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sábado, 12 de octubre de 2013

Neopopulismo papal y movimientismo

Magistral exposición de Ludovicus:

Hace poco en Wanderer Mary Lennox definió a la Iglesia moderna como "la Iglesia de los caudillos". La expresión me pareció notablemente feliz porque denota ciertas características de una versión deformada del catolicismo-papado concebido en el marco, primero de un "movimiento", segundo "neopopulista". Explico.

La característica de un "movimiento", diría Perogrullo, es que se mueve hacia algo. Es decir, que hay una agenda programática, configurada por un proyecto con dynamis propia, y un estilo, el del Caudillo, i.e., la cabeza del movimiento. Brevemente: el papa comienza a configurarse como un Caudillo, y el catolicismo, como religión del papa.

Hay algo muy interesante en las Profecías de san Malaquías, o más específicamente en la forma de leer los lemas. Hasta hace doscientos años, los lemas se interpretaban de acuerdo con algún rasgo circunstancial del Pontífice: lugar de nacimiento, diócesis de la que fue obispo previamente, escudo, etcétera. Pero a partir del siglo XIX, oh sorpresa, las profecías comienzan a ser leídas a la luz de las vicisitudes de los papas: ya con Pío VII, "Aquila rapax", se entiende que hay una alusión - bastante atinada, hay que decirlo- a su ajetreada relación con su victimario Napoleón. Con Pio IX, "Crux de Cruce", además de alguna interpretación heráldica, también se reseñan sus desgracias y pérdidas. Lo mismo con León XIII, cuyo lema - "Lumen in coelo" es doblemente interpretado, ya porque su familia tenía en el escudo una estrella, ya por su magisterio nuevo y luminoso. Y a partir de san Pío X  ("Ignis ardens") las interpretaciones se cargan de historicidad, por así decir. Me excuso de seguir citando, pero casi todos los siguientes lemas son leídos a la luz del "programa" o el "carácter/carisma" del pontificado. De entre estos cómo no olvidar el paradigmático "Pastor Angelicus" de Pío XII, del cual se hizo uso y abuso, consolidándose a tal punto como recurso propagandístico que llegó a filmarse una película de tal título.

Lo que aquí nos interesa es que la elección de la interpretación del lema es un síntoma de cómo viene evolucionando la noción popular y no tan popular del papado, que entendemos deformada y teológicamente desafortunada. Claro que la parva desviación decimonónica después del Concilio se acentúa y agrava.

Algo similar ocurre con el nombre, en forma señalada desde Pablo VI, que se concibió como una suerte de Apóstol de las Gentes para el mundo y la ONU. El pontificado es entendido como un acaudillamiento de un "movimiento" sobre la base de un programa y un "carisma" peculiar que aporta el nombre elegido por el papa: la rumbosa pretensión de diálogo con el mundo moderno y sus hijas pobres, la inculturación y la neoevangelización que permearán hasta el juanpablismo como asunción de un carisma "paulino".

Juan Pablo I, al asumir su nombre compuesto, explicitará la programática conciliar abiertamente, lo mismo que hará su sucesor en versión neoconservadora. Las mismas primeras encíclicas que escriben los papas son presentadas abiertamente como "programas del pontificado", embarcando a los fieles en ciertas líneas directrices que surgen del "carisma" del pontífice. Por cierto, estos programas –como sería las delicias de todo político- se atribuyen con toda tranquilidad al Espíritu Santo, sin advertir que de ser así, la Tercera Persona estaría dando marchas y contramarchas permanentes, como salta a la vista ahora, por ejemplo, en materia litúrgica entre ambos papas, el titular y el emérito. Hoy mismo, ansiosos fieles esperan que el papa derogue la “odiosa discriminación” hacia los divorciados, el matrimonio gay, y las mujeres sacerdotes…

Ahí lo tenemos: un movimiento, unos objetivos a los que tender, un estilo, carácter o carisma que tiñen todo el catolicismo. Un catolicismo definido como papismo, pero papismo del Caudillo que deviene tal por carisma y carácter personal, no por institución y que fuerza a los fieles a adoptar los objetivos personales programáticos, ya sea doctrinarios o litúrgicos.

 A su vez, la base de legitimidad del Papa muta por necesidad interna de adhesión a ese carácter, deviniendo populismo y requiriendo la adopción de actitudes desacralizadoras y desinstitucionalizadoras que colmen de olor a oveja al Caudillo, so pena de quedar sin las "fuerzas fisicas y espirituales", como dijo Benedicto, requeridas para ser papa. Un papa que no se mueve no es papa, es un papa emérito. Peor todavía si, como dice su sucesor, "pone marcha atrás". Un papa políticamente incorrecto empieza a peligrar, porque el divorcio con el pueblo acecha al populista que desafía a los medios, dueños de la opinión pública.


Por cierto, el populismo podrá adquirir ribetes más conservadores o más progresistas, conforme la velocidad de avance que unos u otros pretendan imprimirle. Lo que resultará inadmisible es la negación del " movimiento". Quien niega el "movimiento" queda afuera del "movimiento", es decir de la Iglesia. El programa y el carisma debe además seducir a los fieles, ser vendible en términos de marketing, generar clientelismo: de lo contrario, no es popular, i.e., le falta el cariz populista. Game over, papa emérito.

No asombrarse de la similitud que surge con la relación entre los neomovimientos y los fundadores - la fuente ideológica es la misma, en una alimentación recíproca. Así, cada neomovimiento tiene su pequeño papa, del cual emana doctrina y orientación conforme su "carisma"; y la Iglesia tiene su gran fundador, visto cada vez menos en su faz institucional y progresivamente más "carismático". El hombre, con sus características peculiares, eclipsa la institución papa, y a la institución Iglesia, que deviene arcilla en sus manos a la cual él tiene “la humildad y la ambición de reformar”. El nombre nuevo elegido, ab nihilo enfatiza la dramática personalización del pontificado y la voluntad fundacional.

Francisco, pues, ha culminado el proceso, carismatizando lo institucional a niveles máximos y canibalizadores. Es además, lo que agrava la cosa y eleva el nivel de preocupación, un cultor de la noción de un “Dios que se manifiesta en el tiempo y está presente en los procesos de la historia”, siendo la fe “una fe-camino, una fe histórica. Dios se ha revelado como historia, no como un compendio de verdades abstractas”, según las entrevistas que brinda.

Cómo no recordar la Hora de los Pueblos y las corrientes de la Historia de Perón, que como el mismo general advertía, el político debe cabalgar, jamás contrarrestar.  Procurar revertirlas o resistirlas implicaría asumir la nota infamante de restauracionista.



jueves, 3 de octubre de 2013

El rey desnudo

Desde el mismísimo y fatídico día de la elección de Bergoglio al solio pontificio, sabíamos el estropicio que iba a hacer con la Iglesia. Pues bien, en los últimos dos días han aparecidos sendos artículos en medios italianos que dan muestra de que también ellos están comenzado a ver al rey desnudo. Lo dicen claramente: no saber ser papa o, mejor aún, es incapaz de gobernar.
El primero, corresponde a  Pietro Di Marco y pueden leerlo aquí. (Versión española de un blog colega).
El segundo, a Sandro Magister, en este link. (En español)

martes, 1 de octubre de 2013

Don Camilo reloaded

Apareció ayer en el blog español “La cigüeña de la torre” el siguiente comentario firmado por Carlos Nuñez Díaz:

La prédica de Francisco I no escandaliza: Deprime.
Toda una sarta de boberías, de quedabienes, de ocurrencias mostrencas dignas de un dietario de cuarta.
Lo he dicho desde el principio, y lo mantengo: No llega ni a Don Camilo. Y, desde luego, nos trata a todos como a Peponnes.
´"esto no va"; "lo otro no va"; "lo de más allá no va"...
Y,...,no será Su Santidad el que no vaya, señor mío?
Porque, ni anestesiado, me van a convencer de que somos todos los demás los que andamos desfilando con el paso cambiado....


Sencillamente, magistral. A Bergoglio no le da ni para don Camilo. Eso lo sabemos de sobre desde hace varios años, y estábamos convencidos de que su trepada al trono pontificio no iba a cambiar las cosas, sino que iba a documentar universalmente su ignorancia e ineptitud. Y es lo que está ocurriendo.
Pero, en definitiva, don Camilo era un personaje simpático, con fe y sentido común. En el caso del actual pontífice la cosa cambia. Día tras día (y no es metáfora) asoman sueltas noticias preocupantes. Veamos los últimos dos días:
1) Hoy, Clarín y el blog Rorate Coeli reportan una entrevista concedida por Bergoglio al diario italiano “La Republicca” en la que trata a la curia pontificia de “lepra de la Iglesia”. ¿Puede concebirse tamaña desfachatez e injusticia? Es bueno releer el reciente post de Ludovicus acerca del canibalismo institucional.
2) El domingo La Nación nos anotició que Francisco, Romano Pontífice y Vicario de Cristo, había celebrado con el rabino Skorka el shabat según los ritos judíos. Yo no soy dado a ver conspiraciones judeo-masónicas pero esto me parece que ya pasa la raya. ¿Cómo es posible que el papa celebre los ritos propios de la Antigua Alianza, conjuntamente con los sacerdotes del pueblo elegido que rechazó y crucificó al Redentor del mundo del cual él es Vicario? Yo aplaudo su abrazo con el Patriarca Ecuménico, frunzo el ceño cuando lo hace con el arzobispo de Canterbury  y no me gusta nada cuando se besuquea con luteranos y calvinistas. Pero que celebre un rito judío está fuera de toda lógica, al menos, de las lógicas que yo conozco.
3) Y el mismo domingo, otro diario del interior, reproduce una larga nota del The New York Times en la que se alaba la “discreta humildad de Francisco”. Resulta muy inquietante que ese diario americano, clarísimo representante de las peores causas –dicho con todas las letras, el diario del Enemigo-, dedique un panegírico al papa romano.

La conclusión, una vez más, es que con este papa hay algo que no va. Y lo peor de todo es que no se trata de su mediocridad constitutiva. Mucho me temo que, detrás, hay algo peor que todavía no vemos.