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domingo, 19 de julio de 2009

Dos banderas

Por mis propias limitaciones, jamás me aprovecharon la docena y media de Ejercicios Ignacianos que hice en mi primera juventud. Las meditaciones me dejaban tan seco como un palo, los silogismos que me sugería el predicador no concluían más que en arideces y las cronometradas conferencias, vía crucis y demás ejercicios de piedad pasionaria me aburrían preocupantemente.

Lo que más me pasmaba era que la famosa meditación de las dos banderas no me decía nada, ni me impulsaba a nada. Comprendía, por cierto, los razonamientos y el texto ignaciano, pero al final, no me movía a nada. Veía, en cambio, que mis amigos y co-ejercitantes salían eufóricos a enfrentar al Mandinga con acciones heroicas como pintarrajear un busto de Sarmiento, romper la vidriera del quiosco que vendía revistas pornográficas o cortar la electricidad del cine donde proyectaban una película blasfema. Muchos de ellos, incluso, sacrificaban a su novia y a su futura vida matrimonial en aras de las sublimidades del sacerdocio que los convertía, ipso facto, en altos oficiales del ejército de Nuestro Señor.

Pero a mí, eso de la lucha y de los dos ejércitos, nada de nada... y yo sabía que algo de eso había en la vida espiritual, pero era incapaz de incorporarlo en la lógica ignaciana.

Y no ha sido un jesuita, sino un oratoriano, quien me lo ha enseñado. Un solo párrafo de Louis Bouyer me ha bastado para entender. Aquí va, con perdón de mi pobre traducción:

“El combate de Cristo no es un combate de hombre a hombre, sino que tiene lugar en el hombre, entre la carne y el Espíritu. La carne, que no es el cuerpo solamente, sino la degradación de todo lo humano, cuerpo y alma, cuando está bajo la influencia del demonio. El Espíritu, que no es nuestro espíritu, sino el Espíritu divino con el que Cristo fue ungido, según su nombre de guerrero, y ungido por él de poder”.

- Pero don Wander, fíjese que este ex-pastor luterano está diciendo que no soy yo el que pelea sino el Espíritu Santo. ¿Qué mérito tiene eso?

- ¿Es que Ud. se cree capaz de vencer a la carne?

- Claro que sí, como la vencieron los santos: con ayuno, silicio y piedritas en los zapatos, más el rosario, la comunión frecuente y la dirección espiritual. Y también la medalla de San Benito, el escapulario y un pomo de agua bendita para cuando vienen las tentaciones...

- ¿Y qué tal le fue en la lucha, munido con tantas armas?

- Y..., vamos tirando. Vio como es esto, a veces se gana, y a veces se pierde. El demonio es muy mal tipo. Hay defectos que tengo desde años y años, y no hay caso..., no los puedo vencer. ¡Y eso que me paso todo el día peleando!

- Ese es su problema. Deje ya de pelear. Su humanidad caída no puede vencer.

- ¡Eso es luteranismo! Eso le pasa por incursionar en autores peligroso como Bouyer.

- No se asuste. No tenga miedo. No pelee, rece, y el Espíritu Santo lo librará de esa maldita inclinación. Esa temible propensión, combatida en vano durante años, desaparecerá un día insensiblemente, discretamente, de modo que podrá decir sencillamente que fue, que ya no es más, porque como respuesta a su oración, se le ha sencillamente borrado, tachado del orden de la existencia. Y esto no es mío. Es de Frank-Duquesne.

- Ya viene Ud. a enseñarme ahora con un judío converso. Acabemos, que se me hace tarde la meditación y después no puedo terminar tranquilo el ramillete espiritual.

6 comentarios:

  1. Ludovicus dijo,

    ¿Cuántas verdades católicas, sobre todo en materia de espiritualidad y ortopraxis, desterraron los jesuitas de la vida de la Iglesia?
    ¿Cuántas verdades fueron tomadas de rehenes por los quietistas, los jansenistas y tantos otros denostados y a veces calumniados adversarios?
    ¿Y de cuantos sincretismos in radice, heteropraxis del activismo,
    vaciamiento y nominalización de la liturgia, sequedad de la noción de santidad, clericalización y voluntarismo jerárquico, no es responsable la Compañía?

    La Bula Dominus ac Redemptor, de Clemente XIV, de feliz memoria, ilustra bastantes cosas.

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  2. Me parece un tanto exagerado, no sólo le apuntas a la devotio moderna, le pegas y fuerte al mismo San Ignacio, es demasiado,mi sembra. San Ignacio fue un genio; otra cosa es la Companía. Disandro no pudo distinguir tales cosas. Bouyer? un gran teólogo,pero un tanto judaico a la hora de explicar la Eucaristía. Duquesne? Un exégeta espléndido aunque un tanto esotérico. Por mi parte, reverencio al santo, al teólogo y al biblista.

    El esclavo indigno.

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  3. Estimado Wanderer,

    entiendo que Usted contrapone ciertas actividades, que parece juzgar voluntaristas, al hecho de asumir la impotencia humana, y entregarse a rezar. Sin embargo, las actividades que usted toma como voluntaristas, a saber:
    ayuno, silicio y piedritas en los zapatos, más el rosario, la comunión frecuente y la dirección espiritual. Y también la medalla de San Benito, el escapulario y un pomo de agua bendita para cuando vienen las tentaciones...

    entendidas en un sentido católico, son exactamente eso: Rezar.
    Si alguien se ha pensado que son una suerte de gimnasia sueca del alma, me parece que no ha entendido el catolicismo.

    Y también es Rezar, y admitir la propia impotencia, recurrir al sacramento de la Confesión. A mi, al menos, me ha dado grandes resultados.

    Atte.,

    Javier

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  4. ¿Esto es algo así como el "peca fuerte pero cree más fuerte" de Lutero? Entiendo el primado de la gracia, y que el orden correcto es "ora et labora", pero no podemos suprimir el "labora". Y Cristo no dijo "recen para poder cargar su cruz", o al menos no dijo sólo eso, sino también "el que no carge su cruz y se niegue a sí mismo"... no?

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  5. Wandered: gracias por el comentario. Probé con los ayunos y las piedras en los zapatos varios años mozos. Y me parece que lo mejor es rezar.

    Ojo que la oración supone una cuota bastante alta de voluntad. Perseverar en el silencio de Dios. Por nuestros pecados, obvio.

    Hay un libro buenisimo al respecto (que los tradis cerrados van a descalificar por modernista, etc...): "A Merced de su Gracia", de Dom Andre Louf (un cisterciense belga).

    Es la primera vez que entro a la pagina y me parece excelente. De gente con experiencia en los caminos de Dios y que no perdió la cabeza.

    Un ex seminarista.

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  6. Estimado Wanderer:
    Me parece bien que critique el voluntarismo, pero no critique el uso de las prácticas de piedad mostrándolas como ridículas. Es probable que algunos confundan el fin con los medios, pero no destruya los medios.
    Resulta extraño que se haya dado cuenta tan tarde que el combate empieza en la propia alma. "El Combate Espiritual", se llamaba el libro de cabecera de San Francisco de Sales.
    Los dominicos siempre han visto el riesgo de los jesuitas cuando se vuelven voluntaristas.
    Coincido en la imprudencia de las acciones que llevaban a cabo sus amigos.
    Para la vida espiritual, hay que leer a los grandes místicos. Para eso están. Y si le gusta un toque excéntrico, vea el elemento judío en los ancestros de Santa Teresa.

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