En muchas ocasiones he escuchado expresiones como estas vertidas por jóvenes de ambos sexos:
- Mi director espiritual me dijo que me pusiera de novio.
- Mi director espiritual me dijo que tengo vocación
- Mi director espiritual me dijo que siguiera tal carrera universitaria
- Le consulté a mi director espiritual y me dijo que me convenía ponerme de novia con Tal chico.
- Mi director espiritual no me deja ir a Tal lugar.
e così via...
Cuando indago un poco más, en casi todos los casos, descubro que los “directores espirituales” son jóvenes sacerdotes que no superan los 30 o 35 años. Reconozco que he quedado asombrado por tamaña audacia de los jóvenes presbíteros y por tamaña ingenuidad de los jóvenes dirigidos. Así las cosas, se presentan dos problemas para discutir. Empecemos entonces por el más fácil, aunque previamente conviene hacer una aclaración fundamental. Cuando se habla en esta ocasión de Director Espiritual y de Dirigido no hago referencia, por cierto, a la dirección espiritual tal como tradicionalmente la entendió la espiritualidad cristiana y que, paradigmáticamente, podríamos verla reflejada en los Padres del Desierto. No es al caso de abba Antonio o abba Arsenio ni de sus discípulos del éremo egipcio, ni de los starets o “padres” en el sentido más pleno del término que poblaron los siglos posteriores. De modo tal que mi crítica no es a esta venerable institución sino a su deformación.
Por parte de los dirigidos, si son jóvenes, es bastante comprensible la actitud de pasiva sumisión a los graves dictámenes presbiterales. Consiste, ni más ni menos, en el lógico y natural proceso de evitar la angustia de la libertad de la que tan bien escribió Kierkegaard. Toda situación de libertad, es decir, de saberse causa sui, de ser dueño de los propios actos y de las propias decisiones, lo cual implica no sólo una elección puntual sino, en cierto modo, una elección de vida y una elección de sí mismo, produce angustia. Es mejor, en ese sentido, no ser libre. No sólo nos ahorraríamos el temor al fracaso sino también el pecado, como bien decía Simone Weil. Toda decisión lleva consigo, inexorablemente, la sombra del fracaso, y la posibilidad del fracaso angustia. En cambio, si puedo liberarme de elegir, es decir, si otro elige por mí, la responsabilidad del posible fracaso correrá por su cuenta. Yo, aunque víctima, quedaré liberado de esa carga y con ella, de la angustia.
Y es así que el dirigido, más allá de los lícitos intereses sobrenaturales que lo motivan, se acerca el director por razones más prosaicas y psicológicas, aunque plenamente humanas.
Es este el lugar de preguntarse, además, acerca de la necesidad de la dirección espiritual. Resulta claro que no es en absoluto necesaria para la salvación. Si así lo fuera, los Evangelios y los otros escritos revelados nos lo dirían. La salvación es obra del Espíritu, y éste, en el actual orden querido por Dios, necesita para obrar en las almas solamente de los sacramentos. Y la dirección espiritual no es un sacramento. Ergo,...
Sí podemos decir que la dirección espiritual es muy conveniente para la salvación en algunos casos. Los autores espirituales de tradición monástica consideran que estos casos particulares son: elección de estado de vida, escrúpulos y fenómenos místicos. En otras circunstancias podrá ser conveniente desde lo espiritual y desde lo afectivo. Habrán personas que son más propensas a la figura de un pater supervisor, otras que atraviesas situaciones particulares y necesitan consejo y apoyo. Pero, en general, una vida sacramental y de oración ordenada, es suficiente para la salvación que, insisto, no es obra mía ni se debe a mis actos de piedad, sino que es obra exclusiva del Espíritu.
Por parte del Director: No sería demasiado complejo trazar un perfil de estos “directores”. Se trata de curitas de formación más bien conservadora, egresado de seminarios del tipo de los que ya hemos hablado en estas páginas, que se lanzan con entusiasmo a la tarea apostólica, dirigida preferentemente hacia sus pares por motivos sobrenaturales (“hay que salvar almas”), institucionales (“los jóvenes son prioridad para la Iglesia), naturales (“los jóvenes son quienes se encuentran en mayor peligro espiritual”) y hasta psicológicos (¡cuántas cosas, en parte ciertas, podría decir Freud al respecto!). En su haber cuentan con la imposición de manos que les confiere una real gracia de estado, algunos años de vida espiritual más o menos mostrenca, y algunas lecturas. Seguramente habrán leído lo siguiente: 1) La “Vida” y “Las siete Moradas” de Santa Teresa; 2) la mitad de “La subida al Monte Carmelo” de San Juan de la Cruz; 3) la totalidad de la “Teología de la Perfección Cristiana” de Royo Marín, lectura ésta realizada con detenimiento y hasta con fruición (lo cual constituye un caso de perversión propia de los estudios de Erich Fromm); 4) Un pedazo de las “Tres edades de la vida interior” de Garrigou-Lagrange, porque es muy largo y complicado; 5) Algunas obritas espirituales de tono menor y de fuerte sabor contrareformista como las de Alonso Rodriguez.
Este bagaje, por cierto, no es suficiente. Ya hice referencia en otro post a la mentada “gracia de estado”. La gracia supone la naturaleza, y la naturaleza del curita es la de un joven de 26 o 27 años del siglo XXI: no más que eso. La gracia no crea una naturaleza distinta. Los años de vida espiritual podrán ser más o menos intensos pero rara vez serán suficiente para aconsejar ex abundantia cordis. En efecto, ya hemos hablado de las condiciones deplorables que posee la formación espiritual, afectiva e intelectual en los “mejores” seminarios de Argentina. Podrían darse casos extraordinarios, es verdad. No es cuestión de negar aquí a San Luis Gonzaga, a San Estanislao de Kostka o a San Gabriel de la Dolorosa, pero no creo que estos santos, y otros similares, hubiesen aceptado fácilmente ser directores espirituales apenas terminado su periodo de formación (¡y mucho menos de doncellas!). Las lecturas podrán ser más o menos, pero el abba no enseña por lo que leyó sino por lo que vivió. Lo contrario engendra monstruos. Por lo que el bagaje con el que pretenden hacer frente al venerable oficio de director espiritual es tan apropiado y efectivo como el del Dr. Frankenstein.
Pero ¿cuáles son las motivaciones profundas de estos buenos curitas? Convengamos que el poder de manipulación espiritual y psicológica que adquiere un director es enorme, y que tocar esas profundidades humanas no es tarea para neófitos. Es casi como que un recién egresado de la Facultad de Medicina se largara a hacer complejas neurocirugías. ¿No son conscientes, acaso, de su temeridad?
No tengo dudas de que el primero motivo es el lícito y laudable afán pastoral. En definitiva, para eso se hicieron curas, para colaborar en la salvación de las almas. Pero se trata de curas del siglo XXI infectados, algunos más, otros menos, por la modernidad. La modernidad en el mundo, y la modernidad en la Iglesia, que comenzó con la Contrarreforma y que es más peligrosa que aquella.
El cura se ve impelido, por ineludible necesidad espiritual, a obrar, y obrar obras concretas. Él puede tener claro teóricamente, si ha recibido una formación más o menos clásica, que su principal obrar sacerdotal es la celebración de la Santa Misa y de los demás sacramentos, y que tarea suficiente pero, en la práctica, necesita obrar obras concretas, palpables, que justifiquen su existir. Los curas egresados de seminarios progres tienen la cosa más clara: su justificación viene de un obrar que se traduce en prácticas de promoción social y se convierten entonces, en transformadores de la sociedad como los más eficaces agentes de cualquier ONG. Los curas conservadores, en cambio, con buen criterio rechazan esa vida sacerdotal, pero igualmente necesitan de concreciones palpables que les asegure que el gran sacrificio que han realizado se justifica. La dirección espiritual es una de ellas.
Hay otros motivos que provienen de la siempre presente naturaleza humana. En primer lugar, el natural deseo de fecundidad. Un dirigido espiritual es un hijo, y tener muchos dirigidos es casi como ser padre de una familia numerosa similar, quizás, a la de ellos mismos. Y cuánto más si entre esos dirigidos encuentra muchas vocaciones sacerdotales y religiosas. Le será difícil al curita resistirse a la tentación en la que cayó el jesuita Alberto Hurtado: colocar en su habitación las fotografías de todas sus vocaciones, que eran muchas y todas de la Compañía (¿tendremos que discutir nuevamente el tema de la infalibilidad de las canonizaciones? Claro que el canonizador fue el Santo subbito...).
En algunos casos, además, me animaría a decir que hay motivaciones inconscientes, surgidas de las profundidades ignotas de la psicología humana. Pero en ese tema no me meto.
¿Qué actitud tener entonces frente a la dirección espiritual? ¿Qué consejo podemos dar al respecto a nuestros hijos, parientes o amigos? Habrá que evitar, claro, el escándalo y ser cautos en los consejos. Pero habrá que evitar también el daño, a veces irreparable, que un curita metiche puede hacer al alma tierna de un niño o de un joven, o no tan tierna pero igualmente valiosa de un adulto.
Si un ciego guía a otro ciego...
gibelino@hotmail.com
- Mi director espiritual me dijo que me pusiera de novio.
- Mi director espiritual me dijo que tengo vocación
- Mi director espiritual me dijo que siguiera tal carrera universitaria
- Le consulté a mi director espiritual y me dijo que me convenía ponerme de novia con Tal chico.
- Mi director espiritual no me deja ir a Tal lugar.
e così via...
Cuando indago un poco más, en casi todos los casos, descubro que los “directores espirituales” son jóvenes sacerdotes que no superan los 30 o 35 años. Reconozco que he quedado asombrado por tamaña audacia de los jóvenes presbíteros y por tamaña ingenuidad de los jóvenes dirigidos. Así las cosas, se presentan dos problemas para discutir. Empecemos entonces por el más fácil, aunque previamente conviene hacer una aclaración fundamental. Cuando se habla en esta ocasión de Director Espiritual y de Dirigido no hago referencia, por cierto, a la dirección espiritual tal como tradicionalmente la entendió la espiritualidad cristiana y que, paradigmáticamente, podríamos verla reflejada en los Padres del Desierto. No es al caso de abba Antonio o abba Arsenio ni de sus discípulos del éremo egipcio, ni de los starets o “padres” en el sentido más pleno del término que poblaron los siglos posteriores. De modo tal que mi crítica no es a esta venerable institución sino a su deformación.
Por parte de los dirigidos, si son jóvenes, es bastante comprensible la actitud de pasiva sumisión a los graves dictámenes presbiterales. Consiste, ni más ni menos, en el lógico y natural proceso de evitar la angustia de la libertad de la que tan bien escribió Kierkegaard. Toda situación de libertad, es decir, de saberse causa sui, de ser dueño de los propios actos y de las propias decisiones, lo cual implica no sólo una elección puntual sino, en cierto modo, una elección de vida y una elección de sí mismo, produce angustia. Es mejor, en ese sentido, no ser libre. No sólo nos ahorraríamos el temor al fracaso sino también el pecado, como bien decía Simone Weil. Toda decisión lleva consigo, inexorablemente, la sombra del fracaso, y la posibilidad del fracaso angustia. En cambio, si puedo liberarme de elegir, es decir, si otro elige por mí, la responsabilidad del posible fracaso correrá por su cuenta. Yo, aunque víctima, quedaré liberado de esa carga y con ella, de la angustia.
Y es así que el dirigido, más allá de los lícitos intereses sobrenaturales que lo motivan, se acerca el director por razones más prosaicas y psicológicas, aunque plenamente humanas.
Es este el lugar de preguntarse, además, acerca de la necesidad de la dirección espiritual. Resulta claro que no es en absoluto necesaria para la salvación. Si así lo fuera, los Evangelios y los otros escritos revelados nos lo dirían. La salvación es obra del Espíritu, y éste, en el actual orden querido por Dios, necesita para obrar en las almas solamente de los sacramentos. Y la dirección espiritual no es un sacramento. Ergo,...
Sí podemos decir que la dirección espiritual es muy conveniente para la salvación en algunos casos. Los autores espirituales de tradición monástica consideran que estos casos particulares son: elección de estado de vida, escrúpulos y fenómenos místicos. En otras circunstancias podrá ser conveniente desde lo espiritual y desde lo afectivo. Habrán personas que son más propensas a la figura de un pater supervisor, otras que atraviesas situaciones particulares y necesitan consejo y apoyo. Pero, en general, una vida sacramental y de oración ordenada, es suficiente para la salvación que, insisto, no es obra mía ni se debe a mis actos de piedad, sino que es obra exclusiva del Espíritu.
Por parte del Director: No sería demasiado complejo trazar un perfil de estos “directores”. Se trata de curitas de formación más bien conservadora, egresado de seminarios del tipo de los que ya hemos hablado en estas páginas, que se lanzan con entusiasmo a la tarea apostólica, dirigida preferentemente hacia sus pares por motivos sobrenaturales (“hay que salvar almas”), institucionales (“los jóvenes son prioridad para la Iglesia), naturales (“los jóvenes son quienes se encuentran en mayor peligro espiritual”) y hasta psicológicos (¡cuántas cosas, en parte ciertas, podría decir Freud al respecto!). En su haber cuentan con la imposición de manos que les confiere una real gracia de estado, algunos años de vida espiritual más o menos mostrenca, y algunas lecturas. Seguramente habrán leído lo siguiente: 1) La “Vida” y “Las siete Moradas” de Santa Teresa; 2) la mitad de “La subida al Monte Carmelo” de San Juan de la Cruz; 3) la totalidad de la “Teología de la Perfección Cristiana” de Royo Marín, lectura ésta realizada con detenimiento y hasta con fruición (lo cual constituye un caso de perversión propia de los estudios de Erich Fromm); 4) Un pedazo de las “Tres edades de la vida interior” de Garrigou-Lagrange, porque es muy largo y complicado; 5) Algunas obritas espirituales de tono menor y de fuerte sabor contrareformista como las de Alonso Rodriguez.
Este bagaje, por cierto, no es suficiente. Ya hice referencia en otro post a la mentada “gracia de estado”. La gracia supone la naturaleza, y la naturaleza del curita es la de un joven de 26 o 27 años del siglo XXI: no más que eso. La gracia no crea una naturaleza distinta. Los años de vida espiritual podrán ser más o menos intensos pero rara vez serán suficiente para aconsejar ex abundantia cordis. En efecto, ya hemos hablado de las condiciones deplorables que posee la formación espiritual, afectiva e intelectual en los “mejores” seminarios de Argentina. Podrían darse casos extraordinarios, es verdad. No es cuestión de negar aquí a San Luis Gonzaga, a San Estanislao de Kostka o a San Gabriel de la Dolorosa, pero no creo que estos santos, y otros similares, hubiesen aceptado fácilmente ser directores espirituales apenas terminado su periodo de formación (¡y mucho menos de doncellas!). Las lecturas podrán ser más o menos, pero el abba no enseña por lo que leyó sino por lo que vivió. Lo contrario engendra monstruos. Por lo que el bagaje con el que pretenden hacer frente al venerable oficio de director espiritual es tan apropiado y efectivo como el del Dr. Frankenstein.
Pero ¿cuáles son las motivaciones profundas de estos buenos curitas? Convengamos que el poder de manipulación espiritual y psicológica que adquiere un director es enorme, y que tocar esas profundidades humanas no es tarea para neófitos. Es casi como que un recién egresado de la Facultad de Medicina se largara a hacer complejas neurocirugías. ¿No son conscientes, acaso, de su temeridad?
No tengo dudas de que el primero motivo es el lícito y laudable afán pastoral. En definitiva, para eso se hicieron curas, para colaborar en la salvación de las almas. Pero se trata de curas del siglo XXI infectados, algunos más, otros menos, por la modernidad. La modernidad en el mundo, y la modernidad en la Iglesia, que comenzó con la Contrarreforma y que es más peligrosa que aquella.
El cura se ve impelido, por ineludible necesidad espiritual, a obrar, y obrar obras concretas. Él puede tener claro teóricamente, si ha recibido una formación más o menos clásica, que su principal obrar sacerdotal es la celebración de la Santa Misa y de los demás sacramentos, y que tarea suficiente pero, en la práctica, necesita obrar obras concretas, palpables, que justifiquen su existir. Los curas egresados de seminarios progres tienen la cosa más clara: su justificación viene de un obrar que se traduce en prácticas de promoción social y se convierten entonces, en transformadores de la sociedad como los más eficaces agentes de cualquier ONG. Los curas conservadores, en cambio, con buen criterio rechazan esa vida sacerdotal, pero igualmente necesitan de concreciones palpables que les asegure que el gran sacrificio que han realizado se justifica. La dirección espiritual es una de ellas.
Hay otros motivos que provienen de la siempre presente naturaleza humana. En primer lugar, el natural deseo de fecundidad. Un dirigido espiritual es un hijo, y tener muchos dirigidos es casi como ser padre de una familia numerosa similar, quizás, a la de ellos mismos. Y cuánto más si entre esos dirigidos encuentra muchas vocaciones sacerdotales y religiosas. Le será difícil al curita resistirse a la tentación en la que cayó el jesuita Alberto Hurtado: colocar en su habitación las fotografías de todas sus vocaciones, que eran muchas y todas de la Compañía (¿tendremos que discutir nuevamente el tema de la infalibilidad de las canonizaciones? Claro que el canonizador fue el Santo subbito...).
En algunos casos, además, me animaría a decir que hay motivaciones inconscientes, surgidas de las profundidades ignotas de la psicología humana. Pero en ese tema no me meto.
¿Qué actitud tener entonces frente a la dirección espiritual? ¿Qué consejo podemos dar al respecto a nuestros hijos, parientes o amigos? Habrá que evitar, claro, el escándalo y ser cautos en los consejos. Pero habrá que evitar también el daño, a veces irreparable, que un curita metiche puede hacer al alma tierna de un niño o de un joven, o no tan tierna pero igualmente valiosa de un adulto.
Si un ciego guía a otro ciego...
gibelino@hotmail.com
Para hablar de "dirección espiritual" en los términos tan seguros en que Ud. lo hace, y no porque esté en contra de lo que dice, sino todo lo contrario,le ruego que me aclare si Ud. es Sacerdote.
ResponderEliminarNo me interesa su identidad, sino su estado.
Proviniendo de un sacerdote inmerso en la vida actual de la Iglesia, culto sin duda, tiene un peso diferente que si lo dijera un culto laico anticlerical, alejado de la Iglesia, y en vías de alejarse aún más.
He leído con atención que no le gusta casi ninguna de las manifestaciones actuales de las actitudes "conservadoras", y digo casi, porque no ha completado todo el listado. A mí me pasa lo mismo.
Doy por descontado que las "opciones" progresistas le gustan aún menos.
Su blog me ha hecho "sentir", que no formo parte de ninguna Iglesia particular, y que de la "oficial", estoy cada vez más alejado.
Por la vía que Ud. me sugiera , si le place, me gustaría tomar contacto.
Suyo en Xto. Rey
Aislado.
Estimado Wanderer gracias nuevamente por darle buenas herramientas a mi ocio (que no es poco, pese al llamado del Vaticano II a los laicos).
ResponderEliminarHace ya casi 20 años fui iniciado en la necesidad de la “dirección espiritual” y para colmo en el marco de la Obra del Marqués Peralteño.
Allí, un curita de buena intensión, observando mi sincero proceso de “conversión” decidió pasar mi “caso” a una especie de “superior”.
Luego de explicarme que “la voluntad de Dios nos viene a través de los directores” me invitó a hacer un retiro con el actual Obispo de Ciudad del Este.
Este prete con nombre del estadio paraguayo (http://www.clubguarani.com.py/las-instalaciones-del-club.html) decidió mi vocación de numerario, a la que accedí aterrado ante la posibilidad de irme directamente al infierno al oponerme a la voluntad de Dios.
Quizás antes de intimarme a seguir su voluntad –que era la de Dios- debió darme a leer la Carta de Newman a Serjeant Bellasis que el amigo Tollers tradujo (http://www.voila.tz4.com/)
Es trágicamente gracioso cómo aquí va cayendo una larga fila de golpeados por los malos curas que la van de tradicionales. Somos muchos. La única razón por la que no puedo contarme entre los que cayeron en sus manos es que siempre -vaya uno a saber por qué- fui esquivo a formar parte de organizaciones. No hice el cenáculo del colegio a los 17, nunca me pescaron las monjitas de cerca de mi colegio, ni los grupos misioneros de mi parroquia y, cuando iba con mis amigos al C. E. C. (espléndida casa de la Obra), era porque nos escabullíamos para, ocultamente, timbear en la terraza, en la recordada chabola de un cura pintor cuando éste no la usaba, donde además nos agarraron haciendo un fogón sobre la membrana del techo. Algo me generaba rechazo, sin saber qué, y me puso a salvo.
ResponderEliminarMe intriga mucho y me fascina el pensamiento, repetido ya muchas veces aquí, de que la modernidad entra en la Iglesia con la Contrarreforma. Estaría muy agradecido si pudieran apuntarme en qué autores se desarrolla esta interesantísima tesis.
ResponderEliminarSaludos cordiales!
RA
Anónimo 1: Ninguna de las posibilidades que Ud. sugiere me describe. En efecto, son un anticlerical rabioso, pero me considero muy cercano a la Iglesia, cada vez más en realidad.
ResponderEliminarDebajo de cada post suele aparecer una dirección de mail útil para contactos reservados.
Laico Consagrado: Dolorosa situación. No queda queda si logró Ud. escapar de las garras de la Obra, o si todavía vive en los solteríos urbanos aportando la totalidad de sus incoming profesionales.
Anónimo 2: Ud. tiene una gracia especial. El estar alejado de cualquier actividad parroquial es de una higine saludable higiene.
Estimado Wanderer:
ResponderEliminarPor fin volvió a los temas candentes.
La dirección espiritual como se comprende hoy en casi todos los ambientes Cristo Rey de Torres Pardo, Miles, Opus, Legionarios (ahora desprestigiados), IVE, la vieja SJ... es una gran mentira. Causa graves daños en las “vocaciones” pero también en la vida familiar.
Y esto vale también para los progres a quienes les encanta decir que “este caso es distinto” y por lo tanto pueden usar preservativos y comulgar, porque se trata de “un caso especial”, dando “permisos” que no pueden existir. Dios no es más el legislador sino el “humilde curita” endiosado.
Ud. enumera varias posibles causas en los curas que la pratican, permítame enumerar a mí:
- Querer ayudar cómo les enseñaron que se hace.
- Trofeos: al igual que los “progres” que tienen sus trofeos en comedores infantiles, éstos los tienen en “sus” vocaciones. No sabía lo del p Hurtado, pero a eso me refiero.
- Manipulación: Castellani lo explica bien en Cristo y los fariseos. También es muy ilustrativa la meditación sobre “el buen pastor” de Escrivá de Balaguer http://www.opuslibros.org/html/EL_BUEN_PASTOR.htm aunque se refiere más a la confesión es una muestra de esa modalidad.
- morbosidad: gusto por tratar cuestiones escabrosas.
- curiosidad.
- clientelismo
De parte de los fieles:
- Creen que así debe ser por lo de la gracia de estado, etc.
- Es más cómodo: otro elige por mí y como “obedeciendo no me voy a equivocar” (muletilla SJ, Opus, etc.) es casi una infalibilidad en la acción.
- morbosidad: gusto por hablar de cuestiones escabrosas.
- indiscreción: o necesidad de hablar con alguien algunas cosas, sabiendo que el padre no se las va a contar a nadie, pero que no son atinentes a la confesión o al normal pedido de consejo.
El problema es cuando experimentan los horrores a lo que puede llevar esto: si había una fe bien formada, se retoma el camino “de los giles”, que es el de los pobres de YHWH. Si no la había, generalmente se abandona esa antinatural dirección espiritual pero consiguientemente la anexa fe que se sstenía en ella.
Por estos motivos hay que desaconsejarla siempre que la prudencia lo permita.
Creo que decir que esta dirección espiritual es buena poniendo casos sigualres como ejemplo en los que “dio resultado”, sería como decir que la multiplicación es igual a la suma. Prueba: 2x2=4 2+2=4.
No duré ni un año en esa situación tan rara.
ResponderEliminarEl director había definido mi vocación.
El director de mi "charla" (otro number)pretendía continuarla.
Dura prueba para un laico que pretendía consagrarse pero que no entendía nada de lo que estaba pasando.
Un día, como un fugitivo, salí de esa casa para no volver.
Por suerte algo de fe me acompaña aun.
Se de algunos que la perdieron por completo.
Habían entrado a la obra a los 14 años y medio, como había que entrar, con los primeros "barruntos" según decía el Santo Marqués.
Estimado Wanderer:
ResponderEliminar¡Cuánto me gustaron sus consideraciones acerca de la dirección espiritual!
Pero quiero apuntar dos cosas: una a su prudente abstención a incursionar en ciertas honduras y otra dedicada a nuestro común amigo Ludovico ben Cidehamete.
A lo primero, pues. En el final de su post, se refiere a un tema con el que no se quiere meter, aquel de las “motivaciones inconscientes, surgidas de las profundidades ignotas de la psicología humana”. Tengo para mí que San Pedro ya lo hizo (discretamente es cierto, pero no menos claramente) al efectuar la recomendación a los presbíteros de que ni se les ocurra “apacentar la grey [...] como quienes quieren ejercer dominio sobre la herencia de Dios” (I Pet. V:3).
Que es, al fin, una sutil forma de concupiscencia del poder (y que nos resulta tan familiar cuanto repugnante).
Pero sí, si acaso alguno pretendiese ejercer la famosa dirección--y suponiendo que tal propósito estuviera bien inspirado--debería, como usted señala, contar con unos cuantos años, que es requisito sine que non para adquirir experiencia en materia tan difícil cuanto delicada.
(Por lo demás, se les recuerda a los del Opus que la dirección ejercida por laicos está prohibida por el Código de Derecho Canónico).
Pero ciertamente, también, que no basta con leer “la mitad de la Noche Oscura” de S. Juan de la Cruz (que nunca tuvo, fíjese, director espiritual, a pesar de lo que dice en sus “Dichos de luz y amor”--5 y 7).
Ahora, vamos, antes de siquiera pensar en ponerse a dirigir almas, un sacerdote no haría mal en leer seriamente a San Juan de la Cruz. Así, remito en general a los nº 30-63 de la “Llama de amor viva” en donde se extiende larga y morosamente sobre la cuestión.
A lo segundo, entonces. Ludovico ben Cidehamete ha querido buenamente excusar a los Kukúes con el argumento de que “hacen lo que pueden, son bastante sacrificados y creen estar en la más absoluta ortodoxia”. Pues permítaseme recordar que San Juan de la Cruz, también pensó en eso:
“Pero éstos [los directores espirituales toscos] por ventura yerran con buen celo, porque no llega a más su saber.”
Mas frente al juico del afable Ludovico, otro es el sentir del Dr. Místico...
“Pero no por eso quedan excusados en los consejos que temerariamente dan sin entender primero el camino y espíritu que lleva el alma, y, no entendiéndola, en entremeter su tosca mano en cosa que no entienden”.
Porque San Juan extiende el daño que hacen considerablemente más allá del “propio castigo” que dice don Ludovico. Como en cualquier otra instancia, hay “friendly fire”: se joden ellos, cómo no; pero también hay “daño colateral”--joden a otros:
“Y así, el que temerariamente yerra, estando obligado a acertar, como cada uno lo está en su oficio, no pasará sin castigo, según fue el daño que hizo. Porque los negocios de Dios con mucho tiento y muy a ojos abiertos se han de tratar, mayormente en cosas de tanta importancia y en negocio tan subido como es el de estas almas, donde se aventura casi infinita ganancia en acertar, y casi infinita pérdida en errar” (nº 56).
(y no, no habla en ningún lugar de aquellos que presumen de ver las almas--de los sacerdotes, de quien sea).
Vale,
Jack Tollers
Para R.A.:
ResponderEliminarQue la modernidad se hace fuerte en la Iglesia con la Contrarreforma es tesis bastante común, aunque se trate desperdigadamente aquí y acullá.
Entre nosotros, Castellani la sostiene "passim" en todas partes. Tal vez mejor dicho que en otros lugares en su Epílogo a "La Rev. que anunciamos" de Sánchez Sorondo (republicado en 6 Ensayos y 3 Cartas) y en algún Directorial de "Jauja" que ahora no recuerdo (ver "Un país de Jauja"). También, me parece, en su comentario al libro de Nimio de Anquín sobre "La Argentina Bolchevique" (eso está en "Nueva Crítica Literaria").
Quizá le sirva "La Gran Conversación" que armó Randle, entre Castellani y Newman. Allí se trata, de una manera u otra, el mismo asunto.
Hay veces que uno tiene la impresión de que a Newman no le interesa sino este tema, aunque tampoco, que yo recuerde, lo trata de lleno.
Con todo, su "Carta al Duque de Norfolk" es un buen comienzo.
Más allá de Castellani y de Newman, recomiendo "La Descomposición del Catolicismo" de Louis Bouyer (no tiene desperdicio).
Pero concedo que el tópico no ha sido tratado formalmente y tal vez habría que escribir un libro en base a cosas que dicen por ahí Bruckberger (sobre todo en su "Carta abierta a Jesucristo"), Frank-Duquesne, De Lubac (mais si!), Maritain (también, créase o no) y otros. No lo dejaría enteramente fuera a Lacunza ni a Rosmini, pese a todo.
Ni siquiera al mismísimo Congar, que algo puede aportar con su libro sobre la Tradición y las tradiciones. Y en tren de espigar entre algunos heterodoxos: Jean-Francois Six tiene consideraciones interesantes en sus dos libracos sobre Santa Teresita.
Ya ve que las fuentes pueden resultar más o menos sospechosas... pero qué le vamos a hacer: estamos en la Modernidad, aunque no seamos de ella.
A leer un poco más, pues, que a nadie le hace mal.
Y a escribir el libro que aquí se propone.
Saludos,
M. de Lagarde
El amigo Laico Consagrado me recuerda aquella época en el C. E. C., cuando la Obra todavía tenía la esperanza de sacar algo de mi grupo de amigos, pero tuvieron el poco tino de querer incorporar a lo peor que se les pudo ofrecer. De hecho, en ese año echaron del colegio a todos menos a mí. Pero en aquellos días, mientras todavía nos tenían paciencia, teníamos una especie de guía espiritual (o como lo llamen ellos): un pibe recién salido de Los Molinos (tenía unos 19 años) que nos hacía escuchar las charlas que preparaba y a veces nos hablaba en privado a modo de confesión. ¡Una estafa increíble! ¡Qué manera de manipular a la gente! Gracias a Dios, ni él se lo tomaba en serio, pero es increíble la irresponsabilidad de quienes fomentan este caos. Por supuesto que, después de un par de meses, a nosotros no quisieron vernos más y este pibe se fue de la Obra.
ResponderEliminarEn cuanto a lo que dijo Wanderer, es como dijo un cura amigo: 'Yo creo en Dios pero no en los curas'. Nunca me hubiese imaginado afirmando esto, pero no hay mucha alternativa.
Estimado Wanderer:
ResponderEliminarVale recordar que se ha puesto muy de moda que el propio confesor, sin permiso alguno intente dirigir espiritualmente la vida de quien lleva al confesionario sus pecados.
Es decir, no se limitar a cumplir con el sacramento sino que que yapa te zampa unas cuantas soluciones -que nadie le pidió- para evitar los pecados confesados, generando de ese modo, en quienes no tienen la suficiente fuerza para mandarlo a ocuparse de lo suyo, una dependencia confesional.
¿Es esta una táctica enseñada en los seminarios para que la gente sea cura-dependiente?
Por mi parte siempre me alegro cuando la única recomendación que escucho al terminar una confesión es la única que debería escuchar. Hay que rezar, hijo, hay que rezar.
Escoribuela
Mr. Tollers: Gracias por su interesante aporte y las imperdibles citas de San Juan de la Cruz. Ya ve yo no me equivocaba: si los curas metiches leyeran eso, se abstendrían de su audacia (algunos al menos).
ResponderEliminarM. de Lagarde: Le agradezco la erudita respuesta a la pregunta de R.A. Yo añadiría un par de páginas que leí hace varios años en "El Desesperado" de León Bloy, que trata el tema maravillosamente, como es típico en ese autor. Lamentablemente el libro era prestado y no tomé la precaución de copiar la cita.
Yo tengo un director espiritual y le doy gracias a Dios por ello. Se que es un buen sacerdote. hace 400 km para diririgirme espiritualmente, y no duerme por ello diurante 2 noches y un dia.
ResponderEliminarCura conservador?? Mejor que progesista gracias a Dios. Siempre le dare gracias a Dios por darme un director cuando se lo pedi.
Y me aclaró, mi director, que si no me servia su "trabajo" como director, buscariamos otro.
No lo olviden. el director espiritual adecuado es una gracia de Dios.
Agustin--ER----21 años
Presionado por la cultura clerical en la que me formé, debí adquirir un director espiritual es mi primera juventud. Era, y es, un excelente sacerdote por el que guardo un gran afecto y respeto. Sin embargo, el núcleo de su dirección era insistirme en que debía hacer ejercicio físico y jugar al fútbol. Como siempre fui medio perezoso para todo eso, no le obedecía, y allí venían mis problemas de conciencia, y los conflictos que debía abordar en el próximo encuentro. Al final, abandoné la experiencia que no me sirvió de mucho.
ResponderEliminarSiempre pensé que hubiese sido más conveniente buscarme un personal trainer.
Yo tuve un dirección de formación conservadora, de esos que usan sotanta rezan la misa nueva en latín (en privado) de una congregación con mala prensa. Al principio la idea me atrajo porque pensé (o me hicieron pensar) que sólo con dirección espiritual llegaría "muy alto" en la vida espiritual.
ResponderEliminarDebo reconocer que en los primeros tres meses de dirección debo haber rezado más que en toda mi vida, pues la "grilla" que había que completar diariamente era extensa: oraciones matinales, angelus, Misa, rosario, meditación de 20 minutos, visita al Santísimo, examen particular de conciencia, oraciones nocturnas, lectura espiritual, y alguna mortificación corporal (ducha fría, piedra en el zapato, etc.).
Al principio creí haber encontrado mi lugar en el mundo: curas de sotana, ortodoxia doctrinal (al menos aparente), latines, incienso, y una vida interior robusta; reconozco incluso que las meditaciones frecuentemente me producían lo que se llama "consolaciones" o estados afectivos profundos.
Pero claro, el problema es que trabajaba en una empresa donde cumplo 12 horas diarias, y además tenía ya una familia (mujer e hijos), amigos, deporte, ganas de simple ocio o de lecturas generales, etc. Y entonces todo empezó a hacese muy, pero muy cuesta arriba, y cada encuentro con el director era para mí un mal momento. Sentía estar en falta, io haber pecado, cuando en conciencia no había cometido ningún pecado: sólo no había comlletado la grilla.
Y, la verdad, acabé por detestar la grilla, suspendí la dirección, y pasé por un mal momento, porque pensé que era un débil, inepto para los caminos altos de la santidad. Quizás sea así, no sé. Lo que me preció mal es que, al desistir de la dirección, se me dijo: "Muy bien, entendemos tus razones, además, lo que nosotros proponemos no es para todo el mundo, sólo para unos pocos". Con lo cual me quedó la sensación de que me estaban menospreciando por no haber podido compatibilizar la "grilla" con el ritmo de vida de un laburante, padre de familia, y con espacios de vida propia (social e intelectual). realmente me sentí un fracasado bastante tiempo, hasta que un cura -en una charla profunda- me convenció de que la vida espiritual no puede ser encasillada en una grilla, que todo es gracia y que lo importante es serle fiel en la circunstancia que a cada uno le toca (el famoso deber de estado), que hay que abandonarse más a la misericordia Divina, y que no es cierto que "querer es poder", como me machacaba constantemente el director espiritual.
Me da pena, viendo el tema en perspectiva, porque muchos de estos directores ofrecen otras cosas que son muy ncesarias a las fieles, como una liturgia solemne, y una catequesis básicamente ortodoxa.
Hoy hago lo que puedo, pero no puedo evitar sentirme solo. detesto a los progres, pero me prevengo también de quienes usan sotana. De éstos últimos sólo espero una Misa digna, y una prédica con algo de lógica y de doctrina. Después, que me dejen tranquilo...
Errabundo
Errabundo: Admirable sabiduría la suya. Y no se sienta solo: como podrá ver en este blog, somos muchos.
ResponderEliminarApreciado Wanderer:
ResponderEliminarImposible pasarme sin comentar un asunto que, bien se dice por allí, merecía una entrada y espera ... una salida.
Estaba ya mi pluma sobre el papel para decir algo sobre todo ésto, cuando leí su excelente artículo, guiado por la segura mano de Cruz y Fierro. Así que resolví entrometerme, para lo cual pido permiso.
El problema de la dirección espiritual ha sido afectado, no "especialmente", pero si "singularmente" en las zonas de influencia tradicional, precisamente por el desorejamiento del mundo en general y la pérdida progresiva del sentido vital, que ha incluído una fenomenal disminución en el ejercicio del buen oficio clerical; a esto debe sumarse la confusión, nada menor, entre "director" y "confesor". En verdad, debe considerársela inserta, me parece a mí, en un mayor problema que es el de la JUSTA OBEDIENCIA debida al superior. La regla liminar es que se manda a nombre de Dios; y lo que no se manda como Dios lo haría, es mera usurpación.
Si damos comienzo por la vida religiosa, sin duda la obligación de acatamiento al superior es más elevada que en la simple, pedestre y hasta rastrera vida del viador comunacho, como uno. Un estado de vida más pretensioso, exige mayores sacrificios sin que deba juzgarse, por esta causa, ni más perfecto en absoluto (sí lo sería para el individuo concreto) por haberse elegido un camino de ascésis menos placentero según el orden de los sentidos, ni tampoco menospreciarse la vida del honrado viador.
Ahora bien: la natura humana, y de la buena, rezonga con la desazón contra la tiranía clerical que, en ciertos casos, es insoportable y se vuelve un mal. Una obra de arte puede ser buena objetivamente pero mala para mí, así que yo me arranco el ojo con que la veo para no perderme. Para otro, en cambio, puede ser excelente y le haría falta acoplarse el ojo que a mí me falta para elevarse más y más. El problema de la obediencia y de la "dirección" es no tanto la voluntariosa decisión del jóven presbítero que quiere atraer hacia su propio modo de vida a todos, sino del imprudente que quiere seguir una suerte a la cual no ha sido llamado... por Dios, no por los hombres. Santo Tomás aconseja a aquellos que tengan vocación religiosa no discutirla con nadie, porque: ¿qué tendrá que decir el ministro, de lo que ha resuelto su Señor ...? Y en verdad, si Dios llama a un estado de vida religioso, o más exigente, lo hará por los medios suficientes para darse a entender, incluyendo al confesor, o director. Y aún, por medio de algún enemigo ocasional. Esta doctrina la pueden encontrar en una obrita (poco difundida, pero que puede hallarse traducida en ¡la página del IVE!) denominada Contra retrahentes y forma parte de las Cuestiones Disputadas, y que es una verdadera joya de la espiritualidad cristiana, como también lo es el la del santo de los laicos, San Francisco de Sales.
Y el problema que hay en medio siempre, es la libertad: "preferencia reflexiva de lo mejor", la llama el de Estagira, para indicar que se trata de una cuestión de índole moral primeramente.
Y es que, aunque mi superior es el único juez de lo que manda, yo soy el único juez de lo que debo obedecer, pues nadie está obligado a hacerse un mal, sino que vive para el bien; y si por obediencia me siento mal y sin ningún bien a la vista ¡a rajar!, por que hasta la misma obediencia está constituída por Dios para la salvación del alma.
El problema de la propia libertad es esencial a la vida sobrenatural del cristinano ("la libertad de los hijos de Dios"), por que con ella, se puede merecer, y con el mérito, por modesto que sea, puede uno salvarse, mediando la gracia. Por eso los moralistas afirman con verdad que la salvación es todo obra de la Gracia y todo obra del mérito, y no por partes iguales, sino por partes enteras: Si no merezco (es decir: completo en mí lo que "falta" a la Gracia de la Sacratísima Pasión de Cristo, como decía el olvidado Saulo de Tarso), no me salvo nada, y sin la Gracia, no me salvo nada tampoco.
Hay una regla que, a mi juicio (y que no es mío propio sino copiado de santos y geniales Padres y Doctores) es la que debe prevalecer en todo y por todo, en esta difícil materia: La abdicación de la libertad propia lleva de cabeza a ... Dios sabrá dónde, pero no es el Camino al Cielo. Cristo dijo: "Yo soy el camino", y lo es como hombre, no como Dios, pues como Dios es fin y no camino. En el voluntario seguimiento de Cristo, por el camino que Él nos manda y Él mismo ha comenzado, está la verdadera felicidad de este mundo (que consiste solamente en la Paz, vamos) y el acceso a la Gloria. Y ahí es dónde entra el pecado de presución, o sea, creerse que uno es San Jerónimo o Antonio Abad, y querer seguir viviendo en un gineceo urbano o una ermita en Corrientes y Callao.
El estado (y el de familia es uno de los primeros en el orden del ser) crea obligaciones, las obligaciones se acompañan de derechos y todo ello, inmerso en un necesario clima donde la libertad es la clave para poder cumplirlas.
Por otra parte, querido Wanderer (y primer opinante anónimo), lo que Ud. refiere, en líneas generales, es una cuestión de sentido común que hace innecesaria la indagación sobre su estado. Y si lo traigo a colación es por que esa misma indagación, funge como una característica limitante a la verdadera libertad, aquella que manda "examinarlo todo, y quedarse con lo mejor". Y no ver de dónde viene el viscachazo; después de todo, N. Señor prohibió a los Apóstoles que impidieran a otros que no eran ellos, hacer milagros en Su nombre, precisamente por que todo aquel que diga algo bueno, lo hace por la gracia de Dios.
Por último, lo noto extravertidamente optimista con relación a las probables lecturas de "nuestros" directores espirituales, que, si han tenido lugar, no creo que trepen hasta las Moradas, ni rimen con las de Juan de Yepes. Y sobre todo, tampoco acaso comprendan que las vidas de los nombrados para ejemplo, como la de todo místico, son más bien un regalo del Cielo, pura gracia, y casi nada de dirección espiritural.
Un cuento: se dice que Santa Teresa quiso ir a fundar al norte, y su confesor le indicó que debía ir a Sevilla; consultado Nuestro Señor, le respondió así a la monja de Avila: «Haz lo que él dice; ya se las verá conmigo». Con lo cual, Teresa obedeció a su confesor. Pero por que Dios se lo mandó. Y además, la fundación de Sevilla fué un fracaso mayúsculo,.
Cordialmente
L. b-C.
Estimado M. de Lagarde, estimado Wanderer: muchas gracias por la respuesta a mi pregunta!
ResponderEliminarEn efecto, es una idea que veo aparecer cada tanto y echaba en falta algo más orgánico, pero veo que no lo hay... sea entonces una profunda intuición a la espera de alguien capaz de meterse con ella. Por lo pronto, me avocaré a las lecturas que me apuntaron.
En cuanto al tema en discusión, he tenido dirección espiritual y me han pasado muchas de las cosas que acá se comentan. Desde las malas (esas exigencias de grilla que causan problemas de conciencia gratuitos), hasta las buenas (salir de atolladeros de conciencia también), que en algun caso derivaron en amistad. Por ello saludo todas las precauciones que puedan tomarse en esa tarea....
Olvidé la firma
ResponderEliminarR.A.
Estoy en todo de acuerdo con lo dicho por wanderer pero me parece que en los comentarios se ha perdido una parte esencial, y es que lo que se critica es la deformación de algo venerable.
ResponderEliminarMe parece muy cruda y real la descripción del problema (tanto del caminante como del amigo invisible) pero creo que eso se debe a aquello de que "la deformación de lo mejor es lo peor".
La dirección espiritual (o paternidad) viene de los apóstoles (San Pablo es puesto bajo la dirección de Ananías) y está presente en toda la vida de la Iglesia: los padres del desierto, San Benito, San Bernardo, San Agustín, San Jerónimo, San Francisco de Sales, etc.
La dirección (cosa distinta que la actividad del confesor) tiene una gran importancia en dos órdenes fundamentales; el moral y la vida de oración.
En materia moral porque resulta muy complicado (y requiere un alto componente de santidad y humildad) el conocer los vicios más profundos de la propia alma (que se esconden en intenciones u obras aparentemente buenas). Los santos comparan siempre esta cuestión con la del médico, aún teniendo los conocimientos necesarios no puede revisarse él mismo.
Y en la vida de oración es necesaria la presencia de alguien que nos ayude y enseñe a orar. San Bernardo decía al respecto (de memoria porque no lo tengo aquí): "el que tiene por maestro a uno mismo tiene por alumno un estúpido).
Creo que puede no ser necesario para todos ni en todas las ocasiones como bien dice el caminante, pero no deja de ser un instituto más que venerable de la Tradición. Por otra parte es verdad que hoy es casi imposible el encontrar un buen sacerdote que cumpla esta función pero, como tantas otras cosas, debemos guardarlas y cuidarlas celosamente para cuando corran tiempos mejores.
Saludos.
PTL
Pero ¡alto, alto ahí! He cometido una imperdonable "gaffe" citando referencias de memorias y sin consultarlas previamente.
ResponderEliminarEl libro "Argentina bolchevique" no es de Nimio de Anquín, sino de Carlos Disandro.
Y bueno, fui y lo miré de nuevo. Tiene, cómo no, abundantísima materia sobre eso que él llama "cristianismo barroco" y que, dice él,
"...ofrece tres características fundamentales: 1) un fariseísmo de la costumbre; 2) un espíritu de esquema; 3) y una inclinación por el proselitismo" para luego explanarse sobre cada una de estas notas.
A mí, qué quieren que les diga, no me gusta, para nada, el estilo, el modo de escribir, de Disandro. Y las más de las veces me encuentro con que tengo que releer dos o tres veces los párrafos a ver si colijo alguna cosa...
Pero cuando lo entiendo... está muy, pero muy bueno.
Ahora, nadie como Castellani. También releí su comentario a este libro de Disandro... y es considerablemente más diáfana la rescensión que el libro.
Recomiendo pues de nuevo a R.A. y a quien quiera que lo busque en el T. VIII de la Biblioteca del Pensamiento Nacionalista.
Sirva esta aclaración y mis disculpas a los disandristas por confundirlo con el cordobés.
M. de Lagarde
Para el Anónimo 15:04, recordarle lo que le dijo Clodomiro Ledesma al beatón de Angel Centeno: "La mayoría cree en Dios, pero no en los curas; vos sos el único que cree en los curas, pero no creés en Dios".
ResponderEliminarJa.
Savonarola
¿Y por qué no los amigos? ¿Y si no, para qué tenerlos?
ResponderEliminarNo sería, claro está, propiamente un caso de dirección espiritual, pero sí una apelación a la corrección fraterna o, más sencillamente, necesidad de consejo.
Para eso sí que sirven los amigos, que nos conocen, que nos quieren y que quizá tienen experiencia de cosas análogas.
Y hay un amigo para cada cosa: éste sabe de ésto, aquel es bueno para estotro.
Cada vez que le dí parte a un amigo de algún intríngulis moral, espiritual o lo que sea, me resultó de ayuda invalorable. A veces con una sola palabra. A veces con un muy particular silencio o un sonoro "no sé".
Y siempre, con una sonrisa.
Aunque confieso que a veces resulta que el consultado era cura.
A mí, qué diré, me importa un comino.
Antes que nada, era un amigo.
Quiero agradecerle a todos los que han escrito en este post, empezando por wanderer. Es increíble lo que aprendo leyéndolos. Gracias. Junto al de cruz y fierro son para mí los dos mejores blogs y los visito a diario
ResponderEliminarSeñor posteador:
ResponderEliminarSabias y prudentes me parecen sus palabras a este respecto. Sin embargo, me parece un poco peligroso reducir la necesidad de un padre espiritual a los casos que numera (los convenientes para la salvación, dice, son: elección de estado de vida, escrúpulos y fenómenos místicos). Me parece una forma delicada y cuidada de reducir y negar el espectro del ámbito de frutos que puede dar esa práctica piadosa. Una forma delicada y cuidada que omite los deberes esenciales (y, por tanto, la función específica) de un padre espiritual: la oración y la satisfacción vicaria. Creo que hoy día, más que en cualquier época es necesaria para muchos, muchísimos cristianos de cualquier edad la paternidad espiritual (por las características del mundo de hoy, considero, como usted, que es necesario que sea un monje o sacerdote y anciano); porque hoy es necesaria una ascesis profunda para la salvación, en tanto se han multiplicado las obras del mundo y sus tentaciones. Y la ascesis, usted sabrá (porque ha leído a los Padres, como San Juan Clímaco, San Simeón el nuevo teólogo, etc.) es muy peligrosa (el que logra desasirse, aunque más no sea, de sus primeras inclinaciones pasionales, tiende al fenómeno psicológico de la autosatisfacción y a la falta moral de la soberbia) si no es guiada. Y la verdadera ascesis necesita de la oración propia (constantemente respirada) y la oración del hombre que sabe qué necesitamos; también necesita de un discernimiento de espíritus muy fino (en tanto el peligro de la ascesis es la soberbia) y de la humildad que sólo la da la práctica de los sacramentos (como usted dice), la oración constante (y me repito, perdón) y la lectura meditada de las Sagradas Escrituras.
Por último, coincido con usted y con Santo Tomás en que la Gracia presupone la naturaleza; pero no en que la Gracia Santificante no cree una naturaleza. Crea una Naturaleza, distinta, pero naturaleza al fin, de la cual, la naturaleza humana, como usted dice, será el supossitum. Si usted se refiere simplemente, a la gracia de estado, coincido con usted y me parece que el orden sagrado plenifica y particulariza la naturaleza del hombre, en tanto incide en su principios operativos morales y encauza sus fines, naturales y sobrenaturales de manera distinta al resto de los hombres.
Gregorio Santopoco
Estimado M. de Lagarde:
ResponderEliminarGracias otra vez. Recuerdo haber leido hace mucho la recensión de Castellani a Disandro, y haberme quedado con ganas de más. Por eso me interesaba la idea: ya alguna vez me había picado.
He leido poco de Disandro, pero basta para coincidir con su apreciación.
Un saludo.
RA.
Estimados:
ResponderEliminarCreo que esta faltando una discriminación importante en la materia que tratan de dilucidar. La discriminación entre director espiritual (vieja y venerable institución de la Iglesia, como se recordó) y las espiritualidades que hay hoy en la Iglesia. Sobre todo en esa parte de la Iglesia que se cree institucionalmente ortodoxa.
Los problemas -que se relataron en los comentarios- se presentan porque hablan de experiencias no con directores espirituales sino con "directores de espiritualidades" (la espiritualidad del IVE, la de Miles Christi, la del Opus dei, y un largo etc. donde no excluyo al cisma de Lefebvre, muy parecidas todas por cierto).
Esos directores tienen un modelito de espiritualidad (tridentino, como bien apuntó alguien aquí repasando autores "modernistas" o de la "nouvelle theologie" que han tratado bien la cuestión) que puede servir para un monje (de la orden que sea), un religioso, un laico consagrado, un numerario del Opus Dei, etc. pero que no tiene porqué ser la espiritualidad de todo o cualquier bautizado.
El problema del que se habla se suscita porque los fieles que necesitan un real director espiritual no lo van a encontrar -sin generalizar- entre los sacerdotes ordenados en los seminarios diocesanos -a diferencia de los de las instituciones señaladas y sus "seminarios de Hobbes"-. Los seminarios diocesanos no dan una espiritualidad definida a esos sacerdotes y mucho menos los preparan para lidiar con cierta clase de fieles, salen de allí toda clase de sacerdotes. Esos fieles terminan entonces acudiendo a las "espiritualidades" enumeradas (y no entro a criticarlas o alabarlas).
La libertad -como bien dijo alguien aquí- es el meollo de esta cuestión. Algunos católicos que se reputan de ortodoxos y tradicionalistas escupen espuma por la boca de solo sentir hablar de libertad (como cuando sienten hablar del mundo) porque la asocian con liberalismo, cuando hay una libertad cristiana que (¡sí señores!) tiene que ver con el liberalismo pero que no es la libertad del liberalismo.
De los seminarios diocesanos puede salir un Ratzinger o un Laguna, identidades santas, prominentes o miserables. Han jugado en esa alquimia la libertad y la gracia. En las mentadas instituciones de la Iglesia se tiende a fabricar individuos en serie, con la antítesis literal que contiene tal expresión. Incluso en el Opus Dei -con sus numerarios- que se ufana de dar grandes libertades en todo, no la hay -claramente- en lo que respecta a su espiritualidad, que es la del Opus Dei y no otra ("común denominador" le llaman, "con una gran diversidad de numeradores").
Habiendo sido numerario del Opus Dei algunos años viví esa tensión. Ad intra se distinguía conceptualmente entre la confesión y la dirección espiritual y se recalcaba -me lo decía el obispo de Ciudad del Este- que no había obligación alguna de obedecer "en nada" al director espiritual y sus consejos. En los años que estuve en la Obra seguí ese concepto -que sabía era la de la espiritualidad cristiana de todos los tiempos en relación a la dirección espiritual- y frecuentemente tenía "problemas" porque me llamaban la atención sobre mi falta de docilidad que conducía -y era el punto- a no "hacer carne" la espiritualidad de la Obra. Los "problemas" eran que pese a la virtudes que me veían no querían darme cargos "de dirección" porque mi conducta "deformaba" el "espíritu de la Obra". En general los cargos de dirección eran tareas tan tristes e irrelevantes -al menos a mi juicio-que nunca vi esa "problema" de los directores como un "problema" para mi. Pero los numerarios están para dirigir la Obra y morir en ella, así que un numerario sin la espiritualidad del Opus Dei es un "grave problema" para los directores. Al tiempo tuve claro -y los directores también- que la espiritualidad de la Obra no era para mi. Se puso final de común aucerdo a la relación contractual entre la Prelatura y mi persona. "Vas mucho a tu aire" era la castiza y sintética expresión que usaban. Mi abierta respuesta era "¡Enhorabuena! No pienso cambiar lo que soy ni mis intereses". El tema se terminó de resolver cuando dije que si bien San Josemaría Escrivá era un gran santo no era mi idea imitarlo para ser yo santo. A continuación llovieron las correcciones fraternas pero bueno, mi ideal de santos fueron y seguirán siendo San Jerónimo, San Agustín, San Benito y San Francisco. La salida de la Obra no fue de hecho ni tan simple ni tan pacífica como aparece relatada aquí, pero decantada fue simplemente eso: no tienes esta espiritualidad, pues no puedes seguir aquí. Afortunadametne la Iglesia es más que el Opus Dei, o cualquier otra cosa.
Me sorprende cuantos somos los que estamos en medio del "fuego cruzado" entre "progres" y "neocons". Lo que me angustia es la incógnita de cuanto tiempo se puede resistir en soledad. Me pregunto si existirá en la Iglesia un ámbito que pueda congregar a quienes estamos en esta situación. Lo felicito por su blog.
ResponderEliminarAmigo Wanderer,
ResponderEliminarNo comento nada porque no hay nada que comentar. Solo le puedo decir que su artículo es de por más EXCELENTE y que la foto que ha sacado de los muchachos es impecable. Saludos.-
El Abad Mitrado
Lo siguiente no corresponde al posteo que generó estos comentarios, pero no puedo resistir proponerlo, visto que no hay otro lugar -por ahora- en que pueda. Pido de antemano disculpas si constituye una severa desviación del tren, dejando sentada mi disposición a plantearlo donde correspondiere...
ResponderEliminarSe trata de unir los puntos para llegar a una interesante pegunta: si el "trentismo" tiene sus taras modernosas, y si estas han sido señaladas en gran parte por autores de la "nouvelle theologie" -digamos de la esfera franco-alemana o Rin-, y si es bajo la "novelle theologie" que se desarrolla el Concilio Vaticano II ("el Rin desembocando en el Tiber"), puede darse una lectura de este último en consonancia con esa crítica a Trento, y como intento de superarla? Se me ocurre que algo de esto hay cuando se aborda el tema del Concilio una vez que se deja atrás la panfletería progresista y lefebvrista...
Saludos cordiales.
RA
Maister Anónimo:diste en la tecla,la resistencia en soledad se torna cuasi imposible y agotadora y cuando hay que abandonar la trinchera no sabés para dónde correr....
ResponderEliminarPara el Anónimo de 20:35 que se quejó (un poco) de una cierta "angustia", "resistir en soledad" y se pregunta "si existirá en la Iglesia un ámbito que pueda congregar a quienes estamos en esta situación".
ResponderEliminar1) A la angustia. Angustia padecen los que tienen miedo a no saben qué. Pero, señor, Ud. y yo sabemos bien a qué hay que tenerle miedo y a qué no. "Temed a los que matan el alma"(sonsos directores espirituales incluídos). Pero no señor, no hay por qué temer otra cosa. Ni hay lugar a angustia alguna.
Es un lujo que no nos podemos permitir y si alguna vez se siente algo así como angustiado le recomiendo un buen whisky (si puede ser con algún amigo, mejor).
A la soledad. Resistir en soledad es imposible. Pero nunca estamos solos. Aparte del Angel de la Guarda, de la Ssma. Virgen, de Nuestro Señor que prometió estar con nosotros "hasta el fin", está la Iglesia Triunfante, están los libros, los pájaros y los lirios del campo(mirarlos, ¡es una orden!), la música, el vino, los atardeceres, poesías, bosques, mares, primaveras y no sé cuánto más.
¿Solos? No estamos solos, ni por pienso.
Claro que siempre que uno cobra consciencia de que "resiste", se siente, se cree, solo. Mejor es resistir sin siquiera darse cuenta. Pero en cualquier caso recuerde que es mentira, que no estamos solos. Y la definición de Agustín de la Fortaleza: "Resistir, y no dejarse vencer por la tristeza".
Para lo cual, tener presente lo de Chesterton, que no hay mal del mundo moderno que no se remedie con una buena carcajada.
Y en cuanto al ámbito para congregarse. De ningún modo se puede buscar. No conviene, no es bueno buscarse un "paragüita", un refugio de la intemperie, un techito seguro. Esa es, precisamente, la tentación de los sectarios. Duc in altum, ¿recuerda?.
Y así como Xto. le dijo a Pablo que le bastaba su gracia, bien puede que le diga a Ud. (y a mí): "Te basta mi Iglesia" que es, "casa para el hombre" como decía Oscar Wilde o "mansión en el espacio y rito en el tiempo" que decía Saint Exupery.
Lo que no quita que uno también puede juntarse de vez en cuando en una mansión con amigos y compartir inquietudes, combates etc.
Y cumplir con el rito de tomarse un buen whisky.
Y tomárselo con soda.
Abundando en lo que respondió el último Anónimo al Anónimo de las 20:35 hs., yo creo que no podemos tener un lugar, y que si a alguno se le ocurriera construirlo, nadie lo habitaría. Somos "placeless", los "sinlugar". Yo apenas si soy un Caminantes o Wanderer; cuando veo de lejos las luces de la ciudad, salgo corriendo. Quizás sea porque viví en algunas, y siempre salí apaleado. Pero el Buen Dios me regala el encuentro con otros Caminantes (y aquí concedo la teoría del encuentro a Levinas)sin los cuales no sería posible seguir la marcha; son los amigos, que ya mencionó otro posteador. Y me regala también los libros, la música y el whiskey.
ResponderEliminarLe repito aquí los versos de Tolkien con los que abrí este blog:
O Wanderers in the shadowed land despair not!
For though dark they stand,
all woods there be must end at last,
and see the open sun go past:
the setting sun, the rising sun, the day´s end, or the day begun. For east or west all woods must fail...
Estimado Ludovico B. C. (no es "bajas calorías"):
ResponderEliminarMe parece que Cristo también es "camino" en cuanto Dios, y no sólo en cuanto hombre. Vea la Eucaristía, si no, o cualquier sacaramento instituído por Él en cuanto Dios.
Walter Stafuzza.
Compañero de camino.
ResponderEliminarEfectivamente. Todo buenísimo, Don Wanderer.
Pero que en la caminata no se le olvide el tabaco; bajo pena de ser acusado como Telermaniano-afrancesado.
Hasta entonces me gustaba Buenos Aires.
Lo de la resistencia en soledad lo digo porque como dice Aristóteles el hombre es un zoon politikon, que se ha traducido como "animal político". Tal vez una gracia extraordinaria permita subsistir en el aislamiento absoluto, pero en condiciones normales el hombre es un ser que necesita vivir en sociedad. ¿ La resistencia en el aislamiento no será una ilusión, un autoengaño?. El hecho de este blog y la confluencia de "blogistas" que en él se expresan es un factum revelador de la innata naturaleza gregaria del hombre (aunque sea en el ámbito virtual de internet). Repensando el tema de si existe un espacio en la Iglesia que sea trinchera en el fuego cruzado de que hablé, comparto la observación que se me realiza de que esa es la tentación de los sectarios. Repensando el tema, el espacio es la Iglesia misma. Crear "espacios" es lo que hacen progres (por ejemplo "Asociación de Teologos Juan XXIII", "Revista Latinoamericana de Telogía"), y conservadores (v.g. Opus Dei, C&L, L.C., I.V.E.). Si mal no recuerdo Benedicto XVI en una de sus alocuciones señaló a la parroquia como el lugar propio de inserción del fiel en la vida de la Iglesia, verdad que se fuera desdibujando fuertemente con el auge del movimientismo durante el pontificado de JPII. En resumen, la pertenencia a la Iglesia, sociedad perfecta e indefectible, impide que estemos solos. No hace falta "espacio particular" alguno. Ahora bien, lo esencial es saber a donde está la Iglesia. Y con cada curita que anda por ahí, la tentación aflora, "¿ Esta es la Iglesia ?".
ResponderEliminarRA: Comparto plenamente su inquietud. En el efrentamiento entre la por Ud. bien llamada "panfletería progresista y lefebvrista..." me viene a la memoria aquéllo de Ezra Pound "La técnica de la infamia consiste en inventar dos mentiras y conseguir que el pueblo discuta acaloradamente sobre cuál de ellas es verdad".
ResponderEliminarResistencia en soledad: si se pretende "crear" un ámbito preconcebido entonces caeremos en la 2ª redención. Para salvarse habría que ser del grupo antigrupo!
ResponderEliminarEso no niega los encuentros espontáneos y naturales (de naturalidad y naturaleza), pero se trata de otra cosa. Amistad, famlia, etc. Eso es a lo que se refiere Aristóteles. No ciertamente a grupos de laboratorio.
Volviéndo humildemente al tema de la dirección.
ResponderEliminarCreo que una perte, por lo menos pequeña, de la cuestión es la siguiente: El cura tradicionalista teme (tiene terror en los caosos más groseros) que sus dirigidos se conviertan en progres, y mata el progresismo con dirigido incluído.
El progre teme al conservardorismo y trata de evitarlo en su dirigido, en vez de guiarlo.
De este dilema (tocado de algún modo por el anónimo de las 19:10) surge buena parte de los desatinos actuales. No es, claro, un problema de la dirección, unicamente. La dirección de almas sería el campo donde más daño hace, junto con la liturgia.
Martín.
Al anònimo que contesta al anónimo de 20:35 :cuando se habla de soledad se habla de soledad en el buen combate y si nunca sentiste angustia te felicito..... pero la mayoría no somos ni San Pablo ni Chesterton,se habla de la lucha diaria con el mundo,por ejemplo en la educación de tus hijos ante un sistema que es mas poderoso que nuestras palabras.
ResponderEliminarY sí tenemos a Nuestro Señor,a la Virgen y a las milicias celestiales pero acá en el barro la lucha es durísima y bien lo aclara Nuestro Señor cuando habla del innombrable príncipe del mundo y sus secuaces....
pd.No minimicemos la lucha cotidiana....
Mis respetos
Estimado Wanderer:
ResponderEliminar(1) El interés del tema planteado por usted, demuestra, una vez más, la necesidad de un espacio como éste.
(2) En cuanto al padre Alberto Hurtado:
Si usted viviera en Chile su escueta alusión a este sacerdote constituiría un delito de "lesa nova eclesialidad".
Es impensable la sola idea de criticarlo, con lo cual el nivel se torna chato, pobre, lleno de lugares comunes y de pensamiento único.
La ventaja de su blog, Wanderer, es que aquí se respira un ambiente de libertad cristiana, que nos permite decir algunas cosas y opinar sobre asuntos opinables, con lo que usted supera a otros demasiado "oficialistas", demasiado "eclesiásticamente correctos".
Conozco bien al menos dos tristes casos concretos -¡aves tristes!, como el joven rico del Evangelio...- de personas que tiraron por la borda su vocación por no haber querido ceder su juicio frente a los CONSEJOS de su director espiritual, de recta doctrina y vida, tomado libremente y con la intención de obedecerle.
ResponderEliminarNada hay en la dirección
espiritual que no deba conversarse, especialmente y en primer lugar aquello que no quiésemos que se supiera de nosotros. ¡Cuántas gracias...!
Obediencia Camino Seguro:
ResponderEliminarCon esas mismas palabras hablaba el Obispo con nombre de estadio paraguayo cuando forzó mi vocación.
Yo conozco unos cuantos más que perdieron la fe luego de seguir una vocación forzada.
Cuidado.
Pensando mejor, inclusive habiendo hablado sobre el tema con mi director, creo que mis comentarios adolecen de cierta miopía.
ResponderEliminarDebo reconocer que los buenos directores, y los buenos "amigos espirituales" han dado muchas herramientas a mi alma para no perderse.
Perdón por lo tardío de la reflexión pero no quería dejar de decirlo.
Salud.
La verdad que no comparto su opinión.. seguramente nunca usted saboreó la esencia de la dirección espiritual. Soy un laico de 19 años (con varios años de dirección) y debo darle gracias a Dios por los Directores que me ha mandado.. Han sido varios ya que han ido siendo trasladados pero de los 4 que he tenido (y todos son "curas con sotana"), uno ha sido mejor que otro.. El Director es como una linterna, alumbra,pero yo elijo el camino a seguir. Las decisiones las tomo yo.. Seguramente ud. ha tenido malas experiencias y bueno, quien sabe por eso terminó escribiendo asi usted.. Ruego a Dios para que le mande luz y un buen director espiritual (Usted debe saber que aunque la dirección Espiritual no es condición esencial para la salvación, ayuda y mucho; y por ello los santos han tenido siempre directores, y eso lo debe saber...) Ruego también a Dios para que usted no sea un cura, seminarista o laico resentido... Ruego asimismo a Santa María Sede de la Sabiduría y Mediadora de Todas las Gracias para que lo ilumine y le muestre la grandeza de la Dirección Espiritual!
ResponderEliminarPablo.
Vengo de un enlace que alguien posteó en la página de los ex MC.
ResponderEliminarMe dirigí (o fui dirigido) por unos años con un sacerdote MC y recuerdo cómo decían llenos de orgullo: "Esa es mi primera vocación!", refiriéndose a un ex-dirigido suyo que había sido el primero de sus guiados en entrar en la vida religiosa...
Frase muy ilustrativa