Se han
enojado. Muchos comentadores tradicionalistas por quienes guardo profundo respeto,
como Roberto
De Mattei, están enfurecidos y desolados. Y algunos blogs, como el de Ex
Orbe o Infocaótica,
francamente sobrepasados por la ira.
Yo en
cambio, luego de dos días de abatimiento e insomnio, he recuperado la paz.
Paradójicamente, la lectura de esas páginas me ayudó a despuntar el hilo de
algunos pensamientos que me rondaban desde que conocí la noticia de la renuncia
y que no terminaba de darle forma.
¿Cuál
es el problema, el único problema, que plantean esos comentaristas? Dice
De Mattei: “L’immagine dell’istituzione pontificia, agli occhi dell’opinione
pubblica di tutto il mondo, viene infatti spogliata della sua sacralità per
essere consegnata ai criteri di giudizio della modernità.” Y Ex Orbe: “Es un
acto que daña gravemente a la Iglesia, dejándola tan debilitada como se
confiesa estar débil el sorprendente Benedicto XVI”, y un día después añade: “la
renuncia de Benedicto XVI me ha recordado la escena de la deposición de la
tiara de Pablo VI”.
El núcleo de la decepción y bronca de ambos comentaristas es
que cambia el rostro de la Iglesia frente al mundo. “¿Qué va a decir ahora la
opinión pública?”, se pregunta De Mattei. “¿Qué va a pensar el vulgo pagano?”,
inquiere Ex Orbe. Y yo digo, y creo que el Santo Padre también lo dijo: “Y a mí
qué me importa”. El mundo, y los criterios del mundo, no pueden ser nunca los criterios
de la Iglesia, porque no son los criterios de Dios. Esto ya lo sabemos de
sobra, pero las adherencias históricas de la Iglesia provocan que sean esos los
criterios que rigen muchas de las decisiones y de las percepciones que nosotros
tenemos sobre ellas, a punto tal que nuestro tradicionalismo corre el riesgo de
ser un tradicionalismo de trapos o de decorados. Los papas de los primeros
siglos no tenían oportunidad de renunciar porque los mataban antes y, luego de
la constantinización de la Iglesia, los papas no renunciaron porque los reyes
seculares no renunciaban, y el papa, por necesidad y conveniencia, era también
un príncipe secular, como también lo eran los obispos.
Por eso, creo que es acertada la imagen que propone Ex Orbe al
comparar la renuncia de Benedicto XVI con la deposición de la tiara por parte
de Pablo VI, y que es acompañada del lamento de De Mattei porque los papas ya
no son coronados. El reino del papa, como el reino de Cristo, no es de este
mundo, y todas las adherencias de otro tipo –convenientes y necesarias en un
cierto periodo histórico-, son lastres que, en ciertas circunstancias, es
necesario abandonar sin ningún temor o tristeza. La adherencia del cristiano es
a Cristo, y no a la tiara y ni siquiera al papa que la usa.
Estos respetados comentaristas se aterran porque la renuncia
traerá aparejada la desacralización del papado. Y yo digo: “Bienvenida sea”,
porque el papado nunca debió ser sagrado. Y si llamamos Santo Padre al Papa, es
por mero título y no porque sea santo, y si no, pregúntenle a Alejandro VI o a
Julio II en qué grado de santidad se encontraban. El papa es el vicario de
Cristo, pero sólo su vicario, y no su re-encarnación, como se lo ha presentado
en los últimos siglos (recuerdo los “tres amores blancos” de Don Bosco, en los
que asimila al papa a la Eucaristía y a la Santísima Virgen…). A diferencia de
lo que opina el respetado profesor Di Mattei, creo que el papa es un hombre
más –no un semidios al estilo Dalai Lama- que ocupa, momentáneamente, una
función fundamental, pero lo importe es la función, y no la persona que la ejerce.
O, en todo caso, lo importe es Jesucristo, no quien lo representa en la tierra.
De Mattei se horroriza porque, como efecto de la renuncia,
el papa se terminará convirtiendo en “un primero entre pares” con una función meramente
arbitral dentro de la Iglesia y del colegio episcopal, y lo que más lo enerva
es que es eso justamente lo que propone Hans Küng. Pero la cosa es que, antes
que el herético teólogo suizo, fue eso lo que enseñó y practicó la Iglesia
hasta el siglo XII, es decir, hasta que Gregorio VII y Bonifacio VIII, a raíz
de las luchas por las investiduras con los príncipes seculares, terminaron
imponiendo un poder y preeminencia que los romanos pontífices nunca había
tenido hasta ese momento. (Tengo un buen amigo que está estudiando este tema
desde hace años y que, si no fuera un procrastinator incurable, escribiría
algo para el post).
Ludovico comentaba ayer la paradoja de que Benedicto XVI, el
mejor papa del último siglo, haya sido el peor político. Y yo me pregunto si no
sería conveniente que tuviéramos un papa peor político aún. Es decir, ¿no será
llegada la hora de Juan XXIII (XXIV)? Al mundo no se lo va a convertir
con sus medios y con sus criterios. Desde hace décadas que las estructuras de
poder del Vaticano, necesarias en algún momento, causan más daño que bien. Y
esto me lo ha dicho gente de la Curia romana que conoce sus entresijos. “No hay
esperanzas de renovación del episcopado mientras en la nominación de los
obispos tengan parte los nuncios”, me aseguraban. ¿No será acaso que la temible revolución que
aterroriza a De Mattei sea necesaria? Y entonces, por ejemplo, que el próximo
papa decida disolver el Estado Vaticano y, con él, todas las nunciaturas y
representaciones pontificias ante los gobiernos del mundo (y del Príncipe de
este mundo), liquidar el IOR y dar su dinero a los pobres, renunciar a las
tiaras, caudas magnas y demás boatos y vivir, "expectantes beatam spem et
adventum Salvatoris nostri Jesu Christi".
Sería, creo yo, un importante baño de realidad, de ese
realismo que Benedicto XVI nos ha enseñado a lo largo de su pontificado y,
sobre todo, con su renuncia.
Recomiendo la lectura de este
artículo de Andrea Tornielli.
La leyenda del Quo vadis? parece venir como anillo (del pescador) al dedo. La sentencia de la mano en el arado, también (y es más grave).
ResponderEliminarRemotamente, el concepto de 'abandono en la Providencia' queda confrontado en contradicción respecto al pontificado precedente. Próximamente, el futuro del sucesor queda marcado y quasi supeditado a los efectos de esta renuncia, la primera en su género (sin antecedentes equiparables, propiamente).
Lo que se entienda fuera, el ad extra importa poco comparado con el efecto ad intra, que es verdaderamente preocupante y problemático.
Se aprecie o no, los Papas sin tiara no han sido lo mismo que los Papas que la portaron. Y los Papas renunciantes tampoco serán como los que expiraron sub umbra petri. No me cabe la menor duda.
Cordialiter, in votis ad salutem optimam
'
Ludovicus dijo,
ResponderEliminarLa eterna duda, querido Wanderer, y con estos alemanes nunca se sabe, es si no estaremos arrojando, junto con las odiadas adherencias ultramontanas, a la propia institución por la borda.
El bebe y el agua de la bañera, como siempre.
ResponderEliminarMenudo desbarre.
Ludovicus, no es posible arrojar la institución por la borda. Hay detrás una promesa divina.
ResponderEliminarAquí hay una mayor que es falsa. El Papa no abandona en un momento de calma. De ahí se sigue que la renuncia no es lícita.
ResponderEliminarEstimado amigo Miles, Si la renuncia no es lícita, ¿qué pasará dentro de algunas semanas? ¿Tendremos dos papas? ¿BXVI seguirá siendo papa y el otro un antipapa? ¿Ninguno de los dos será papa?
ResponderEliminarNo lo sigo en eso. No es cuestión, me parece, de lógica aristotélica.
Ilícita no quiere decir inválida. Sino sólamente que el Papa no está haciendo bien, objetivamente hablando.
ResponderEliminarMucha claridad en sus comentarios don Wanderer.
ResponderEliminarEs evidente que el que el Papa deba quedarse en la cátedra petrina necesariamente hasta estirar la pata no es un elemento esencial de la Iglesia, independientemente de que Dios le confiera esta misión de manera vitalicia.
Obviamente, este y otros elementos "no esenciales" de la Iglesia (algunos de los cuales menciona usted en su post) usualmente ayudan a la Iglesia a cumplir su Misión, por lo que sería imprudente desprenderse de ellos simplemente porque sí (tengo el vicio de afirmar perogrulladas, sepa disculpar).
Pero es perfectamente cierto que si un Sumo Pontífice, en oración, examinando su conciencia frente a Dios, pidiendo a Cristo la actualización de las gracias de estado, etc., considera mejor para la Iglesia modificar o prescindir (sea temporal o permanentemente) de uno de estos elementos accidentales de la Iglesia, hay que tener buenos argumentos como para juzgar errada la decisión... ciertamente que el Papa puede errar al evaluar esto, y de manera mas o menos evidente. Pero, ¿qué elementos tenemos en este caso para afirmar tal cosa en este caso?
Como afirmaba usted, si todo el argumento versa en torno al "qué dirán los paganos", pues paupérrimo argumento. "Se desacraliza el Papado"... bueno, usted ya ha respondido excelentemente a esta objeción. Creo que la más coherente que he escuchado es "pondrá presión sobre futuros pontífices cuando la opinión pública comience a pensar que flaquean sus facultades"... cierto, pero creo que, de las muchas presiones que ejerce el mundo sobre el Papa, esta es de las mas leves... digo, con las amenazas de cisma y todo eso.
Eremita, de acuerdo con usted. Justamente una de las cosas que más me asombran de los comentarios de De Mattei y Ex Orbe es que le den tanta importancia a los efectos que tendrá la renuncia en futuros, e hipotéticos, pontificados. Ciertamente que hubiese sido preferible que no renunciara y que su renuncia traerá consecuencias, pero no me parece que sea esa la más grave. Es darle demasiada importancia al mundo.
ResponderEliminarY por las dudas aclaro por si no se entendí:
ResponderEliminarEl post es un hipérbole. No es estoy proponiendo en modo alguno que el papa despoje a la Iglesia del Estado Vaticano y de todo el resto. Solamente quiero mostrar que hay cosas esenciales que va más allá de aquello que, muchas veces, consideramos esencial.
Estimado W.:
ResponderEliminarUn post interesante como de costumbre. En la parte final surge su iconoclastia; punto en el cual no suelo coincidir plenamente con Ud.
Lo único que yo me atrevo a hacer ante este caso es opinar sobre los datos externos conocidos y conjeturar con circunstancias ocultas que tal vez se conozcan en el futuro.
Tiendo a pensar que en el caso hay un hecho nuevo que no tiene solución adecuada en la historia: la asimetría creciente entre salud física y mental en los ancianos. El que tenga familiares viejitos o visite un geriátrico lo captará enseguida.
¿Y si Benedicto XVI,en su actual lucidez mental, prevé para un futuro inmediato el ingreso en la senilidad o un acusado deterioro de sus facultades? ¿Y si teme que por efecto de la asimetría antedicha que la Iglesia podría quedar gobernada por un Papa más sano en lo físico que en lo mental, tal vez con pocos intervalos lúcidos, y por ende muy condicionado con una Curia que no ha sabido o podido depurar?
A pesar de las quejas contra el malminorismo -que muchas veces comparto- no olvido que quien gobierno muchas veces se ve en la humillante situación de hacer sólo el bien común p o s i b l e y no el i d e a l.
Saludos.
Ludovicus dijo,
ResponderEliminarBueno, la principal prevención que surge ante la actitud de Benedicto para un tradicionalista es precisamente que en dos mil años fue rarísima, quizás única (no se registran renuncias papales por falta de fuerza física y espiritual). El antecedente inmortalizado en algunos versos de Dante no es demasiado paradigmático ni normativo.
Está lo del Quo Vadis, la antigua noción del desposorio con la diócesis...en fin, la carga de la prueba corre para el innovador, que deberá demostrar que el cambio antropologico que señala Martin justifican una mutación en la práctica constitucional desechando lo que " no es esencial" y está sujeto a "variaciones". Ojo, porque ingresamos en vías tortuosas de las que ya nos ha extricado Amerio.
Por otra parte, en la práctica posconciliar asoman modalidades análogas: presbiterado no de por vida, obispos con retiro automático, acentuación de la antiguamente considerada mala costumbre de los cambios de diócesis. Tienen todas olor a revolución.
Hay que tener bastante más de una buena razón para apartarse de la tradición, así sea con minúscula. En eso, soy un tory.
Ludovicus dijo,
ResponderEliminarY entendamos: el temor de la presión del ejemplo de Benedicto sobre los futuros papas proviene justamente del carácter mutativo y potencialmente revolucionario que este gesto tiene. Bien sabemos que los gestos papales se convierten en normativos y producen mutaciones institucionales (tranquilo, caro Wanderer, no al punto de destruir la Institución, no se alarme). El problema surge porque el texto de renuncia, en mi opinión, no hace un esfuerzo en configurar la excepcionalidad de las circunstancias que llevan a la dimisión. Eso es lo que genera el peligro de la desnaturalizacion de la institución y le confiere potencial normativo al gesto. No es una ultima ratio, o por lo menos no lo han comunicado así.
Ludovicus, creo que las circunstancias no son excepcionales, como lo fueron las de Celestino o las del otro Gregorio, para motivar una renuncia. Y, en este sentido, estoy de acuerdo con usted en que, sin excepcionalidad, puede haber "norma" que sería, por otro lado, tan del gusto de la modernidad.
ResponderEliminarConsidero, además, que su afirmación de que "hay que tener bastante más de una buena razón para apartarse de la tradición" es inapelable. Si tanto nos hemos quejados por la cantidad de "pequeñas tradiciones" que manoseó y rompió sin motivo Juan Pablo II, mucho más grave es el caso de Benedicto XVI. Porque, desde lo que nosotros podemos ver, no hay ninguna "buena razón" para la renuncia. Y, desde lo que no podemos ver, hipotizamos movidos por la veneración que nos provoca el Santo Padre o por la necesidad psicológica de apartar, hasta que la evidencia lo haga imposible, el terror de un posible futuro próximo.
Sin embargo, insisto con el fondo del post: el rechazo a la renuncia no puede venir por temor al "qué dirán" del mundo. En todo caso, el temor es por la consecuencia para los próximos pontificados que no sé si veremos y que, según Malaquías, no existirán.
No está demás tener en cuenta lo dicho por Boniface en http://unamsanctamcatholicam.blogspot.com.ar/2013/02/benedict-resignation.html, respecto a las circunstancias particulares de época, en la que la ciencia puede prolongar por años la vida de un hombre anciano, aunque sea en estado senil, lo cual acarrearía consecuencias desastrosas para el gobierno de la Iglesia.
ResponderEliminarEllo sin dejar de considerar las otras consecuencias adversas que se derivan de la renuncia, y que ya han marcado varios comentaristas (como el propio Boniface en el post citado).
Florentino.
Coincido con W. en que la opinión extraeclesial es irrelevante.
ResponderEliminarTambién con Ludovicus en que apartarse de una tradición –aunque no sea algo de la Tradición- no puede hacerse sin un motivo proporcionado. En este caso proporcionado a la excepcionalidad de la renuncia.
En el plano de las conjeturas imagino a un Benedicto XVI no renunciante que cuasi senil firma una excomunión para toda la FSSPX, promovida por un Müller, una patente de corso para los kikos, un retroceso en las normas para sancionar los abusos sexuales con retorno a la era juanpablista, deja de ocuparse de las confusiones entre gobierno y dirección espiritual del Opus, etc. Cierto, después vendrá otro que podrá dar marcha atrás. Pero no es fácil ir contra los hechos consumados y confirmados mediante el Derecho.
Saludos.
El hecho extraordinario de la abdicación del Santo Padre es demasiado serio como para entretenernos con conjeturas. No dudo que la decisión de Su Santidad ha sido largamente meditada y rezada. El Papa fundamentó su decisión en las limitaciones derivadas de su edad y su salud, pero presumo que no son las únicas causas, ni siquiera las principales. ¿Por qué no explicitó todos los motivos?, pues por "cuestión de Estado". Puede presentirse que el Santo Padre intentó anticiparse a algunos hechos y posibilitar una sucesión confiable, esto es, que la misma no quede totalmente a voluntad de los enemigos de la Iglesia. Quiera el Santo Espíritu de Dios proteger a la Iglesia y concedernos un futuro Papa Católico y Santo, cerrando el paso de herejes y masones.
ResponderEliminarBueno recordemos que según uno de los interpetes más reconocidos de la profecia de San Malaquias (el Jesuita Padre Igartua) los lemas "in persecutione" y "Petrus Romanus" pueden corresponder a 2 Papas diferentes, lo veremos pronto, yo me inclino más por un Papado bicéfalo, pero si alguno tenía dudas sobre el "cambio de era" en la historia del papado que anuncían algunas profecias, vemos que ya estamos ante un cambio mayúsculo.
ResponderEliminarYo sospecho lo peor, que Benedicto sea demasiado europeo, demasiado moderno, y que esto sea una forma de democratizar al papado, que el Papa ya no sea un rey que muere con su cargo.
ResponderEliminarEs claro que no tenemos todos lo elementos para valorar la decisión, pero a partir de los que tenemos yo hago esta teoría. En ciertas decisiones u opiniones Ratzinger revela no ser un "tradi". Quiere a los "tradi" dentro de la Iglesia pero no quiere que los "tradi" sean la Iglesia. Algunos creeran que es el progesismo juvenil que nunca lo abandonó. Yo creo que el fue siempre fiel a si mismo. Todo aquello que no es una nota esencial se puede cambiar. No es esencial que el papa muera en el ejercicio del cargo, Ergo...
ResponderEliminarLo dijo en el famoso discurso "reforma en la continuidad" (y no hermenéutica de la continuidad como algunos quisieron vender). En este tema, los primeros papas murieron mártires, después, rápidamente tuvieron funciones no solo religiosas sino también políticas. Y los políticos no renunciaban. Ahora se da una situación nueva. El papa tiene cada vez menos una función política relevante y por ahora no los martirizan. Y además existe la ley de que los obispos a una cierta edad se vuelven eméritos. Si el obispo A, con más de 80 años y fuerzas para gobernar debe renunciar, ¿que sentido tiene que yo permanezca en el cargo cuando no tengo esas fuerzas? Incluso diría más, en los últimos años el papado de Ratzinger ha perdido impulso (la iniciativa política dirían los analistas). Los Burke, Piacenza o Rankith de hace tres años dejaron lugar a Filoni, Woelki, y Castelló. Las reformas en los catecumenales, opus, legionarios, parece necesitar mucho tiempo, etc. Ante eso pudo decir "yo hice lo que pude, que la Iglesia juzgue si se debe seguir este camino".
Porque nadie descree más que Benedicto XVI que la Iglesia sea una monarquía.
Creo que hay dos hechos que pesan en un Papa de 86 años y que, quizá, antes no se dieron en la misma medida. En primer luegar, las guerras intestinas en la Curia. Antes las hubo, pero no con un mundo tan en contra de la Iglesia, y con una Fe tan frágil entre los fieles de occidente, que son los que antes deberían arropar al Papa. En la Edad Media se podía el Vaticano permitir muchos desmanes porque la sociedad era cristiana.
ResponderEliminarEl otro facto es esa manía iniciada por Pablo VI y llevada al máximo por Juan Pablo II, de que el Papa viaje por medio mundo. No creo que sea realmente necesario tanto viaje. Y por supuesto agota a cualquiera esos trotes de país en país, como el último que se dió Benedicto XVI. Un anciano no puede estar metido 16 horas en una avión, aterrizar y meterse no sé cuántos días de agenda frenética, para luego tomar otro vuelo a no sé qué otro país para lo mismo, y luego volver tan pancho a Roma.
Benedicto XVI no ha dicho que renuncia por sus mermadas condiciones físicas, si no porque éstas son in compatibles con una situación histórica con graves peligros para la Fe. Si no existieran esas circunstancias hostiles a la Iglesia, que son tanto internas como externas, y si se ahorrara tanto viaje por el mundo, posiblemente Ratzinger podría haber gobernado plácidamente hasta su fallecimiento.
Qué tal si el día 28/02/13 a la hora 21 recibe instrucciones de parte de la autoridad eclesiástica competente, el secretario de estado por ejemplo, ordenando que en el término de 48 horas se presente ante el ordinario de la ciudad de El Cabo, u otra convenientemente elegida, de quien dependerá y quien se ocupará de su salud espiritual y física en tan delicado estado. Como no incurrirá en una desobediencia lefebvriana, dócilmente desaparecerá en el horizonte.
ResponderEliminarQué puede hacer un hombre (humanamente) que larga la manija en medio de sus enemigos?
Creo que empezamos el Camino del Calvario. Ha terminado el tiempo de la Oración en el Huerto (Gloria Olivae)
Estimado amigo Wanderer:
ResponderEliminar¿Vd. quiere que los lectores de su blog me quemen vivo? Siempre pensé que Vd era mi amigo pero ahora una Hitchcockeana sombra de duda se ha hecho presente . . .
Los resultados de mis investigaciones, meditaciones y disquisiciones serán discretamente comunicados, sólo en forma oral, a aquellos que puedan y quieran recibirlas, conforme el divino Platón ha enseñado. Arcana verba sunt.
The Procrastinator
Creo humildemente que fue una renuncia oportuna y prudente por dos motivos: -la sorpresa: muestra la libertad con que lo hace y decide él solo. Y además, no les da tiempo a los cardenales a ir preparando partidos y sucesiones cuando lo vayan viendo más anciano y vulnerable.-Por otra parte, estimo que no está nada bien de salud (dos ACV, de un ojo casi no ve, tiene un marcapasos, y no sabemos cuánto más) y como sabe que en cuanto lo vean debilitado los cardenales, pueden armar una tramoya y considerarlo inhábil y sería peor para la Iglesia. Creo que es muy inteligente y sabe lo que hace... Además suscribo a que la Iglesia no se rige por los códigos del mundo (lo que el mundo piense) sino por el Espíritu que sopla donde quiere.
ResponderEliminarEstimado W-:
ResponderEliminarUd. afirma "no es posible arrojar la institución por la borda. Hay detrás una promesa divina."
Le ruego nos ilustre sobre dicha promesa, porque la que yo conozco vale para la Iglesia, no para el papado. ¿Puede haber Iglesia sin Papado? Estoy bajo la pertinaz impresión que pronto, pero muy pronto, lo sabremos.
Desde luego, en la Segunda Venida habrá Iglesia y no habrá necesidad de Papa, puesto que el Vicario no tiene función cuando el representado está en su Sede.
Cordiales saludos
Estimado Wanderer: comparto buena parte de lo que dice en su post.
ResponderEliminarCreo que sin menoscabo del grado de desconcierto que la decisión de Benedicto XVI ha planteado para muchos, lo cual es lógico pues somos hijos del tiempo y lo inesperado nos perturba, el Papa ha blanqueado unas cuantas situaciones con un sentido sobrenatural y una fineza de espíritu que me conmueven.
Pienso que el año de la FE es propicio para hacerlo, y también este tiempo, el inicio de la Cuaresma.
El Papa nos ha puesto ante el desafío de la Fe desnuda, pues si la barca de Pedro no se hunde es porque está fundada en Cristo. Esa es la única razón.
No la sostienen tiaras, ni estados pontificios, ni los ideologemas monárquicos aplicados al papado, tampoco las intrigas y la mezquindad curiales. De igual modo, no se sustentará en los sociologismos al uso, ni se nutrirá de las diversas formas de idolatría y de adaptación al espíritu del mundo.
La Verdad, JesuCristo el Señor, es inalienable. Y el único modo de seguir caminando es buscando allí el sentido y la orientación en tiempos convulsos y en tiempos serenos.
Fuera de allí, no hay camino, aunque parezca que andamos "virtuosamente", tal como declara la conocida frase agustiniana: "bene curris, sed extra viam".
Por eso, en estos días que estamos viviendo no puedo sino leer y releer las palabras de Benedicto XVI al recibir el Ministerio Petrino:
"El símbolo del cordero tiene todavía otro aspecto. Era costumbre en el antiguo Oriente que los reyes se llamaran a sí mismos pastores de su pueblo. Era una imagen de su poder, una imagen cínica: para ellos, los pueblos eran como ovejas de las que el pastor podía disponer a su agrado. Por el contrario, el pastor de todos los hombres, el Dios vivo, se ha hecho él mismo cordero, se ha puesto de la parte de los corderos, de los que son pisoteados y sacrificados. Precisamente así se revela Él como el verdadero pastor: “Yo soy el buen pastor [...]. Yo doy mi vida por las ovejas”, dice Jesús de sí mismo (Jn 10, 14s.). No es el poder lo que redime, sino el amor. Éste es el distintivo de Dios: Él mismo es amor. ¡Cuántas veces desearíamos que Dios se mostrara más fuerte! Que actuara duramente, derrotara el mal y creara un mundo mejor. Todas las ideologías del poder se justifican así, justifican la destrucción de lo que se opondría al progreso y a la liberación de la humanidad. Nosotros sufrimos por la paciencia de Dios. Y, no obstante, todos necesitamos su paciencia. El Dios, que se ha hecho cordero, nos dice que el mundo se salva por el Crucificado y no por los crucificadores. El mundo es redimido por la paciencia de Dios y destruido por la impaciencia de los hombres."
Que el Señor nos conceda un Pastor bueno, que sufra por la paciencia de Dios y encuentre en ella su esperanza. Que el Señor conserve a Benedicto XVI, a Joseph Ratzinger, que se ha mostrado como siervo de los siervos de Dios.
Martin, la renuncia ya ha hecho un inmenso favor al Camino Neocatecumenal. Un comentario pillado por la red: "mira gracias a nuestras oraciones, solo tres días en diciembre, todo se cambia primero la decisión de papa sobre de nuestra eucaristía se retrasa y ahora papa deja su cargo. Dios esta con nosotros y con nuestra eucaristía".
ResponderEliminarSi entra un Papa favorable al Camino, que al final les de más cancha pues ocurrirá que simplemente los confirmará en su mala doctrina.
Supongo que el Papa perdió algún tipo de partida, y su "plan" es hacer que elijan a un nuevo Papa joven y vigoroso que pueda ganarla.
ResponderEliminarAunque, como en la Democracia moderna, aunque un político te haya regalado un lavarropas, a la hora de votar votás a quien quieras.
Soy escéptico de la capacidad de Benedicto de influenciar la votación.
Esto q escribí arriba es el mejor caso, al papado no se debería renunciar simplemente por ser viejo.
Ex Luterano
Miles, puede ser que la renuncia los beneficie y las prevenciones de Burke queden en el pasado, pero me parece un hecho que las aprobaciones de Benedicto XVI al CNC, aunque no gusten, fueron mucho menos "generosas" de lo que esperaban los kikos.
ResponderEliminarSaludos.
Silvestre, yo agregaría otra. La exposición mediática.
ResponderEliminarEdwin.