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sábado, 31 de diciembre de 2022
Requiescat in pace
jueves, 29 de diciembre de 2022
Virgilio: Profeta de Cristo
Teste David cum Sybilla
(Secuencia Dies Irae)
En nuestra triste época, mientras marchamos a través de las penumbras, oscuras, bajo la solitaria noche de nuestros días quizás sea bueno y puede que nos ayude en nuestro caminar el recordar que Dios no deja a la humanidad de su lado aunque lo parezca y lo merezca. Vayamos, por un momento, al pasado, a los tiempos de nuestros antepasados cuando el mundo estaba sometido por las tinieblas del paganismo y la idolatría producidas por el Diablo, cuando la vesánica voluntad de las deidades, disfraces de los demonios, empavorecía a nuestros abuelos con señales, prodigios, maravillas, eventos, portentos y fenómenos. Vida dura y muerte casi desesperada donde la mayor esperanza era un pasear mortecino por los campos asfodelos cuando no como sombras de un nombre en el recuerdo de los mortales.
Sin embargo, como Abraham, esperando contra toda esperanza (Rm. IV, 18) a pesar de estar sin esperanza en la promesa y sin Dios en este mundo (Ef. II, 12) muchos paganos y sus pueblos vivieron en la búsqueda de la Verdad, del Bien y de la Justicia dando lugar hasta verdaderos mártires como Sócrates, Papiniano y otros. ¿Cómo Dios los iba a dejar en la oscuridad total, un Dios que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Timoteo II, 3) y que puso su Ley en el corazón de todo hombre (Rm, II, 14)? ¿No prepararía el Todopoderoso a esos pueblos como preparó a Israel para que, cuando llegara la plenitud del tiempo, durante la cual envió Dios a su Hijo (Gal. IV, 4), a esos pueblos, que caminaban en tinieblas, pudieran ver una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte les pudiera brillar una luz (Mt. IV, 12)?
Dios y su providencia preparó a esos pueblos de diversos modos y profetizó la llegada del Salvador. Así lo testimonia San Juan al hablar del Verbo como la verdadera luz, la que alumbra a todo hombre (Jn I, 9), lo proclama San Pablo ante los atenienses en el Areópago: “hallé también un altar en el que está escrito: ‘A un dios desconocido’. Eso que vosotros adoráis sin conocerlo, es lo que yo os anuncio” (Hch. XVII, 23) y lo confirma los semina Verbi de San Justino, que selló con su vida y martirio su fe u su búsqueda de la verdad en Cristo.
Por eso, de repente, como un manantial, surgen revelaciones sorprendentes en medio de la noche de la idolatría. Así nos encontramos con Platón, que en su obra sobre el Estado intenta imaginarse cuál hubiera sido el destino del justo perfecto en este mundo, llegando a la conclusión de que habría sido crucificado tras grandes tormentos (La República, II 361e-362a) y otros testimonios como los de Hesíodo, Sófocles, Ovidio o Cicerón pero a todos los supera Virgilio, el archipoeta, como bien sabía Dante.
Virgilio el vate
El Viernes Santo del año 325 el emperador y sumo pontífice de Roma, Constantino, dio un sermón en el que afirmaba que el poeta Virgilio profetizó la venida de Cristo en su IV Égloga. “Esto, no lo dijo por sí mismo, sino que, siendo Sumo Sacerdote en aquel año” (Jn, XI, 51) interpretó el gran poema como la mayor profecía de Roma sobre el Salvador y lo sancionó con su autoridad religiosa delante de la Corte, de su pueblo y de su imperio. Y desde entonces cada vez que se menciona este bellísimo canto del mantuano, se quiera o no, salta a la vista los inverosímiles paralelismos con las profecías del Antiguo Testamento, la clarividente coincidencia con el mensaje cristiano y la grandeza de una esperanza que en el paganismo era imposible de colmar y ni siquiera de imaginar.
Virgilio era el vate romano por antonomasia. Para nuestros antepasados del Lacio, y para la mayoría de los pueblos, era la misma inspiración lo que hacía cantar a los poetas y a los profetas sus versos. La palabra sagrada no solo determinaba el Fatum (“lo dicho”, de fari: hablar), el Hado, sino que era más poderosa cuando cantaba y encantaba y hacía ver lo dicho (verbum) que revelaba la verdad (verum) de las cosas. Por eso los oráculos y las himnos sacros estaban en verso así como los poemas: eran un reflejo de la armonía del cosmos, reverberación de la música de las esferas y eco de la palabra divina original.
Con Virgilio, Roma encontró a su Homero, al cantor de su vida y de su misión, al desvelamiento de su papel en la historia. Hombre de costumbres sencillas, apegado a la tierra y al campo y de tan gran bondad y pureza que en su amado Nápoles se le dio el mote de “Parthenias”, el virginal, según el testimonio de Suetonio (Vita Vergilii, XI) Hasta el pueblo lo vio y le cambió el nombre de Vergilius a Virgilius, relacionándolo con virga (vara de campo y varita) y virgo (virgen); le atribuyó poderes de mago en sus leyendas y sus obras se convirtieron en un método adivinatorio secular, las sortes virgilianae. Virgilio era el más grande vate que haya nacido y bien lo sabían los antiguos. Vidente del pasado y del porvenir, así le vieron los paganos y los cristianos. Somos nosotros, los modernos, quienes nos hemos vueltos ciegos a lo evidente, invidentes de las huellas de Dios por la historia, de su providencia. Es hora de volver a escuchar al pasado y abrir los ojos a sus mensajes de verdad, belleza y bien puesto que nuestro Dios es “el Dios de Abrahán, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob. Dios no es Dios de muertos, sino de vivientes” (Mt. XXII, 32).
El vaticinio (el canto del vate): Para muestra un botón.
Dejo el comentario interno de la IV Égloga para los lectores, quienes pueden leerla y maravillarse por sí mismos tanto en latín, para quien lo sepa, como en las traducciones romances, sobre todo las de fray Luis, otro gran poeta. ¿Qué mayor prueba hay que el propio poema y su cotejo con los profeta Isaias y Jeremías? Pondré un pequeño detalle de muestra: la sincronía del poema con las profecías veterotestamentarias. Es, en el fondo, el aspecto más desconcertante de la obra virgiliana y la mayor prueba de que no es fruto del azar ni de la casualidad.
Teque adeo decus hoc aevi, te consule, inibit,
Pollio, et incipient magni procedere menses...
(Y en ti esta gloria de las edades empieza, Polión, siendo tú cónsul
y comienzan a avanzar los grandes meses...)
Muchos han visto en estos versos que daba una coba a su amigo Asinio Polión y al hijo que tuvo en ese año, pero Marón no era amigo de adulaciones. Entonces ¿qué pasó en ese año, el año 40-39 a.C. siendo cónsules C. Asinio Polión y Cn. Domicio Calvino? Que fue nombrado rey de los judíos un idumeo, a manos de una potencia extranjera y con una inauguración pagana ante Júpiter capitolino. Era el rey Herodes, llamado “el Grande”:
“Acabada la sesión del Senado, Antonio y César (Augusto) salieron llevando entre los dos a Herodes y siendo escoltados por los cónsules y otros magistrados para ofrecer un sacrificio y deponer el decreto al Capitolio. (...) Y así fue nombrado rey Herodes, en la ciento ochenta y cuatro Olimpiada, bajo el consulado de C. Domicio Calvino, por segunda vez cónsul, y de C. Asinio Polión.”
(Flavio Josefo, Antigüedades de los Judíos, Lib. XIV, Cp. V)
Con ello se cumplía la profecía de Jacob en el Génesis: “No se apartará de Judá el cetro, ni el báculo de entre sus pies, hasta que venga Schiloh: a Él obedecerán las naciones”. (Genesis 49, 10). A pesar de que los reyes macabeos eran levitas, fueron nombrados reyes de los judíos y el sumo sacerdocio estuvo con ellos hasta la elevación de Herodes. Ahora, el Señor de los Ejércitos es desplazado del gobierno de su pueblo por un rey que no era descendiente de Jacob, nombrado por una potencia extranjera y, sobre todo, consagrado a una divinidad pagana. Esto fue confirmado solemnemente por el pueblo y el sacerdocio durante la condena a Cristo, cayendo el cetro (poder civil) y el báculo (poder religioso) de Judá: “Respondieron los sumos sacerdotes: “¡Nosotros no tenemos otro rey que el César!” (Jn. XIX, 15). El siglo mesiánico terminó cien años después, o ciento diez más de acuerdo con la creencia de los antiguos de que un saeculum equivalía al máximo de una vida humana, con la gran guerra judía (66-73 d. C) y la destrucción del Templo (70. d. C.) El muro entre los pueblos y, sobre todo y por encima de todo, el muro entre los hombres y Dios se derribó finalmente: Era la hora de adorar al Padre en Espíritu y Verdad y no en los montes o en Jerusalén.
Conclusión
Había llegado el momento en que el Señor puso a Su Hijo “por luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los términos de la tierra” (Is. XLIX, 6) y le diera la misión de “edificar las ruinas antiguas; levantar los cimientos echados hace muchas generaciones; será llamado reparador de brechas, restaurador de caminos para que allí se pueda habitar” (Is. LVIII, 9). Edificar la nueva humanidad regenerada por la gracia y levantar los cimientos del nuevo Israel, la Santa Iglesia Católica a partir de la asunción de todo lo valioso del pasado humano pues Omne verum, pulchrum et bonum, a quocumque dicatur fiatque, a Spiritu Sancto est (“todo lo verdadero, lo bello y lo bueno, dígalo quien lo diga o hagálo quien lo haga, viene del Espíritu Santo”). A Virgilio y sus compañeros y a los defensores de la ley natural del paganismo podemos llamarlos, nos atrevemos a llamarlos, profetas paganos de Cristo pues dan testimonio de que toda la historia tiene su centro y culmen en Jesucristo el cual dijo que no había venido “a abolir la Ley y los Profetas sino para darles cumplimiento” (Mt. V, 17) a fin de que tengamos “vida y vida en abundancia” (Jn X, 10). Volver a verlo no sólo es una muestra de pietas con nuestros padres y darles su lugar en la historia de la salvación sino recuperar la esperanza de que Jesucristo es el Señor de la historia y que su cruz no solo ilumina el futuro sino el pasado, centro del que parten todos los caminos, sol que ilumina a todas las edades y del que dependen todos los hombres.
Virgilio fue testigo, los antiguos y medievales lo reconocieron ¿Por qué nosotros con humildad no deberíamos verlo?
Tres sabios orientales fueron los primeros en contemplarlo y actuaron en consecuencia...sigamos sus huellas en estas Navidades.
martes, 27 de diciembre de 2022
El triunfo argentino en Qatar, Messi y los progresistas
En este blog nos reunimos para comentar exclusivamente cuestiones que tienen que ver con la iglesia y con la fe católica. Pero en este caso haré una excepción en la temática porque creo que el caso lo amerita.
El triunfo de la selección argentina de fútbol en el mundial de Qatar dejó, además de las alegrías previsibles del caso, algunas interesantes conclusiones de índole sociológica y cultural, que difícilmente serán publicadas por los científicos que se dedican a estos temas pues muestran el modesto impacto que han tenido en la sociedad décadas de políticas agresivas orientadas a desmantelar las estructuras heteropatriarcales de la sociedad argentina nacida, como el resto de las que integran el mundo occidental, al calor de Grecia, Roma y el cristianismo. Para ponerlo en otros términos, la pregunta que puede ayudar a responder las manifestaciones del triunfo argentino es si los sesenta años de militancia del progresismo ilustrado en Occidente —si tomamos como punto de partida la publicación de Historia de la locura de Michel Foucault en 1961— han sido suficientes para derrumbar lo construido a lo largo de dos milenios. Creo que los resultados, al menos en Argentina, han sido más bien limitados y las perspectiva no son halagüeñas.
El progresismo no se ha quedado callado ante esta situación, pero curiosamente, el que ha hablado ha sido el progresismo internacional; el criollo se ha quedado callado, mascullando su bronca, porque sabe que ante cualquier comentario que hagan, serán devorados por la opinión pública. Esperarán tiempos mejores. Y el globo de ensayo que lanzaron —un personaje secundario de la TV Pública que trató a los jugadores de la Selección de “desclasados”— tuvo que salir ahíto a pedir disculpas. La primera crítica provino de una profesora universitaria de Estados Unidos, Erika Denise Edwards, quien publicó en el Washington Post una nota en la que se preguntaba por qué en la selección argentina no había jugadores de raza negra. No se le ocurrió pensar que se debía a que en nuestro país, la población afrodescendiente es ínfima. Ella, en cambio, sugería que era una cuestión de racismo orientada a alimentar el mito de que Argentina es una nación blanca. Pero no se trata del desvarío aislado de una intelectual que desconoce la realidad argentina; en el fondo se esconde uno de los núcleos centrales del progresismo, aunque en esta ocasión equivocó el acento. Lo dijo muy claro un “intelectual” argentino, Darío Sztajnszrajber, en un programa televisivo: la selección de fútbol no lo representa a él y tampoco representa a la sociedad porque los jugadores no fueron elegidos por nadie. Y aquí está el quid de la cuestión. Si se llevan los principios progresistas hasta sus últimas consecuencias, el equipo nacional de fútbol, en primer término, debería ser elegido por el pueblo ya que los actuales medios de selección de los jugadores —habilidad en el juego, fruto del talento natural y el mérito de largos años de esforzado entrenamiento— no los legitima. Ya conocemos la monserga progre sobre la odiada meritocracia, que no es inclusiva y es discriminatoria con los menos favorecidos. El único modo de legitimación es la voluntad popular que garantice la representación de todas las minorías. Consecuentemente, en lo más profundo del corazón de cualquier progresista que sea consecuente con sus ideas, habita el deseo de que la selección de fútbol esté integrado por blancos y negros, hombres, mujeres y trans, y probablemente también por alguien que sufra algún tipo de discapacidad motriz o mental. El talento para jugar al fútbol y convertir goles es un detalle completamente intrascendente.
Otra andanada de críticas vino de Europa, especialmente de Francia —comprensible por su derrota—, pero también de Alemania y España. Los jugadores fueron tratados de obscenos, homófobos y vulgares. Y tienen razón: el gesto que hizo el arquero Emiliano Martínez luego de recibir su premio frente a las cámaras de TV de todo el mundo, fue claramente obsceno; los cánticos que los jugadores entonaron en el vestuario contra los periodistas fueron homófobos, y allí mismo pudieron apreciarse escenas de indudable vulgaridad. Las conductas de las que acusan a los jugadores son reales y también son reprobables; no tienen justificativo alguno. Sin embargo, hay también que decir que son previsibles. La vulgaridad, en todas sus variantes, acompaña al género humano desde hace milenios. Es cuestión de ver, y divertirse, con la epigrafía, o grafiti, que adornaban paredes de casa particulares o sitios públicos de las antiguas urbes del imperio romano; o las cantares de los goliardos medievales, y tantos ejemplos más. Un ambiente puramente masculino, en las circunstancias de un triunfo por la copa del mundo, muy previsiblemente genera conductas chabacanas como las que se vieron. Son propias de las "estructuras heteropatriarcales". Pero lo que molesta a los progresistas europeos, no es la falta a las normas básicas de la decencia, la buena educación y la virtud de la castidad, sino la incorrección política de las groserías. El problema no es que los jugadores sean más o menos soeces —los franceses o españoles no son muy bien hablados o muy castos que digamos— sino el tipo de groserías, que son aquellas vedadas por las usinas del buen pensar y hablar progre.
Particularmente patética fue la conducta de Bruno Le Maire, ministro de economía de Francia, que comenzó llorisquear por los “insultos racistas” que había recibido de los hinchas argentinos. Lo curioso es que si se leen los mensaje que recibió en sus redes sociales, se descubre que no eran racistas; eran realistas. Allí le dicen que la gran mayoría de los jugadores franceses son inmigrantes africanos con pasaporte francés, lo cual es real. El problema del progresismo es que así como se ha propuesto borrar los límites entre varón y mujer y negar la existencia de dos sexos, quiere borrar también la existencia de las razas, que son, para ellos, una mala jugada de la naturaleza. Con un acto volitivo humano —la emisión de un pasaporte— se eliminan, según el ministro galo, las razas y nacionalidades. El africano deja de serlo y sus rasgos y el color de su piel se esfuman. Los argentinos que comentaron los mensajes del desconsolado monsieur Le Maire, lo hicieron desde el más básico sentido común que dice que Francia es un país de raza blanca mientras que, curiosamente, su selección de fútbol está integrada mayoritariamente por jugadores de raza negra. Y eso no es racismo. Es reconocimiento de la evidencia de la realidad.
Sin embargo, la frustración más grande que ha sufrido el progresismo ilustrado argentino es la exaltación de la figura de Lionel Messi que se ha convertido en un líder indiscutible y paradigma de millones de argentinos. Y no solamente porque su figura ha eclipsado a la de Maradona, personaje orillero y decadente, sino porque habitan en él los demonios más odiados por el progresismo. Messi es hombre, blanco, heterosexual, patriarcal y cristiano. Es lógica entonces la rabia de los progres: el desideratum de la sociedad argentina está con la misma mujer desde los dieciséis años, publica continuamente fotos con ella y sus hijos, luce un enorme tatuaje de Jesucristo en su brazo y habla frecuentemente de Dios. Estas tipo de conductas de un líder como Messi adquieren, quiérase o no, carácter paradigmático, y son mucho más efectivas que el bombardeo a la que la elite progresista somete a la población a través de la educación y los medios de comunicación. Como diría algún criollo, Messi ha venido a escupirles el asado.
El hecho de que décadas de bombardeo de consignas progresistas no hayan sido suficientes para que un grupo de jugadores argentinos que viven en Europa y que son conscientes de que sus palabras y gestos son vistos y comentados en todo el mundo, hayan igualmente protagonizado conductas “obscenas, vulgares y homófobas”, y las mismas haya sido festejadas por millones de personas, es un signo muy claro de que el impacto del progresismo es escaso y que, en todo caso caso, se da en pequeñas elites ilustradas. Y, además, augura que el restos de sus desvaríos nunca tendrán penetración social: los niños nunca serán niñes; lxs trabajadorxs seguirá siendo una expresión ridícula y los humanos seguirán dividiéndose en varones y mujeres.
lunes, 26 de diciembre de 2022
En una noche oscura
En una noche oscura, sobre Belén,
una estrella brillante subió
y cubrió la tierra con su luz.
Y una doncella pura, la novia santa,
en una caverna humilde, dio a luz a un hijo.
Duerme Jesús mi pequeño bebé , duerme estrella mía,
estoy cantando para Tí, mi querido, sobre tu destino.
Oh, duerme Jesús mi pequeño bebé, duerme luz mía.
El mundo entero te está mirando con esperanza.
Ella lo besó tiernamente y lo cubrió con un manto,
lo colocó a dormir y comenzó a cantar bajito:
Tú vas a crecer Hijo, te harás un hombre adulto
y serás para el mundo el hijo mío.
Duerme Jesús pequeñito…
Amor del Señor, la verdad de Dios,
y luz de fe que darás a tu pueblo.
La verdad vivirá y romperá al pecado,
pero, oh Hijo, morirás en el Calvario.
Duerme Jesús pequeñito…
sábado, 24 de diciembre de 2022
jueves, 22 de diciembre de 2022
Los sacerdotes diocesanos tradicionalistas están siendo asesinados por Traditionis Custodes
[Traducción de la Carta 906 de Paix Liturgique publicada el 21 de diciembre de 2022]
Paix Liturgique: Más de un año y medio después de la publicación del motu proprio Traditionis custodes, ¿puede decirnos en qué medida los tradicionalistas han sido víctimas de esta decisión inicua?
Louis Renaudin: Perdone que contradiga esas ideas preconcebidas, pero no creo que los tradicionalistas hayan sido las verdaderas víctimas de esta decisión inicua. Incluso diría que a los más "duros" no les preocupaba en absoluto.
Paix Liturgique: ¿Puede explicarlo?
Louis Renaudin: El mundo tradicionalista está formado por al menos dos grandes familias: la nebulosa de San Pío X y la que sigue llamándose "Ecclesia dei" por comodidad. Es evidente que la nebulosa de San Pío X no se vio afectada en modo alguno por el motu proprio Traditionis custodes. Dicho esto, en mi opinión la FSSPX perdió la ocasión de demostrar que le interesaba la "unión sagrada" acudiendo generosamente en ayuda de los Ecclesia Dei y de los sacerdotes diocesanos y, en particular, ofreciendo sus servicios para las confirmaciones sin ninguna condición. Observo que TC no ha cuestionado en modo alguno la generosidad que el Papa Benedicto y el Papa Francisco le había concedido a la FSSPX gratuitamente.
Paix Liturgique: ¿cuáles?
Louis Renaudin: En primer lugar, el levantamiento de las excomuniones y, más aún, la concesión del poder de confesar y casar legalmente, lo que no es poca cosa en un momento en que la Iglesia está en crisis. No es poca cosa en un momento en que nuestros obispos dan marcha atrás en estos puntos para las comunidades que dependen de su autoridad.
Paix Liturgique: Entonces, ¿fueron los sacerdotes de las antiguas comunidades "Ecclesia Dei" los que fueron atacados?
Louis Renaudin: En el fondo no lo creo, aunque pudiera haber sido una intención colateral por parte de los agitadores de San Anselmo y del grupo de amigos del Cardenal Roche, Prefecto del Dicasterio del Culto Divino, que, como ahora sabemos, están en el origen de Traditionis custodes.
Paix Liturgique: ¿Pero están realmente amenazados?
Louis Renaudin: Ciertamente, pero en cualquier caso no de forma dramática.
Paix Liturgique: ¿Por qué dice eso?
Louis Renaudin: Observando los hechos. Es cierto que un cierto número de obispos, sobre todo en Francia, han aprovechado la situación para perseguir a la FSSP en varios lugares, para cancelar misas, como en París, y para imponer restricciones en varios lugares. Pero en muchos lugares y en muchos países (Italia en particular), nada ha cambiado. A pesar de los estruendosos anuncios sobre la probable aplicación severa de las decisiones del Motu Proprio, temor legítimo de los seminarios tradicionales por la multiplicación de las visitas canónicas, nada ha sucedido hasta la fecha. Luego, menos de un año después de su publicación, el Papa concede un decreto que se aleja mucho del texto anterior.
Paix Liturgique: Pero este decreto sólo concierne a la Fraternidad de San Pedro...
Louis Renaudin: Y sólo el culto celebrado en sus propias casas... Seamos serios. En Roma, este decreto, al que se añaden diversos signos parecidos, es entendida como una “marcha atrás" de TC en relación a todas las comunidades Ecclesia Dei.
Paix Liturgique: ¿Tiene alguna prueba de ello?
Louis Renaudin: De hecho, por el momento, no se ha tomado ninguna medida contra los institutos Ecclesia Dei como tales, aun cuando en Chicago se "prohibió" el ICRSP, o en Grenoble se hizo lo mismo con la FSSP.
Paix Liturgique: Pero entonces, ¿fue sólo contra los laicos que se llevó a cabo esta operación?
Louis Renaudin: No lo creo... porque ya sabe, los laicos hacen lo que quieren. Cuando se les "prohíbe asistir a misa", pueden ir a otra parte: a San Pío X, a las capillas de la “resistencia” e incluso a otro lugar cuando sea necesario.
Paix Liturgique: Pero entonces, ¿contra quién fue promulgado este motu proprio?
Louis Renaudin: Hay que tener en cuenta varias cosas, la última de las cuales es la más importante:
1°. El modo de gobierno de la Iglesia es relativamente caótico, pero es un caos querido como método de gobierno. Se toma una decisión en una dirección, luego se contradice a medias, y así sucesivamente. Puedo decirle que los obispos franceses, algunos de los cuales acogieron al TC con indisimulada alegría, están hoy consternados cuando reciben un mensaje del cardenal Parolin, Secretario de Estado, para que "pisen el freno".
2°. Además, como decía, las mentes duras y pequeñas de San Anselmo y del Dicasterio del Culto Divino pensaron que había llegado su hora y gritaron victoria un poco más de la cuenta, lo que desagrada mucho al Papa Francisco, a quien le gusta desconcertar a sus mejores partidarios para dejar claro que es él y sólo él quien gobierna. No en vano lanzó el mensaje de que alguien había intentado manipular el documento. Pero cuidado, tampoco debemos cantar victoria en nuestro bando, porque podríamos llevarnos una decepción.
3°. Pero, fundamentalmente, los más afectados son los diocesanos, los obispos conservadores (sobre todo los de Estados Unidos), los sacerdotes diocesanos y los religiosos los que se habían aficionado cada vez más a la liturgia tradicional. El Papa no está realmente interesado en la liturgia, pero no fue difícil convencerle de que el espíritu del Concilio estaba en peligro entre los sacerdotes.
Paix Liturgique: Pero esto es ridículo. No hay muchos sacerdotes diocesanos afectados por la liturgia tradicional.
Louis Renaudin: Cometería entonces un gran error de apreciación porque si antes de Summorum Pontificum los “sacerdotes diocesanos y ordinarios" que celebraban la liturgia tradicional eran pocos, la promulgación de SP rompió en cierto modo los diques. No olvidemos que en diez años (2007/2017) el número de misas dominicales tradicionales se ha duplicado en todo el mundo, en gran parte gracias a los sacerdotes diocesanos: en las encuestas sobre la situación de la liturgia tradicional en el mundo que Paix Liturgique publicó en 2017/2018 y 2019, quedaba muy claro que el mayor número de sacerdotes que celebraban la liturgia tradicional eran diocesanos y esto no era más que el principio.
Paix Liturgique: ¿El principio de qué?
Louis Renaudin: De un "terrible" contagio litúrgico. Estoy convencido de que, al ritmo que habían ido las cosas desde 2007, y a pesar de la obstinada resistencia de los obispos, el clero diocesano se estaba volviendo irreversiblemente y en gran número a la liturgia tradicional, así como al catecismo tradicional. Este era el riesgo al que se enfrentaban los enemigos de la Paz y la Fe.
Paix Liturgique: Según usted, ¿fue contra este contagio que se publicó el MP Traditionis custodes?
Louis Renaudin: Repito que las cosas son complejas: decir que se quiere prohibir la misa tradicional a los sacerdotes diocesanos implica en los hechos que se la quiere reservar para los guetos, fuera de las diócesis, en los márgenes. El problema es que los guetos crecen, ya que los seminarios tradicionales han experimentado todos un claro crecimiento desde TC, mientras que los seminarios diocesanos siguen cayendo en picada. Sí, afirmo que los sacerdotes diocesanos, por su parte, son las verdaderas víctimas de esta decisión inicua desde hace año y medio. Hay que decirlo y no abandonarlos: ¡hay que ayudarlos con todas nuestras fuerzas!
Paix Liturgique: ¿Puede darme un ejemplo?
Louis Renaudin: Basta con releer TC, donde está claramente escrito que los sacerdotes diocesanos que deseen celebrar según el Usus antiquior deben pedir permiso a sus obispos, que a su vez deben obtener el acuerdo de Roma. Ahora bien, todas las peticiones -digo todas- que se han hecho, en cualquier caso de acuerdo con este proceso han recibido una respuesta negativa, y ello por orden superior. Esto confirma mi convicción de que el motu Proprio Traditionis custodes tenía como primer objetivo frenar el tsunami tradicionalista, que iba a conmocionar irremediablemente al clero católico en plena crisis de fe. No cabe duda de que en un principio se pretendía esterilizar el mundo tradicional si eso era posible. Pero se subestimó claramente la capacidad de resistencia de este mundo. Nada ha podido romperlo ni frenarlo durante medio siglo.
Paix Liturgique: ¿Cuál es su conclusión?
Louis Renaudin: Atacar a los sacerdotes diocesanos es intentar asestar un golpe mortal al indispensable renacimiento de la Iglesia católica. Porque, como ves, son los sacerdotes diocesanos los que, con su acción en favor del catecismo y de la liturgia, podrán trabajar a nivel universal por esta restauración. Los demás sólo son espuelas, indispensables por cierto, pero espuelas temporales. Por tanto, debemos rezar para que el cielo ayude a todos nuestros amigos sacerdotes que, en las diócesis, serán la levadura de la renovación de la Iglesia mañana y en el futuro.
lunes, 19 de diciembre de 2022
Estrategia y testimonio
Hace algunos meses publiqué una reseña del libro de Yves Chiron sobre la historia de los tradicionalistas. Y una de las conclusiones que sacaba era la siguiente: “Al finalizar la lectura del libro, me ha quedado una cuasi certeza: si las cosas se hubieran hecho de otro modo, si la reacción tradicionalista hubiese actuado de un modo más orgánico y empleando medios sensatos de negociación, el motu proprio Summorum Pontificum de Benedicto XVI lo podríamos haber tenido durante el pontificado de Pablo VI, y la Iglesia y nosotros mismos nos habríamos ahorrado muchos sufrimientos y sinsabores. Y no es una fantasía. Algo por el estilo consiguió el cardenal Heenan para Inglaterra en 1971”. Y es así. La reacción de los católicos tradicionales a la reforma litúrgica promovida por Pablo VI fue espasmódica y resultó en un estrepitoso fracaso, y la causa de ello es sencilla: no hubo estrategia, y se hizo lo que se pudo y a los ponchazos.
Pero esos años abundaron de otro factor: el testimonio. Los católicos, como reacción natural a lo que estaban viendo —la destrucción de su liturgia, de su fe [recordemos el catecismo francés y el catecismo holandés] y hasta de sus iglesias— salieron a testimoniar su desconcierto manifestándose públicamente de muy diversos modos, sobre todo los franceses que llevaban el liderazgo. Eran reacciones emocionales, “del corazón”, que estaban destinadas a diluirse en el tiempo, a fracasar en su propósito y probablemente a empeorar las cosas.
Sin embargo, la pregunta que surge es si podemos prescindir de los testimonios y de las manifestaciones del corazón y, por el contrario, debemos ajustarnos exclusivamente a ejecutar las estrategias diseñadas por un grupo pequeño de personas que definen qué, cómo y cuándo deben actuar los católicos fieles a la tradición litúrgica de la iglesia. Sería una reacción estrictamente racional; el triunfo de la razón sobre el corazón.
Pero, ¿podemos prescindir totalmente de la emoción o del testimonio a fin de conseguir el objetivo? Cuando apenas fue publicada Traditionis custodes la reacción natural fue testimoniar y fuimos testigos de varias iniciativas de ese tipo, desde la toma del campanario de una iglesia en Vienne, hasta misas celebradas en el atrio, frente a las puertas cerradas del templo por orden del obispo. Y la reacción más espectacular y celebrada al desvarío del pontificado francisquista fue cuando, en 2019, Alexander Tschugguel arrojó al Tiber el ídolo amazónico de la Pachamama que estaba recibiendo culto en una iglesia de la vía de la Conciliazione. A nadie se le escapa, ni siquiera al protagonista, que ese gesto no iba a tener ningún efecto en el desarrollo del sínodo sobre la Amazonía que se estaba realizando; y de hecho no lo tuvo: pocos días después, la Pachamama era llevada solemnemente en procesión por el mismísimo Vaticano. ¿Por qué lo hizo entonces? Porque era un testimonio exigido y necesario.
¿Testimonio necesario? ¿Existe tal cosa? ¿No es más conveniente apostar exclusivamente a la estrategia, a las negociaciones secretas y a mover influencias? No cabe duda que esto hay que hacerlo; siempre se hizo y es uno de los modos de astucia a la que nos llama el evangelio. Pero, ¿hay que prescindir completamente del testimonio o, más bien, hay que darle su lugar en la lucha, aunque a veces, y por inadvertencia, entorpezca las maniobras?
El ejemplo del modo en que actuaron los cristianos en momentos de persecución como los que vivimos en la actualidad por parte de los mismos jerarcas eclesiásticos, es iluminador. Cuando a comienzos del siglo III, en una ciudad cercana a Cartago, encarcelaron a un grupo de catecúmenos, entre los que se encontraban Perpetua y Felicitas, su catequista, Sáturo, que se encontraba en otra ciudad, regresó y se unió al grupo, consiguiendo luego todos ellos la palma del martirio. Pero, ¿no habría sido estratégicamente más productivo que Sáturo no se entregara? La causa cristiana no ganaba nada y, en cambio, perdía un gran predicador. Es esto lo que habría pensado el estratega, pero habríamos perdido su testimonio.
Cuando a fines del siglo XVIII, Charette, Cathelineau y varios más se levantan en armas contra la República francesa en La Vendée, ningún estratega medianamente sensato habría apostado a que tal movimiento le ganaría al ejército revolucionario. Y, agarrándose la cabeza, habrían despotricado contra los revoltosos e irresponsables que les arruinaban sus maniobras antes los diputados de la Asamblea Legislativa que, eventualmente, les podrían haber aliviado la situación. Sin embargo, la epopeya de La Vandée, aunque no consiguió lo que se proponía y fue un completo fracaso en el plano militar, constituye un testimonio que ha inspirado a decenas de miles de católicos en la defensa de la fe. Y los ejemplos podrían multiplicarse.
Ciertamente que necesitamos una elite particularmente dotada que diseñe las estrategias para lograr el objetivo que nos hemos propuesto, y que es la libertad para celebrar la liturgia católica según el rito tradicional, pero necesitamos también testimonios que muestren no tanto al mundo, sino a los nuestros, que la causa por la que luchamos merece no solamente la entrega de la razón sino también del corazón.
Corolario: En este caso, creo que el corolario tiene más importancia que el artículo. ¿Por qué el tradicionalismo (utilizo este término que no es el mejor, pero no encuentro otro) no puede ni debe tener una estrategia común? Porque, para que eso sucediera, debería tener un comando unificado, y tener un comando unificado implicaría que el tradicionalismo fuese una institución, como el Opus Dei, o un movimiento, como la Renovación Carismática. Y no es ninguna de las dos cosas, y no debe serlo. Dentro de él hay instituciones, como son los institutos religiosos tales como Cristo Rey, Buen Pastor y otros, e incluso la FSSPX, y cada uno de ellos tiene ciertamente su estrategia, y está muy bien. Pero el tradicionalismo es mucho más que ellos.
Encerrar al tradicionalismo en una suerte de movimiento que respondiera a mandos más o menos unificados con el fin de acordar estrategias comunes, por más eficaces que pudieran revelarse, sería condenarlo a ser uno más, entre otros, de los “carismas” que enriquecen la iglesia; un “camino” más para alabar a Dios; una “jaula” más en el zoológico eclesial. Es así como consideran muchos al tradicionalismo: un grupo de personas un poco raras que tienen una “sensibilidad” especial. Y todos sabemos que no se trata de eso.
Por eso, y sin negar la necesidad de la estrategia, el testimonio debe existir, aun cuando en ocasiones colisione con los movimientos que los estrategas han pensado.
viernes, 16 de diciembre de 2022
La capellanía católica en el Palacio de La Moneda
por Pablo Sepúlveda López
Ahora, pues, oh sacerdotes, para vosotros es este mandamiento. Si no oyereis, y si no decidís de corazón dar gloria a mi nombre, ha dicho el Señor de los ejércitos, enviaré maldición sobre vosotros, y maldeciré vuestras bendiciones; y aun las he maldecido, porque no os habéis decidido de corazón (Malaquías 2: 1-2).
Se ha hablado de la infiltración progresista en la iglesia católica chilena y cómo se ha expresado desde el “estallido social” de octubre de 2019. Lo que comenzó como “defensa de los derechos humanos” bajo el lema “la paz es fruto de la justicia”, aquellos “cristianos comprometidos” provenientes de las llamadas “comunidades eclesiales de base”, esos que miraban con desprecio el poder político y se jactaban “humildemente” de sus modestos orígenes, entraron a la casa de gobierno junto con el presidente Gabriel Boric Font. ¿Cómo se produjo esto? Nada menos que en la persona del capellán católico del Palacio de La Moneda, Nicolás Viel, joven sacerdote de la Congregación de los Sagrados Corazones y miembro de su consejo provincial (2020-2023), partícipe de las instancias 170% enumeradas y a favor de los autodenominados “Católicos x Boric”.
Apenas se anunció su designación como capellán de La Moneda, las organizaciones “laicales” que antes despotricaban contra el poder del Estado se lanzaron a una a felicitarlo; y días después que asumió, se volcaron a los patios de la casa de gobierno: felices por haber llegado al poder. Lo que les molestaba, según parece, no era el poder en sí mismo, sino el no poseerlo ellos.
El capellán es de aquellos curas “cercanos”, de esos que se dicen “anticlericales” y están a favor de la “participación activa” del Pueblo de Dios. Para mejor ilustrarlo, bastará con referirnos a su exacerbado gusto por las estolas multicolores. Éstas últimas, las combinó finamente la tarde del viernes 25 de noviembre del presente año, con las banderas “arcoíris” que los activistas de la homo-herejía, asociados en la PADIS+ -Pastoral de la Diversidad Sexual- llevaron hasta la capilla de La Moneda para celebrar sus doce años de activismo y participar de una Misa celebrada, naturalmente, por el padre Nicolás y otros dos presbíteros .
Esta es sólo la última de las genialidades que ha encabezado el padre Nicolás como capellán católico de La Moneda. Frecuentemente se le puede ver en redes sociales participando de liturgias ecuménicas, codo a codo con otro personaje insigne del cristianismo en Chile: la “obispo” luterano Izani Bruch , una respetable dama que ha lanzado algunas perlas tales como que el aborto no está condenado en la Biblia o que no concibe cómo ser cristiana sin ser feminista a la vez.
Sería bueno poder acudir a la jerarquía eclesiástica para pedir cuentas de la actividad de su delegado en el gobierno, pero según se constató el día de su designación, el obispo auxiliar de Santiago Alberto Lorenzelli y el Superior Provincial de los SS.CC pbro. René Cabezón estaban felices yendo a presentar al padre Viel ante las nuevas autoridades seculares del país.
Padre Nicolás Viel junto a miembros de PADIS+ y sus enseñas
Padre Nicolás Viel “compartiendo” su sacerdotal imposición de manos con laicos y creyentes de otras religiones en una ceremonia ecuménica por el agua, al interior del Palacio de La Moneda.
miércoles, 14 de diciembre de 2022
Sobre la posibilidad de un papa hereje
La particular psicología del papa Francisco se mueve en torno a ciertos núcleos delirantes que tienen una duración limitada (uno o dos años) y son causa de desconcierto y divisiones dentro de la iglesia. Recordemos, por ejemplo, su manía contra las monjas (“solteronas”), contra los párrocos, contra los obispos viajeros, contra los fieles piadosos (“semipelagianos”), contra los indietristas, etc. Curiosamente, estos núcleos delirantes se encarnizan siempre con miembros de la propia iglesia; nunca con los externos y mucho menos con los enemigos declarados de la fe. Es lo que hemos llamado aquí el “canibalismo institucional” que, si en los primeros años del pontificado le rindió algunos frutos, en la actualidad es motivo de acumulación de broncas y confusiones.
El último de los caprichos pontificios es la “criminalidad” de los sacerdotes que niegan la absolución de los penitentes, aún cuando sea por motivos válidos. Durante la alocución a los rectores y formadores de seminarios latinoamericanos, el Papa llamó “criminal” al sacerdote que niega la absolución. Y el 10 de diciembre fue aún más explícito en la audiencia concedida a los seminaristas de la arquidiócesis de Barcelona.
Se trata de una situación típica de la irresponsabilidad papal, incapaz de asumir el papel de maestro de la cristiandad. Apenas llegar, dijo a los jóvenes clérigos que el discurso que tenía preparado era muy aburrido y que, por tanto, podían hablar de lo que quisieran. El caso que ese discurso que nunca se pronunció, pero sin embargo se publicó en el sitio oficial del Vaticano, es excelente, como podrán leer. El sitio Germinans Germinabit relata con bastante fidelidad lo que ocurrió en ese encuentro y las enseñanzas que los seminaristas catalanes se llevaron a sus casas. Para los que respecta a nuestro tema, el papa Francisco “hizo especial hincapié en que hay que perdonar todo, que, aunque se vea que no hay propósito de enmienda, siempre se ha de perdonar y que en ningún caso se puede negar la absolución”.
No hay que apelar a grandes tratados teológicos, sino simplemente al catecismo más básico: es condición esencial para recibir el sacramento de la penitencia tener propósito de enmienda. Si éste falta, la absolución es inválida. Y si el sacerdote, siendo consciente que el penitente no tiene propósito de enmienda e igualmente le da la absolución podría cometer -y eso lo sabrán los canonistas-, una simulación de sacramento, lo cual la misma sede apostólica considera uno de los “delitos más graves contra la santidad del Sacramento de la Penitencia reservados al juicio de la Congregación para la Doctrina de la Fe”. Estamos, entonces, en presencia clara e irrefutable de una directiva pontificia que atenta contra la enseñanza de la iglesia. Y no es la única, por supuesto; es tan sólo la última.
Ante esta situación vuelve a plantearse, entonces, la cuestión de la posibilidad del “papa hereje”. El tema se ha discutido bastante en los últimos tiempos, y no siempre en los medios anti-bergoglianos. Aquí pueden leer una síntesis bastante objetiva sobre la cuestión. Sin embargo, la perspectiva desde la cual se la aborda es exclusivamente occidental y está “contaminada” con las querellas entre el poder espiritual y el poder temporal que surgieron a partir del pontificado de Gregorio VII. Es interesante considerar la opinión de los ortodoxos pues su teología de raigambre patrística, enriquece el panorama. El excelente libro de François Dvornik, Byzance et la primauté romaine (Cerf: París, 1964) trae un interesante texto de Simeón de Tesalónica, obispo y teólogo de la primera mitad del siglo XV (puede verse también en PG 155, 120-121). Siguiendo a buena parte de la tradición oriental, interpreta la sucesión de Pedro como una sucesión en la verdadera fe. Simplificando: el papa es sucesor de Pedro en tanto conserva la fe; si la pierde, su sucesión desaparece. Y escribe: “Cuando los latinos dicen que el obispo de Roma es el primero, no debemos contradecirles. Esto no puede perjudicar a la iglesia. Que sólo nos muestren que persiste en la fe de Pedro y sus sucesores y que y que posea todo lo que procede de Pedro, y entonces será el primero, el jefe y la cabeza de todos, el Sumo Pontífice. Pues todo esto se ha dicho de los patriarcas de Roma en el pasado. Su trono es apostólico, y el pontífice que se sienta en él, mientras profese la verdadera fe, es llamado sucesor de Pedro. No hay nadie que piense y hable bien que pueda negarlo”. Y continúa: “Con los papas Pedro, Lino, Clemente, Esteban, Hipólito, Silvestre, Inocencio, León, Agapet, Martín, Agatón, y otros papas y patriarcas semejantes, estamos en comunión en Cristo, y no tenemos por qué separarnos de ellos. Esto está claro, ya que celebramos su memoria, llamándoles maestros y padres... Si llega otro que se parezca a éstos en el símbolo de la fe, en su vida, en la moral de la ortodoxia, será nuestro padre común. Le sostendremos como a Pedro, y las cadenas de la unión continuarán por mucho tiempo y para siempre”. Y finaliza diciendo que, desgraciadamente, el papa actual (se refiere a Martín V) no profesa la fe de Pedro, ya que añade el Filioque al Símbolo, y por eso ha perdido el primado.
No se trata de discutir aquí la compleja cuestión del Filioque. Se trata de analizar la perspectiva que plantea Simeón y una parte de la tradición: el primado, es decir, la sucesión del apóstol Pedro se asienta en la fe del apóstol Pedro. No es suficiente con ser obispo de Roma para ser papa. Además de eso, hay que profesar la fe apostólica.
La cuestión es, claro, quién le pone el cascabel al gato.
lunes, 12 de diciembre de 2022
La encuesta de los obispos argentinos
Se publicaron hace poco los resultados de la encuesta FE, encargada por el episcopado argentino como insumo para el famoso sínodo. Pueden verla aquí y bajar el análisis que algún sociólogo adicto hizo para los obispos, un análisis ad usum delphini, que debe ser completado.
Un lector del blog que conoce del tema por su profesión, me ha pasado algunas lecturas complementarias que probablemente sean de utilidad a sus excelencias reverendísimas.
La encuesta que se difundió por las magras redes sociales de los obispos y por grupos cercanos a la actual conducción de la Iglesia. No es un estudio estadístico aleatorio de la “población general de católicos argentinos”, como se pretende, sino de “católicos cercanos a los obispos”. Consecuentemente puede ser interpretada como un estudio acerca de los seguidores (en el sentido que se da al término en las redes sociales) de los obispos y en todo caso, de las personas sobre las que ellos ejercen algún tipo liderazgo.
No es ninguna sorpresa que el 65% de todas las respuestas sean de mujeres de entre 40 y 72 años (2888 respuestas de un total de 4446), pero la diferencia entre varones y mujeres es muy alta, lo cual indica que debe haber algo en los obispos que atraiga particularmente al segmento “mujeres entre 40 y 70” o bien, que ahuyente al resto de la población. Si los varones hubiesen respondido tanto como las mujeres, habría un 50% más de respuestas totales. Es decir que, si el liderazgo de la autoridad eclesiástica fuese tan efectivo en los varones como lo es en las mujeres, habría un 50% más de personas cercanas a ellos. En el rango etario donde más respuestas hay, es donde hay menor porcentaje de varones. Esta situación merecería que los obispos busquen una respuesta.
Resulta muy interesante comparar la composición etaria de los que respondieron la encuesta FE versus la composición etaria de los que habitan en la Argentina, según surge del censo realizado en 2021, comparación que sus excelencias no han advertido.
El 39% de las respuestas provienen del rango etario entre 51 y 61 años; en la población adulta argentina ese segmento representa sólo el 15% de la población. Esta franja etaria está consecuentemente sobre-representada en la encuesta FE, ya que concentra dos veces y media la cantidad esperada de respuestas. Un efecto parecido, aunque más leve existe en el rango 60-70 y aún más leve (pero todavía positivo) en el rango etario de 40 a 50. Se trata de un dato que nuevamente pone un gran interrogante acerca de la validez y consecuente utilidad de la encuesta episcopal.
Todos los demás rangos etarios están significativamente sub-representados. Los dos segmentos poblacionales más importantes (18 a 40 años) pesan 47% sobre la población adulta pero solamente 10% sobre las respuestas de FE. El segmento etario que más personas acumula en la población del país (18 a 40 años) es el que está más más sub-representado en la encuesta. Visto de otro modo, si un obispo se parara en medio de la plaza y empezara a pedirle a la gente que pasa por allí: “Por favor haga click, y complete este formulario”, le costaría cinco veces más convencer a un menor de 40 años que a un mayor de esa edad; y además, le resultaría extremadamente difícil convencer a un menor de 30 años, que representan sólo un 3,5% de todas las respuestas.
Es un dato importante del que debería tomar nota los obispos pues está indicando que la famosa “pastoral juvenil” y las invitaciones bullangueras a “hacer lío” no han dado ningún resultado. Más bien, han fracasado estrepitosamente: a los jóvenes les importan un bledo la iglesia.
La situación opuesta se observa en las respuestas a la pregunta sobre la imagen negativa de la iglesia:
Es llamativo que el 40% de los varones menores de 30 años que respondieron la encuesta, tienen una imagen negativa de la iglesia. Y esto puede tener al menos dos causas. En primer lugar: que le resulta más fácil a los varones participar de las actividades en la iglesia aún sin tener fe o poseyendo un mal concepto de ella. Esto no es una novedad; es un dato histórico y probablemente se deba a que los varones tienen más facilidad para compartimentar su vida sin demasiados problemas de conciencia. Y así, pueden asistir semanalmente al grupo misionero y tener juegas todas las noches. En segundo lugar, puede ser acertada la opinión de Jordan Peterson, psicólogo ateo con millones de seguidores en redes sociales que en su inmensa mayoría son varones jóvenes. Él dice que las iglesias cristianas son hoy poco desafiantes pues no exigen nada, y la blandura ahuyenta a los varones.
Cuando se preguntó sobre el lugar de la mujer en la Iglesia, estos fueron los resultados:
El 82% de los que respondieron la encuesta consideran que la mujer tiene bastante o mucho lugar dentro de la iglesia. ¿Dónde está entonces el clamor por la postergación de las mujeres y por el patriarcado eclesial? Tal clamor, en el caso de Argentina al menos, no proviene del “pueblo de Dios”, ni siquiera del más cercano a la jerarquía, sino que es un discurso ideológico de la elite de teólogos y teólogas progresistas, tales como Emilce Cuda, a quien el papa Francisco le ha encontrado un puesto en la curia romana.
Se preguntó también sobre las problemáticas a las que la iglesia debe atender:
La mayoría indiscutida de las personas —casi la mitad— considera que la tarea más importante que debe afrontar la iglesia es su “misión pastoral en todo el país”. Convengamos que la pregunta es muy chapucera pues la “misión pastoral” no es una problemática y porque, además, nadie explicó qué significa esa expresión. Yo sospecho que, frente al abanico de posibilidades que se le ofrecía, los encuestados han querido decir que la iglesia debe dedicarse a la misión sobrenatural que le encomendó su Fundador y dejarse de distracciones políticamente correctas que más la asemejan a una ONG que a una institución de origen divino.
Es muy curioso también que solo poco más del 1% considere que el cuidado del medio ambiente deba ser una problemática de la iglesia. Luego de diez años de ecológico pontificado francisquista, luego de siete años de haber sido publicada la encíclica Laudato sì, y luego de las ecoparroquias, este número es un baldazo de agua fría. El discurso bergogliano no ha calado ni siquiera mínimamente ni aún entre el grupo de los más cercanos a la vida parroquial. No lograron convencer ni a la propia tropa. Un fracaso estrepitoso que, por otro lado, confirma que el sensus fidelium sigue existiendo: los fieles tienen un cierto olfato que los hace percibir todo aquello que se aleja de la verdadera fe.
Y una acotación final. Las preguntas de la encuesta reflejan indirectamente la visión que tienen los obispos de la propia iglesia. Para ellos es una asociación puramente humana, pues en ningún caso preguntan o se interesan en las prácticas de piedad, la vida de fe, el acceso a los sacramentos, la oración, la cercanía con Dios, la lectura de la Escritura, etc. A lo más, preguntaron sobre la frecuencia con la que asisten “a una parroquia”, pero no "a misa". Esta evidencia, que es de sentido común y que es pública, confirma lo que tantas veces hemos dicho aquí y vienen diciendo tantos cristianos en el mundo entero: no se nos han dado pastores, sino mercenarios.