Los primeros capítulo de Ana Karenina, obra cumbre de la literatura universal, narran las desgracian que le sobrevienen a Stepan Arkadi Oblonski. Le ha sido infiel a su mujer en una ocasión con la institutriz francesa y, enterada Daria Alexandrovna de la situación, decide terminar el matrimonio y alejarse junto con sus hijos de la casa de Stepan.
La semana pasada apareció en Italia un nuevo libro de Marco Marzano titulado La casta dei casti. I preti, il sesso, l’amore, en el que se hace un análisis del ejercicio de la castidad en los sacerdotes y seminaristas católicos a partir de entrevistas y otros informes. No se trata de un libro escrito contra la Iglesia y a los solos fines del escarnio; presenta una situación más que preocupante, cuyas conclusiones llevan a afirmar que las promesas del celibato son escasamente cumplidas y faltan a ella la gran mayoría de los sacerdotes, secundum vel contra natura. Hay que señalar, sin embargo, que el autor se basa en una muestra muy pequeña que no permite universalizar la conclusión como él hace, pero no deja de ser significativa, sobre todo cuando se la ubica en el marco de las noticias que aparecen casi a diario sobre las costumbres sacerdotales en todos los países del mundo.
Ambos textos —el de Tolstoi y el de Marzano— me llevan a una reflexión: dada una situación concreta y real, ¿es preferible que la caña se doble o que se quiebre?, según se preguntaría el suicida Leandro Alem. Daria Alexandrovna decidió que aunque su corazón se rompiera de dolor, la caña debía quebrarse pero nunca doblarse; nunca ceder y ablandar los principios. Como ella dice: “Mis hijos no pueden vivir bajo el mismo techo que un libertino”. No se trata de debatir acerca de la mayor o menor prudencia de la mujer de Oblonski; será ese tema de moralistas y confesores. Se trata de observar la actitud que toma esta mujer ante el hecho y mirar la actitud que está tomando otra mujer —la Iglesia—, ante un hecho análogo.
Reduciendo la situación a los elementos básicos, podría enunciarse del siguiente modo: la realidad muestra que el cumplimiento del sexto mandamiento y, consecuentemente, del noveno, es una ficción. Son escasos los que los cumplen entre las personas solteras, casadas o consagradas. ¿Qué hacemos? ¿Seguimos insistiendo en el cumplimento de una regla externa —mandamientos y leyes morales—, o aceptamos la realidad y nos conformamos a ella, tratando de minimizar los daños y aliviando a los hombres el dolor psíquico que produce el faltar habitualmente a una norma de imposible cumplimiento?
Pongámoslo en términos de Alem: ¿doblamos la caña o la quebramos? Quebrar la caña desencadena un daño irreparable, y de esto puede dar fe la pobre Daria Alexandrovna. Y también, para quedarnos en el imperio ruso, Nicolás II que no quiso que la caña se doblara, siendo perfectamente consciente que se quebraría lo cual significaría que su familia acabara como acabó en la casa Ipátiev. Santa María Goretti prefirió también quebrar la caña, y lo mismo hicieron los mártires de la Guerra Civil Española, y tantos miles de santos que venera la Iglesia.
La fornicación, el adulterio y los sacerdotes infieles siempre existieron, pero estos pecados acarreaban no solo la condena de la Iglesia sino también la condena social, cuyas penas eran gravísimas cuando los hechos salían a luz. Desde hace unas pocas décadas, la sociedad no solamente ya no condena sino que festeja y enaltece a los impuros, adúlteros y sacrílegos, enarbolando activamente el derecho universal a la fornicación, que merece un respeto mucho mayor a otros más básicos, como el derecho a la vida. Y si no, miremos a España que legaliza el aborto, la eutanasia y el matrimonio homosexual.
Los pontífices inmediatamente anteriores a Francisco, al enfrentarse a esta situación, no tuvieron duda en la defensa de la fe y de sus principios seculares. La caña permanecería inhiesta a toda costa, en el peor de los casos se quebraría, pero jamás se doblaría. Y así les fue. El mundo se encarnizó contra la moral de Juan Pablo II y, sobre todo, contra Benedicto XVI.
No podíamos pedirle a Bergoglio, que es peronista, que adoptara los principios del radical Leandro Alem, pero teníamos derecho a exigirle que adoptara los principios de la Iglesia. Pues no lo hizo. Cambió de política. A fin de evitar daños mayores —según los criterios mundanos—, para evitar que la caña se quebrara, había que doblarla. Y así, comenzó a dar cabida en el corpus doctrinal de la Iglesia al derecho universal a la fornicación.
Bergoglio ha reemplazado los principios morales —entelequias ideadas por sus despreciados teólogos— por sus famosos “discernimientos”. Lo dijo con todas las letras la semana pasada en un texto clave sobre el que todavía no se ha dimensionado su gravedad extrema: “La teología moral no puede reflexionar sólo sobre la formulación de principios, de normas, sino que necesita hacerse cargo propositivamente de la realidad que supera cualquier idea”. Es la realidad la que domina, y no los principios. La caña debe estar en constante ejercicio de flexión, pero jamás quebrarse.
¿Cuántos son los confesores que aún advierten a los penitentes que la fornicación es un pecado mortal? Lo que hasta los años juanpablistas se llamaba “relaciones prematrimoniales” se ha convertido ahora en una práctica habitual y universalmente aceptada, contrariando directamente los mandamientos de Dios y de la Iglesia. Es el discernimiento el que permite estas licencias, y lo que era pecado, ya no lo es más.
Con Amoris letitiae, Bergoglio legalizó el adulterio, lo que si bien era una práctica más o menos extendida, lo era con discreción y con ciertas dudas por parte de sacerdotes y fieles. Ahora se trata solamente de discernir. En apenas diez minutos, me reconcilio con la realidad, que supera cualquier idea, y tomo distancia de las normas morales. Soy libre para vivir en adulterio y volver a ser un feliz católico con plenos derechos en Iglesia.
El último paso del Pontífice ha sido con respecto a una variante del derecho universal al que nos hemos referidos. En este caso, el derecho a la fornicación homosexual. En una táctica muy típica de él, mandó que apareciera un sorpresivo y terminante documento de parte de la execrada Congregación para la Doctrina de la Fe, siempre asociada en el imaginario con el cardenal Ratzinger, afirmando que las relaciones homosexuales son pecaminosas, y pocos días más tarde, tomó distancia del mismo, ayudado por el aparato de prensa internacional que le es adicto. El mensaje es que también en estos casos hay que discernir, confrontarse con la realidad y flexibilizar las normas morales. Doblar la caña.
No se me escapa que si Francisco mantenía la doctrina del depositum fidei y prefería que finalmente la caña se quebrara, las consecuencias iban a ser, quizás, las peores de la historia de la Iglesia. Si aún torciéndola como la ha ya torcido, se le están rebelando los alemanes, belgas y austríacos, podemos imaginar qué sucedería si insistiera en no ceder ni un tranco: quedaría un pequeño rebaño fiel a la fe que recibida de nuestros padres.
¿Imaginación de este modesto blogero? El Papa Benedicto XVI lo dijo en 1969, siendo aún sacerdote y profesor de teología. Y agregaba que sería justamente en este resto fiel en el que los hombres del mundo, asqueados de su soledad y de su vida materialista, terminarían recurriendo en una nuevo surgimiento de la fe.
"Si Francisco mantenía la doctrina del depositum fidei y prefería que finalmente la caña se quebrara, las consecuencias iban a ser, quizás, las peores de la historia de la Iglesia".
ResponderEliminarLas consecuencias siguen siendo inevitables y sólo se agravarán.
Me viene el recuerdo de la frase de Winston Churchill tras el pacto de Munich,firmado por Chamberlain:
"Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra… elegisteis el deshonor, y ahora tendréis la guerra”.
Hubo un tiempo en la historia en que, siguiendo el hilo metafórico del post, la caña se quebró, y cual fue la consecuencia: "Crucifícalo, Crucifícalo"; y salvo algunas mujeres y un solo discípulo, todos huyeron. El camino ya está marcado hace tiempo.
ResponderEliminarDios no pide imposibles...pero sí algo que muy pocos consiguen hacer.
ResponderEliminarPero, donde abunda el pecado sobreabunda la gracia...
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ResponderEliminarNo me parece demasiado feliz la imagen elegida de la caña, y menos aún la adscripción al caso que hace usted de las dos alternativas: quebrarla y doblarla.
ResponderEliminarSabemos por la Sagrada Escritura que con la caña que se dobla, con el pábilo que humea, lo que hace Cristo es «no quebrar», «no apagar». Pero ¿cómo se aplica esta imagen al problema de la corrupción de costumbres? Con la respuesta que la Iglesia siempre ha dado a este viejo problema: la reforma de costumbres. La reforma católica, muchas veces reemprendida (Ecclesia siempre reformanda), compagina siempre la intransigencia con el pecado y la caridad con el pecador.
Al final de la Baja Edad Media, el clero católico secular y regular estaba en una penosa decadencia de costumbres, que de hecho fue una de las causas, y a la vez falso pretexto, de la mal llamada «Reforma» protestante. Ante esta situación, al menos en España, el cardenal Cisneros impulsó una importante reforma del clero (esta sí, verdadera reforma, y católica). Antecedente de la que después acordó el Concilio de Trento para toda la Iglesia. Aunque por desgracia, para cuando llegó el Concilio, la Iglesia ya estaba amputada de una vasta porción de su grey, y no es arbitrario decir que las naciones caídas en la herejía fueron precisamente las que no tuvieron un Cisneros que reformara las costumbres del clero.
¿Y en qué consistió esa reforma? Implantó medidas de diverso tipo: a la historia me remito. Pero no dio por perdidos a una entera generación de clérigos. No pretendió expulsarlos y sustituirlos por otros: no fue una refundación. Se propuso convertirlos y lo logró en cierta medida, aunque ciertamente el fruto granado de un clero virtuoso y bien formado sólo se obtuvo tras el paso de más de una generación.
"y pocos días más tarde, tomó distancia del mismo". Donde puedo encontrar esa noticia? (Gracias de antemano)
ResponderEliminarHay un post anterior de the wanderer donde se puede ir a una nota de la nación que creo es a lo que se refiere.
EliminarLa Iglesia debe promover un ideal, sabiendo que es un ideal.
ResponderEliminarCada persona es libre de cumplirlo o no, sabiendo que somos hombres, no ángeles.
Pero eso no significa que no haya nadie (la Iglesia) que le recuerde que ha hecho mal o que lo puede hacer mejor.
En realidad esto sucede en toda sociedad humana:
Todos sabemos, según nuestra experiencia y la capacidad de abstracción humana, que hay situaciones buenas y deseables, aunque no pasen nunca o muy poco.
Pero porque no pasen nunca o muy poco, no significa que dejen de ser deseables. Al contrario, inspiran a mucha gente; y mucha gente las promueve precisamente porque creen que son buenas y deseables.
Yo puedo saber, porque la evidencia científica me lo dice, que hacer deporte es muy bueno. A mi no me gusta hacer deporte. ?eso significa que hacer deporte ha de ser considerado malo o no deseable y, por tanto, dejar de recomendarse?
Al contrario.
Los mandamientos de la Iglesia son muy similares a los de otras religiones (gobiernan la relación del individuo con los demás y con Dios, garantía de que esto pase). No es ninguna casualidad.
También es muy semejante al estoicismo (salvo en que el estoicismo es agnóstico), una filosofía creada para vivir bien.
En el momento en que la Iglesia, cualquier otra religión o la filosofía se adapte a los deseos particulares de alguien y deje de promover un ideal bueno y deseable, deja de funcionar, deja de ser útil y deja de existir (si deja de funcionar y de ser útil, la gente dejara esa religión o gimnasio; y si nadie sigue una religión, ésta desaparece, como han desaparecido tantas.
Por tanto, parte de la desafeccion que tiene tanta gente con la Iglesia viene de que ésta no es útil.
Útil para la vida (crecer, desarrollarse y multiplicarse) y útil para morir. Y esto, porque el hombre vive en familia y en grupos, referido al individuo, a su familia y a su sociedad.
Claro, yo entiendo que nadie quiere ser aguafiestas y decir a los demás que "eso" está "mal".
Pero el caso es que en todas las sociedades siempre hay institucionalmente alguien que ha de decir lo que está mal (!vaya!, otra casualidad)
Una particularidad de la Iglesia es que ante el inevitable incumplimiento de las normas, proporcione los medios para borrar o limpiar el mal hecho y empezar otra vez (confesión y absolución)
Pero esto, recuerdelo siempre, está para beneficio de la persona, del "pecador".
Y por extensión de las sociedades a las que el pecador pertenece. No es para beneficio de Dios, que no lo necesita, ni de la Iglesia.
Si a tu hijo no le dices lo que está mal a tiempo y no insistes en que arregle el mal hecho y en que lo haga mejor la próxima vez, ten la seguridad que tarde o temprano se va a meter en problemas y que puede estropear su vida, porque somos hoy el resultado de lo que hicimos ayer.
La Iglesia está para difundir el mensaje de redención de Cristo, mensaje estructurado en una doctrina racional (teología). La misión de la Iglesia es la de vivir ese mensaje y la de ayudar a los que quieran a vivirlo.
Eso de modificar las leyes a gusto del cliente no solo es de idiotas y un suicidio:
es una traición.
Usted y casi todos aquí se olvidaron de él Evangelio. De quienes son los buscados. De los indultos (sic) de Jesús a los moralistas. De la preeminencia deliberadamente chocante que Jesús declara en el Reino. De los que fueron sus seguidores y los que no. Las afirmaciones que usted hace sobre las religiones y la moral demuestran que no entendió justamente la diferencia del Evangelio. Y entonces lo salvífico ha desaparecido. Es el cristianismo del blogger y de la mayoría de sus lectores. Que no representan demasiado al lado de la Iglesia y su constante continuidad de la salvación. Especialmente de aquellos que a los de por aquí dan repugnancia.
EliminarIncluso desde la posición más cínica, adaptarse a las costumbres de la época no trae beneficios. Los iglesias nacionales protestantes de Europa no viven ningún apogeo por tener obispesas y bendiciones de uniones de homosexuales.
ResponderEliminarAve María. ¡No es un ideal! Todos los fieles cristianos han de saber que la castidad, tal como la enseña Cristo, según el estado de cada uno, es posible. No es un ideal ni una utopía. Es posible... con la gracia de Dios: sólo por la gracia de Dios. Pero es que la gracia de Dios no nos falta en la Iglesia: la obtenemos sin tasa con los sacramentos y con la oración y penitencia.
ResponderEliminarA los que no se ven capaces de vivir castamente hay que decirles que sí, que ellos también pueden y deben. Hay que pedirlo con constancia y humildad a la Santísima Virgen, que es la medianera de todas las gracias pero muy especialmente de esta. Y si la constancia y la humildad nos faltan, también habrá que pedírselas a Ella. Además de haber sido excelsa y muy grata a Dios por su castidad y humildad, la Virgen María ama mucho estas dos virtudes y las quiere para sus hijos, y nos las obtiene si se las pedimos, aunque se haga esperar.
Hay que frecuentar el Sacramento de la Penitencia, y practicar la penitencia (no solo el sacramento), y poner los demás medios que dictan la prudencia y el sentido común, y no cansarse de luchar. Y se puede. Pueden también los más enviciados: los que han caído en adicciones, en desviaciones, en obsesiones, en perversiones... Pueden y deben volver a vivir como hijos de Dios y de la Santísima Virgen. Y todos vuelven a tener corazón y ojos limpios, y son bienaventurados, porque ven a Dios. A Dios, que ama la inocencia... y la restaura. Sí: la restaura.
Decirle a la gente, como hacen los bergoglios, que la castidad es un ideal inasequible, es una gran mentira, pero sobre todo es una canallada inmisericorde porque mata en las almas la esperanza de vivir en gracia de Dios. Cuídense mucho de decir tal cosa. Porque Dios, que perdona con facilidad los pecados contra la castidad, les pedirá en cambio estrecha cuenta de ese pecado atroz contra la misericordia.
Anónimo 13:49: El problema es justamente que la Iglesia haya comenzado a promover la castidad, entre otras virtudes, como un ideal, al que cada uno se acerca más o menos según lo dé el cuero.
ResponderEliminarNo. De ninguna manera. La castidad es una exigencia insoslayable, necesaria para poseer el Reino. Y ser casto en el estado de vida que a cada uno le toque vivir es posible. Es difícil, pero algunos quizás extremadamente difícil, pero posible.
Y no estoy diciendo una novedad. El Reino de los Cielos es para los que se hacen violencia, dice el Señor. Y también dice que más vale ser ciego, manco o eunuco con tal de alcanzar ese Reino.
Usted termina estando a un paso del comentador de las 14:26 que lo critica, y para quien la novedad salvífica del Evangelio es que Jesús salva a los pecadores. Y es verdad, siempre y cuando, claro, el pecador se arrepienta y cambie de vida.
En una antología de sus artículos, habría que incluir éste.
ResponderEliminarEstoy seguro que en estos procelosos asuntos de los afectos carnales McCarrick nos puede iluminar bastante, en inglés; aún está acogido por la Iglesia, y votó por Biden, ¿o fue por Kamala? Los que prefieran el francés pueden consultar con Jean Daniélou.
ResponderEliminarMe voy a tomar la libertad de suponer si el apóstol Pablo querría formar parte de la farándula de Bergoglio, yo creo que no, pero mucho antes de lo que creemos expulsarán a Pablo de Tarso de la Iglesia. Algunos nos aferraremos a sus enseñanzas, porque abiertos los ojos, convertidos de las tinieblas a la luz, liberados de la república de Satanás y ciudadanos del Reino, recibiremos por la fe el perdón de nuestros pecados y la herencia [klēron].
Que la caña se rompa pero que no se doble -la máxima que en política lo llevó a Alem al suicidio- en la Iglesia se traduce como la puerta de las concesiones que debe permanecer siempre cerrada, porque s se entreabre un poco, el humo de Satanás entrará a raudales terminando por abrirla de par en par.
ResponderEliminarEs cierto que la decadencia se profundizó a partir del Vaticano II, pero si hubiera que poner una fecha precisa, yo elegiría 1968 cuando Pablo VI publicó la Humanae Vitae sobre el control artificial de la natalidad.
Esa encíclica fue la respuesta de la Iglesia a la famosa pastilla anticonceptiva que cambió la vida de la mujer.
Y fue justamente la mujer la que cambió el mundo porque el hombre sigue siendo siempre el mismo.
Y si me apuran un poco hasta diría que el hombre ya no es más el mismo, ha perdido gran parte del rol que siempre tuvo porque por culpa de la ideología de género la mujer lo arrinconó feo.
El invento de la violencia de género del feminismo radical y el lenguaje inclusivo que sacó de la galera el femicidio por oposición al homicidio, han convertido al mundo en una guerra de sexos donde el hombre se asemeja a un soldado que atraviesa un campo minado, y si no mira bien dónde pone el pie a cada paso, en cuanto pise una mina se puede ir al infierno.
Esto que puede parecer una metáfora en realidad no lo es, porque los derechos de la mujer se han multiplicado de forma tal que una falsa denuncia de abuso puede mancillar para siempre el honor de un hombre decente al que tal vez acusó por despecho.
Hoy el mundo está alienado por el cambio radical de la mujer que considera al hombre un enemigo, a los hijos un castigo, a las tareas del hogar cosa de esclavos, y al aborto la conquista del siglo para disfrutar del sexo a pleno.
Y ese feminismo a ultranza va por todo, hoy las mujeres son camioneras, boxeadoras, futbolistas, pilotos de guerra y hasta transexuales con barba de pelo en pecho.
La revolución de la mujer no dejó espacio sin invadir y la alienación también llegó a la Iglesia donde aquel humo de Satanás que Pablo VI dijo que entró por una rendija, con Bergolgio parece un fumadero de opio.
Y como quien no quiere la cosa, igual que Groucho Marx el porteño de Flores le susurra a quien quiera oir: "estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros..."
Si todo esto no es otra de las tantas señales del fin de los tiempos de las que hablamos en comentarios anteriores, que venga Dios y lo diga.
Dado que el post anterior fue sobre el Apocalipsis, estimo oportuno citar, en apoyo del comentario de Wanderer a las 15:34, sendos pasajes de la única alocución de Dios Padre y de la última alocución de Jesús en ese libro:
ResponderEliminar«Hecho está: Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin; al que tenga sed, Yo le daré del manantial del agua de la vida gratis. Ésta será la herencia del vencedor: Yo seré Dios para él, y él será hijo para Mí. Pero los cobardes, los incrédulos, los abominables, los asesinos, los impuros, los hechiceros, los idólatras y todos los embusteros tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.» (Ap 21,6-8)
«Mira, vengo pronto y traeré mi recompensa conmigo para dar a cada uno según sus obras. Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Ultimo, el Principio y el Fin. Bienaventurados los que laven sus vestiduras, así podrán disponer del árbol de la Vida y entrarán por las puertas en la Ciudad. Fuera los perros, los hechiceros, los impuros, los asesinos, los idólatras, y todo el que ama y practica la mentira.» (Ap 22,12-15)
En ambos pasajes, "impuros" traduce "pornoi", término que en el NT designa a quienes practican la fornicación.
Me parece que el Cítrico es injusto con Danielou
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ResponderEliminarEn los tiempos de San Pedro Damián era peor ...
Qué sugerente el final del post, don W!
ResponderEliminar¿Pornoi? El Apocalipsis se refiere a los que cogían jodiendo [para que se entienda en todos los hemisferios], hoy diría algún miembro de Doctrina de la Fe para los que no disciernen en sus intercambios afectivos. Morandi terminará incluyendo el Kamasutra entre los libros sagrados, si es que lo de sagrados no ofende a la Iglesia. Con Dios.
ResponderEliminarDejémonos de jorobar dándole vuelta a todo y encima haciendo decir al Evangelio lo que no dice.
ResponderEliminar"Vete y no peques más".
"Conviértete y cree en el Evangelio".
La moral del Evangelio está muy clara. Que Uds. no lo quieran ver es otro problema.
Dios no lo juzgue por esas palabras que usted no entiende como performativas sino como constatativas. Se lo deseo contra usted mismo.
EliminarFalleció mons. Fabriciano Sigampa arzobispo emérito de Resistencia. Que Dios le perdone todo el daño que hizo.
ResponderEliminarSi me lo permiten, hay cosas que me maravillan, la claridad del evangelio por supuesto, pero sobre todo la fructífera sucesión de obispos preclaros que en Argentina se suceden, en la vieja Castilla son más austeros, incluso para las bobadas. Supongo que alguien me lo afeará, pero yo espero y confío en que ese viejo ordenado, Fabriciculo, se condene, los buenos obispos, y los tuvimos excelentes y santos, no pueden acabar mezclados con los escombros del seminario. Nada personal, son cuestiones de principios que diría Aristóteles, claras y sencillas. Muy cordiales saludos.
ResponderEliminarYa que mencionaron a S. Pablo, recordemos los temas que trató al anunciar a Cristo a un gentil.
ResponderEliminarDespues de unos días llegó Félix con su esposa Drusila, que era judía. Hizo llamar a Pablo y le escuchó acerca de la fe en Cristo Jesús. Al hablar Pablo de la justicia, la continencia y el juicio futuro, Félix le respondió aterrorizado: "Por ahora puedes retirarte. Te haré llamar cuando surja una ocasión propicia." (Hechos 24,24-25)
Todo mal, Pablo. Qué es eso de hablar de la justicia, la continencia y el juicio cuando estás presentando el kerygma?
Por si alguno no se dobla ni se quiebra, pero se abre de corazón, y quiere repensarse, le doy este enlace
ResponderEliminarhttps://aica.org/noticia-el-papa-agradece-iniciativa-de-generacion-francisco-por-su-pontificado
d. Gregorio
El Papa Francisco pone al Hombre la misma tentación que la Serpiente puso a Adán y Eva en el Paraíso: 'seréis como dioses'.
ResponderEliminarDios había autorizado a Adán y Eva a comer del fruto de cualquier árbol del Edén, excepto del fruto del Arbol de la Sabiduría del Bien y del Mal. Definir qué está Bien y qué está mal es la prerrogativa de Dios.
Pero la Serpiente les dijo a Adán y Eva que si comían del fruto de ese Arbol serían como dioses: podrían definir ellos mismos qué está Bien y qué está mal. En cierto modo, no les mintió.
El Papa propone al Hombre 'discernir', y a través de ese 'discernimiento' decidir qué está Bien y qué está Mal. Exactamente igual que la Serpiente en el Paraíso.
Ya en el capítulo 8 de Amoris Laetitia el Papa explicó claramente que era eso lo que se proponía hacer.
El Papa nos propone ser dioses. Es muy tentador.
Sigampa fue un pesimo arzobispo de Resistencia que apoyó a montoneros y demás basura en su juventud y a la vejez fue un izquierdoso radical pero el lamebotas bergogliano Dus no es mejor. ¡Pobre Resistencia!
ResponderEliminarCual es el problema?
ResponderEliminarSi ya sabemos como termina la pelicula?
En algun momento tenia que pasar, alegrense entonces.
Benigno
Qué significa quebrarse en este caso?
ResponderEliminarQue los católicos pasen a ser menos del 10% en Alemania, Austria, Bélgica y que el Vaticano entre en bancarrota y tenga que vender obras de arte de precio incalculable?
Sinceramente me cuesta creer que haya tanta gente que quiere que el catolicismo cambie cuando pueden simplemente dejar de ser católicos. Uno puede ser un mal católico mientras crea que el pecado existe y que lo uno hace está mal. Si no crees en el pecado y que lo que hacés está mal, no sos católico.
Don Wander: con sus palabras, donde exhorta a permanecer fieles a la voluntad de Dios, y de sus mandamientos, usted me recuerda al bueno de Juan el Bautista, que, aun a costa de su propia vida, no calló la verdad que había recibido.
ResponderEliminarMe recuerda el noble testimonio de tantos santos y mártires que vivieron las exigencias del Evangelio hasta sus últimas consecuencias. Me recuerda a Abraham: quien estuvo dispuesto a sacrificar a su propio hijo por amor a Dios. Me recuerda a San Pablo, sobre todo, cuando dice: "Todo lo puedo en Aquel que me conforta". Me recuerda a Santa Edith Stein, quien hizo suya la expresión de San Juan de la cruz: "salve crux, spes única". Me recuerda a San Esteban, a San Pedro, a San Lorenzo, a San Tarcisio, a San Francisco de Asís, a San Pío de Pietralcina, a San Maximiliano Kolbe, a Santo Tomás de Aquino, a Santo Domingo de Guzmán, a San Juan Bosco, a San Leonardo Murialdo, a Santa Teresa de Jesús, a Santo Tomás Moro, a Santa Teresa de Calcuta. ¡A cuántos más …! A las innumerables legiones de santos, quienes, sin medir la magnitud de sus esfuerzos, no hesitaron en consagrar sus vidas para ponerse enteramente al servicio de Dios y de su Iglesia.
Me recuerda a la Santísima Virgen María cuando, tras el anuncio del ángel, la "llena de gracia" responde: "He aquí la esclava del Señor,hágase en mí según tu palabra".
Me recuerda, de modo principal, a Cristo, Quien, en la hora de crucial, con divina fortaleza, le dijo a su Padre: "no se haga mi voluntad sino la tuya". Cuando a la pregunta de Caifás, "Te conjuro por Dios vivo que nos digas si Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, responde con valor: "Tú lo has dicho". Cuando dijo a quienes lo seguían: "sin mí nada podéis hacer". Y también: "si alguno me ama guardará mi palabra". Y, para alegrar los corazones de quienes esperan en Él dice: "Confiad, yo he vencido al mundo".
Dios nos dé la gracia para, que en estos tiempos de tribulación y deserción de no pocos en la fe, no dejemos de luchas por nuestra más completa conversión y fidelidad al Depósito de la Fe. Tengan todos muy felices pascuas. ¡Alabado sea Jesucristo!
Si todos esos santos y muchisimos más pudieron ser fieles y no se entregaron a las nefastas ideas bergoglianas, todos nosotros poniendo nuestra confianza en el Señor que dijo "yo estaré con vosotros todos los dias hasta el fin del mundo"., no fallaremos. Cuando llegó la Reforma Cluniaca en el siglo XI, la situación del clero, incluyendo obispos y papas era mucho peor que hoy.
EliminarComo la mayoría de las cosas, se dobla hasta que se termina rompiendo
ResponderEliminarEn el fondo del problema se halla Lutero, y su excusa convertida luego en doctrina, la de los pecados necesarios y de la corrupción de la naturaleza humana.
ResponderEliminarEl hombre peca y no puede dejar de pecar, mejor que crea que Dios lo perdona siempre y siga para adelante. Peca fuerte pero cree con más fuerza, diría Lutero.
Hace unos años ví una animación satírica estadounidense sobre las iglesias tradicionales en Estados Unidos, en una escena hay una parodia de confesión pero en una iglesia protestante.
Allí el pastor oia a un penitente que le dice "engañe a mi esposa con la enfermera de la escuela ¿Que debo hacer para arreglarlo?" Y el pastor le respondía "¿Arreglarlo? Eso es cosa de catolicos, usted cuando le pese la conciencia diga 'Dios me perdonará' y 'no pensaré en eso ahora' y siga para adelante".
En el fondo de esta Iglesia que no exige la conversión de las costumbres está Lutero y más en el fondo está el "non servíam" del diablo
El centro es Dios, que ni se dobla ni se quiebra. Hay un fin último, que es la reunión con Dios, la cual nos dará la felicidad plena en el Cielo, y cuya búsqueda nos da la felicidad terrena. para ello, hay que seguir los mandatos de Dios, que son todos buenos para nosotros.
ResponderEliminarLa pureza de alma y cuerpo es buena para nosotros, pero nuestra concupiscencia nos empuja en sentido contrario hacia el pecado (sin descuidar las asechanzas del Malo, claro está). Pero lo mismo vale para la envidia frente a la caridad, la ira frente a la paciencia, el orgullo frente a la humildad, o la avaricia frente a la generosidad. No es diferente.
Por supuesto que se puede ser casto. Todas las virtudes se pueden practicar con la ayuda de Dios y la mediación de la Santísima Virgen y los santos (en este caso, san Luis Gonzaga, santa Inés y otros). Y se practican. Y si algún tropiezo se produce, nada de cañas dobladas o rotas, Cristo está ahí para llorar en su regazo el mal realizado, y para que nos levante de nuevo como levantó al hijo de la viuda de Naím.
Lo que ocurre con fornicaciones, repudios, adulterios, sodomías, onanismos, pornografía y resto de atentados contra el quinto y el noveno, es que todos somos víctimas de la revolución sexual del 68, que ha triunfado, del "amor libre", la anticoncepción (y la fecundación artifical), la separación radical entre procreación, matrimonio y Amor, y el abandono de la sexualidad en manos del hedonismo puro, o del sentimentalismo empalagoso y coñazo.
Y aquí estamos, intentando justificar la transgresión del mandato evangélico de la castidad, del mismo modo que los libertarianos liberales andan justificando la avaricia como un bien social. Los pastores han perdido la cabeza, pero Cristo es el pastor bueno. y el Juez último, ya que estamos.
Nada ha cambiado, ni siquiera nuestra tendencia al pecado. Es la traición sin represión de muchos jerarcas la novedad