En algunas ocasiones -muy pocas, en realidad-, he experimentado la maldad de un hombre. No me refiero a las innumerables veces que nos encontramos con personas a la que calificamos de “malas” pero que no pasan de ser, a lo sumo, bochincheras. Estoy hablando de esos cuya maldad se ha enroscado en sus nervios, en sus músculos, en sus venas y en sus almas, y que no necesitan armar líos y proferir gritos flameando pañuelos verdes. Son los que, sentados detrás de esos pañuelos, apenas si sonríen contemplando como el Mal se esparce merced a sus discursos. Así como Dios tiene sus santos, el Demonio tiene los suyos.
Nunca olvido una de esas experiencias. Estaba yo en Oxford, hospedado como siempre hacía en esos años, en una gran casa de estilo neogótico en la que vivía una antigua profesora de anglosajón que había enseñado en Lady Margaret Hall, y cuya jubilación no le alcanzaba para mantener semejante caserón. Rentaba, entonces, tres habitaciones ubicadas en el segundo piso a académicos que estuvieran de visita en la universidad. Su ama de llaves, una solterona que había sido alumna de Queen’s College y nunca había terminado su tesis, hacía las tareas domésticas entre las que sobresalía el desayuno diario. Se servía en el comedor con una ventana enorme que se abría a Nordham Road, la elegante calle cercana a una de las casas donde vivió Tolkien con su familia. Sobre la mesa cubierta siempre con un mantel blanco, se acomodaban las tazas y los platos, junto a cubiertos de plata, copas y vasos, y a un enjambre de mermeladas, mantecas, cereales, huevos, panes, frutas y jugos. El gong sonaba a las ocho todas las mañanas, y la única regla inamovible de la casa era que, a esa hora, todos los huéspedes debían bajar a tomar su desayuno a fin de que Celestine, la mucama, pudiera limpiar los cuartos.
Casi siempre los huéspedes éramos los mismos: profesores de Suecia, Japón, Suiza, Argentina o cualquier otro país del mundo, que pasábamos Hilary Term en Oxford. Todos los días me encontraba con Bill, un americano que enseñaba filosofía tomista en Blackfriars; con Wolfe, un sueco bastante viejo que decía que asesoraba a un equipo de investigación en temas de derecho comparado, aunque yo creo que simplemente estaba allí porque le gustaba la ciudad, o con un japonés cuyo nombre no recuerdo y que había estudiado hacía algunas décadas en St. John College, y estaba ahora en su año sabático escribiendo un interminable libro sobre Séneca en la biblioteca Sackler.
Pero de vez en cuando aparecían también huéspedes ocasionales, que iban a Oxford por algún congreso o reunión, y encontraban hospedaje en casa de Mrs. Longrigg por un precio inferior al de un hotel. Y este fue el caso de mi encuentro. Ese día estaba yo solo en el desayuno, y apareció un huésped nuevo. Delgado, apenas entrando en la cuarentena, enseguida se presentó y comenzó a hablar con profusión y simpatía. Era americano, enseñaba economía política en Berkeley y estaba en Oxford por una entrevista que era parte del proceso de selección de un nuevo profesor para la universidad que ocuparía la prestigiosa cátedra de Teoría Política, la misma que había ocupado Isaiah Berlin. El huésped también era judío. El diálogo no duró más de media hora, mientras consumíamos pan con manteca salada, kiwis y café, pero fue suficiente para ver el mal. Era un personaje brillante, de una inteligencia poderosa y con una gran simpatía que fácilmente lograba que sus interlocutores quedaran enseguida fascinados y encantados con su discurso.
En solo treinta minutos fue capaz de mostrar una maldad como nunca antes yo había percibido. Cada una de sus frases era la oposición al Evangelio; cada una de sus palabras invertía el orden natural; cada uno de sus juicios borroneaban la verdad; todo su discurso escurría el odio más refinado y letal al cristianismo. Recé para no volverlo encontrar al día siguiente, y Dios me escuchó, porque fracasó en la entrevista y volvió rápido y silencioso a su madriguera de Berkeley.
Pero así como esa experiencia con un hombre malvado fue personal, en estos días he tenido otra que ha sido literaria, y me ocurrió leyendo la biografía de Antonio Gramsci escrita por Giuseppe Fiori. Nino Gramsci fue, a diferencia del judío de Berkeley, una persona que disgustaba a la vista: de baja estatura -apenas medía un metro cincuenta-, con una enorme cabeza adornada con cabellera leonina, le crecía una giba en el lado izquierdo y, del mismo lado le brotaba una protuberancia en el pecho. De naturaleza enfermiza y de vida sufrida, nació y vivió hasta su juventud en un pequeño y aislado pueblo de Cerdeña, y el sardo fue su lengua materna. Estudió filología en la Universidad de Turín, gracias a una beca que le exigía enormes sacrificios para cumplir con los requisitos y, aunque no terminó su carrera porque la actividad política lo absorbió por completo, fue un buen estudiante y un conocedor serio de la historia de las lenguas occidentales. Fue uno de los líderes, primero del partido socialista y luego del naciente Partido Comunista Italiano, siempre ubicado en la línea más dura que bajaba de la Internacional, liderada por Lenin y luego por Stalin. Vivió en Moscú un par de años y se casó allí con una mujer de la que tuvo dos hijos.
Fue elegido diputado por el Partido Comunista, y ocupó su puesto varios años, aunque solamente pronunció un discurso en el parlamento italiano. Su voz era muy baja y no fue fácil escucharlo, por lo que los diputados fascistas lo rodearon para no perder palabra. Al finalizar, el mismo Mussolini se acercó para saludarlo y le tendió la mano. Gramsci, sin siquiera mirarlo, continuó tomando su café. Poco tiempo después fue encarcelado y condenado a diez años de prisión por propaganda terrorista. Murió en la cárcel, luego de varios años de sufrimientos y un sinfín de enfermedades que no le impidieron escribir treinta y dos gruesos cuadernos en los que resumió sus ideas que tanto efecto tuvieron en el mundo occidental luego de la Segunda Guerra Mundial.
Gramsci fue una persona profundamente resentida; fue precisamente su resentimiento el motor más potente que lo impulsaba a pensar y escribir maldades aún en las condiciones más adversas. Resentido porque venía de una familia pobre y él, a pesar de poseer una inteligencia excepcional, había debido sufrir grandes sacrificios para poder estudiar, mientras que otros más afortunados pero mucho menos inteligentes, lo tenían todo servido. Y resentido por un fealdad física, que en algunos momentos de su vida llegaba a ser repulsiva. Quienes leían sus obras y compartían sus ideas, lo imaginaban alto e imponente, con aspecto y voz de titán, y no podían dar crédito a sus ojos cuando, al conocerlo, veían un homúnculo con voz débil y caminar renqueante.
Poseía ojos azules, con un destello frío y metálico, y una voluntad sobrehumana por formar discípulos. Los jóvenes lo buscaban y quedaban embelesados por su encanto, que no era fruto de sus cualidades físicas sino de la agudeza de su inteligencia. Su modo preferido de enseñanza era dar largas caminatas nocturnas, luego de la cena, por las calles de Turín o de Milán, mientras fumaba y hacía preguntas, comentando y rebatiendo respuestas, hasta llegar al punto que le interesaba. El que odiaba a Occidente y todo lo que éste había fundado, no podía evitar imitar a Sócrates y al peripatético Aristóteles.
Gramsci tuvo la inteligencia lo suficientemente fría y alejada de proclamas y consignas como para darse cuenta que ni en Italia ni en ningún otro país de Europa la revolución marxista vencería como había vencido en Rusia. En aquellos países, la clase campesina a la que debía unirse la clase obrera, estaba integrada en un bloque en el que los intelectuales medios ejercían el papel de difusores de la cosmovisión burguesa. La filosofía de las clases dominantes, a través de una serie de vulgarizaciones sucesivas, se había convertido en sentido común, es decir, en filosofía de las masas, las cuales aceptaban la moral, las costumbres y las reglas de conducta institucionalizadas en la sociedad en la que vivían. Por tanto, era necesario favorecer la formación de un nuevo grupo de intelectuales que rechazaran esa cosmovisión y “liberaran” de ese modo a los campesinos.
Gramsci murió en 1937. Sus cuadernos dieron vida al nuevo marxismo que ha triunfado en Occidente. En pocas décadas el sentido común de ambas clases -la dominante y la dominada- ha cambiado por obra y gracia de un gran grupo de intelectuales medios que se hicieron con la universidad y con los medios de difusión. Cambió el sentido común; se pulverizó la civilización occidental.
Uno de los jefes fascistas comentó cuando estaban por apresar a Gramsci: “Haremos que no pueda pensar durante veinte años”. No cumplieron. Lo dejaron pensar y, peor todavía, escribir.
Un ejemplo de extraordinaria maldad fue Trotsky.
ResponderEliminarVean la seria nueva "Trotsky" en Netflix.
Es rusa y lo pinta tal cual.
Lo que no sé es cómo publicaron algo así: no silencia el problema judío, la masonería, la banca y el comunismo, la carnicería y otras delicias que silenció la historia oficial.
Juan.
Juan - también la ví, y está bastante buena, aunque tiene varias inexactitudes (quizás a propósito, para agregar dramatismo, no olvidarse que es una serie de TV). Lo que me sorprende es que Netflix le comprara los derechos y la distribuye globalmente, porque si hay algo que caracteriza a los rusos hoy es su total indiferencia hacia lo "políticamente correcto" y a los judíos los llama como tales sin miedo. En la Rusia post-soviética no hay crímenes de pensamiento, en el Occidente post-cristiano y post-liberal sí.
ResponderEliminarAl terminar de verla, pensé exactamente que los dos comunistas de vieja guardia (inicios del siglo 20) que todavía siguen vivos son Trotski y Gramsci, exactamente porque son los fundadores del comunismo cultural. El marxismo original, materialista, murió completamente.
Perturbador sin duda. Me recuerda aquella semblanza que hace Castellani de el emperador Tiberio. El resentimiento parece ser la esencia de estos personajes y su pasion invertir y subvertir los valores cristianos.
ResponderEliminarEl problema con Gramsci -sobre todo en el mundo conservador o tradicional- es que pocos lo han leído, y creen cualquier folleto “contrarrevolucionario” que describen al italiano como un supuesto estratega de la revolución neomarxista. En realidad, los escritos programáticos de Gramsci no son muchos. Los primeros son harto ingenuos -cuando reivindicaba al consejo de fabrica- y durante los años 20 prepara algunas tesis para Congresos del PCI destinadas ante todo para delinear la lucha antifascista y, a la vez, purgar el “ultraizquierdismo” de Amadeo Bordiga.
ResponderEliminarSi uno lee textos más importantes de los “Cuadernos” notará que Gramsci no fue tanto un estratega sino un analista de la realidad y formulador de conceptos. No es que les haya dicho a los marxistas que hacer, sino que les ofrece un arsenal de categorías (hegemonía, intelectual orgánico, guerra de movimientos, de posición, etc) que no estaban en la ortodoxia socialdemócrata y bolchevique. De hecho, son categorías que trascienden a la izquierda y podrían ser empleadas perfectamente por grupos de derecha a la hora de revertir el escenario actual, como lo hizo Alain de Benoist.
Sobre Trotsky, fue un organizador y un táctico antes que un teórico, como si lo fue Bujarin. Leslek Kolakovski en su imprescindible trilogía del pensamiento marxista deja en claro que en los escritos de Trotsky no hay nada realmente diversos a lo escrito por Stalin: las diferencias fueron de prioridades y oportunidades.
Gracias, Wanderer.
ResponderEliminarDe joven, con poca bibliografía, conocí al ojizarco y deforme Gramsci. Siendo alumno medio en la facultad, expuse su pensamiento a mi profesora de hia. de las ideas políticas, tan desprevina que apenas lo conocía.
Tampoco yo lo conocí mucho, pero lo que me enseñaron siendo apenas un adolescente, me bastó para comprender que había una revolución cultural, que existían idiotas útiles y que podía oscurecerse y hasta cambiarse el sentido común.
En fin, qué importante acertar en la enseñanza, no? Por lo menos a mi espíritu soñador, lo libró de muchos males.
Mi agradecimiento,
Capitán Dalroy.-
Gramsci admiraba y odiaba a la Iglesia Católica. Su propuesta es la de imitar la penetración social de la Iglesia en la cultura vivida de la sociedad. Efectivamente, los que lo siguen obtienen éxito. En cambio, la Iglesia no toma en cuneta esa disputa en el terreno.
ResponderEliminarEn especial el papa Francisco se opone tomar conciencia de esa disputa y salirle al encuentro. Su propuesta de no atender a los espacios, solo iniciar procesos y confiar en el tiempo, es de un providencialismo ingenuo e irresponsable. Va desajustando los engranajes de las instituciones católicas y enfriando el tono misionero de los espíritus.
Es cierto que el catolicismo no es una ideología, es cierto que actúa el Espíritu Santo, pero es cierto que el impulso evangelizador nos incluye con nuestro análisis, planificación y esfuerzo.
Gramsci no murió en la cárcel, sino en un hospital de Roma. Existe la versión de una monja enfermera de que antes de morir pidió besar una imagen del Niño Dios, en un gesto de religiosidad que recuperaba la de su infancia sarda. Pero su hermano Carlo niega tal hecho. Fue incinerado y sus restos llevados a la sección de no-católicos del cementerio del Verano en Roma.
Juan el Gris
Juan.
EliminarLeí esa versión, será verdad?
Juan el Gris, tiene razón. Murió pocos días después de salir de la cárcel cuando, por presión internacional, Mussolini le concedió una especie de prisión domiciliaria.
ResponderEliminar"En solo treinta minutos fue capaz de mostrar una maldad como nunca antes yo había percibido. Cada una de sus frases era la oposición al Evangelio; cada una de sus palabras invertía el orden natural; cada uno de sus juicios borroneaban la verdad; todo su discurso escurría el odio más refinado y letal al cristianismo."
ResponderEliminarSentí exactamente lo mismo cuando lo escuché a este obstetra del Italiano. Horror.
https://radiocut.fm/audiocut/el-lobby-la-nina-violada-obligada-a-ser-madre-en-jujuy-entrevista-al-dr-mario-sebastiani/
Video sobre la Anunciación en la JMJ Panamá 2019
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=PqMAmHuufLI
Me da mucha pena ver esto, y solo podemos reparar con misas y sacrificios
Creo que más que sobrevalorar a Gramsci y/o Trotsky como genios, hay que ver su proyección práctica que sí es real.
ResponderEliminarExiste, me parece, una conjunción de una parte de lo gramsciano y de una parte de lo trotskista en la actualidad que es innegable.
El papel que Gramsci da al intelectual orgánico, a la ideología, a la hegemonía, de rechazo del dogmatismo clasista, a la cultura, etc.; se complementan perfectamente (en la praxis filomarxista actual) con conceptos de Trotsky como el entrismo, la moral revolucionaria, las redes de acción, la agitación y revolución continua, la radicalización de las minorías combativas, el frente único, etc.
Por supuesto que si uno pregunta a un gramsciano o trotkistas enragé, "auténtico", "de cátedra" o paladar negro, seguro que le va a decir que no, que esto no es Gramsci o Trotsky.
Pero es la intersección de ambos, lo interesante. Y, por supuesto, hay otros ingredientes innegables como Saul Alinsky, Port Huron, el maoísmo, Frankfurt, el freudismo de izquierda, el existencialismo ateo, el humanismo secular, etc. No se trata de hacer un análisis simplista unicausal o bicausal. La realidad es siempre más rica.
En verdad, Gramsci es un Lutero contemporaneo. Lutero no fue nunca un gran teologo ni gran sistemizador ni siquiera una persona con grandeza de mal sino un gran catalizador de todas las corrientes heréticas de los siglos XIV y XV. Es su grandeza. Lo que no pudieron hacer Wiclyff, Juan Hus, los fratricelli, Okham, los nominalistas, etc. lo hizo el. Gtamsci es igual, un catalizador de todas las corrientes que han minado a Occidente desde el siglo XVII hasta tal punto de anular el marxismo en lo que tenía de insoluble para la Revolución. Hay un librito italiano que lo va hilando a lo largo de la historia: Los monstruos de la Razón de Rino Cammilleri. Como la Iglesia, el Diablo también ha creado una Tradición tanto liturgica (ritos satánicos, masónicos, esotericos...) como intelectual que muchas veces nos olvidamos de ellas.
ResponderEliminarGramsci pertenece a la del socialismo revolucionario que va más allá de Marx y que le enlaza con Proudhon. Cada día estoy más convencido de que Donoso Cortés tiró directamente contra este no por casualidad dejando de lado a los demas..
Buen artículo. Pero mejor me ha parecido la presentación del problema de los malvados a través de la descripción del ocasional "desayuno" con uno de ellos. A mí -y eso que he vivido mucho- nunca me ha pasado, al menos, de una manera tan consciente y que me permitiera escribir sobre eso; tampoco la he imaginado, que es la manera en que vivimos ciertas cosas los escritores. En todo caso, la experiencia, que ciertamente no deseo, da para una entrada autónoma sobre la cuestión con o sin Gramsci. Castellani, cierto es, escribe sobre dos malvados notorios: Tiberio y Luis XI de Francia. Éste se arrepiente, acaso por que no es un resentido; pero Tiberio no sabemos.
ResponderEliminarPues hay más clases de malvados que solamente los resentidos, aunque tal vez éstos sean los que alcancen las mayores profundidades. No alcanzo a ver si su encuentro matinal fue con uno, o no, pero lo animaría a escribir sobre eso alguna otra vez.
Dígame Hermes
Todo muy interesante y cierto. Pero la verdad es que Gramsci me hace acordar inevitablemente a Rivadavia; si, Bernardino, o... "el sapo del diluvio". En todo caso, Gramsci fue otro sapo y lo fue y es de un diluvio de mucho mayor envergadura y consecuencias. No me hace acordar por estatura intelectual, creo que el sapo de estas tierras no tenía de eso, pero si por su porte. Eran fuleros fuleros... fulerazos! Pero eso no es excusa para el resentimiento que cargaban. Que lo diga Kirkegard...
ResponderEliminarHace más de 40 años algunos militares que participaron en la guerra contra la subversión ya advertían del peligro gramsciano si la izquierda finalmente hacía pie en los medios y terminaba por dominar la educación y la cultura.
ResponderEliminarParece que finalmente la advertencia no era moco de pavo, es más, aquellos militares se quedaron cortos porque hoy Gramsci ha triunfado en toda la línea.
No sólo los medios, la educación y la cultura están en manos de los enemigos de Cristo que portan la bandera de la ideología de género contranatura, también lo está la dirigencia política en manos de gente inescrupulosa que sólo piensa en su provecho personal de espaldas al pueblo que los votó.
Entre gallos y medianoche, estos trepadores aprueban leyes inicuas anticristianas que nunca se atreven a proponer en campaña porque saben que son piantavotos.
La mejor prueba de ello es el aborto. Macri ordenó no tratarlo en campaña electoral por temor a perder votos. Claro, si gana las elecciones después tendrá cuatro años para tratar de aprobarlo en el Congreso.
Y por si la alianza anticristiana de la izquierda y los liberales fuera poco, la sorpresiva elección de Francisco que nos cayó como peludo de regalo fue el broche de oro.
Los militares que vencieron al terrorismo pero perdieron la guerra cultural pueden dar fe de ello. No en vano más de 470 ya murieron en la cárcel sin haber recibido ni un rosario ni una palabra de consuelo del Papa argentino.
Si ese no es el aplastante triunfo de Gramsci, que venga Dios y lo diga.
Excelente y certero análisis del Lefe estepario. Hay una leyenda Gramsci muy difusa en Argentina.
ResponderEliminarAgrego algo más. Recién a mediados de los años 80 tenemos una edición critica de los escritos de Gramsci. Antes que eso solo esta lo que nos quiso mostrar el PCI y su omnipresente Secretario General Palmiro Togliatti.
Así es Gelfand, la figura de Togliatti es nefasta. Es interesante ver la tirante relación que siempre tuvo con Gramsci.
ResponderEliminarHermes, no me pareció un resentido. En todo caso, un resentimiento contra el cristianismo, que le ganó la partida a la judería.
ResponderEliminarEn cambio, en esa misma casa, en otra ocasión tuve oportunidad de compartir desayuno durante tres meses seguidos con un inglés, politicólogo también, que enseñaba en Japón y estaba en su sabático en Oxford. Había estudiado en una universidad de tercera categoría del sur de UK y provenía de una familia de clase trabajadora. Su resentimiento para todo lo que fuera Oxbridge era aplastante.
No podía dejar de reconocer la superioridad de esas universidades -por algo había elegido Oxford para su sabático-, pero le molestaba todo. Recuerdo un día en que estaba furioso porque la noche anterior, viniendo en tren desde Londres, se había encontrado con dos o tres estudiantes de Oxford que volvían desde sus casas en Chelsea con camperas Barbour. Y lo ponía rabioso ver, como se ve habitualmente, jóvenes oxonienses por las noches vestidos co black tie, camino a alguna comida de gala, de esas que son habituales en los colleges.
Pobre tipo.
Don W. Esa clase de gente abunda, el tema es cuando llegan a un puesto alto. Tienen ese cuchillo que les revuelve la herida. Yo tuve dos jefes de una multinacional asi. Recuerdo un subjefe Mendocino que se me arrimo en los preparativos una cena con clientes y me dijo al oido ¿estan bien dispuestos los comensales?, yo se que sos bien educado de familia.
EliminarEl gerente miraba y permanecia mudo cuando reorganizamos la mesa.
Obviamente tiempo despues el gerente rencoroso nos despidio a todos y armo un grupo de gente sin titulos universitarios!!!. Lo que cuenta es la actitud y no los conocimientos argumentaba.
Abrazo
P. De SJ
A proposito de Gramsci...
ResponderEliminarhttp://www.repubblica.it/2008/11/sezioni/spettacoli_e_cultura/antonio-gramsci-conversione/antonio-gramsci-conversione/antonio-gramsci-conversione.html
Son paradógicos los ingleses. En Oxford tienen la mejor educación del intelecto, la vestimenta y los modales, pero aquello lo usan para que una ínfima minoría se dedique luego al estudio serio teniendo con qué, mientras la mayoría del alumnado se hace periodista, banquero, abogado de grandes firmas, economista y otras ocupaciones destructivas del orden social.
ResponderEliminarA diferencia de otras universidades aprenden a pensar, lo que resulta peor. Cuánto desagrado causarían, pero cuánto menos daño, si saliesen tan pertrechados como un muchacho que egresa de las universidades kirchneristas.
Pero guardan una exterioridad que al menos a mí me gusta: la arquitectura, el verdín en las paredes, las ventanas...
¿Quién es el autor del texto? No veo su nombre. Por favor, díganme quien lo escribió. Dios los bendiga.
ResponderEliminarYo conocí la maldad en las voces de un par de sacerdotes. Gritos venenosos contra la obediencia al Altísimo, "porque no somos sus esclavos", gritos venenosos contra los dogmas de la Iglesia "porque nos debemos guiar por la novedad", gritos venenosos contra el "siempre se ha hecho así" porque "estamos llamados a renovar la Iglesia", y hasta llegó a decir que "los pastores duermen con las ovejas", entre otros disparates.
ResponderEliminarOtro sacerdote que hacía que sus alumnos embarraran cuadros de Jesucristo, se reía de los débiles y los que sufrían, hacía expulsar a los mendigos, y maltrataba a los que le caían mal; tenía a las rezadoras de rosarios hipnotizadas con sus encantos, y a toda la comunidad comiendo de su mano y protegiendo sus andanzas.
Si tuviera que decir cómo creo que es un anticristo, nombraría a este sacerdote diocesano.
ResponderEliminar¿Sandra Salcedo por estos lares? que sorpresa.
Caro Wanderer:Dios me libre y guarde de ser yo quien le encuentre algo bueno a este maldito de Gramsci. Pero sugiero leer "El árbol del erizo", libro que contiene sesenta cartas del jorobado escritas a su esposa Giulia, a sus hijos Delio y Giuliano, a sus hermanas Tania y Teresina, y a su madre. Algunas de esas cartas toman la forma de cuentos y de fábulas infantiles. Aquí se ve el horror del alma de este sujeto. Su prédica es la contraria a la que busca y propone el cristiano para defender la niñez y la infancia espiritual. Pero -nobleza obliga- hay páginas logradas, no sólo en la forma sino en el mensaje. Como la carta 57 titulada "Quinta Navidad", remitida a su madre.O los consejos pedagógicos -¡llenos de sentido común!- que les da sus hijos para que les vaya bien en la escuela. Tales consejos, si los conocieran, espantarían por reaccionarios a los educadores gramscianos. En fin,parece que el mal absoluto no existe. Un abrazo. Antonio Caponnetto
ResponderEliminarEstimado Prof. Caponnetto, le agradezco a usted y a los demás comentadores que han presentado una cara más amable de Gramsci. Mis conocimiento sobre el giboso son muy limitados y limitados a un solo libro: la biografía de Fiori que leí. Y el biógrafo fue periodista y miembro rebelde del Partido Comunista Italiano, antecedentes que lo convierten en sospechoso de manipular al biografiado para sus propios intereses.
ResponderEliminar¿23:29 por alguna de esas casualidades ese sa cerdote era bergoglio?
ResponderEliminarMe pareció leer en la wiki que era bautizado.
ResponderEliminarMe pregunto en el desierto: Por qué en general Gramsci y no, más bien, Bernstein? Después de todo la socialdemocracia logró resultados concretos y tuvo una crítica lúcida de doctrinas centrales del marxismo. El izquierdismo presente parece incomprensible sin la socialdemocracia, sea lo que fuere de Gramsci.
ResponderEliminarAnónimo de las 19:41, no era Bergoglio. Esos sacerdotes "anticristos" son sacerdotes activos de la diócesis de San Isidro.
ResponderEliminarComo feligrés sanisidrense me mata la ansiedad por saber quienes son esos sacerdotes "anticristos". Tanto como para cuidarme
ResponderEliminar