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jueves, 31 de diciembre de 2015

La calavereada de Nuestro Señor

El Sumo Pontífice ha documentado una vez su supina ignorancia ante el mundo y ante la posteridad. Ocurrió en la homilía de la Santa Misa del domingo de la infraoctava de Navidad -que ahora llaman de la Sagrada Familia- cuando dijo lo siguiente: "En lugar de volver a casa con los suyos, se había quedado en el Templo de Jerusalén, causando una gran pena a María y José, que no lo encontraban. Por su «aventura», probablemente también Jesús tuvo que pedir disculpas a sus padres. El Evangelio no lo dice, pero creo que lo podemos suponer". 
Quienes, como argentinos, tuvimos el padecimiento de conocerlo durante varios años, sabemos muy bien cuál es el razonamiento de fondo: Jesús, un muchachito que viene a Jerusalén desde un pueblo polvoriento de Galilea, queda deslumbrado con la gran ciudad y, entonces, hace una picardía. Quizás se haya juntado con otros adolescente de su edad y hayan hecho diabluras como espantar las palomas del Templo o jugar al ring-raje en las calles jerosolimintanes. Y después, aprovechando su sabiduría, tomó en solfa a los viejos escribas y maestros burlándose de ellos. Y todo esto sin avisarle a sus padres que estuvieron tres días angustiados buscándolo. Cuando finalmente lo encuentran, Jesús les pide disculpas por la travesura.
Más allá de lo simpática que pueda ser la escena, lo cierto es que Nuestro Señor jamás pidió disculpas a sus padres ni nadie en este mundo, y no se trata de un detalle: se trata de teología elemental.
En primer lugar, el papa Francisco admite que "el Evangelio no dice nada", pero lo cierto es que el Evangelio sí que dice algo al respecto. Justamente, eso es lo extraordinario: contrariamente al silencio que guarda la Revelación sobre los años de la infancia de Jesús, en este caso aparecen bastantes detalles, entre otros, la respuesta que da a José y María cuando finalmente lo encuentran, y que no fueron de disculpas. "¿Qué hay? ¿Por qué me buscabais? ¿No sabías que debía ocuparme de las cosas de mi Padre?" (Lc. 2, 49). 
En segundo lugar, un simple razonamiento nos lleva a la conclusión que Jesus nunca habría pedido disculpas. Las disculpas se piden cuando se ha cometido algún acto reprensible de cualquier tipo, es decir, cuando alguien, voluntariamente o no, se ha equivocado. Nuestro Señor, "que pasó haciendo el bien sobre la tierra", jamás podría haberse equivocado como jamás podría haber cometido un acto reprensible, consecuentemente, porque Él es Dios verdadero de Dios verdadero, jamás tuvo necesidad de disculparse con nadie.
A fin de reparar este inaceptable error pontificio, rayano con la blasfemia, y aliviarnos la amargura en estos días navideños, les dejó aquí un breve tratadito titulado: "Cuando Jesús tenía doce años". Su autor es San Elredo de Rieval, uno de los grandes maestros de la espiritualidad cisterciense del siglo XII, y aquí reflexiona, justamente, sobre el pasaje evangélico del Niño Jesús perdido en el Templo.

lunes, 28 de diciembre de 2015

La mujer y la familia contemporánea

Una expresión secundaria de la última entrada acerca de las cualidades de la mujer del Sr. Forgeron ha dado lugar a una encendida discusión por parte de los foristas sobre un tema que nunca hemos tratado en el blog porque, según me parece, es un tema prudencial y, por tanto, no pueden darse reglas generales. Me refiero a la discusión sobre el lugar que debe ocupar la mujer en el hogar, y lo que modernamente se ha relacionado con la llamada dignidad de la mujer.
A lo sumo, me animo a señalar algunos hechos -y solamente algunos- que podrían servir para la reflexión.
1. La mujer más femenina y hacendosa y, a la vez, más inteligente que ha pisado la tierra fue la Santísima Virgen. Ella escudriñaba con agudeza las Escrituras, como nunca nadie lo había hecho, y a la vez cocinaba los más deliciosos pastelitos. Me parece infundada y espantosamente moderna la dialéctica entre mujer inteligente y mujer buena ama de casa.
2. Si la mujer debe trabajar o no fuera del hogar, es un tema absolutamente prudencial y serán los esposos quiénes deberán juzgarlo, y nada más que ellos (y no se les ocurra meter al cura para que opine). Creo que todos estaremos de acuerdo en que lo ideal sería que la mujer no saliera del hogar para así educar a la prole y llevar el hogar, y leer, y tejer y tocar el piano (y esto no disminuye un ápice su inteligencia ni su dignidad), pero no siempre es posible. Pueden existir en cada hogar necesidades económicas que aconsejen o hagan necesaria una entrada extra de dinero, o pueden existir, en determinados momentos, necesidades de la propia mujer, a nivel psicológico o existencial, que aconsejen un trabajo. Y esto no lo sabe más que ella y su marido. Y son ellos, y solamente ellos, los que deben juzgar y decidir.
3. Las circunstancias de la vida han cambiado radicalmente en los últimos años y no podemos sustraernos a ellas. Por tanto, me parece que no es del todo apropiado tomar criterios de decisión a partir de lo que hacían las buenas familias católicas de hace cincuenta o cien años atrás. Pongo un ejemplo: en ese tiempo se podían tener 10 hijos, como se puede ahora, pero la cultura acompañaba a que la crianza y educación de la prole fuera más fácil. A los ocho o nueve años, si no antes, los mayorcitos ya podían hacerse cargo en parte del cuidado de sus hermanos menores o de las tareas hogareñas y, de ese modo, la madre podían vivir más tranquila o, mejor decir, más humanamente: tenía tiempo para tomar el té con las amigas, leer buenos libros y bordar bellos manteles. Además, tener servicio doméstico era mucho más accesible y una familia numerosa con un mediano pasar económico tenía, habitualmente, una o dos mujeres que ayudaban. 
Hoy, los niños de 8 años tienen colegio por las mañanas; y por la tarde, los lunes y jueves natación, los viernes el cumpleaños de un amigo; los martes, inglés y, por lo general, después de esas actividades, se juntan en casa de uno u otro compañero a hacer la tarea o a jugar. Si a esto lo multiplicamos por los cinco o seis -o más- niños en edad escolar que puede tener una familia católica, resulta que la madre es chofer a tiempo completo, nadie le ayuda en el cuidado de los más chicos, porque los más grandes no pueden y porque una mucama cama adentro es carísima. Resultado de todo lo cual es que en una buena mayoría de familias excelentes que conozco, la mujer vive de estrés en estrés y, muy frecuentemente, termina quemada y medicada. 
4. Hasta hace algunas décadas, las familias católicas con muchos hijos tenían ciertos hábitos saludables que ahora han desaparecido de la mayoría de ellas, y que hacían más fácil y llevadera la vida diaria. Por ejemplo, los niños no hablaban cuando hablaban los adultos y en la sala de estar se colgaban cuadros y pinturas de alguna calidad y no los primeros mamarrachos de los pequeños. ¿Y esto qué tiene que ver? Que los niños ocupaban el lugar que les correspondía y no el centro absoluto de la la totalidad de la vida familiar, lo cual permitía que sus padres tuvieran también espacio físico y mental para hacer vida de adultos. Los niños comían antes que los adultos y a las 20 hs. se acostaban indefectiblemente, o se retiraban a su sector. De ese modo, sus padres podían recibir visitas sin estar continuamente interrumpidos por llantos y ocurrencias, que pueden ser muy simpáticas pero que impiden cualquier conversación seria. Los espacios estaban delimitados y no había una casa invadida por juguetes y demás utensilios infantiles. En resumen, los padres, además de hacer vida de padres, podían hacer también vida de adultos. Y eso es saludable. Pero no sé si ahora es posible cambiar esos hábitos de vida familiar. Queremos o no queramos, vivimos en el mundo en que vivimos.


Nota bene: Soy alérgico a las llamadas redes sociales. No porque las considere instrumentos diabólicos o, al menos, no más diabólicos de lo que puede ser la televisión o Internet. Simplemente, porque no me gustan. En 2010 abrí un perfil de Facebook que duró apenas un par de meses. Pero, a instancias de algunos buenos amigos, y porque creo que puede ser una herramienta útil que ayude al blog, lo he restaurado. A los que les interese, pueden ubicarme aquí

sábado, 26 de diciembre de 2015

Lo que hemos oído

El pequeño pueblo de San Etelberto estaba creciendo discretamente. Nuevos vecinos, la mayoría llegados de la gran ciudad, se habían afincado en algunas de las casas que los antiguos habitantes habían abandonado para vivir en la gran ciudad. Las moradas habían trocado a los ilusionados de las luces, que pernoctaban ahora en dormideros de cuarenta metros cuadrados, por los desilusionados de esas mismas luces que preferían una vida más simple y humana.
San Etelberto era un lugar atractivo para vivir. Sus veranos eran benignos aunque los inviernos solían ser fríos y húmedos; estaba rodeado de frondosas arboledas y bosques que se extendían hasta el límite con las montañas, un pequeño río se desparramaba en regatos que atravesaban los jardines de muchas de las casas, una plaza con fuente, iglesia con un cura bobo, y completamente libre de monjas: la hermana Wanda había descubierto súbitamente su vocación a la vida laical, y las dos monjas viejas y bigotudas que la acompañaban habían sido trasladadas a otro convento. 
Fueron estos factores los que finalmente decidieron al Sr. Forgeron a mudarse con su familia a San Etelberto. Era un hombre delgado y moreno, aún no talludo y con calva incipiente, que parecía estar siempre feliz. Había abierto una abacería en el pueblo que se destacaba por el amplio surtido de bebidas espirituosas de distinta calidad y procedencia. Esa fue la primer noticia que recibió don Gabino sobre el recién llegado, y la segunda, que sus amigos le comentaron bajando la voz, fue que el Sr. Forgeron estaba casado con “una mujer inteligente”, lo cual parecía ser motivo de precaución.
Ese atardecer lo había convidado don Gabino a su casa, y llegó acompañado de Bulgarov. La floración tardía del año había provocado un efecto feérico en el jardín: los aromos habían soltado ya sus intensas flores amarillas que alfombraban el suelo y, sobre ellas, estaban cayendo las flores azules y violetas de los jacarandás. Los colores, el perfume y el aire fresco que bajaba del cueto que dominaba, en la lejanía, al pueblo invitaba a la conversación reposada. Forgeron se apareció con provisiones, sabedor de la costumbre veraniega del gin and tonic que imperaba entre esas bardas: una  botella de “Príncipe de los Apóstoles”, un gin argentino destilado de yerba mate, peperina, eucalipto y pomelo rosado, y “Pulpo Blanco”, una tónica excelente que se producía en una pequeña ciudad del país. Hielo y limón completaron los vasos.
- Yo creía, mientras vivía en la ciudad, que la fauna católica se clasificaba en progresistas y tradicionalistas, pero aquí me estoy enterando que hay otra categoría: los neocones.
- Y esa es la más peligrosa, don Forgeron -dijo Bulgarov.
- El problema es que yo no termino de entenderlas bien…
- No es tan difícil -respondió don Gabino- Veámoslo a través de la liturgia, que es lo más importante. Usted se da cuenta que son progresistas cuando asiste a una Misa y lo asalta la sensación de estar participando de un culto religioso que no es católico, y aplica el principio del tercero excluido: “O ellos son católicos, o yo soy católico”. Entonces, razonablemente, deja el templo y se va leer el Evangelio y rezar el rosario a su casa para cumplir con el precepto dominical. 
- Clarísimo. Sigamos
- Un tradicionalista es el que siempre es catalogado por los neocones como extremista. Un cura puede usar una casulla con todos los colores del arco iris o celebrar misa sin casulla, y siempre lo justificarán diciendo que es un sacerdote creativo o que sufre mucho el calor, pero si se le ocurre ponerse una casulla guitarra, gritarán al cielo diciendo que es un extremista. Pude introducir en la misa un canto profano o un canto en quechua, y dirán que sólo está tratando de evangelizar la cultura, pero si se le ocurre cantar el Sanctus en latín, dirán que es un extremista. O bien, puede hacer una reverencia frente al Santísimo Sacramento, una inclinación de cabeza o no hacer nada en absoluto, pero si se le ocurre hacer una genuflexión también los apostrofarán de extremista.
- Ya entendí. Pero ahora dígame quiénes son los neocones.
- Es lo más fácil. Son los que hacen lo que les dice el obispo. Cuando tienen un obispo progre, sus misas son con guitarra y bombo; cuando les viene uno más conservador, tocan el órgano.
- Es decir, son los pollerudos -dijo Bulgarov.
- Los obispos ya no usan sotana -deslizó el viejo.
- Pero algunos usan polleras -respondió con picardía el jayán.
- Lo que quiero decir es que esta gente es incapaz, porque no quiere o porque no puede, de asumir la fe con madurez y, entonces, la hacen depender de las palabras y aún de los gestos de lo que llaman la “jerarquía”, como si la nuestra fuera una religión de caudillos y caciques, cuando en realidad nosotros tenemos “un solo Señor” (Ef. 4,5). 
- En el fondo, una actitud cómoda -dijo pensativo el Sr. Forgeron mientras apuraba su gin and tonic. Es más fácil obedecer ciegamente a otro que formar, y seguir, la propia inteligencia de la fe.
- Al menos, la vida es más tranquila. La culpa, en todo caso, de los errores y equivocaciones la va a tener el obispo, y así se elude toda responsabilidad personal -le respondió Bulgarov repatigado en el sillón del jardín mientras contemplaba como el cielo dejaba de ser celeste y, poco a poco, iba transformándose en azul profundo.
Don Gabino preparó una nueva ronda de la bebida, mezquinando esta vez el gin, no fuera que el alcohol se les subiera a la cabeza muy rápido y dieran un espectáculo delante de la visita.
- La fe es cosa seria, don Forgeron. Implica un compromiso personal de cómo plantarse ante el mundo. Para nosotros, lo católicos, no hay compromiso con los poderes terrenales: no puede haberlo. Nosotros no prometemos ninguna utopía terrenal; al contrario, aseguramos la violenta destrucción de un mundo donde la mejor de las intenciones de los hombres han sido arruinadas por el pecado original. Lejos de proclamar la igualdad entre lo hombres, la fe enseña la profunda desigualdad que los rige, manifestada en los diferentes dones, premios y castigos que reciben. Y la democracia, entendida como la voluntad popular a la cual se llega contando las cabezas de los votantes, siempre será rechazada por nuestra fe. Recuerde que la crucifixión de Nuestro Señor fue un proceso democrático.
- ¡A la pipeta! -exclamó asombrado el Sr. Forgeron- Nunca lo había pensado en esos términos. Pero vaya usted a decirle todo eso al monseñor y va a ver como lo saca carpiendo del obispado, si es que no lo amenaza con la excomunión o entredicho. 
- Ahí está. ¿Lo ve? Un neocon no se detiene a pensar y analizar la fe. Simplemente, sigue el criterio del obispo, lo cual no sería un problema si tuviéramos obispos santos, que es la condición que les pone Santo Tomás para ser consagrados, pero vea usted quienes son nuestros obispos desde un buen tiempo a esta parte… -dijo con ojos entre triste y aireados Bulgarov.
- Pero ellos igual exigen hacer “oblación de la inteligencia” ante su voluntad, como pedía un cura sandio que yo me sé a sus súbditos. ¿Escuchó alguna vez monstruosidad mayor que esa? -preguntó don Gabino con los restos de incredulidad que le quedaban después de haber leído hacía un tiempo esa expresión en la carta que un emperejilado superior general enviara a sus hijos. 
El celaje se había trasformado ya casi totalmente en azul oscuro y algunas nubes deshilachadas, recostadas sobre el horizonte irregular que formaban las montañas hacia el poniente, no eran ya blancas o grises, sino que habían enrojecido. 
El Sr. Forgeron se había quedado pensativo. Había algo que no terminaba de cerrarle.
- Pero ¿no es que lo obispos son maestros de la fe? ¿Es que, acaso, no debemos seguirlos y obedecerles?
- Sí, siempre y cuando enseñen y manden lo que siempre enseñó y mandó la Iglesia. Recuerde lo que dice la Carta a los Hebreos: “Es preciso que prestemos mayor atención a lo que hemos oído, para que no nos extraviemos”. Para no perdernos, y para no perder la fe, es necesario atender a lo que escuchamos. Y ahí está la clave, porque lo que hemos escuchado es lo que nos ha dicho la Revelación.
- Y la Revelación tiene dos fuentes: Escrituras y Tradición. A ellas debemos escuchar -dijo Bulgarov mientras preparaba su tercer vaso de gin and tonic
- Por lo que sé, la tercera fuente de la Revelación es el Magisterio -se animó a decir Forgeron.
- No, no es así. El Magisterio no es fuente de Revelación. El Magisterio interpreta las Escrituras y la Tradición. De hecho, el Magisterio jamás podría enseñar algo que no esté contenido en las Escrituras o en la Tradición -dijo con firmeza don Gabino- Si así no fuera, tendríamos el caso de obispos con el pajarico de Chávez que le gorgojea de vez en cuando a Maduro.
- ¿Está seguro?
- Segurísimo. Fíjese que la misma Carta a los Hebreos dice apenas un versículo más adelante: “La cual (se refiere a la fe) comenzó a ser anunciada por el Señor, y nos fue luego confirmada por quienes la oyeron”. Ahí lo tiene. La fe la anuncia Jesús -Sagradas Escrituras- y es confirmada por quienes la oyeron -los apóstoles y discípulos-. Y serán éstos, justamente, lo que la transmitirán a sus comunidades y allí comenzará a ser explicada y desentrañada por los Santos Padres. Esa es la Tradición.

Un aire fresco había comenzado a bajar del cueto. Algunas de las flores amarillas y azules, empujadas por la brisa, caían en el arroyuelo que atravesaba el jardín de don Gabino, y se marchaban junto al sonido gozoso de la corriente de agua. 

jueves, 24 de diciembre de 2015

Feliz Navidad


Bernardo Daddi, 1325.

Die 25 Decembris. Octavo Kalendas Januarii

Anno a creatione mundi, quando in principio Deus creavit caelum et terram, quinquies millesimo centesimo nonagesimo nono; a diluvio autem, anno bis millesimo nongentesimo quinquagesimo septimo; a nativitate Abrahae, anno bis millesimo quintodecimo; a Moyse et egressu populi Israel de Ægypto, anno millesimo quingentesimo decimo; ab unctione David in Regem, anno millesimo trigesimo secundo; Hebdomada sexagesima quinta, juxta Danielis prophetiam; Olympiade centesima nonagesima quarta; ab urbe Roma condita, anno septingentesimo quinquagesimo secundo; anno Imperii Octaviani Augusti quadragesimo secundo, toto Orbe in pace composito, sexta mundi aetate, Iesus Christus, aeternus Deus aeternique Patris Filius, mundum volens adventu suo piissimo consecrare, de Spiritu Sancto conceptus, novemque post conceptionem decursis mensibus "in Bethlehem Iudae nascitur ex Maria Virgine factus Homo". Nativitas Domini nostri Iesu Christi secundum carnem.


Día 25 de Diciembre. Octavo de las Kalendas de Enero

"En el año 5199 de la Creación del mundo, cuando al principio creó Dios el cielo y la tierra; en el 2957 del diluvio; en el 2015 del nacimiento de Abrahán; en el 1510 de Moisés y de la salida del pueblo de Israel de Egipto; en el 1031 de la unción del rey David; en la semana 65 de la profecía de Daniel; en la Olimpíada 194; en el año 752 de la fundación de Roma; en el 42 del imperio de Octavio Augusto; estando todo el orbe en paz; en la sexta edad del mundo: Jesucristo, Dios eterno e Hijo del eterno Padre, queriendo consagrar al mundo con su misericordiosísimo advenimiento, concebido por el Espíritu Santo, y pasados nueve meses después de su concepción, "nació hecho Hombre, de la Virgen María, en Belén de Judá". Navidad de nuestro Señor Jesucristo según la carne.


Pregón de Navidad, Liturgia Romana.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Meningitis

Cuando el papa Pío IX tuvo la fantástica idea de fortalecer aún más el poder absoluto pontificio y proclamar la infalibilidad de su magisterio, a fin de hacer frente a una circunstancia coyuntural (la pérdida de los Estados Pontificios), muchas voces dieron la alerta, entre ellas, la del cardenal Newman. Consideraban que habían varios aspectos que tornaban cuestionable la medida y, uno de ellos, era que el fortalecimiento de tal poder político y magisterial podía ser un arma de doble filo: no habría problemas cuando en la cátedra de Pedro se sentara un gran papa como San Pío X, o un papa prudente como Benedicto XV; pero el problema aparecería cuando allí se apoltronara otro tipo de personaje… como el que tenemos ahora. Darle tales facultades a un mal Papa equivalía a dotar un mono con una navaja, y que todo terminara en una carnicería. Y es eso lo que está ocurriendo. El nivel de disparates y desaguisados parece ya no tener límites. 
Hace pocos días, el arzobispo Rino Fisichella, uno de los lacayos de Bergoglio, comentó en rueda de prensa las misericordias del Santo Padre e hizo allí referencia a lo que dispone el canon 1370, que excomulga a quienes atenten físicamente contra la persona del Sumo Pontífice. Dijo a los periodistas: “Diría que necesitamos entender bien la “violencia física” porque a veces las palabras también son rocas y piedras y, por tanto, creo que algunos de esos pecados también están mucho más extendidos de lo que pensamos”. 
Traduzcamos: es verdad que son inexistentes las agresiones con violencia física contra el Pontífice, y son ellas las que están penadas con la excomunión. Sin embargo, las agresiones con palabras, aunque no sean agresiones físicas, son también pecados y, probablemente, deberían caer también en pena de excomunión, ya que, análogamente, es como arrojar un piedrazo al Papa.
Don Rino me hace acordar a la horripilante Diana Conti que hace algunos meses presentó ante el Congreso un proyecto de ley que obligaba a develar el nombre de los autores de los blogs y de sus comentaristas a fin de fiscalizar, y castigar si fuera necesario, sus dichos y opiniones acerca del gobierno kirchnerista. Stalinismo puro, y típico de los progres. 
Lo de Fisichella no pueden entenderse más que desde la óptica de la obsecuencia porque desde el punto de vista jurídico es un disparate. En primer lugar, “violencia física”, a fuer de pleonasmo, tiene una sola interpretación posible: darle una trompada o un tiro al Santo Padre. Pero a los francisquistas les importa un bledo las definiciones y, entonces, las amoldan a sus deseos, como hacen con las verdades morales y con el dogma. La definición de violencia física pierde sus contornos precisos y puede extenderse también a violencia verbal y, si nos descuidamos, dentro de poco saldrá alguno otro obispo paniaguado a hablar de violencia de pensamiento contra el Papa. Pero el problema es que Fisichella, en este caso, hace interpretaciones extensivas y analógicas de la ley penal nada menos que en materia de excomunión lo que, como cualquier abogado sabrá, es una aberración. Ni Torquemada se animó a tanto. 
Justamente son estos modernistas cargados de misericordia para cualquier degenerado del mundo al que le importa un bledo la fe, los que se convierten en crueles inquisidores para los de adentro, a quienes quieren perseguir incluso por lo que piensan y opinan no sobre materia de fe (la que no les importa) sino sobre el papa Bergoglio. ¿Cuántos obispos misericordiados lleva ya Francisco? Pareciera que ahora quiere misericordiar a los que piensan distintos, o a quienes lo critican.
Veamos el segundo disparate de la semana que tiene por protagonista a un triste connacional, el arzobispo Marcelo Sánchez Sorondo, hijo del legendario dirigente nacionalista, y canciller de la Pontificia Academia de Ciencias. En una conferencia de prensa dedicada al cambio climático, dijo que la adhesión del papa Francisco a la opinión científica que afirma el cambio climático y el calentamiento global no es una mera opinión sino parte del magisterio ordinario y que, por tanto, exige la misma obediencia por parte de los fieles como aceptar que el aborto es un pecado mortal. Y remató: “Cuando el papa apoya esta teoría porque la mayoría le dice que eso es lo que piensa la opinión científica, esto ya no es una opinión; esto es magisterio”. Y agregó que aunque no es un dogma ni es infalible, exige obediencia.
A veces me pregunto hasta qué punto soy consciente de lo que está ocurriendo en la Iglesia. ¿Podría algún novelista de hace cincuenta haber imaginado disparate más grande? Ahora resulta que, como dicen en The Remnant, “si no apago el aire acondicionado, me voy al infierno”, y lo mismo me ocurrirá si tiro una botella de plástico a la fuente de una plaza o a un río, como le escuché decir yo mismo a un cura. 
Ludovicus reconstruyó el razonamiento teológico de Mons. Sánchez Sorondo, quien fuera decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad Lateranense, y que aplica a su sigular tratado De Ecclesia:
La mayoría sostiene una hipótesis
El Papa acepta esa hipótesis porque la sostiene la mayoría
Ergo, la hipótesis es magisterio.
Con lo que se concluye que la mayoría es fuente del magisterio.
Como bien dice un amigo, Bergoglio es a los católicos como el kirchnerismo a los peronistas: una meningitis. Si no te mata, te deja zonzo.

martes, 15 de diciembre de 2015

Un simio en San Pedro

El 8 de diciembre pasado tuvo lugar en Roma un detestable sacrilegio a la basílica de San Pedro, el que fue placenteramente contemplado por el papa Francisco desde la ventana de sus aposentos, y al que en nuestro país no le dimos, me parece, la importancia simbólica que tuvo. Pueden ver el espectáculo aquí. 
Todas las profecías sobre los últimos tiempos y sobre los falsos profetas que lo poblarán hablan de las asombrosas magias que éstos serán capaces de hacer a fin de encandilar a las multitudes. Y el espectáculo de luz y sonido que se vio era mágico: parecía que realmente la basílica se poblaba de enormes bestias salvajes y se inundaba por oceánicas corrientes de agua.
Nuestros amigos italianos, particularmente dotados de sensibilidad para estos temas, han reaccionado con firmeza y claridad frente a tamaña profanación. Les dejo la traducción de los párrafos más sobresalientes de los artículos de Roberto De Mattei, Antonio Socci y Alessandro Gnochi:


Durante el show, pagado por el Banco Mundial, las imágenes de gigantescos leones, tigres y leopardos se superpusieron a San Pedro, que se levanta justamente sobre las ruinas del circo de Nerón, donde las bestias salvajes devoraban a los cristianos. Gracias al juego de luces , la basílica parecía derrumbarse, disolverse y sumergirse en el agua, mientras sobre su fachada aparecían peces payaso y tortugas marinas, casi evocando la liquefacción de las estructuras de la Iglesia, privadas de cualquier elemento sólido. Una enorme lechuza y extraños pájaros volaban sobre la cúpula, mientras monjes budistas marchando parecían indicar un camino de salvación alternativo al cristianismo. Ningún símbolo religioso, ninguna referencia al cristianismo, la Iglesia cedía el paso a la naturaleza soberana.
Cuando hace cincuenta años se concluía el Concilio Vaticano II, el tema dominante de ese hecho histórico parecía ser un cierto “culto del hombre”, encerrado en la fórmula humanismo integral de Jacques Maritain. El libro del filósofo francés que lleva ese título es de 1936, pero su influencia se da sobre todo cuando uno de sus más entusiastas lectores, Juan Bautista Montini, convertido en Papa con el nombre de Pablo VI, quiso hacerlo una brújula de su pontificado. El 7 de diciembre de 1965, en el homilía de la Misa, Pablo VI recordó que en el Vaticano II se había producido el encuentro “entre la religión del Dios que se ha hecho hombre” y la “religión (porque eso es) del hombre que se hace Dios”.
Cincuenta años después, asistimos al pasaje del humanismo integral a la ecología integral, de la Carta de los derechos del hombre a la de los derechos de la Naturaleza. En el siglo XVI, el humanismo había rechazado la civilización cristiana medieval en nombre del antropocentrismo. El intento de construir la ciudad del hombre sobre las ruinas de la ciudad de Dios falló trágicamente en el Novecientos, y de nada sirvieron los intentos de cristianizar el antropocentrismo bajo el nombre de humanismo integral. A la religión del hombre se la sustituye por la de la tierra; al antropocentrismo, criticado por sus “desvíos”, se lo sustituye por una nueva visión eco-céntrica. La teoría del género, que disuelve toda identidad y toda esencia, se inserta en esta perspectiva panteísta e igualitaria. (Roberto de Mattei).


“Un espectáculo inconcebible en la plaza de San Pedro; una afrenta a la basílica símbolo de la catolicidad”, escribía Riccardo Cascioli, director del diario católico online Nueva brújula cotidiana.
El show había sido presentado, por parte del Vaticano, como una especie de alabanza a la Creación que recordaba a la encíclica Laudato sii y a la Conferencia de París sobre el cambio climático, por lo que alimentaba muchas dudas, ya que no tenía nada que ver con la fiesta de la Inmaculada que se celebraba ese mismo día, ni tampoco con la apertura de la Puerta Santa ni con la Navidad.
Así, en San Pedro, en la fiesta de la Inmaculada Concepción, se ha preferido la celebración de la Madre Tierra a la celebración de la Madre de Dios, a fin de propagar la ideología dominante, la “religión climática y ecologista”, neopagana y neomalthusiana que es sostenida por los poderes del mundo.
Una profanación espiritual (ese lugar fue un lugar de mártirio cristiano) y una profanación cultural.
El mensaje del espectáculo se sintetiza en el título: “Fiat lux”, que suena como una burla y como parodia de la Sagrada Escritura en la cual la expresión “Fiat lux” indica el gesto creador de Dios y, después, la Luz que es Cristo, venido a iluminar las tinieblas del mundo.
Pero este espectáculo representaba lo contrario: el “mundo” que proyecta luz sobre la Iglesia sumergida en las tinieblas. Es la Iglesia la que recibe la luz del mundo. Se trata, por tanto, de una simbólica y humillante inversión de la fe católica.
Demuestra lo que ya el pontífice había dicho en una entrevista a Antonio Spadaro: “El Vaticano II fue una re-lectura del Evangelio a la luz de la cultura contemporánea”. Para Bergoglio es el mundo (la cultura contemporánea) el que ilumina y juzga el Evangelio. La Iglesia, en cambio, siempre afirmó lo contrario: es Cristo la verdadera luz que resplandece en el rostro de la Iglesia y así ilumina al mundo. 
La noche del 8 de diciembre, además de la basílica, también el gran pesebre de la plaza de San Pedro había sido apagado para la ocasión, no fuera que la luz del Niño Jesús molestara a la puesta en escena ritual de la nueva religión neopagana. (Antonio Socci)


En la entrevista realizada al director del espectáculo, éste dijo: “No me encontré con el Papa, pero alguien me dijo que Francisco miró el show que transcurría en San Pedro desde la ventana de su cuarto y que le gustó mucho”. Dado que no había ninguna imagen de Nuestro Señor que lo fastidiara, y dado que con este evento se iniciaba de modo triunfalista el jubileo de su canonización mundana, se entiende que haya obrado de este modo. 
No fue el Isis el que profanó el corazón de la cristiandad ni tampoco los extremistas del credo laico los que han simplificado el credo católico, ni tampoco los conocidos artistas blasfemos y afectos a las obscenidades los que ensuciaron la fe de tantos cristianos. No había necesidad de controles de seguridad y de detectores de metales para impedir el ingreso a los vándalos en la ciudadela de Dios: ya estaba adentro y ya habían activado su bomba multicolor y en mundovisión.
El tiempo de las ilusiones ha terminado. Ya no hay tierra donde refugiarse en una agujero esperando que las bombas caigan en otro lugar. Ya no es posible ilusionarse que haya todavía algo que salvar en el obsceno magisterio de estos pastores de almas muertas, de estos clérigos de la duda y de la nada que nombran a Dios en vano y se ensañan como perros rabiosos sobre el Cuerpo Místico y profanan el Cuerpo Eucarístico.
Tigres, leones, leopardos y osos fueron entronizados como becerros de oro sobre la fachada del lugar en que está sepultado el Príncipe de los Apóstoles; fueron presentados al éxtasis de una multitud estupidizada e ignorante, que esperaba que él descendiera sobre la plaza e hiciera estragos con las almas de quienes lo invocan sin saberlo, como en una especie de Bataclan tremendo y potente, mucho más grave que el de París. Y después de entrar en el templo de Cristo, hacerse adorar sobre su altar.
No pertenece a los hombres el establecer cómo y cuándo la Providencia decidirá que la medida fue colmada. Pero es de estúpidos buscar el bien allí no no puede estar, solamente porque es demasiado doloroso admitir que en aquel lugar ya no está. Lo que no quiere decir que la Iglesia católica desaparezca; quiere decir que la Iglesia católica ha sido ocupada por falsos profetas que están buscando estropearla, de hacerla un falso oráculo invertido que lleve a los hombres a la perdición.
Ya está todo claro, estimados amigos que todavía se ilusionan con que se trate de una sutil estrategia para conquistar el mundo para Cristo, pensada por estos pastores de almas muertas. No serán los degolladores musulmanes o de otra religión los protagonistas del acto final. No serán los fanáticos del apocalipsis laico quienes nos harán arrodillar delante de las divinidades de los nuevos tiempos y de la nueva tierra. Serán aquellos que se profesan católicos, en nombre de una Nueva y Tremenda Evangelización, los ejecutores de las condenas surgidas del mundo y de su amo contra aquellos que no aceptan postrarse ante la Bestia. 

Entonces, ciertamente que todo se habrá cumplido en los planes de los adversarios de Cristo. La Iglesia, que en un tiempo tenía en el poder civil su brazo secular, se habrá convertido en el brazo espiritual del poder laico. La inversión habrá satisfecho los deseos del adversario de Cristo. Pero será en ese momento, si es que alguno habrá continuado a esperar contra toda desesperación, que la Providencia habrá ganado. (Alessandro Gnocchi)

domingo, 13 de diciembre de 2015

Está nerviosho

Como Clarín en la época de Néstor, Bergoglio está nerviosho, e irritado y envenenado. No contaba con que iba a perder junto a Scioli, su candidato a la presidencia de la Nación. Sus reacciones fueron las que lo caracterizan, propias de un embustero. Y si este adjetivo suena duro e irrespetuoso, veamos los hechos:
1. Cuando Mauricio Macri ganó las elecciones no recibió ningún saludo oficial de la Santa Sede. Extrañados, los periodistas pidieron explicaciones a Mons. Karcher, el portavoz oficioso del papa. Su respuesta fue que, por una cuestión de protocolo, el Vaticano no saluda a los ganadores de una elección presidencial. Varios memoriosos demostraron que, desde Juan XXIII hasta Benedicto XVI, los papas en numerosas ocasiones saludaron a quienes ganaban las elecciones. Fue un embuste de Bergoglio.
2. En su última conferencia de prensa aérea, un periodista colombiano le preguntó a Francisco qué opinaba del triunfo de Macri y el significado que esto tenía para la región. La respuesta fue hilarante. El pontífice no sabía qué decir: el rápido derrumbe de los populismos de izquierda lo tomó de sorpresa; esos mismos regímenes políticos a los cuales él había apoyado desvergonzadamente hace pocos meses en su  viaje a Ecuador y Bolivia. Dijo en el avión mientras volaba sobre África: “Yo escuché alguna opinión, pero la verdad es que de esta geopolítica, en este momento, no se qué decir, en serio, no sé. Porque hay problemas en varios países en esta línea, ¿no? Pero en serio, no sé cómo comenzar, no sé por qué... Hay varios países latinoamericanos en esta situación de cambio de rumbo, esto es verdad. Pero no sé explicarlo”.
“Bergoglio, decime qué se siente…”
3. Para la ceremonia de asunción envió como representante al nuncio en Paraguay. “Es lo que manda el protocolo”, escribió el sábado pasado a su amiga Alicia Barrios. Una nueva muestra del arte de embustir del papa y que muestra su doblez: se escuda en el protocolo vaticano para mandar a un funcionario de tercera categoría, justamente él que jamás hizo caso de norma protocolar alguna. Si hubiese sido el caso de la asunción del presidente de Georgia o de Guatemala, nadie se extrañaría que representara a la Sede Apostólica el nuncio de algún país vecino. Pero no se entiende que eso haya ocurrido en Argentina, su país y del que fue cardenal primado. Todos esperaban la presencia de un alto representante de la Curia Vaticana. El hecho se entiende solamente como signo inequívoco del fastidio e irritación que tiene Bergoglio por la situación y su desprecio por el nuevo presidente.
4. Tampoco puede explicarse porqué ese mismo Pontífice que tuvo tiempo suficiente el sábado para escribir un mensaje a su amiga y no escatima pulsos telefónicos para hablar con cualquier personaje de la farándula o de la política que le reditúe, no haya enviado siquiera un breve mensaje al oficio religioso que se celebró en la catedral metropolitana el viernes 11. ¿No hubiese sido ésta una ocasión propicia?
Frente a esta situación, los periodistas de varios medios de prensa argentinos dan sus explicaciones: algunas ingenuas como ésta, y otras un poco más realistas como ésta
5. Será interesante ver de qué modo se desenvuelven en lo sucesivo las relaciones con la Santa Sede. Estimo que serán tensas. Ya hemos anotado más arriba los mensajes que está enviando Bergoglio desde Roma. Todo parece indicar que el papa Francisco comenzará a militar activamente en la oposición .
6. La designación de Santiago de Estrada como Secretario de Culto tampoco habrá gustado al Papa. Ya salieron a rebuznar los zurdos acusándolo de ser un hombre cercano a los “obispos más conservadores” y haber sido funcionario de las dictaduras de Videla y de Onganía. No estaría mal que esa Secretaría volviera a ser protagonista de algunas de las encomiables acciones que en tiempos no muy lejanos supo cumplir. Aunque ya no podrá influir en el nombramiento de obispos, sí podrá, en cambio, fastidiar a los que ya Bergoglio “empoderó”, cajonéandoles, por ejemplo, ayudas financieras. Y me animo a darle una sugerencia a don Santiago: Sería beneficioso para el país que el Estado dejara de pagar el sueldo mensual que reciben los obispos, el que en la actualidad es de unos $70.000. Ese dinero podría emplearse en alguna causa en bien y exaltación de la Santa Iglesia. Habrá que ver también quién resulta designado embajador ante la Santa Sede.
7. ¿Cuáles serán los próximos pasos de Bergoglio? Hay dos factores a tener en cuenta. Me parece significativa la entrevista privada que concedió la semana pasada a Guillermo Moreno y su mujer, y de la que circularon fotos en todos los medios de prensa. Moreno es, quizás, el político más detestado por la sociedad argentina después de la Viuda de Clonazepam. Su mujer, Marta Cascales, es una típica representante del peronismo orillero. Todos recuerdan el episodio en que se trenzó a las piñas en un restaurante con una mujer que había criticado a su marido. Bergoglio designó en marzo de este año a este personaje como coordinara de las donaciones que recibe el Vaticano. Ambos, Moreno y su mujer, fueron recibidos en Santa Marta (by the way, resulta que el protocolo prohibe al Papa saludar a un presidente pero le permite recibir en visita de despedida al agregado comercial de la embajada argentina ante Italia! Otro embuste), y todos los argentinos sabemos que nada bueno puede salir de la reunión de dos truhanes peronistas. ¿De qué habrán hablado? Moreno, ya desembarcó en el país y lanza hoy en Catamarca la agrupación "La Néstor Kirchner", definida por él mismo como el "peronismo rebelde" que, bajo las órdenes de Cristina Kirchner, constituirá junto a La Cámpora, el núcleo de resistencia al gobierno de Macri. No tengo dudas que Bergoglio está detrás de este proyecto tendiente a desestabilizar al nuevo gobierno.
Con este antecedente, veamos la perspectiva. Por el momento, Bergoglio permanecerá guardado y callado. No se pronunciará y esperará los acontecimientos. Se avecinan, ineludiblemente, de seis a ocho meses de tempestad económica y social, y comenzará en los próximos días. Es un vendaval peor del que se esperaba, porque Prat-Gay y muchos otros se habían quedado cortos en calcular la maldad del gobierno que se fue. Se abren dos posibilidades: si Macri sucumbe a la tormenta, Bergoglio junto a sus colegas kirchneristas, caerá como carancho sobre el primer pedazo de carne podrida que huela, y será el garante del regreso de un populismo que volvería al país a las ciénagas de las que acaba de salir. Si, en cambio, el nuevo presidente logra capear el temporal -cosa que todos deseamos-, comenzará una táctica de desgaste suave al nuevo gobierno, tendiente a lograr que pierda las elecciones legislativas de 2017. Si esto sucede, y aún tiene vida, redoblará el desgaste a fin de que, dentro de cuatro años, vuelva el peronismo populista de izquierda (y no el de Massa o Urtubey). Si Macri se consolida y gana en 2017, Bergoglio se guardará definitivamente. 

viernes, 11 de diciembre de 2015

La chusma episcopal


La gran tragedia de Argentina fue Perón. Uno de los métodos que utilizó el gran pillo en sus presidencias, y que fue copiados por sus secuaces, consistió en poblar el Estado con el lumpenaje y con todo tipo de personajes vulgares y cortos de entendederas  pero serviles al líder. Los argentinos pasamos a estar gobernados por esta chusma. Vimos esta tragedia en los ’40 y ’50, hemos visto la comedia durante el largo periodo kirchnerista y estamos viendo el sainete durante el pontificado de Francisco, Su Santidad Peronista, como lo llaman algunos periodistas argentinos. 
La creación de La Cámpora, agrupación de jóvenes kirchneristas que colonizaron la administración pública del país vampirizando sus recursos, es equivalente a la colonización del episcopado que está llevando a cabo Bergoglio desde el día mismo en que asumió el ministerio pretrino. Desde ese triste momento hasta la actualidad, ha designado, por ejemplo, casi cuarenta obispos en Argentina -lo que constituye la tercera parte del total-, y son todos cortados por la misma tijera, y me refiero a las cizallas del peronismo más decadente y ordinario, representante del cual es el papa Francisco. (Algo indicativo de su grosería es que, hasta el momento no enviado ningún tipo de saludo o felicitación al nuevo presidente Mauricio Macri, aunque le sobra el tiempo para hablar por teléfono con Cacho Castaña o con alguna divorciada necesitada de consuelo).
Quizás estas consideraciones suenen demasiado duras. Pero bastará ver el video que antecede para darse cuenta que se quedan cortas y la objetividad de la grabación eximen de cualquier recurso a la subjetividad de este cronista.
El episcopado argentino siempre fue deplorable y la excepciones a la regla muy escasas. Si nos ajustamos a los último años, encontramos obispos marxistas como Hesayne y Angelelli; amancebados como Podestá, fornicarios como Bargalló, manfloros como Maccarone, frívolos y mundanos como Laguna, cobardes como Copello, trepadores y felones como Taussig y liberales como el resto del grupo. El que verán en este video es Mons. Pedro Torres, obispo auxiliar de Córdoba. Da tanta vergüenza ajena como la da su valedor, el obispo de Roma. Si un obispo hubiera hecho semejante esperpento durante los primeros siglos del cristianismo habría sido expulsado de la Iglesia; en la Edad Media, la Santa Inquisición lo habría entregado al brazo secular para ser quemado por hereje y judaizante; durante el reinado de San Pío X habría sido apartado de su ministerio y bajo el pontificado de Francisco probablemente sea premiado con un arzobispado.  
Si esta no es ya una manifestación chabacana, pero manifestación al fin, de la gran religión universal de la humanidad feliz, no sé qué otra cosa podemos esperar. 

jueves, 10 de diciembre de 2015

Santa nostalgia

Vórtice acaba de publicar un nuevo libro: Santa nostalgia, de José Ferrari. 
Se trata de un libro breve -lo cual es dos veces bueno-, y que se destaca por el particular cuidado con el que fue escrito y editado. Y comienzo por su apariencia: la tapa reproduce, en buen papel, un bellísimo acrílico pintado para la ocasión por un monje. Detrás de matas de yuyos y hierbas silvestres se dibuja apenas la silueta del campanario de una iglesia y, más atrás aún, se divisan altas montañas cubiertas de nieve, en medio de las cuales se adivina la luz radiante y blanca del sol. La vista del lector se detiene, en un primer momento, en la torre pero, cuando observa con más detalle, advierte que para llegar a ella, debe atravesar los matorrales secos y espinosos. Y mucho trecho le quedará aún para caminar si quiere alcanzar el valle por donde se cuela el sol. Y es la nostalgia de ese esplendor que alguna vez conoció la que lo empuja a emprender el camino. 
El libro se abre con un “Prólogo a modo de armario”, escrito por el P. Diego de Jesús, y que, como es fácil adivinar, invita a atravesar si no el yuyal, sí los tapados, abrigos y franelas colgados en sus perchas para alcanzar el fondo del ropero que se abre al maravilloso mundo de lo plenamente real por el que, los que vivimos de este lado del guardarropas, sentimos una santa nostalgia. Como indica el P. Diego, el libro de José Ferrari es la ampolla de cristal llena de luz que Galadriel le entregó a Frodo para que “sea lumbre en los parajes oscuros, cuando se apague toda otra luz”, y por eso nos conmina: “Rompan ya la ampolla para que mane luz; ábranse paso ente los pesados tapados del armario y pisen sin temor la impoluta nieve de Narnia” (p. 14).
Sigue luego una “Introducción” escrita por el autor del libro. Y me quiero detener en un breve párrafo iluminador de este texto: 
“Es cierto que nadie ama lo que no conoce. Sin embargo, no es menos cierto que nadie puede conocer la intimidad de la realidad si no ama, puesto que el amor sincero nos desanubla la vista del alma. Ubi amor ibi oculus, enseñaba Ricardo de San Víctor. Sin amas, de veras entenderás” (p. 19).
La profundidad de estas palabras fácilmente podría escapársenos, o porque las leemos rápidamente, o porque las consideramos demasiado cercanas a la poesía, género poco serio y dulzón, impropio de la claridad y distinción de ideas, y de la consecuente certeza tranqulizadora que provee la prosa silogística a los hombres sensatos y respetables. 
Ferrari, con esta afirmación, se inscribe en la más noble y profunda tradición cristiana que se remonta no solamente a la Escuela de San Víctor, sino a los más antiguos y venerables Padres de la Iglesia. Conocer la “intimidad de la realidad”, es conocer la realidad en su plenitud. Es lograr atravesar la niebla de las apariencias sensibles -desanublar la vista del alma, dice el autor- que nos impide ver el “mundo invisible” de Newman y tocar la esencia de las cosas que no es más que el reflejo lejano de los prototypos que habitan en la mente del Logos divino. Es lo que los Padres llamaban “contemplación de las naturalezas segundas”. Y son el poeta y el místico quienes, cuando comienzan a vislumbrar los destellos de los logoi divinos encerrados en el mundo material, los únicos que pueden anunciarnos ese mundo.
Pero si son ellos los que lo anuncian, todo estamos llamados a vivirlo, aunque con una condición: quererlo. Se trata de un conocimiento que exige una anábasis, es decir, un ascenso que es la vez progreso del alma hacia Dios al que encontrar, como afirmaba San Agustín, en lo más íntimo de su misma intimidad. Y el sendero de ese ascenso es, como dice el autor del libro, el amor.
Y luego de la introducción, se abre el libro con 13 poemas. Robo el último de ellos para dar gusto a los lectores del blog:

Estampa monacal
Al monasterio del Cristo Orante

El cielo, la montaña penitente,
un aire azul, el nardo florecido;
el Espíritu Santo que, escondido,
vivifica tu encanto prominente.

Un dintel invisible por el frente,
umbral de ese jardín desconocido
donde duermen las hadas; y el gemido
de un secreto de Dios se hace presente.

En la cima del yermo: mi semblante,
un surco mineral y el nenufario
reposan a los pies del Monasterio…


Los monjes semejando al Cristo Orante,
descubirendo en los pliegues de un breviario:
el mito, la plegaria y el misterio.

martes, 8 de diciembre de 2015

El dilema

Como Jorge Bergoglio ejerce sin rubor su intromisión en asuntos puramente políticos, me permitiré, con todo respeto, plantear en términos políticos el dilema que afronta, con prescindencia de todo elemento teologal. Séame permitido este reduccionismo insoportable, que el discreto lector colocará en un marco más amplio y religioso.
Bergoglio es y no es un hombre afortunado. Lo primero, porque, por una desaforada combinación de malos entendidos, obstinada conspiración y "rosca", ignorancia de los electores y oportunismo, llegó a detentar un oficio que claramente lo excede, al punto de provocar, en el católico formado, un inequívoco sentimiento de vergüenza ajena.
Pero los dioses plutónicos del poder acompañaban sus dones, cuando había hybris, con sinsabores. En el caso, la formidable contracorriente antipopulista que viene barriendo el continente americano. Como un dominó cae el kirchnerismo, cae el chavismo, vacila Dilma. El hartazgo llega a USA y amenaza con sentar un candidato republicano en la Casa Blanca. Por su parte, el terrorismo islámico ha logrado fortalecer a la derecha francesa, cerrar Inglaterra, abroquelar a las naciones eslavas. El kairós, los benditos signos de los tiempos requieren un Papa como el que plácidamente permanece en el recinto de Pedro [el papa Benedicto], tras haber advertido infructuosamente contra la ola verde que despertaba en Oriente. La actitud de plantar arbolitos y hacer llamamientos a la inmigración indiscriminada implica el peor pecado del político oportunista: el anacronismo.
El Papa político, hiperpolítico, ha perdido el capital más valioso en política: la oportunidad, una de las caras de la Fortuna de Maquiavelo. Y por razones etarias, no puede esperar el fracaso de estas experiencias. El péndulo existe, pero lleva una década o más cambiar su sentido.
Esta es la razón de su perplejidad ante la elección de Macri, frente a la cual sólo atinó a balbucear incoherencias en la conferencia de prensa del avión. Se le quemaron los papeles. A un hombre de nula curiosidad intelectual y nula apertura ante la riqueza multiforme de la realidad no hay cosa que lo desconcierte más que un cambio que desafíe sus lugares comunes, sus prejuicios ideológicos, sus slogans y etiquetas a los que está tan apegado.
¿Qué hará? ¿Alentar el lío, prendiéndose en el pecho la flor de nomeolvides que los kirchneristas jacobinos ya ostentan, en un conato de "resistencia" continental contra la derecha? O por el contrario, ¿someterse al factum político, partiendo del axioma para él liminar de que “la realidad es más fuerte que la idea”?¿volverá a condenar al "zurdaje" y a asegurar a los almirantes de turno que el cura Fulano "no anda en nada raro"? Es posible que todo dependa de la fuerza que tenga la izquierda populista en el llano. Si resulta débil, Bergoglio cabalgará el signo de los tiempo, como enseñaba su maestro Juan Domingo, en este caso hacia el centro o la derecha. Lo que pasa es lo que debe pasar.
He ahí el dilema y la causa del desconcierto que lo asaltó en el avión. Sin populismo rampante, con el mundo occidental en guerra no querida pero fatal con el Islam, su pontificado debe virar a la irrelevancia política centrista o arriesgar convertirse en un factor subversivo y revulsivo contra los poderes, lo que no parece realista. De algún modo, se espeja en el plano temporal la suerte del Sínodo. Doble fracaso pues, en este caso donde más duele. La película de Woody Allen en la que un agente de la CIA terminaba entre un grupo de revolucionarios no era, decididamente, Zelig. 

Ludovicus

lunes, 7 de diciembre de 2015

Sensus fidelium


¿Dónde están las multitudes que siguen con reverencia y entusiasmo al Papa Francisco?
Las fotografías nos demuestran que cada vez son menos: así estaba la plaza de San Pedro el miércoles pasado, 2 de diciembre, durante la audiencia general. 
Varios factores indican que ya son muchos los fieles que, con sus sensus fidei, están descubriendo al lobo bajo los ropajes del pastor.
Los que lo aclaman, que son millones, no son las ovejas, sino los cabritos.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Don Gabino y la muerte


El jardín de la casa de don Gabino se abría hacia el oeste. El mejor lugar, en los atardeceres de primavera, para esperar la puesta de sol que cada día ofrecía un espectáculo nuevo según fueran las nubes que se acercaran al horizonte.
Allí estaban esa tarde de domingo. Jens el Belga, había cumplido su promesa de llevar la bebida. Todos miraban con asombro el gin tonic tan particular que había servido: gin Hendricks, preparado con una buena agua tónica y con el agregado de hielo y una rodaja de pepino. Bulgarov y Costa pusieron cara de asombro cuando recibieron el vaso y pensaron con nostalgia en un Fernet con cola, brebaje detestable y absolutamente prohibido en esa morada. Sin embargo, pronto bebían entusiasmados del líquido empepinado.
- Ya empezaron de nuevo los curas a hablar de la muerte -dijo Costa, que a poco de beber le entraba la grima.
- Y eso es lo que hace los buenos curas en tiempo de adviento -le respondió Hernán Alvear.
- Pero ¿para qué pensar en la muerte? -insistió- ¿No sería mejor concentrarse en hablar de que hay que ser buenos en esta vida? Demasiado tenemos que mejorar.
- Lo importante es la otra vida -terció Bulgarov - No hay que pensar tanto en esta.
- Yo diría más bien que no hay que separar tanto las dos vidas -dijo don Gabino- Para nosotros los cristianos, la vida presente es esencialmente relativa a la otra; y la otra, que es la que sigue a ésta, es verdaderamente otra vida, la vida de otro mundo, la verdadera vida, la vida de Dios.
El hombre del balandrán, que se había entusiasmado con el Hendricks, dijo levantando los ojos:
- A mí me parece que la otra vida coexiste con esta vida, y la penetra. Lo dice el Evangelio: “El Reino de los cielos ya está entre vosotros” (Lc. 17, 21). 
- Es decir que, si la otra vida ya está aquí, la muerte no es tan mala -se aventuró a decir el Dr. Silícides.
- Es malísima para un pagano, porque con ella se acaba todo -explicó el cura- Para nosotros, la muerte es amiga de la vida y no se la concibe fuera de ella sino en relación a ella. 
- Todo lo que quiera, señor cura, pero la muerte es el fin -dijo brutalmente el médico acostumbrado a ver finados.
- Sí, es el fin, pero no en el sentido de término sino de finalidad y de meta. Un cristiano vive en el presente para morir y, de ese modo, vivir eternamente.
Tres largos dedos de nubes casi transparentes se habían posado sobre el horizonte, y los rayos oblicuos del sol las habían teñido de rosa. 
- Se murió un angelito -dijo Mr. Pale contemplando el espectáculo. 
- No sé si será un angelito el muerto, pero hay que recordar lo que dice San Juan - dijo don Gabino - “Sabiendo Jesús que su hora había llegado para pasar de este mundo al Padre” (Jn. 13,1). La muerte es un pasaje al Padre, un retorno a su seno, donde está nuestro verdadero hogar y la plenitud de la vida. Por eso la muerte es el desvanecerse de una vida en la otra, la fusión de la dos vidas que han estado, durante un tiempo más o menos largo, unidas, coexistentes y presentes una a la otra.
- A ver si entiendo -preguntó Pablo Paz, siempre dado a los silogismos- ¿usted quiere decir que la muerte esta aquí y ahora con cada uno de nosotros?
- Por ahí va la cosa -dijo el hombre del balandrán- Mire señor Paz: finalmente, hay sólo dos instantes importantes y verdaderamente soberanos: el instante presente y el instante de nuestra muerte, el nunc  y el hora mortis nostrae. Todo se juega en esos dos instantes, y es por eso que la Iglesia nos hace pedir sin cesar a Aquella que tiene la plenitud de la gracia, que ruegue por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte.
- Lo que es casi como decir que la eternidad es ahora -dijo el Poeta tratando de encontrar una metáfora.
- Casi, casi. Dice la carta a los Hebreos: “Exhortaos mutuamente cada día mientras dure este hoy” (3, 13) -continúo don Gabino- Lo que dura, lo que verdaderamente existe es el hoy, el momento presente, que es también el momento de nuestra muerte. Por eso es que la espiritualidad cristiana es eso: una espiritualidad del instante presente y de la hora de la muerte. Se trata de vivir según Dios el instante presente y el día que nos ha regalado. 
Mr. Pale, que en sus largos recorridos congregacionales había estado una temporada con los oratorianos de Brompton Street, dijo:
- “Que pase yo este día y que no tema el mañana”, decía San Felipe Neri. Y usted me corregirá Padre, pero varios santos siempre respondían, cuando se les preguntaba qué harían en caso de que se les revelara que morirían inminentemente, que continuarían jugando o trabajando como lo estaban haciendo en ese momento.
Varios de los amigos de San Etelberto (algún día hablaremos del origen del nombre del pueblo de don Gabino) habían pasado ya hace rato la segunda ronda de gin tonic y el azul oscuro con el que teñía las nubes sol poniente les parecía más bello que otras veces. El Hombre del balandrán, más sobrio que ellos, siguió hablando:
- Lo importante para nosotros es la relación con Dios, pero hay que tener cuidado de entenderla como una relación similar a las relaciones terrenales y humanas, que se dan en el plano horizontal y el orden de lo continuo, es decir, con recuerdos del pasado y previsiones por el futuro. La relación con Dios se da en el plano vertical y en el orden de lo inmediato, de lo discontinuo y de la aplicación en el presente. Es ese el hoy que dura, del que habla la carta a los Hebreos. Y es en ese plano vertical e inmediato que Dios nos da la gracia para entrar “en su reposo”, es decir, en sociedad con él, en su presencia y en su gozo. Claro, que todo esto se cumplirá definitivamente en el último instante, el de nuestra muerte, pero sin que nada cambie: esa instante será igual a los otros, aunque será el definitivo y el que recapitulará a todo el resto. 
- Es decir que, para el cristiano, hay dos instantes que verdaderamente importan: el presente y el último; el nunc y el hora mortis - dijo el Poeta que, algo achispado, se dedicaba a mordisquear la rodaja de pepino.
- Así es nomás - remató el cura.
- Pero hay algo que no me cierra -se animó a decir con voz algo temblorosa el Belga- ¿qué sentido tiene entonces la preparación para la buena muerte, de la siempre hablaba mi abuelita?
- Usted ha pegado en el clavo en el que no había que dar el martillazo -dijo don Gabino - porque ese es un problema. Fíjese que los primeros cristianos, que poseían una conciencia muy viva del triunfo de la vida sobre la muerte por la resurrección de Jesús, escapaban totalmente al pánico por la muerte que, en cambio, perturbaba a los paganos. Es muy notable que la muerte nunca aparece representada en las catacumbas, que eran los cementerios cristianos: siempre hay allí imágenes de vida.
- ¿Y qué pasó entonces que todo cambió?
- No sé muy bien, pero ciertamente mucho tuvo que ver la Contrareforma. Fíjese que uno de los libros más importantes de ese movimiento fue De arte bene morendi de Erasmo, un manual del bien morir, algo que habría sido impensable siglos atrás. Y de allí en más, desde la moral hasta la literatura y la pintura, se especializaron en en representar los espantos de la muerte. Es cuestión de entrar a un cementerio nomás para ver que el arte mortuorio, que puede ser muy bello, tiene poco que ver con la vida. 
- Mire don Juan… -empezó el preste.
- Disculpe señor cura pero me llamo Jens -dijo el Belga con firmeza.
- Jens es un diminutivo de Juan; no me interrumpa. Si la fe y la religión son cosas fuera de la vida, o actividades especiales que se adjuntan a la vida de todos los días y a sus ocupaciones, entonces tiene sentido que entre la vida y la muerte sea necesario interponer una preparación. Pero no estoy seguro que haya que dedicar demasiado tiempo a esos menesteres. La única preparación adecuada a la hora mortis nostrae es el nunc y el hoy
- Toda una paradoja - dijo Bulgarov.
- Sí, una paradoja, como todo el  cristianismo.
El sol, finalmente, se ocultó tras el horizonte y las nubes se tiñeron totalmente de negro y, poco rato después, habían desaparecido.