El Anticristo - John Henry Newman
En el adviento de 1835, John Henry Newman, vicario de la parroquia universitaria de Oxford, predicó cuatro sermones dedicados a la figura del Anticristo. Sobre los “sermones parroquiales” de Newman —que han sido recientemente publicados en ocho tomos por Encuentro, con estupenda traducción de Víctor García Ruíz—, escribía Bouyer: “Es demasiado poco decir que los sermones de Oxford expresan una tal visión de las cosas. Esta visión es más bien el marco en el cual ellos ubican todas las cosas de las que pueden hablar. Para Newman, el hecho de que la revelación ya comenzada de los poderes del Anticristo, prepara una revelación, insólita, del Reino de Cristo, no es solamente una evidencia entre otras, sino que constituye la evidencia de base”.
En el adviento de 1835, John Henry Newman, vicario de la parroquia universitaria de Oxford, predicó cuatro sermones dedicados a la figura del Anticristo. Sobre los “sermones parroquiales” de Newman —que han sido recientemente publicados en ocho tomos por Encuentro, con estupenda traducción de Víctor García Ruíz—, escribía Bouyer: “Es demasiado poco decir que los sermones de Oxford expresan una tal visión de las cosas. Esta visión es más bien el marco en el cual ellos ubican todas las cosas de las que pueden hablar. Para Newman, el hecho de que la revelación ya comenzada de los poderes del Anticristo, prepara una revelación, insólita, del Reino de Cristo, no es solamente una evidencia entre otras, sino que constituye la evidencia de base”.
Newman desarrolla su reflexión sobre el Anticristo, basada en su profundo conocimiento de la Escritura y de los Santos Padres, en torno a cuatro núcleos temáticos: “El tiempo del Anticristo”, “La religión del Anticristo”, “La ciudad del Anticristo” y “La persecución del Anticristo”.
Esta edición cuenta con la traducción y una extensa introducción del P. Carlos Baliña. Con permiso del traductor, puede bajarse gratuitamente en formato PDF y en formato Epub.
La esfera y la cruz - G. K. Chesterton
El primer libro de Chesterton que leí fue La esfera y la cruz. Recuerdo que lo hice durante un largo viaje en ómnibus cuando no tenía aún veinte años. Me pregunto cómo hice, pues me habíaan prestado la edición de sus Obras Completas de Plaza & Janés, muy elegantes con sus tapas de cuero azul y sus páginas en papel biblia, pero con una letra pequeñísima. Quedé fascinado con Chesterton. A partir de entonces, comencé a devorar todo lo que podía de este autor. Y aún no termino de hacerlo. Su corpus es enorme…
La esfera y la cruz es una novela que comienza con el diablo en una nave voladora sobre la catedral de Saint Paul de Londres; y concluye en un manicomio donde han sido recluidos todos los personajes que han aparecido en sus páginas. La obra entera son los intentos frustrados de enfrentarse en duelo un ateo y un creyente. Unas veces la policía y otras las circunstancias pospondrán el derramamiento.
Precisamente la cúpula de Saint Paul representa los símbolos de la controversia: “Le estoy diciendo, Michael, que puedo argumentar contra las patrañas del cristianismo haciendo uso de lo mejor del racionalismo a través de cualquier símbolo que quiera usted ofrecerme. He aquí un instante tan propicio como una venganza. ¿A través de qué otra cosa podríamos expresar mejor tanto su filosofía como la mía, si no es a propósito de esa esfera y de esa cruz? Esa esfera, ese globo, es razonable; esa cruz, sin embargo , no lo es. Es como un animal que tuviera una pata más larga que las otras. El globo es inevitable. La cruz es arbitraria. La esfera culmina armónicamente cuanto hay debajo, es una unidad en sí misma; la cruz, sin embargo, simboliza malevolencia primaria, enemistad incluso contra sí misma. La cruz es la expresión de un conflicto entre dos líneas horizontales que van en una dirección irreconciliable. Esa forma silente y cruzada que vemos ahí simboliza una colisión esencial, un choque, una batalla de piedra. ¡Bah! ese símbolo sagrado suyo, querido amigo, no sirve más que para dar nombre o describir la desesperación y el entontecimiento”.
Imperdible.
Athanasius acaba de reeditarla. Aquí pueden encontrar un listado de librerías donde conseguirla.
La esperanza en los Padres de la Iglesia
Minucio Felix, en su Octavio, pone en boca del pagano Cecilio lo siguiente: “Si, por tanto, les queda algo de buen sentido, o de pudor, dejad de escrutar los espacios celestiales y los destinos del universo… mirar a vuestros pies es suficiente para gente como vosotros. Siguiendo un sueño de inmortalidad, los cristianos se niegan los placeres de la vida, viviendo en pobreza y castidad, y aún sufriendo toda clase de vejaciones. Son, por tanto, doblemente desgraciados: “No resucitaréis y mientras tanto tampoco vivís”. Se trata de una objeción que bien podría ser copiada literalmente por los paganos actuales. Los Padres de la Iglesia tuvieron que responder a ella y a otras muchas, dando “razones de nuestra esperanza”.
La esperanza es la virtud teologal que menos atención ha recibido pero que más se aprecia en tiempos de tribulaciones como los que estamos viviendo, cuando las preguntas existenciales más profundas afloran incluso en aquellos que por gracia de Dios conservamos la fe. “Ubi spes vestra est, christiani?”, “¿Dónde está, cristianos, vuestra esperanza?”; “¿para qué le sirven los ayunos, la continencia, la castidad, el repudio de los bienes? La muerte reina sobre todos de la misma manera”. “¿Dónde está ese Dios que puede socorrer a aquellos que vuelven a la vida pero no a aquellos que viven?” “¿Dónde está todo aquello que les es prometido para después de esta vida?”.
En este libro se recogen textos de diversos Padres de la Iglesia sobre el sentido y el objeto de la esperanza cristiana. San Agustín, Orígenes, San Cipriano, San Cirilo de Jerusalén, San Juan Crisóstomo y San Efrén son convocados para alentarnos y recordarnos que la mirada debe estar siempre puesta en la Jerusalén Celestial, hacia la que caminamos en medio de este valle de lágrimas.
Se encuentra disponible en Amazon.
Excelente W. Muchas gracias.
ResponderEliminarYo se lo explico, don Guánder. Es que por aquellos años, cuando usted tenía veinte, su ejemplar de las obras de Chesterton de Aguilar tenía un cuerpo de letra mucho mayor. Desde entonces, no ha hecho más que menguar. A mí me pasa lo mismo con todos mis libros.
ResponderEliminarAguilar o Plaza & Janés?
ResponderEliminarMuchas gracias Mr. Wanderer, aprecio su generoso aporte.
ResponderEliminarB.W.Wooster
Don Wander:
ResponderEliminarUn excursus, si me lo permite. Usted que es tan fanático de las crónicas en la Specola de Infovaticana, hoy debe estar rabiando, supongo. Porque Ud. no lo quiere nada al "Magno" (Juan Pablo II), ¿me equivoco?, y hoy (sábado 16 de mayo) la Specola lo ensalza a una con Benedicto XVI.
¿Qué me dice?
Anónimo 9:08: ¿Qué puedo decirle? Que en ese punto no estoy de acuerdo con Specola, pero que este detalle no tiene por qué oscurecer el resto de lo que este cronista vaticano escribe. Si así fuera, yo sería un "fanático" de Specola -como usted afirma-, y no lo soy. Y ese es el mejor modo de llegar al integrismo.
ResponderEliminarAnónimo 0:36: Es Plaza & Janés. Tiene razón. Gracias por advertirlo.
ResponderEliminarEstimado Wanderer, no se olvide de aclarar que las obras geniales que va sacando la editorial amiga LECTIO también se pueden encontrar en la "librería volante" de los pagos mendocinos...
ResponderEliminarSuyo,
Don Hilario, el Librero.
Muy actual los sermones de El Anticristo. Me los leì en un rato, y eso que hace mucho que no leo tanto de corrido... Solo me dedico a leer articulillos (mala mia).
ResponderEliminarRealmente lo recomiendo.
Saludos cordiales.
Belisario
Pd. Don Wanderer, es usted Cordobés?