miércoles, 30 de marzo de 2016

Confortetur cor tuum

Que nuestro corazón se consuele en la espera del Señor. Es eso lo que dice el salmo 26. Y viene bien recordarlo con frecuencia.
Muchas veces en el blog aparecen comentarios en los que los lectores se duelen y lamentan por la difícil situación que nos ha tocado vivir: mantener la fe a pesar del mundo y, sobre todo, a pesar de los pastores de la Iglesia que se han convertido en lobos, dedicados a socavar los principios de la fe y a entregar a la Esposa de Cristo al prostíbulo del mundo moderno. 
Dan ganas, a veces, de dejar la lucha y convertirnos en católicos "normales". ¡Basta ya de ser raros y nadar continuamente contra la corriente! ¿No es más cómodo ser como tantos amigos, que están felices escuchado al papa Francisco, haciendo arrumacos al obispo y festejando al cura por sus homilías creativas?
Y es este un sentimiento que no solamente nos ataca a nosotros. Con seguridad, habrá atacado a San Atanasio cuando, casi solo en medio de una iglesia prácticamente arriana, se levantó para defender la fe ortodoxa, y fue desterrado por las autoridades civiles y perseguido o abandonado por todos sus “hermanos” en el episcopado. 
Y habrá atacado también a Santa Catalina de Siena cuando la trataban de loca por escribirle al papa que permanecía en Aviñón, muy cómodo y tranquilo bajo la protección del rey de Francia. 
Y habrá atacado a Robert Benson y Ronald Knox, ambos prominentes personajes de la iglesia anglicana e hijos de obispos de esa confesión, cuando decidieron, contra viento y marea, convertirse a la iglesia de Roma. 
Y habrá atacado a Mons. Lefebvre y a todos lo que mantuvieron la tradición católica durante los '70 y los '80, cuando eran tratados por los obispos, sacerdotes y laicos de fanáticos, desobedientes y, finalmente, de estar fuera de la Iglesia. 
Quien también sufrió esta tentación fue el cardenal Newman. Y esta es su reflexión al respecto:
“Mientras el pensamiento de la muerte es como un límite que se cierne sobre nosotros, es también un gran consuelo, especialmente en esta época del mundo, cuando la Iglesia Universal ha caído en errores y está dividida en facciones contra facciones. ¿Qué es lo que sostendrá nuestra fe (además de la gracia de Dios) mientras tratamos de mantenernos fieles a la Verdad Antigua y nos sentimos solos? ¿Qué es lo que mantendrá alerta al “vigía de las murallas de Jerusalén”, contra el desprecio y los celos del mundo, las acusaciones de singularidad, de ser caprichosos, extravagantes y engreídos? ¿Qué nos mantendrá en calma y en paz interior, cuando somos acusados de “causar problemas a Israel”, de “profetizar el mal” y “sembrar divisiones”? ¿Qué, si no la visión de los santos de todas las épocas cuyos pasos nosotros seguimos? ¿Qué, si no la imagen de Cristo místicamente estampada sobre nuestros corazones y nuestra memoria? ¡Los tiempos pasados de la pureza de la verdad no han muerto! ¡Todavía están presentes! No estamos solos, aunque eso sea lo que parece. Pocos de los que están vivos podrán comprendernos o aprobarnos, pero sí lo harán las multitudes de cristianos que vivieron en los primeros tiempos, aquellos que creyeron y cuyas hazañas pasadas y voces presentes, claman desde el Altar del Cielo. Ellos nos animan con su ejemplo; ellos nos alegran con su compañía, ellos están a nuestra derecha y a nuestra izquierda; mártires, confesores y todo el resto; pequeños y grandes; todos aquellos que rezaron el mismo Credo, celebraron los mismos Misterios y predicaron el mismo Evangelio que nosotros. Y a ellos continuamente se unen, con el paso del tiempo, incluso en las épocas más oscuras, incluso en épocas de división, nuevos testigos de esta Iglesia militante. [...] Es nuestro deber durante esta vida defender incluso los mínimos detalles de la verdad de acuerdo a nuestra propia conciencia, con la certeza de que hay una Verdad a pesar de la discrepancia en las opiniones. [...] Por lo tanto, es bueno arrojarnos al mundo invisible, porque “es bueno está allí”, y construir moradas para aquellos “que hablan un lenguaje puro” [...] Contemplémoslos silenciosamente para nuestra propia edificación, vivificando nuestra paciencia, dando ánimos a nuestra fe, refugiándonos cuando somos asaltados por  nuestros pensamientos egoístas, librándonos de la tentación de abandonar todo y haciéndonos ver a nosotros mismos (en realidad, lo que debemos ser) solamente como seguidores de la doctrina de aquellos que partieron antes que nosotros, que no fueron maestros de novedades ni fundadores de escuelas”.
“El estado intermedio”, Parochial and Plain Sermons.

lunes, 28 de marzo de 2016

El Papa paraguayo

Me disculpará el lector doblemente: por volver sobre este personaje menor llamado Bergoglio y por robarle el título del post al recién fallecido Umberto Eco; vaya pues mi homenaje al hombre que como Joyce, debía a Tomás de Aquino y a la Iglesia más de lo que, infortunadamente, les devolvió.
Para lo primero, no tengo más excusas que el intento de vincular las cada vez más excéntricas declaraciones y “gestos” bergoglianos con la gran crisis que envuelve al pensamiento católico y a la Iglesia en los últimos siglos. Bergoglio es un epifenómeno de la crisis -pintoresco y desestructurado, eso sí, como los hippies lo fueron de la sociedad de la posguerra. Así lo hemos hecho en los anteriores posts Neopopulismo Papal y Movimientismo y el Capítulo II del Güelfismo, donde procuramos mostrar cómo algunas desviaciones de Bergoglio no son más que manifestaciones de tendencias antiguas, de vicios seculares. 
Y vamos al título. Cuando lo pergeñó Eco, pensaba, más que en el “padre” Lugo, en un Papa heredero de la tradición de las misiones jesuíticas, “más paraguayo que argentino”. Como en el mismo artículo Eco confiesa que el principal conocimiento sobre las misiones procede de la película homónima protagonizada por Robert de Niro, perdonémosle la porteñada.
Pero hay algo en lo que Eco no se equivoca. Insinúa que el ideario político del primer y último papa argentino es precisamente la estructura socio política de la misión guaraní. Y con mucha gentileza se queja de su inconsistencia con el Estado moderno y laico: una teocracia basada en un socialismo utópico, la teología de la liberación.
Eco ha dado en el blanco. El proyecto bergogliano es fundamentalmente clerical, en cuanto pretende imponer estructuras sociales y políticas prudenciales subordinadas a la ideología de su portador. Cuando el papa subleva a las masas latinoamericanas al grito de destruir las estructuras económicas y combatir al capitalismo, está entrometiéndose en el ámbito secular igual que un Papa güelfo o renacentista. Cuando apoya en forma descarada una opción política y descarta otra está cometiendo un abuso de poder. Esta intromisión de los poderes espirituales (bien que a la mayor gloria de Bergoglio) en el Estado tiene su correlato en la intromisión del pintoresco “magisterio” bergogliano en el ámbito de la razón natural. Es tan ilegítima la promoción de Cristina o Scioli frente a Macri o sus coqueteos cubanos como la aceptación de la hipótesis del calentamiento global o la condena de la teoría de derrame o de los aires acondicionados.
Las misiones eran paternalismos benevolentes que aplicaban la gradualidad para sacar a los indios de la promiscuidad colectivista, tanto en materia sexual como de trabajo y propiedad. En cierto modo, eran una especie de reformatorio para adolescentes, a cargo de adultos - los “padres” jesuitas. Ahora bien, está claro, lo supieran o no los jesuitas, que ni el paternalismo clerical ni el socialismo eran fórmulas deseables o permanentes, eran tan perecederas como las campanadas que, según algún comentarista pícaro, marcaban el horario del officium naturae al que algunos indios restringidos a una sola cónyuge se mostraban renuentes. Si tal paternalismo se atrofió y perduró, pues habría que concluir que el experimento falló antes de la expulsión de América de la Compañía. 
Parecería que Bergoglio porta ese ideal. Por un lado, el ejercicio desvergonzado de la acción política clerical -hace poco se permitió vetar al principal candidato republicano como si fuera Gregorio VII-; por el otro, la presentación de un proyecto definitivamente socialista. Quien lee sus documentos encuentra ya no la condena de la acción única del derrame como mecanismo de distribución, sino la negación del hecho del derrame en sí; la urgencia por frenar el ritmo de desarrollo económico del planeta, no la morigeración de los efectos del desarrollo; la condena del lujo y del consumo, no del consumismo ni del hedonismo. Aquí queremos ser justos: desde que el magisterio papal, a partir de Juan XXIII, toma el tema del desarrollo económico, incurre en una fatal inconsistencia. El ideal de la pobreza evangélica se confunde con la pobreza material, el moralismo que condena la “sociedad de consumo” choca con la promoción del desarrollo, las invectivas contra los países desarrollados obvian que sus sistemas son los más eficaces para salir de la pobreza. Estas debilidades aparecen incluso en los textos de nuestro llorado Benedicto.
Pero Bergoglio lleva la inconsistencia a su clímax: quiere una sociedad de pobres, no necesariamente espirituales, sino pobres en serio, austeros, sudorosos por la prescindencia del aire acondicionado, produciendo pocas cosas, sin mascotas ni cosméticos ni restaurantes. Al mismo tiempo, condena a los países desarrollados por no acoger a quienes en aluvión quieren ingresar para dejar de ser pobres en sus países pobres, estragados por la tiranía, el socialismo y la corrupción.
En definitiva y fruto de su formidable confusión entre “religión” y política, Bergoglio pretende imponer a una sociedad el tratamiento de una comunidad religiosa en cuanto al voto de pobreza y probablemente de obediencia - el de castidad se le complicaría. Su solicitud por el régimen cubano, su amplia sonrisa y alegría en la Isla hacen ver que es allí donde se siente más cómodo y adonde apunta su corazón. Sólo falta que el régimen dé a leer a sus esclavos sus indigestos documentos, repita sus slogans y comparta con Fidel el culto a la personalidad, y habrá encontrado su misión paraguaya, en las que cosas como las libertades civiles y la autodeterminación estaban de más. 
Es paradójico que luego de décadas de llenarse la boca con el sano laicismo, exaltar al laico adulto  y promover la autonomía de la razón frente a la fe, todo lo que pueda proponer este papado posconciliar sea una misión jesuítica a escala planetaria, bajo el cielo gris del paraíso socalista.

Ludovicus

domingo, 27 de marzo de 2016

Domingo de Pascua




Cristo ha resucitado de entre los muertos,
pisoteando a la muerte con su muerte,
y dando vida a los que estaban en el sepulcro.

Tropario del día, liturgia bizantina.



Hoy, el infierno suspira entre lágrimas: "No tendría que haber recibido a Aquél que nació de María, porque Él vino y destruyó mi poder; Él destrozó mis puertas de bronce y, siendo Dios, liberó a las almas que yo mantenía cautivas". ¡Oh Señor, gloria a tu cruz y a tu santa resurrección!

Hoy el infierno gime: "Mi poder ha desaparecido. Recibí a Aquél que murió como un mortal pero yo no pude retenerlo: por Él y a través de Él, perdí a aquellos a quienes mandaba, aquellos sobre los que tenía poder desde los inicios del mundo, y ahora, Él los resucitó junto con Él". ¡Oh Señor, gloria a tu cruz y a tu santa resurrección".

Idiomela del día, liturgia bizantina.

sábado, 26 de marzo de 2016

Sábado Santo


¡Oh mi Cristo y mi vida: fuiste depositado en la tumba.
Todos los ejércitos angélicos deslumbraron 
y glorificaron tu divino entierro!

¡Cómo puedes morir, oh mi vida, cómo puedas yacer en una tumba!
Por tu muerte, has destruido el poder de la muerte
y resucitado a los muertos de sus sepulcros.

¡Oh Rey y Dios, nosotros te glorificamos!
Te honorificamos y nos postramos ante tu entierro
a través del cual nos salvaste de la caída.

¡El más bello de los hombres es visto hoy sin belleza!
El Señor Jesucristo es depositado hoy en una tumba
a fin de devolverle a todos los hombres el esplendor de Dios.

Oh Jesús, Rey y Maestro de todos, bien sabemos
que Tú aceptaste la muerte por la vida de todos nosotros.
¡Oh maravilla, oh divina condescendencia!

En el momento de tu muerte, toda la tierra se estremeció con temor.
En el momento de tu divino sepelio, el sol escondió sus rayos,
porque Tú, oh Cristo, eres el Señor de la naturaleza.

Tú fuiste como un grano de trigo en el seno de la tierra:
el grano murió y el trigo brotó cien veces.
Verdaderamente, Tú eres el Pan y la Vida de los hombres.

Oh Jesús, la más Pura derramó sus lágrimas sobre Ti.
En gran agonía, expresó su amor de madre:
"¡Oh hijo mío! ¿cómo podré dejarte?"

Canto fúnebre del entierro de Cristo, liturgia bizantina.

Desde aquí pueden bajar el archivo con la reflexión sobre el episodio del Huerto de los Olivos. 

viernes, 25 de marzo de 2016

Viernes Santo


Fieles todos, venid y contemplad cómo nuestra Vida yace en el sepulcro a fin de dar vida a los habitan en los sepulcros. Venid, contemplémoslo en su sueño y clamemos con la voz de los profetas: "Tú eres como un león. ¿Quién te despertará, oh Rey? ¡Levántate por tu propio poder, Tú que te abandonaste a Ti mismo por nosotros, oh amante de la humanidad!

Exapostilarion del Viernes Santo, liturgia bizantina.




Les dejo aquí una reflexión escrita por un lector del blog sobre el episodio de la caída por tierra de la partida que prendió a Jesús en Getsemaní.

jueves, 24 de marzo de 2016

Jueves Santo


Mientras los gloriosos discípulos estaban siendo iluminados al atardecer por el lavado de los pies, Judas, enfermo de amor por el dinero, se convirtió en un traidor. Él te entregó a Ti, supremo Juez, para que fueras juzgado sin justicia. 
Todos vosotros que amáis las riquezas, pensad y meditad sobre el hombre que se colgó a sí mismo por ese mismo amor. Evitad todo aquello que se atreve a traicionar al Maestro.
¡Oh Dios que eres toda bondad para todos los hombres, gloria a Ti!

Tropario del día, liturgia bizantina.


miércoles, 23 de marzo de 2016

Miércoles Santo


¡Oh Cristo, nuestro verdadero Dios!, que por nosotros y por nuestra salvación aceptaste libremente la terrible pasión en la carne, la crucifixión dadora de vida y la sepultura en la tumba, por intercesión de la Más Pura, tu Madre siempre virgen, y por las oraciones de los santos y gloriosos apóstoles y de todos los santos, ten misericordia de nosotros y sálvanos, porque tu eres un Dios bondadoso y amas a la humanidad.

Apolysis de Semana Santa, liturgia bizantina.

martes, 22 de marzo de 2016

Martes Santo


¡Oh Dios bueno, yo pequé más que la Adúltera y, sin embargo, nunca te ofrecí lágrimas refrescantes. En oración silenciosa, ahora me postro ante Ti, besando con amor tus pies inmaculados, a fin de recibir de Ti, Maestro, el perdón de mis pecados. Y clamo a Ti: "Oh Salvador, líbrame de la oscuridad de mis malas acciones"!
Kontakion del día, liturgia bizantina.

lunes, 21 de marzo de 2016

Lunes Santo


Mirad, el Novio está llegando en medio de la  noche: bendito es el siervo a quien Él encuentre despierto. Pero aquél a quien encuentre durmiendo no será digno de Él. ¡Ten cuidado, entonces, oh alma mía! No caigas en el sueño profundo, no sea que te veas conducida a la muerte y que las puertas del Reino se cierre ante ti. Permanece vigilante y clama: "¡Santo, Santo, Santo eres Tú, oh Dios! Por la intercesión de los santos ángeles, ten misericordia de nosotros". 

Tropario del día, liturgia bizantina.  

domingo, 20 de marzo de 2016

Domingo de Ramos


Hoy, la gracia del Espíritu Santo nos reúne. Todos levantamos tu cruz y cantamos: "¡Hosanna en las alturas!"
La Palabra de Dios Padre, su Hijo coeterno, que tiene al cielo como trono y a la tierra como escabel, hoy se humilló a sí mismo entrando en Jerusalén montado sobre un asno. Y es por eso que los hijos de Israel lo alaban, portando verdes palmas y gritando: "¡Hosanna en las alturas! Bendito es el que viene, el Rey de Israel". 

Sticheron del Domingo de Ramos, liturgia bizantina.

sábado, 19 de marzo de 2016

Sábado de Lázaro


La liturgia bizantina celebra el día sábado anterior al Domingo de Ramos, la resurrección de Lázaro.

Oh Cristo Dios, cuando resucitaste a Lázaro de entre los muertos, antes de los días de tu pasión, confirmaste la resurrección futura de todos los hombres. Nosotros también, como los niños de otro tiempo, llevamos a tu presencia los símbolos de tu triunfo y de tu victoria, y te aclamamos a Ti, Vencedor de la Muerte: "¡Hosanna en las alturas! Bendito el que viene en nombre del Señor".

Tropario de la fiesta.

miércoles, 16 de marzo de 2016

Comunión eclesial

No hay duda que la comunión eclesial es un deseo y un mandato desde la misma época apostólica. Basta leer las cartas de San Juan o las de San Ignacio de Antioquía. Y entiendo por comunión eclesial la unión común de intelecto y voluntad entre el obispo, sus presbíteros y sus fieles. Y, en un estrato superior, de los obispos entre sí unidos a su metropolitano, a su patriarca y, finalmente, al obispo de Roma. 
La historia nos enseña que este desideratum, en muchas ocasiones, no fue más que eso: un deseo que no siempre se cumplía. En la Edad Media, por ejemplo, los obispos se excomulgaban entre sí por razones tan transcendentes como el permiso que daba uno de ellos a una ciudad para abrir su mercado los miércoles quitándoles de ese modo clientes a la ciudad vecina, que pertenecía a otra diócesis. O bien, y en tiempos más recientes, la comunión eclesial se lograba pisando cabezas -literalmente-, como cuando el papa Pío IX se empeñó en proclamar la infalibilidad pontificia para lo cual no dudó en pisar con su pie apostólico la testa mitrada a un obispo oriental y ejercer otros medios vergonzosos de presión.
A partir de los documentos del Concilio Vaticano II, y todo el resto de las emanaciones pringosas que los sucedieron, la cuestión de la comunión eclesial comenzó a ser la vedette de los escritos episcopales. Nadie sabía muy bien qué querían decir con eso, pero adornaba cualquier carta pastoral o cualquier pronunciamiento episcopal. Sin embargo, en las últimas décadas, la comunión eclesial ha venido a transformarse en un modo elegante, y cruel, de persecución y, por otro lado, a plantear serios problemas de conciencia. 
Recordemos que, cuando en los ’90, a los obispos argentinos se les ocurrió por capricho del entonces Mons. Bergoglio autorizar la comunión en la mano, el único que se opuso y la prohibió en sus diócesis, fue Mons. Juan Rodolfo Laise. Por supuesto, sus caritativos hermanos en el episcopado lo atacaron con todo tipo de municiones, y el ariete preferido que utilizaban era que, con esa actitud, “rompía” la comunión de la iglesia argentina, que se había confabulado para el sacrilegio.
De un modo similar, uno de los ataques episcopales favoritos a la FSSPX, es que no están en comunión eclesial con los diversos obispos diocesanos donde tienen casa. (Al margen, me pregunto cómo se las van a arreglar los obispos cuando, según todo pareciera indicar, a fin de año el papa Francisco levante unilateralmente todas las suspensiones y penas canónicas de las Fraternidad y la erija en prelatura personal). 
Y, por propiedad transitiva, los fieles que solicitan la misa tradicional como los habilita el Motu Proprio del papa Benedicto XVI, también son constantemente reprendidos por atentar con sus caprichos y singularidades contra la comunión de la iglesia diocesana, y sus ceremonias retaceadas y concedidas, en el mejor de los casos, a regañadientes. 
Pero, como decía más arriba, la comunión eclesial es también motivo de conciencia. Es verdad que nosotros, como latinos que somos, tenemos una mentalidad juridicista y hasta positivista, y nos cuesta apartarnos de la ley, sencillamente, porque la ley nos da seguridad: es más seguro esperar a que el semáforo esté en verde para cruzar la calle porque, si la cruzamos en rojo, nos pueden atropellar. Y es más seguro obedecer al obispo que nos llama a permanecer en comunión con él porque, si no lo hacemos, podemos condenarnos. Pero lo que yo me pregunto es qué pasaría si supiéramos fehacientemente que el semáforo funciona mal. Y lo supiéramos porque vemos que, a cada rato, se producen accidentes de tránsito entre aquellos que lo acatan. La prudencia indicaría que no habría que hacer caso a los colores de sus luces sino que, uno mismo, debería con sensatez y cuidado, mirar si viene alguien antes de cruzar.
Y me parece que la situación es análoga al caso episcopal, a no ser que creamos que, como dicen algunos microcéfalos pertenecientes a un instituto religioso que es mejor olvidar, “la obediencia está por encima de la verdad”. Porque la cuestión aquí, como en las bocacalles, es mirar con cuidado y atención. La comunión eclesial no puede ser exclusivamente sincrónica sino que, necesariamente, debe ser también diacrónica. Como muchas veces hemos dicho en estas páginas, la catolicidad de la Iglesia no se da solamente en el plano espacial sino también en el temporal. En otras palabras, mi comunión eclesial no debe ser solamente con mi obispo concreto sino también con todos los obispos de la Iglesia desde su misma fundación el día de Pentecostés. ¿Qué pasa cuando un obispo de un modo evidente se aparta de la comunión con la Tradición de la Iglesia sostenida por todos los obispos anteriores a él? ¿A quién debo yo mi homenaje de comunión y obediencia? Estamos viendo a cada rato los aparatosos accidentes doctrinales que sufren quienes, ciegamente, siguen los mandatos episcopales que, a su vez, desobedecen los mandatos de Nuestros Señor. Los casos son más que numerosos, pero pongo aquí un ejemplo reciente.
El 28 de febrero pasado se realizó en Mendoza una ceremonia tradicional: la bendición de los frutos que, por primera vez, tuvo un carácter interreligioso. Así lo relatan los medios de prensa: “...la celebración religiosa a cargo del Arzobispo de Mendoza, Monseñor Carlos María Franzini. Posteriormente, fueron invitados al escenario, el pastor Douglas Williams, de la Iglesia Evangélica Metodísta argentina; el pastor Franklin Murúa, de la Iglesia Anglicana; el maestro Tashi Dhondup, de la comunidad budista de Mendoza; el rabino Felipe Yafe, de la Sociedad Israelita de Beneficencia de Mendoza, y Noemí Jofré, representante de los pueblos originarios”. Y agregan: “El Arzobispado colaboró con la propuesta a través de la mesa de diálogo interreligioso y se convocó a un total de 15 credos, desde Hare Krishna hasta el Islam”.  
Lo que queda claro es que el arzobispo Franzini -que es de lo mejorcito que hay en Argentina (imaginen ustedes el resto)- no solamente se prestó a participar en esta kermesse religiosa sino que la propició. Concretamente, junto al sucesor de los apóstoles que preside en la caridad a la iglesia en Mendoza, representante del único Dios verdadero, se ubicaron en plano de igualdad no solamente representantes de otras comunidades cristiana heréticas, sino de infieles judíos y musulmanes, y hasta de paganos. Un mendocino, entonces, con toda justicia puede preguntarse: “¿En comunión con quién debo estar? ¿Con Mons. Franzini, mi arzobispo? Porque, si estoy en comunión con él, de un modo claro, evidente e irrefutable no estoy en comunión con el profeta Elías que dijo: “¿Hasta cuándo seguirán dudando? Decidan si el Señor es el Dios verdadero y entonces síganlo a Él. Pero si Baal es el Dios verdadero, entonces sigan a Baal” (I Reyes 18, 20). No hay conciliación posible entre los dioses falsos del budismo o del Hare Krishna con el verdadero Dios. 
Y tampoco estoy en comunión con todos los obispos españoles y americanos que propiciaron la evangelización del Nuevo Mundo. ¿Qué podré decirle a Santo Toribio de Mogrovejo, segundo arzobispo de Lima, que gastó su vida enseñando a los “pueblos originarios” que sus dioses eran falsos y que debían adorar a Jesucristo? O, ¿puedo yo estar en comunión con alguien que, con sus besuqueos con una hechicera huarpe, se ríe en la cara de San Francisco Solano, el fraile que recorrió varias veces caminando los suelos resecos de nuestro país, tocando su violín a fin de convocar a los “pueblos originarios” a la verdadera fe? 

En definitiva, los semáforos, desde hace ya cinco décadas al menos, están funcionando mal. Sería prudencial al menos preguntarse si hay que hacer caso a sus luces claramente desquiciadas, o si es mejor tomar todos los recaudos necesarios.


Nota bene: Ya lo sé. La misma fantochada la hizo hace décadas el Santo Súbito. Ya es tarde para todo.

lunes, 14 de marzo de 2016

La soga en casa del ahorcado

Estoy haciendo compras en el supermercado. Una anciana de ropas elegantes aunque un poco raídas - la media poblacional de la Recoleta - me mira con seriedad, después de dejar en la góndola un lujoso paquete de parmigiano y me dice, con ese acento levemente familiar con que se dirigen los ancianos a los que después de los 50 todavía nos creemos jóvenes: "Señor, ¿cómo va a terminar esto?". La pregunta y sobre todo el tono me descolocan, y trato de balbucear algo sobre la herencia recibida y las bombas de tiempo. La mujer se ajusta el pañuelo de seda, baja la cabeza tristemente y se aleja. Las voces se multiplican, porque la inflación está estrangulando a todos.

Ciertamente el régimen extremista anterior ha sembrado de cizaña el campo. Ha hecho realidad en una deformación grotesca del pasaje evangélico, la enemistad entre hermano y hermano, entre hijos y padres, entre amigos y amigos. La grieta, un gadget populista teorizado por ese perverso llamado Laclau e inventado por Kirchner para robar mejor, subsiste. El progresismo deletéreo también; el candidato a la Corte de hamletiano nombre Rosenkrantz, ha demostrado en el encuentro con los senadores que nadie lo puede correr por izquierda. En efecto, después de salir airoso del test de corrección política sobre matrimonio gay y políticas de género (mi abuela hubiera dicho que género eran las telas), se agrandó y proclamó audazmente sus dudas sobre la penalización de la pornografía infantil, porque los militares usaban la censura contra lo que llamaban pornografía. Menos mal que no le preguntaron sobre su disposición a salir con un travesti, podría haber contestado como Aníbal en su momento "no descarto nada".
Y en el aspecto económico la situación no es mejor. Con criminalidad inaudita, el bolchevikismo kirchnerista ha plantado las causas del actual desmadre inflacionario, básicamente una fenomenal expansión monetaria repotenciada por el criminal regalo de una apuesta al dólar futuro que exige más emisión para pagarla. Sólo que igual que en el cuento "Los ganadores de mañana" de Holloway Hore, los compradores de dicho derivado tenían el diario del lunes el viernes anterior. La inevitable devaluación y el relajamiento de los controles de precios antes de entregar el poder han construido laboriosamente este caos al que llamamos inflación, con la cual los argentinos de mi generación nacimos y con la cual probablemente moriremos.
Está claro que esta inflación, más allá de las teorías, tiene una causa inmediata fundamentalmente monetaria. Una cantidad creciente de moneda contra un universo estático de bienes devalúa el poder del dinero, no hay otra posibilidad. Por eso, la única solución a corto plazo es retirar ese exceso y disminuir el ritmo de emisión, acciones que está realizando el gobierno, además de conseguir financiación genuina que reemplace la emisión espúrea.
El problema es que las medidas expansivas o contractivas en materia monetaria tienen un delay de por lo menos un año. Mientras tanto, los precios suben, hacen sufrir a gente concreta como la señora del supermercado y dan aire al grupo de ineptos que propiciaron este desastre, transmutados en censores indignados. Mientras tanto se observa cierta perplejidad en una conducción económica dividida. No se quiere caer en las prácticas de avería de Moreno y no se puede explicar a la población que la inflación no se soluciona con revólveres. Y la idea de una concertación suena muy corporativa al oído ortodoxo.
La ortodoxia económica o por llamarla de alguna manera el liberalismo, olvida a menudo que la noción de "ley" es análoga, es decir, no se predica del mismo modo ley en materia físico matemática o moral o psicológica. Las leyes económicas, como la oferta y la demanda, no son leyes necesarias pero tampoco son leyes morales; tienen su autonomía específica. Básicamente, las leyes económicas son tendencias psicológicas determinadas por decisiones racionales de los actores, que funcionan en los grandes números. 
Todo esto viene a cuento porque si bien es cierto que la apelación al corazón de los empresarios suele ser respondida por el bolsillo, creemos que una decisión racional hoy debe contemplar la autorregulación de los formadores de precios. Y es racional, porque de fracasar en los próximos meses este intento de salir del desierto, la alternativa muy probablemente será el retorno de la anterior barbarie y la ruina de aquellos factores. Estamos en un país en que la mayoría cree en el Estado como protagonista central de la Economía, odia a Estados Unidos y abomina de la iniciativa privada. Caveat
La famosa frase atribuida dudosamente a Lenin -“Los capitalistas nos venderán la soga con la que los ahorcaremos”- debería tener una respuesta racional y concertada. La racionalidad económica no puede ser ciega. Señores, sean genuinamente egoístas y autorregúlense, dejen de ganar para no perder definitivamente, generen acuerdos, permitan que esta travesía por el desierto avance. De lo contrario, la soga probablemente no alcanzará.


Ludovicus

viernes, 11 de marzo de 2016

Ave Crux

El rito bizantino celebra una especial conmemoración de la Cruz el tercer domingo de cuaresma, presentándola como fuente poder e inspiración. En el rito latino, el próximo domingo, quinto de cuaresma, es llamado también Domingo de Pasión: las imágenes de las iglesias se cubren y los textos litúrgicos se centran ya de modo definitivo en los últimos días de Nuestro Señor, camino a su crucifixión.
Aquí les dejo algunos textos de la liturgia bizantina sobre la Cruz, para ayudarnos contemplar este misterio insondable de nuestra fe:



Sticherá de la Cruz
¡Gózate, oh Cruz portadora de vida, esplendor del Paraíso de la Iglesia, Árbol de incorrupción, tú nos procuraste el gozo de la gloria que no tiene fin! A través de ti, las fuerzas del enemigo han sido desviadas, los coros de los ángeles se alegran al unísono y el conjunto de los fieles celebra. Arma inconquistable, Cimiento invulnerable, Triunfo de Reyes y Orgullo de Sacerdotes: concédenos que podamos ser testigos de la pasión y resurrección de Cristo.

¡Gózate, oh Cruz portadora de vida, invencible triunfo de la Verdad, Puerta del Paraíso, Fuerza de los Creyentes, Muro de la Iglesia, a través de quien la putrefacción de la muerte se ha podrido y su poder ha desaparecido, y de ese modo podemos ascender al cielo! Arma segura contra Satanás y su Enemigo: verdaderamente tú eres la gloria de los mártires y su ornato, el Cielo de la Salvación que otorga la misericordia al mundo.

¡Oh vosotros, la primera Pareja creada, que cayó del estado celestial debido a la envidia destructiva del enemigo del hombre, por medio del amargo placer del viejo árbol: venid! Ved aquí al verdadero y más reverenciado Árbol; apresuraos a besarlo y a clamar con fe: “Tú eres nuestra ayuda, bendita Cruz. Después de compartir tu Fruto, hemos alcanzado la incorrupción y hemos sido recibidos en el Edén, los dos juntos con gran misericordia”.

¡Oh Cristo Dios que voluntariamente aceptaste la crucifixión para la resurrección de la humanidad, que teñiste tus dedos con sangre a través del carmesí de la Cruz, y por esta tintura carmesí, compasivamente ordenaste el perdón para nosotros con tu autoridad real: no nos abandones cuando seamos amenazados con alejarnos de ti. En cambio, ten compasión de tu pueblo perseguido, oh Tú el único que tanto ha sufrido! Levántate y y lucha contra los que luchan contra nosotros, ¡oh Tú que eres todopoderoso!

Kontakion de la Cruz

La ardiente espada del ángel ya no custodiará las puertas del Paraíso, porque la Cruz del Señor la ha quitado maravillosamente. El poder de la muerte ha sido quebrado, la victoria del Hades aniquilada, y Tú, mi Salvador, te has levantado y llamado a todos los que estaban atados en el infierno: “Venid ahora, y entrad en el cielo”. 

miércoles, 9 de marzo de 2016

Supuración

Es natural a cualquier católico bien formado se sienta confundido e indignado cada mañana cuando descubre la sorpresa diaria que nos tiene preparada el papa Francisco. Algunos han declarado la sede vacante y aseguran que Bergoglio es el Falso Profeta, o el Anticristo o algún otro bicho apocalíptico. Puede que lo sea; no lo sé, pero hay algo que sí resulta claro: Francisco no es más que el fruto maduro del Concilio Vaticano II, and beyond. Lo cual es lo mismo que decir que el actual pontífice no es más que la manifestación sin ambages de lo que la Iglesia ha vivido y ha sido en los últimos cincuenta años. En pocas palabras, Bergoglio no es nada nuevo. Bergoglio es la manifestación de la cruda realidad del estado actual de la Iglesia católica.
Por cierto que hay diferencias con los pontífices anteriores, pero ellas no son más que epifenómenos, subproductos propios de la personalidad del pontífice y que, a nuestros ojos católicos, pareciera que marcan un cambio radical con la Tradición de la Iglesia, pero no es así. Propongo aquí algunos ejemplos de lo que sucedía en la década de los ’60 con el papa Pablo VI. 
Muchos se escandalizan de los amagues ecuménicos de Bergoglio: sus besuqueos con los ortodoxos, sus comidas kosher con los judíos o sus permisos para comulgar a las obispas luteranas. Pero ¿qué hacía el “beato” papa Montini? 
1. El 16 de septiembre de 1975 se arrodilló ante el metropolita Melitón de Calcedonia, arzobispo ortodoxo, y besó sus pies, como pueden ver en la foto.
2. Casi una década antes, en 1966, Pablo VI, al encontrarse con Michael Ramsey, arzobispo de Canterbury, se había sacado el Anillo del Pescador y lo había puesto en el dedo del obispo anglicano.
Otro motivo de escándalo es la aparente -y sólo aparente- abdicación al ejercicio del pontificado de Francisco, negándose a ser llamado Papa y prefiriendo ser conocido como “obispo de Roma”. Sin embargo, Montini había sido más dramático: 
3. El 13 de noviembre de 1964, en medio de una de las sesiones del Concilio Vaticano II, descendió de su trono con la tiara pontificia con la cual había sido coronado, y la depositó sobre el altar, entregándosela luego al cardenal Spellman de Nueva York a fin de que fuera subastada y el dinero recaudado distribuido entre los pobres de la India. Pueden ver el hecho aquí.
Un último ejemplo: Francisco se resiste a habitar en el Palacio Apostólico a fin de mostrar humildemente al mundo su humildad y pobreza. 
4. Pues bien, Pablo VI, pocos meses después de ser elegido Papa, ordenó despojar literalmente el Palacio Apostólico de los tapices, cuadros, muebles y demás objetos de valor que allí se estaban, por amor a la pobreza, dejando desnudos los muros y aposentos.
Lo de Bergoglio, entonces, no es novedoso. Lo novedoso, en todo caso, es su estilo vulgar y ordinario. Muchos fueron los plebeyos que ocuparon la sede petrina, pero todos ellos supieron amoldarse a las circunstancias y adoptar, como correspondía, los modos y las actitudes de un príncipe. 
Francisco, en cambio, es plebeyo y se regodea en su plebeyismo. Es análogo al caso de los intelectuales de La Cámpora que hace algunos años reivindicaban la villa miseria como estilo de vida y el ser villero como condición deseable. Tal como bien lo expresó Elisa Carrió, Bergoglio se complace de rodearse de personajes menores y bajos o, dicho de un modo más directo, le gusta estar rodeado de negros, y está en su salsa entre ellos (y aclaremos que los negros no son los pecadores y los pobres a los que se acercaba Nuestro Señor. Como bien decía un maestro, hay negros de muchos colores).

En definitiva, lo que se ha degradado es el estilo. Bergoglio no es más que el pus que supura a raíz de la infección que la Iglesia padece desde hace más de cincuenta años. Lo que cambia, es que el pus se ha vuelto más purulento. Pero la infección supura desde hace décadas. 

lunes, 7 de marzo de 2016

Somos lo que somos

Somos lo que pensamos y somos lo que hacemos. Sobre estos principios, entre los católicos de formación clásica, en general no hay dudas. Sin embargo, esta caracterización es incompleta. Somos muchas cosas más. En esta este artículo quisiera proponer una reflexión a partir de algunas consideraciones de John Senior. Lo que postulo es que nos convertimos no solamente en lo pensamos o en lo que hacemos, sino también en el trabajo que nos ocupa, en la ropa que usamos o que no usamos, en las casas en las que vivimos, el paisaje que contemplamos, lo que registramos más o menos conscientemente todos los días por la vista, los sonidos, los olores, gustos y tactos de nuestra vida de todos los días.
Veamos el ejemplo de las casas que habitamos y de los diseños de los arquitectos modernos. El movimiento arquitectural moderno surgió en Alemania a principios del siglo XX y se desparramó por el mundo en la década del ’20 y del ’30, por obra de los refugiados judíos durante el nazismo de la Bauhaus, una construcción experimental de Berlín, diseñada y construida por los marxistas, antes de la llegada de los nazis al poder, para una comunidad obrera revolucionaria; una especie de kibbutz comunista. El propósito era lograr que quienes lo habitaran vivieran de acuerdo a la doctrina marxista. 
Esta idea, que combinaba el funcionalismo a expensas de la belleza y propiciaba, por la ideología marxista, una suerte de comunitarismo, inició la actual moda de casas que son cubos con grandes ventanales y vacíos, desprovistos de todo, aún de paredes interiores. Vivir en un loft es muy top, y muy top también es tener una casa donde la cocina esté unida al comedor de diario, al comedor y al living. Todo en un solo y enorme ambiente que, mientras más grande, luminoso, blanco y despojado sea, más top se sentirá el dueño y más creativo el arquitecto. 
Más allá de que a mi, por mi limitada inteligencia, me cueste ver dónde radica la creatividad de diseñar cubos, hay algo un poco más profundo que vio y señaló Homero, cuando, al describir a los cíclopes, que eran salvajes caníbales, solamente dice “Ellos viven sin murallas”. Para los griegos, vivir sin murallas o paredes protectoras de la vida y de la intimidad cotidiana de la familia y del individuo, era signo suficiente de la barbarie más detestable. Las casas sin paredes divisorias de los espacios y de las diferentes actividades de la vida familiar, se asemejan a las moradas de los cíclopes.
Pero volvamos a la idea del comienzo. Las apariencias -la casas en las que vivimos, la ropa que usamos, el lenguaje con el que nos comunicamos, los modales con los que comemos- no son solamente signos de la realidad sino que, en cierto sentido, son como sacramentos, ya que causan lo que significan. Hay una estrecha conexión entre todo esto, dice Senior, y el desarrollo moral y espiritual de nuestras almas. Es ridículo pero no menos verdadero que aquellos que abandonaron la distinción entre dedos y tenedores encontrarán difícil mantener la distinción entre afectos y sexo, o entre el derecho sobre el propio cuerpo y la muerte de un niño. Si se come papas fritas con los dedos todos los días, se está en el camino correcto hacia la morada de los Cíclopes. 
Las acciones semiconscientes y cotidianas que se ubican bajo la categoría de los buenos modales -insisto, el buen modo de hablar, de reír, de comer, de dirigirse a los demás o de vestir, por ejemplo- son el terreno sobre el cual crece la moral, y la moral, a su vez, es el suelo fértil en el que se desarrolla la vida vida espiritual. Somos criaturas de hábitos. En el orden moral y espiritual, hay una asimilación progresiva entre el modo de vestirnos y nosotros mismo -el monje hace al hábito-, y lo mismo sucede con nuestros modos de comer y con nuestro trabajo. 
Este es el secreto de la Regla de San Benito que, en sentido estricto, reguló la vida de los monasterios y, en sentido amplio, a través de la influencia y ejemplo de los monasterios, civilizó Europa. El hábito de los monjes, las campanas, la vida ordenada, la “conversación”, la música, los jardines, la oración, el trabajo duro y los templos bellos y dignos, todas estas formas accidentales e incidentales, conformaron la vida moral y espiritual de los cristianos en el amor a María y a su Hijo.



viernes, 4 de marzo de 2016

¿Un milagro del Papa Francisco?

¿

Imperdibles declaraciones de  Elisa Carrió en el programa político más visto de Argentina. 
Pareciera que recobró parcialmente la cordura ¿será un milagro del Papa Francisco o será que lee al Wanderer?

Nota bene: Apoyo fervientemente la propuesta de la Dra. Carrió de derogar la ley por la cual el Estado paga sueldos de Secretario de Estado a los obispos. Que ese dinero sea distribuido entre los sacerdotes más pobres de la diócesis.

miércoles, 2 de marzo de 2016

Jorge y Mauricio

Que Plutarco esté muerto no es la única razón por la que nunca se podrán escribir las Vidas Paralelas de Bergoglio y Mauricio. Por el contrario, salvo en su origen común - hijos de inmigrantes ambos- es difícil concebir identidades tan disímiles. Diríamos que son rectas divergentes, que después de ese punto de inicio no volverán a cruzarse nunca más.
En el corto espacio de veintidós minutos esta evidencia quedó al desnudo. Como en ese cuento de Philip Dick donde se toma una droga para ver la realidad, distorsionada por otra droga, reapareció la faz de Bergoglio, la faz sólita, la cara sobreactuadamente adusta, oculta bajo la euforia de la parafernalia pontifical. Como cuando los adultos ponen "cara mala" ante los chicos, Bergoglio está enojado.
El enojo responde a la frustración. El papa más político de los últimos siglos es una catástrofe política, un aprendiz fallido de Maquiavelo.  Opción que apoya, opción que pierde, como ha quedado evidenciado y documentado por el Sr. Durán Barba en la última elección argentina. Y lo peor de todo es que sus filias y fobias no responden a un vector basado en la fe o en la moral pública católica, sino que se apoyan en dos curiosos pilares: su construcción ideológica personal (bizarra mezcla de progresismo, resentimiento y socialismo declamatorio mezclado con algunas dosis de veterofascismo peronista) y sus caprichos.  
Estas veleidades lo han precipitado en un doble estandard indignante donde derrama sonrisas con Obama y Fidel Castro y recibe como si fuera Stalin a Macri. Esto se llama, en buen lenguaje teológico, acepción de personas, y es indignante. Ya no es una rareza escuchar a la gente común quejarse de las manipulaciones pontificias y de sus contradicciones flagrantes. “Pecadores sí, corruptos no”, mientras no sean de izquierdas o no presidan la FIFA o no tengan programas masivos de televisión o no se roben un país. Ni siquiera se molesta en justificar estas arbitrariedades; apenas un adlatere suyo, rector de la Universidad Pontificia, ha salido con un artículo donde descalifica a los críticos del famoso rosario con un autoritarismo argumental digno de mejor causa. Mientras tanto, muchos presos políticos siguen esperando sus rosarios - pero no hay rosarios para la derecha, el único crimen irredimible-. Por izquierda se roba mejor y no se sufren condenas moralistas, nos lo enseñó Néstor, de quien Bergoglio aprendió mucho.
Entendamos: papas caprichosos y obstinados los ha habido y los habrá. La edad provecta, el vértigo del cargo ("la Sede de Pedro no puede ser juzgada"), el clericalismo, pueden llevar a que un papa anteponga sus propios deseos y voluntad a los intereses supremos de los fieles y de la Iglesia. Es entendible, pero es gravísimo, sobre todo en el grado en el que lo está haciendo este papa. Sobre todo porque estos enfrentamientos inútiles con el Estado los pagan los fieles y la Iglesia. Subrayo lo de inútiles: no está en juego más que la ideología bergogliana, que se extinguirá con su vida. No hay en discusión ni los principios cristianos del gobierno, ni la libertad de la Iglesia, ni la moral pública, únicos temas que pueden justificar un enfrentamiento con el César. 
Por cierto, en las últimas semanas este esquema de conflicto se ha trasladado a un candidato presidencial norteamericano, a quien estigmatizó como no cristiano por propiciar un muro. Donald, agradecido, porque la torpeza de la mención lo favoreció en el indómito electorado yanqui que no tolera injerencias clericales, no tardó en advertir que el debelador de muros vive en un Estado completamente amurallado. Como católicos, lamentamos profundamente este papel de idiota útil de la progresía mundial en que se ha empeñado Francisco, olvidando que el papado exige la más ácida renuncia a los caprichos  personales: una ascesis de la persona en aras de la Institución. No se te dio el papado para imponerte, ni para imponer tus opiniones contingentes, porque si lo haces caes en un abuso de poder tiránico. Sic transit gloria mundi, et gloriae tua.
Debería recordar que a un antecesor suyo su obstinación y su tirria contra el Emperador le costaron el saqueo de Roma. Gracias a Dios Macri no es Carlos V, ni Trump Enrique VIII -de esto no estoy tan seguro-, pero Bergoglio está jugando con fuego.

Ludovicus