Ni aún siendo tan mediocres como son, tan chabacanos y paletos puede comprenderse semejante torpeza. Bergoglio con Tucho Fernández a su lado, los dos en el Vaticano, se han potenciado en cuestión de días y si no hay alguien que los frene, conducirán a la Iglesia a una catástrofe peor de la que es ya inevitable.
Me refiero al caso de las nuevas dubia y su respuesta. La noticia ha salido en todos los medios, no solo las idas y venidas de preguntas y respuestas, sino el pavoroso contenido de esas respuestas. Hago un brevísimo repaso de los acontecimientos:
1. El 10 de julio, cinco cardenales (Burke, Zen, Brandmüller, Sandoval y Sarah) enviaron al Papa algunas dubia relacionadas con los contenidos de la fe. La respuesta les llegó, curiosamente, al día siguiente. Y, más curiosamente todavía, estaba redactada en español y dirigida sólo a dos de los cinco cardenales.
2. Las respuestas a cada una de las dubia planteadas recurrían a la conocida táctica jesuítica para generar confusión: en la primera parte se afirma la doctrina tradicional pero, a renglón seguido, se plantean las excepciones a esas doctrinas. Más allá de que ni siquiera las excepciones pueden ser admitidas como tales porque hay principios que no las tienen (la fidelidad matrimonial, por ejemplo, no admite excepciones), ya sabemos lo que pasa en estos casos: lo que queda en la práctica son las excepciones y no la regla.
3. El 21 de agosto los cardenales se dirigieron nuevamente al Papa y le señalaron que «sus respuestas no han resuelto las dudas que habíamos planteado; por al contrario las han profundizado». Y elevaron, entonces, nuevas dubia. En esta ocasión, no recibieron respuesta del Pontífice.
4. El 2 de octubre por la mañana, frente a la gravedad de la situación incrementada por el próximo inicio del sínodo, los cinco cardenales hicieron públicas las dubia planteadas al Papa. No publicaron la respuesta que habían recibido por una cuestión elemental: no era un texto para ser publicado y, en todo caso, el único que podía hacerlo es quien lo escribió.
5. Afortunadamente, para afrontar semejante crisis, el Papa Francisco contaba con el cardenal Tucho Fernández que rápidamente puso manos a la obra. Pocas horas después, publicó en el sitio del dicasterio para la Doctrina de la Fe la respuesta que el Papa había enviado a los cardenales. E hizo trampa, y pensó que nadie iba a apercibirse de ello. Bastó media hora para que el sitio Missa in Latino señalara la falsedad: la carta estaba severamente mutilada y se daba a entender que era la respuesta a los dos conjuntos de dubia.
A menos de tres semanas de asumido en su cargo, Tucho ya se mandó una primera trapisonda que tendrá creo yo, gravísimas consecuencias. Lo habíamos previsto. El irresponsable de Bergoglio le dio a su niño mimado para que jugara nada menos que Doctrina de la Fe. Y el nene está como loco jugando: ayer sacó un nuevo documento respondiendo al cardenal Duka sobre la comunión a los recasados. A este tipo de personajes menores hay que dejarlos actuar, y solitos se dirigen a la guillotina.
El problema no es solamente la torpeza con la que actuó pretendiendo engañar al mundo entero con una carta pontificia que no es tal, pues es solamente un retazo de ello. Lo gravísimo del caso son las respuestas mismas. Y comencemos por el amanuense. Los analistas más serios dan por hecho que la respuesta a las dubia fue escrita por Tucho. Y resulta fácil reproducir el diálogo telefónico que se habría producido en esa ocasión:
El 10 de julio suena temprano por la mañana el teléfono en el arzobispado de La Plata. Responde el ordinario del lugar:
— Hola. ¿Quién habla?
— Soy yo boludo. Escuchame, te mando una carta que me llegó de cinco viejos carcas que están dele joder con la doctrina católica y otras pelotudeces de ese tipo. Yo de eso no entiendo nada. Escribime una respuesta y se las mando.
—Sí, padre Jorge. Cómo no, padre Jorge. Ahora mismo me pongo, padre Jorge.
Y raudamente Tucho se entregó a la redacción de la respuesta a las dubia carcas y, brillante como es, por la tarde ya la tenía terminada. Con mucha satisfacción se la mando al padre Jorge, como el alumnito que ha cumplido con creces la tarea encomendada por su maestro. Al día siguiente, el padre Jorge envío la respuesta a los cinco purpurados tal como la había recibido: en español y con tres destinatarios faltantes.
Se trata, claro, de una ficción pero mucho me temo que las cosas se desarrollaron de ese modo, o de algún otro más soez. Sin embargo, la evidencia más aplastante de que Tucho es el autor del documento es la densidad teológica del escrito, la cual es estrictamente proporcional a su coeficiente intelectual: básico, apenas superando las fronteras de lo elemental.
El increíble contenido de la nota, firmada por el prefecto del dicasterio de Doctrina de la Fe y aprobada por el Papa ex audientia, es decir, un documento de altísima jerarquía, ha recorrido todos los portales católicos y reproduzco entonces los párrafos más graves:
1. Aunque la Iglesia no puede conferir el matrimonio a parejas del mismo sexo, eso
d. “no obstante, en el trato con las personas no hay que perder la caridad pastoral, que debe atravesar todas nuestras decisiones y actitudes. La defensa de la verdad objetiva no es la única expresión de esa caridad, que también está hecha de amabilidad, de paciencia, de compresión, de ternura, de aliento. Por consiguiente, no podemos constituirnos en jueces que sólo niegan, rechazan, excluyen.
e) Por ello la prudencia pastoral debe discernir adecuadamente si hay formas de bendición, solicitadas por una o por varias personas, que no transmitan una concepción equivocada del matrimonio. Porque cuando se pide una bendición se está expresando un pedido de auxilio a Dios, un ruego para poder vivir mejor, una confianza en un Padre que puede ayudarnos a vivir mejor.
f) Por otra parte, si bien hay situaciones que desde el punto de vista objetivo no son moralmente aceptables, la misma caridad pastoral nos exige no tratar sin más de «pecadores» a otras personas cuya culpabilidad o responsabilidad pueden estar atenuadas por diversos factores que influyen en la imputabilidad subjetiva.
En pocas palabras, las relaciones homosexuales no siempre son intrínsecamente malas pues la responsabilidad moral puede estar atenuada. Además, la caridad y la prudencia pastoral indican que los que se aman pueden recibir una bendición que sea para ellos o ellas una ayuda para vivir mejor su amor.
En diez años pasamos del “¿Quién soy yo para juzgar?” a la legitimación por parte de las más altas autoridades de la Iglesia en la práctica de la homosexualidad.
2. ¿Debe considerarse aún válida la carta apostólica de Juan Pablo II por la cual de “modo definitivo” se cierra la posibilidad del sacerdocio a las mujeres?
Para ser rigurosos, reconozcamos que aún no se ha desarrollado exhaustivamente una doctrina clara y autoritativa acerca de la naturaleza exacta de una «declaración definitiva». No es una definición dogmática, y sin embargo debe ser acatada por todos. Nadie puede contradecirla públicamente y sin embargo puede ser objeto de estudio, como es el caso de la validez de las ordenaciones en la Comunión anglicana.
Es decir, dentro de un par de años o de meses, el cardenal Tucho Fernández habrá desarrollado exhaustiva y autoritativamente una doctrina sobre lo que se entiende por “declaración definitiva” y, en un par de años, o de meses, tendremos un discernimiento pontificio según el cual, en determinadas circunstancias, algunas monjas y religiosas pueden ser ordenadas sacerdotisas.
Creo que hasta los más moderados estarán de acuerdo en que se trata de un disparate mayúsculo, con consecuencias gravísimas. No nos detendremos a analizar la cuestión doctrinal pues cualquier católico con formación básica puede darse cuenta del desatino pontificio. Tampoco los efectos inmediatos. Aunque hoy los medios de todo el mundo ya hablan de que la Iglesia está cambiando su doctrina con respecto a la homosexualidad, lo cierto es que a los hombres del mundo ya le importa bien poco lo que diga o haga el Papa Francisco.
La consecuencia más grave es cómo salimos de este marjal al que nos ha conducido Bergoglio y sus amigos. ¿Hay modo de salir? ¿Quién nos puede sacar? Sabemos la calaña de la mayoría de los cardenales y obispos nombrados en los últimos diez años; no esperaría mucho de ellos. Y cómo esperar, si hasta ahora sólo se animan a levantar la voz seis cardenales (en las últimas horas se añadió el cardenal Müller) desahuciados porque han sido corridos de sus funciones por el Papa o por la edad. Los obispos, salvo rarísimas excepciones como Mons. Strickland, Schneider, Viganò y Eleganti permanecen callados en sus guaridas esperando que el tiempo aclare, no sea que los terminen echando.
Es verdad también por otro lado, que la chapucería y torpeza de Bergoglio, potenciada ahora por el cardenal Tucho, podría ocasionar que si el próximo pontífice tuviera un mínimo de sentido católico, determinara la nulidad de muchos de los actos cometidos por su antecesor. Ejemplos hay en la historia de la Iglesia donde esto ha sucedido. No pretendemos tener un juicio cadavérico como el que le tocó al papa Formoso pero, al menos, que las cosas vuelvan a ser puestas en su sitio.
Y si esto no sucediera, mucho me temo que los católicos, para seguir siéndolo, deberemos apartarnos de las estructuras institucionales de la Iglesia que están en situación cierta de apostasía.
Y como se esto fuera poco, hoy apareció la prometida exhortación apostólica Laudate Deum sobre el cambio climático. Un disparate completo que viene a coronar este pontificado. No es cuestión de leerla; es cuestión solamente de ver las citas y referencias a pie de página del documento. Todo parece indicar que Bergoglio ha abandonado la Iglesia de Cristo.