Wanderer:
Respecto al clericalismo, no puede decir más que… ¡plagió mi
tesis!
Hablando en serio, sostengo lo mismo aunque con algunos
matices.
Cuando en 1870 caía Roma en manos de Vittorio Emanuelle,
desde la Ciudad Eterna salieron hacia París unas fotitos del hoy beato Pío Nono
arrodillado rezando o sentado en su trono con cara triste. Dichas fotitos
llegaron a los talleres de St.-Sulpice, donde fueron reproducidas por millares
con leyendas como “Pío IX prisionero en el Vaticano” y del otro lado alguna
oración indulgenciada.
Tras la explosión de las modernas congregaciones misioneras
y educadoras que se expandieron por todo el mundo, estas estampitas de baja
calidad y dudoso gusto “crearon” su demanda. Donde antes había un viejo
crucifijo y algún cuadro barroco de la Virgen, se colocaba una imagen del Papa.
Se iniciaba así un verdadero “culto” al Papa.
Nadie recuerda los nombres de los pontífices romanos
anteriores a Pionono (excepto, quizás, Pío VI por su incidente con Napoleón).
Pero desde 1870, en adelante, “Santo Padre” fue algo más que un título
honorífico.
León XIII, Pío X, Benedicto XV, Pío XI y Pío XII, Juan
XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI… todos “santos”
esperando su canonización. La que tarde o temprano les llegará. Uno será el
Papa Obrero, el otro el Papa de la Ortodoxia, el de más aquí el de la Paz, y el
que le sigue el del Apostolado Laico. Le seguirá el Papa Angélico, el Papa Bueno,
el Papa del Concilio, el Papa de la Sonrisa, el Papa Viajero, etc., todos darán
razones para “la esperanza”…
Si uno sostiene una legítima independencia respecto del
Papado en cuestiones opinables y se remonta a los grandes Doctores medievales y
Padres de la antigüedad (o simples laicos de a pié) que, en su momento, lo
hicieron, le espetan en la cara “¿cómo se atreve a comparar al Papa con los
papas medievales/renacentistas/…?”
Parece que hoy hemos “evolucionado” y, por fin, el Espíritu
Santo se avivó: Ya no puede haber Papas politiqueros, tramoyistas, demagogos,
cobardes, seniles… o, simplemente, bobos.
Toda palabra en boca del Romano Pontífice será poco menos
que Palabra de Dios. Para el caso no importa si creemos que esa palabra divina
fue dicha ayer nomás o en 1958. Siempre será una genialidad, sea que
coleccionemos libritos encíclicas o discursos radiofónicos.
Si a eso sumamos el hecho de que, pareciera que, todos los
caminos (episcopales) conducen a Roma y que todos los obispos se han
transformado en delegados pontificios… aún cuando lo hagan en disidencia,
podemos entender cómo se refuerza a sí mismo el clericalismo.
Antes debían estar suscriptos a Civiltà Cattolica o alguno de los muchos periódicos que reproducían
la publicación italiana cuasi oficial y oficiosa. Hoy deben estar suscriptos al
L’Osservatore Romano o tienen algún
funcionario curialesco que les acerca una impresión de Zenit o alguna otra
“agencia católica”. Y, lo mismo, se reproduce en miniatura, aún en fraternidades
o sociedades sacerdotales suizas.
Lo importante es estar informado de lo último que se supone
debemos creer, decir, hacer, pensar…
Coincido, el problema es la ideología, y la ideología era y
es el clericalismo, en sus
diferentes versiones: parroquial, movimientístico, episcopal, romano o
conciliar. Al convertirnos en católicos que ya no están atentos a la Tradición
(y aún a las tradiciones) sino a “lo último”, no es difícil ver cómo nos
aborregamos y estamos indefensos frente a cambios “de dirección”, de derecha a
izquierda, o de izquierda a derecha.
Coronel Kurtz