Louis Bouyer escribe en el primer capítulo de uno de sus mejores libros - Le sens de la vie monastique, aún no traducido al español - un relato de lo que podríamos llamar la "protohistoria", es decir, la "historia primordial" que precedió a la creación del hombre.
Muchos se preguntarán en qué libros está escrita y qué documentos la atestiguan. No es el caso. "Entonces, es puro mito", dirán. Ciertamente, pero un mito verdadero.
Y mito, que no fábula, y que se inscribe en la más profunda tradición judía y, aún más, es la protohistoria que están suponiendo los Apóstoles y los Padres en sus escritos.
Quizás les pase como a mí, que después de leer este relato, entendí muchas de las expresiones de San Pablo y de San Juan en su Apocalipsis.
Es un poco extensa. La publicaré, entonces, en tres post diarios, para facilitar su lectura.
Continuando con la antigua tradición rabínica y teniendo siempre presente el cuadro cósmico y supra-cósmico en el que se inscribe la visión que San Pablo o San Juan tienen del drama de la redención, la tradición de los Padres nunca admitió la existencia de un mundo material separado de una creación más amplia, es decir, de un universo espiritual. Más exactamente, para ellos, el mundo es inseparablemente materia y espíritu. Lo que nosotros llamamos mundo material es solamente el reflejo de un reflejo. El mundo es, en principio, una proyección viviente y libre de las Ideas de Dios, las que se encontraban reunidas hasta ese momento en su Logos divino. Estas Ideas sobre las que el Espíritu de vida se posó, fueron animadas de una vida propia y son los espíritus creados. El coro que forman es como la imagen creada de la imagen increada del Padre eterno, es decir, el Logos.
Pero ellas, a su vez, piensan, y en esto son imagen de su Creador. El fiat del Padre, entonces, se extiende a los pensamientos de sus pensamientos como a los suyos propios, y los proyecta a su vez fuera de sí y fuera de ellas. Y este es el mundo visible, objetivación común, podemos decir, de los múltiples pensamientos angélicos, como el mundo invisible es una objetivación de los múltiples aspectos de un único pensamiento del Padre. De este modo, el Verbo es a la vez el monogénito en la eternidad y el primogénito en la creación.
Será necesario, por tanto, representarnos el universo material como un espejo ofrecido a lo espiritual, como un jardín de los espíritus a los que se asemeja y a los que está confiado, porque fue hecho a imagen de ellos. Es como la orla de su vestido, y las brumas de su luz son como el tenue resplandor del manto ondulante con el que el Creador ha querido vestir a su criatura invisible. Es así que esta idea, que se remonta a la más antigua tradición judía y ya que aparece en el Éxodo, indica que todas las cosas de aquí abajo son la reproducción de los modelos celestiales. Y aquí se injerta la otra idea, tan frecuente en San Pablo, que se refiere a la misteriosa relación entre los ángeles y los elementos de nuestro mundo. Es a los ángeles, dice la epístola a los Hebreos, que está sometida la economía presente. Ellos son los rectores del cosmos, los arcontes –es decir, los príncipes- del siglo presente.
El universo establecido, entonces, reposaba en el gozo durante esta primera aurora de la Creación que es evocada en el libro de Job: “Cuando las estrellas de la mañana cantaban en coro y todos los hijos de Dios la aclamaban”. De hecho, la antigüedad cristiana se representaba el mundo primordial sobre la imagen de un coro inmenso resonante de la gloria divina, en la unanimidad del amor orquestado por el Verbo. En este universo todo espiritual, todo era canto en el origen. A la jerarquía de las potencias creadas en la unidad, correspondía la simpatía y la sinfonía de la liturgia cósmica en la que se canta el grandioso panegírico que glorifica con una sola voz al Creador, tal como lo expresa la epístola a los Hebreos
A través de esta cadena continua de la Creación, en la que la sociedad trinitaria de las personas divinas se ha como extendido y propagado, va y viene el flujo del agapé creador y de la eucaristía creada. Descendiendo del ser próximo al más próximo, hasta alcanzar el último confín de la nada, el amor creador de Dios revela toda su potencia en la respuesta que Él mismo provoca, en la alegría del reconocimiento por el cual, en la primera mañana de su ser, las creaturas fluyeron libremente hacia Aquel que les había dado todo. De esta manera, este coro inmenso se nos aparece como palpitante de una incesante sístole y diástole, difundiendo en amor paternal la gloria divina y luego recogiéndola sin cesar hacia su inalterable fuente de amor filial.
Sin embargo, una disonancia se introdujo en esta universal armonía, porque surgió un obstáculo que quiso detener en la creación el frente desbordante de la infinita perichóresis divina. Todo un sector de las criaturas espirituales se separó y, de alguna manera, se desgajó de la gran rosa mística que florecía en torno a la Trinidad. Como jefe de ellos se encontraba una de las más altas, sino la más alta, de las potencias creadas, Lucifer, el astro de la autora por excelencia, el príncipe de este mundo sensible en el que resonaba el último eco de la gran eucaristía. ¿Qué había ocurrido? ¿Qué es lo que intervino? Simplemente, el orgullo. Elevado tan maravillosamente por la gracia del Creador, tan cercano al centro y a la fuente de todo, el espíritu creado quiso hacerse a sí mismo el centro, como si él mismo fuera la fuente. Con él, aquellos que lo siguieron, apartando su mirada del divino modelo del cual procedían, se sumergieron en el espejo de las cosas, deseando amar solamente su propia imagen.
Pero, desde que se produjo esta nefasta detención, desprendidos de la fuente del amor, desviados del centro de la gloria, la porción del universo comandada por el espíritu del orgullo se estrelló y se derrumbó sobre sí mismo. Las primeras tinieblas se extendieron con el vuelo del ángel maldito. Dejando el coro donde palpitaba la vida eterna, el mundo, nuestro mundo, entró en el frío reino de la Muerte.
Lucifer, pretendiendo ocupar el lugar del Verbo en el coro cósmico y, finalmente, invadir incluso el lugar del Padre, consumó la primera y fundamental mentira, y se convirtió, según las palabras de Cristo, en el padre de la mentira. Queriendo capturar para sí el movimiento de la vida, él no puede transmitirla, sino sólo fingirla. Y así, se ha convertido en el propagador y causante del mal en el mundo material sobre el que aún tiene un especial poder.
Aaaaay Wanderer, de este tema no se habla. Es como el infierno.
ResponderEliminarAdemás también se termina hablando del diablo, violando todas las prohibiciones canónicas y civiles sobre el asunto.
La Biblia "en el principio" tiene el Génesis, todo esto es mito.
"...y que ya aparece en el Éxodo,..."
ResponderEliminarSaludos
Interesante.
ResponderEliminarEvidentemente hay textos de San Pablo (típicamente Rom. 8, 19-21) y del mismo Evangelio (como el oscuro Lc. 4,6) que no pueden entenderse sin estas referencias.
Lo que sí me parece que hay que tener cuidado es de cierta materialización del mundo espiritual y, en particular, la hominización de los ángeles que se lee en diversos textos hebreos. Me refiero por ejemplo a colocar a los ángeles "en" la historia material, como si fuesen pasibles de "sufrir" el tiempo o de estar sometidos al movimiento en sentido aristotélico. De ahí a un milenarismo carnal tipo mahometano hay un paso. O, sin ir tan lejos, a querer ubicar Cielo, infierno y Purgatorio en un lugar físico, "en" el mundo. También ciertas afirmaciones de Gaudium et Spes, malinterpretadas en esta línea, pueden dar lugar a una sobrevaloración del mundo e incomprensión del sano contemptu mundi de los Padres y Doctores.
Es un tema que da para mucho. Veremos cómo sigue.
Al Wanderer que corresponda: no es correcto pensar que los demonios siguen siendo los arcontes de los elementos, y que ellos a su vez están siendo sometidos por los Ángeles Fieles a quienes les fue encomendado controlarlos? Entonces cerraría porqué cierto ecologísmo termina en el satanismo, y porqué motivo cuando la naturaleza material se aleja de Dios se torna en infernal.
ResponderEliminarAsí también entendería mejor porqué a la "mala suerte" la llamamos "desgracia". Sería simplemente que Dios "levante la mano", es decir, que permita a los perversos arcontes de este mundo hacer lo que quieran con nosotros. Obviamente esto varía en proporción, y supongo, se verá en todo su horror durante los últimos tiempos previos a la Parusia.
Crux Australis
En el Satán de Duquesne hay un par de puntas para los comentarisas. Claro que hay que entenderlas. Yo, ni idea.
ResponderEliminarA todo esto, recuerdo cierto cura regordete y frívolo de Schönstatt que me dijo abiertamente que este asunto era pura mitología: núnca ocurrió.
ResponderEliminarSería bueno que algún día trates sobre ese movimiento, cada vez más influyente en la "Iglesia de Argentina".
Crux Australis
Ya que Crux Australis le recomienda temas me animo a seguirlo, mas no para recomendarle nuevos, sino para que siga con los mismos, aunque profundizándolos, que se puede todavía darle más al tema.
ResponderEliminarA qué punto es, diría "auténticamente castellaniana" la postura de catolicismo anti barroco aquí seguida que se lee en Pluma en Ristre, libro recientemente editado por Libros Libres y con mayoría (no todos) de artículos inéditos de Castellani, en el que se encuentra en pág. 83 y sig. una adhesión a la Argentina Bolchevique de don Carlos Disandro y su anti barroquismo visceral. Una adhesión más clara sobre el tema religioso que ya conocíamos aquí.
Aunque hay que decir que usted es más disandrista que Castellani. Al menos al cura le parecía injusto el mote de "jesuitismo".
Habla de la religión "exterior", milagrera, fanfarrona, beata y de fetichistas devociones.
Por eso Wan, siga machacando ahí, que es nudo del asunto y el resto de las pestes la lógica añadidura.
El Carlista.
Ps 1. y si es por recomendar, sería divertido, a la luz de lo que antes decía, hacer un post sobre si es o no correcto que tantísimos católicos se puedan seguir considerando "castellanianos. No es que querramos la exclusividad, solo decimos que no lo son, ¡qué va!; ni Delía es rosista, aunque vocifere que sí.
Ps 2. No entiendo porqué en la "nota" afirma Prada que Disandro "atacó los excesos de los detractores del Concilio Vaticano II". Si es así me falta un broli, pero los que tengo del platense son más bien la contraria, ¡y cuánto!
Ps 3. A diferencia del anterior que ya conocíamos, éste, los argentinos, tenemos que leerlo.
Algo bien debe haber arreglado el cura Biestro, porque el libro es nuevito en España y ya está aquí en todas las librerías. Salute.
Muy valioso texto.- Valga tan solo ajustar la ubicación de la cita: es del libro mencionado, pero del capítulo II --la vida angélica-- bastante adentrado el mismo (pág. 50 en la última edición de Cerf).-
ResponderEliminarVarios años depués (unos 15) Bouyer retoma el mismo tópico al sacar la historia de la espiritualidad cristiana, cuyo capítulo XIII (dedicado al monacato) abunda en esta materia.-
Me alegro cuando el blog retoma este estilo de post, tan nutritivos a nuestra Fe.
Anónimo de las 19:04: Tengo la primera edición del libro, hecha por Brepols en 1950. El texto está aquí entre las páginas 49-59.
ResponderEliminarPero cómo?
ResponderEliminarNo eran los de R.C. los auténticos discípulos del cura?
Si no paran de citarlo...
O es que Di Sandro era sedevacantista y con eso ya se es disandrista, entonces los de R.C. lo son?
Parece que no.
Aunque sedes, no pueden ser más barrocos.
Entonces no todo sede es disandrista y los de R.C. no lo son aunque lo citen.
Así es que tampoco serían tan del cura como quieren...
Eso parece.
Algo de razón tienen los kukus: Castellani no es para todos y cuando es para todos no todos lo entendienden en lo profundo de sus ideas.
OBSERVADOR.
Mmm... también podríamos citar la obra de Volonté sobre el demonio, en que él sueña con haber triunfado, y lleno de pavor se despierta de su sueño. El diablo sabe que ya perdió y que no tiene esperanza alguna, lo sabe por naturaleza, así que definitivamente su objetivo no es reemplazar a Dios. Sabe que no lo va a lograr nunca. Su presa, por la que enloquecen él y sus esclavos somos nosotros, a quienes él puede humillar y encadenar para siempre en el infierno.
ResponderEliminarNegarlo y honrarlo son dos caras de la misma moneda. Son dos corrientes entre los herejes contemporáneos que colaboran con la acción del maligno.
Wanderer, de veras que me alegra que haya sacado el tema.
Crux Australis
PD: Otro capítulo más es el paganismo, subsistente hasta nuestros días, y su demonolatría consciente. Los druidas irlandeses sabían que servían al oponente del "Dios de la Luz" y que iban a ser derrotados por San Patricio. También en la veneración por la "tradición" en abstracto, se termina por volver al viejo pacto satánico de la humanidad caída. Dios no es pieza de museo, ni de laboratorio.
Gracias siempre quice esto!
ResponderEliminarMary Lennox