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lunes, 31 de agosto de 2015

La amistad y el fuego


“Toda auténtica amistad empieza con fuego, madera y bebida y el reconocimiento de la lluvia y el hielo. Los que no empiezan por el final corporal de las cosas son ya unos mojigatos y pueden llegar a ser pronto cristianos cientistas”.
G.K. Chesterton, Lo que está mal en el mundo, c. 2.


“¿Hay algún placer más grande sobre la tierra que un grupo de amigos cristianos en torno a una fogata?”

Carta de C. S. Lewis a Dom Bede Griffiths OSB (su ex alumno Alan Richard Griffiths), 21/XII/1941.

sábado, 29 de agosto de 2015

El infierno tan temido

Es verdad lo que dicen algunos comentadores del blog: hay temas mucho más importantes que las correrías del papa Francisco. En absoluto los hay pero relativamente a las circunstancias actuales, el tema de Bergoglio no puede dejar de discutirse y, en conciencia, debemos estar alertas y alertar. El daño que está causando esté personaje no es fácil de medir.
La ilustración del post es una miniatura de una manuscrito renacentista: Livre de la Vigne nostre Seigneur, France ca. 1450-1470 (Bodleian, MS. Douce 134, fol. 85r). Representa el infierno donde, en un caldero, se hierven un papa, cardenales, obispos y frailes. En tiempos actuales, el monje ilustrador habría sido piadosamente misericordiado. Los hombres de otros tiempo, en cambio, tenían bastante claro cómo eran las cosas.
Yo no sé si merece el infierno. Eso lo sabrá Dios. Pero sí puedo afirmar la gravedad de una de las últimas travesuras pontificias.
En Italia, como en muchos otros países europeos, se organiza el Family Day, una enorme manifestación de la que participan movimientos de laicos, diócesis, colegios católicos, etc., a fin de reafirmar el valor de la familia tradicional (un papá y una mamá) y rechazar el matrimonio gay y la implementación de la teoría del género. Estos grupos no solamente se reúnen en el gran día (ver aquí) sino que también organizan campañas alertando a los padres de los peligros que aparecen para la educación de sus hijos en este sentido. Y así, una de las alertas era acerca de dos libros que habían aparecido: Piccolo uovo, que cuenta la historia de un huevo que no quiere nacer porque no sabe qué vida y qué familia le tocará en suerte. Para poder entenderlo, parte en un viaje a fin de conocer diversos tipos de familia: un papá y una mamá; dos papás, dos mamás, etc. La historia del libro se presentó en forma de obra de teatro a la que asistían alumnos de escuelas primarias italianas. Por supuesto, Family Day y otras organizaciones pusieron el grito en el cielo por este escándalo. Y algo similar ocurrió con el segundo libro de la misma autora: Jean tiene dos mamás. El alcalde Venecia ordenó retirar ambos libros de las escuelas.
La escritora de ambas obras se llama Francesca Pardi y vive en Venecia “en pareja” con otra mujer y sus cuatro hijos. La señora Pardi es una lesbiana militante por los derechos de los homosexuales que se ofendió por el ataque que sus obras literarias recibían por parte de los católicos. Y no tuvo mejor idea que escribirle al Papa Francisco relatándole la situación y enviándole copia de sus dos libros para que el Pontífice viera lo bueno que eran para la educación de la juventud.
Lo grave del caso es que el bondadoso Papa Bergoglio le respondió a doña Pardi a través de uno de sus secretarios. En la respuesta, el Santo Padre le agradece por el delicado gesto y por los sentimientos que los han provocado, y le desea una cada vez más fructuosa actividad al servicio de las jóvenes generaciones y de la difusión de los auténticos valores humanos y cristianos. Pueden chequear la noticia en varios sitios de Internet, por ejemplo acá y acá
Por cierto, al rato tuvo que salir el Padre Lombardi a decir que la carta del Papa no pretendía promover enseñanzas contrarias al Evangelio. 
Yo me pregunto: ¿se dá cuenta el Papa Francisco lo que está haciendo? ¿Se da cuenta del escándalo que produce? ¿Cómo quedan los miles de laicos y sacerdotes que hacen lo imposible para defender la doctrina católica en materia tan sensible como el matrimonio y la educación de los hijos, cuando el jefe de la Iglesia envía la bendición y el aliento a sus enemigos? Y recordemos que el Francisco en ningún momento envió su bendición y cercanía a Family Day o a Manif pour tous

Si esto no merece el infierno, yo no sé qué lo merece.

jueves, 27 de agosto de 2015

Tucho el Adulador

¡Tucho, Tucho! Me parece que esta vez se te fue la mano.
Tus empleados han empapelado la ciudad de Mendoza promocionando el nuevo colegio que pensás abrir en esa ciudad el año próximo y al que has bautizado "Para Francisco".
Todo tiene un límite, señor don Tucho. Uno puede afirmar que el cuello de la jirafa llega hasta las estrellas, o que una ballena llena el océano entero, y no hará más que mostrarse impetuoso en extremo con su animal favorito. Pero si empieza a felicitar a la jirafa por sus plumas, o a la ballena por la elegancia de sus piernas, nos enfrentamos a lo que los hombres llamamos "adulación". Y eso es lo que está pasando con vos.
Podés decir que el Papa es un buen tipo, que es cercano a la gente, que realmente le importa la fe católica, o cosas por el estilo, y te vamos a entender: mentís porque sos su paniaguado, pero ponerle su nombre a un colegio se inscribe ya en la más grotesca adulación.
Es como si le pusieras a una escuela de pilotos el nombre de "Vicky Xipolitakis" o a un club de rugby "Guido Suller". Lo más alejado que hay del conocimiento, la ciencia, la sabiduría, la educación y la cortesía, es decir, de todo lo que un colegio debe enseñar, es el Papa Francisco. Ni siquiera fue capaz de terminar su doctorado, aunque tuvo todo el tiempo y los medios de que dispone la Compañía. Si el único idioma que habla correctamente es el español y apenas se defiende en italiano. Si es un incompetente absoluto que, si la Iglesia fuera una multinacional como muchos creen que es, nunca habría pasado de mandadero.
Se te fue la mano Tucho. No podés ser tan adulador. 

sábado, 22 de agosto de 2015

Benson y la formación sacerdotal

En los comentarios uno de los post que publicamos la semana anterior afloró una vez más el problema de la formación sacerdotal. No es una cuestión que atañe solamente a obispos y clérigos. Nos atañe a todos, porque dependemos de los sacerdotes para recibir los sacramentos y para regir la Iglesia. 
No hay duda que la formación sacerdotal actual es pésima. El hecho de que, quien fuera durante años el rector del seminario para importante y representativo del país -Devoto- y actualmente rector de la Universidad Católica Argentina, sea Mons. Tucho Fernández, un don nadie en todos los ámbitos posible del ser y del entender, habla por sí mismo.
No creo, sin embargo, que el problema se reduzca a nuestro país. Habrá otros casos peores, y otros mejores, como habrán también seminarios mejores y seminarios peores. 
En esta bitácora hemos tratado varias veces el tema, y desde hace varios años: El mejor seminario (3/6/2007); El freezer (12/12/2011); ¿Son necesarios los seminarios? 7/4/2010); Aún sobre la vocación. Castellani y Locke (9/4/2010).
Creo que es un tema discutido lo suficiente. Dejo como última reflexión un texto de Mons. Benson sobre el tema:

Apenas después de su conversión a la Iglesia católica, quien luego sería Mons. Robert Hugh Benson, autor de El Señor del Mundo, se trasladó a Roma donde vivió durante algún tiempo hasta su ordenación sacerdotal. Son muy interesantes sus observaciones de ese periodo y el modo en el que percibe su "nueva casa" porque, efectivamente, él decía que había alcanzado la perfecta paz espiritual luego de su conversión.
Esto no lo privaba de criticar lo que veía de negativo. Por ejemplo, lo fastidiaba mucho el ambiente concentradamente clerical que había en Roma y que se mostraban, por ejemplo, en las reuniones en los salones de nobles pontificios en los que diariamente cardenales y monsignorini se dedicaban al cotilleo. O bien, que a fin de que alguna afirmación tuviese algún peso o autoridad, debía ser antecedida con la expresión: "El Padre Tal dice que...".
Era particularmente crítico de los seminarios a los que consideraba una perversa máquina picadora de inteligencias. El 6 de dicembre de 1903 escribe a un amigo:

Estoy en un lento proceso de recibir impresiones, y todas son instructivas. ¿Te aburre si te comento algunas?
1) Todos los sacerdotes, primero que nada, poseen una intensa fe y comprensión de lo sobrenatural, y expresan todo esto francamente en palabras y conductas, con mucha naturalidad y devoción.
2) También son, por tanto, muy frecuentemente son superficiales. Y este es costado escandaloso de la fe. Hacen bromas que me hacen parar lo pelos. Pero lo hacen no porque no crean, sino porque creen intensamente.
3) Son más bien sonsos (stupid, en inglés). Y esta es una falla del sistema de seminarios. Enseñan sus temas y su fe admirablemente, pero no les enseñan nada más que eso. Pero cuando, como ocurre con los grandes directores espirituales, conocen la naturaleza humana, la conoce mejor que cualquier otro en el mundo. Si me fuera encargado educar a un muchacho para el sacerdocio, primero lo protegería con una gran cantidad de religión atractiva dirigiéndome a su corazón, y de religión dogmática dirigiéndome a su inteligencia, hasta que tuviera catorce años. Entonces, lo enviaría a Eton o Winchester hasta que tuviera dieciocho, luego el seminario por un año o dos, luego a la universidad de Oxford o Cambridge, hasta que tuviera veinticuatro, y luego al seminario nuevamente por tres años. Y creo que sería un espléndido sacerdote después de todo esto".  

miércoles, 19 de agosto de 2015

Pedagogía para ovejas del Papa Francisco

Damos la bienvenida a don Francisco José Soler Gil, de Sevilla, a quien esperamos tener como asiduo colaborador de este blog.

El verano es el tiempo de las largas tertulias nocturnas, a cielo abierto, con la familia o los amigos. Las amables temperaturas de la noche invitan a demorarse en todo tipo de especulaciones, quizás ante una buena mesa, en la que no faltará la botella de vino refrescante. En el campo o en la playa, a la luz de las estrellas, se aceptan preguntas que podrían ser tomadas como impertinentes en cualquier otro contexto.
Así, por ejemplo, si en un marco como éste un amigo me preguntara qué es lo que me parece peor del pontificado de Francisco, no lo llamaría al orden, ni le recordaría doctrinas de respeto filial, sino que, sin dudarlo ni un momento, simplemente le respondería que lo peor son los preparativos que, a todas luces, se están tomando para enmendarle la plana al mismo Jesucristo, de cara a agradar al mundo. Y es evidente que me refiero, muy en primer lugar, a la admisión a la comunión a los divorciados que vivan en adulterio. Que es algo que el Papa Francisco parece empeñado con firmeza en implantar, y posiblemente lo consiga, cosechando grandes aplausos de los enemigos mortales del cristianismo.
Pero si este insistente amigo me preguntara luego qué es lo segundo peor del actual pontificado, confieso que me pondría en un aprieto: ¡Hay tanto donde escoger!
Podría mencionar quizás la frase que quedará para eterna memoria de Francisco I: «¿Quién soy yo para juzgar?». Una frase que, además, por lo que llevamos viendo, sólo se aplica en determinadas direcciones, y preferentemente a favor de los deseos arcoiris.
Pero podría mencionar en su lugar el reverso tenebroso de esa frase, que son las continuas «misericordiaciones» de voces críticas ante el deterioro doctrinal que está sufriendo la Iglesia. Del benemérito cardenal Burke hacia abajo, la lista se va haciendo muy larga ya.
Y podría mencionar también las entrevistas aéreas del Papa, la verborrea inagotable, las madres conejas, los pepinillos en vinagre, las ostentaciones de humildad, la opción preferencial por los políticos, actores y futbolistas, el populismo de tres al cuarto, la intromisión en temas científicos y económicos ajenos a su competencia,... Verdaderamente, ¡hay tanto donde escoger!
Ahora bien, ante tan exuberante variedad, lo mejor es guiarse por las propias preferencias. Ya que nos hallamos en medio de la gran feria de los despropósitos, escoja cada cual el que más le moleste. A mí me molesta mucho que me tomen por imbécil, y por eso, una cosa que me cuesta especialmente soportar es la pedagogía para ovejas del Papa Francisco.
Como cada maestrillo tiene su librillo, el actual pontífice también usa, una y otra vez, de ciertos procedimientos que parecen ser de su agrado. Lo malo es que estos procedimientos presuponen ―o la menos esa impresión me da a mí― que la grey a su cargo está formada por ovejas estultas.
Mencionaré un único ejemplo, por no ser prolijo. El más reciente que se me ocurre. Estos días pasados hemos asistido a la enésima exhibición del método pedagógico bergogliano, en concreto durante la audiencia general del pasado día cinco. ¿Qué nos explicó el pontífice en esta ocasión? Habló de los divorciados que viven en adulterio, si bien en otros términos: «los que tras la ruptura de su vínculo matrimonial han establecido una nueva convivencia». Bien, esta terminología resulta un poco más larga que la empleada por Nuestro Señor, pero, atendiendo a la enseñanza de Cristo, las dos son equivalentes. No obstante, cada uno es muy libre de escoger las palabras con las que quiere expresarse, de manera que volvamos al núcleo del asunto: ¿Qué nos explicó el pontífice sobre los divorciados que viven en adulterio? Pues que no están excomulgados. Ni más ni menos.
Como era previsible, los medios de comunicación del mundo entero titularon que el Papa dice que los divorciados vueltos a casar pueden comulgar. Y, como era no menos previsible, los medios católicos salieron enseguida a responder que eso era una malinterpretación, cuando no una manipulación, de las palabras del Papa. Puesto que no es lo mismo no estar excomulgado que poder comulgar. Lo de siempre. Ocurrió lo de siempre. Lo que viene ocurriendo a lo largo de todo el pontificado.
¿De verdad no podía saber de antemano el Papa que sus palabras serían interpretadas del modo en que lo fueron? Por supuesto que lo sabía, ¿cómo no lo iba a saber? En realidad se trata ―junto con las destituciones y nombramientos― de una de sus maneras preferidas de influir en el desarrollo de una discusión: Realizar una declaración ambigua, que dé alas al bando heterodoxo que desea impulsar, al tiempo que dé pie a los católicos fieles a pensar que nada nuevo se ha dicho. Y así, la culpa del desaguisado la tiene siempre la prensa, que no entiende. Pero sí que entiende. ¡Vaya si entiende!
Por eso, si yo pudiera pedirle un favor al Sumo Pontífice, le pediría que, puesto que tiene muy claro a dónde quiere llegar, al menos no recurra a tales procedimientos, que, a fuerza de reiteración, presuponen ya la estupidez de los católicos que tratan de mantenerse fieles a las palabras de Cristo. Y que además convierten el camino en lento y tortuoso. Dicho con otras palabras: Lo que vas a hacer, hazlo pronto.

Francisco José Soler Gil

lunes, 17 de agosto de 2015

Colas en Fiumicino

Hace algunos días se publicó en una página americana un interesante artículo acerca de otro de los devastadores efectos que está produciendo el pontificado de Francisco, esta vez, en la Curia Romana. Traduzco el párrafo inicial:

“Solía conocer a muchos sacerdotes que trabajaban en los dicasterios romanos pero ahora están haciendo cola en los aeropuertos de Roma y regresando a sus diócesis de origen con la intención de no volver. El problema es que el Papa matonea a sus jefes y, entonces, sus jefes los matonean a ellos, y por eso se van. Por más curtido que se tenga el cuero, hay límites para soportar insultos y desprecios. Esto, sumando a un creciente grado de sudamericanización, hacen que el ambiente de trabajo de la Santa Sede sea cada vez más difícil. A los que tiene el cuero más delicado y son más sensibles, debido a que el mundo del Papa inevitablemente se estrecha, todas las mañanas desde Santa Marta les caen más insultos. El éxodo de Roma se basa en una simple pregunta: “¿Debo quedarme o debo irme?”. E irse es más fácil que quedarse”.

Me interesa hacer un par de observaciones. 
No me parece extraño, ni malo de por sí, que se esté dando una sudamericanización de la Curia Romana. En la larga época de Juan Pablo II se produjo una polonización así como históricamente, siempre hubo una italianización. El problema es que los sudamericanos que están llegando a Roma presentan las mismas características de quien los lleva: cortos de entendederas, incultos, vulgares e ignorantes. Y este tipo de personajes pueden encontrarse en todos los países y continentes. Pero ocurre que, en este caso, Dios los cría y el Papa los amontona, y así van a terminar llevándose puesta a la Curia, si los dejan.
En segundo lugar, me parece muy grave y alarmante que los buenos sacerdotes que trabajan en la Curia estén dejando sus puestos los que son rápidamente ocupados por estas nuevas huestes francisquistas. Este método de recambio de personal no es nuevo: lo aplicó Perón y desde hace algunos años lo están aplicando los Kirchner en Argentina. Veamos, si no, el caso de la Cancillería, donde los empleados de carrera y con antecedentes y capacidad para desempeñar sus delicadas tareas son hostigados continuamente por sus jefes hasta que, cansados de soportar la situación de acoso, renuncian a sus puesto, o sos echados, y su lugar es ocupado por algún jovencito incompetente de La Cámpora. Lo que el periodista que escribe la nota no sabe es que Bergoglio está “camporizando” la Curia, es decir, llenándola de gente que le responda automáticamente y lo consienta en cualquier disparate que se le ocurra.
En general, quienes trabajan en la Curia Romana, gozan de mala fama. Se los percibe como frívolos, trepadores y cómodos que escapan al duro trabajo pastoral del cura de a pié. Y la imagen es falsa. Conozco personalmente y muy de cerca a cuatro sacerdotes de la Curia. Dos ellos volvieron ya a sus diócesis y los otros dos hacen más de veinte años que están allí. Tres de ellos son argentinos y uno es alemán. Doy testimonio de la ejemplaridad de los cuatro. Ninguno de ellos está o estuvo en Roma con ánimos de trepar o de integrar alguna cordata de poder. Es más, uno de ellos se fastidió sinceramente cuando lo ascendieron y ubicaron en un vistoso puesto del séquito papal. En todos los casos, los movió siempre el ánimo de servir a  Cristo y a la Iglesia del mejor que podían hacerlo y en obediencia a lo que les pedían. Ese servicio, en algunas ocasiones, implicó sacrificios: en uno de los casos significó entregar a sabiendas su propia carrera y futuro en la Urbe a fin de cumplir con el deber que su conciencia y amor a Cristo y a su Esposa le imponían.

Como en todo grupo humano, no todos son así. Tenemos en la Curia Romana a Mons. Karcher, que han demostrado ser especialista en la frivolidad de las selfies y del Facebook, y al arzobispo Sánchez Sorondo, un verdadero maestro en el arte del panqueque o la crêperie y de la navegación según los vientos que corren. Pero me animo a decir que no son ellos la mayoría. La mayoría son los otros. Y es a ellos a quienes está espantando Francisco. Como los Kirchner, dejará tierra arrasada.

viernes, 14 de agosto de 2015

Requiescat in pace


Falleció hoy Mons. Rogelio Livieres Plano, antiguo obispo de Ciudad del Este.
Fue ferozmente atacado por los obispos paraguayos desde el momento mismo de su elección por el papa Juan Pablo II; fue humillado por la Curia Romana y fue misericordiado por el papa Francisco.
Fue amado por sus sacerdotes y venerado por sus fieles.
Don Terra, obispo emérito de Brasilia, dijo hoy en la misa de requiem: "Mons. Rogelio está en el cielo. Fue crucificado en vida y por eso Dios se lo llevó en el día de otro mártir. Hizo lo más importante que debe hacer un obispo: formar sacerdotes".
¿Habrá una llamada de condolencias para su madre nonagenaria del Sumo Pontífice? 

jueves, 13 de agosto de 2015

Estampas de otros tiempos: la Misa Papal

"Fue sobrecogedor. La iglesia entera [la basílica de San Pedro] estaba rebosante de gente, y por el pasillo central se acercaba el enorme palio, cubriendo la majestuosa figura enjoyada del Papa, con los solemnes flabelos meciéndose detrás. Fue uno de los momentos más emocionantes. Delante venía una interminable fila de mitras moviéndose acompasadamente. El canto gregoriano era como una enorme voz reflexiva hablando, y de vez en cuando gritando, en ese enorme lugar. Y, por supuesto, el momento cúlmine fue la Elevación, en un silencio absoluto, solamente roto por las trompetas de plata que exultaban desde lo alto de la cúpula. El espectáculo ofrecía un grandioso sentido de consumación: la visión de Cristo ofreciendo a Cristo, en el centro mismo del mundo, con representantes de todo el orbe cristiano en el templo y con los ángeles haciendo sonar sus trompetas en el cielo. Uno sentía como si todo lo que era importante o real estuviese concentrado allí... todas las demás cosas parecen pequeñas después de esto".

Mons. Robert Hugh Benson, Spiritual letters, p. 72.
[Escrito en 1903]

lunes, 10 de agosto de 2015

Rumores de guerra

Los ejércitos se están alistando. Ya podemos contemplar sus maniobras y escuchar  estrépito de armas. Algún tolkiniano diría que Saruman ya taló los bosques y se entretiene en Isengard preparando sus milicias de orcos. El Sínodo de octubre de aproxima.
Veamos el panorama: 
1. El año pasado, y a pesar de todos los golpes bajos y embarradas de cancha que lograron imponer en la reunión los progresistas encabezados por el Sumo Pontífice, se encontraron con una resistencia mayor a la esperada, sobre todo por parte de los episcopados periféricos. Esta resistencia, ayudada por los medios de comunicación muy a su pesar, concentró la posición progresista en los obispos alemanes y en la corte de teólogos que les responden. Esta polarización ha terminado favoreciendo la posición conservadora ya que muchos de los asistentes al sínodo podrán apoyarla movidos no sólo, o no tanto, por un posicionamiento doctrinal sino más bien por un espíritu de cuerpo, o un espíritu de revancha que impida el triunfo de los prelados del Norte, que no tienen buena prensa, y que están bastante sucios con los millones de euros que manejan al año.

2. El Jesuita Blanco, que no es ningún ingenuo, ha procurado durante todo el año quebrar esta situación polarizada propiciando el surgimiento de nuevos polos, es decir, despolarizándola. Como ejemplo de esta táctica, podemos mencionar la reunión que se hizo en Roma, a puertas cerradas, en el mes de mayo y que informamos en este post, en la que participaron teólogos progresistas de todos los pelajes dispuestos ha diseñar una hoja de ruta. En el mes de julio, según informaba La Repubblica, la Editorial Vaticana publicaba un grueso volumen sobre el tema de los divorciados vueltos a casar que reunía trabajos de numerosos teólogos de diversas tendencias y en el que destacaba una posición moderada aunque disparatada. Por ejemplo, el teólogo francés Xavier Lacroix, proponía que a las personas en esta situación se les permitiera recibir la comunión una sola vez al año, por Pascua de Resurrección, lo cual era una especie de Mardi gras al revés: así como el martes anterior al Miércoles de Ceniza es el día de los excesos y en el que, aparentemente, se levanta la obligación de los Diez Mandamientos, así, en este caso, un día al año, el adulterio dejaba de ser pecado, se recuperaba la gracia y, consecuentemente, se podía comulgar. 
La jugada más importante, sin embargo, podría ser la que tendrá lugar en septiembre cuando el impresentable cardenal Rodriguez Madariaga, mano derecha del Papa, sea el principal orador de otra tenida progresista, o sínodo en las sombras, en Roma. El propósito de este encuentro, como el de los anteriores, claramente es el de remover a los alemanes de la línea de fuego e impedir que se identifique a su arrogancia con la posición liberal. Si de este encuentro surgiera algún documento que se pronunciara por la posibilidad de admitir a la comunión a quienes viven en adulterio sería interpretado por muchos que no se trata solamente de un capricho de alemanes y europeos, preocupados por el vaciamiento de sus arcas, sino de toda la iglesia. Los teutones dejarían de ser el centro de resistencia y la propuesta liberal se universalizaría.

3. Resulta útil, por otro lado, detenerse a analizar el discurso de quienes abogan por estas posiciones. Hace pocos días, el arzobispo de Hamburgo, Mons. Stefan Hesse, hizo algunas declaraciones. Textualmente, expresó que “tenemos que considerar los variados modos de convivencia que tienen las personas hoy en día”, entre las que, por cierto, se encuentra la convivencia de parejas homosexuales “en las que la Iglesia aprecian valores tales como la fidelidad y la veracidad. A mis ojos, [el hecho de que la pareja sea homosexual] no minimiza el amor y la fidelidad entre ellos”. Y agregó: “Cuando estas personas buscan acercarse a nosotros, nosotros como Iglesia debemos estar allí para ellos”. No cabe duda que la Iglesia debe estar dispuesta a recibir al pecador que se ha arrepentido, y “estar allí” para él. Pero el problema es que para Mons. Hesse, el arrepentimiento y cambio de vida no es condición necesaria para ser recibidos por la Iglesia. Las tierras de este obispo fueron evangelizadas en el siglo VIII por San Bonifacio quien, como misionero y obispo de Maguncia, se habrá encontrado con muchos casos en los que personas de las tribus sajonas se le acercaban buscando el refugio de nuestra religión. Y él los recibía y bautizaba, pero antes debían dejar a sus dioses, quedarse con una sola mujer y enmendar sus vidas. Para el actual arzobispo de Hamburgo, en cambio, pareciera que es suficiente con la buena intención, pues la Iglesia debe responder al hombre de hoy tal como el hombre de hoy es. ¿Y cómo es y qué es lo quiere el hombre de hoy? Seamos claros, aunque un poco procaces: el hombre de hoy quiere la proclamación del derecho universal al orgasmo, y quiere que lo dejen copular como sea y con quien sea. Y el los obispos alemanes, y Su Santidad, son favorables a la proclamación de este nuevo derecho humano.

4. Dejamos para el final las altas especulaciones teológicas que en la última semana ha pontificado el Papa Francisco desde Roma sobre el tema. En la catequesis del último miércoles comenzó afirmando que los católicos divorciados y vueltos a casar no están excomulgados. ¡Chocolate por la noticia! Cualquier persona medianamente instruida lo sabe. Y, para abundar más, un documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 1994, lo dice con claridad. Lo que hizo Bergoglio, con su astucia jesuita, fue largarle un titular a los medios de comunicación, que lo replicaron por todo el orbe, a fin cosechar aplausos, instalar nuevamente el tema y bajar línea sobre cuál es su posición. Sin embargo, para el núcleo de su discurso se reservó un argumento que apela a la sensibilidad: el bien de los hijos. “¿Cómo po
dríamos aconsejar a estos padres hacer de todo para educar a los hijos a la vida cristiana, dando ellos el ejemplo de una fe convencida y practicada, si los tenemos alejados de la vida de la comunidad como si fueran excomulgados?”, dijo. Es decir, si no es por la pareja adúltera, al menos por los hijos permitámosle acceder a la comunión. Es esa la traducción del mensaje francisquista. 
En el fondo, no es más que afirmar que el fin justifica los medios. Sabemos que la Compañía, tradicionalmente, hizo uso de esta máxima, y sabemos también que fue el principio que aplicó Caifás: “Es preciso que uno muera por el bien del pueblo”. Y, sobre todo, sabemos que la moral católica siempre condena esta posibilidad. “Los actos se especifican -es decir, reciben su carga moral- por su objeto”, dice el principio católico, “y no por su fin”. Más allá que, sin duda alguna, el fin de que los niños y jóvenes sean educados en una familia en la que vean la ejemplaridad de sus padres, es bueno, no puede ser alcanzado a costa de un mal, en este caso, el pecado de adulterio.


La discusión, en el fondo, no es si los que viven en adulterio pueden comulgar o si la Iglesia debe acoger a los homosexuales que viven en pecado. Lo que estamos discutiendo, y lo que se discutirá en el sínodo de octubre es, sin más, la fe católica. Aceptar lo anterior, es decir, oficializar la posición liberal implica negar el pecado, o redefinirlo; negar la gracia de Dios, o redefinirla; negar el carácter magisterial de la Iglesia, o redefinirlo; negar la Revelación, o redefinirla y, en última instancia, negar a Dios o redefinirlo. 

jueves, 6 de agosto de 2015

La higuera de Manuela


Sabemos que todo signo es un objeto, fenómeno o hecho que, por una relación natural o convencional, representa o evoca otro objeto, fenómeno o hecho. A partir de un fenómeno dado puedo acceder a otro que está oculto, o ausente o que todavía no ha ocurrido. Es el caso en el que Nuestro Señor dice: “Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano”. El reverdecer de la higuera (fenómeno actual) es el signo de la llegada del verano (fenómeno futuro).
Los signos hacia los que el Señor nos advierte de estar atentos no deben ser, por otro lado, extraordinarios o evidentes. Más bien, Él nos indica que debemos aprender a descubrir los signos, y se aprende lo que no es evidente. Nadie aprende que el cielo es color celeste; aprendemos a resolver una ecuación algebraica.
Esta introducción no es más que para platear a los lectores del blog la intelección de algunos signos, minúsculos si se quiere pero, a mi entender, significativos.
Una amiga catalana que se toma el arduo trabajo de explorar cada día la atmósfera eclesiástica, me envió el relato de un hecho en el que no había reparado. A fines de junio, la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, hizo izar en el Ayuntamiento de la ciudad la así llamada “bandera gay” y en ese puesto de privilegio flameó durante varios días. El hecho es, de por sí, gravísimo. Se trata de la orgullosa exaltación de una conducta que atenta contra el orden natural creado y querido por Dios. No estamos en presencia de un pecado que siempre existió en la humanidad por el solo hecho de que todos los seres humanos participamos de la caída original, ni se trata tampoco del perdón, misericordia y comprensión que debemos dispensar a quienes se arrepienten de ese pecado o de cualquier otro como nos manda la caridad. Se trata de la exaltación pública por quienes tienen a su cargo el gobierno de la polis del orgullo por un pecado particularmente perverso. Tengamos en cuenta que, curiosamente, ha sido la conducta homosexual la que ha aflorado en todos los casos en que una civilización estaba a punto de caer. El signo más claro de la decadencia de una sociedad ha sido históricamente la exaltación de la homosexualidad.
La misma nación que enarboló los estandartes de Castilla y de Aragón para expulsar a los infieles musulmanes de la Península y que, a precio de su sangre, hizo ondear las mismas enseñas en América, iza ahora la bandera multicolor del peccatum nefandum.
 Se trata de un signo, circunstancial, pero claro. Sin embargo, es un signo que debe ser leído conjuntamente con otros y que lo convierten en algo mucho más grave e inquietante. La misma persona que enarboló la bandera del arco iris, Manuela Carmena, fue invitada pocos días después por el mismísimo Vaticano, fue recibida por el Papa Francisco y ubicada como oradora de privilegio en la Pontificia Academia de Ciencias, donde pontificó, escoltada por el arzobispo argentino Sánchez Sorondo, sobre el tema “por qué uno se va de putas”.
Una de las indudables cualidades que tiene el pontificado de Bergoglio es que ha adormecido o anulado nuestra capacidad de asombro e indignación. ¿Cómo es posible soportar el disparate que la misma persona que se ufana en exaltar aquel pecado, feo y grave, que ni siquiera hay que mencionar (nefandum), se invitada a sentar cátedra nada menos que en el mismísimo lugar donde se asienta la Cátedra del Apóstol Pedro y de su vicario? ¿Cómo es posible que el sucesor de Gregorio VII, que excomulgó al emperador Enrique II por no aceptar sus disposiciones sobre las investiduras de los laicos, y de Clemente VII, que prefirió perder un reino fiel como Inglaterra, por no ceder a las pretensiones adúlteras del rey Enrique VIII, reciba ahora y le concede enseñar, a la alcaldesa madrileña propiciadora de la contra natura?
No soy afecto a las revelaciones privadas, apariciones y devaneos apocalípticos. Pero el Señor nos manda estar atentos a la higuera.



martes, 4 de agosto de 2015

La concelebración

En el post que publiqué ayer introducía un acápite al final en el que afirmaba que “la concelebración es un invento del Vaticano II”. Durante el día, recibí el siguiente comentario:

La concelebracion no es un invento del Vaticano II. Fue algo super comun y para la epoca de Trento se habia abandonado completamente en la Iglesia latina y no ae volvio a usar hasta el Novus Ordo. Entre los Orientalea es fue y sera moneda corriente, como en los principios de la Iglesia Romana y los Monasterios. No es algi malo en si mismo y ciertamente NO ES UN INVENTO DEL VATICANO II.
Y, en un comentario posterior, añadía que hubo concelebración hasta 1904.

Como el tema lo amerita, le responderé al amable y anónimo lector:
1. Tiene razón cuando dice que la concelebración no es un invento del Vaticano II. Yo me expresé mal o, al menos, de forma incompleta. Debería haber escrito: “La concelebración de la Santa Misa en el rito latino y en el uso actual, es un invento del Vaticano II”

2. Tiene razón el Comentador cuando dice que en Oriente es moneda corriente. En efecto, en el rito bizantino, por ejemplo, se concelebra habitualmente. Lo cual no habilita para que ese uso se traslade a otros ritos según el gusto del liturgista de turno. Si se adopta la concelebración, ¿por qué no adoptar las cortinas y las pantuflas de los armenios o el Pequeño Ingreso y el Himno Querubico de los bizantinos?

3. Sin embargo, se equivoca cuando dice que, en el rito latino, “fue algo común” y que “se había abandonado en la época de Trento”. Es verdad que, en los primeros dos o tres siglos de la Iglesia, era común la concelebración dominical del obispo con su clero. Este costumbre se mantuvo posteriormente en la Iglesia de Roma, donde el Papa concelebraba con los presbíteros de la Urbe pero no era tan común como dice el Anónimo. El Ordo de San Amando, por ejemplo, que Duchesnes data en el siglo VII (Origines du culte chrétien, Paris, 1920, p. 157), dice que el Papa concelebraba con los cardenales presbíteros solamente en algunas fiestas del año (Pascua, Pentecostés, San Pedro, Navidad, Epifanía, Ascensión y Sábado Santo). Siete días al año no convierte a una práctica en “común”. Notemos, además, que esto ocurría solamente en la Iglesia de Roma.

4. Para el siglo VIII es probable que ya hubiera desaparecido la concelebración en la Iglesia de Roma.

5. Hay testimonios que indican que los obispos de otras sedes concelebrarían ocasionalmente con su clero. Sin embargo, estos documentos son muy escasos y no permiten afirmaciones definitivas. Y, por cierto, fue una práctica abandonada antes del siglo VIII.

6. Lo que sí resulta claro es que la concelebración, en todos los casos, se daba con el obispo. Es decir, nunca existió en el rito latino la concelebración de simples sacerdotes entre sí. 

7. El anónimo dice que también se concelebraba en los monasterios. No puedo opinar de un modo definitivo, pero lo cierto es que hasta fines del primer milenio los monasterios tenían pocos monjes sacerdotes: los suficientes para atender a la comunidad. No tenía sentido, por tanto, que concelebraran. Luego comienzan a multiplicarse debido a la necesidad de celebrar misa por los difuntos, las que eran encargadas, y pagadas, por los laicos (D. Iogna-Prat, Les morts dans la comptabilité céleste des clunisiens de l'an mil, Paris, 1990, p. 63). Cuando los sacerdotes son numerosos, la comunidad tendrá dos misas cantadas diariamente y el resto de los ordenados dirán misas privadas, en altares laterales y de modo simultáneo, antes y, sobre todo, después del capítulo (Davril - Palazzo, La vie des moines au temps des grandes abbayes, Paris, 2000, pp. 136-141). En ningún caso se habla de concelebración.

7. Hasta el concilio Vaticano II la única “concelebración” que existía era en la ceremonia de ordenación sacerdotal o episcopal en la que los neosacerdotes, de rodillas y con la casulla levantada, decían junto al obispo el Canon, como puede verse en la fotografía que ilustra el post. El anónimo dice que hasta 1904 había concelebración. Le pido que me diga en qué fuente se basa para hacer tal afirmación. Y la fuente, claro, no debe ser Bugnini o el P. Héctor Muñoz o.p., sino estudios serios de liturgia.

8. Nunca afirmé que la concelebración fuera mala en sí misma. No tengo idea si es buena o mala. Lo que digo es que no es tradicional  y, se me ocurre, que si alguien se hizo sacerdote para ofrecer el Santo Sacrificio y resulta que, una vez ordenado, tiene que concelebrar todos los días, debe sentir cierta frustración.


Conclusión: La concelebración, tal como se conoce actualmente, en la que los sacerdotes de una parroquia, seminario, convento o monasterio, concelebran habitualmente, no pertenece de ninguna manera a la tradición del rito latino y es una innovación (invento) del Vaticano II.

lunes, 3 de agosto de 2015

Estampas de otros tiempos: la piedad popular


"Al atardecer, [entré en una iglesia cualquiera de Roma] y me ubiqué en la galería para estar solo. Abajo, estaban dando la bendición con el Santísimo; nada atrayente; música horrible, el continuo chirriar y crujir de las sillas, sin órgano ni coro, y un grupo de setenta u ochenta personas -aunque era una noche más de la semana-, y un silencio emocionante y rotundo al mismo tiempo. La atmósfera de fe y adoración era sobrecogedora, especialmente porque no tenía nada atractivo desde el punto de vista físico... Sin embargo, estaba toda esa gente, dispersa en un gran grupo desordenado, adorando todos a Aquel que estaba en la custodia en una pequeña y sombría capilla lateral. Y esto ocurría noche tras noche durante todo el año, y esta iglesia no es en absoluto una excepción... La devoción del pueblo está más allá de toda descripción, especialmente la de los hombres, que eran la mitad, si no más, de todo el grupo.
Cada uno lleva su propia silla y reclinatorio, y lo ubica exactamente donde quiere, en cualquier esquina, vuelto hacia la Misa que le guste... Estuve mirando a un hombre bien vestido que se movía incesantemente; y estaba también un muchacho despeinado y campesino, absolutamente arrobado y estático, arrodillado sobre la piedra, con su rostro cubierto. Y estuvo así al menos por media hora. El sentido de adoración está más allá de todo lo que yo podría haber imaginado fuera del cielo".

Mons. Robert Hugh Benson, Spiritual Letters, p. 64.
[Escrito en 1903] 

[Recordemos que, en 1904, no existía la concelebración de la Santa Misa, otro invento del Concilio Vaticano II, por lo que era común que en una iglesia que tenía varios sacerdotes -lo cual era normal en Roma- se celebraran varias misas al mismo tiempo, cada una en diversos altares laterales]

domingo, 2 de agosto de 2015

P. Benoit de la Bergerie

Falleció el p. Benoit de la Bergerie. Tenía 99 años y desde hace veinte estaba asilado en una residencia para sacerdotes ancianos de su orden en la Provence. Lo conocí en Roma en los años ochenta por indicación del p. Renaudiere de Paulis. El p. Benoit era un sabio teólogo consultor de la Congregación para la Fe. Por fidelidad a su tarea de leer, analizar e informar sobre libros de teólogos de todo el mundo, sacrificó su propia vida académica. Cuidaba escrupulosamente el secreto pontificio de su delicada tarea. Por ello dejó la docencia y no publicaba, para evitar trasuntar algo de su trabajo. Lo traté frecuentemente durante mi tiempo en Roma, luego mantuve contacto epistolar con él. Los últimos años a través de email con un joven religioso que lo asistía, quien me avisa del fallecimiento. Lo más probable es que el mundo no sepa de él ni recuerde su memoria, pero está en el corazón de Dios.
Impactaba la limpidez de su mirada, acostumbrada a la oración, la delicadez de su palabra y el gran respeto con que trataba. Sufría por la Iglesia y tenía esperanza. Le preocupaba la formación de los jóvenes religiosos y la vida de las familias, pensaba que eran los temas claves y donde mas daño se estaba haciendo.
Mi admiración y mi oración por este hombre de Dios.

fr. Daniel