Decía yo en el último artículo que la misa patronal de San Luis fue un quiebre. Parecería una afirmación exagerada, y es posible que lo sea y que yo esté equivocado, pero planteo aquí algunas reflexiones.
Analizar la realidad, en este caso eclesial, exige ubicar el hecho concreto en un escenario mayor, o en círculos concéntricos que vayan extendiéndose en el tiempo y en el espacio. No sería extraordinario aunque sí doloroso que Mons. Barba hubiera querido una zambra con guitarreadas en la misa patronal. Es lo habitual en todas las diócesis argentinas; y cuanto más vulgares, mal cantadas y nacionales y populares mejor. Lo que es sorprendente es la participación activa de un travesti en la liturgia.
Para ser obispo —todos los sabemos— es necesario pasar varios años haciendo las debidas genuflexiones y eso supone cierto grado no de prudencia sino de astucia, no vaya a ser que uno se equivoque con el sujeto ante el cual se postra y le salga todo al revés. Mons. Barba conoce de astucias y de añagazas y sabe perfectamente el alcance de sus actos y de sus gestos. Tal como dijeron los fieles puntanos, quienes asistieron a la misa patronal lo hicieron por invitación. El travesti no fue porque estaba aburrido o porque vio la puerta abierta del templo. Fue invitado especialmente por el obispo. Pero, ¿éste lo hizo por iniciativa propia? No lo creo. La astucia básica episcopal se lo impediría; se trata de un gesto que lo malquistará con una buena mayoría de su clero y de sus fieles y ningún gobernante querría comenzar así su mandato, y mucho menos en una diócesis económicamente fundida que necesita imperiosamente donaciones para sobreponerse y subsistir.
Mi hipótesis es que la presencia del travesti en la liturgia fue una orden o, al menos, una sugerencia del Papa Francisco. Puede decirse, y con razón, que el Romano Pontífice nunca se ocuparía en ese tipo de minucias, y así debiera ser en tiempos ordinarios. Pero lo cierto es que Bergoglio envió una carta autógrafa a Mons. Barba saludándolo por la fiesta patronal puntana. Y que el hecho se dio una semana más tarde que alabara públicamente a la monja carmelita descalza que construyó un complejo habitacional para travestis que se dedican (en presente) a la prostitución. Y poco después que enviara ayudas y bendiciones a los travestis romanos que se dedican al mismo oficio. El Santo Padre no hace nada al azar. Son gestos, en mi opinión, que apuntan directamente en una dirección: minar la doctrina católica en uno de sus puntos más visibles e irritantes para el mundo contemporáneo.
Ampliemos el círculo y vayamos a lo ocurrido hace poco más de un mes en la diócesis de San Rafael. Cada vez estoy más convencido, contrariamente a mi opinión inicial, que la alcaldeada de Mons. Taussig y el cierre del seminario diocesano fue también una orden directa de Roma, y que el conflicto de la comunión en la mano dio la excusa perfecta —a Roma o a él, no lo sé— para ejecutarlo. Son muchos los indicios. Señalo sólo dos: Mons. Taussig, aún con sus cíclicas rabietas, siempre había defendido a su seminario, y durante los largos años de su pontificado lo mantuvo y lo conservó en la misma línea en la que fue fundado. Más aún, en muchos aspectos lo mejoró, por ejemplo, dotándolo de buenos formadores. Sería muy extraño que por un incidente coyuntural deshiciera más de treinta años de historia. Otro: el anuncio del cierre del seminario fue el 27 de julio; la carta del cardenal Stella ordenándolo, es del 7 de ese mismo mes. Es decir, la decisión romana se tomó en junio, o mucho antes, y apenas apareció la oportunidad o la excusa, se la dio a conocer. Mons. Taussig ya había desplazado al rector y vicerector del seminario para aplacar la sublevación seminaristil. ¿Por qué entonces iba a tomar la decisión del cierre del seminario si la situación ya estaba solucionada con el nombramiento de un nuevo rector? No me extrañaría que en los días que mediaron entre la resolución romana y su publicación en San Rafael, el obispo haya tratado de encontrar una solución que no implicara la desaparición de su seminario. Y no la encontró, pues orden era directa del inamovible Papa Francisco.
Se trata de dos hechos recientes ocurridos en una porción pequeña, aunque relevante de la iglesia pues es la patria del pontífice reinante. Pero extendamos el círculo. Se sabe que las últimas directivas bajadas por Mons. José Patrón Wong, secretario para los seminarios de la Congregación del Clero y, sin duda, imperadas por el Papa Francisco, indican que se produciría un cambio radical en la ratio de estudios de los seminarios, por la cual se desplazarían los estudios filosóficos —ya casi inexistentes— y teológicos, en favor de la formación pastoral. Es decir, lo que el Vaticano espera es que los sacerdote sean, sobre todos, “agentes de pastoral”. Y esta decisión no debería sorprendernos. Como ya dijimos en otra ocasión, Francisco es discípulo del finado Juan Carlos Scannone, s.j., ideólogo de la teología del pueblo, una versión atenuada de la teología de la liberación, según la cual Dios irrumpe en el tiempo a través del pueblo que es fuente de revelación. Los cambios del pueblo son nuevas modalidades de la revelación de Dios. La revelación en la Escritura y la Tradición, que necesitan de la teología para ser comprendidas correctamente, fueron parte de un estadio pasado de la historia de la iglesia. En el momento actual, Dios se revela fundamentalmente en el pueblo. En consecuencia, se necesita de sacerdotes capaces de escuchar a ese pueblo, que es escuchar a Dios, así como en otro momento se necesitaba sacerdotes versados en la teología y la filosofía. Se trata de una línea absolutamente coherente con el pensar del Santo Padre como ya expusimos, por ejemplo, aquí.
Y pasemos a un cuarto y último círculo. En una de las entradas de la semana pasada, Specola reseña un excelente artículo publicado por Marco Tosatti. Copio aquí algunos párrafos:
Es aceptado comúnmente que al Papa Francisco no se le debe prestar demasiada atención a lo que dice extemporáneamente, ya que rara vez es un pensamiento articulado, sino solo a su enseñanza. El magisterio de este pontífice está compuesto por tres documentos fundamentales: Evangelii Gaudium, donde dice que el peor de los males es la mala distribución de los recursos, la Amoris Laetitia, donde dice que hay tentaciones de la carne que ya no se pueden resistir y, la obra maestra, Laudato Sì, donde básicamente dice que la redención del hombre consiste en proteger la tierra de sí mismo definido como depredador codicioso.
El tema de la ‘migración’ es el caballo de batalla de la sociedad abierta de Popper de la que Soros es el profeta, y también es el instrumento con el que el Nuevo Orden Mundial de Kissinger, encarnado en la ONU, que pretende y así lo ha declarado durante décadas, realizar los necesarios proceso de sincretismo religioso, necesario para hacer desaparecer las religiones dogmáticas y por tanto peligrosas para la paz universal. La religión universal se centra en el ambientalismo y por tanto cuando el Papa Francisco, consciente o inconscientemente, apunta a este objetivo: adaptar la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana a las necesidades del mundo gnóstico”.
Y hace pocos días, en el mismo blog de Tosatti, se publicaba lo siguiente, que aquí traduzco:
En estas exhortaciones el Papa habla de las graves consecuencias de un crecimiento económico injusto. No habla de la crisis moral del hombre en este siglo que ha producido las crisis económicas y sociales. Pone la verdad al revés, a 180 grados.
Sólo habla de efectos, no de causas, referidos exclusivamente a hechos económicos y ambientales.
No habla del crimen del aborto, de las criaturas asesinadas dentro de la madre, habla de niños hambrientos y sin educación.
No parece hablar un Papa de la Santa Iglesia Romana, parece hablar de un funcionario de la UNESCO. Por lo tanto, informaré de mis críticas y comentarios a dicho “funcionario de la UNESCO” (disfrazado de Papa) que hizo estas declaraciones.
Este “funcionario” de la UNESCO sabe cómo hablar, de manera equivocada, sólo de economía.
Hasta ayer la Iglesia Católica tenía prohibido ocuparse de la economía; tenía que pensar sólo en las conciencias, tanto que todas las encíclicas sociales eran atacadas duramente por el mundo secular.
Hoy en día la Iglesia actual “sólo” se ocupa de la economía y ya no debe ocuparse de las conciencias (si no sigue el modelo protestante). De hecho, sólo se ocupa de la pobreza, las desigualdades, el clima, la migración, etc.
Esto con la intención de transformar el catolicismo en una especie de organismo ético y socialmente útil, una organización sin ánimo de lucro (como desea y prevé la UNESCO).
Los nuestros son tiempos históricos. Estamos adentrándonos en un cambio radical de la iglesia. No se trata de una reforma; se trata de una transformación. Se trata, en el fondo, de una apostasía, que cada día, con más claridad y velocidad, se hace patente e innegable.
Lo que a nosotros, simples fieles, nos queda no es simplemente endechar. Se impone, más pronto que tarde, tomar una decisión.