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jueves, 22 de septiembre de 2022

La Iglesia se ahoga en el sentimentalismo


 


Hace casi dos años, publicaba en este blog un artículo llamado Después de la fe, en el discutía los peligros del emocionalismo para la fe católica. Y la actualidad del tema permanece. 

Ofrezco aquí el texto en español de un interesante y reciente es escrito de Samuel Gregg sobre el mismo tema



El catolicismo siempre ha concedido un gran valor a la razón. Por razón, no me refiero sólo a las ciencias que nos dan acceso a los secretos de la naturaleza. Me refiero también a la razón que nos permite saber cómo utilizar correctamente esta información; a los principios de la lógica que nos dicen que 2 por 2 nunca puede ser igual a 5; a nuestra capacidad única de conocer la verdad moral; y a la racionalidad que nos ayuda a comprender y explicar la Revelación.

Tal es la consideración del catolicismo por la razón que este énfasis ha colapsado ocasionalmente en un hiperracionalismo, como el que Tomás Moro y Juan Fisher pensaban que caracterizaba a gran parte de la teología escolástica en los veinte años anteriores a la Reforma. El hiperracionalismo no es, sin embargo, el problema al que se enfrenta el cristianismo en los países occidentales hoy en día. Nos enfrentamos al reto contrario. Lo llamaré Solis affectibus.

"Sólo por los sentimientos" capta gran parte del ambiente actual dentro de la Iglesia en todo Occidente. Afecta a la forma en que algunos católicos ven no sólo el mundo, sino la propia fe. En el centro de este sentimentalismo generalizado está la exaltación de los sentimientos fuertes, el desprecio de la razón y la consiguiente infantilización de la fe cristiana.

¿Cuáles son los síntomas de Solis affectibus? Uno de ellos es el uso generalizado de un lenguaje en la predicación y la enseñanza cotidiana que es más propio de la terapia que de las palabras utilizadas por Cristo y sus apóstoles. Así, palabras como "pecado" desaparecen y son sustituidas por "dolores", "arrepentimientos" o "tristes errores”.

El sentimentalismo también asoma la cabeza cada vez que se dice a quienes ofrecen defensas razonadas sobre la ética sexual o médica católica que sus posiciones son “hirientes", “sentenciosas" o “moralistas”. La verdad, al parecer, no debe articularse, ni siquiera con suavidad, si puede herir los sentimientos de alguien. Si eso fuera cierto, Jesús debería haberse abstenido de contarle a la samaritana los hechos de su historia matrimonial.

Solis affectibus también nos ciega a la verdad de que existe —como afirmó el propio Cristo— un lugar llamado infierno para los que mueren sin arrepentirse. El sentimentalismo simplemente evita el tema. El infierno no es un tema que deba tomarse a la ligera, pero hágase esta pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que oyó mencionar en misa la posibilidad de que cualquiera de nosotros pueda acabar eternamente separado de Dios?

Sobre todo, el sentimentalismo se revela en ciertas presentaciones de Jesucristo. El Cristo cuyas duras enseñanzas escandalizaban a sus propios seguidores y que rechazaba cualquier concesión al pecado cada vez que hablaba de amor, se convierte de alguna manera en un agradable rabino liberal. Este Jesús inofensivo nunca nos desafía a transformar nuestras vidas abrazando la plenitud de la verdad. En de eso, recicla trivialidades como "cada uno tiene su propia verdad", "haz lo que mejor te parezca", "sé fiel a ti mismo", "abraza tu historia", "¿quién soy yo para juzgar?", etc. Y no temas: este Jesús garantiza el cielo, o lo que sea, para todos.

Sin embargo, ese no es el Cristo revelado en las Escrituras. Como escribió Joseph Ratzinger en su libro de 1991 Mirar a Cristo:

Un Jesús que está de acuerdo con todo y con todos, un Jesús sin su santa ira, sin la dureza de la verdad y del verdadero amor no es el Jesús real que muestra la Escritura, sino una miserable caricatura. Una concepción del "evangelio" en la que la seriedad de la ira de Dios está ausente no tiene nada que ver con el evangelio bíblico.

La palabra "seriedad" es importante aquí. El sentimentalismo que infecta a gran parte de la Iglesia consiste en disminuir la gravedad y la claridad de la fe cristiana. Eso es especialmente cierto en lo que respecta a la salvación de las almas. El Dios plenamente revelado en Cristo es misericordioso, pero también es justo y claro en sus expectativas sobre nosotros, porque nos toma en serio. ¡Ay de nosotros si no le devolvemos el cumplido!

Entonces, ¿cómo ha acabado gran parte de la Iglesia hundiéndose en un pantano de sentimentalismo? He aquí tres causas principales.

En primer lugar, el mundo occidental se está ahogando en el sentimentalismo. Como todo el mundo, los católicos somos susceptibles a la cultura en la que vivimos. Si se quiere una prueba del Solis affectibus occidental, sólo tiene que entrar al navegador web. Pronto se dará cuenta del puro emotivismo que impregna la cultura popular, los medios de comunicación, la política y las universidades. En este mundo, la moralidad tiene que ver con tu compromiso con determinadas causas. Lo que importa es lo "apasionado" (nótese el lenguaje) que se es con el compromiso, y el grado de corrección política de la causa, y no si la causa en sí es razonable de apoyar.

En segundo lugar, consideremos cómo entienden la fe muchos católicos hoy en día. Para muchos, parece ser una "fe de sentimientos". Con esto quiero decir que el significado de la fe cristiana se juzga principalmente en términos de sentir lo que hace por mí, mi bienestar y mis preocupaciones. Pero, ¿adivinen qué? Yo, yo mismo y yo no somos el centro de la fe católica.

El catolicismo es, después de todo, una fe histórica. Implica que confiamos en aquellos que fueron testigos de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo, que transmitieron lo que vieron a través de textos escritos y tradiciones no escritas, y que concluimos con que dijeron la verdad sobre lo que vieron. Eso incluye los milagros y la resurrección que atestiguan la divinidad de Cristo. El catolicismo no los considera "leyendas". Ser católico es afirmar que realmente sucedieron y que Cristo instituyó una Iglesia cuya responsabilidad es predicar esto hasta los confines de la tierra.

Por lo tanto, la fe católica no puede tratarse de mí y de mis sentimientos. Se trata de la Verdad con mayúsculas. La realización humana y la salvación implican, en consecuencia, la elección libre y constante de conformarme a esa Verdad. No se trata de subordinar la Verdad a mis emociones. De hecho, si el catolicismo no trata de la Verdad, ¿qué sentido tiene?

En tercer lugar, la omnipresencia del sentimentalismo en la Iglesia, desde el Vaticano II, debe algo a los esfuerzos por degradar y distorsionar la ley natural. La reflexión sobre la ley natural estaba presente en todo el mundo católico en las décadas anteriores a los años sesenta. Pero después sufrió un eclipse en gran parte de la Iglesia. Esto se debe, en parte, a que el derecho natural era parte integrante de la enseñanza de la Humanae Vitae. Posteriormente, muchos teólogos decidieron que todo lo que sustentaba la Humanae Vitae debía vaciarse de contenido sustantivo.

Aunque el razonamiento del derecho natural se recuperó en algunas partes de la Iglesia a partir de los años 80, hemos pagado un alto precio por la marginación del derecho natural. Y el precio es el siguiente: una vez que se relega la razón a la periferia de la fe religiosa, se empieza a imaginar que la fe es, de alguna manera, independiente de la razón; o que la fe es, de alguna manera, intrínsecamente hostil a la razón; o que las convicciones religiosas no requieren explicación a los demás. El resultado final es la disminución de la preocupación por la razonabilidad de la fe. Esa es una forma segura de acabar en el pantano del sentimentalismo.

Podrían mencionarse otras razones de la tracción del sentimentalismo en la Iglesia actual: la desaparición de la lógica de los programas educativos, la excesiva deferencia hacia la (mala) psicología y la (mala) sociología por parte de algunos clérigos formados en la década de 1970, la inclinación a considerar la actuación del Espíritu Santo como algo que podría contradecir las enseñanzas de Cristo, las almibaradas liturgias autorreferenciales tipo Disney, etc. La lista es larga.

La solución no es rebajar la importancia que tienen emociones como el amor y la alegría o la ira y el miedo. No somos robots. Los sentimientos son aspectos centrales de nuestra naturaleza. Sin embargo, las emociones humanas deben integrarse en un relato coherente de la fe cristiana, la razón humana, la acción humana y el florecimiento humano, algo que han emprendido con gran habilidad figuras del pasado como el Aquinate y pensadores contemporáneos como el difunto Servais Pinckaers. Y entonces, tenemos que vivir nuestras vidas en consecuencia.

Escapar de Solis affectibus no será fácil. Simplemente forma parte del aire que respiramos en Occidente. Además, algunos de los principales responsables de la formación de las personas en la fe católica parecen muy susceptibles de caer en el sentimentalismo. Pero si no señalamos y contestamos el emotivismo desenfrenado que actualmente compromete el testimonio de la Verdad de la Iglesia, corremos el riesgo de resignarnos a un mero ONGismo para el futuro próximo.

Es decir, a la verdadera irrelevancia.


Fuente: Catholic World Report

38 comentarios:

  1. Algo así decía el gran Leonardo:
    La causa de que muchos más de los que niegan el cielo sean los que dicen "eso del
    Infierno yo no lo trago", es el sentimentalismo...
    Lo que hace que muchísima gente que cree en el cielo y no cree en el infierno,
    siendo así que son la misma cosa, pero al revés, es el sentimiento vuelto sensiblería...
    El sentimiento es enteramente necesario para nuestra vida pero está descompuesto
    y tiende a correrse sobre la razón volviéndose sensiblería, de la eternidad no tenemos experiencia ni podemos tener...
    La única manera de poner en pretina el sentimiento deteriorado es el ejercicio violento de la razón empujada por la Fe, o sea "la cautividad de nuestra razón en obsequio de
    Dios", que eso es la Fe, como dice San Pablo.

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  2. El twitter del Santo Padre o avalado por él no debería sorprender a nadie, aunque cada tanto se supera a sí mismo en sus naderías https://twitter.com/Pontifex_es/status/1573651713755467776?t=jUJ0EqP8ENIAFLZk9JN-bg&s=19

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  3. Por eso se cambió el Padrenuestro de las "deudas" a las "ofensas" con respecto al prójimo (no me refiero a la ofensa a Dios). La deuda es objetiva y se relaciona con la Justicia, independiente del "animus", es verdadera, es exigible y nos ob-liga. La ofensa, por el contrario es subjetiva, no depende de la Justicia, es sentimental y puede no ser verdadera ni exigible.
    Cuando lo entendí, volví a rezarlo como siempre.

    Cardo Ruso

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    1. Excelente resumen de la cuestión sobre el Paternoster.

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    2. Nuestra Señora no ofendió jamás a Dios y podía rezar el Pater, porque sí era deudora de Dios. Punto final, y nosotros en el Ave le pedimos ruegue por nosotros "ahora y en la hora de nuestra muerte", de tal modo que si le pedimos ruegue "ahora" es porque cuando rezamos el Pater lo hacemos "con" Nuestra Señora, por eso podemos y debemos hablar de deudas, que en nuestro caso incluye ofensas, más en el de Nuestra Señora, no. Cordial Saludo.

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    3. Un amigo sacerdote me decía que el Padrenuestro de "las ofensas" no podría ser rezado por Nuestro Señor Jesucristo ni la Santísima Virgen María, pues no había en ellos "ofensa" alguna, pero sí "deudas". Jesús debía al Padre Eterno su naturaleza humana, y la Virgen su creación, pero no tenían en Sí ofensa alguna que mencionar ni purgar.
      El caso es que esta sublime oración fue recitada y enseñada por Nuestro Señor en Persona, de modo que su texto no puede ser alterado de un modo que demuestre deficiencia alguna en Él, perfecto en cualquier sentido posible.
      De manera que "las ofensas" lo son, en todo caso, a Nuestro Señor Jesucristo y a la Virgen Bendita.
      Creo recordar que, desde su brutal imposición en los años 90, jamás la recé, prefiriendo en todo caso -en las pocas oportunidades en que me ví forzado a asistir a la Misa Novus Ordo- rezarla en latín.
      AJS

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    4. Pero Nuestra Señora nunca podía rezar "perdónanos nuestras..." porque no había nada que perdonarle.

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    5. Incluso, bíblicamente, deudas se relaciona con la parábola de los dos deudores.

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    6. Lo mismo que pasa con el Padrenuestro pasa también con el Credo, cuando en su parte final decimos, ...creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida "eterna". Amén.
      Antiguamente decíamos la vida "perdurable", que no es lo mismo, porque si en el Cielo es donde están los santos, creer en la vida eterna quiere decir que esperamos llegar al Cielo para recién ser santos, algo que en esta vida terrena no es posible o no tiene mayor importancia.
      Creer en la vida perdurable -en cambio- quiere decir que la Iglesia predica para que seamos santos ya en esta vida y que esa santidad sea perdurable hasta la vida eterna.
      La diferencia es sustancial, porque marca la diferencia entre la Iglesia de siempre y la Iglesia nueva que nace del "espíritu del Concilio".

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    7. Don Pelayo, me permito agregar que la versión de Lucas habla de "hamartias" (ac. pl.), que se traduce como "pecados". Y la línea que sigue sí puede traducirse como "así como perdonamos a nuestros deudores". Por lo que el argumento mariano no tiene mucha base, a mi modo de ver.
      Por otro lado, en la versión de Mateo, Jesús, inmediatamente después del final de la oración, advierte que debemos perdonar a quienes pecan (se sobreentiende el "contra nosotros") para que Dios perdone nuestros pecados.
      Saludos
      G.

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    8. Pelayo... Sí, si puede rezar la Santísima Virgen el Pater. Ha sido preservada por Dios del mismísimo pecado original. Dios le perdonó la deuda heredada del pecado original. Es deudora de tremendo privilegio. Obviamente no es deudora por cometer ofensa alguna. Y Ella pagó la deuda por los méritos de Cristo y por su participación en la Corredención.

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    9. Preservada sí, seguro.
      Tiene la deuda de la Redención.
      Pero lo de "perdonar"....

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    10. En el griego dice algo como "perdona nuestros pecados así como nosotros perdonamos a nuestros deudores" supongo porque podemos perdonarle la deuda a un prójimo, pero sólo Dios puede perdonar nuestros pecados.

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  4. Qué estupendas reflexiones de Gregg que con mirada escrutadora ha puesto el dedo en la llaga.
    La Iglesia va camino del desastre porque al conciliar con el mundo terminó por aceptar que la Justicia de Dios no existe; están convencidos que no puede existir porque en su infinita Misericordia Dios quiere que después de la muerte, todos, todas y todes, puedan gozar eternamente de su Presencia Divina, no importa cómo cada uno quiera vivir en este mundo sodomizado por el infierno.
    Los países civilizados nombran jueces que deben aplicar un Código Penal para castigar a todo aquel que comete un delito.
    ¿Qué haría el Consejo de la Magistratura con un juez sentimental que decide absolver a un asesino peligroso -convencido de que no es una mala persona- porque el delincuente le implora llorando que tiene mujer y seis hijos que van a quedar desamparados si él lo condena?
    Creo que eso es lo que busca destacar Gregg cuando nos dice que "algunos de los principales responsables de la formación de las personas en la fe católica parecen muy susceptibles de caer en el sentimentalismo".
    Acorde con ello, para esos pastores Dios no podría condenar a una pareja homosexual que se ama y desea ser feliz viviendo juntos toda la vida.
    Tampoco podría ser punible el aborto de una niña de diez años violada por un padrastro borracho que golpea a su madre, o el de una mujer condenada a morir de cáncer si sigue adelante con su embarazo.
    Aún así, y por más que los pastores sentimentales aseguren que Cristo dijo en el Evangelio que "Dios no mandó a su Hijo al mundo para juzgar al mundo sino para que el mundo sea salvo por El" (Juan 3:17), el sentimentalismo es una plaga que conspira contra la sana doctrina.
    Que Dios tenga piedad de nosotros porque por este camino el cisma es inevitable.

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  5. En cierto modo, hemos vuelto al siglo XIX. Aunque este romanticismo postmoderno parece ser más jodidamente mediocre y egoísta, más irracional y más blando que el original.

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    1. Interesante comentario, pero aca no se trata de romanticismo, no se llega a tanto. La cultura actual es una fabrica de narcisistas sin capacidad de ver al otro, sin posibilidad de introspeccion, solamente preparados para el mercado, con tanta debilidad psicologica que ni siquiera saben si sienten atraccion sexual por hombres o mujeres.
      Incapaces de ninguna clase de sacrificio, salvo psra bakar de peso, entrenar o hacerse alguna cirugia en pos de verse al espejo mas parecido a la imagen dictatorial que propone la cultura del mercado
      La Iglesia se adapto a eso, no constituye ninguna amenaza al mercado,como si lo era Jesus.
      Si la Iglesia amenazara eso, seria perseguida, pero no lo es, se adapta para sobrevivir en terminos humanos, pero eso genera su muerte espiritual.
      Es una Iglesia del señor del mundo, ya no de Dios.

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    2. Y las promesas de que las puertas del infierno no iban a prevalecer? Usted dice que ya no hay mas Iglesia?

      Ya se todo lo del Papa, lo que leo cada dia en infovaticana, en wanderer, etc... La Pachamama es una macana, las ecoparroquias una tontería, favorecer a la agenda LGBT también, y todo eso. Les puedo asegurar que en mi parroquia (y no es tradicionalista ni "neocona" como se dice aca) esas cosas no existen.

      Hay otra Iglesia, la de la gente comun, que va a Misa, reza el Rosario, da el catecismo en las parroquias, reza, cree, etc... etc...

      No se si soy el unico que tiene esa percepcion en este foro.

      Juancho.

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    3. Tiene razon Juancho, en realidad tiene razon, pero me desespera un poco el tema, y me pregunto que decisiones se tomaran en el futuro, tal vez no muy lejano. Sera que veremos a la Iglesia, por ejemplo, bendecir matrimonios gays? Aprobar el aborto?

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  6. Hace un par de semanas salió este artículo de F. del Pino Calvo-Sotelo: "El declive de la razón en Occidente"
    https://www.fpcs.es/el-declive-de-la-razon-en-occidente-1/

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  7. o”
    Don Wander:
    “La fe católica no puede tratarse de mí y de mis sentimientos. Se trata de la Verdad con mayúsculas. La realización humana y la salvación implican, en consecuencia, la elección libre y constante de conformarme con esa Verdad. No se trata de subordinar la Verdad a mis emociones. De hecho, si el catolicismo no trata de la Verdad, ¿qué sentido tiene?”.
    (Catholic World Report)
    ¡Vaya, mi querido Wander! Como, desde hace un buen tiempo, a esta parte lo has hecho, hoy también … ¡había que decirlo! Un sentimiento conformado en orden a la verdad, se ennoblece. Una verdad reajustada al sentimiento, se pervierte. “Si la sal no sala …”.
    Lamentablemente, la Iglesia, con el paso del tiempo, ha ido dejando tanto espacio al sentimentalismo que, a la larga, al menos en alguna medida, ha terminado por desalojar a la Verdad de su lugar en el seno de la misma Iglesia de la que, por gracia de Dios, somos parte. De suerte que, ya demasiados indicios parecen indicar que, hoy, a diferencia de otros tiempos, ya no es la Iglesia la que, a la hora de defender la Fe, se inmola en aras de la Verdad que ésta encierra.
    De esto supo dar buen testimonio ese enorme Santo que fue Thomas Moro, según Chesterton, “el peor enemigo de la Reforma”, cuando, muy consciente de la flaqueza de los ministros de la Iglesia, suspiraba diciendo: “¡Qué grandísimo bien se haría al pueblo si esos sacerdotes cambiaran y se hicieran mejores!”
    Su posición al respecto era muy clara. En efecto, cuando, Margaret, la querida hija mayor de Thomas Moro, le suplicó a su padre, ya preso, por dar testimonio de su fidelidad a Cristo y a la Iglesia, que, para regresar a casa, al menos exteriormente, aparentara ceder a las tiránicas exigencias de Enrique VIII, Thomas, con sobrenatural fortaleza de ánimo, le contesta: “Yo no he venido al mundo sino para dar testimonio de la Verdad”. ¡Oh casualidad! Eran las mismas palabras que Cristo, antes de entregarse a la muerte por amor a los hombres, le dirigiera a Pilatos.
    Y no es que Thomas se creyera a la altura de su Maestro, ni mucho menos: “¡Ah, ¡qué poco nos parecemos a Cristo aunque llevemos su nombre y nos llamemos cristianos!”. Palabras que aparecen en el inicio de su obra “La agonía de Cristo”, -al decir de Germain Marchadour, “la reliquia más noble de Moro”- escrita durante su tiempo de prisión en la Torre de Londres, antes de ser condenado a muerte.
    Y, por cierto, no es que Thomas no haya sido perfectamente consciente de la realidad e importancia de los sentimientos en la vida del cristiano. Los reconoce en Cristo, cuando recoge sus palabras en el Monte de los Olivos: “Mi alma está triste con tristeza de muerte”. Pero, también advierte que éstos deben ordenarse dócilmente al servicio de la Verdad: “Poco importa a dónde se dirijan nuestros pasos, si nuestras cabezas están puestas en el Señor”. Porque, aunque caro, el fin justificaba la pena: “No quiso que sus discípulos rechazaran nunca la muerte, sino, más bien, que nunca huyeran por miedo de aquella muerte ‘temporal’, que no durará mucho, pera ira a caer, al renegar de la fe, en la muerte eterna”.
    Y, no sin sorpresa, advertimos que, en una de sus cartas, Thomas, a los efectos de sobrellevar con buen ánimo los momentos de mayor tribulación, aconsejara la conveniencia de meditar en la pasión del Señor: “Recurrir prosternados y con devoción, en todas nuestras agonías y contradicciones, al recuerdo de aquella amarga agonía que nuestro Salvador sufrió antes de su Pasión en el Monte. Y, si lo hacemos con diligencia y afecto, bien seguro estoy de que allí encontraremos gran ayuda y consuelo”.
    Por eso, se entiende que, al subir al bote para comparecer en Lambeth: Thomas, le susurrara al oído a William Roper, el esposo de Margaret, “Hijo mío, doy gracias a Dios, porque la batalla está ganada”. La pureza de su corazón le permitía ver una verdad que ordenaba sus sentimientos.
    ¡Qué gran bien haríamos a la Iglesia si, a pesar de la Cruz, ordenáramos nuestros sentimientos a la luz de la Verdad de nuestro Señor!
    ¡Dios vele por nuestra Iglesia! ¡Alabado sea Jesucristo!

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  8. Si la memoria no me falla, alguien había traducido un fragmento de "Entusiasmo" de Ronald Knox. No sé si fue acá, en Wanderer, pero creo que venía al caso.

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  9. Con Santa Bernardita la Virgen sólo la acompañaba a rezar el gloria en el rosario. El Pater noster es oración de los viatores y el Ave María no se lo iba a rezar a ella misma... Por eso sólo decía el Gloria y guardaba silencio mientras la santa de Lourdes rezaba las otras oraciones

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    1. Eso no quita que Ella como comprehensor pueda enseñarselos a los viators. "El Poderoso hizo obras grandes en mí " dice el Ella en el Magnificar, Ella también fue redimida.

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    2. Perdón, como puede haber sido redimida María Inmaculada????

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    3. "Dios nuestro, por la Concepción Inmaculada de la Virgen María
      preservada de todo pecado, preparaste a tu Hijo una digna morada
      EN ATENCIÓN A LOS MÉRITOS DE LA MUERTE REDENTORA DE CRISTO ..." (Oración Colecta de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, N.O.)

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    4. Anónimo 16:46, ¿acaso cree que María Inmaculada es Inmaculada por virtud de sí misma?
      La Santísima Virgen fue redimida en el instante de su concepción, todo en previsión de la Maternidad Divina, que es su más grande prerrogativa y lo que da sentido a todo el ser de María.

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    5. Justamente, es Inmaculada porque los méritos de Pasión de Cristo se le aplicaron con anticipación incluso del hecho en sí. Para Dios nada es imposible.

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    6. Al momento de su concepción inmaculada

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    7. Anónimo de 16.46 : ..."hay dos maneras de redimir un cautivo: sacarlo del cautiverio en el cual se encuentra pagando por su rescate (lo que se denomina "redención liberativa"); o, antes de caer en el cautiverio, pagar el rescate anticipadamente. Esta es propiamente la "redención preventiva", la cual es todavía más perfecta que la anterior. De esta manera, llegaron a la conclusión de que la aplicación de los méritos de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo a María Santísima se realizó en forma de redención preventiva ""-ROYO-MARÍN, Antonio. La Virgen María: teología y espiritualidad marianas. 2.ed. Madrid: BAC, 1996.
      ...............................................

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    8. La declaración dogmática afirma que la Ssma. Virgen fue preservada del pecado original, no "liberada", ni "redimida" -que es prácticamente un sinónimo de "liberada"- y de la colecta novus ordo, "no digo ni sí ni no, sino todo lo contrario", como decía el genial Landrú. Así que si esta oración colecta sugiere algo distinto a "preservación", ¡anatema!

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    9. Y por cierto, que una cosa ha sido la Virgen Bendita en su vida terrenal, y otra en su actual vida celestial en cuerpo y alma. Lo que hiciera en esta tierra antes de la Asunción, dista no poco de aquello que sucede en la Gloria, donde su estado glorioso agrega infinitamente a lo que fuera su vida terrenal. Nada más.

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    10. Anónimo 12.15 no sea fanático, piense y estudie todo el proceso y las controversias que tuvieron que sortear los teólogos hasta llegar al dogma.

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    11. Anónimo de las 13:30: Le iba a sugerir lo mismo, exactamente ... pero me pareció un poco grosero. Imagínese que para que hubiera necesidad de formular un dogma empleando un verbo tan, pero tan preciso... El anónimo de las 12,15

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    12. Anónimo de17.50...ay ay ay,cree UD que rebajamos a María Santísima por decir que fue también redimida? Pues se equivoca. La respuesta está en la misma bula de Pío IX, dos renglones más abajo de donde dice que fue preservada. UD me hace acordar a los testigos de Jehová que dicen que existen el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, pero no la Santísima Trinidad porque esa palabra,"Trinidad" ,no está en la Biblia.

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    13. Pero qué increíble, me tomó dos minutos revisar la Ineffabilis Deus y buscar con el buscador de Chrome la palabra "redimida": "...la Virgen María, en previsión de los merecimientos de Cristo Señor Redentor, nunca estuvo sometida al pecado, sino que fue totalmente preservada de la mancha original, y, de consiguiente, redimida de más sublime manera".
      Dice "redimida". Qué ganas de hablar al divino botón... y sin saber.

      Por las dudas, revisé en la página del Vaticano... "Todos saben igualmente cuán solícitos fueron los obispos en sostener abiertamente, incluso en las asambleas eclesiásticas, que la Santísima Virgen María, Madre de Dios, en anticipación de los méritos del redentor Cristo Jesús, nunca estuvo sujeta al pecado original y por lo tanto fue redimida en una forma más sublime". Es la traducción de Google.

      Aquí el original en italiano (lamentablemente no la tienen en latín):
      "Tutti parimenti conoscono quanto siano stati solleciti i Vescovi nel sostenere apertamente, anche nelle assemblee ecclesiastiche, che la Santissima Vergine Maria, Madre di Dio, in previsione dei meriti del redentore Cristo Gesù, non fu mai soggetta al peccato originale e fu perciò redenta in una maniera più sublime".

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  10. Perdón: donde digo "pera ira a caer", ruego se lea, "para ir a caer". Mis saludos a todos.

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