martes, 25 de febrero de 2014

Don Gabino, prosa y poesía

(Este texto lo escribí yo, pero las ideas no son mías. Salieron en una mágica conversación, entre rodaballos y vinos gallegos, hace pocos días. Los créditos a quien le corresponden)


Luego de golpear la puerta con cierta insistencia, la mucama de don Gabino hizo pasar al profesor Worms y a Pablo Paz, pero les pidió que esperaran en el recibidor porque debía “preguntarle al señor si podía atenderlos”. Los dos se miraron extrañados. La mujer sabía que el viejo estaba siempre dispuesto a recibir a sus amigos y no era necesario conseguir su permiso para hacerlos pasar a las zonas más familiares de la casa.
Al poco rato regresó la boliviana, fiel y laboriosa como pocas, y los condujo a una sala grande que raramente veces se usaba. Estaba casi a oscuras. Sólo una lámpara alumbraba a don Gabino que estaba sentado junto a una pequeña mesa sobre la que se destacaba una botella de Laphroaig y un enorme y antiguo proyector de cine. El viejo tenía apiladas en un armario decenas de latas con películas de la primera mitad del siglo XX, en 35 mm, que se dedicaba en mirar cuando lo acorralaba la nostalgia.
- Estaba mirando algunas escenas de “Casablanca” –les dijo a sus amigos-. Siéntese y sírvanse una copita de este single malt que es de los mejores que existen.
Worms y Paz no estaban demasiado interesados en la película –era en blanco y negro, pensaron- pero la perspectiva de tomar un par de copas de Laphroaig los entusiasmó para quedarse a acompañar al viejo. Y lo mejor, era hacerlo en silencio, mientras él miraba sus vistas favoritas. Don Gabino encendió nuevamente el proyector y la pantalla mostró a Ingrid Bergman cuando le pide al pianista: “Play Sam. Play ‘As time goes by’”. Si al whiskey le sumaban la belleza de la actriz y de la canción, esa iba a ser una tarde perfecta. Sin embargo, apenas unos segundos después de reanudada la proyección y cuando Humphrey Bogart aparecía por el fondo a fin de reprender al negro, el viejo detuvo nuevamente el proyector y, en la pantalla, quedó congelado un fotograma. Al poco rato, volvió encenderlo y lo volvió a interrumpir inmediatamente, con otro fotograma, apenas diferente del anterior. Y así estuvo más de quince minutos, pasando fotograma por fotograma, en los que escasamente podía adivinarse a Bogart caminando en medio de su bar hacia el lugar del piano y, de la canción, era imposible distinguir alguna cosa.
Los dos invitados no querían interrumpir a don Gabino, pero las actitudes de éste le parecieron más bien extrañas y prolongadas. ¿Se trataría de demencia senil, o sería que el single malt se le había subido muy rápido a la cabeza?
- ¿Qué hace don Gabino? – se animó a interrumpir Pablo Paz.
- Estoy tratando de entender cómo ve la vida el hombre contemporáneo -, le respondió sin muchas ganas.
- Tiene razón –dijo el profesor Worms- y agregó citando la canción- "The fundamental things apply as time goes by".
-No me refería a eso profesor, aunque su observación es buena. Me refería a la prosa y a la poesía, como dice una amiga mía.
Paz y Worms ya no entendían nada. El viejo deliraba o estaba ebrio. Se miraron en la penumbra asustados.
- Así como lo escuchan –les dijo sonriendo mientras los miraba por primera vez desde su llegada- son cosas que estuve escuchando de un ángel.
Los dos jóvenes amigos agudizaron su mirada de consternación. Don Gabino no sólo miraba de un modo imposible las películas y decía incoherencias sino que ahora también hablaba con los ángeles. La cuestión no podía ser más grave.
- Recién dijo que era una amiga la que se lo había dicho –se animó a decir Worms, con la oculta esperanza de que el viejo reaccionara y saliera de su estado senil.
- Es que los ángeles muchas veces hablan a través de los amigos. Y les digo más, son los ángeles los que nos juntan y nos hacen amigos. ¿O ustedes creen que es casualidad que nosotros seamos amigos? En eso tenía razón Levinas y otros personalistas, aunque se quedaron cortos. El rostro y la mirada del otro impactan en el corazón del hombre, pero en el caso de la amistad, no es sólo cuestión de rostro y mirada, es cuestión de magia, o de ángeles.
- Don Gabino, deje un rato a los ángeles y cuéntenos eso de ver la vida como la ve el hombre moderno –dijo Paz, que era un poco ansioso y no podía desprenderse del todo de su formación positivista.
- Es que el hombre de hoy ve la vida en fotogramas y no como una película. Si yo dejo encendido el proyector y no lo detengo, veríamos Casablanca como una totalidad, y la entenderíamos, y aunque quizás soltáramos algún lagrimón recordando un amor perdido, gozaríamos del filme. En cambio, si la vemos fotograma por fotograma, en realidad no vemos la película y, claro, no entendemos nada. Llegaremos al final, cuando parte el avión en una noche lluviosa, y allí habrá acabado todo. Habremos pasado un largo rato mirando fotogramas inconexos para llegar al final sin haber entendido nada.
- A ver si entiendo –dijo el profesor Worms-. Usted quiere decir que el hombre moderno ve la vida en momentos estáticos y no como una totalidad y, por eso, no entiende de qué se trata.
- Así es, ve su vida como si viera los hilos sueltos y fuera incapaz de ver el tapiz entero. Hilo por hilo; fotograma por fotograma…
- Es por eso entonces que al hombre de hoy no le queda más que gozar del instante, del presente, del aquí y ahora, porque no sabe si habrá otro fotograma y qué habrá en ese próximo fotograma –dijo Paz-. ¿Qué sentido puede tener entonces cualquier perspectiva existencial? “Hoy comamos y bebamos que mañana moriremos”…
- Ha dado en la tecla, don Paz. La cuestión es la muerte, o el avión que se eleva entre la niebla de Casablanca. ¿Cómo se entiende y se acepta la muerte, la propia y la de los demás, si la vida son solamente fotogramas sueltos? Imposible. Apenas si queda un poco de incomprensión y una enorme carga de desesperación y angustia.   Y es por eso que el hombre moderno ha “editado” la película de la vida: le ha cortado los últimos fotogramas. La muerte ha sido expulsada de su mundo. Cuando se muere, se muere; y a las pocas horas ya no es más que cenizas que se amontonan en los incineratorios. No piensa en eso. Es un fotograma eliminado, obliterado, seccionado de la totalidad…
- Menos mal que tenemos la fe y las verdades que nos enseña la Iglesia-, interrumpió con alivio Worms.
- ¿Qué Iglesia le enseña eso profesor? La Iglesia, o sus ministros, ya no hablan de la muerte. ¿O usted escuchó alguna vez a la hermana Wanda referirse a esos temas en sus catequesis? ¿Y que es lo que dice el cura cuando hace un responso, si es que hace alguno de vez en cuando?: “Queridos amigos, no lloren ni si angustien. El finado está en el cielo, mucho más feliz que nosotros. Dios es bueno y seguro que lo misericordió”. Ya no existen más los ornamentos negros, ni el túmulo, ni las lágrimas, ni las misas gregorianas. A nadie le importa, ni a los católicos, cómo fue la vida que llevó el difunto; si fue piadoso o pecador. Todos nos salvamos. Vivimos en un desopilante festival de misericordiaciones. Lo terrible de la muerte, y de Dios, se eliminó con los últimos fotogramas.
- ¿No exagera un poco don Gabino? Están los del Oh pius Dei, los del Verbo Encardinado y muchos otros grupos de esos que usted llama neocones…
- Esos son los peores… Son los portadores de la religión juanpablista…
- ¿Y eso qué sería?
- Se lo grafico: la religión de las Jornadas Mundial de la Juventud. La religión que enseña que la vida cristiana es pura algarabía y jolgorio, y pasarla y sentirse bien. Que todo es color de esperanza, y arco iris, y amor y paz. La muerte tampoco allí existe.
- Y si se olvida la muerte, ¿qué sentido tiene la Redención?- dijo Worms pensativo.
- Dio en el clavo –dijo don Gabino-. El Señor nos redimió de la muerte. De la muerte del pecado, pero también de la muerte que pudre y agusana al cuerpo. Recuerden el tropario de Pascua de la liturgia bizantina: “Cristo resucitó de entre los muertos, y con su muerte destruyó a la muerte, dando vida a los que estaban en el sepulcro”. Y estos versos, en la noche pascual, los orientales la repiten cientos de veces, cantando a los gritos, el obispo, los curas y los fieles. Porque no hay religión cristiana sin muerte destruida y vencida. No hay cristianismo sin perspectiva y conciencia de la muerte.
Los tres se quedaron callados un buen rato, con cara medio tristona, mientras tomaban de a pequeños sorbos los restos del single malt.
- “We´ll always have Paris” – dijo el profesor Worms pensativo, citando nuevamente Casablanca.
- Sí, siempre tendremos París, pero al revés –respondió enigmático don Gabino. -Recuerde que esa frase la dice Rick a Ilsa, su antigua novia, antes de embarcarla en el avión que la llevará a Lisboa junto a Laszlo, su marido. Él, en cambio, sabe que será apresado por los nazis en Casablanca, y sabe también que ya nunca más verá a Ilsa. “Pero siempre tendrán París”; siempre tendrán la memoria de los días pasados en esa ciudad, donde se conocieron y conocieron también la felicidad, y allí, en ese recuerdo, podrán reunirse. Nosotros, los cristianos, también tenemos un recuerdo, que más que recuerdo es añoranza, pero añoranza  del futuro. Nosotros siempre tendremos el futuro.
Y agregó don Gabino con solemnidad:
- “Creen que añoran el pasado, pero en realidad su añoranza tiene que ver con el futuro”.
- ¿Y eso también se lo dijo un ángel?-, le preguntó Paz sonriendo.
- Eso lo dijo Newman, pero a mí me lo dijo un ángel.

Don Gabino volvió a encender el proyector y ya no lo detuvo hasta que el avión se perdió en medio de la bruma marroquí.

jueves, 20 de febrero de 2014

Seguir misericordiando

En los comentarios al post precedente, encontramos algunos lectores que afirmaban que la Santa Sede no cambiará en absoluto la multisecular doctrina de la Iglesia sobre cuestiones matrimoniales o relativas a la sexualidad en general, y otros que afirmaban que sí lo hará con ocasión del próximo Sínodo sobre la Familia que tendrá lugar en el próximo mes de octubre.
A mí me la impresión que, en su afán de misericordiaciones masivas, el papa Francisco estaría dispuesto a dispensar a todos los católicos del cumplimiento del sexto mandamiento, pero es lo suficientemente inteligente como para saber que eso sería demasiado. Sin embargo, tengo el pálpito que algo hará con respecto a los divorciados vueltos a casar, es decir, avanzará en su admisión a la Sagrada Comunión y, de ese modo, a una integración más plena en la vida de la “comunidad cristiana”.
Hay algunos signos que hacen suponer que la cosa va por ese lado. Instrumentar una “consulta a los fieles” sobre el tema, es uno de ellos. Cualquiera podía suponer cuáles iban a ser los resultados de tal encuesta, lo que ha sido confirmado en los últimos días por la publicación de los mismos por parte de varias conferencias episcopales europeas, lo cual, si bien ha sido considerado una iniciativa “no correcta” y una posible presión sobre la Sede Apostólica, no me extrañaría que la iniciativa haya contado con guiño vaticano: pour la gallerie conservadora, que podrá decir luego: “El papa se vio forzado a consentir por la presión de los obispos del Rin”; casi lo mismo que se decía de su olvidable predecesor Pablo VI.
Por otro lado, se supo que en el consistorio que tienen en estos días todos los cardenales en Roma para tratar específicamente este tema, el único expositor confirmado es el cardenal Kasper, cuya posición al respecto es conocida por todos: Ya cuando era obispo de Rotenburgo-Stuttgart y también recientemente en una entrevista al semanario “Die Zeit”, el teólogo y cardenal alemán se ha pronunciado dispuesto a admitir que las personas divorciadas y vueltas a casar puedan tener acceso a la comunión sacramental. ¿Y adivinen por voluntad de quién es él el único expositor?
Pero la cosa no es tan fácil, aunque a Bergoglio le parezca que lo es. No se puede cambiar una enseñanza tan firmemente asentada en el corpus doctrinal de la Iglesia porque sí nomás. Existen algunas disciplinas que el actual pontífice desconoce y que se llama teología, derecho canónico e historia.
El cardenal Rodriguez Madariaga, mandamás de la comisión cardenalicia que entiende sobre tema, expuso en un reportaje que “La vieja familia ya no existe. Todo es nuevo. Y por tanto también la Iglesia debe dar respuestas nuevas y "al paso con los tiempos", respuestas que "ya no pueden estar fundadas en el autoritarismo y el moralismo". (Pueden verlo en este artículo de S. Magister). Habrá que prepararse entonces para respuestas “democráticas” y “misericordiosas” adaptadas a los hombres de hoy. Y para eso, el vaticanista Magister adelanta cuáles serían las argumentaciones teológicas imprescindibles sobre las que se basaría la probable resolución pontificia de admitir a los sacramentos a los católicos divorciados y vueltos a casar.
Algunos patrólogos sostienen que una práctica de la Iglesia primitiva fue la de admitir a las personas que se habían separado de su cónyuge y formado una nueva “pareja” a los sacramentos luego de un largo periodo de penitencia. Esto se habría permitido a raíz de la desastrosa situación moral del mundo precristiano. Habría antecedentes, entonces, de esta práctica en la historia de la Iglesia. Frente a este argumento, yo puedo responder dos cosas: aunque desconozco el tema tal como fue tratado por los Padres resulta claro, de acuerdo al artículo de Magister, que hay una biblioteca que opina de un modo, y otra biblioteca que opina del modo contrario. Es decir, no hay certeza ni unanimidad al respecto. Señalo solamente que, de entre todos los patrólogos que se mencionan, el único verdaderamente conocido y máxima autoridad en los estudios sobre las obras y el pensamiento de Orígenes es el jesuita Henri Crouzel, y está en contra de la interpretación liberal.
Por otro lado, no me parece que pueda equipararse el mundo precristiano con el mundo postcristiano.  En el primer caso, la humanidad venía de milenios de permanecer en las tinieblas bajo el dominio de los arcontes de este mundo. La llegada de Nuestro Señor implicó que el “mundo vio una gran luz”, pero el proceso de “iluminación” y de aceptación de esa luz transformante llevó siglos.
El peso de las costumbres y las taras culturales no desaparecen de un día para otro. En cambio, nuestro mundo postcristiano conoció esa gran luz y la rechazó. La enseñanza de la Iglesia no es ahora una novedad liberadora; es una antigua verdad liberadora que el hombre de hoy rechaza. Se trata de dos situaciones –la del mundo precristiano y la del actual- que no pueden equipararse.
Sin ser canonista, me parece que el único modo posible en que la Iglesia pudiera admitir a la comunión  a los divorciados, sería declarando la nulidad de su primer matrimonio. Caso contrario, la persona se encuentra en pecado de adulterio, y en tal estado no puede comulgar. No me cabe duda que, en la actualidad, los casos de nulidad matrimonial son muchos más elevados que en épocas anteriores y que, además, no a todos les resulta fácil y accesible el acceso al largo trámite jurídico que supone lograr la sentencia de nulidad. Por eso mismo, me parece que pueden existir casos en los que la persona se acerca al sacramento de la comunión porque, en conciencia, se sabe libre de pecado. Pero en modo alguno puede “estandarizarse” la situación, abriendo la puerta para que pasen todos.
Por otro lado, hay una cuestión histórica que tampoco puede desatenderse. Estimo que habrán sido muchas y muy fuertes las presiones que recibió la Santa Sede en el siglo XVI por parte del  Defensor fidei, el rey Enrique VIII de Inglaterra, cuando pretendía que se anulara su matrimonio con Catalina de Aragón para contraer segundas nupcias con Ana Bolena. La firmeza en su doctrina le costó a la Iglesia la pérdida de Gran Bretaña para la fe católica y sólo Dios sabe las consecuencias que de ello se derivaron. ¿Se puede borrar así, de un plumazo, una doctrina tan asentada de la Iglesia porque el mundo de hoy “no la entiende”? Enrique VIII tampoco la entendió.

A mí me parece que a Bergoglio no le da el pinet para ser el Anticristo, pero que puede hacer mucho daño, no dudemos de que puede hacerlo.

martes, 18 de febrero de 2014

Misericordiaciones para (casi) todos

Copio a continuación una reflexión del Dr. Mario Caponnetto acerca de un grave que no deja de ser grave y que se suma a otros acaecidos en los últimos meses: la expulsión del reconocido intelectual italiano Roberto de Mattei de Radio Maria -la radio católica más escuchada de Italia-, a raíz de un artículo suyo.
Pareciera que las misercordiaciones pontificias alcanzan solamente a los musulmanes, los maricas y los divorciados. Los católicos que defienden la fe, en cambio, quedan expuestos la intemperie. 



Roberto de Mattei es, sin lugar a dudas, uno de los más lúcidos y brillantes intelectuales católicos italianos. Especializado en historia, catedrático de vasta trayectoria académica en diversas universidades europeas, no ha descuidado el ejercicio del periodismo en el que vierte con regularidad sus acertadas reflexiones acerca de los acontecimientos del mundo y de la Iglesia, reflexiones signadas siempre por un profundo sensus fidei. Es así que hasta el pasado 13 de febrero, de Mattei estaba a cargo de un programa radial mensual, Radici Cristiane, emitido por Radio María, en Italia. Pues bien, he aquí que desde la mencionada fecha los oyentes italianos se ven privados de oír la voz del Profesor de Mattei porque, sencillamente, el Director de Radio María, el sacerdote Livio Fanzaga suprimió el programa y removió a su conductor. ¿La causa de tan grave medida? Un artículo publicado por de Mattei, en su portal Corrispondenza Romana, el 12 de febrero pasado bajo el título Motus in fine velocior. Según Fanzaga, de Mattei, en el mencionado artículo, habría acentuado “su posición crítica respecto del Pontificado del Papa Francisco”. “Estoy muy disgustado -prosigue Fanzaga en la carta personal enviada al Profesor- y hubiera deseado que Usted pusiese su gran preparación cultural al servicio del Sucesor de Pedro. Usted comprende, querido Profesor, que su posición es incompatible con la presencia en Radio María la que, en sus principios guías, prevé la adhesión no sólo al Magisterio de la Iglesia sino, además, el apoyo a la acción pastoral del Sumo Pontífice”. Añade, enseguida, que “por deber de conciencia debo suspender la transmisión mensual, en tanto le agradezco también en nombre de los oyentes por el empeño puesto, a título voluntario, en la búsqueda de las raíces cristianas de Europa”.
Sorprende la extrema gravedad de las razones aducidas por el sacerdote Fanzaga. ¿Qué puede, en efecto, ser más grave para un intelectual católico que ser removido de una actividad apostólica nada menos que por su falta de fidelidad al Sucesor de Pedro? Pero, ¿es así?
De la lectura del mencionado artículo (y la de otros textos de de Mattei que hemos tenido ocasión de leer) no surge en absoluto el menor indicio que pueda dar sustento a las razones de Fanzaga. De Mattei es un laico católico que en uso de la legítima libertad de los hijos de Dios ha tenido el coraje y la lucidez de expresar sus graves preocupaciones por la situación actual de la Iglesia particularmente a partir de la desgraciada renuncia de Benedicto XVI de la que se ha cumplido un año en estos días.
En el artículo cuestionado, de Mattei en ningún momento ofende la figura del Santo Padre ni emite juicio alguno que pueda computarse como una falta de fidelidad a la Cátedra de Pedro. Por el contario, desde una fe acendrada e ilustrada, alerta acerca de ciertas tendencias y prácticas supuestamente pastorales -muy presentes y activas a partir de la elección del Papa reinante- que podrían, de hecho al menos, ponernos al borde del cisma y aún de la herejía. Se refiere, particularmente, a los más que visibles intentos de ciertos sectores eclesiales en orden a permitir la comunión a los divorciados y de “flexibilizar” la moral católica (básicamente en temas de moral sexual y familiar) considerada como “rígida” y “desactualizada”. Son esos sectores lo que promueven una “adaptación” de la Iglesia a la sociedad contemporánea que, de llevarse a cabo, significaría, lisa y llanamente, la destrucción de la Fe. Subraya, también, de Mattei la paradoja de que mientras Cristo y la Iglesia son el blanco de una feroz persecución por parte del mundo actual, especialmente en una Europa descristianizada y apóstata, ese mismo mundo rinde homenaje al Papa Bergoglio y lo proclama “el hombre del año”. Todo esto en un proceso de franca aceleración de los tiempos a la que alude, precisamente, el título de la nota. Lo dramáticamente ausente hoy, concluye de Mattei, “es el espíritu intransigente y sin compromiso de los santos”. Por eso, “urge una acies ordinata, una armada pronta a entrar en batalla que empuñando las armas del Evangelio anuncie una palabra de vida al mundo moderno que muere, en vez de abrazarse al cadáver”.
Nada, pues, que roce ni de lejos la fidelidad y la lealtad al Papado. Tal como lo expresa el mismo de Mattei en su respuesta a Fanzaga, “La devoción al Papado constituye parte esencial de mi vida espiritual. Pero la doctrina católica nos enseña que el Papa es infalible sólo en determinadas condiciones y que puede cometer errores, por ejemplo, en el campo de la política eclesiástica, de las opciones estratégicas, de la acción pastoral y hasta del magisterio ordinario. En este caso no es un pecado sino un deber de conciencia para un católico remarcarlo siempre que lo haga con todo el respeto y el amor que se debe al Sumo Pontífice. Así hicieron los santos que deben ser nuestros modelos de vida”.
Ante estas razones tan exactas y ponderadas, el Director Fanzaga responde, a su vez, con estas extrañas palabras: “Agradezco su respuesta. Su artículo me fue señalado por algún oyente que lo sigue. Ciertas decisiones se toman con sufrimiento. Es mi firme convicción que la Iglesia pueda salir de su actual tribulación siguiendo a la Virgen y al Papa. Como nos enseña Benedicto XVI, esta es más que nunca la hora de la oración”.
Resulta poco creíble  que la sola advertencia de algún oyente haya interpelado la sensible conciencia del padre Fanzaga obligándolo, no sin gran sufrimiento, a adoptar decisión tan extrema. Más bien es lícito sospechar que se trató, en realidad, de alguna presión, o una orden, de “lo alto” y que el bueno de Fanzaga no tuvo más alternativa que ejercer el triste papel de verdugo. También sorprende que Fanzaga admita que la Iglesia se ve hoy envuelta en tribulaciones de las que sólo puede salir con el auxilio de María y la guía del Papa. Pero, ¿no son, acaso, esas mismas tribulaciones actuales de la Iglesia las que desvelan y preocupan al Profesor de Mattei? ¿No es el honor y el triunfo del Corazón Inmaculado de María la cifra de su esperanza como taxativamente lo enuncia en el cierre de su cuestionado artículo? ¿No es al Papa, en última instancia, a su autoridad magisterial, a las que sirve con total fidelidad y lealtad que no es, precisamente, la cómoda obsecuencia de quienes no ven o no quieren ver que vivimos una hora de tribulación? ¿Qué es lo que, en definitiva, molesta? ¿Acaso el sí, sí, no, no del Evangelio?
Lo que fastidia, lo que no se tolera, es la vox clamantis in deserto que movida por la Fe advierte, amonesta, denuncia, exhorta, señalando con ponderación y respeto lo que ya no es posible disimular ni soslayar. No se tolera a quien se alza en defensa de la Fe recibida y que ha de ser custodiada sin mancilla hasta el fin de los tiempos. Se aplaude, en cambio, y se alienta, no sólo la insoportable imbecilidad de quienes proclaman imaginarias primaveras de la Iglesia sino, y esto es más grave, la cháchara anacrónica de los modernistas, las gastadas fórmulas de los “teólogos de la liberación” salidos como espectros de los sepulcros postconciliares, la retórica marxistoide de las comunidades eclesiales de base bendecidas desde Roma… Todo se tolera mientras se acompañe de alguna adecuada dosis de obsecuencia, que no de obsequio, al Papa.
El episodio del Profesor de Mattei es grave y repudiable. No es el único, ciertamente, sino que se suma a otros similares y revela  una vez más, que en la Iglesia de hoy los únicos reducidos al silencio son quienes defienden la Fe; los únicos, además que, permanecerán, fieles y obedientes,  junto al Santo Padre cuando el mundo que ahora lo adula y alaba acabe por abandonarlo. Pusillus grex.
Es esta, más que nunca, la hora de la oración, escribe el Padre Fanzaga. De acuerdo. Pero es también la hora de defender la Fe amenazada y de respetar la legítima libertad de aquellos que, como el Profesor de Mattei, tienen no sólo la capacidad intelectual sino también la incuestionable autoridad moral para hacerlo.

Buenos Aires, 16 de febrero de 2014


jueves, 13 de febrero de 2014

Escobar y "nuestra" América

Reflexiones de Ludovicus a partir de la serie sobre la vida del narcotraficante colombiano Pablo Escobar:

La emisión de la serie sobre la vida del narcotraficante más famoso, Pablo Escobar, puede dar ocasión para algunas reflexiones, que anoto desordenadamente. Otros lectores podrán agregar más o discrepar con éstas:

1)      Escobar aparece como un amante de sus allegados. Como muchos tiranos, su entorno no percibía la maldad.  Se puede ser un monstruo y a la vez un "buen tipo" con la familia.  El amor sui es la raíz, también, del mal, cosa que Hollywood con sus brujas, sus nazis y sus zombies nos ha hecho olvidar.
2)       Más que la banalidad del mal, habría que estudiar la "especialidad" del mal, la ilusión que permite enmascarar ciertos medios ilícitos con fines justificantes y despersonaliza al prójimo, considerando al enemigo como una alimaña. Hasta Escobar justificaba su accionar en motivos patrióticos y en la agresión de los demás. Siempre hay un buen motivo para matar a alguien.
3)      Todos los males empiezan en la inteligencia. La aberratio ictus que deviene en arruinarle la vida al prójimo por un motivo que se visualiza como supremo y que al final lleva al crimen. Está esa palabrita intraducible, hamartía, que originariamente designaba el error del arquero en acertar el blanco, la desviación en el golpe por un error grave de apreciación, esa mezcla de chambonería, inflexibilidad, torpeza y daño que se inflige, a veces en proporciones descomunales. En la hamartía confluyen Platón y San Pablo.
4)      Estamos quizás demasiado acomplejados en la Argentina y obsesionados con la singularidad de nuestro pintoresquismo histórico, cargado de brujos, guerrillas, militares, bóvedas con toneladas de dólares, corrupción, y no vemos que es parte del destino sudamericano, como decía Borges. Ver este pasaje de la historia de Colombia muestra las dificultades ingentes de nuestra América Hispana, independizada quizás con demasiada premura. El Estado nacional, la supremacía de la ley, el monopolio de la fuerza, han sido plantas exóticas que no han terminado de arraigar en este suelo. En cierto modo, seguimos siendo premodernos, con el agregado de varias lacras de la modernidad. En cierto modo, Sarmiento, con su caracterización de la barbarie, tenía algo de razón. En cierto modo, bajo apariencias contemporáneas late el malón, el “jefe”, las montoneras. La regresión a las tolderías y al saqueo.
5)      No hay mejor justificación de la pena de muerte que la vida de Escobar; aquí están todos los argumentos. Que un Estado nacional tenga como principal arma la extradición muestra hasta qué punto la pena de muerte es necesaria. Curioso que contemporáneamente en Roma se pergeñara un Catecismo que intenta limitar al máximo el instituto, con argumentos que eran desmentidos vitalmente por la realidad de Colombia, por ejemplo. Finalmente y de modo pragmático, la pena de muerte se ejecutó.

No se puede dejar pasar la cuestión de la “religiosidad popular”. Admitida cierta mala leche en la serie (el sicario que a la vez es un fanático religioso es sencillamente increíble; las oraciones cuando se mata a alguien no parecen verosímiles, etc.) y a la vez una gran carga de religiosidad en la sociedad colombiana, cabe sí plantearse hasta qué punto buena parte de esta característica no subsiste en nuestra América Hispana y en el catolicismo. Cuando aparecen encuestas donde los católicos en forma abrumadora respaldan a Bergoglio y al mismo tiempo repudian contenidos morales esenciales como el matrimonio gay o el aborto (me gustaría que se hicieran encuestas análogas sobre temas propiamente teológicos: nos llevaríamos una sorpresa con la cantidad de “católicos ateos” con que nos toparíamos), nos preguntamos hasta qué punto esto es, sencillamente, religiosidad y no superstición lisa y llana. No se trata de que la fe sin obras sea una fe muerta, verdad que la Contrarreforma llevó a su paroxismo, sino de que la adhesión formal a ciertos signos religiosos, sin obras y también sin fe, no tiene mayor sentido que la adhesión a un club de futbol. La actual ola de tifosería papal que invade a políticos aborteros, futbolistas, animadores y público en general no tiene muchas veces mayor profundidad que las invocaciones de Pablo Escobar al Niño de Atocha.

lunes, 10 de febrero de 2014

El precio de las tapas

Ayer Infobae publicó una interesante nota en la que se hace una lectura adecuada del documento emanado la semana pasada por un organismo de la ONU acerca de los derechos de los niños y la Santa Sede. 
Paralelamente, Sandro Magister comenta en su página de L'Espresso los primeros resultados de la "consulta" que el papa Francisco realizó a los fieles católicos del mundo entero acerca de cuestiones relacionadas con la familia y la moral sexual. Los resultados provienen de Suiza, Alemania y otros países europeos y las opiniones podemos imaginarlas todos, como también podemos imaginar que los obispos de esas zonas han tomado partido decididamente en favor del parecer prevalente entre sus rebaños. Y lo propio ha hecho la mano derecha del papa, el cardenal centroamericano Oscar Rodriguez Madariaga.
Tenemos, en conclusión, una fortísima presión en dos pinzas sobre la doctrina católica y, concretamente, sobre el Santo Padre.
En el caso de la ONU, me parece que se trata de un hecho histórico en el que el "mundo" en cuanto tal, organizado en una central de naciones, prácticamente exija a la Iglesia Católica que cambie su doctrina milenaria sobre muchos aspectos de la moral sexual. En muchas ocasiones la Iglesia sufrió presiones por parte del mundo: Napoleón secuestró al papa Pío VII para que asistiese a su coronación en París y Garibaldi con sus masones invadió los Estados Pontificios y tomó la Ciudad Eterna con el silencio cómplice de todos los gobiernos del mundo, excepción hecha del Imperio Austro-Húngaro y Ecuador. Pero en estos casos, la presión, incluso física, tenía una finalidad enteramente política. A ninguno de estos gobernantes o representantes del mundo le importaba un comino la doctrina de la Iglesia en materia sexual y, muy probablemente, estarían de acuerdo con ella.
Ahora es distinto. La Iglesia puede, y pudo sobrevivir, con un territorio mínimo, pero la Iglesia no puede sobrevivir si su doctrina es negada o modificada en cuestiones dogmáticas. Y es esto justamente lo que está exigiendo el mundo, y también millones de fieles católicos acompañados con sus obispos. En pocas palabras, el mundo le está cobrando a Bergoglio las tapas de Times, Rolling Stones y The Advocate. Le dice: "Si sos pogre, demostralo, porque no se trata sólo de sacarte los zapatos colorados y de darle un sanguchito a un Guardia Suizo". Y los obispos le dicen: "Para algo te dimos el voto. Actuá en consecuencia".
¿Qué hará Bergoglio? La doctrina no es su fuerte y no creo que tenga mucha idea o interés al respecto. Nunca la tuvo; no tiene por qué tenerla ahora. La pregunta es si posee la habilidad política para superar este enorme escollo, sobre todo con el Sínodo sobre la Familia en las puertas. 
Me permito dudarlo. Sus habilidades políticas se reducen a ser un puntero. Por ejemplo, a convocar a una reunión en el Vaticano a sindicalistas, empresarios y gobierno argentinos para evitar una nueva crisis en el país, con elecciones adelantadas que ganaría su enemigo Sergio Massa. Es verdad que la noticia él mismo la desmintió hoy a través de un increíble diálogo telefónico con una periodista de Crónica . Pero La Nación afirmó la noticia en dos oportunidades. ¿Quién miente? Entre Martín Fierro y el Viejo Vizcacha, siempre miente este último. Yo creo que el encuentro de reconciliación se le abortó antes de empezar y, para no hacer un papelón, lo negó. 
Otras habilidades políticas del pontífice implican un viaje a Seul dentro de algunos meses donde, según se comenta, pedirá a Corea del Norte que se una con su hermana del Sur... Me hace acordar a Menen cuando se ofreció de mediador para el conflicto israelí-palestino.
Veremos qué hace. 
Estimados, el Sínodo sería para alquilar balcones si no fuera porque en el escenario estará nuestra Madre la Iglesia, como Tosca, a punto de arrojarse al vacío.


P.S.: Se me ocurrió pensar lo siguiente. ¿Qué pasaría si el disparate de la unión de las dos Coreas le funcionara? ¿Qué pasaría si se le ocurre viajar a Damasco y resuelve el problema sirio? ¿Y si en su próximo viaje a Tierra Santa acierta con una salida para el conflicto entre judíos y palestinos? Sería el héroe del mundo; el Príncipe de la Paz... Me acuerdo de Felsenburg, y me da miedo.

sábado, 8 de febrero de 2014

Grageas para tiempos modernos

Ahora que los colombianos están de moda entre nosotros (y no sólo por la difusión de la serie sobre Pablo Escobar, sino también por lo que ocurre en Rosario y en otras partes del país), no estaría nada mal que recordáramos a Nicolás Gómez Dávila (1913-1994), aquel sabio y humilde cristiano que dio en acuñar brillantes aforismos sobre toda clase de temas.
Cualquiera que haya intentado incursionar en este género habrá comprobado lo difícil que es. Pero es de saber que el padre de la medicina, Hipócrates, fue el primero en utilizar este arte para describir en pocas palabras los síntomas y el diagnóstico de las enfermedades.
Pues bien, a mí se me antoja que los aforismos de don Nicolás son como grageas o pastillas que hemos de ingerir si no nos queremos contaminar con las pestilenciales ideas que últimamente manan desde las más altas posiciones.
Aquí algunas de ellas. Pastillas para no enfermarse. Grageas indicadas para inmunizarse, para protegerse.
Por ejemplo, de todo lo grasa, plebeyo y feo.
Proclamar el divorcio de lo religioso y lo estético fue el pecado original del protestantismo.
O este otro.
Ética y estética divorciadas se someten cada una más fácilmente a los caprichos del hombre.
O contra la vulgaridad multiplicada.
Otras épocas quizá fueron vulgares como la nuestra, pero ninguna tuvo la fabulosa caja de resonancia, el amplificador inexorable, de la industria moderna. 
Por mucho que estas torpezas se inspiren en la oposición al boato rumboso.
La falsa elegancia es preferible a la franca vulgaridad.
Contra la ostentación de la humildad y la elección de moradas más pobres.
El que habita un palacio imaginario se exige más a sí mismo que el que se arrellana en una covacha.
 Contra toda forma de horizontalismo e inmanentismo.
Ni la religión se originó en la urgencia de asegurar la solidaridad social, ni las catedrales fueron construidas para fomentar el turismo.
Contra toda demagogia y todo facilismo "entrista".
El cristiano moderno se siente obligado profesionalmente a mostrarse jovial y jocoso, a exhibir los dientes en benévola sonrisa, a profesar cordialidad babosa, para probarle al incrédulo que el cristianismo no es religión "sombría", doctrina "pesimista", moral "ascética". El cristiano progresista nos sacude la mano con ancha risa electoral. 
Contra los sencillos y hechiceros "twitteos" y la contratación de empresas de marketing para mejorar la imagen.
La crisis actual del cristianismo no ha sido provocada por la ciencia, o por la historia, sino por los nuevos medios de comunicación. El progresismo religioso es el empeño de adaptar las doctrinas cristianas a las opiniones patrocinadas por las agencias de noticias y los agentes de publicidad.
Contra toda maniobra jesuítica para manipular esto o aquello otro. 
Los jesuitas son la burguesía de la Iglesia.
Y contra los oscuros manejos de poder.
Para saber si un gobierno es auténticamente de izquierda basta averiguar si mantiene una poderosa policía política. 
Contra toda "juvenilia" tipo JMJ y contra todo gregarismo.
Uno a uno, tal vez los hombres sean nuestros prójimos, pero amontonados seguramente no lo son.
Y contra las exhortaciones plagadas de monsergas y galimatías.
Un texto difícil no nos irrita, si al descifrarlo no nos encontramos cara a cara con una trivialidad, como en las letras actuales. 
Contra toda forma de progresismo.
El moderno llama cambio caminar más rápidamente por el mismo camino en la misma dirección. El mundo en los últimos trescientos años, no ha cambiado sino en ese sentido. La simple propuesta de un verdadero cambio escandaliza y aterra al moderno.
O esta otra.
El progresista cree que todo se torna pronto obsoleto, salvo sus ideas.
Contra la incesante y desordenada verborragia.
La idea peligrosa no es la falsa, sino la parcialmente correcta.
Contra la vacua charlatanería.
El que es capaz de escribir sobre cualquier cosa no escribe nunca sino una cosa cualquiera.
Contra los torpes neologismos.
La trivialidad es el precio de la comunicación 
Contra el falso ecumenismo, relativista y bobalicón.
El enemigo mortal de Dios es el incrédulo respetuoso.
Contra la fácil fama del mundo.
La mentalidad moderna no aprueba sino un Cristianismo que se reniegue a sí mismo.
Contra la primacía de la "pastoral" sobre la doctrina.
El clero, desde hace varios siglos, oscila entre el pastoralismo político y las devociones cursis.
Contra la deliberada y expresa negación a decir lo que es en sí. Contra la deliberada abstención de confirmar la doctrina.
La opresión comienza, según el moderno, donde se prohíba alguna inmundicia.
Contra toda falsa benignidad e indulgencia a toda prueba.
La iglesia absolvía antes a los pecadores, hoy ha resuelto absolver a los pecados.
Contra toda forma de desacralización litúrgica.
La inteligencia inventó los ritos para amparar al hombre contra la sinceridad del tonto.
Contra todo transgresión de las rúbricas, contra el desorden del ministro devenido en "showman".
Lo que es fórmula debe ser manejado con impersonalidad de rito. Nada es más grotesco que un formulismo caluroso y cordial.
Y finalmente, el castigo de los castigos, por no haber revelado el texto del tercer secreto de Fátima (aquello que Nuestra Señora le dijo a Sor Lucía, la explicación de la visión que le mostró):
El mundo moderno no será castigado. Es el castigo.
That's all folks!

Jack Tollers.

lunes, 3 de febrero de 2014

Superstición contemporánea

Superstición contemporánea: una persona es designada en un cargo, empieza a hacer cosas incompatibles con ese cargo e inmediatamente se le atribuye genialidad. En realidad es que no está a la altura de su designación, y las chambonadas que obnubilan a los seguidores son la máscara que oculta a la mediocridad, a la ignorancia y a la ignavia. No importa, lo llaman transgresor y listo. Por suerte no sucede lo mismo con los pilotos de aviones y los neurocirujanos, en principio.


Uno se imagina a los cronistas de semejantes transgresores, escribiendo:

"El cirujano X es un soplo de aire fresco en la medicina: no se lava las manos y opera resfriado".
"Otra vez el diplomático B nos dio una sorpresa rompiendo el protocolo: en la reunión con el Presidente de la nación vecina emitió un eructo y habló mal de las mujeres de ese país".
"El piloto de avión Z, siempre genial y transgresor, rompió los tabúes y en vez de eludirla, enderezó el avión hacia el centro de la tormenta".
"Relajado y sonriente, el Ingeniero W. omitió hacer el cálculo de resistencia de la torre que construyó, asombrando una vez más a la comunidad con su frescura y capacidad de improvisación".
"El escribano K sigue renovando la vetusta institución del notariado: exhorta a sus dependientes a omitir de cuando en cuando el registro de las escrituras en los protocolos, alejándose de la fría formalidad de su profesión y generando una sana incertidumbre. Eso sí, obsequia con un abrazo y una sonrisa a los incautos compradores".


La lista de posibles transgresores-canibalistas institucionales es infinita. Críticos de cine que rompiendo caducos convencionalismos, comenzaran sus críticas contando el final de la película. Jefes de protocolo saludando a los dignatarios como el demonio del Dante (Inf, XXI), con una flatulencia cual trompeta. Periodistas que con franqueza y simplicidad, revelaran que la fuente reservada que les contó todo acerca de unos jefes narcos se llama Pérez y vive en tal casa de Palermo. Banqueros que como soplo de aire fresco, se negaran a devolver depósitos aduciendo que ha pasado mucho tiempo y que los depositantes son restauracionistas...