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lunes, 30 de octubre de 2023

La muerte de un pontificado

 


[Durante los pontificados de Juan Pablo II y de Benedicto XVI, Aldo Maria Valli fue ciertamente uno de los vaticanistas más importantes, comentando nada menos que en la RAI y otros medios e difusión masiva. Es decir, es una de las palabras más autorizadas para diagnosticar este pontificado: ese fue y es su metier. Por eso mismo, este breve artículo que publicamos en español es contundente, y desolador].


por Aldo Maria Valli


La foto habla por sí misma. Miércoles [25 de octubre de 2023] de audiencia general. Plaza vacía. Sólo unas decenas de personas. Está lloviendo. Pero antaño, cuando llovía, la plaza se convertía en una extensión de paraguas.

El panorama es desolador, y los medios de comunicación vaticanos, empezando por el centro de televisión, ya no saben cómo ocultar el hecho: nadie va a escuchar a Francisco. Intentan compensarlo con imágenes ajustadas, en realidad muy ajustadas, un poco como hizo la televisión polaca con Juan Pablo II cuando visitó su patria. Pero si en el caso de la televisión polaca el problema era ocultar las multitudes que acudían a ver a Wojtyła, en el Vaticano el problema es el contrario: ocultar los bochornosos vacíos.

Este pontificado se muere de inanición. Comenzó con tantas esperanzas que se está agotando en el desinterés general. Cosas que pasan cuando la Iglesia persigue al mundo. Porque el mundo siempre va un paso por delante, y la Iglesia simplemente se vuelve patética cuando pretende perseguirlo.

Mientras tanto, en la basílica vaticana llueve. Goteras por todas partes, incluso en los archivos. Por supuesto, gestionar un patrimonio tan grande no es fácil, pero durante mucho tiempo el mantenimiento ha estado —literalmente— bajo el agua. Los testigos afirman que incluso la limpieza deja que desear. A falta de celebraciones papales, San Pedro parece cada vez más un museo en progresivo estado de abandono. Y las cosas no van mejor en Castel Gandolfo, donde el palacio de los papas, que ya no se utiliza como residencia, se ha convertido a todos los efectos en un museo y empieza a sufrir todos los problemas típicos de estos lugares (incluido un reciente incendio).

Mientras tanto, los participantes en el sínodo, reunidos en torno a sus mesas, discuten, debaten. Una especie de gran baile de palabras en la cubierta del Titanic que se hunde. No hay nada malo en discutir, por supuesto. El problema es que los participantes parecen moverse en otro planeta distinto de la realidad actual. La Iglesia agoniza, los fieles huyen, las vocaciones desaparecen, pero los sinodales viven en un mundo propio. Como todos los apparatčik, funcionarios de partido, pertenecen a una casta cerrada, cuyo único fin es la perpetuación de sí misma.

Mientras tanto sale otro libro con otra entrevista con el papa. Mientras tanto nos dicen que el sínodo rezó por los migrantes y los refugiados. Mientras tanto se encargan de hacernos saber que “algunos pobres de Santa Marta almorzaron con el papa”. Las iglesias siempre necesitan rituales y estos son los cansados rituales de la moribunda ‘iglesia de Francisco’.


Fuente: Duc in altum

sábado, 28 de octubre de 2023

Peregrinación Ad Petri Sedem 2023


Liturgia Romana antiqua floruit, floret, semperque florebit, ¡la liturgia tradicional de Roma ha florecido, florece y florecerá siempre!

La semana pasada tuvo lugar en Roma la peregrinación Summorum Pontificum, en su duodécimo año consecutivo. El mensaje que transmitió a la propia Roma es el de la presencia ineludible de la misa tradicional romana.

El viernes, después de un encuentro de representantes de todo el mundo, organizado por octava vez por Pax liturgica, a la sombra protectora de la cúpula de San Pedro y no lejos de la Tumba del Apóstol, en el anfiteatro de la Universidad del Augustinianum, la peregrinación dio comienzo por la tarde con las vísperas pontificales en la basílica de Santa María de los Mártires (el Panteón), presididas por Mons. Athanasius Schneider.

El sábado, después de que los peregrinos asistieran piadosamente a las misas rezadas celebradas en las iglesias de la Trinità dei Pellegrini y de San Celso, tuvo lugar una adoración del Santísimo Sacramento en esta misma iglesia de San Celso, al final de la cual, empezó la larga procesión de sacerdotes y fieles, presidida por el Padre Antonius Maria Mamsery, superior de los Misioneros de la Santa Cruz de Tanzania. La procesión cruzó el Ponte Sant'Angelo para luego subir por la via della Conciliazione, y hacia el mediodía, entraba en la basílica de San Pedro donde entonó el Credo. Los pelegrinos se detuvieran en el altar de la Confesión, bajo el baldaquino de bronce, para venerar la tumba del Apóstol, y luego se dirigieron hacia el altar de la Cátedra, ante el cual la se cantó la hora Sexta del Oficio. Desafortunadamente, este año no se dio autorización para la celebración de la misa.

El domingo, fiesta de Cristo Rey, la peregrinación concluyó con una misa pontifical celebrada por Mons. Guido Pozzo, en la iglesia de la Trinità dei Pellegrini. Previamente, Mons. Athanasius Schneider había también celebrado una misa prelaticia en San Celso e Giuliano.

Esta piadosa presencia en Roma, ante la tumba del apóstol Pedro, fue de suma importancia. Y lo repito como si fuera un lema: Liturgia Romana antiqua floruit, floret, semperque florebit, ¡la liturgia tradicional romana ha florecido, florece y florecerá siempre!

jueves, 26 de octubre de 2023

Don Pedro de Luna, antipapa Benedicto XIII y el cardenal Tucho Fernández


 

Carlos Esteban, en su columna de Infovaticana, nos informaba hace un par de días que el cardenal Víctor Fernández, desde el momento mismo en que fue nombrado, comenzó gestiones a fin de rehabilitar la figura del antipapa Benedicto XIII.  Tengo mis más que serias diferencias con el cardenal Fernández; quienes leen habitualmente esta página las conocen y no es necesario insistir en ellas.

    Sin embargo, dimos cuenta en este blog en otra ocasión de una buena acción del entonces arzobispo Fernández en los primeros meses del confinamiento al que fuimos sometidos en 2020. Y, en mi opinión, reivindicar la figura del Papa Luna, o don Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor es una muy buena acción. Fue un gran hombre, fiel a sus principios, al que terminaron engañando. Tozudo, por cierto, se mantuvo en sus treces (de él viene la expresión, justamente por ser él el número trece de los Benedictos) cuando quizás debería haber cedido pero, insisto, fue un hombre de fe profunda y rectitud de intensión. Hace dos años escribí aquí mismo un artículo sobre el Papa Benedicto XIII donde explicaba con cierto detalle cómo fue su historia. 

    Espero que el cardenal Fernández no arruine esta buena obra que ha emprendido. Bueno estaría que la reivindicación que pretendieran fuera proclamar que era él, don Pedro de Luna, fue el verdadero Papa, pues como si no tenemos problemas, nos meteríamos en otro mucho peor puesto entonces todos los papas posteriores serían ilegítimos, e ilegítimas también las medidas que tomaron. 

    Y, por otro lado, deberíamos entronizar a su sucesor que según creen algunos, siempre ha existido oculto. De eso trata la bellísima y atrapante novela de Jean Raspail El anillo del pescador, que publicó en español Seix Barral en 1995 y actualmente resulta imposible de conseguir; libro, por cierto, no apto para conspiranoicos.

    En resumen, la nobleza obliga a reconocer este buen gesto del cardenal Fernández. 

lunes, 23 de octubre de 2023

Recomendaciones varias


 Servais-Théodore Pinckaers, O.P., La vida espiritual. Ensayo de teología espiritual según San Pablo y Santo Tomás de Aquino.

Un gran libro. De lo mejor que he leído sobre espiritualidad. Y no es para menos viniendo de un eximio conocedor de la materia y también de la teología moral: el padre Pinckaers, autoridad indiscutible en el ámbito de la ética de las virtudes.

Hay un hecho curioso que hace poco señalaba un sabio amigo: cuando se lee la Suma de Santo Tomás de Aquino, habitualmente se pasan sin prestarle demasiada atención las cuestiones 106 a 108 de la Prima Secundae, que son las que tratan sobre la Ley Nueva. Para Pinckaers, en cambio, estas cuestiones son centrales para comprender la espiritualidad cristiana, pues en ellas el Aquinate explica como toda nuestra vida espiritual está sostenida sobre la Ley Nueva que trajo Nuestro Señor y que consiste en la gracia del Espíritu Santo. A diferencia de la Ley Antigua, no es una ley escrita sino que es vida en el corazón de los fieles. En otras palabras, se trata de pasar de una moral de la obligación a una moral de las virtudes.

La espiritualidad católica, luego del Concilio de Trento y por influencia del nominalismo, dejó poco a poco de lado la dimensión interior que debe reglarla y que consiste en la práctica de las virtudes, para concentrarse en una dimensión externa: la obligación de la obediencia a ciertos mandatos. Ya no es el amor el que rige sino el deber. 

Lo que explica Pinckaers, basado en San Pablo y en Santo Tomás, es la moral tradicional que puede parecer una moral novedosa y que cambia la perspectiva no solamente de nuestra conducta sino de todo el entramado de la vida espiritual. Y, además, Santo Tomás deja de ser visto solamente como un gran teólogo para convertirse en un maestro espiritual.

El libro está disponible en Amazon en versión Kindle y papel. 



Rodrigo Menéndez Piñar, El obsequio religioso. El asentimiento al Magisterio no definitivo.

Don Rodrigo Menéndez es un sacerdote de la arquidiócesis primada de España y ha publicado un interesante estudio sobre el últimamente remozado tema del “magisterio”. Hace pocos días hemos visto como el prefecto del dicasterio de Doctrina de la Fe ha querido meter a empellones su propia interpretación de Amoris letiatiae en la categoría de “magisterio ordinario”, obligando a todos lo católicos a aceptarla. Afortunadamente, el cardenal Müller le puso los puntos sobre las íes a nuestro compatriota de Alcira.

Pero el tema es complejo. ¿Qué es el “magisterio ordinario”? La cuestión podría no haber despertado confusiones si los papas se dedicaran, como antes, a hacer cosas muchos más productivas que escribir encíclicas o exhortaciones apostólicas. León XIII, por ejemplo, escribía poesías latinas y aspiraba rapé. Esos sí que eran papas… Pero la gran multiplicación de expresiones magisteriales por parte de los papas en los últimos tiempos, así como la inseguridad cada vez mayor de muchos fieles ante la confusión doctrinal en la que vivimos, provoca la necesidad de indagar sobre la cuestión. En efecto, algunas recientes intervenciones pontificias  (especialmente desde el Concilio Vaticano II) afirman cosas contrarias a lo que el mismo Magisterio venía presentando anteriormente como garante de la Tradición. Algunos ven en estos cambios la liberación de la Iglesia de las deudas oscurantistas del pasado. Si amamos a la Iglesia y poseemos el deseo de conocer la verdad, debemos saber cuáles de sus enseñanzas —sobre todos las producidas a toneladas en los últimos cincuenta años— pertenecen efectivamente al Magisterio, y cuáles no son parte de él.

El libro del P. Menéndez Piñar, prologado por Mons. Athanasius Schneider, es un instrumentos privilegiado, por la seriedad con la que fue escrito, para resolver esas dudas.

El libro fue editado en España por el Instituto San Ildefonso de Toledo y en Argentina por ediciones Del Alcázar. Aquí puede conseguir mayor información sobre el libro.


José María Pemán, Doce cualidades de la mujer.

Creo que no es necesario presentar a Pemán, una de las mejores plumas de la lengua española del siglo XX y, como corresponde, convenientemente silenciado por el progresismo. Porque Pemán era católico y tradicionalista, y aún teniendo estos graves defectos, era un hombre talentoso, capaz de incursionar en todos los géneros literarios y hacerlo bien, con genio, de modo tal que muy pocos pueden aburrirse cuando lo leen.

En este caso, Doce cualidades de la mujer, es un libro integrado por doce capítulos, escrito a comienzos de los ’50, y que contó con una sola edición. Se comprende que es un libro que en la actualidad no podría escribirse porque el feminerío se levantaría horrorizada al leer que Pemán dice nada más que la verdad sobre la mujer. No la denigra ni se burla de ella; la describe, con sus aspectos positivos y sus aspectos negativos. Y lo hace con su genio y su gracejo de modo tal que aún cuando no se esté del todo de acuerdo con él, al menos arranca varias sonrisas.

Ciertamente, se podrán discutir algunas de sus afirmaciones; otras podrán ser consideradas como meros prejuicios culturales. Sin embargo, la cuidada descripción de la psicología femenina está allí, patente e innegable para todos… y todas. Un libro interesante y divertido, para aprender y para pensar, recomendable para varones y mujeres; para los maridos y también para sus cónyuges, y para aquellos que se aprestan a entrar en el grupo de conyugados. 

Disponible en Amazon en versión Kindle y papel.




Sensatez, un canal de Youtube: Curso sobre “El nacimiento de la cultura cristiana”.

Siguiendo el libro homónimo, publicado por Homo Legens, el autor desarrolla en varios videos las diversas etapas, personajes y factores que contribuyeron al nacimiento de la cultura cristiana. Ya están subidos los dos primeros videos y los restantes se irán habilitando semanalmente.

En el canal hay también varios videos sobre temas relacionadas con la espiritualidad de los Padres de la Iglesia. 

jueves, 19 de octubre de 2023

Los obispos que nacen de un repollo


Una de las cosas por las que será recordado el pontificado de Francisco es por la torpeza e inutilidad de sus principales adlateres, que son, además, aquellos a quienes ha puesto al frente de los principales organismos de la Iglesia. Los ejemplos son innumerables. Veamos dos ocurridos la semana pasada. 

Una de las novedades más llamativas que caracteriza el sínodo sobre la sinodalidad es que todos los que participan en él están obligados al secreto pontificio, es decir, si revelan algo de lo que se dice en la magna asamblea, arriesgan quedar excomulgados. Sin embargo, Paolo Ruffini, el laico puesto por el pontífice al frente del dicasterio para la Comunicación no es precisamente un genio. Basta escucharlo hablar para caer en la cuenta de las profundas limitaciones que carga el personaje, pero lo que más asombra es su torpeza: subió a una nube todos los documentos producidos diariamente por los padres y las madres sinodales, incluido aquello que se trataba en la mesas chicas, pudiendo acceder a los mismos todos los que tuvieran la dirección web. Es decir, no protegió documentos tan delicados, resguardados por el secreto pontificio, con las credenciales habituales: usuario y contraseña, poniéndolo a disposición de todos los hombres de buena, y mala, voluntad. Ni Maxwell Smart, el superagente 86, lo habría hecho mejor.

Otro ejemplo. La semana pasada se conoció la carta que escribió el cardenal Gerhard Müller al cardenal Duka, de Praga, comentado la respuesta que éste había recibido del cardenal Tucho Fernández, en la que establecía que la interpretación de Amoris laetitiae elaborada por la Conferencia Episcopal Argentina —es decir, por el mismo Tucho— formaba parte del magisterio ordinario. Por supuesto, esta afirmación es disparatada, propia de una persona que no sabe teología, y Müller lo deja muy claro, con argumentos irrefutables. Las hilachas que está mostrando Tucho —por ahora teológicas solamente— se expanden en círculos concéntricos. Acaba de aparecer un artículo que rebate punto por punto un escrito del cardenal en el que aportaba un presunto fundamento tomista para negar la maldad moral intrínseca y, por tanto, la perpetua ilicitud de algunos actos humanos, con lo cual justificaría, por ejemplo, el ejercicio sexual con personas del mismo sexo. La desfachatez de Tucho es mayúscula: pretende constituirse en autoridad del pensamiento de Santo Tomás para justificar lo injustificable. Se trata de un personaje que, en épocas normales de la Iglesia, sería párroco de alguna iglesita de Junín u Olavarría, entretendría a semanalmente a las señoras de la Legión de María, y el monjerío de la zona se haría pipí en los retiros mensuales que les predicaría. Con Francisco, en cambio, se ha encaramado en la función de discernir la ortodoxia de la doctrina católica.

Pero el extremo más ridículo y que demuestra el profundo nivel al que ha caído la Iglesia es el que relata en el video Mons Jorge García Cuerva, arzobispo de la sede primada de Argentina. Por lo que podemos reconstruir, cuando el nuncio le comunicó que había sido elegido obispo de Río Gallegos y le preguntó por su aceptación, él dio su consentimiento. Sin embargo, quedó muy angustiado y rompió a llorar en presencia de una amigo sacerdote a quien le confió el motivo. Mal hecho, porque estaba obligado al secreto hasta que el nombramiento fuera publicado. Luego, presa aún de la angustia y de las lágrimas, corrió a ver a su confesor, el ahora cardenal Dri, que lo consoló diciéndole que la Virgen le daría una señal si, efectivamente, era de Dios el nombramiento episcopal. Y esa misma tarde ocurrió el milagro de Nuestra Señora: una feligresa de su parroquia le colocó sobre su cabeza una hoja de repollo morado. Era ese el signo de que Dios lo quería obispo.

¡Qué lejos quedaron los asombrosos Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo! ¡Qué lejos quedaron las épocas en que las señales de Dios se manifestaban con una llama ardiente sobre el elegido o con una luz radiante que lo envolvía! ¡Qué carestía debe existir en el cielo para que, a fin de realizar portentos, los ángeles deban recurrir a frutas y hortalizas! En el vulgar y plebeyo  pontificado bergogliano basta con una hoja de repollo. ¡En qué aprietos se encontrarán dentro de algunas décadas los hagiógrafos de Mons. García Cuerva cuando quieran narrar la portentosa intervención divina!

lunes, 16 de octubre de 2023

Acerca de la comunión espiritual

 


Una de las características de los tiempos que estamos viviendo es la confusión. La encontramos en todas partes y trasvestida con todos los ropajes, y por eso mismo es muy difícil identificarla y darse cuenta que, en realidad, estamos sosteniendo un error convencidos de que es la verdad. Se había anunciado que tal cosa sucedería y, además, es una de las estrategias más utilizadas y nocivas que utilizó el modernismo para infiltrarse en la Iglesia.

Esto viene a cuento porque un lector dejó un comentario en el último post en el que nos relataba que el sacerdote de su parroquia proponía la comunión espiritual en todas las santas misas y rezaba la oración correspondiente al final de la misa para que pudieran “comulgar” los divorciados recasados o bien otros fieles que se encontraban en estado de pecado y no podían acercarse a recibir la comunión sacramental. 

Seguramente es el caso de varias parroquias y no me cabe duda que se trata de sacerdotes que conservan la fe y la piedad. Los otros, los curas con fe aguada, los curas francisquistas y los formados en la escuela de alta teología del cardenal Tucho Fernández, les importa bien poco quien se acerca a comulgar. Dicho de otro modo, proponer la comunión espiritual tal como lo hace el sacerdote del caso, es signo inequívoco de fe y de piedad. Se trata, indudablemente, de un sacerdote conservador y quizás pertenezca al grupo de los rígidos.

Pero como señaló oportunamente una lectora, estamos frente a una confusión. Se está tratando a la comunión espiritual como un premio consuelo a fin de que, aquellos que no pueden comulgar de modo sacramental, no se queden decepcionados o se consideren relegados. “Aunque no fuiste de los ganadores del premio de una semana en la Polinesia, te damos un fin de semana en Las Toninas. ¡Mira qué buenos y compresivos que somos!”. 

Le pedí a alguien que dedicó un buen tiempo a estudiar y escribir sobre la cuestión, y me envió su opinión:


La única comunión que es siempre real es la espiritual. Me explico: uno puede recibir el verdadero cuerpo de Cristo sin recibir la “comunión”, por ejemplo, si la recibe un pagano, o un perro o un ratón, según el fuerte ejemplo que pone Santo Tomás. En estos casos Cristo está realmente presente pero el que lo “come” no recibe la Comunión, no lo recibe sacramentalmente dice el santo, sino sólo per accidens (Suma Teológica III, q 80, a3 ad 3). Por otra parte, un creyente que recibe la comunión sacramentalmente en pecado, sí la recibe, pero comete un sacrilegio y agrega así un pecado, gravísimo, al que ya tenía. 

En cambio la comunión espiritual sólo se produce en un alma en gracia. No es un “premio consuelo”, una comunión de “mentiritas”, como si fuera la sidra sin alcohol que le dan a los niños en la fiestas para que no se queden sin brindar. 

Para ser comunión verdadera y efectiva, la comunión sacramental tiene que ser, necesariamente, también comunión espiritual. En cambio, la comunión espiritual es siempre verdadera comunión y efectiva aunque no esté acompañada de la comunión sacramental, mientras que, repito, para ser efectiva, de ningún modo esta última puede darse sin la primera. Es cierto que la comunión sacramental bien recibida incluye más que la mera comunión espiritual; sin embargo la comunión espiritual tiene lo esencial de la comunión, es decir, su efecto, que es “la unión con Cristo por la Fe y la Caridad” y es, por tanto, una verdadera comunión, como por otra parte lo dice el concilio de Trento (Sess. XXII, cap. VI). 

En síntesis: una comunión sacramental recibida en pecado es un sacrilegio, una comunión espiritual “recibida” en pecado es una estafa.


    La sidra sin alcohol no es sidra; es jugo de manzana gasificado.  La “comunión espiritual” de un bautizado que está en pecado —un divorciado viviendo more uxorio con otra persona, por ejemplo— no es verdadera comunión; es no más que una oración piadosa como tantas hay en el devocionario católico. El sacerdote que alienta a los fieles que no pueden incluirse en la fila para comulgar a que hagan la “comunión espiritual”, más allá de la buena intención que pueda tener, los está estafando porque ese fiel no comulga, no entra en comunión con Nuestro Señor porque no puede hacerlo, ya que se lo impide su pecado. 


lunes, 9 de octubre de 2023

La gran subversión

 


Hace una semana publicaba un artículo titulado “La gran inversión”. En este caso lo titulo La gran subversión. Estamos frente a una persona, Jorge Bergoglio, que desde su arribo a la sede petrina y, sobre todo en el último año, está tomando medidas que subvierten —es decir, vuelven hacia abajo lo que debe estar arriba— la Iglesia católica. El siempre imprescindible blog de Specola nos señala un artículo de Eric Sammons que nos lo dice con claridad: el concepto de sinodalidad amenaza con reemplazar al catolicismo como religión de la Iglesia católica; con Francisco está surgiendo una nueva religión que busca arrebatarle el control a la Iglesia católica para reemplazar al catolicismo. Esa es a situación real que estamos atravesando, y es difícil tomar conciencia plena de la gravedad del momento.

    No voy a repetir aquí lo que se dice sobre el sínodo en muchos otros medios. Pero sí me parece relevante señalar algunos aspectos que prueban mi hipótesis de que estamos en medio de un acelerado proceso de subversión de la Iglesia. Un muy bien informado sitio periodístico italiano, Silere non possum, nos relata lo que se vive en medio del sinodal sínodo sobre la sinodalidad. Los cardenales, obispos y sacerdotes son considerados sapos de otro pozo y deben medir cada palabra que dicen debido a que quienes allí tienen la voz más alta y potente, son un pequeño grupo de laicos ideologizados, arrogantes y arribistas que quieren imponer su forma de pensar. Y piensan con pretendida autoridad sobre cualquier tema. Por ejemplo, sobre la formación sacerdotal en los seminarios. ¿Es posible que laicos como el representante de extrema izquierda Luca Casarini, por ejemplo, pueda decir algo sobre cómo formar a los sacerdotes del mañana? ¿La Iglesia puede  confiar esta reflexión a personas que no tienen idea de lo que es un seminario o una parroquia? Los pobres, colectivo que no puede faltar en tenidas francisquistas, son glorificados por hombres y mujeres que usan pulseras que cuestan diez mil euros. El obispo ya no es quien confirma en la fe sino «quien debe acompañar a los migrantes». Incluso hay quienes están pensando en modificar el Código de Derecho Canónico: ocurrió el viernes por la mañana cuando se habló de cómo reformar las estructuras eclesiales y las curias. Esta discusión de altísima gravedad ha sido encomendada por el Sumo Pontífice a quienes ni siquiera tienen el bachillerato terminado. 

    A tal punto llega la subversión que está ocurriendo ante nuestros ojos que la inicua Elizabetta Piqué se escandalizaba de que el cardenal Müller tuviera la osadía de asistir al sínodo usando sotana. Una periodista mucho más seria que la Piqué, Diane Montagna, hacía la siguiente pregunta el vocero de la asamblea: “Tradicionalmente, y no sólo tradicionalmente, la Iglesia católica discierne la presencia del Espíritu Santo según está de acuerdo con la Revelación divina, el consenso unánime de los Padres y la Tradición apostólica. Entonces,¿Cómo discierne el sínodo si algo viene del Espíritu Santo o de otro espíritu?”. La respuesta del dottore Ruffini, vocero papal, es indiscernible (ver aquí, 36’ 45”). ¿Surrealismo? Más bien parece una Revolución de Octubre de papel crepé o un congreso peronista trasladado a la colina vaticana.

    Pero el sínodo recién comienza y para trazarle su camino, el Papa promulgó el 4 de octubre la exhortación apostólica, o más bien ecológica, Laudate Deum. Una vez más, no se trata de repetir aquí lo que se puede leer en otros sitios, pero podemos señalar algunos puntos. En primer lugar, la oportunidad del documento. Como lo dice de un modo genial Juan Manuel de Prada en su artículo del sábado en el ABC, “en un futuro probable, quiene leyeren esta exhortación podrían quedarse pasmados de que, en una época en que mil incendios abrasan la Iglesia, un Papa se pusiera a tañer la lira del cambio climático”. Pero se trata, además, de un documento en el que el nombre de Jesús aparece mencionado sólo una vez. Nuestro Señor ha desaparecido del horizonte de su vicario que, pareciera, se ha constituido en vicario de otros poderes. Quienes siguen este blog saben que desconfío sistemáticamente de las teorías conspirativas, pero no pretendo caer en la ingenuidad. ¿Cuáles son los motivos que justifican los lazos de amistad y cordial entendimiento entre Bill Clinton y Alex Soros, heredero de George, con el papa Francisco? Sabemos quiénes son y qué quieren aquellos dos, y lo sabemos porque lo dicen públicamente, ¿qué pueden tener en común entonces, con el vicario de Cristo, si sus objetivos son subvertir la doctrina cristiana? Mariana Mazzucato, una empleada del holding Clinton, Soros & Cía. ha sido empleada hace pocas semanas también por el Papa Francisco nombrándola miembro de la Academia para la Vida. Y las declaraciones de esta señora son muy claras en cuanto a los objetivos que persiguen sus empleadores. Estos datos son apenas una muestra de muchos otros, y creo que todos ellos nos llevan a afirmar, porque tal es la evidencia, que el Papa Francisco se encuentra ocupado en el proceso de cambiar la fe católica; ya no es cuestión de que sea más o menos progresista, más o menos disruptor; más o menos hostil a los tradicionalistas y conservadores. Está destruyendo la fe de los apóstoles y la está cambiando por otra.

    La exhortación ecológica, además, causa una profunda vergüenza a todos los católicos por la calidad del texto: es tan elemental, tan poco seria, tan ramplona y arrabaler que parece que la hubiese escrito el cardenal Tucho Fernández (se non è vero…). Qué persona formada, qué católico sincero podría tomarse en serio un documento que, por ejemplo, en el nº 57 dice: “Pero corremos el riesgo de quedarnos encerrados en la lógica de emparchar, colocar remiendos, atar con alambre, mientras por lo bajo avanza un proceso de deterioro que continuamos alimentando. Suponer que cualquier problema futuro podrá ser resuelto con nuevas intervenciones técnicas es un pragmatismo homicida, como patear hacia adelante una bola de nieve”. O bien, hace afirmaciones como la siguiente: “Ya no se puede dudar del origen humano —“antrópico”— del cambio climático” (nº 11). Pues la verdad es que son muchos los que dudan y tienen argumentos muy sólidos y consistentes para hacerlo, por ejemplo Marco Battaglia, la máxima autoridad italiana en cuestiones climáticas y ambientales.  ¿Qué seriedad puede tener un documento cuyas citas son autocitas en su mayor parte y el resto, citas de documentos producidas por agencias globalistas y pertenecientes todos a una misma y única postura? ¿Qué crédito se puede dar al autor del tal documento que no solamente no tiene en cuenta las razones contrarias a las propias opiniones sino que se burla de quienes las sostienen y, en la práctica, prohibe a los católicos adherir a posiciones que él mismo denomina “negacionistas”? El texto de Laudate Deum no alcanza el nivel de una tesina de licenciatura, y jamás pasaría la revisión de una revista científica mínimamente seria; y traigo a colación lo de “revista científica” porque es un texto que habla de ciencia (interesantes las reflexiones en este sentido de Quintana Paz). Por eso mismo, pareciera que la mano que estuvo detrás es la del cardenal Tucho. 

    ¡Qué lejos quedaron los grandes documentos papales! Si pareciera que hace siglos que aparecieron Veritatis splendor o Spes salvi. Muchos dirán con razón que no vale la pena hacer tanta alharaca porque, en definitiva, se trata de un documento que no leerá más que la élite ilustrada de franciscólogos. No lo leerán los sacerdotes y mucho menos los laicos; los obispos quizás lo lean a fin de poder citarlo y acumular chances de alguna promoción. Pero el problema no es solamente el desprestigio —ya de por sí muy disminuido— que acarreará a la Iglesia sino la pulverización que implica de la función magisterial del pontificado romano. Mucho le costará a los próximos papas —si es que los tales existen— reclamar la función de maestros supremos de la fe después de la devastación producida por Bergoglio.

    Finalmente, la subversión pudo verse de un modo impúdico en la presentación del documento en medio de los jardines vaticanos. Allí estuvieron, entre otros, Giorgio Parisi, científico italiano que impidió que el papa Benedicto XVI hablara en La Sapienza; el escritor Jonathan Safran Foer, cuyas propuestas para palear el cambio climático son no tener hijos y no comer carne, y Luisa-Marie Neubauer, amiga de Greta Thunberg. La foto que ilustra esta entrada presenta justamente a esta desdichada jovencita nórdica como una santa, y ciertamente lo es de acuerdo a los nuevos criterios francisquistas. Ya no se presentan como modelos de santidad quienes se mantienen castos, como San Luis Gonzaga; quienes dan su vida por Cristo como Santa Inés; quienes llevan el mensaje del Evangelio a los paganos como San Francisco Solano o quienes entregan totalmente su vida a Dios en la oración como Santa Teresita del Niño Jesús. No. Los nuevos modelos, los nuevos santos, son los que no contaminan el ambiente, quienes entregan su vida para “evitar un aumento de una décima de grado en la temperatura global” (Laudate Deum nº 70) y quines no albergan “opiniones despectivas y poco racionales” (nº 14) con respecto al cambio climático que aflige a la Madre Tierra. La subversión de la Iglesia.


Cuando era adolescente me entusiasmé con la lectura de El señor del mundo de Robert Hugh Benson y de Juana Tabor, de Hugo Wast. Lecturas juveniles de épocas en que no había internet. Y fantaseaba sobre lo afortunados que sería los cristianos que vivieran esos tiempos postreros. Mucho me temo esos tiempos están alboreando; lo que ya no me convence es que los cristianos que estamos viendo ese amanecer luctuoso seamos tan afortunados.

miércoles, 4 de octubre de 2023

Las dubia cardenalicias, las respuestas de Tucho y la nueva exhortación apostólica sobre el cambio climático

 


Ni aún siendo tan mediocres como son, tan chabacanos y paletos puede comprenderse semejante torpeza. Bergoglio con Tucho Fernández a su lado, los dos en el Vaticano, se han potenciado en cuestión de días y si no hay alguien que los frene, conducirán a la Iglesia a una catástrofe peor de la que es ya inevitable. 

    Me refiero al caso de las nuevas dubia y su respuesta. La noticia ha salido en todos los medios, no solo las idas y venidas de preguntas y respuestas, sino el pavoroso contenido de esas respuestas. Hago un brevísimo repaso de los acontecimientos:

1. El 10 de julio, cinco cardenales (Burke, Zen, Brandmüller, Sandoval y Sarah) enviaron al Papa algunas dubia relacionadas con los contenidos de la fe. La respuesta les llegó, curiosamente, al día siguiente. Y, más curiosamente todavía, estaba redactada en español y dirigida sólo a dos de los cinco cardenales.

2. Las respuestas a cada una de las dubia planteadas recurrían a la conocida táctica jesuítica para generar confusión: en la primera parte se afirma la doctrina tradicional pero, a renglón seguido, se plantean las excepciones a esas doctrinas. Más allá de que ni siquiera las excepciones pueden ser admitidas como tales porque hay principios que no las tienen (la fidelidad matrimonial, por ejemplo, no admite excepciones), ya sabemos lo que pasa en estos casos: lo que queda en la práctica son las excepciones y no la regla. 

3. El 21 de agosto los cardenales se dirigieron nuevamente al Papa y le señalaron que «sus respuestas no han resuelto las dudas que habíamos planteado; por al contrario las han profundizado». Y elevaron, entonces, nuevas dubia. En esta ocasión, no recibieron respuesta del Pontífice.

4. El 2 de octubre por la mañana, frente a la gravedad de la situación incrementada por el próximo inicio del sínodo, los cinco cardenales hicieron públicas las dubia planteadas al Papa. No publicaron la respuesta que habían recibido por una cuestión elemental: no era un texto para ser publicado y, en todo caso, el único que podía hacerlo es quien lo escribió.

5. Afortunadamente, para afrontar semejante crisis, el Papa Francisco contaba con el cardenal Tucho Fernández que rápidamente puso manos a la obra. Pocas horas después, publicó en el sitio del dicasterio para la Doctrina de la Fe la respuesta que el Papa había enviado a los cardenales. E hizo trampa, y pensó que nadie iba a apercibirse de ello. Bastó media hora para que el sitio Missa in Latino señalara la falsedad: la carta estaba severamente mutilada y se daba a entender que era la respuesta a los dos conjuntos de dubia

    A menos de tres semanas de asumido en su cargo, Tucho ya se mandó una primera trapisonda que tendrá creo yo, gravísimas consecuencias. Lo habíamos previsto. El irresponsable de Bergoglio le dio a su niño mimado para que jugara nada menos que Doctrina de la Fe. Y el nene está como loco jugando: ayer sacó un nuevo documento respondiendo al cardenal Duka sobre la comunión a los recasados. A este tipo de personajes menores hay que dejarlos actuar, y solitos se dirigen a la guillotina.

    El problema no es solamente la torpeza con la que actuó pretendiendo engañar al mundo entero con una carta pontificia que no es tal, pues es solamente un retazo de ello. Lo gravísimo del caso son las respuestas mismas. Y comencemos por el amanuense. Los analistas más serios dan por hecho que la respuesta a las dubia fue escrita por Tucho. Y resulta fácil reproducir el diálogo telefónico que se habría producido en esa ocasión:

El 10 de julio suena temprano por la mañana el teléfono en el arzobispado de La Plata. Responde el ordinario del lugar:

— Hola. ¿Quién habla?

— Soy yo boludo. Escuchame, te mando una carta que me llegó de cinco viejos carcas que están dele joder con la doctrina católica y otras pelotudeces de ese tipo. Yo de eso no entiendo nada. Escribime una respuesta y se las mando.

—Sí, padre Jorge. Cómo no, padre Jorge. Ahora mismo me pongo, padre Jorge.

Y raudamente Tucho se entregó a la redacción de la respuesta a las dubia carcas y, brillante como es, por la tarde ya la tenía terminada. Con mucha satisfacción se la mando al padre Jorge, como el alumnito que ha cumplido con creces la tarea encomendada por su maestro. Al día siguiente, el padre Jorge envío la respuesta a los cinco purpurados tal como la había recibido: en español y con tres destinatarios faltantes. 

Se trata, claro, de una ficción pero mucho me temo que las cosas se desarrollaron de ese modo, o de algún otro más soez. Sin embargo, la evidencia más aplastante de que Tucho es el autor del documento es la densidad teológica del escrito, la cual es estrictamente proporcional a su coeficiente intelectual: básico, apenas superando las fronteras de lo elemental. 

    El increíble contenido de la nota, firmada por el prefecto del dicasterio de Doctrina de la Fe y aprobada por el Papa ex audientia, es decir, un documento de altísima jerarquía, ha recorrido todos los portales católicos y reproduzco entonces los párrafos más graves:

1. Aunque la Iglesia no puede conferir el matrimonio a parejas del mismo sexo, eso 

d. “no obstante, en el trato con las personas no hay que perder la caridad pastoral, que debe atravesar todas nuestras decisiones y actitudes. La defensa de la verdad objetiva no es la única expresión de esa caridad, que también está hecha de amabilidad, de paciencia, de compresión, de ternura, de aliento. Por consiguiente, no podemos constituirnos en jueces que sólo niegan, rechazan, excluyen.

e) Por ello la prudencia pastoral debe discernir adecuadamente si hay formas de bendición, solicitadas por una o por varias personas, que no transmitan una concepción equivocada del matrimonio. Porque cuando se pide una bendición se está expresando un pedido de auxilio a Dios, un ruego para poder vivir mejor, una confianza en un Padre que puede ayudarnos a vivir mejor.

f) Por otra parte, si bien hay situaciones que desde el punto de vista objetivo no son moralmente aceptables, la misma caridad pastoral nos exige no tratar sin más de «pecadores» a otras personas cuya culpabilidad o responsabilidad pueden estar atenuadas por diversos factores que influyen en la imputabilidad subjetiva.

En pocas palabras, las relaciones homosexuales no siempre son intrínsecamente malas pues la responsabilidad moral puede estar atenuada. Además, la caridad y la prudencia pastoral indican que los que se aman pueden recibir una bendición que sea para ellos o ellas una ayuda para vivir mejor su amor. 

En diez años pasamos del “¿Quién soy yo para juzgar?” a la legitimación por parte de las más altas autoridades de la Iglesia en la práctica de la homosexualidad. 

2. ¿Debe considerarse aún válida la carta apostólica de Juan Pablo II por la cual de “modo definitivo” se cierra la posibilidad del sacerdocio a las mujeres?

Para ser rigurosos, reconozcamos que aún no se ha desarrollado exhaustivamente una doctrina clara y autoritativa acerca de la naturaleza exacta de una «declaración definitiva». No es una definición dogmática, y sin embargo debe ser acatada por todos. Nadie puede contradecirla públicamente y sin embargo puede ser objeto de estudio, como es el caso de la validez de las ordenaciones en la Comunión anglicana.

Es decir, dentro de un par de años o de meses, el cardenal Tucho Fernández habrá desarrollado exhaustiva y autoritativamente una doctrina sobre lo que se entiende por “declaración definitiva” y, en un par de años, o de meses, tendremos un discernimiento pontificio según el cual, en determinadas circunstancias, algunas monjas y religiosas pueden ser ordenadas sacerdotisas.

    Creo que hasta los más moderados estarán de acuerdo en que se trata de un disparate mayúsculo, con consecuencias gravísimas. No nos detendremos a analizar la cuestión doctrinal pues cualquier católico con formación básica puede darse cuenta del desatino pontificio. Tampoco los efectos inmediatos. Aunque hoy los medios de todo el mundo ya hablan de que la Iglesia está cambiando su doctrina con respecto a la homosexualidad, lo cierto es que a los hombres del mundo ya le importa bien poco lo que diga o haga el Papa Francisco.

    La consecuencia más grave es cómo salimos de este marjal al que nos ha conducido Bergoglio y sus amigos. ¿Hay modo de salir? ¿Quién nos puede sacar? Sabemos la calaña de la mayoría de los cardenales y obispos nombrados en los últimos diez años; no esperaría mucho de ellos. Y cómo esperar, si hasta ahora sólo se animan a levantar la voz seis cardenales (en las últimas horas se añadió el cardenal Müller) desahuciados porque han sido corridos de sus funciones por el Papa o por la edad. Los obispos, salvo rarísimas excepciones como Mons. Strickland, Schneider, Viganò y Eleganti permanecen callados en sus guaridas esperando que el tiempo aclare, no sea que los terminen echando. 

    Es verdad también por otro lado, que la chapucería y torpeza de Bergoglio, potenciada ahora por el cardenal Tucho, podría ocasionar que si el próximo pontífice tuviera un mínimo de sentido católico, determinara la nulidad de muchos de los actos cometidos por su antecesor. Ejemplos hay en la historia de la Iglesia donde esto ha sucedido. No pretendemos tener un juicio cadavérico como el que le tocó al papa Formoso pero, al menos, que las cosas vuelvan a ser puestas en su sitio.

    Y si esto no sucediera, mucho me temo que los católicos, para seguir siéndolo, deberemos apartarnos de las estructuras institucionales de la Iglesia que están en situación cierta de apostasía.

    Y como se esto fuera poco, hoy apareció la prometida exhortación apostólica Laudate Deum sobre el cambio climático. Un disparate completo que viene a coronar este pontificado. No es cuestión de leerla; es cuestión solamente de ver las citas y referencias a pie de página del documento. Todo parece indicar que Bergoglio ha abandonado la Iglesia de Cristo.