Con la primavera
avanzada, don Gabino había retomado la costumbre de sacar su silla de totora a
la vereda en las tardecitas, y sentarse a leer. Ese día, había salido con una
pila de revistas pequeñas y apaisadas, de historietas en blanco y negro. Era la
colección casi completa de Isidoro
Cañones, personaje de Dante Quinterno que lo había divertido en su
juventud.
El viejo prefería pasar
el tiempo con esas lecturas superficiales que ponerse a hablar con sus vecinos
cuyo único tema de conversación, era, desde hacía quince días, el nuevo jefe de
la estación de ferrocarril. Es que, luego de apenas una semana de asumido el
cargo, había cambiado todo: no usaba más el uniforme, -decía que era cosa del
pasado andar con gorra, vivos rojos y galones-, y se lo solía ver caminando por
los andenes en bermudas floreadas cuando llegaba el tren de la tarde; había
puesto como señalero a una mujer –decía que se había postergado injustamente a
las mujeres en la vida ferroviaria-; repartía boletos gratis para viajar al
pueblo vecino –pero no decía que después los pasajeros debían pagar el boleto
de regreso con un suplemento especial de temporada-; se había abrazado con el
dueño de la compañía de ómnibus de media distancia, la competencia feroz y
secular del ferrocarril en el pueblo; se lo había visto tomando un vermut con
el farmacéutico, un masón reconocido por todos y había dado jugosas entrevistas
a cuanto diario y radio se lo pidiera. Los periodistas estaban felices y no
dejaban de alabarlo y compararlo con la rigidez de sus antecesores. Betty
Piqueta, por ejemplo, había escrito un artículo profetizando que el nuevo jefe
de estación eliminaría las clases en los vagones del tren y en las salas de
espera. No debía haber ya ciudadanos de primera, de segunda y de tercera, que
viajaran y esperaran en lugares diversos. Parecía que Mandela había vivido
inútilmente y que el obispo Desmond Tutu había hablado en vano, concluía la
reportera. Pero ya estaba en el pueblo, ¡por fin!, el jefe de estación
revolucionario.
Sentado a la sombras de
los carolinos que bordeaban su calle, don Gabino comenzó a leer las historietas
de Isidoro Cañones y reírse a carcajadas. Dos muchachitos que andaban con sus
bicicletas jugando en la vereda se acercaron al viejo.
- ¿Qué está leyendo don
Gabino?, le preguntaron
- Las historietas de
Isidoro Cañones.
- ¿Y quién es ese
señor?
- Isidoro Cañones
–respondió todavía riendo don Gabino- era
un porteñito que se las sabía
todas, sobre la base de clichés, simplificaciones y lugares comunes pseudo
informativos que lo convertían en un ciudadano del mundo canchero, conocedor de
personalidades arquetípicas. Siempre ganador con las mujeres, era el
característico langa que siempre estaba a la caza de alguna nueva belleza,
aunque su amiga inseparable era Cachorra. Pretendía ser un ser de mundo y de
cultura pero, en realidad, tenía apenas una pátina de saberes superficiales,
cosa que cualquier entendido enseguida notaba y que provocaba que, piola como
se creía, se metiera siempre en líos de los que lo tenía que rescatar su
ahijado, el cacique Paturuzú o su tío, el Coronel Cañones. Era un esquema que
Dante Quinterno, su autor, ideó para personas de escasa cultura y alguna
alfabetización pero que sentían la sensación de sabérselas todas por ser
porteños, y veían en Isidoro una réplica de lo que ellos eran o pretendían ser.
- ¿Y tanta risa le causa Isidoro?
- No, ¡qué va! El que me causa risa es el nuevo Jefe de
Estación.
(Los créditos correspondientes para Ludovicus)
Me dirijo a usted, don Wanderer que sabe de casi todo y no versea:
ResponderEliminar¿Hay alguna vinculación filológica o etimológica entre los vocablos Argentina y Armageddon?
¿Es posible que San Juan no haya escuchado bien cuando le soplaban esa parte?
Por no cargar las tintas sólo en los porteños, uno piensa en Isidoro y en Gardel y en Neustadt y en Maradona y en Perón y en Menem y parece que los argentinos producimos un solo tipo de hombre célebre.
ResponderEliminarCherchez l'éducation.
Muy buenas estas historias de Gabino, sobre todo la primera, aquella sobre el límite y la plenitud.
ResponderEliminarRespecto al porteño, la opinión del porteño lamentablemente no vale nada, pues tiene la consciencia invadida por los medios de comunicación. No está la originalidad de la opinión que surge del sentido común y la contemplación de la realidad, como puede tener un tipo que vive en el campo, por ejemplo. Los porteños tienen una opinión ideologizada por el periodismo liberal.
Saludos
PS: nota aparte, alguien vio este canal? Que opinan?
http://www.youtube.com/user/CanalTLV1?feature=watch
Me parece que son católicos, anduvo Caponetto de invitado.
Estuve viendo este video, http://www.youtube.com/watch?v=Xk1FbG-UfIk
Sobre la economía del País, tristísimo.
Triste y Veraz crónica del Capanga Universal... Dios nos libre.
ResponderEliminarYa vieron lo que quiere hacer con las Conf Episc
http://sagradatradicion.blogspot.com.ar/2013/12/el-preocupante-apartado-32-de-la.html
Tétrico!
¡Ese jefe de estación se parece tanto a nuestro Punterus Máximus!
ResponderEliminarSin que coincida sobre lo accidental, pero coincidiendo con lo sustancial que se le reprocha al porteñismo (en esta nota y en aquella), leí esto:
ResponderEliminarhttp://argentinidad.org/nota/pongamoslo-en-contexto
Paco.
Hay algo que me da esperanzas. No nos va a aniquilar del todo. Nos necesita para zarandearnos. Si nos liquida se queda sin enemigo.
ResponderEliminarN.
El Punterus Maximus se parece tanto al jefe de estación cuanto a Isidoro.
ResponderEliminarAnónimo de 15:09.
ResponderEliminar¿Podría decir porqué incluyó a Gardel entre los personajes que menciona?
¿No encuentra una diferencia entre él y el resto, siendo que fue un artista sin par y un santo varón?
Porque una cosa es que el Jefe de Estación haya tomado ciertas maneras del tango que son impropias de su oficio y de la claridad que necesita la exposición de su magisterio. Pero otra es, en su específico ámbito, negarle a esta música su rol paradigmático en la formación de la cultura argentina (ya no solo porteña) y una hermosura que no necesita de mayores comentarios.
Jorge M.
"su rol paradigmático en la formación de la cultura argentina".
ResponderEliminarEsa parte, por desgracia o no, vaya uno a saber, es cierta.
¡Lo rajó a Burke!
ResponderEliminar"El peronismo es pecado" (Sarda Salvany).
Isidoro Cañones, Demonio, Punterus Maximus, Jefe de estación...
ResponderEliminarHay algo de histeriqueo posmo en no querer nombrar al personaje en cuestión.
Ya todos sabemos quien es: Macri.
Jack the Ripper
Feliz Navidad! Paz y bien
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