Mientras trato de conseguir el libro recién aparecido de Roberto De Mattei, Concilio Vaticano II. Una storia mai scritta, me puse a leer, y releer en algunos casos, los cuatro tomos de José Luis Martín Descalzo Un periodista en el Concilio, que tienen la virtud de narrar periodísticamente y sin tapujos por la inmediatez de los hechos, lo que iba sucediendo durante ese funesto acontecimiento de la Iglesia.
Aquí comento algunas conclusiones, todas ellas discutibles por cierto, pero ese es el objetivo del blog:
1. El autor del libro es toda una revelación. José Luis Martín Descalzo fue un cura español, de pluma fácil y agradable. Siendo adolescente leí uno de sus primeros libros, que encontré en la insondable biblioteca de mi abuelo, junto a las obras completas de Theilard de Chardin, titulado Un cura se confiesa. Es un buen libro, y cuenta las impresiones del autor mientras era seminarista. Pensamiento clásico de cualquier católico español de los años ´50. Apenas cuatro o cinco años después, el P. Descalzo prácticamente reniega de muchas de las cosas afirmadas en ese librito de juventud embotado como está con las novedades del Concilio. Más allá de que el cura haya sido medio corto de entendederas, lo cual es fácil de comprobar, es una buena muestra de la borrachera del momento. Algún lector español del blog quizás pueda ilustrarnos un poco más sobre el P. Martín Descalzo (no confundir con el homónimo argentino).
2. Los cardenales que más daño hicieron fueron: Frings (alemán), Leger (canadiense), Alfrink (holandés), Doepfner (alemán), Koenig (austríaco), Meyer (estadounidense), Suenens (belga), Silva Henríquez (chileno), Lercaro (italiano) y otros. Exceptuando los dos primeros, el resto fueron creados cardenales por el Juan XXIII.
3. No hay duda que algo había que hacer. La cosa venía mal y era necesario repensar muchos aspectos de la Iglesia. Había que salir de la Iglesia de la Contrareforma –como se decía en los ambientes conciliares-, dejar de ser una iglesia anti-protestante y volver a ser la Iglesia de Cristo. Por ejemplo, el Santo Oficio debía dejar de ser la oficina de persecución y de sospecha universal tal como era desde hacía siglos y, necesariamente, el cardenal Ottaviani debía ser alejado del puesto de prefecto, por más simpático que nos caiga el gordo transteverino debido a su supuesta autoría del “Examen crítico al Novis Ordo” (Es sabido que Ottaviani es autor sólo de la carta de presentación de ese librito escrito por Guérard de Lauriers, y si su nombre apareció juntos al del cardenal Bacci fue por una “operación” que los tradicionalistas realizaron a través de la princesa Pallavicini, como bien lo afirmó el mismo damnificado en la explicación que se vio obligado a publicar). Pero fue insensato acometer tamaña reforma llamando a un concilio de 2500 obispos. Como algunos dicen, en los ´50 existían importantes focos de incendio desperdigados en algunos países europeos y en Estados Unidos. El Concilio los junto todos en Roma y, entonces, el incendio fue incontrolable. Fue un catastrófico error de cálculo y de oportunidad política. Un error, en definitiva, imperdonable para quien tiene la responsabilidad de gobierno.
4. ¿Qué pensar de Juan XXIII? Era un buen hombre; quizás un santito; hasta me animaría decir que bastante tradicional, pero pasmosamente ingenuo, es decir, limitado. Una persona que debería haber continuado su función de visitador apostólico de los búlgaros o de obispo de alguna diócesis rural italiana, pero nunca papa. La jugarreta de la Secretaría de Estado al nombrarlo nuncio en París terminó vistiéndolo de blanco. Como dice un amigo, el Pastor et nauta de Malaquías, de tan gordo que era, terminó hundiendo a la góndola de la Iglesia.
5. Resulta francamente difícil de creer el ambiente de optimismo que se vivía. Copio algunos párrafos del P. Martín Descalzo escritos durante la tercera sesión del Concilio (1964):
“Juan XXIII dijo que el Concilio sería una nueva primavera de la Iglesia. Pues bien: aquí tenemos ya la primera golondrina: la reforma litúrgica. Tras ella vendrán los almendros florecidos del esquema ecuménico, los frutos de la colegialidad y tal vez de la unidad de los cristianos. Buen verano se le acerca a la Iglesia,…”.
“Contamos ya con una innegable realidad: el movimiento ecuménico no se detendrá ya nunca, día a día, semana a semana, el clima gira, cambia. Y cambia en Roma, en Constantinopla, en Londres, en todos los rincones del planeta”.
¿Es posible pensar que gente grande y formada en teología pudiera tener esta actitud tan estúpida e insensata? ¿Cómo podían estar tan seguros que el ventarrón de cambio que corría era el Espíritu Santo y no algún otro spiritus? Más que las rendijas, le habían abierto las puertas de par en par sin preguntarle siquiera el nombre.
6. La mayoría estaba convencida de que el cambio que se avecinaba era un cambio radical. Era una nueva forma de ser cristianos. Es decir, eran conscientes de la brutalidad del cambio, y lo aceptaron, y era motivo de gozo Escribe Martín Descalzo:
“Y me parece ver a la Iglesia como una colegiala o como una niña de primera comunión aprendiendo sus lecciones del nuevo catecismo, del nuevo modo de ser cristiano hoy”.
“¿Cómo es posible que las ideas estén progresando a este ritmo casi vertiginoso en el rapidísimo curso de dos años? El clima ha cambiado: de la contrareforma hemos pasado al diálogo; del racionalismo de texto escolar hemos ido a un mundo vital y personalista”. El problema, don José Luis, es que, efectivamente, abandonaron ese mundo estático y cristalizado pero se arrojaron a otro gelatinoso y sin substento.
“Si algunos de los temas que se tratan no llegan a estar a punto para el Vaticano II, lo estarán para el Vaticano III. Y lo proclamarán 3000 obispos que aún no han nacido”. Me recuerda a la decisión de los papas post-vaticano de llamarse Juan Pablo…
7. Estaban todos convencidos de que la unidad con los “hermanos separados” sería cuestión de muy pocos años y que ellos, prácticamente, eran lo mismo que nosotros: daba lo mismo ser luterano que católico. Luego de la votación sobre el ecumenismo, escribe: “¿Qué sacerdote se hubiera atrevido a afirmar todo esto en un púlpito hace un par de años? Hoy era aprobado por 2051 votos contra 57”.
8. Afirmaba un sacerdote francés: “Nos extrañamos de que haya tan pocos asistentes a las misas de los domingos. Más bien habría que admirarse de que vengan tantos cuando la inmensa mayoría no entiende latín”. Pobre ilusos.
9. Una perlita. Ya en esa época había que desconfiar de la sensatez de la teología polaca. Dijo el cardenal Wyszynski en una de las sesiones: “Los obispos polacos hemos pedido al Papa la definición dogmática de la maternidad de María sobre todos los católicos”.
10. Otra perlita: Desde aquí podrán bajar la significativa carta pastoral que escribiera a sus feligreses milaneses el cardenal Montini a inicios del Concilio y las insensatas expectativas que se habían puesto en ese acontecimiento.
11. Otra perlita más: En este vínculo podrán acceder a una serie de ocho videos de Youtube sobre el tema. Se trata de una muy buena y completa documental de la Rai Tre con filmaciones de época.
12. Y la última perlita de hoy: un lector me manda este vínculo para bajar un libro más que interesante: la "Guía del Antiguo y el Nuevo Testamento", escrita por Eugenio Zolli, el rabino de Roma convertido a la Iglesia católica en tiempos de Pío XII.