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miércoles, 10 de noviembre de 2021

Newman y el modernismo

 


El lunes 12 de mayo de 1879 por la mañana, el Dr. Newman fue al Palazzo della Pigna, la residencia del Cardenal Howard, que le había prestado sus apartamentos para recibir allí al mensajero del Vaticano que llevaba el biglietto del Cardenal Secretario de Estado, informándole de que en un Consistorio secreto celebrado esa mañana Su Santidad, el Papa León XIII, se había dignado elevarlo al rango de Cardenal. A las once, las salas estaban abarrotadas de católicos ingleses y americanos, eclesiásticos y laicos, así como muchos miembros de la nobleza romana y dignatarios de la Iglesia, reunidos para presenciar la ceremonia. 

Poco después del mediodía se anunció al mensajero consistorial. Entregó el biglietto al Dr. Newman, quien, tras romper el sello, lo entregó al Dr. Clifford, obispo de Clifton, quien leyó su contenido. El mensajero informó entonces al recién creado cardenal de que Su Santidad le recibiría en el Vaticano al día siguiente a las diez de la mañana para conferirle la berretta. Después de haberle hecho los cumplidos de rigor, el ya cardenal Newman respondió en lo que se conoce como su "Discurso del Biglietto". Y allí, entre otras cosas, dice lo siguiente:


Por espacio de treinta, cuarenta, cincuenta años he resistido con mis mejores energías el espíritu del liberalismo en la religión. Nunca como ahora ha necesitado tan urgentemente la Santa Iglesia de campeones contra esta plaga que cubre la tierra entera. En esta ocasión, cuando es natural que alguien en mis circunstancias contemple el mundo y la Iglesia según la situación presente y las perspectivas futuras, nadie juzgará fuera de lugar que yo renueve ahora la protesta con el liberalismo que he repetido con tanta frecuencia”.

Y lo que Newman entendía por liberalismo será lo mismo que la Iglesia denominará, algunas décadas más tarde, modernismo: “El liberalismo en el campo religioso es la doctrina según la cual no hay ninguna verdad positiva en la religión: un credo vale lo mismo que otro. [El liberalismo religioso] es una opinión que gana posiciones y fuerza día tras día. Es contrario a cualquier reconocimiento de una religión como verdadera y enseña que debemos ser tolerantes con todos, pues todo es cuestión de opinión” [Apologia pro vita sua. Historia de mis ideas religiosas (Encuentro, Madrid 1996), 75].


Por eso es tan llamativo que los modernistas usen al pobre Newman para llevar agua a su propio molino, presentándolo una y otro vez como el gran promotor del Vaticano II - ¿qué habría dicho Newman de Dignitatis humanae?-, y los integristas, comprando la mentira de los modernista, lo ubiquen en la vereda de los sospechosos, a cuya lectura es mejor no acercarse. 



15 comentarios:

  1. Agradezco al autor del artículo por su aporte histórico. Es interesante ver cómo Newman advierte lo nocivo del liberalismo (o modernismo).
    Sin embargo, si se me permite, el párrafo final o bien es impreciso o bien yo no lo logro entender.
    Veo claro que el autor dice que Newman es usado tanto por los modernistas (que "usan al pobre Newman para llevar agua a su propio molino, presentándolo una y otro vez como el gran promotor del Vaticano II"), como por los integristas (que "lo ubican en la vereda de los sospechosos, a cuya lectura es mejor no acercarse").
    Creo que el párrafo es impreciso porque tras la frase "los modernistas usen al pobre Newman para llevar agua a su propio molino, presentándolo una y otro vez como el gran promotor del Vaticano II" habría que agregar: "Vaticano II según lo entienden los modernistas". Porque sólo así se entendería la expresión "los integristas, comprando la mentira de los modernistas".
    O sea, que el autor nos está diciendo que la lectura modernista del Vaticano II es "la mentira de los modernistas", que los integristas "compran".
    Por ende, si estoy entendiendo bien al autor, y si el autor piensa que Newman se libraría tanto de la mentira modernista como de la mentira integrista, a la pregunta que el autor formula: "¿qué habría dicho Newman de Dignitatis humanae?", habría que dar la única respuesta posible y lógica implicada en el discurso del autor del artículo: suponemos que la entendería bien, de modo ortodoxo, libre de la manipulación modernista o de la manipulación integrista.

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    1. Alessandro, ¿tanto galimatías hermenéutico para decirnos lo que nos vienen diciendo los conservadores de siempre, como el Opus Dei, desde hace décadas? Que el Vaticano II es una excelente concilio que fue mal interpretado....
      Aquí tiene usted los resultados de semejante interpretación: una Iglesia moribunda.

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    2. Quizás por las mismas razones que rehabilitaron a Antonio Rosmini-Serbati, porque con la hermenéutica, como decía una vieja profesora mía (Cecilia Lagunas), con la hermenéutica "pretenden explicar todo, aún lo que no tiene interpretación posible".

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    3. Sr Wanderer, ¿mi comentario le ha parecido un galimatías porque Ud. no lo llega a comprender?
      Quizás la culpa sea mía, que tal vez me he explicado incorrectamente.
      Pero, con todo respeto hacia Ud., aunque con toda mi franqueza, es el único modo lícito que logro encontrar al último párrafo de su artículo.

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    4. Parafraseando... El Concilio Vaticano II no está enfermo, es la enfermedad.
      Es surrealista que haya aún tanta gente que trague el discurso "Concilio Vaticano II bueno, malitos modernistas que lo interpretaron y aplicaron mal".
      Sólo con leer, por ejemplo, El Rhin desemboca en el Tiber, de R. Witgen, se ve claramente que todo el evento histórico llamado "Concilio Vaticano II" está transido por una falta de amor a la verdad, por una verdadera depravación intelectual y espiritual. Cuando Ratzinger (¡oh, Katejón!) dijo que la Gaudium et Spes era el Antisyllabus, y cuando otro dijo que el CVII había sido la Revolución Francesa en la Iglesia, no dijeron lo que no sabían, no exageraron, no fueron ambiguos. Expresaron la pura realidad sobre esa reunión maldita.

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    5. Sr. Alessandro, todo lo contrario. Lo entendí perfectamente, por eso escribí el comentario. Entendí que usted debe recurrir a un remando juego argumental a fin de probar que lo que es imposible ya de probar: el éxito del Vaticano II.

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    6. Sr Wanderer,
      tal cual lo dije.
      Mi comentario ha pretendido solo una benévola interpretación del último párrafo de su artículo, en el único sentido que entiendo lícito.
      Gracias, de todos modos, por tener en cuenta mi comentario.

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  2. Sí, bueno, pero uno de los que pone a Newman como "antecesor" de Vaticano II es Ian Ker.

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    1. Tal vez porque piensa (como Alessandro en el comentario anterior) que el Vaticano II fue fabuloso pero mal interpretado.
      Lo cual, al día de hoy, es un disparate que ya no sostiene nadie que no sea voluntarista.

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  3. Enhorabuena, don Guánder. Muy justa y necesaria apología de San Juan Enrique. En un artículo breve, redondo y terminado en punta: ¡perfecto!

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  4. Siempre me llamó la atención lo mismo que usted está señalando. Si bien es cierto que Newman es un hombre moderno (o mejor dicho, de la modernidad, como no podría ser de otra forma), estaba muy lejos de ser un modernista o, como el lo llamaba, un "liberal". Creo que cierta tendencia historicista, que la Nueva Teología quiso comparar con el arqueologismo o los trabajos de Jean Daniélou puede ser la explicación.
    Entiendo mucho más que los actuales pontífices romanos, en cambio, hayan canonizado a Mastai Ferretti, ya que hoy nuestro compatriota actúa con una discreción que hubiera provocado el paroxismo a Gregorio XVI y sus sucesores.

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  5. A propósito del post “Newman y el modernismo”.
    Don Wander:
    “Por espacio de treinta, cuarenta, cincuenta años he resistido con mis mejores energías el espíritu del liberalismo en la religión. Nunca como ahora ha necesitado tan urgentemente la Santa Iglesia de campeones contra esta plaga que cubre la tierra entera” (Cardenal Newman).
    “Y lo que Newman entendía por liberalismo será lo mismo que la Iglesia denominará, algunas décadas más tarde, modernismo: “El liberalismo en el campo religioso es la doctrina según la cual no hay ninguna verdad positiva en la religión: un credo vale lo mismo que otro”. (The Wanderer).
    Don Wander: El artículo es lo suficientemente claro para señalar que Newman se oponía al modernismo y por qué el modernismo es contrario a la fe católica.
    Por elevación, The Wanderer insinúa también la vinculación del CVII con el modernismo y la necesidad de prestar atención al peligro del modernismo en la Iglesia Católica. Al que ya fue claramente denunciado por S. S. Pio X en su encíclica Pascendi. Y a falta de mayores precisiones respecto de lo que se entiende por liberalismo religioso, me vi en la necesidad de aclarar en qué sentido la libertad, puede oponerse a la fe católica. Y lo hallé en la idea de entender a la religión a la luz de un fundamento puramente inmanente como lo puede ser el “sentimiento”, en cuanto puede oponerse al sobrenatural dato fundado en la verdad de la Revelación, pues aunque hablan de fe y de revelación, entendidas éstas no según la sobrenatural luz de la gracia, sino en cuanto que la terminan reduciendo o subordinando según la natural medida de la conciencia humana:
    6. “Pues en ese sentimiento los modernistas no sólo encuentran la fe, sino que con la fe y en la misma fe, según ellos la entienden, afirman que se verifica la revelación. Y, en efecto, ¿qué más puede pedirse para la revelación? ¿No es ya una revelación, o al menos un principio de ella, ese sentimiento que aparece en la conciencia, y Dios mismo, que en ese preciso sentimiento religioso se manifiesta al alma aunque todavía de un modo confuso? Pero, añaden aún: desde el momento en que Dios es a un tiempo causa y objeto de la fe, tenemos ya que aquella revelación versa sobre Dios y procede de Dios; luego tiene a Dios como revelador y como revelado. De aquí, venerables hermanos, aquella afirmación tan absurda de los modernistas de que toda religión es a la vez natural y sobrenatural, según los diversos puntos de vista. De aquí la indistinta significación de conciencia y revelación. De aquí, por fin, la ley que erige a la conciencia religiosa en regla universal, totalmente igual a la revelación, y a la que todos deben someterse, hasta la autoridad suprema de la Iglesia, ya la doctrinal, ya la preceptiva en lo sagrado y en lo disciplinar”.
    Y, si acaso cabría pensar que no necesariamente el dato de conciencia, se puede oponer a la verdad de la Revelación sobrenatural, la encíclica termina denunciando que tal modo de pensar, lejos de edificarse con arreglo a los fundamentos de la fe católica se levanta sistemáticamente contra los fundamentos de la fe católica:
    42. “Tres son principalmente las cosas que tienen por contrarias a sus conatos: el método escolástico de filosofar, la autoridad de los Padres y la tradición, el magisterio eclesiástico. Contra ellas dirigen sus más violentos ataques”.
    ¿Estamos hoy a resguarde de todo ello? No se lo puede afirmar categóricamente, pero no faltan indicios de que se atiende más a lo que viene de fuera que a lo que ya se dijo de dentro:
    “Evangelii gaudium”, 41: “La Iglesia que es discípula misionera, necesita crecer en su interpretación de la palabra revelada y en su comprensión de la verdad. La tarea de los exégetas y de los teólogos ‘ayuda a madurar el juicio de la Iglesia’ […] A quienes sueñan con una teoría monolítica defendida por todos sin matices, esto puede parecerles una perfecta dispersión”.
    ¡Dios salve a la Iglesia! ¡Alabado sea Jesucristo!

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  6. Parafraseando a McLuhan que dijo: "el medio es el mensaje". A estas alturas podemos decir que la AMBIGÜEDAD del Vaticano II es el mensaje. No hay hermenéutica de la continuidad que valga para interpretar bien lo que a propósito se escribió ambiguo para que se interprete mal.

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