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viernes, 29 de enero de 2016

El Ordinariato Castrense y el sostén del culto

Entre los temas en carpeta vaticana respecto a la Iglesia en la Argentina hay dos que dan vueltas desde hace rato y que en estos días han sido objeto de conversaciones informales por obispos argentinos en la Urbe. Son dos asuntos que han adquirido otro cariz con el cambio de gobierno en aquellas orillas rioplatenses.
Uno es el asunto del Ordinariato Castrense. Cuando ocurrió el conflicto entre el obispo Basseotto y el gobierno kirchnerista, quien tuvo que hacerse cargo de la papa caliente fue el cardenal Bergoglio. Hay quienes piensan que entonces al cardenal no le hubiera caído mal que el gobierno acabase con la figura del obispado castrense. Por dos razones. Porque no le parecía adecuado el rumbo con que había nacido y se había desarrollado en la Argentina, y porque de ese modo se cortaba un nexo más con el Estado (y lo hacía ese gobierno, con el cual no había buenas relaciones). Con el paso del tiempo y las circunstancias, las cosas han cambiado. Siempre la Santa Sede ha procurado mantener el Ordinariato y no dejarse llevar por las iras de un gobierno. Se pensaba que luego de Cristina Kirchner sería el momento de volver a nombrar un obispo. De parte argentina el Secretario de Culto, Santiago de Estrada, está muy dispuesto. Pero el Papa no quiere prisa en resolver cosas con el nuevo gobierno ya que no le atrae la idea de dar el mensaje de relaciones especiales con él. Prefiere que se actúe con la misma parsimonia y cautela que se usaría con cualquier gobierno con el cual no exista especial afinidad ni tampoco especial conflicto.
Esa cierta distancia profesional o de oficio afecta también al segundo tema. Si bien es un asunto más de interés interno de los obispos argentinos, no es irrelevante para la Santa Sede. Es la cuestión del sustento económico de la Iglesia en la Argentina. El sciolismo y sus interlocutores eclesiásticos habían avanzado en la idea de establecer en la Argentina algo semejante al régimen italiano del otto per mille. Un modo voluntario de los contribuyentes al fisco, por el cual destinan ese porcentaje a su propia organización religiosa (no solo la Iglesia Católica). Algunos estiman que el macrismo podría también hacer propia la idea. Pero el asunto es si de ese modo encontrará el apoyo de los otros partidos. Será tarea de los obispos conseguir el consenso de los partidos y de las confesiones religiosas no católicas. Lo cierto es que en Roma les dijeron que sólo lleven el asunto al Parlamento si tiene visos de ser aprobado por una mayoría casi unánime. Más allá del número, para la CEA y para la Santa Sede el voto peronista tiene legitimidad especial. En la Legislatura cada voto es un voto, pero hay algunos que son más votos que otros, ¿vio?
Aquí hace un freddo cane, sin embargo, las inquietudes y los llamativos aportes de los obispos argentinos en algunos organismos traen un calorcito casi de cerebros tropicales.
Pero todos coinciden, y este cronista también, en la alegría por la pronta canonización del Cura Brochero. ¡Qué bueno será para todos los argentinos !


dall'ombra der Cuppolone

Corresponsal en el Vaticano

miércoles, 27 de enero de 2016

El Mártir, los Osos, y un Papa calamitoso

Hacer el oso, según nos indica el «Diccionario de Uso del Español» de María Moliner, es «hacer voluntaria o involuntariamente cosas que hacen reír». Hacer involuntariamente el oso equivale, por tanto, a hacer el ridículo.
Últimamente, abundan y sobreabundan los obispos que hacen el oso. De manera que uno no sabe ya si reír o llorar del espectáculo al que estamos asistiendo en la Iglesia desde los infaustos idus de marzo de 2013.
Escribo esto porque acabo de leer la muy aleccionadora «Fábula del Oso» de Wanderer, y, mientras lo hacía, iban desfilando ―o más bien bailando― en mi cabeza los varios prelados osunos que en estos tiempos nos obsequian con sus gracias en la vieja y agonizante España. En Madrid, sin ir más lejos, contamos con un oso muy notorio, que fuera conservador en tiempos de Juan Pablo II, y más conservador aún en tiempos de Benedicto XVI, y ahora, de repente, ha descubierto su vena «progre», o, como se dice en la jerga de esa secta, «inclusiva de las distintas sensibilidades». Y, quizás para compensar el tiempo que no les dedicara anteriormente, se arrima ahora en exclusiva a los representantes de la «sensibilidad» que promete in nostra aetate los frutos más purpurados.
No es el único. Apunta Wanderer que «nadie está obligado a ser un héroe (aunque un obispo me parece que sí)». Y ahí radica precisamente el problema. Los obispos son los sucesores de aquellos que escucharan del Salvador esta recia profecía: «Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra». Los obispos, por tanto, deberían partir del supuesto de que han sido llamados al martirio. Y un martirio provocado por su fidelidad a la palabra de Cristo. A nadie se le obliga a aceptar el episcopado. Pero el que lo acepte, debería ser consciente de qué compromiso está asumiendo.
Sin embargo, un repaso somero a la historia de la Iglesia basta para quitarnos muchas ilusiones acerca de tal compromiso. Todos conocemos, por ejemplo, la amarga experiencia que llevaría a Tomás Moro a escribir, poco antes de su ejecución, lo siguiente:

«Son muchos los [obispos] que se duermen en la tarea de sembrar virtudes entre la gente y mantener la verdadera doctrina, mientras que los enemigos de Cristo, con objeto de sembrar el vicio y desarraigar la fe ..., se mantienen bien despiertos. Con razón dice Cristo que los hijos de las tinieblas son mucho más astutos que los hijos de la luz...
Desgraciadamente, algunos de ellos (muchos más de los que uno podría sospechar) no se duermen “a causa de la tristeza", como era el caso con los Apóstoles. No. Están, más bien, amodorrados y aletargados en perniciosos afectos, y ebrios con el vino del demonio, del mundo y de la carne, duermen como cerdos revolcándose en el lodo».

Muchos más de los que uno podría sospechar, sí, prefieren dormir en una esperanza púrpura (... cuando no rosa), o en la tranquilidad de una diócesis cómoda y una vida sin sobresaltos, o en el dulce sueño de unos elogiosos titulares de prensa, o en la importancia de ser apreciados y tenidos en cuenta por los grandes personajes del mundo, o de la provincia. Prefieren esto, digo, al martirio. Lo cual, ciertamente, es muy humano. Tan humano como que la muerte tenga la última palabra, y la enseñanza de Cristo fuera vana.
Y así, muchos obispos había en la Inglaterra de Enrique VIII, pero sólo hubo un San Juan Fisher. Lo mismo que hubo muchos obispos en la Alemania de Hitler, pero sólo un Clemens von Galen. Y ahora, en estos tiempos calamitosos en los que, desde la misma sede de Pedro, brota, día tras día, inagotable, el ácido disolvente de la fe, los obispos ―no todos, pero sí bastantes más de los que uno podría sospechar― hacen el oso: Callan ante las ocurrencias del misericordioso líder de la alianza de religiones, juegan a los hospitales de campaña con fotógrafos situados en el ángulo oportuno, primerean a tutti quanti tenga nombre en el mundo de la política, el deporte o el espectáculo, y nos arrullan a todos con su etílico discurso acerca del amor y la ternura embelesada. Es que están ebrios con el vino del demonio, y por eso su discurso se tambalea, y poco les falta ya para que tengan que echarse a dormir como cerdos en el lodo.
¿Y entonces, qué podemos hacer nosotros? Puesto que el problema no es ya que los lobos se acerquen, sino que apenas si hay forma de distinguir, entretanto, a los pastores de los lobos, y a los lobos de los pastores. Y entonces, digo, ¿qué podemos hacer nosotros?
Continuemos repasando las palabras de Santo Tomás Moro:

«Cuando tales cosas veamos (y desgraciadamente ocurren con mucha frecuencia), pensemos que Cristo mismo nos habla de nuevo:"¿Por qué dormís? Despertaos, levantaos y rezad para que no caigáis en la tentación. Por que el Hijo del hombre es entregado en manos de los pecadores.” Por el mal ejemplo de esos sacerdotes perversos, la peste del vicio se extiende con facilidad entre el pueblo. Y cuanto menos idóneos son para recibir la gracia quienes, por obligación, han de vigilar y rezar por el pueblo, tanto más necesario es para éste estar bien despierto, levantarse y rezar con gran ardor, no sólo por sí mismos, sino también por estos sacerdotes.»

Pues así están las cosas, y parece que no nos queda otra. Rezar y rezar y esperar. Hasta que Dios Nuestro Señor se apiade de nosotros, y Él mismo ponga el remedio, como lo ha puesto ya tantas otras veces. No nos queda otra: Rezar, rezar, rezar y esperar. Y, eso sí, mientras tanto, no perder un minuto atendiendo a las gracietas de los osos, ni a las tabernarias ocurrencias de ... en fin... no sé si me explico.

Francisco José Soler Gil

Para quienes estén interesados, en este video pueden ver al Oso Buenanueva haciendo gracias en el circo romano.

lunes, 25 de enero de 2016

La fábula del Oso

Había nacido para cosas grandes, predestinado incluso por su apellido: Buenanueva, es decir, Evangelium. Hasta su físico -un poco más que corpulento-, lo animaba a la grandeza, tanto es así, que sus amigos lo llamaban el Oso. Se hizo cura en la arquidiócesis de Mendoza y, en medio de la progresía constitucional de su clero, él era conservador. Fue designado rector del seminario y, amante de la liturgia como era, alentaba el gregoriano entre los seminaristas y hasta les prohibía entrar con zapatillas al templo. En su momento, se mostró gran defensor del papa Benedicto XVI e, incluso, llegó a alentar discretamente la celebración de la misa tradicional en la diócesis. Sentido común y nada de otro mundo, por cierto, pero para quien escasamente podía ser catalogado de línea media, todo esto lo convertía en un cura interesante y prometedor.
Y la promesa tomó aún más cuerpo, si esto fuera posible, cuando fue elegido por el papa Ratzinger como obispo auxiliar de Mendoza, y desde el primer momento mostró que lideraría una línea conservadora: se opuso tenazmente al arzobispo y ordenante de su consagración, el odioso Mons. Arancibia, quien prácticamente le había prohibido que se hiciera escudo episcopal, ya que no era más que una rémora de épocas feudales. Pero el P. Sergio Buenanueva, el Oso, se puso firme y se ordenó con lema, escudo, faja de moiré y filetata.
Pero las cosas cambiaron cuando llegó el fatídico marzo 13 del 13. Como la inmensa mayoría de obispos argentinos, que detestaban discretamente al cardenal Bergoglio, y a la vez le temían, se permitió inicialmente unos cuantos chistes e ironías, que comentaba a sus allegados, dejando ver la distancia que lo separaba del nuevo papa. Pero las cosas cambiaron cuando Francisco lo eligió obispo de, justamente, la diócesis de San Francisco, ubicada en los contornos de Córdoba. Una jurisdicción pequeña y sin ninguna importancia, pero serviría para un despegue que, quizás, podría llevarlo a la púrpura. Y así, el Oso se fue poco a poco alineando con el bergoglismo. Se volvió un mediático-virtual, manteniendo al rojo vivo sus cuentas de Tweeter, FaceBook, blog y cuanto recurso más que le permitiera notoriedad.
Y lo que quería Mons. Buenanueva era ser notorio sobre todo en Roma, donde sabía que lo estaban midiendo. Había que aprovechar el momento, no dejar pasar la oportunidad y así, empezó a desparramar elogios a Francisco a diario, a troche y moche, a tiempo y a destiempo. Era insólito para todos lo que lo conocían. ¿Era posible que el Oso hubiese dado tal golpe de timón? 
En realidad, y bien mirada la cosa, los elogios no eran tanto al pontífice cuanto a sí mismo. Lo que mostraba en la cámara -o en la selfie de la que es muy adicto- , era que él, Sergio Buenanueva, era la encarnación misma de los postulados bergoglianos. Y la política, parece, le empezó a redituar pronto ya que se posicionó muy bien en la Conferencia Episcopal Argentina, presidiendo la CEMIN o Comisión de Ministerios, tal vez la comisión más importante del episcopado si por proyección se mide. 
Y fue justamente este puesto el que le permitió que hace apenas dos semanas haya viajado a Roma a visitar el Colegio Argentino, donde estudian los curas de diversas diócesis del país. Era una visita formal y apostólica, que culminaba con un encuentro en el Palacio Apostólico con el mismísimo Papa. El encuentro seguiría el protocolo previsto, lo cual implicaba que Su Excelencia, como presidente de la CEMIN, leería un discurso ante la augusta figura del Romano Pontífice. 
El Oso se preparó con tiempo. No es muy inteligente, pero se las arregló para redactar, después de pulir y pulir, día tras día y noche tras noche, una alocución ampulosa y relamida. Dicen los indiscretos que pasó los últimos días horas enteras delante del espejo midiendo no solamente cada palabra y cada entonación sino también cada gesto. ¿Quién decía? Podía ser que volviera hecho arzobispo.Y así, tal como indica el protocolo vaticano, Mons. Buenanueva presentó con antelación el discurso en la Oficina vaticana, de lo más orondo con su obra de oratoria digna de Bossuet.
Y llegó por fin el día del encuentro. Y apareció Bergoglio en la Sala Clementina, con andar desacomodado y faja caída. Simulando una sonrisa, saludó a todos los curitas estudiantes argentinos. Y se sentaron todos. Su Excelencia sabía que había llegado la hora de su gloria. Desenrolló su panegírico, miró al Pontifex Maximus cual cónsul romano redivivo, o cual nuevo Arístides en espera de su corona de laureles. Carraspeó un poco a fin de clarificar su voz… y sucedió lo imprevisto. Las musas lo abandonaron, y con ellas se fueron todos los faunos y dioses menores que merodeaban por los mármoles clementinos.
Bergoglio le hizo un ademán con su mano derecha abierta, barriendo el aire de arriba hacia abajo, y le espetó en voz alta: “Dejá eso; ya lo leí. Dejame charlar un rato con estos buenos muchachos”. 
Y el Oso, encinchado en violeta episcopal, tuvo que sentarse entre confuso, colorado y lloroso. Y allí se quedó, achicado cual osito de peluche, mientras el Papa pasó una hora y media conversando con los curas, sin mirarlo siquiera una vez, en un ninguneo expreso y elocuente para todos.

Moraleja:
Esta anécdota verídica y muy reciente viene bien para obispos, curas y hasta laicos: no le laman más las botas ni le chupen más las medias a Bergoglio. No sólo es una actitud vil, baja y rastrera, sino que es absolutamente ineficaz. El personaje podrá ser psicópata pero, justamente por eso, no es tonto y se da cuenta enseguida quiénes son los serviles que quieren sacar partido con sus halagos. Y no le gusta nada. Y se venga. Y les hace morder el polvo, como al Oso Buenanueva quien, previsiblemente, terminará sus días como Mons. Taussig, que hizo lo mismo que él, en una diócesis de cuarta categoría. 

Reflexión:
Se entienden los temores que padecen obispos y curas. Se entiende la dificultad de sobrevivir en estos tiempos. Nadie les pide extremo heroísmo. No sería justo. Nadie está obligado a ser un héroe (aunque un obispo me parece que sí). Pero resulta muy canalla subirse al elogio desmedido y tan abiertamente hipócrita. Da pena y vergüenza ajena verlos, y pescarlos, in fraganti en una doble vida de apóstoles disidentes, conscientes de los disparates de Francisco, junto a un servilismo infame, que recuerda a los aplaudidores compulsivos que rodeaban a Cristina Kirchner en sus apariciones. Y es dos veces penoso ver que terminan resbalando sobre su propio rendezvous para risa de todos. 
Un papelón.

viernes, 22 de enero de 2016

Vatican Psycho

Nos enteramos ayer de un nuevo capricho pontificio: el Santo Padre modificó la ceremonia del lavatorio de los pies del Jueves Santo. En el documento se establece que, “a partir de ahora, los Pastores de la Iglesia puedan elegir a los participantes en el rito entre todos los miembros del Pueblo de Dios”. Sin ser un liturgista, me animo a hacer algunas observaciones:
1. No me parece que se trate propiamente de la modificación de un rito y, si lo es, es un detalle secundario. Hubiera sido más grave, por ejemplo, que dispusiera que en vez de lavado de pies fuera lavado de dientes, o que también pudieran ser elegidos para el rito las mascotas o los marcianos. Con Bergoglio, todo es posible.
2. En principio, me parece mucho más grave la disposición que tomó Juan Pablo II hace algunas décadas permitiendo que las niñas y mujeres ayudarán a misa. Es verdad que el monaguillo no es parte integrante del rito, pero a los efectos prácticos impacta mucho más una adolescente vestida de alba o de sotana sirviendo el vino en el cáliz que una buena señora a la que el cura le lava el pie una vez al año.
3. Yo sospecho que esta disposición va a dar lugar a los dislates más variados. Porque ¿quién soy yo para juzgar quién pertenece o no al Pueblo de Dios? ¿Es que puedo decirle a un judío, a un pentecostal o a un musulmán que ellos no son parte de esa casta? ¡Qué horror! Lejos de nosotros, los católicos, tamaña discriminación. Si hasta lo ateos podrán ser invitados ofrecer sus patitas siempre y cuando busquen con sinceridad la verdad.
Sin embargo, y más allá de estas consideraciones sobre el caso puntual que nos ocupa, el hecho viene, una vez más, a confirmar la grave patología que padece el papa Francisco: la psicopatía. Hace lo que se le ocurre y porque se le ocurre sin medir o mirar consecuencias.
En este blog ya comentamos hace varios meses acerca del informe que envió a la Congregación de Obispos quien era en su momento Prepósito General de la Compañía de Jesús, P. Peter Hans Kolvenbach, cuando se le consultó su opinión acerca de consagrar al P. Jorge Bergoglio como obispo auxiliar de Buenos Aires. Lo desaconsejó vivamente argumentando que el sacerdote padecía graves desórdenes psicológicos. Quienes lo sufrieron como arzobispo podrán dar fe de estos desequilibrios, como dio fe también quien fuera nuncio en Argentina, Mons. Adriano Bernardini, que lo definió como un “hombre enfermo de poder” (Diego GENOUD, Massa. La biografía no autorizada, Sudamericana, Buenos Aires, 2015, p. 96).
Más allá de esta información, que muchos pondrán razonablemente en duda, es cuestión de repasar los principales rasgos de un psicópata tal como los define la psiquiatría:
1- Emotivos: El área emocional/interpersonal, es sin lugar a dudas la que más diferencia al psicópata de la persona normal. Se podría decir que no sienten las emociones como el resto de las personas. Se muestran como personas locuaces, se expresan con encanto, tienen respuestas vivaces y presentan historias muy improbables, pero convincentes, que les deja a ellos en buen lugar. 
¿Recuerdan la pasmosa frialdad que expresa en los videos cuando saluda a la familia de Asia Bibi o a la del novio de su exalumno, o a quienes le llevaron el bastón de Santa Teresa?  

2- Superficiales: Se observa mucha superficialidad, habla de cosas atractivas para las que no tiene preparación, como poesía, literatura, sociología, o filosofía. Y no le suele importar mucho si se evidencia que sus historias son falsas, o lo ponen en evidencia. 
En este caso, es cuestión de leer un par de sermones o alocuciones y será suficiente para darnos cuenta de su superficialidad y supina ignorancia.

3- Narcisistas: El psicópata tiene además, una autoestima muy elevada, un gran narcisismo, un egocentrismo descomunal y una sensación omnipresente de que todo le es permitido. Se siente el centro del universo. 
Por eso mismo es que cambia sin más un rito, por ejemplo, o deja en la calle al cardenal Burke, o quiere dar la comunión a quienes viven en situación de adulterio. Nada  opone a su voluntad omnímoda.

4- Fríos: No experimentan ninguna preocupación por los efectos de sus actos en los demás y, en ocasiones, lo manifiestan claramente. Esta falta de remordimientos y sentimientos de culpa lo lleva a tener una conducta "fría" y distanciada emocionalmente. 
“¡Qué te hicieron!”, es la frase más conocida de él. No le importó dejar sin trabajo a personal de la curia, perseguir sacerdotes de un modo atroz, manipular obispos o espiar a los miembros de su presbiterio. ¿Se han dado cuenta, además, que jamás menciona a su madre? Y jamás la mencionó tampoco durante su episcopado en Buenos Aires. El finado Omar Bello, amigo suyo y autor de una biografía, estaba espantado frente a esta frialdad con respecto nada menos que hacia quien le había dado la vida.

5- Mitómanos: Además, tienen mucha dificultad en ponerse en el lugar de los demás (empatía), y suelen mentir, engañar y manipular con el objetivo de salirse con la suya. 
Vendría muy bien citar una información precisa que ilustra esta característica, pero no tengo permiso para hacerlo. Sin embargo, en este blog hemos destacado en varias oportunidades las veces en que Bergoglio ha mentido descaradamente. Y lo peor es que no le importa.

6- Impulsivos: A nivel conductual suele ser una persona impulsiva, que no valora los pros y los contras de sus actos. Esta misma impulsividad lo lleva a un deficiente control conductual, es extraordinariamente reactivo a lo que él considera que son las provocaciones o insultos, que no se consideran como tal por otras personas, actuando con violencia física y verbal, normalmente desproporcionada a la "ofensa" sufrida. No posee la capacidad de inhibir su respuesta que generalmente suele ser muy agresiva, tanto física como verbalmente. 
Podríamos citar aquí la reacción que tuvo contra los cardenales que firmaron la carta durante el Sínodo y que reportó en su momento Sandro Magister o, más cercano aún, la reacción infantil e impulsiva que ha tenido hacia el presidente Macri a quien se ha negado a recibir, y aún a saludar telefónicamente por su triunfo y asunción de la magistratura.

Ciertamente, podrían agregarse varias características más del psicópata. Pero creo que estas seis son suficientes para caer en la cuenta de quién es Bergoglio y de quién es el que está manejando los destinos de la Iglesia de Cristo.

miércoles, 20 de enero de 2016

¿Hereje mata a papa?

Son muchos, muchísimos, los comentarios que llegan al blog afirmando que Francisco no es papa porque es hereje. Romario, por ejemplo, escribía recientemente:
Wanderer, es inmoral y corruptor este jueguito de “es papa” pero defiende todo lo contrario a la Fe Católica. La crítica debe llevar a algún lado, o es un mero acto de onanismo intelectual. Veo que acá pasamos de ser un grupo de librepensadores del s.XIX a ser el tribunal de caza de brujas, bastando que alguien sugiera que Bergoglio no fue ni es papa, ni menos aún católico! Si no se lo puede escuchar, ni se lo debe obedecer, entonces mejor no afirmar que es papa.
El comentarista, con enrevesada sintaxis, nos advierte que, a fin de que nuestras discusiones sobre los estropicios que Bergoglio está produciendo en la Iglesia no sean inútiles y estériles, debemos concluir que Francisco no es papa legítimo. Y la razón está implícita. No puede existir un papa hereje porque el papa es infalible. Hablar de un papa hereje sería una contradictio in terminis.
El problema es que los papas son infalibles desde el 18 de julio de 1870, cuando se proclamó la infalibilidad pontificia. Antes de esa fecha, los papas eran falibles, y eso es una complicación.
La teología ha estudiado el tema del papa hereje. En Infocaótica fue tratado el caso de Suárez, y puede consultarla aquí. Yo solamente voy a comentar algunos ejemplos históricos.
Y empecemos con una curiosidad. Un catecismo que circulaba ampliamente en el siglo XIX con todos los sellos e imprimatur necesarios, sobre todo en el mundo anglosajón que vivía en continua lucha doctrinal con los protestantes -de hecho, se llama Catecismo controversial-, decía:
“Pregunta: ¿los católicos han de creer en la infalibilidad de la persona del Papa?
Respuesta: Esto es una invención protestante, no es un artículo de fe católica; ninguna decisión del papa puede obligar so pena de herejía, a menos que sea aceptada y reforzada por el cuerpo doctrinal, es decir, los obispos de la Iglesia”. 
Curioso ¿no es cierto? Los católicos no debían creer en la infalibilidad pontificia a menos que lo que el pontífice afirmara fuera refrendado por un concilio ecuménico. Ergo, un papa podía ser hereje.
“Si por Iglesia romana hay que entender su cabeza o pontífice, es indiscutible que puede errar, incluso en cuestiones de fe. Puede incurrir en ello cuando enseña herejías según su juicio o por decreto. En puridad, muchos pontífice romanos fueron herejes. El último de ellos fue el papa Juan XXII”. 
Estas palabras no pertenecen a un enemigo de la Iglesia. Fueron pronunciadas por el papa Adriano VI en 1523, que no tenía la autoestima que poseía que Pío IX ni su misma opinión en cuanto  a la infalibilidad de su persona (“Me siento infalible”, decía el papa Mastai Ferretti) y, seguramente, tendría en mente el caso de Honorio, un papa declarado hereje.
Honorio fue papa de 625 a 638. Era un buen hombre y buen gobernante. Es decir, no era un pillo. Pero, a semejanza de algún otro pillo contemporáneo, no le gustaban las controversias teológicas: las consideraba una pérdida de tiempo y un juego dialéctico de teólogos, y él era hombre de acción. Había que hacer cosas y dejarse de perder el tiempo en discusiones teológicas. 
El concilio de Calcedonia había fijado que Cristo poseía dos naturalezas, pero no se había planteado la pregunta complementaria: Cristo ¿poseía una o dos voluntades? En una carta que alcanzó gran difusión -en esa época no existía los videos ni Youtube-, el papa Honorio ridiculizaba a “esos filósofos campanudos y despilfarradores de tiempo” que, en sus consideraciones acerca de las dos naturalezas de Cristo, “croan como ranas”. Y en ese documento oficial se opuso a las dos voluntades, afirmando que Nuestro Señor poseía una sola voluntad. Sus palabras se entendieron como contrarias a la fe. Se le acusó de monotelista o univoluntista. Poco tiempo después, Honorio falleció, pero su carta provocó la aparición de una herejía en la Iglesia de Oriente. Los herejes monoteletas invocaban la carta del papa Honorio para proclamar su doctrina errónea.
Cuarenta años después de la muerte de Honorio, y para zanjar la cuestión, fue convocado un concilio general por el emperador y el papa Agatón. Se realizó en Constantinopla desde el 7 de noviembre de 680 al 16 de septiembre de 681. Los monoteletas sostuvieron que el papa Honorio estaba de su parte. El concilio estuvo de acuerdo. Y al condenar al los herejes monoteletas, los padres conciliares también condenaron al papa Honorio.
El decreto, firmado por todos los obispo presentes, fue aprobado por el nuevo pontífice, León II, que escribió: “Honorio pretendió con traicionera violación subvertir la fe inmaculada”. No se trataba de condenar una opinión particular o una sutileza teológica. León condenó a Honorio por socavar públicamente la fe de la Iglesia. 
A partir de entonces, en su consagración, todos los sumos pontífices estaban obligados a respaldar dicha decisión conciliar por la que se ratificaba la condena del papa Honorio como hereje. Este uso se mantuvo hasta el siglo XII. 

Conclusión 1: Los concilios ecuménicos, hasta el Vaticano I, ratificado por una larga sucesión de papas, testimoniaron que la Iglesia no consideraba a ningún papa como infalible. Por el contrario, cuando se equivocaba trastocando el rumbo de la Iglesia, debía ser condenado, como cualquier otro, por hereje. 
Si un papa decía o escribía una herejía, era un hereje, pero a nadie se le ocurría decir que no era papa legítimo. Llegado el caso, se lo condenaría, probablemente se lo depusiera, pero la impureza de doctrina no implicaba ilegitimidad en su cargo.
Concusión 2: ¡Cuánto me gustaría a mi que Bergoglio no fuera papa! Verdad es que se trata de un hecho extraño: es papa viviendo otro papa a pocos metros de su chabola de Santa Marta. Pero yo no puedo afirmar que Bergoglio no es papa, porque no soy quién para juzgar al respecto. Francisco seguirá siendo papa mientras no se demuestre contrario, y que diga herejías no es demostrar lo contrario.

lunes, 18 de enero de 2016

Soluciones de taberna vaticana

Comienza un nuevo año. El año de gracia de 2016. Y lo hemos comenzado recordando, una vez más, la asombrosa noticia sobre la que se cimenta nuestra esperanza. La noticia más asombrosa, sin duda: «porque hay distancia más inmensa / de Dios a hombre, que de hombre a muerte». Y, aún así, los cristianos reconocemos y confesamos que el Altísimo «se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre».
«El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz». Y querríamos inundar el mundo entero con el aviso. Querríamos que todo el mundo se alegrara hasta el desbordamiento, y que la Navidad fuera una fiesta verdaderamente arrolladora. Porque no estamos solos. Porque no somos una mera combinación efímera de polvo estelar. Porque el fondo de la realidad no es el azar, la materia inerte, la inconsciencia, la muerte. Porque «por nosotros los hombres, y por nuestra salvación, bajó del Cielo». De manera que «un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado», cuyo nombre es «Dios fuerte, Padre eterno».
Sin embargo, lo cierto es que no todo el mundo se alegra con esta gran luz. En Occidente muchos se burlan de semejante vieja leyenda infantil. Y la burla se va transformando crecientemente en odio, y en un deseo mal disimulado de acabar cuanto antes con esta «farsa». En los países musulmanes los cristianos son perseguidos, discriminados, torturados, y masacrados sin piedad. Sobre un fondo de miedo y amenaza viven también su fe nuestros hermanos en la India, en China, y en los países de mayoría budista. Y en Israel son ciudadanos de segunda, a los que se tolera por motivos pragmáticos, pero poco más.
Esta es la situación real. Y no resulta demasiado difícil entender su causa: Se trata del choque entre las distintas imágenes del mundo. Pues cada hombre trata, en la medida de sus posibilidades, de interpretar y valorar los acontecimientos de su vida a partir de un marco general. O, dicho de otro modo, cada persona trata de entender su vida y su entorno desde una imagen del mundo, o cosmovisión. Y una imagen del mundo incluye siempre, ya sea implícita o explícitamente, un postulado clave acerca de las características de la realidad primera. Tanto las distintas religiones como el materialismo ateo, que por ahora domina en Occidente, son cosmovisiones. Cosmovisiones que discrepan entre sí en su caracterización de esa realidad primera.
Por eso, la convivencia entre personas y comunidades que aceptan como planteamiento básico cosmovisiones diferentes resulta muy problemática. Puesto que lo que los seguidores de un determinado enfoque ponen en duda no es nada menos que la validez del propio marco básico desde el que los demás interpretan su vida y su entorno. Las cosmovisiones no son colores. No da lo mismo blanco que negro. Y haberse equivocado en esto, en el fondo, es haberse equivocado en todo.
Imaginemos, pues, que se produce un encuentro entre un budista, un hinduísta, un judío, un cristiano, un musulmán, y un ateo. Cabe hablar de algunas cosas: de economía, de negocios, de fútbol, de física, del tiempo... Cabe tratar de ser amables y corteses. Cabe intentar que el encuentro transcurra sin graves incidentes, y que se consigan acuerdos sobre tales o cuales materias particulares. Pero no podemos evitar que cada uno de ellos piense que los otros están profundamente equivocados en lo más esencial. Ni podemos evitar que muchos de ellos se sientan incluso cuestionados en lo más íntimo por la mera presencia de los otros.
En un suelo así, el odio germina con facilidad. Por desgracia. Y esta es la situación real ―la dolorosa situación real― en la que nos hallamos. Y es la fuente última de los choques y los atropellos que estamos viviendo los cristianos.
¿Hay alguna solución? No lo sé. Ojalá pudieran encontrarse formas para soportar las tensiones cosmovisionales sin estallidos de violencia física. Pero no es en modo alguno seguro que existan tales formas, ya que, sin ir más lejos, no todos reconocen la primacía del Logos sobre el poder. Y, por tanto, no todos convendrán ni siquiera en el punto mínimo de que sea la discusión y el diálogo el campo en el que se diriman las diferencias. Hay también adoradores del Poder, adoradores de una Voluntad que puede imponerse por la mera fuerza bruta. Sí: Hay planteamientos profundamente malvados, que esparcen odio por esencia. Hay religiones demoniacas.
Pero exista, o no exista, solución al choque físico entre cosmovisiones, un católico tal vez debería esperar de la cátedra de Pedro algo mejor que un análisis tabernario del problema. Un análisis tabernario es fácil, y todos incurrimos en él de buena gana de vez en cuando. Resulta agradable reunirse con un par de amigos, tomar algo, y conversar enfocando los más diversos problemas de una manera simplificada, en la que queden fuera del tablero precisamente los factores que convierten los asuntos en endiablamente difíciles. En la taberna, uno puede, con tal de que haya bebido lo suficiente, simplificar el conflicto entre las distintas cosmovisiones, enfocando sólo el denominador supuestamente común del diálogo y del amor... ¡Qué bonito es el amor! Vistas así las cosas, todos convendríamos en el fondo en lo esencial, mientras que las discrepancias serían más superficiales, cuando no malentendidos que cabría limar con una serie de aclaraciones y explicaciones mutuas. Son efectos de la niebla etílica, que todo lo iguala, y borra todos los contornos y matices.
En la taberna, insisto, uno puede olvidar que no todas las religiones son hermanas en el diálogo, porque no todas las religiones creen que Dios sea esencialmente Logos. En la taberna, uno puede calificar de «maneras de encontrar a Dios» ―«maneras»: es decir formas accidentales― lo que en realidad son concepciones de la realidad primera incompatibles entre sí. Puede olvidar que ser cristiano implica necesariamente pensar que la imagen coránica de Dios es en gran medida falsa, y viceversa. Y no digamos ya la imagen budista del mundo y de la salvación. En la taberna, uno puede olvidarse de que Cristo se llamó a sí mismo «Verdad», y no «una opción más». Puede olvidar que hemos recibido un mandato de anunciar el Evangelio y hacer discípulos a todas las naciones. Y puede olvidar también que el anuncio del Evangelio, que para los cristianos no es algo opcional, sino un mandato imperativo, es considerado precisamente como un delito gravísimo desde la perspectiva de esas otras «maneras de encontrar a Dios» con las que se pretende confraternizar.
En un análisis tabernario, semejante ramplonería está permitida, sin duda. Pero, ¿es de recibo encontrar este nivel argumentativo en los labios del Sumo Pontífice? Y ni siquiera en una declaración espontánea ―que ya sería grave―, ¡sino en un texto escrito y grabado!
¿Qué pretende explicarnos el Papa Francisco? ¿Que en el fondo es lo mismo ―o sólo secundariamente distinto― creer en Cristo o en Buda o en Mahoma? Es decir, en otros términos, ¿que en el fondo es lo mismo ―o sólo secundariamente distinto― creer o no creer que el Altísimo «por nosotros los hombres, y por nuestra salvación, bajó del Cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y se hizo hombre»?
¿A quién han elegido, pues, los cardenales como Sumo Pontífice con el nombre de Francisco? ¿A Obama? ¿A John Lennon?, ¿O tal vez a un obispo que, por razones de edad, o de notoria falta de capacidad, no está en condiciones de custodiar ni las verdades más elementales del depósito de la fe?
Comienza un nuevo año. El año de gracia de 2016. Quiera Dios proteger a su Iglesia este año de todo mal. También de las ideas y soluciones tabernarias que están envenenando su sangre desde Roma.

Francisco José Soler Gil

miércoles, 13 de enero de 2016

El Bautismo del Señor


Hoy, octava de la Epifanía, la iglesia latina conmemora el Bautismo del Señor. Para recordar su importancia, y para desintoxicarnos de las ponzoñas vaticanas, qué mejor que rezar la oración de San Sofronio, Patriarca de Jerusalén:

"Te glorificamos, Hijo Unigénito, que no tienes padre con tu Madre, y no tienes madre con tu Padre; porque en las fiestas pasadas te vimos como un bebé y en la fiesta de hoy te vemos como Hombre perfecto, ¡oh nuestro perfecto Dios!, manifestación de la Perfección.
Porque hoy hemos alcanzado el tiempo del banquete y los santos se ha unido a nosotros, y los ángeles celebran junto a los hombres;
hoy la gracia del Espíritu Santo, en figura de paloma, bajó a las aguas;
hoy brilla el sol que nunca se oculta y el mundo centellea con la luz del Señor;
hoy la luna brilla junto con la tierra en sus radiantes rayos;
hoy las estrellas brillantes adornan el universo con el esplendor de su titileo;
hoy las nubes del cielo derraman sobre los hombres una lluvia de justicia;
hoy el Increado graciosamente permite que las manos de su criatura se extiendan sobre Él;
hoy el Profeta y Precursor se acerca a su Maestro y permanece asombrado, como testigo de la condescendencia de Dios hacia nosotros;
hoy, a través de la presencia del Señor, las aguas del río Jordán se cambian en medicina;
hoy todo el universo es refrescado por arroyos místicos;
hoy los pecados de la humanidad son lavados por las aguas del río Jordán;
hoy el paraíso ha sido abierto a la humanidad y el Sol de justicia ha brillado sobre nosotros;
hoy, por las manos de Moisés, las aguas amargas se cambiaron en dulzura por la presencia del Señor;
hoy hemos sido librados del antiguo luto y, como un nuevo Israel, hemos sido salvados;
hoy hemos escapado de las tinieblas y, a través de la luz del conocimiento de Dios, hemos sido iluminados;
hoy las tinieblas del mundo desaparecen con la aparición de nuestro Dios;
hoy toda la creación brilla desde lo alto;
hoy los errores son corregidos y un camino de salvación es preparado para nosotros por la venida del Señor;
hoy los moradores del cielo se alegran junto con los de la tierra, y los moradores de la tierra junto con los del cielo; 
hoy la noble y elocuente asamblea se goza, la asamblea de aquellos que profesan la verdadera fe;
hoy el Señor viene para ser bautizado a fin de que, de ese modo, la humanidad sea liberada;
hoy, Aquel que nunca debe inclinarse se inclina delante de su siervo para desatar de ese modo nuestras cadenas;
hoy hemos adquirido el Reino de los Cielos, el Reino de los Cielos que no tiene fin.

Hoy la tierra y el mar dividen entre ellos el gozo del mundo, y el mundo se llena de gozo.
Las aguas te contemplan Señor: las aguas te contemplan, y te temen.
El río Jordán revierte su curso cuando contempla el fuego de la Divinidad descendiendo sobre él y entrando en la carne.
El río Jordán revierte su curso cuando contempla al Espíritu Santo descendiendo en forma de paloma cerniéndose sobre él.
El río Jordán revierte su curso cuando contempla al Invisible hecho visible, al Creador existiendo en la carne y al Amo en la figura de un siervo.
El río Jordán revierte su curso y las montañas gritan con regocijo cuando contemplan a Dios en la carne.
Y las nubes profieren sus voces y se llenan de reverencia por Aquel que viene, Luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero.
Aquel que, en el río Jordán, ahogó la muerte del pecado, la espina del error y los lazos del Hades, y otorgó el bautismo para la salvación del mundo".

martes, 12 de enero de 2016

Parió la abuela

Como si con los Tres Chiflados -Bergoglio, Tucho Fernández y Mons. Karcher- no tuviéramos ya suficiente, ahora parió la abuela, es decir, apareció el P. Guillermo Marcó como actor de reparto del cuidado y escandaloso video producido por CTV, el canal de televisión oficial del Vaticano, y que comentamos hace unos días en este blog.
Recordemos que Marcó es un sacerdote de la arquidiócesis porteña que se desempeñó durante años como portavoz oficial del cardenal Bergoglio y figura omnipresente en los medios de comunicación, hasta que se pasó de listo, o su valedor le dio una orden demasiado arriesgada, y el pobre terminó misericordiado de su puesto y silenciado durante años. 
A comienzos de diciembre último publicó este breve artículo en el suplemento religioso de Clarín con algunos consejos acerca de cómo debería encarar el Santo Padre la repartija de misericordia durante este Año Santo, concretamente, modificando sustancialmente el sacramento de la confesión. En vez de ser sancionado como hubiese correspondido, fue llamado a protagonizar el video de marras. No sería raro que el papa Francisco le haya levantado la pena impuesta y Marcó esté, nuevamente, en carrera episcopal.
Su artículo es lamentable. Pivotea sobre dos mentiras grandes como una casa y Marcó no puede aducir ignorancia al respecto. La primera de ella es asegurar que el hijo pródigo vuelve a casa de su padre por necesidad y no por arrepentimiento. Como ya apuntó un lector del blog, el Evangelio es claro cuando dice que el hijo vuelve y admite su pecado y, consecuentemente, pide perdón y cambia de vida. Y esta ha la interpretación unánime de los Padres de la Iglesia. Por ejemplo, San Gregorio de Nisa, San Agustín, San Ambrosio y San Juan Crisóstomo. ¿En que afecta esta interpretación mentirosa del Evangelio? En que ya no es necesario que el hijo pródigo deje, luego del arrepentimiento, su vida disipada entre prostitutas. Si tiene hambre, el padre le llevará un sanguchito de mortadela al burdel para que se siga divirtiendo sin pasar necesidad. Ahí está la misericordia de Marcó, y de Bergoglio. Misericordia sin arrepentimiento. 
La segunda mentira, más grave aún si cabe, es cuando asegura que, hasta el siglo XII el sacramento de la confesión era exclusivamente para los pecados de escándalo público y, consecuentemente, habría sido la disciplina de la maldita Iglesia oscurantista de la Edad Media la que cambió todo y comenzó a reprimir a los fieles por sus pecados privados, especialmente aquellos relacionados con la sexualidad. Podría arrojársele al presbítero Marcó una tonelada de libros que dicen, y documentan, exactamente lo contrario. Haga referencia aquí a un solo texto. En el año 796, Alcuino de York, abad en ese momento del gran monasterio de San Martín de Tours, le escribe una carta los adolescentes que viven en la abadía, ya sea educándose en las artes liberales, ya sea iniciándose en la vida religiosa. La carta se conoce como Ad pueros sancti Martini, y puede encontrarse en MGH Epistolae Alcuini 131, pp. 194-198 (hay también traducción española -Alcuino de York, Obras morales, Eunsa, Pamplona, 2004. El texto al que hago referencia se puede bajar desde aquí). En la misiva, el autor hace referencia al problema que afecta a los adolescentes de todos los lugares y épocas del mundo: la lucha por la castidad y, concretamente, el pecado de la masturbación, que, para la moral de los nuevos curas, ya no es más pecado sino una simple etapa de la evolución personal. Escribe Alcuino entre otras cosas: “Haz, pues, penitencia, confiesa tus propias faltas, revela en la confesión los secretos de tu iniquidad. Es conocido a Dios lo que has hecho en secreto. Aunque la lengua no lo diga, la conciencia no podrá ocultarlo. Crees en vano que tus crímenes permanecen ocultos entre paredes. Pero aunque puedas escapar a los ojos de los hombres cuando pecas, absolutamente nada de lo que hagas en secreto quedará oculto a la mirada de Dios. Di tus pecados en la confesión antes de que sientas la cólera del juicio. Créeme, todos tus pecados serán perdonados si no te avergüenzas de confesarlos, y serás purificado por la penitencia”. No hay excusas ni lugar para interpretaciones neoconas: el P. Guillermo Marcó miente pues la documentación histórica, en este caso el testimonio de un autor del siglo VIII, muestra que en esos tiempos los pecados de índoles privada como la masturbación se confesaban sacramentalmente.
Y, basado en su mentira, concluye el presbítero porteño que el Santo Padre debería modificar la disciplina del sacramento de la confesión dando libertad para que el penitente arregle directamente sus cuentas con Dios sin tener que pasar por la “boletería” del confesionario. 
¿Qué se esconde detrás de toda esta patraña? Hay que prestar atención a lo que dice en el cuarto párrafo: “...durante siglos la Iglesia amenazó a los pecadores con toda clase de castigos, en la vida presente y en la eterna, sobre todo por pecados privados y, más precisamente, ligados al ejercicio libre del placer y la sexualidad”. Aquí está la madre del cordero. Lo que pretende Marcó, en sintonía con los nuevos aires vaticanos, es la proclamación por parte de la Sede Apostólica del derecho universal al orgasmo. Sabrán disculpar la expresión, que es sin duda soez, pero también lo suficientemente gráfica, cruda y realista. Lo que este curita y miles de otros curas y obispos quieren, es que la Iglesia se deje de molestar a los hombres mientras estos se divierten orgásticamente. Como se dan cuenta que el infierno ya no asusta a nadie y que, por más reprimendas que se hagan desde los púlpitos, casi todo el mundo se dedica a vivir la vida loca junto a Ricky Martin, lo mejor es decir que no hay problemas con vivir la vida loca, porque esos son pecados privados y, en todo caso, podrá cada uno, en su conciencia, arreglarse con Dios. 
¿No será que, en el fondo, lo que pretenden estos curas es abrir el paraguas para cobijarse ellos mismos bajo él?

lunes, 11 de enero de 2016

Creatividad publicitaria

Con unos amigos estamos por rodar un spot muy interesante. No sé bien qué acogida tendrá por parte del gran público. Pero confiamos que en esta civilización adulta y madura, abierta y plural, sea bien recibida y hasta se viralice al infinito y más allá. Trata sobre el sistema de Salud pública. Les adelanto un poco la secuencia (falta ajustar detalles):
Arranca con una voz en off, que es Margaret Chan –la Directora general de la OMS– que dice algo así como “la mayor parte de los habitantes del planeta buscan la salud; esto debería provocar un diálogo entre las alternativas en la lucha contra la enfermedad”. Mientras tanto, van apareciendo en pantalla (de perfil, no de frente manteca; esto es importante): una curandera, un astrólogo, un yogi, un ayurveda y un médico común, con su guardapolvo blanco.
La curandera (parece que acepta Petrona, una famosa gitana de Chubut que es furor) larga una frase: “yo tiro el cuerito”; “yo te tiro las cartas” agrega Jimena La Torre, experta en cartas astrales. Claudio Márquez agrega: “te hago el reiki karuna y te dejo como nuevo”. Y entremedio (no sabemos todavía bien dónde conviene ponerlo, presumo que último, justamente para que se entienda que es apenas una alternativa más), el médico –en lo posible uno de esos de aspecto poco confiable– largando un insulso: “si querés, te hago una placa y te receto un antibiótico”. Luego vuelve la mina de la OMS (si no la enganchamos a ella, le podemos pedir al presidente del Colegio de médicos, pero ese debe ser medio facho, fundamentalista, que todavía cree que con su estetoscopio y su ampolla de penicilina se puede llevar el mundo por delante), digo, vuelve Chan y con voz vaga (importante esto: todo exceso de modulación y nitidez son pequeños guiños fachos) diga: “muchos piensan distinto, sienten distinto, buscan la salud de diversa manera y la obtienen (es importante este último detalle, porque si no queda como que uno simplemente reconoce las buenas intenciones de la astróloga y aquí es importante avisar que uno reconoce su genuina eficacia curativa. Sigue el discurso de la Chan): en esta multitud de ofertas que todo enfermo recibe, hay una sola certeza: todos somos agentes sanitarios, todos somos trabajadores de la salud (sube el audio y aparecen entonces, la astróloga oscurantista, la curandera quiromántica, Fabio Zerpa, el médico y el gurú Maharaji conversando risueñamente entre ellos, en torno a un chiquito de ocho años, paciente oncológico, que los mira perplejo a todos, que le sonríen al son de “todos creemos en la salud, vos quedate tranquilo”. Íbamos a convocar a un gurú brasilero, que te hipnotiza y te opera en el acto, pero su aspecto era un tanto sucio y nos pareció que podía espantar un poco… También pensamos en un mormón, con su propuesta alternativa a la transfusión de sangre, pero la última novela de McEwan (otro que se las daba de abierto y resultó ser un facho fundamentalista) trata justamente de un chico que se está por morir porque se niega a transfundirse y es mormón… y pegó muy fuerte, así que no, mejor no, el tarot en cambio, tiene mejor mordiente social. También intentamos sumarlo al Yogi Bhajan, pero nos sacó corriendo y nos tildó de divagantes relativistas (evidentemente hay nazismo hasta en la India). 
Veremos cómo nos va. Tengo confianza en que se viralizará y nuestra sociedad moderna openmindful lo tomará muy bien. En realidad la idea es que, si nos va bien, sea éste el primer spot de una larga serie, con el mismo mensaje pero aplicado a distintas realidades. Empezamos por salud (aunque nos dijeron que fue una mala idea arrancar por ahí, porque justamente ese es un tópico en que la gente aún es un poco conservadora, qué sé yo), pero haremos furor con el clip sobre la construcción de un puente, el manejo de un avión (no, no; a la señora esa griega de apellido voluptuoso, no la convocaremos), y hasta produciremos –para el segmento más juvenil– un video sobre alternativas para elaborar una buena cerveza: ¿por qué esa porfiada cuadratura fachista de creer que sólo con cebada y lúpulo se puede hacer cerveza? Verán la de alternativas inverosímiles que estamos recolectando…
¡Paz y Facilidad, hermano!   

Gerente de Creatividad de CTV

viernes, 8 de enero de 2016

¿La apostasía?



Se trata de un video oficial de la Santa Sede. Ya no hay espacio para pensar en maldades de los periodistas o en interpretaciones equivocadas de la prensa. 
El obispo de Roma, sucesor de Pedro, pareciera que ha apostatado públicamente de la fe de Nuestro Señor Jesucristo. 
La toma final del video, en la que aparecen en igualdad de posiciones, una imagen de Nuestro Señor junto a la de un ídolo -Buda- y a los símbolos de otras religiones no cristianas, es signo suficiente de apostasía: El Santo Padre no creería -al menos eso es lo que demuestra- en la redención única y universal de Jesucristo, el Hijo de Dios, y en la necesidad del bautismo y de la conversión para la salvación. La nueva religión que él proclama es la religión universal del amor. Y lo dice con todas las letras. Y, sin darse cuenta, confirma todas las profecías e interpretaciones, desde Malaquías a Castellani, pasando por Benson y Malachi Martin.
Con este video, de un modo definitivo e irrefutable, tira por tierra dos mil años de historia: ¿qué sentido pueden tener ahora las discusiones que nuestros padres en la fe mantuvieron con los paganos y las enseñanzas de los concilios ecuménicos y de los papas? 
Más aún, ¿qué sentido tiene la sangre de innumerables mártires derramada justamente por sostener la divinidad de Nuestro Señor y la falsedad de los ídolos y de las otras religiones?
Como acota Ludovicus, hay una declaración implícita de apostasía cuando dice que entre conglomerado de religiones hay una sola certeza. Y una mentira: que esa certeza es que para todos somos hijos de Dios: ni un budista, ni un musulmán dirían eso; más aún, les resultaría absurda la idea. Y un sofisma: que porque la mayoría de los habitantes del planeta se reconocen creyentes, hay que dialogar entre las religiones.
Cuando Bergoglio fue elegido Papa advertimos con alarma, tristeza e inquietud desde este sitio lo que esto significaría para la Iglesia y la posibilidad de que las fuerzas más oscuras hubiesen sido desatadas.
Pareciera, en efecto, que las puertas de Mordor están abiertas y que un Falso Profeta está sembrando la mentira y la confusión entre los débiles y entre los fuertes.
No queda mucho tiempo para que algún signo se manifieste.

lunes, 4 de enero de 2016

Ex ore infantium

Ex ore infantium et lactentium perfecisti laudem… (Ps. 8, 3). El Señor hace salir de los labios de niños e infantes una alabanza. Si me fuera permitido parafrasear al salmista, díria: Ex ore infantium perfecisti veritatem, es decir, de los labios de los niños hiciste salir la verdad. Y no haría más que repetir lo que la sabiduría popular asegura: “Los niños siempre dicen la verdad”. ¿Qué pasaría si aplicamos este principio a las confesiones que acaba de realizar el Santo Padre sobre sus deseos de niño?
“Cuando tenía 4 años me preguntaron que quería ser cuando creciera y contesté que carnicero, porque me parecía un arte como agarraban el cuchillo”, declaró a un diario holandés. ¿Por qué el azar de la historia nos privó de un buen carnicero de barrio, con lo cual se hubiese ahorrado la Iglesia y mundo uno de los peores males que ha sufrido?
No cabe duda que si Jorgito hubiera seguido su inclinación natural hubiese aprendido a manejar con certeza el cuchillo, la faca y el machete, habría despostado con arte las reses de su carnicería, y los vecinos de Flores habrían podido comer deliciosos asados los domingos. Pero algo pasó. Se interpusieron los jesuitas, y dirigieron la habilidad innata del joven Bergoglio para el manejo del cuchillo a despostar ya no mamíferos, sino a la misma Iglesia de Cristo. Pregunte si no, al cardenal Burke, al finado Mons. Livieres o a Mons. Sarlinga con que fineza y maestría supo manejar el bisturí de las visitas fraternas, descuartizándolos limpiamente del episcopado.
Más allá de la inevitable chanza a la que invitan con harta frecuencia los desvaríos pontificios, hay un fondo de verdad escondido en sus palabras que provocan la reflexión. Estas declaraciones no hacen más que confirmar lo que hemos dicho varias veces en este sitio: Bergoglio jamás debería haber sido obispo; su potencia natural se ordenaba a actualizarse en un carnicero de barrio, como eran sus aspiraciones infantiles o, a lo sumo, en un cura de pueblo rural. No más que eso. Pero la suma de una serie de sucesos infortunados y pasos de sainete, por decir lo menos, lo convirtieron en papa.
Lo grave es, en definitiva, es que la Revolución a nivel mundial, y el peronismo a nivel nacional, cuya praxis Bergoglio exportó a la Iglesia, volvió al revés el orden natural de las jerarquías que manda que los más capaces deben gobernar y los menos dotados obedecer. La fantasía de la igualdad y el resentimiento destruyeron todo. Escribe Chesterton en La esfera y la cruz:

- Aquí está la respuesta a todas las locuras que se dicen respecto de la igualdad. Algunas estrellas son grandes, otras son pequeñas; unas están quietas, otras giran en torno a ellas. Están bien ordenadas, pero no son iguales.
- Todas son hermosas - dijo Evan con cierta duda.
- Todas son hermosas -respondió el otro- porque cada una está en su puesto y reconoce a su superior.

Ahora, ya nada, ni siquiera en la Iglesia, es hermoso.