por Rubén Peretó Rivas
Conclusión II
3. Los cambios fueron misteriosa e incomprensiblemente abruptos
El nuevo espíritu que adoptó el Centro de Pastoral Litúrgica y que contagió a todo el Movimiento, no hizo más que profundizarse con el paso de los meses y de los días. El dominico Henri Desroches, que luego dejaría la orden, pronunció una conferencia en el Centre de corte marxista que anunciaba lo que Bernanos llamaba “la confusión del apostolado con la apostasía”. El mismo P. Mortimort se plegó a este movimiento de progresismo extremo que, desde el inicio del Concilio Vaticano II, tomó un rumbo definidamente “revolucionario”. Bouyer, afirma que los “equívocos se desarrollaron de una manera absolutamente galopante. Ya no se trataba de investigar para reencontrar el camino auténtico de la liturgia transmitido por la tradición sino su sustitución por una pseudoliturgia sin raíces y que confundía la adaptación con un simple mimetismo absolutamente mortal” (Louis Bouyer, Le métier de theólogien. Entretiens avec Georges Daix, Ad Solem, Genève, 2005, p. 66.).
Estos cambios se dieron no solo en instituciones sino también en las personas, sobre todo en aquellas que tenía responsabilidades en la reforma. Cuenta Bouyer que, en los comienzos del Concilio se encontró en un avión hacia Roma con el obispo francés encargado de todo lo que tenía que ver con la liturgia en su país, y allí le expresó su opinión que era necesario obtener del Vaticano la autorización para que las lecturas de la misa pudieran leerse en francés. El prelado le respondió secamente: “No me hable de eso. Se trata un tema que está totalmente fuera de discusión”. Poco tiempo después, ese mismo obispo fue uno de los que más presionó para la desaparición total del latín en la misa (Bouyer, Le metier..., p. 82.).
Recordemos aquí un caso que toca de cerca a los hispanoamericanos: el del obispo chileno Manuel Larrain Errázuriz. No me detendré en relatar su vida pero sí quiero recordar un pequeño librito que escribió en 1932: Piedad y liturgia. Es un texto que hoy llamaríamos de divulgación, sencillo pero muy didáctico y totalmente recomendable. Es llamativo que allí se presenta como algo novedoso que la liturgia sea un acto de piedad comunitaria y un depósito de riquezas espirituales. Para los católicos de esa época, y tal como hemos visto, la liturgia no era más que una obligación que había que cumplir. Así era presentada y así era vivida. Mons. Larrain, que había estudiado en Roma, venía con una nueva mirada y con el entusiasmo que había recibido allí de un sano movimiento litúrgico en pleno auge y proponía a fieles una nueva mirada de piedad litúrgica que no podríamos dejar de compartir.
Y aquí está justamente lo incomprensible. ¿Cómo fue posible que un obispo que tenía las ideas tan claras, una ejemplar vida de piedad y una esmerada formación teológica, haya terminado en una radicalización tan acentuada? Sabemos que estuvo embanderado en los sectores más progresistas del Concilio Vaticano II, que al término de éste firmó junto a otros cuarenta obispos el famoso Pacto de las catacumbas, en el cual se comprometía a luchar de diversos modos a fin de lograr el “advenimiento de otro orden social, nuevo, digno de los hijos del hombre y de los hijos de Dios” y fue impulsor y protagonista de la reforma agraria en Chile durante el primer lustro de los ’60. Francamente, continúa siendo un misterio para mi este cambio tan brusco y abrupto no solamente de Mons. Larrain Errázuriz, sino de tantos otros obispos y sacerdotes católicos.
4. Buena parte de las reformas fueron apresuradas, improvisadas y se lograron a través de la manipulación y del engaño de algunos protagonistas
Veamos el caso de cómo se redactaron las plegarias eucarísticas, la parte central de la Santa Misa. Ya vimos las razones por las que el Papa Pablo VI exigió ese cambio radical. Relata el P. Louis Bouyer en sus memorias que nunca pudo comprender “por qué aberración estas excelentes personas, buenos historiadores y espíritus generalmente razonables, habían podido sugerir que un collage de textos y otras plegarias que se decían ‘inspiradas’ en Hipólito de Roma pero que terminaban siendo un pastiche descabellado” pudieran convertirse en las nuevas anáforas en igualdad de condiciones al canon romano. Bugnini, por su parte, dice refiriéndose a la plegaria eucarística II: "Nos pareció necesaria una anáfora muy breve y de líneas simplicísimas y claras" (La riforma liturgica. 1948-1975, CLV, Roma, 1997; p. 447). Es decir, a un grupo de especialistas, sentados detrás de un escritorio, les pareció necesario acabar, de hecho, con el Canon Romano, que se remonta al siglo IV. ¿Por qué motivo? Por una cuestión de brevedad y minimalismo. Resulta francamente increíble la liviandad con la que se hicieron las cosas y se manipuló el culto divino.
Bouyer relata su versión de las circunstancias de la redacción de la que hoy conocemos como Plegaria eucarística II, quizás la más utilizada por el clero: estando él y dom Botte almorzando en una trattoria del Trastevere, recordaron que ese mismo día por la tarde debían presentar a la subcomisión del Consilium un proyecto de plegaria eucarística. Siendo dom Botte el editor del texto de la Tradición apostólica de Hipólito, trabajaron allí mismo, sobre la mesa trastiverina, en la rápida redacción de un breve texto que un rato más tarde depositaron en el Vaticano. Nunca más supieron qué había ocurrido con su proyecto escrito a las apuradas, hasta que Bouyer, horrorizado, lo encontró tal cual ellos lo habían redactado en el nuevo misal promulgado por Pablo VI (Bouyer, Mémoires, p. 198.).
En cuanto a la la Plegaria eucarística IV, la idea original había sido incluir un texto oriental, para lo cual se pensó en la anáfora alejandrina de San Basilio que era, y es, utilizada por los católicos coptos. Sin embargo, el P. Vagaggini objetó que la epíclesis o invocación al Espíritu Santo podía generar problemas de conciencia a los católicos latinos con respecto al momento en el cual se producía la transubstanciación. La comisión se negó a modificar un texto antiguo, que se remontaba a la época patrística y que era aceptado sin problemas por la Iglesia, y decidió mantenerlo. Vagaggini indicó que se opondría y ofrecía como opción que se adoptara una plegaria eucarística que él mismo había compuesto “inspirándose” en textos antiguos. Cuando llegó el momento de la decisión en la reunión plenaria del Consilium, se dio una fuerte discusión entre Bouyer, que defendía el texto de San Basilio, y Vagaggini que defendía el suyo. El resultado fue quince votos a favor y catorce en contra: había ganado la propuesta de mantener la anáfora alejandrina de San Basilio. Sin embargo, el presidente del Consilium, que en ese momento era el cardenal Confalonieri, consideró que el estrecho margen de votos era insuficiente y que, por tanto, debía consultarse al papa. El resultado ya lo conocemos: lo que contiene actualmente el misal romano como Plegaria eucarística IV es el texto elaborado por dom Cipriano Vagaggini.
Con respecto a otras reformas de la misa, comenta Bouyer que se pretendió que el acto penitencial tuviera la sencillez de la liturgia primitiva y, para ello, se siguió la propuesta de Jungmann que aún siendo un eminente historiador, nunca en su vida había celebrado una misa solemne. Además, considera que la peor de las reformas fue la del ofertorio, que se transformó en un rito “de estilo Acción Católica sentimental-obrerista”, y que fue obra del P. Jacques Cellier, quien “manipuló con argumentos a su favor al despreciable Bugnini, a fin de lograr la aprobación de su producto a pesar de una oposición casi unánime” (Bouyer, Mémoires, p. 199). Algo análogo ocurrió con la reforma del calendario, “obra de tres maniáticos” que suprimieron sin ningún motivo serio la Septuagésima y la Octava de Pentecostés y cambiaron las tres cuartas partes de las fiestas de los santos porque se les ocurrió (Bouyer, Mémoires, p. 200).
Todos estos ejemplos, relatados por sus protagonistas, confirman el apresuramiento y la improvisación con que se hizo la reforma litúrgica. Y también —es necesario señalarlo—, la irresponsabilidad con la que estos personajes actuaron, manipulando de ese modo lo que había recibido de la tradición.
Pero no solamente eso fue grave. Lo fue también el modo en el cual se manipuló y se mintió a fin de conseguir los objetivos que se habían propuesto. Bouyer relata otro caso que afirma que era el modo más o menos habitual de proceder de Mons. Annibale Bugnini, quien encontró una oposición casi unánime dentro del Consilium cuando propuso eliminar o expurgar los salmos “políticamente incorrectos” del Oficio. Su respuesta frente al rechazo fue: “Pero es lo que el Papa quiere...”. Frente a esto, y en una cultura eclesial en la que el Sumo Pontífice debía necesariamente tener razón en todo, nadie quiso discutir. Este era el proceder habitual de Bugnini. Ocurrió un día en que había recurrido a este argumento, que el P. Bouyer acudió a almorzar con su amigo Mons. Del Gallo que era en ese momento camarero participante y, como tal, tenía sus habitaciones justo debajo de los apartamentos pontificios. Cuando salía, se cruzó en el ascensor con Mons. Bugnini que subía a entrevistarse con el Papa: el obispo no solamente empalideció repentinamente sino que se dibujó una expresión de terror en su rostro. Bouyer, con su agudeza característica, supone que, sabiendo Bugnini que él era amigo personal de Pablo VI, pensó que había estado con el pontífice comentando los supuestos deseos papales sobre la reforma litúrgica, con lo cual su estrategia quedaba desbaratada. Algunas semanas más tarde, Bouyer acudió a entrevistarse esta vez sí con el Papa y, en su conversación, surgió el tema de un punto concreto de la reforma litúrgica, frente a los que Montini expresó: “¿Cómo es que ustedes se han embarcado en esta reforma tan poco satisfactoria?”, a lo que el oratoriano respondió: “Simplemente, porque Bugnini nos ha dicho que esa es vuestra voluntad...”. La reacción de Pablo VI fue inmediata: “¿Pero cómo es posible? Él me ha dicho que ustedes eran unánimes en la reforma (Bouyer, Memoirs, p. 201).
Estos son los vergonzosos orígenes de la liturgia que celebra la Iglesia católica en la actualidad.
Nota: Habitualmente se dice que Pablo VI destituyó a Mons. Bugnini de su puesto en la Curia y lo envió como pronuncio a Irán porque descubrió que era masón. Esta versión surge del libro de Tito Casini Nel Fumo di Satana. Verso l'ultimo scontro, y para probarlo recurre al siempre oportuno maletín encontrado con documentos incriminadores (pareciera que todos los masones son distraídos y propensos a perder documentación). En realidad, no hay evidencia documental de que esto fuese efectivamente así. Otro posibilidad, en mi opinión más probable, es que el papa Montini haya finalmente descubierto las manipulaciones de las que fue objeto por parte del lazarista Bugnini.
Bugnini ha la faccia di un capomafia. ¿Non e vero?
ResponderEliminarTotalmente, como innumerables mitrados...
EliminarEl relato final sobre la conversación de Bouyer con el Papa es sencillamente aterrador. Si Bugnini engañó a los obispos diciéndoles que era el propio Papa quien quería esos cambios revolucionarios y a su vez engañó al Papa diciéndole que los obispos eran unánimes en pedir esos cambios que en realidad rechazaban, ni Don Corleone lo hubiera hecho mejor.
ResponderEliminar¡Pobrecito el ingenuo de Pablo VI, engañado vilmente por Bugnini! No sabemos por qué este papa lo habrá mandado de nuncio a Irak, pero en todo caso, eso no modificó en nada el hecho de que con el aval de los pontífices desde Pío XII en adelante, Bugnini haya tenido un papel crucial en la malhadada reforma litúrgica, y que ésta hoy sea la que se celebra en la Iglesia latina, con excepción de los leprosos que celebran o participan en la liturgia anterior a la reforma, llamados, según los votos del pontífice actual, a abandonarla y pasarse a esta catástrofe...
ResponderEliminarComo en cualquier catástrofe, el accidente no suele obedecer a una sola causa, y la verdad que en el desastre litúrgico convergieron por decenas. Entre las más importantes, que la liturgia, realmente, no le importaba un belín a nadie o a muy pocos. Por lo menos, casi nadie, salvo Lefebvre, la consideró algo esencial. Nada más fijémonos la guerra que se encendió entre las carmelitas cuando les tocaron la Regla, algo infinitamente menos importante, y comparémoslo con las reacciones ante la nueva misa.
ResponderEliminarFue destinado a Irán en vez de a Irak, siendo recibido por el propio Jomeini:
ResponderEliminarhttps://elpais.com/diario/1979/11/11/internacional/311122804_850215.html
Nota de opinión en el nytimes sobre la misa que dice que el Papa está despedazando a la Iglesia.
ResponderEliminarhttps://www.nytimes.com/2021/08/12/opinion/pope-francis-latin-mass.html
Don Wander, cambiando por un momento el eje del tema, ayer a las 16:25 un comentario anónimo en el post anterior avisó que Francisco abandonó abruptamente su audiencia para atender una misteriosa llamada telefónica que, según después se dijo, sería de Edgar Peña Parra.
ResponderEliminarHoy Specola confirma en su blog que esa llamada efectivamente existió, y si bien no se sabe cuál habría sido el motivo, con muy buen criterio deduce que Edgar jamás se animaría a interrumpir al Papa, de modo que si lo llamó, fue porque Bergoglio le dio precisas instrucciones para que así lo haga -no importa el asunto que esté atendiendo en ese momento- en caso de tener alguna noticia realmente importante.
Así que si Bergoglio decidió abandonar intempestivamente la audiencia cuando le avisaron que llamaba Edgar seguramente fue por algo que ansiaba saber.
Esta semana se inició en el Vaticano el juicio al Cardenal Becciu, y dado que Monseñor Perlasca -su mano derecha- hizo una extensa declaración ante la Fiscalía, el juez dispuso que los defensores de Becciu puedan tener acceso a esa declaración tal como lo habían solicitado.
Como se sospecha que la misma debe involucrar a Peña Parra, Parolín y hasta el propio Bergoglio, el Vaticano negó rotundamente que los defensores de Becciu puedan tener acceso a ella y ha pedido al juez de la causa que revea su decisión.
¿Será que Edgar se enteró de que el juez se negó a ese pedido e insiste en que los abogados de Becciu tienen derecho a ver esa declaración y por eso llamó a Bergoglio para avisarle la mala noticia?
Con lo que aprendí de Bergoglio, esa llamada es el perro de Alcibiades.
EliminarJusto Peter Kwasniewski escribió hace muy poco sobre Bugnini y si importa o no que fuese masón.
ResponderEliminarhttps://onepeterfive.com/does-it-really-matter-if-bugnini-was-a-you-know-what/
Si Pablo VI se dio cuenta del engaño, porque no fue para atrás con la reforma?
ResponderEliminarSi la transcripción que se hizo en https://www.aldomariavalli.it/2021/08/12/paolo-vi-e-la-nuova-messa-cosi-parlava-il-papa-in-quello-storico-1969-seconda-parte/, de lo dicho en la Audiencia general del miércoles 26 de noviembre de 1969 es correcta en su integridad, no parece que el Papa Montini desconociera lo que estaba haciendo. No hago valoraciones.
ResponderEliminarDe estar al texto allí publicado, parece que Paulo VI consideraba que “el diseño fundamental de la Misa sigue siendo el tradicional, no solo en su significado teológico, sino también en su significado espiritual”.
De acuerdo al mismo texto: de los requisitos que el Papa consideraba indispensables, me cuesta entender qué interpretaría (él mismo) como “un silencioso pero exigente gimnasio de sociología cristiana”.
El Cardenal Ottaviani hizo un informe (lo puede encontrar gratis en Internet) señalando las diferencias litúrgicas y teológicas entre la Misa de siempre y la nueva Misa de Pablo VI.
EliminarEse informe pericial se lo dio a Pablo VI, que lo leyó y no hizo nada.
Osea, que no se puede decir de ninguna manera que... "Paulo VI consideraba que el diseño fundamental de la Misa sigue siendo el tradicional, no solo en su significado teológico, sino también en su significado espiritual”.
Pablo VI sabia muy bien lo que estaba haciendo, porque estaba desobedeciendo expresamente al mandato del Concilio en este punto, porque se lo advirtieron y no quiso hacer nada y porque él mismo insiste en imponer su nueva misa por su sola autoridad (él mismo lo dice así )
A Anónimo 13 de agosto de 2021, 13:56
EliminarEstimado:
No lo digo yo, lo decía el mismo Paulo VI, conforme el texto al que me referí; y, por eso entrecomillé que “el diseño fundamental de la Misa sigue siendo el tradicional, no solo en su significado teológico, sino también en su significado espiritual”. Quiero decir: no agregué opinión personal alguna sobre la Nueva Misa o Novus Ordo.
Por otra parte, en párrafo anterior señalé –expresamente-: “No hago valoraciones”, lo que puede tomarse sobre lo obrado por el Papa -de entonces-, como sobre la misa que venía a implementar.
Comparto con Ud. que el Paulo VI sabía lo que hacía. Después, si quiere, podemos analizar si eso fue bueno o malo, oportuno o inoportuno, decisión unilateral o multilateral, y toda otra serie de cuestiones. Pero, los frutos están a la vista.
Con relación al informe del Cardenal Ottaviani, le agradezco el dato. Lo buscaré, aunque –creo- haberlo leído; no estará de más que lo recuerde.
En lo personal, no creo que la reforma litúrgica se pueda atribuir (exclusivamente) a una persona, por más influyente o importante que se quiera (sea Annibale Bugnini, sea el Papa, sea quien sea), lo que no significa negarles influencias decisivas. Me remito a lo escrito por Dietrich von Hildebrand, en su obra “El Caballo de Troya en la Ciudad de Dios” (primera edición de 1967) y sus citas, algo que Paulo VI no desconocía.
Le agradezco el interés y la oportunidad que me brinda.
Si escribe en su computadora Ottaviani pdf, le saldrá ese informe en varios idiomas.
EliminarUno es el publicado por Stat Veritas y traducido por el Padre Jesús Mestre Roc.
Se llama "Breve examen critico del nuevo Ordo Missae"
No creo que haya otro y es el que yo he leído.
El P. Jungmann jamás celebró una Misa solemne porque era jesuita.
ResponderEliminarQuerido Anónimo12 de agosto de 2021, 18:10
ResponderEliminarMichael Davies, erudito ingles converso del anglicanismo y gran defensor de la Misa tradicional, fallecido en el 2004 había escrito un libro nunca traducido al español, al menos en formato físico, titulado "La Nueva Misa del Papa Pablo" donde explicaba en uno de sus capítulos finales, que en aunque el estado de animo de Pablo VI era de melancolía en sus últimos años y un gran sentimiento de culpa por el desastres posconciliares, sin embargo en la reforma litúrgica estaba su prestigio y su autoridad, su memoria como pontifice.
Hoy sabemos gracias al diario del ceremoniero Virgilio Noe, publicado por monseñor Leonardo Sapienza, que a Pablo VI no le gustaba la Misa nueva ni los demás cambios litúrgicos que se hicieron, pero en ellos estaba su imagen, su prestigio. De haber pensado mas en Dios y no tanto en que diría el diario de mañana, hubiera dado vuelta atrás.
Mons. Bugnini tiene un libro de Memorias, donde asegura, que contó con la aprobación de Pablo VI en su reforma litúrgica, e incluye algún documento al respecto.
ResponderEliminarCon esto quiero decir, que si bien Pablo VI, pudo haber sido engañado por Bugnini u otros prelados, al final P VI, aprobó todos los cambios que le presentaron.
Por tanto es totalmente responsable del resultado, ya que si algo le disgustaba, como le hizo saber al P. Bouyer, es incomprensible, como lo permitió igualmente.
Tiene toda la razón, pues al final Pablo VI tuvo que leer una por una las plegarias eucaristicas que le eran presentadas a su aprobación, y todas estas historias de que la culpa es de Bugnini implican exclusivamente el querer sacar toda la responsabilidad, imputabilidad y culpabilidad que posiblemente tuvo Pablo VI en este desastre de la misa de 1969, algo así como si en el caso de Traditionis custodes se culpara al redactor jurista de dicho documento y no al Papa Francisco que la ha firmado, y como esto muchísimos otros documentos, con lo cual nos encontraríamos con un absurdo: la Iglesia Católica no está llevada por los Papas sino por oscuros juristas y teólogos y liturgistas escondidos en fúnebres y lóbregas habitaciones, los cuales presentan sus documentos ante la firma del Papa, quién no lee absolutamente nada y sólo se fía ciegamente de lo que su entorno le dice que está bien... Vamos que estamos ante un Papa estampafirmas...
EliminarInsisto, ¿Nadie preguntó por el curita lefe que se sumó a la corte de Pancho I? Creo que tiene algo para decir. No se, mepa.
EliminarSaludos cordiales,
Anónimo, viejo y peludo
Todas estas barbaridades sucedieron porque no se splico la "hermeneutica de continuidad".
ResponderEliminarPero es imposible la misma si se continua la hetero-praxis de nombrar obispos que no creen en ella, y formando sacerdotes en Rahner.
¿Y por qué cree que no se aplicó ni se aplicará jamás?
Eliminar¿Será porque tal idea es un absurdo?
Hermeneutica de continuidad es interpretar el 20* concilio ecumenico de acuerdo a los 19 anteriores,.y el papa 265 de acuerdo a los 264 anteriores, no aceptando contradicciones.
EliminarNO ES NINGUN ABSURDO
Siga esperando la Misa Papal Solemne de Pancho I. ¿Recuerda "maldito el hombre que confía en el hombre"? La Iglesia en cuanto institución humana, no es un fin, sino un medio. Este mundo va a pasar y usted todavía hurgando oscuras hermeneuticas y vueltas intelectuales para vestir al rey nudista con su mente. Una pena.
EliminarFocio
Si Mons Bugnini se pervitio durante su vida o no, son en todo caso cosas del pecado original.
ResponderEliminarHay demasiada idea de predestinacion calvinista en la cultura actual, que empapa aun nuestros ambientes tradicionales.
Nadie se salva o se condena hasta el ultimo segundo de su vida.
Padre Michel Gitton, amico di padre Bouyer, spiega che “in seguito, Louis Bouyer ci ha confidato che non poteva assolutamente pregare su un testo che aveva scritto lui stesso al tavolino di un bar di Trastevere!
ResponderEliminarI 50 anni della nuova messa: le nuove preghiere eucaristiche
https://fsspx.news/it/news-events/news/i-50-anni-della-nuova-messa-le-nuove-preghiere-eucaristiche-1-59950
Me gustaría saber el origen de las plegarias eucaristicas III y V.
ResponderEliminarAbiatar:
ResponderEliminarLa plegaria V (en sus 4 variantes) la compuso la Conferencia Episcopal Suiza para el sínodo suizo 1974.
La plegaria III: El Padre Vagaggini, un monje benedictino y profesor en el Pontificio Ateneo de San Anselmo en Roma, pasó el verano de 1966 en la biblioteca de Mont-César, en Bélgica, haciendo un estudio exhaustivo sobre el Canon romano, y componiendo dos nuevas oraciones eucarísticas —que son la base para las actuales Plegarias III y IV—.
Hay estudios más detallados, pero en resumen eso responde a su pregunta.
Porque Montini cuando se entero de la manipulación no dio marcha atrás la reforma??
ResponderEliminar...pobrecitos que ingenuos e inocentones han sido los últimos papas siempre son engañados y quedan con las manos atadas sin poder hacer nada