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miércoles, 31 de diciembre de 2014

Los logros del Papa Francisco

Publicamos la nota aparecida en Le Figaro y redactada por el vaticanista Jean Guenois. Sirve para mostrar en pocas palabras los logros que el Papa Bergoglio ha alcanzado en este año y medio largo de pontificado.



LE FIGARO MAGAZINE
VIERNES 19 Y SÁBADO 20 DE DICIEMBRE

Guerra secreta en el vaticano
De qué manera el Papa Francisco revuelve la Iglesia
Todos los sondeos muestran la popularidad planetaria del Papa Francisco. Pero, en el seno de la Iglesia, sus métodos de trabajo y algunas de sus ideas suscitan resistencia.

POR JEAN-MARIE GUÉNOIS
SU GUARDIA MÁS CERCANA:
CARDENAL SEAN PATRICK O’MALLEY, arzobispo de Boston, despiadado con los asuntos de pedofilia. Aconseja al Papa muy de cerca.
CARDENAL OSCAR MARADIAGA. Este hondureño ha propuesto al Papa nombrar un matrimonio para un cargo clave de la curia romana.
CARDENAL GEORGE PELL. Este australiano es prefecto del nuevo secretariado para los asuntos económicos de la Santa Sede.
CARDENAL WALTER KASPER. Abogado del ecumenismo, este alemán es partidario del acceso a los sacramentos de los católicos divorciados y vueltos a casar.
CARDENAL REINHARD MARX, Arzobispo de Múnich, presidente de la conferencia episcopal alemana, quiere “una Iglesia que cierre”.

Una vez elegido Papa, Francisco ha roto enseguida con la cortesía de Europa y sus viejas costumbres. Es una “abuela estéril”, lanzó en Estrasburgo, a principios de diciembre, hablando del Viejo Continente. Todo lo que el papado conservaba de “imperial”, ha crolado. Nada de genuflexiones delante de él. Menos aún el besamanos. Este Papa, que se siente antes obispo de Roma –la palabra “Papa” sale poco de sus labios-, ¿no le ha echado en cara su sotana, hace unos días, a un prelado que recibió para una reunión de trabajo? Basta el clergyman como vestimenta.
El 13 de marzo de 2013, cuando el cardenal Jorge Mario Bergollio, el irreductible cardenal-arzobispo de Buenos Aires, asumió el gobierno de la barca de Pedro, todo el mundo ha saludado a este “Papa que ha venido de fuera”, pero no se midió bien, entonces, hasta qué punto su origen le llevaría a mirar al mundo desde otra perspectiva: desde abajo, desde el hemisferio Sur.
Desde fuera, este Papa gusta. Como nunca antes: su brillantez, sus frases chocantes, sus gestos espectaculares han tenido éxito. Pero este estado de gracia se difumina entre los círculos dirigentes de la Iglesia. Incluso parece que algo se ha tambaleado desde el sínodo de la familia de otoño de 2014. Como si de la tormenta surgiese una majestuosidad que no se había manifestado a priori tras la elección papal. Y el cúmulo de indicios autoriza a preguntarse: ¿no se expone la Iglesia católica a afrontar una tempestad para fines de 2015, tras la segunda sesión del sínodo sobre la familia?
Dos razones fundamentales explican este contrasentido. En primer lugar, la visión eclesial de Francisco. Aunque es de espiritualidad clásica, parece claramente, ahora, que está directamente inspirado y aconsejado por las corrientes católicas herederas de la visión más progresista del Vaticano II. El contraste es más llamativo si tenemos en cuenta que estas tendencias fueron combatidas –frontalmente- por Juan Pablo II y por Benedicto XVI. Sin embargo, la Iglesia no puede “empequeñecerse”, como dice el Papa, ni a la derecha ni a la izquierda, solo cuenta que esta última “sensibilidad” está hoy al mando.
El segundo factor que explica esta degradación del clima eclesial: los métodos de Francisco. Decidido a conducir el cambio, practica un modo de hacer inspirado en la cultura viril de los argentinos, que le lleva a golpear… sin ponerse los guantes. Por tanto, hay añicos en esta tienda de porcelana que es también el Vaticano.
“Él se ocupa de todo”, se afirma en las oficinas que dominan la plaza de San Pedro. Este Papa es un patrón, efectivamente. El último ejemplo, como dato: el despido, sin explicaciones, del comandante de la Guardia suiza, Daniel Anrig, nombrado por Benedicto XVI. ……. Ha tocado, esta vez, a un obispo de Paraguay considerado muy conservador, Mons. Rogelio Livieres Plano. Acusado de distintos asuntos, y demostrando que no estaba implicado, este miembro del Opus Dei ha sido obligado a dimitir, el 25 de septiembre, denunciando su disgusto por no haber podido explicarse ante el Papa.

LOS CONTESTATARIOS:
CARDENAL WALTER BRANDMULLER. Este alemán se ha opuesto a las tesis del cardenal Kasper respecto al matrimonio y la familia.
CARDENAL RAYMOND LEO BURKE. El Papa ha retirado de su función en la curia a este estadounidense juzgado por él como demasiado conservador.
CARDENAL VELASIO DE PAOLIS. Este teólogo italiano se ha posicionado también muy fuertemente contra el cardenal Kasper.
CARDENAL CARLO CAFFARRA. Muy escuchado por Juan Pablo II y por Benedicto XVI, este italiano se opone al cardenal Kasper.

Un pontificado que golpea por tanto. ¡En Argentina, su país de origen, Francisco ha desplazado o nombrado, en menos de año y medio de reinado, nada menos que… a 26 obispos de 74! Es decir, poco más de un tercio. Una fuente bien informada de ese país, muy cuidadoso para no ser identificada, considera que estos nombramientos van “todos en el mismo sentido”.
Otro ejemplo que ha saltado a los titulares, este otoño, en los Estados Unidos. El 20 de septiembre, Francisco ha nombrado para Chicago, una de las diócesis más importantes del país, a Mons. Blase J. Cupich, el obispo norteamericano considerado de los más progresistas. Francisco ha cogido totalmente a contrapié a la tendencia dominante entre los católicos estadounidenses, mucho más clásicos y “pro-vida”. La primera decisión del nuevo arzobispo, el 24 de octubre, fue abandonar el palacio episcopal sito en el distrito de alto nivel de Gold Coast para vivir en un lugar más modesto.
En Roma, el prefecto encargado del nombramiento de obispos, el cardenal canadiense Marc Ouellet, nombrado por Benedicto XVI, ha sido sobrepasado por su número 2, amigo de Francisco. El mismo método en el sector de la liturgia: el 24 de noviembre, el Papa ha colocado al muy conservador cardenal africano Robert Sarah a la cabeza de la Congregación para el culto divino, pero no sin haber cambiado antes, el 5 de noviembre –con “efecto inmediato”- a los que debían ser sus adjuntos: el inglés Anthony Ward y el español Miguel Ferrer Grenesche, dos prelados cercanos a la línea de Benedicto XVI en tal materia. Han sido reemplazados por un italiano, defensor de una vuelta a la liturgia moderna, el padre Corrado Maggioni
Caso, por último, muy emblemático: el desplazamiento del cardenal Raymond Leo Burke, prefecto del Tribunal de la signatura apostólica. Nombrado por Benedicto XVI, se ha atrevido a expresar públicamente su desacuerdo con el Papa Francisco sobre la cuestión de los católicos divorciados y vueltos a casar y de los homosexuales. Consecuencia: dos semanas después de acabado el sínodo, el 8 de noviembre, ha sido degradado y “nombrado” capellán de la Orden de Malta.
“Su forma de gobernar desconcierta”, confiesa un alto responsable de la Santa Sede, considerado por su moderación. Apoyándose en esta serie de hecho, unos cuantos –que es preciso catalogar como “contrarios” a la línea del Papa Francisco, incluso si la Iglesia no es una organización política- han inventado un neologismo para caracterizar lo que denuncian: ¡la “desratzingerización” de la curia! Esta expresión, caricaturesca, da una idea de las tensiones presentes.
“El clima interno no es bueno. El miedo impera pues nadie a día de hoy está seguro de su futuro, puesto que la Santa Sede era, por encima de todo, sinónimo de estabilidad”, explica un laico que trabaja en el Vaticano. Informado de este mal ambiente dentro de su propia casa, Francisco ha convocado a todos los empleados del Vaticano, para el 22 de diciembre, a una reunión inédita. Andrea Riccardi, fundador de San Egidio, cercano a Francisco, justifica siempre estos golpes de timón.
Llamado para ocupar altas funciones en la curia, este laico escribe, el 22 de octubre, en el portal Vatican Insider: “El gobierno actual es el que dejó Benedicto XVI. Y es precisamenteen el equipo de su gobierno en el que Francisco encuentra las resistencias más fuertes al cambio. La reforma de la curia no puede limitarse a l a fusión de algunos dicasterios. El Papa tiene necesidad de colaboradores que estén en sintonía con él”.
En sí misma esta reforma no es revolucionaria. Su estructura debería estar publicada hacia mitad de febrero. Las dos medidas estelares consisten en suprimir todos los actuales consejos pontificios, que podrían compararse a las secratarías de Estado en el gobierno francés, para reunirlos en dos Congregaciones, lo equivalente a nuestros ministerios. Una de esas nuevas Congregaciones estaría encargada del mundo de los laicos, la otra de las cuestiones de justicia social. Pero es el espíritu de esta reforma lo que suscita más temores.
El cardenal Maradiaga es uno de los más cercanos consejeros del Papa ya que coordina el consejo de los ocho cardenales (“G8“ luego “G9”, con la admisión en este círculo del cardenal Pietro Parolin, el secretario de Estado del Vaticano). Explica que “la curia no puede ser considerada como la corte papal, ni como un super-gobierno de la Iglesia centralizada, sino como una estructura ágil al servicio del ministerio del Papa”.
 “Una estructura ágil”, he ahí el cambio. Un documento interno, no hecho público, nos da el alma: los cardenales, los todopoderosos jefes de los dicasterios, serán reemplazados por prelados o por laicos, considerados como expertos en sus campos propios, para ayudar a gobernar en concreto al Papa. Si son obispos, no se convertirán automáticamente en cardenales. El tiempo de unos príncipes-cardenales alrededor de un rey-papa ha sido finiquitado.
Detrás de todo esto, Francisco conduce una guerra contra “el carrerismo eclesial”, así está escrito en el texto, pero pretende gobernar también según una modalidad sinodal. Si bien él es el único que decide, quiere apoyarse en procesos de maduración colectiva en los que serán consultados estructuralmente los obispos de campo y las conferencias episcopales. Esto viene de bastante lejos: con Benedicto XVI, el Secretario de Estado, el cardenal Bertone, había cogido todas las riendas. En ocho años de pontificado, el consejo de los jefes de dicasterio, los ministros, no se habían reunido más que dos o tres veces, y de un modo formal… este exceso provocó la exasperación de los cardenales que han exigido esta reforma. Pero esta reforma refuerza al Papa… A día de hoy, la política reformadora de Francisco la lleva a un cierto aislamiento. Pues, manteniendo a distancia a su administración natural, la curia, porque no tiene confianza en ella, el Papa se apoya en un equipo muy restringido y no siempre experimentado. Para las grandes decisiones, consulta a su consejo de cardenales, el G9, pero estos hombres no viven en Roma y solamente van allí cada dos meses. Un viejo “pateador” del Vaticano, italiano –conoce la casa desde niño, pues sus padres ya trabajaron también allí- puede perfectamente concluir: “Este Papa reformador está solo. Desconfía de demasiada gente. Pero algunos de sus consejeros, más realistas que el rey, empujan a veces demasiado lejos. No le hacen ningún servicio”.
Detrás del timonel, están los hombres de la maniobra inmediata, los cardenales Maradiaga o Marx, en particular, miembros del G9, para mantener el tipo. Pero hay también teólogos que definen los nuevos conceptos. Son tres: el cardenal alemán Walter Kasper, el obispo italiano Bruno Forte y el obispo argentino Víctor Manuel Fernández. Ha sido este trío el que ha encendido el fuego en el sínodo de la familia. Hasta el punto de haber provocado el bloqueo de la asamblea que no ha votado –los dos tercios requeridos- los pasajes discutidos respecto a los divorciados vueltos a casar y los homosexuales.
Solicitado repetidas veces por Le Figaro Magazine para mantener una entrevista análoga a la que nos concedió el cardenal estadounidense Raymond Burke, adversario de estas tesis, el cardenal Kasper no ha encontrado el momento para la entrevista, pero tenemos aquí lo que nos ha respondido por escrito: “No estoy disgustado. Lo que se viene en llamar ‘el efecto Francisco’ se extiende lentamente. Por consiguiente estoy convencido de que llegaremos a un acuerdo bastante amplio hacia el final del próximo sínodo. Por tanto, no hay ningún motivo para dramatizar esta situación como lo han hecho algunos medios. Pero es preciso evitar igualmente el concentrar demasiado los debates en los puntos calientes, como la cuestión de la comunión a los divorciados vueltos a casar. Hay problemas mucho más fundamentales y urgentes en el contexto del matrimonio y de la familia, que debemos debatir conjuntamente”.
Como táctica, mons. Forte, el secretario del sínodo, para nada se desconcierta: “En el Concilio Vaticano II, explica, las verdaderas revoluciones se han hecho en los debates de las sesiones”. El prelado espera por tanto que los ánimos evolucionen a favor de las reformas, de aquí al próximo octubre, en la segunda sesión del sínodo. Pero paga muy caro su compromiso: candidato, a mitad de noviembre, a la vicepresidencia de la Conferencia episcopal italiana, fue derrotado ampliamente. La elección seguía al sínodo. Este fracaso fue percibido como un mensaje al Papa. De la misma manera, particularmente en África y en los Estados Unidos, los obispos han elegido, para la próxima asamblea, representantes especialmente contrarios a cualquier evolución. Sin embargo, estas tensiones galvanizan en Mons. Fernández, hombre clave de la triada, portador de una teología de corte muy progresista. Es “el” teólogo de Francisco. Los que se oponen al Papa. A sus ojos, son “fanáticos”. El 21 de octubre, al día siguiente del sínodo, ha confiado al diario argentino La Nación haber tenido que combatir a un “grupo de seis o siete prelados, muy fanáticos y muy agresivos, pero que no representan más que el 5% del total”. Palabras que confirma en un libro-entrevista publicado precisamente estos días en Roma.
En este contexto tan conflictivo, el Papa Francisco trata de tranquilizar a fin de calmar a una opinión católica inquieta. En este sentido ha hablado tres veces en una semana: “Las verdades fundamentales del sacramento del matrimonio, es decir, la indisolubilidad, la unidad, la fidelidad y la apertura a la vida” serán mantenidas, garantizó el 10 de diciembre. La víspera, sin embargo, hizo enviar a todas las conferencias episcopales diversos “puntos de profundización” de cara al próximo sínodo que parecen confirmar la reforma que está en camino. El documento insiste otra vez y muy claramente en los dos puntos que no tuvieron la aprobación de los dos tercios de la asamblea: el acceso a la comunión de los divorciados y vueltos a casar y la acogida a las personas homosexuales…
Otro dossier se perfila igualmente en el horizonte, pero esta vez muy discretamente: la ordenación de hombres casados, los viri probati, hombres en edad madura y de fe probada a los que la Iglesia conferiría el sacerdocio. En octubre, el Papa ha encargado a mons. Edwin Kräutler, un obispo brasileño de origen austriaco que le había pedido permiso para avanzar en este sentido, que le haga diversas propuestas. Apoyado por el cardenal Claudio Hummes, un amigo muy cercano del Papa (Francisco le había pedido estar a su lado en su primera aparición en el balcón de San Pedro), este obispo acaba de obtener de la Conferencia de los obispos brasileños la creación de un “comisión de estudio para la ordenación de hombres casados”. El proyecto ha sido ya puesto en marcha. Roma no hará otra cosa sino autorizar ad experimentum algunos casos en Brasil. “El episcopado alemán está preparado igualmente para esta “experiencia”.
¿Qué quiere, pues, Francisco? Un español que le conoce particularmente bien, ya que es el superior de los jesuitas, el padre Adolfo Nicolás, corrobora que Francisco no pretende hacer una reforma, sino una “revolución”. Si va hasta el final, “las consecuencias de estos cambios serán de una gravedad inaudita”, se intranquiliza el cardenal italiano Velasio De Paolis.
¿Hasta dónde irá pues Francisco respecto a las cuestiones morales en particular? A su regreso de Estrasburgo, preguntado sobre el sínodo, el Papa ha eludido el rumbo que ha tomado, insistiendo sobre el método: “Siamo in camino”, ha proclamado, “Estamos en camino”.
JEAN-MARIE GUÉNOIS
[Traducido por: José Luis Aberasturi y Martínez para Adelante la Fe. Original proporcionado por Adelante la Fe]


martes, 30 de diciembre de 2014

Tucho el Osculario

Alguien podría suponer que se trata de un lapsus calami. Que el título del post debería ser “Tucho el Ostiario” (de ostium = puerta, en latín), o “Tucho el Portero”, y la referencia sería a la primera de las órdenes menores abolidas por el Concilio Vaticano II. Pero no. El título es correcto, y podría ser también designado como “Tucho el Besador” (osculum = beso, en latín) o “Tucho el Besuqueiro”, si quisiéramos darle a la entrada un aire más carioca.
Es que el arzobispo rector de la Pontificia Universidad Católica Argentina y teólogo de confianza del Papa Francisco, Mons. Víctor Manuel Fernández, “Tucho” para los amigos, posee un escrito de juventud que ocupará un lugar de privilegio dentro de su obra teólogica. Nos referimos al libro Sáname con tu boca. El arte de besar, editado por Lumen en 1995. El mismo autor explica al lector de qué se trata su obra:
“Te aclaro que este libro no está escrito tanto desde mi propia experiencia, sino desde la vida de la gente que besa. Y en estas páginas quiero sintetizar el sentimiento popular, lo que siente la gente cuando piensa en un beso, lo que experimentan los mortales cuando besan. Para eso charlé largamente con muchas personas que tienen abundante experiencia en el tema, y también con muchos jóvenes que aprenden a besar a su manera. Además consulté muchos libros, y quise mostrar cómo hablan los poetas sobre el beso. Así, tratando de sintetizar la inmensa riqueza de la vida, salieron estas páginas a favor del beso. Espero que te ayuden a besar mejor, que te motiven a liberar lo mejor de tu ser en un beso.”.
Este señor, que ya era sacerdote cuando escribió el opúsculo, no tiene inconvenientes en decribir la investigación de campo que realizó para plantear su tesis: habló con muchas personas con abundante experiencia en el arte de besar… ¡Qué interesantes y edificantes conversaciones habrán sido esas! ¿Y las charlas con los jovencitos innovadores y creativos que “aprenden a besar a su manera”? ¡Qué enriquecedora para un sacerdote!
Parecería que Mons. Fernández tiene fijación con ciertos temas. Los estudiantes de la UCA que asistieron a la misa de inicio del año académico que celebró en abril de 2013, salieron sorprendidos por la homilía del Rector: en ella les pidió que se pusieran contentos por un día sus padres, haciendo el amor, los habían concebidos…
Recordemos también otro de los rasgos de la personalidad de Tucho, según relatan sus compañeros de seminario y, luego, colegas sacerdotes en la diócesis rural de Río Cuarto. Escribía en este blog uno de ellos: “Fernandez siempre se ocupó de botonear. Se unía a grupos de conversación donde se criticaba a la autoridad, para luego salir a contarlo. Ese fue siempre su modus operandi en el seminario y en su vida presbiteral. Trepó haciendo de buchón del poder. Siempre estuvo del lado del poder, pero haciéndose el víctima. "Ay, padre Rector, cómo me preocupan mis compañeros que dicen tal cosa ... me preocupa que no tienen sentido eclesial porque fíjese lo que dicen de usted que es el Rector... " - "Ay, monseñor, qué dolor que me producen los sacerdotes Fulano y Mengano. Cómo quisiera que tengan más sentido de unidad diocesana y eclesial , que no critiquen así al obispo (que es usted)”.
Quizás convenga recordar también que sus movimiento de sabandija trepadora no paran mientes en los que quedan heridos en el camino. Es el caso, por ejemplo, del P. Carlos María Galli, que estaba destinado a convertirse en el teólogo de referencia en Argentina (lo cual, como todos sabemos, significa poco y nada). Pues bien, al ingenuo de Galli se le ocurrió ponerlo al Tucho como su segundo en la Facultad de Teología. ¿Adivinen qué pasó? Efectivamente, el P. Tucho le serruchó el piso, el pobre Galli fue marginado y él  se acomodó, con la bendición de Bergoglio, como decano de la Facultad.
No olvidemos tampoco la carta que publicó dirigida a los católicos criticones del Papa Francisco que, entre otros notables pasajes del género epistolar, decía: “No jodamos. Por favor, los que queremos estar con la gente no dejemos de reconocer los valores que encarna este papa Francisco. Hoy estos valores no son tan frecuentes. Dejémonos de joder. Podemos detenernos a encontrar el pelo en la leche y lo vamos a encon­trar. Pero en este mundo no existe la pureza absoluta y creo que estamos ante una oportunidad inmensa para volver a poner en el centro a Jesu­cristo y al pueblo que Dios ama. Las últimas declaraciones de Jalics, junto a la opinión de gente de iz­quierda con buena información, como Pérez Esquivel, Oliveira, Fer­nández Meijide, Navarro y otros, muestran que Bergoglio no cagó a nadie, no fue cómplice de la dicta­dura, no dejó de ayudar a ocultarse o a escapar a quienes se lo pidieran e intercedió por algunos en la medi­da en que podía, porque ni siquiera era obispo. Hace treinta años Pablo Tissera, un jesuíta progresista, me decía que en la dictadura Bergoglio había actuado según una convicción que tuvo siempre: “los curas tene­mos que mantenernos siempre lejos de los que tienen poder en el país, para no quedar pegados”.
Vale la pena tener presentes todas estas cosas y algunas más que mencionaremos próximamente en esta bitácora. En estos días en que se aproxima el Consistorio convocado por el Papa Francisco, somos muchos los que sospechamos, y tememos, que uno de los capelos vaya a parar a la testa del Tucho, lo que demostraría, una vez más, la enorme irresponsabilidad de Bergoglio en el desempeño del oficio petrino.



lunes, 29 de diciembre de 2014

Medianoche a las 20

En Argentina, desde hace ya algunas décadas, la Misa de Medianoche o Misa de Gallo se celebra a las 20 hs. y, en algunas iglesias, a las 18 hs.  y la tendencia será, imagino, ir adelantándola cada vez más.
Si alguno le pregunta el motivo a los curitas que disponen estos horarios, aún a los neocones más derechosos, recibirá la siguiente respuesta: “La gente tiene que ir a preparar el vitel tonné y a comérselo, porque la familia quiere estar reunida y no puede esperar hasta tan tarde. Si celebro la misa a medianoche, no viene nadie”.
Yo veo aquí dos errores bastante graves.
1. La idea que la Navidad es la fiesta de la familia y que, por tanto, todo –aún la liturgia- debe supeditarse a la reunión familiar.  Es la postura análoga a los fanáticos de los movimientos pro-vida, o el Greenpeace católico, que terminan reduciendo la religión a la lucha por la defensa de la vida. En el fondo, se trata de un complejo propio del neocon: como son incapaces, por el motivo que sea, de plantear una oposición frontal al mundo, negocian: “Esta bien. Abandonamos la lucha por una liturgia trascendente; no hablamos del dogma de la Trinidad ni de la presencia real, pero no transigiremos en la defensa de la vida. ¡Eso nunca!”, se envalentonan. Y se quedan tranquilos. Y se convierten en cruzados capaces de ser arrastrados de los pelos frente a las clínicas abortistas, así como los activistas de Greenpeace son capaces de interponerse entre el arpón y las ballenas.
Con la Navidad pasa lo mismo. “Está bien –dicen consciente o inconscientemente-, dejaremos de insistir en el carácter cristiano de la Navidad, en la Encarnación de la Segunda Persona de la Trinidad y en la necesidad de la Redención. ¡Pero no nos quitarán la defensa de la familia, del amor y de la armonía!”. Y así no solamente se conforman sino que se convencen de que son los defensores de las últimas fronteras de la civilización cristiana. Y del otro lado de la frontera, el mundo se les mata de risa porque logró lo que quería: descristianizar a Cristo.
2. El segundo error es más grosero. Los curas saben que tendrán poco público si celebran la misa a la Medianoche y por eso la adelatan. La pregunta es: ¿no será que la adelantan para tener misas colmadas? En el fondo, ¿qué es lo importante para el señor cura: celebrar el culto al Dios Sabaoth como Él lo manda o presidir una asamblea de hermanos que se reunen para festejar a Cristo que viene para hermanarnos a todos? En el fondo, son curitas que han orientado o priorizado su sacerdocio, y con él la liturgia, al servicio de los hombres y no al servicio de Dios.
No me parece mal festejar la Navidad en familia. Más aún, en ocasiones será una decisión prudencial no asistir a la Misa de medianoche para poder reunirse con los suyos. Pero nadie está obligado a asistir a esa misa. Puede asistir a misa el día siguiente. Me parece mal supeditar el misterio litúrgico a las necesidades sociales.

Frente a esta lamentable realidad, se alza la liturgia de ayer: Dum medium silentium tenerent omnia, et nox in suo cursu medium iter haberet, omnipotens Sermo tuus, Domine, de coelis a regalibus sedibus venit. “En medio del silencio que poseía a todas las cosas, y mientras las noche estaba en medio de su curso, tu Verbo omnipotente, Señor, descendió del cielo desde su sede real”, dice el introito.
La imagen que describe el texto de la Sabiduría en tan pocas palabras es imponente: un mundo en silecio, en medio de las tinieblas de la noche, recibe en un secreto solamente revelado a un grupo de pastores, al mismo Hijo de Dios y Eterno Demiurgo, hecho hombre en el seno de una virgen judía.
Y San Pablo, en la epístola, explica aún más: Ita et nos, cum essemus parvuli, sub elementis mundi eramus servientes. “Así nosotros, cuando éramos niños, estábamos como siervos de los elementos del mundo”. Es el mundo de la materia que, antes de la noche de Navidad, estaba totalmente sometido a los arcontes, esos ángeles a quienes en el principio se les confió el cuidado de la creación material y luego, abandonando las huestes divinas, se hicieron siervos de Lucifer.  El Verbo, con su encarnación, santifica no solamente al hombre sino a toda la creación caída, que lo espera “gimiendo con dolores de parto”, y la redime de esos poderes de los cuales yo no somos siervos.
Este es el misterio profundo de la Navidad. Bienvenida sea la ternura del pesebre, con burro y buey incluído, y bienvenido sea Papá Noel. Hasta puede ser bienvenido el vitel tonné, el turrón y los brindis con la familia unida, pero si nos olvidamos del misterio, no somos más que paganos anónimos.