El Papa Francisco respondió las dubia de los cuatro cardenales. A su modo, pero las respondió. Nadie podía esperar que la respuesta fuera formal, con un“sí” o un “no” a cada una de las preguntas. No tenía necesidad de hacerlo y no iba a entrampasarse a sí mismo. Es un jesuita demasiado hábil.
¿Tiene algún fundamento histórico o teológico la práctica de la “corrección formal al Romano Pontífice”? No lo sé. Nunca leí una argumentación seria que la respalde y, si en algún momento esa práctica existió en la Iglesia, ciertamente dejó de tener vigencia cuando terminó de completarse el monstruo macrocefálico en el que Pío IX transformó el papado romano.
La semana pasada, del 18 al 20 de mayo, se llevó a cabo en el hotel Colombus de Roma, -apenas a unos pocos metros de la plaza de San Pedro-, el Rome Life Forum. Allí hablaron, entre otros, los cardenales Burke y Caffarra. El 19 de mayo, el Santo Padre, curándose en salud, le contestó a los dos purpurados en su homilía diaria en Santa Marta, tal como pueden leer aquí en italiano. Y aquí tienen una traducción de las partes más relevantes:
“Y así encontramos a dos grupos de personas: el grupo de los apóstoles que quieren discutir el problema y el de los otros que quieren crear problemas; dividen, dividen a la Iglesia, dicen que lo que predican los apóstoles no es lo que dijo Jesús, que no es la verdad”, Por su parte, “los apóstoles discuten la cosa y finalmente se pusieron de acuerdo. Pero no fue un acuerdo político, fue la inspiración del Espíritu Santo que los llevó a decir: ninguna exigencia, solamente la obligación de no comer carnes sacrificada a los ídolos y de las uniones ilegítimas”. “Esta es la libertad del Espíritu, porque asó los paganos pudieron entrar en la Iglesia sin pasar por la circunsición, directamente”.
“Pero siempre hubo este tipo de gente que no tiene ninguna función y se dedica a asustar a la comunidad cristiana con discursos que turban el alma: “Eh, no, el que dijo eso hereje, eso otro no se puede decir, aquello tampoco, la doctrina de la Iglesia es esta”.
En realidad, son fanáticos de cosas que no son claras, como estos fanáticos que andaban sembrando cizaña para dividir la comunidad cristiana. Justamente este es el problema: cuando la doctrina de la Iglesia, esa que viene del Evangelio, que está inspirada por el Espíritu Santo -porque Jesús dijo: ‘Él os enseñará y os recordará lo que yo he enseñado”- se convierte en ideología. Este es el gran error de esta gente: no eran creyentes, eran ideólogos, tenían una ideología que cierra el corazón a la obra del Espíritu Santo”.
“No debemos asustarnos cuando escuchamos estas opiniones de los ideólogos de la doctrina. La Iglesia tiene su propio magisterio, el magisterio del Papa, de los obispos, de los concilios, y debemos caminar sobre ese camino que viene de la predicación de Jesús y de la enseñanza y la asistencia del Espíritu Santo: está siempre abierto, siempre libre”.
“Esta es la libertad del Espíritu pero en la doctrina. En cambio, los que fueron a Antioquía a dar berridos y a dividir la comunidad, son ideólogos. Porque la doctrina une, los concilios unen siempre a la comunidad cristiana. Es la ideología la que divide porque para ellos es más importante la ideología que la doctrina: dejan de lado al Espíritu Santo”.
“Hoy quisiera pedir la gracia de la obediencia madura al magisterio de la Iglesia, esa obediencia a aquello que la Iglesia nos ha enseñado siempre y continúa enseñando. Y de esa manera, desarrolla el Evangelio, lo explica cada vez mejor, en fidelidad a Pedro, a los obispos y, en definitiva, al Espíritu Santo que guía y corrige este proceso. Los invito a rezar también por los que transforman la doctrina en ideología, para que el Señor les de la gracia de la conversión a la unidad de la Iglesia, al Espíritu Santo y a la verdadera doctrina”.
Me he quedado estupefacto. Me parece que a nadie puede caberle duda alguna acerca de los destinatarios de la admonición pontificia. No hacía falta poner nombres: a buen entendedor, pocas palabras. Y justamente con pocas palabras, lanzadas casi en la improvisación de una homilía diaria, el papa Francisco ha vilipendiado e infamado a dos cardenales de la Iglesia y a todos los fieles que reclamamos un esclarecimiento de la doctrina sobre el matrimonio y la eucaristía. Sus palabras destilan desprecio y desdén por aquellos que "se aferran a la doctrina o al dogma", y no se atreven a “caminar por el camino siempre abierto y libre”, y esconden también una enorme ira contenida.
Lo que está haciendo el papa Francisco es utilizar las instituciones y verdades de la Iglesia para imponer la confusión y, en última instancia, el error. Estamos hablando del Sucesor de Pedro que le dice sin demasiados rodeos a quienes objetan su enseñanza sobre un punto específico, e importante, de la doctrina cristiana, que son ideólogos y no hombres de fe y le dice a los católicos que deben obedecer a Pedro, que es él mismo, y sus enseñanzas.
Esta homilía del Santo Padre no necesita demasiados comentarios. Es tan clara y prístina que por sí misma se impone y vuelve a traer la pregunta que más de una vez nos hemos hecho en este blog: ¿Estaremos en presencia de algo más Oscuro y Tenebroso que una simple anécdota en la historia de la Iglesia?
Conclusión: Como fiel católico considero que, si hay historia después de Bergoglio, la Iglesia deberá ajustar y limitar lo que se entiende por poder petrino. El pontificado romano necesariamente debe ser redefinido. No podemos cerrar los ojos ante lo que ha sucediendo: la Iglesia está desamparada y sin ningún recurso frente a un Pontífice que se dedica a socavar la fe. Lo que podía pasar, y me refiero a lo que veía casi la mitad de los Padres del Concilio Vaticano I, finalmente pasó.
Corolario: No puedo entender la posición ultramontana que sostiene que el magisterio de los papas posteriores al Concilio, Francisco incluido, no tiene intención de imponer sus novedades con autoridad, en razón de la «potestas docendi», es decir, no tienen voluntad de enseñar. Por tanto, los fieles no tienen obligación de obedecerlos. Entonces, el problema no estaría en lo que yo considero una hipertrofia del pontificado romano sino en que estos pontífices abandonaron la intención de enseñar. Si las palabras del Santo Padre en la homilía que estamos comentando [“La Iglesia tiene su propio magisterio, el magisterio del Papa, de los obispos, de los concilios,... la obediencia madura al magisterio de la Iglesia...”], no pretenden enseñar e imponer una “verdad” a los fieles, yo no sé qué pretenden.
Nota bene: Advierto que no estoy sufriendo un brote de esquizofrenia. En las entradas anteriores lo que he querido destacar es la necesidad de un juicio sereno sobre el pontificado bergogliano y la cautela de no caer en la ira a fin de que el juicio no se nuble. Y, a la vez, he planteado mi desacuerdo en las estrategias seguidas por algunos para enfrentar las dificultades actuales.