo de las 17:21, excelente descripción; Wanderer, y amigos todos: Es como para contradecir a Thibon en eso de que las profecías se van haciendo más claras a medida que comienzan a cumplirse. En efecto, nadie lo dice acá, y es como si tuviéramos alergia de decirlo. Pero el escenario es la Iglesia de Laodicea. Neta.
ResponderEliminarV.
Si Benedicto dijo eso se equivoca.
ResponderEliminarLa libertad religiosa en occidente es una consecuencia de las prolongadísimas (más de un siglo) y destructivas guerras de religión entre católicos y protestantes.
Los europeos se mataron tanto y por tanto tiempo que decidieron que no valía la pena ir a la guerra por temas religiosos.
A partir de la segunda mitad del XVII todas las guerras son por temas económicos o territoriales, y los países hacen coaliciones sin que les importe la religión nacional de sus aliados o enemigos.
Ni una sola referencia en el discurso de Francisco, a la Biblia, a la Patrística. Total alejamiento del kerigma del mensaje cristiano. Ninguna mención a la singularidad del cristianismo versus la filosofía pagana de Aristóteles y Platón, que tanto mencionó en su discurso ante el Parlamento europeo. Timoratas referencias a la violencia contra los cristianos en el mundo. Nada en referencia a la Iglesia de Roma. Un total hijo de este tiempo y de la decadencia jesuítica en muchos seminarios del orbe.
ResponderEliminarAnónimo de las 6:24:
ResponderEliminarCreo que indagando las -a veces confusas- causas de las guerras, la religión siempre estuvo presente.
Más bien parece una mezcla de los tres factores, entre los que suele sobresalir alguno.
Incluso la más famosa -la de los treinta años- considerada como religiosa, no estaban ausentes los factores económicos y territoriales.
Atentamente
Anónimo 27 de noviembre de 2014, 17:21,
ResponderEliminarLeí "refundir" en vez de "refundar". Y, tal vez, queda mejor.
Ay el inconsciente...
La semántica bergogliana en realidad es simple: el perfil bajo y la ambigüedad calculada para ganarse el aplauso del mundo y desactivar cualquier iniciativa que suponga recuperar las tradiciones aparcadas desde el CVII. Una prueba de ello es lo que ha pasado con el Arzobispo de Zaragoza, España. Desde el Vaticano le obligan a renunciar por haber pagado una cantidad considerable a un diácono que, según dice, habría sido acosado por un párroco. Si fuera cierto el hecho, en todo caso no habría delito alguno porque no se trata de un niño el denunciante. La iniciativa de pagar un importe podrá ser más o menos torpe, pero nunca delictiva.
ResponderEliminarLa casualidad es que este Arzobispo, Mons. Ureña, al igual que Burke, ofició Misa por el rito tradicional. Y parece que todo aquel Obispo que quisiera recuperar la Misa preconciliar está marcado y será purgado. Qué importante será la liturgia para que tengan que ser defenestrados quienes la aman.
http://hispanismo.org/crisis-de-la-iglesia/13027-monsenor-urena-primer-obispo-en-celebrar-la-misa-tradicional-en-espana.html
TOTAL y ABSOLUTAMENTE DE ACUERDO CON EL COMENTARIO DE LAS 17:21 DE AYER
ResponderEliminar.
Anónimo de las 9:47 hs.,
ResponderEliminarel Rito de San Pio V es muy bello y edificante. Pero no creo que se lo pueda considerar en el vacío, ni a favor ni en contra, ni que sea el Nec Plus Ultra de la ortodoxia católica.
Según tengo entendido, la Asociación Católica Patriótica China, dependiente del Partido Comunista, siguió celebrando durante muchos años según el Rito de San Pio V, dado que ellos a partir de su separación (en época de Pio XII), dejaron de seguir las reformas occidentales. Creo que sólo años después adoptaron el Novus Ordo. Dicho sea de paso, creo que no habían aceptado tampoco el Vaticano II (no sé ahora).
Por tanto, eran una comunidad católica que celebraba el Rito de San Pio V, y que rechazaba el VII. Pero que dependía del Partido Comunista Chino. Por lo cual dudo que fueran baluartes de la ortodoxia católica.
PEDRO HISPANO: No veo la relacion entre el caso de la llamada "iglesia patriotica china" y el caracter de referente doctrinal, de estar libre de toda sospecha de contaminacion heretica que son propios del Rito tradicional. La "iglesia patriotica" no seria un baluarte de ortodoxia por depender del partido comunista. No por celebrar segun el rito tradicional.
ResponderEliminarSoy el anónimo de las 9: 47. Estoy de acuerdo en que el rito de San Pío V en sí mismo no salva a la Iglesia, pero algo importante debe suponer cuando tantos se pusieron en contra de Benedicto y la mayoría del episcopado lo quiso ignorar.
ResponderEliminarA nadie escapa que refleja mejor el Sacrificio de la Cruz, y eso no lo quieren consentir muchos ni dentro ni fuera de la Iglesia.