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jueves, 27 de abril de 2023

Al final, Yves Congar tenía razón

 



En este interesante extracto - escribe Mattew Hazell - de un ensayo publicado por Congar en La Maison-Dieu a principios de 1969, podemos ver la tensión posconciliar entre ressourcement y aggiornamento, y algunos de los peligros que profetizó el dominico, si la reforma salía mal:


La liturgia, que ha sido durante mucho tiempo inmutable y que parecía serlo para siempre así, está hoy en plena mutación: “Nos están cambiando de religión”. Los cambios provienen de un poderoso llamado a una mayor autenticidad, ya sea en referencia a las formas originales, o a un recurso a una tradición más pura más allá de los excesos tan mezclados de la historia, o en referencia a las solicitudes de evangelización tan vivas hoy en medio de un mundo sin fe. O, finalmente, en virtud de una necesidad, característica del hombre unidimensional, de expresarse a sí mismo, personal o colectivamente, en la verdad de sus sentimientos. Esto, obviamente, conlleva un cierto peligro de atribuir una importancia decisiva a datos psicológicos y sociológicos, que muy probablemente pronto darán paso a otros datos. Con estos cambios, ya hemos perdido una riqueza incomparable: probablemente no para los fieles, para quienes los cambios nos resultan absolutamente beneficioso, sino para nosotros los clérigos. Los hombres que, como yo, son conscientes de haberse beneficiado inmensamente de la liturgia latina, encuentran difícil ver caer secciones enteras de un tesoro milenario en el abismo del olvido, del cual sólo unos pocos especialistas podrán exhumar solo por un instante. Entramos en esta herencia, no sin peticiones, pero pacíficamente. Las peticiones de autenticidad no son, de hecho, nuevas, y ya más de una reforma había sido emprendida por Pío X y Pío XII. Pero todavía vivíamos en el mismo antiguo edificio litúrgico. Hoy lo hemos dejado de lado y aspiramos a creaciones nuevas. [...]

Frente a todo esto, la liturgia ofrece muy buenos recursos, pero también plantea exigencias propias a su naturaleza, y por tanto a su verdad. La liturgia es, por definición, cosa de todos. No puede simplemente abrazar los datos psicológicos y sociológicos de un grupo o de un momento determinados. Ella implica una invitación a ir más allá de los mismos en nombre de las exigencias de un ágape más amplio. La liturgia debe ser un lugar de paz. El hecho de entrar sin disputas en un orden fijado objetivamente es ciertamente favorable a la paz, pero también genera insatisfacción... Yo siempre he estado profundamente impresionados por este carácter específico de la liturgia de asumir la herencia viva de los siglos y de ser siempre, como un cofre que conserva toda la Tradición, “la gran didascalia de la Iglesia”. Pues, por un lado, la expresión simbólica contiene la totalidad de una realidad, mucho más allá de lo que puede expresarse o entenderse conceptualmente. Por otro lado, el carácter conservador de la liturgia le permite preservar y transmitir intactos aquellos valores cuya importancia una época puede haber olvidado, pero que la época siguiente se alegra de encontrar intactos y conservados, para poder vivir de ellos nuevamente. ¿Dónde estaríamos si el conservadurismo litúrgico no hubiera resistido el gusto de la Baja Edad Media por las devociones sensibles, o los imperativos individualistas, racionalistas y moralizantes del siglo XVIII, o la crítica del siglo XIX, o las filosofías subjetivas de la época modernista? Gracias a la liturgia, todo nos ha sido preservado y transmitido. Oh, no nos expongamos a incurrir, dentro de sesenta años, en el reproche de haber dilapidado la sagrada herencia de la comunión católica en su desenvolvimiento a través del lento pasar de los tiempos. Mantengamos la sana conciencia de que estamos frente a una realidad que nos supera en todos los aspectos: en contenido, en altura, y en profundidad.


Yves Congar, “Autorité, initiative, corresponsabilité”,
La Maison-Dieu 97.1 (1969), pp. 34-57, en pp. 53-55


lunes, 24 de abril de 2023

Voces del pasado: el abad Pedro de San Millán

 





por Eck


Desde el pasado surgen voces que nos llaman y nos advierten en contra de esta guerra destructiva contra la liturgia tradicional de la Iglesia. La distancia entre los siglos desaparece, las hojas del calendario se descorren y lo que dormía olvidado en la larga noche de las eras, despierta y nos vuelve a convocar con su mensaje, no entendido hasta hoy, en que la historia parece repetirse.  

Es paradójico y causaría sorpresa mayúscula al buen abad Pedro de San Millán que su defensa del venerable Rito Hispano sirviera ahora para defender al rito que sustituyó al suyo hace mil años, pero no tenemos ninguna duda que se sentiría complacido y estaría de acuerdo con nosotros en esta lucha porque sus principios y los nuestros son los mismos: “Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser improvisamente totalmente prohibido o incluso perjudicial”. Tras un milenio, un Sumo Pontífice de Roma, el más revolucionario desde San Gregorio VII, vino a dar la razón al clero y pueblo hispano que se alzaron en contra de la destrucción de su misa a pesar de tanto jerarca, teólogo y liturgo de postín. Ni la Santa Misa de los santos Eulalia, Fructuoso, Isidoro, Julián, Beato, Pelayo, Eulogio se merecía ese destino ni la Santa Misa de San Pedro, los santos mártires romanos, Benito, Gelasio, Gregorio, Pio V se lo merece ahora. Es hora de escuchar su voz, seguir su ejemplo y evitar sus errores si queremos la verdadera restauración litúrgica de la Iglesia en Espíritu y Verdad.

Hoy vamos a presentar por primera vez en nuestra lengua, que estaba naciendo justo cuando se redactaba ese texto y su misma región, la traducción de este texto escrito en un latín barbarísimo, plagado de solecismos y ya muy influido por la lengua romance, como indicando la causa popular que se hallaba detrás de él. A veces da la impresión de estar escrito a golpe de impulsos e intuiciones, como si no supiera cómo defender el rito amenazado, pero es que era una situación totalmente inédita y nunca vista: era la primera vez que se intentaba destruir un rito legítimo de la Iglesia por parte de su cabeza. 

He aquí pues, el testimonio de nuestros padres:


Defensa del rito hispano en el Liber Commicus que mandó escribir el abad Pedro del monasterio de San Millán en La Rioja

1) El doctor dice; oye, hombre; la voz del apóstol que dice: Probadlo todo; lo que sea bueno, retenedlo (I Tes. V, 21). No dice: Retenedlo todo pero lo que sea bueno probadlo . Y en la  Oración Dominical, por la cual Nuestro Señor enseñó a sus discípulos a orar, dice: Padre nuestro que estás en los cielos. En esta oración, como nuestros Padres escribieron, se contienen siete peticiones. Estas son, por eso, las siete oraciones del sacrificio (misa hispana, N. del T.), encomendadas por la doctrina evangélica y apostólica, cuyo número parece haber sido establecido o bien por causa de la universalidad septenaria de la Santa Iglesia, o bien  por causa del septiforme Espíritu de la gracia por cuyo don se santifican las cosas que se ofrecen.

2) Dijo el cuarto canon del Concilio gangrense (celebrado en Gangra, Paflagonia, el año 324 N. del T.): “Condenamos a estos que se alzan contra las Escrituras y los cánones eclesiásticos e introducen  nuevos preceptos”. Igualmente el papa Hormisdas (514-523) a los obispos de la Bética: “Que nadie arranque  los privilegios antiguos sino que los decretos se conserven por los padres en su honor”.

3) Teniendo pues tantos testimonios, estas personas, porque se sirvieron de los libros misales para quemarlos, fueron verdaderamente apostatas, porque quemaron a la Santa Trinidad, como contienen los misales, alabados por los antiguos padres, y también al beato Pedro diciendo: “Digno y justo nos es darte siempre las gracias a ti, Dios nuestro omnipotente, por Jesucristo, hijo tuyo, Señor nuestro, verdadero pontífice y único sacerdote sin la mácula del pecado”. Y de nuevo: “Verdaderamente santo, verdaderamente bendito Señor nuestro, Jesucristo, hijo tuyo”.

Esto sin ninguna duda, quienes lo hicieron (quemarlos), mantuvieron la fe arriana. ¿Pero entonces qué? Oye a la escritura decir: “Sean confundidos los que me persiguen”.(Jer. XVII, 18)

4) Debemos, por tanto, evitar la caída de estos apóstatas, no sea que también nosotros caigamos fulminados con la misma llaga y castigados con una pena cruel. Si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron contra Él, quienes perdieron su casa celeste por inobediencia, de donde les dice Isaías: “Mi espada se ha embriagado en el cielo” (Is. XXXIV, 5).

¿Cuanto más nosotros debemos temer la destrucción de nuestra salvación  para que no perezcamos con la espada de Dios por apostatas siguiendo el mismo camino? Así, pues, si queremos vernos libres de la ira divina y deseamos que su verdad llame a la clemencia, sirvamos a Dios con veneración el culto religioso y tratemos con temor a nuestros antepasados. Que no esté en nosotros en votos y promesas, como la sutilidad impía de la infidelidad de algunas gentes, la astuta perfidia de la mente, ni la maldición del perjurio ni el nefando esfuerzo de las conjuras, nada que lo impida, que estas cosas constituidas sean profanadas por cualquiera de nosotros sino que sean conservadas con total consejo saludable, porque convienen al bien del alma de la Iglesia.


Pérez de Urbél, Fr. Justo y Ruiz de Zorrilla, A.G.; Liber Commicus, edición crítica; Tomo II, CSIC- Escuela de Estudios Medievales, Textos XXVIII, Monumenta Hispaniae Sacra, 

Serie liturgica, Vol. III, pg. 715-716.

Comentario

La primera parte comienza con la célebre frase de San Pablo donde se nos pide que no apaguemos el espíritu ni menospreciemos las profecías sino que lo examinemos todo y nos quedemos con lo bueno pero no al revés, lema que parece mejor descripción de nuestros tiempos que de los suyos pero, ¿qué tiene que ver con la liturgia hispana (o romana)? No se trata de que una liturgia sea buena porque la autoridad de la Iglesia la considere buena; más bien, la Iglesia sabe que es bueno porque lo ha recibido y lo ha experimentado. Pero, ¿cual es la regla que nos hace saber lo que es bueno? La respuesta la da inmediatamente al establecer una analogía entre las siete peticiones del Padre Nuestro, que en el rito mozárabe reciben por parte del pueblo la aclamación “Amén”, las siete oraciones de la misa hispana y los siete dones del Espíritu Santo. Es decir, la Regla de la Fe, la tan intima unión que hay entre la Fe y la Oración de la Iglesia cuya encarnación es el Santo Sacrificio de la Misa, donde es el Espíritu Santo quien santifica los dones que se ofrecen en el propio Jesucristo. Una liturgia formada por la inspiración y gracia del Espíritu Santo, que encarna la Fe y la Oración de la Iglesia a través de las edades y que da frutos de santidad, es lo bueno que hay que retener para el bien de toda la Iglesia. 

Apoyado en esta argumentación a favor de los diferentes ritos de la Iglesia, el abad Pedro trae dos testimonios del pasado, de un Concilio y de un Papa, en favor de la conservación de la Tradición y en contra de los que innovaban en contra de ella. El lector podría pensar que pretende citar un concilio casi desconocido y un papa olvidado del pasado. Sin embargo, no es nada casual que se cite a un Papa que resolvió el cisma acaciano y devolvió la unidad de la Iglesia. ¿Que mayor defensa podría haber contra la acusación de romper la unidad de la Iglesia por mantener y defender su rito que esas palabras de un paladín de la unidad en favor de los padres hispanos y sus usos? Es también una contestación a la afirmación romana de que este Papa insinuó que España adoptase el rito romano. Y un canon dado por un Concilio del que formaron parte los padres conciliares del grande de Nicea como Osio de Córdoba, por lo que refleja la mens de los luchadores por la ortodoxia también a favor de mantener las costumbres de los padres.

Sigue la gradación ascendente, ya se han dado los argumentos de la teología, de los concilios y de los papas. Ahora viene lo fuerte porque se afirma que al quemar los misales se ha quemado a la Santísima Trinidad. Si la liturgia encarna la Fe de forma análoga a la encarnación del Verbo, el destruirla sacrílegamente es equivalente a intentar negar esta analogía y eliminar la fe en la Santísima Trinidad y a Jesucristo. Es una variante de iconoclasia, pero en vez de ser con las imágenes sagradas lo es con las acciones y palabras sagradas. Es también la contra replica a las acusaciones de que esta liturgia estaba teñida de arrianismo cuando fue la campeona en contra de esta herejía. Y como prueba pone la guinda de que también se ha quemado al apóstol Pedro por mandato subrepticio de su sucesor pues el misal hispano contiene la proclamación de la fe en el Verbo de Cefas. Los editores han buscado en vano estas citas en las dos epístolas petrinas de la Escritura cuando cualquiera de nosotros puede ver que es una variante del prefacio romano:Dignum et justum est. Vere dignum et justum est, aequum et salutáre nos tibi semper et ubique gratias agere…" Se trata del comienzo de la inlatio (o illatio), que cumple la misma función que el prefacio romano. Y era creencia muy antigua que las partes fijas y más antiguas del canon de las iglesias latinas salieron de la propia mano de San Pedro. La Iglesia hispana la recibió a través de los Siete Varones Apóstolicos mandados por San Pedro y San Pablo a España y que es continuada por el venerable rito mozárabe. Con esta alusión el buen abad Pedro mata tres pájaros de un tiro: defiende la ortodoxia del rito hispano, su entronque con la más pura tradición apostólica y, en este caso, romana, y ataca a sus detractores de estar socavando el propio rito que querían imponer. Lejos estaba de pensar, eso sí, que sus alusiones serían proféticas, como se vieron en el año 1969, que se verían los mismos hechos y que se acusaría a los partidarios del rito tradicional con los mismos argumentos con que se les acusaron a ellos. 

Por último viene la parte más importante y sin la cual de nada sirve restaurar los venerables ritos de nuestros padres: sin la caridad de Dios en el corazón son inútiles y, aún más, perjudiciales porque usaríamos lo más santo para nuestros fines mundanos: “Si no tengo amor, nada soy” (I Cor. XIII, 2). Si nuestras vidas y ejemplos no son los de santidad, si nuestro interés por el rito es solo cultural, estético o, Dios no lo quiera, ideológico, es mil veces mejor que se pierdan para siempre porque así, por lo menos no se profanarán con nuestro fariseísmo y soberbia el legado de nuestros antecesores.  Esta la mayor lección de nuestros antepasados y la más debemos escuchar.


Conclusión

En la misa hispana proclama el sacerdote mostrando el Cuerpo de Cristo al pueblo: Sancta sanctis! “Lo santo para los santos”. Esta es la verdadera labor de la liturgia, de todas las liturgias, la santificación, ser santos como lo es nuestro Padre en los cielos a través de la contemplación y la gracia de Jesucristo, nuestro Señor. Todo cristiano esta llamado a ser un alter Christus por lo que debemos seguir en consejo de San Pablo para entrar en el gran misterio de la liturgia, ser transformados en ella por el Espíritu Santo y conseguir las cosas de arriba. Este es su gran fin para nosotros, escuchemos, pues al doctor cuando nos pide: “Os ruego, hermanos, por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios (en un) culto espiritual vuestro” (Rm. XII, 1). 

jueves, 20 de abril de 2023

La tradicionalización de los jóvenes sacerdotes

 

Seminaristas del Pontifico Colegio Josephinum, de Ohio



Desde la aparición de Traditionis custodes, un grupo importante de fieles parisinos comenzó a manifestarse todos los sábados frente a la nunciatura y luego frente al arzobispado, rezando el rosario, y pidiendo la “paz litúrgica”, que se vio quebrada por el nuevo documento del papa Francisco. Es uno de ellos quien escribe esta breve reflexión.


Cada vez es más evidente que las filas se están moviendo en la Iglesia. En el plano muy concreto de nuestras manifestaciones piadosas ante el arzobispado, puedo asegurar, sin dar datos concretos, que no son sólo laicos los que se detienen a animarnos, sino también sacerdotes: “¡Aguanten! Sigan!”. Porque en este clima eclesiástico de fracaso desde el punto de vista moral (no hablo de los escándalos de la moral, sino de la forma lamentable en que son tratados por los jerarcas), de la fe, de las vocaciones (sólo tres nuevos seminaristas en 2022 en la diócesis de París, número que se ha conservado durante mucho tiempo), de la práctica en las parroquias, es que los sacerdotes de las generaciones más jóvenes se sienten muy cerca de nosotros.

La semana pasada cité este artículo de la página web de BFMTV del 9 de abril, en el que se señalaba que “Ganan terreno los tradicionalistas en la Iglesia”. Por otro lado, un artículo de Jean-Marie Guénois, publicado en Le Figaro el 20 de abril, se titula “Cómo los sacerdotes jóvenes quieren sacar a la Iglesia de la crisis”, es también particularmente interesante. Allí, evoca la emoción muy significativa provocada en el clero joven por la muerte del padre Cyril Gordien, párroco de Saint-Dominique, en el distrito XIV de París, ejemplo típico de “nuevo sacerdote”, que en su testamento espiritual no tuvo pelos en la lengua para denunciar todo lo que sufrió por parte de sus cohermanos y de su jerarquía (véase aquí la carta 927 bis de Paix Liturgique del 23 de marzo de 2023).

J.-M. Guénois entrevistó a doce sacerdotes de menos de cincuenta años, párrocos en diversos ambientes. Señalo lo siguiente de entre sus afirmaciones: “Al menos una cuarta parte de los jóvenes ordenados sacerdotes tienen una mentalidad más bien clásica, incluso tradicionalista. Los fieles de la generación de 1968, que son más bien progresistas, no lo pueden comprender”. Y rerlata esta confidencia de un sacerdote de la diócesis de Cahors: “Si hoy siento algo que me molesta, es la cuestión litúrgica. Habíamos llegado a una situación pacífica con los sacerdotes tradicionalistas y todo iba bien. Comprendemos que Roma no quiera que aparezcan grupos con preferencias particulares, pero las nuevas restricciones nos ponen las cosas más difíciles”. Yendo aún más lejos, este sacerdote que permanece en el anonimato, dice: “Cuando miramos a Roma, que siempre ha sido una proteección, un faro, una tierra firme, nos dicen: ‘No queremos más sacerdotes como tú’. Tienes que justificar que llevas un cuello romano. Nos da la impresión de que al Papa no nos entiende y de que no le gustamos”.

El abismo se ensancha entre Roma y los obispos que aplican su política de represión, por una parte, y los jóvenes sacerdotes y sus fieles, por otra. En cuanto a la liturgia tradicional, ¿deben los jerarcas estar tan cegados como para creer que un día podría desaparecer y que es necesario, en el mejor de los casos, manejar sus últimos años? ¿De qué creen que hablan los obispos de Francia cuando se reúnen? ¿De las misas dominicales a las que no asiste nadie? ¿De los seminarios vacíos? No. Hablan del número cada vez mayor de tradicionalistas. ¿Cuáles son las informaciones procedentes de Francia que más llaman la atención en los Dicasterios romanos del Culto Divino, de los Obispos, del Clero? Las relativas a la “tradicionalización” del clero.  

Antes de Summorum Pontificum, celebrando la misa tradicional en Santa Maria Maggiore el 24 de mayo de 2003, el cardenal Castrillón afirmaba: “El antiguo rito romano conserva, pues, su derecho de ciudadanía en la Iglesia dentro de la multiformidad de los ritos católicos latino y oriental”. Después de Traditionis custodes, esto sigue siendo verdad, y más aún en la medida en que la reanudación de las persecuciones de la misa tradicional ha subrayado su importancia. Repito, los tiempos están madurando: una nueva generación de sacerdotes, muy motivada, le abre las puertas y se apoya en el antiguo rito de la iglesia romana.

lunes, 17 de abril de 2023

Liturgias Paralelas

 


por Eck


Teniéndolos a ambos a la vista, aunque la empresa es difícil,

no hemos de rehusar el confrontar las diferencias de uno y otro

porque los rasgos de semejanza en las mismas obras resplandecen...

Plutarco, "Comparación entre Licurgo y Numa", Vidas.



Introducción

Dos veces se alzó el pueblo católico contra una sustitución del venerable rito de sus padres. Eran tiempos de mayor fe por lo que se hizo apelando a la justicia divina en contra de la voluntad tiránica de papas, reyes y jerarcas. Así sucedió en el año de gracia de 1077 cuando se celebró en la glera de Burgos un combate singular entre dos campeones de cada rito ante el rey, toda la corte y todo el pueblo. Con la ayuda de Dios ganó el campeón popular pero Alfonso VI impuso su férrea voluntad en contra de su propio pueblo. Zafarse de la plenitudo potestatis del duro S. Gregorio VII sobre León y Castilla bien valía la misa hispana y el papa se felicitó con esta gran baza, bien advertido de cómo se las gastaba el leonés si se traspasaba el límite (su mote era “el Bravo” no por casualidad, sino que se lo digan a sus hermanos...). Ambos ganaban, perdían ambos, el pueblo y la Iglesia. La historia se volvió a repetir al poco tiempo para confirmar tanto la voluntad divina como la testarudez de papas y reyes.

En el año 1085 en la recién reconquistada Toledo todo el pueblo mozárabe, con el apoyo de leoneses, portugueses y castellanos, se alzó en contra de las pretensiones del mismo rey y de su flamante nuevo arzobispo franco, un monseñor Roche, eso sí, de mayor categoría humana y cultural, de eliminar el rito con el cual habían podido soportar la opresión mahometana y dado grandes mártires a la Iglesia. No iba a haber ninguna duda posible. Esta vez la decisión divina sería clara  para todos porque no habría intervención humana alguna. En medio de la plaza mayor de la ciudad, el Zocodover, se erigió una inmensa pila de leña seca donde se arrojarían ambos oficios a la lumbre y que el Altísimo decidiera la contienda. Todos, desde el más menudo pechero al más encumbrado noble, serían testigos del hecho. Era el Juicio de Dios definitivo. Echados que fueron ambos al fuego, el oficio romano saltó de la hoguera mientras que el hispano permanecía ileso en medio de las llamas. Las gentes rompieron en asombro y algazara. El Hacedor había hablado claramente, el Creador había dictado sentencia en la controversia de modo manifiesto en favor del hispano manteniendo la santidad del romano. Era un milagro patente. Sin embargo, hasta Dios está desarmado en contra de la voluntad libre del hombre. El monarca y el pontífice impusieron su voluntad, pesara a quien pesara, con gran dolor del pueblo que acuñó la frase: Allán van las leyes, donde quieren los reyes


Historias Paralelas

Las heridas espirituales de tal acto todavía las sufren España y sus hijas. Se abolió el rito santo de nuestros padres, santos y doctores, que había sido entregado por los propios apóstoles, el mismo que nos permitió sobrevivir a la invasión sarracena, el que nos dio esperanza en medio del martirio de sus mejores hijos bajo la tiranía islámica y el que nos encendió el corazón para una resistencia desesperada y humanamente imposible en las montañas de Asturias y Aragón. Se impuso lo foráneo despreciando lo propio hasta tal punto de llamar herético y cismático al venerable rito de los santos Padres Toledanos, el de San Isidoro, Julián, Ildefonso o Beato. La xenofilia y endofobia hispana data de entonces con sus reacciones extremas tan destructivas. ¿Cómo no ver fenómenos similares en nuestros días en la Iglesia si tienen la misma raíz?

De tan luctuoso hecho sabemos hasta la hora del día en que entró en España el rito romano por imposición pontificia. El 22 de marzo de 1071, durante la segunda semana de Cuaresma, en la hora sexta del oficio divino, se rezó por primera vez en España, tal y como consta en la crónica de San Juan de la Peña. Pues bien, el primer domingo de Adviento, el 30 de noviembre del año 1969 entraba en la Iglesia el rito vaticano en sustitución del rito romano a pesar de las críticas, protestas y peticiones de parte de la jerarquía, clero y pueblo, que veían como se les robaba las oraciones de su padres y, por qué no decirlo pese a que algunos les reviente en su clericalismo, se les robaba la misa.

La historia se volvía a repetir y con suma ironía pues ahora el rito sustituido en España era el rito que sustituyó al propio. Como los tiempos actuales la fe anda algo fiambre y no era propio de católicos tan adultos, racionales y modernos, no se consultó directamente con el Señor, que estaría muy ocupado con sus cosas,  ni se hizo ningún juicio para conocer Su voluntad no fuera que dijese que no, así que no conocemos su opinión aunque viendo los frutos podemos decir que no es precisamente muy partidario... 

En favor de S. Gregorio y Alfonso VI, hay que decir que estos trajeron un rito antiguo, santo y hermoso, creado a partir de la oración de S. Pedro, de los mártires de Roma y de los papas Dámaso, Gelasio, León y Gregorio, ilustrado por S. Jerónimo, santificado por san Benito y sus hijos y de espíritu misionero en los báculos de S. Agustín, S. Bonifacio y S. Aldalberto. Del rito de Pablo VI no podemos decir precisamente lo mismo, y si quizás lo contrario. Y otra cosa a favor de los medievales fue que, a pesar de sus exorbitancias, temieron las iras divinas y permitieron uso del rito ancestral en las seis parroquias toledanas mozárabes. A Pablo VI le movió a permitirlo el nombre Agatha Christie y el temor a las iras periodísticas de los intelectuales... O témpora, o mores!.

Otra vez se oyeron las acusaciones de herejes, cismáticos y, producto del siglo y sus neuras: rancio, carca y anticonciliar, a quienes no aceptaban que lo que ayer era santo hoy no lo fuera, a despreciar miles de años de fe y cultura en su encarnación ritual, 


La reserva india mozárabe

Refugiado en su alcazar del Tajo, el viejo rito hispano languideció durante centurias en una agonía, en una lucha por la supervivencia entre sus cada vez más reducidas parroquias y parroquianos. Varias veces estuvo a un tris de desaparecer y que se perdieran para siempre sus tesoros. Acudió la providencia en su ayuda a través de grandes hombres de Iglesia, que unían a una gran fe, una gran cultura y un gran patriotismo. En el siglo XV el gran cardenal Cisneros junto con el canónigo Ortiz lo resucitó de la muerte. Publicó tanto el Misal como el Breviario y erigió la capilla del Corpus Christi para darle la continuidad y el decoro que merecía. En el siglo XVIII el cardenal Lorenzana junto con el obispo Fabián y Fuero desde una ciudad de México con un nombre muy adecuado para esta labor, Angelópolis (Puebla), y dando testimonio de que en esta tarea de rescate también colaboró América, comenzaron a renovar el interés por el viejo rito con la renovación del Misal, Breviario y Oferencio. En el siglo XX, la Guerra Civil de 1936 vio el martirio de todos los capellanes y beneficiarios mozárabes rememorando el de los santos cordobeses, restaurándose poco a poco la continuidad hasta que el 1992 se renovó el misal de acuerdo con el Vaticano II, mucho más respetuosa que la vaticana aunque podamos objetar sus decisiones.

A pesar de estos beneméritos esfuerzos el viejo rito hispano cumple hoy con una función propia dentro de la vida de la iglesia española nada honrosa: es el condimento exótico ideal para cualquier sarao litúrgico peninsular, fardar en el extranjero y sin las peligrosas tentaciones que traen los ritos orientales y el rito romano bajo el misal. No hay peligro para sus desgustadores de hacerse orientales al ser deslumbrados por su mística y, mucho peor, Santo Concilio, de volver a la grandeza de la misa tradicional. Como las funciones de los indios en Estados Unidos, el viejo rito español es un espectáculo de reserva del Buffalo Bill litúrgico, el casino donde jugar a la reconstrucción e inventiva ritual, un cabaret de espectáculo eclesial. A esto se le ha reducido, a una mera chacha litúrgica, con apenas vida propia ni casi fieles y, sin embargo, cargado con las promesas de la Providencia, que ha evitado su extinción en numerosas ocasiones, nos debe mover a profunda reflexión sobre nuestra situación.


Historia, magistra vitae

El pasado desgraciado pero esperanzador del venerable rito nos muestra como en un espejo nuestro futuro. Las lecciones de la historia y los hechos de nuestros antepasados deben ser escuchadas si queremos evitar, con la ayuda de Dios, acabar como ha acabado el rito mozárabe.

La primera lección que nos dan es la resistencia legítima del pueblo católico y del bajo clero contra un cambio injusto realizado por reyes y papas, abades y gobernantes. La revuelta de leoneses, castellanos y toledanos, de los navarros en el valle del Roncal y otros muchos bajo amenaza cumplida de excomunión impidieron que se cumpliese el sueño de S. Gregorio VII, santo pero enceguecido por someter todo a la Sede Romana, de eliminar el rito de raíz y para siempre, incluso en el recuerdo, prohibiendo hasta la letra visigótica para impedir su lectura. Hasta el siglo XIV se conservó el rito gótico o toledano en muchos monasterios y catedrales más allá de las seis parroquias oficiales mozárabes pero languideció silenciosamente, apagándose poco a poco como una vela. El gran pecado de nuestros antepasados fue el resignarse a las decisiones y quedarse con lo que se tenía, sin dar un paso más allá, petrificados en el pasado. .Sin renovación espiritual, intelectual y misionera, sin santidad ni caridad, todo rito muere como planta sin agua.  

Es aquí donde debemos sacar la segunda lección. De hecho era el futuro esperable del rito tradicional, vivir en una reserva india litúrgica hasta que se extinguiese por sí mismo dentro de su gueto, aislado del resto de la Iglesia tanto por los demás como por ellos mismos, canibalizándose a sí mismos en luchas internas y tonterías, nostálgicos de tiempos idos idealizados a pesar de que muchos trabajaron para evitar estos síntomas de desintegración. Fue la Providencia quien intervino para conjurar el mal y con suma ironía al servirse de un Vatican II boy de mucho fuste llamado Benedicto XVI con una decisión transcendental, el Summorum Pontificum. Este papa con esta decisión no solo ha rectificado a Pablo VI y el Concilio pasando por encima de S. Pio V, sino que en el terreno litúrgico es el documento más importante desde que S. Gregorio VII decidió por primera vez en la historia de la Iglesia suprimir de facto un rito legítimo por su plena potestad. Se opone, pues, a mil años de decisiones pontificias y de concepciones del poder papal.

Y llegamos a la tercera lección, la más importante, los problemas de la Iglesia no tienen origen en la liturgia sino que se manifiestan en esta. Siendo el rito la encarnación de la Fe, es esta su forma, según la concepción aristotélica. La crisis actual de la Iglesia es de Fe y la liturgia es su manifestación. Cada vez estamos más convencidos de que no hay casualidad en que el cisma fociano y el posterior de Miguel Cerulario fuera casi contemporáneo de esta sustitución del rito hispano por el romano y que poco tenía que ver con el miedo a un posible cisma hispano. Es irónico pero muy lógico que el rito romano haya sido sustituido por el vaticano como él sustituyó al hispano y por mano del mismo, un Papa autócrata. La liturgia se había vuelo instrumentum ecclesiae, instrumento de gobierno. Lo más santo puesto como servicio de lo inferior. Las añadiduras por encima del Reino y su justicia, nos hemos olvidado de Dios, esa es la causa de todo.

Volvamonos hacia Señor, pues, volvamos a la liturgia como Opus Dei, como participación en la vida de Cristo, como la Pascua del Señor.


miércoles, 12 de abril de 2023

“Amén. Francisco responde”. Disney TV y el síndrome del viejito piola


 


por Ludovicus


Se sabe, la captatio benevolentiae, convertida en la captivitas obsequentiae, es la marca registrada del emporio jesuita. La reciente charla de Bergoglio con un grupo de jóvenes ordinarios, normales (una ex monja lesbiana, una mujer de género fluido, una catequista abortera, una pornógrafa o prostituta digital, entre otros) no puede dejar mas que una sensación de bochorno y vergüenza ajena, llevada a su paroxismo cuando al fin de la conversación, plagada de elogios de la mayoría de los jovenes al aborto, a la masturbacion,a la pornografia, a la homosexualidad, etc, Bergoglio termina diciendo que aprendió mucho de los jóvenes y que lo importante es la fraternidad, porque las ideas se pueden discutir. 

Al igual que a Perón, le salen bien los saludos y las ocurrencias chabacanas, un poco pueriles; a una chica que le da dos besos, le dice que son 50 pesos. Al que lo saluda con un “Cómo le va”, le contesta con un “Como se puede”. Más captatio benevolentiae. Perón era un virtuoso en estas técnicas. Cuando llegaba una visita vestida con sobretodo, la ayudaba solícito a sacárselo al par que le decía que entre la eterna lucha entre hombre y sobretodo, el siempre estaba del lado del hombre.

Bergoglio está viejo. Esto, que no debería ser un demérito, adquiere características de patético complejo cuando él mismo dice que es anticuado y anacrónico, que no tiene celular, que no sabe lo que es Tinder o una nómina, que los secretarios le manejan el Twitter; mientras desesperadamente trata de hacerse el superado diciendo que Tinder le parece normal y pretende hablar con jóvenes ignorando su cultura y evitar cuidadosamente cualquier juicio moral categórico ante las aberraciones que le describen y elogian. En un momento, una joven catecumenal, la única con fe católica del grupo, tiene que tomar la defensa de la moral cristiana ante la indefensión en la que la ha dejado el Papa. Al que no lo salva alguna salida destemplada y agresiva, que debe mas a su carácter e incluso ignorancia que a la verdad, como cuando compara el aborto con el sicariato o dice que el ADN propio se constituye al mes de la concepción. La pereza intelectual, siempre, para qué averiguar, si en vez de Lejeune lo tenemos a Paglia.

Y tantas condenas al moralismo para terminar dedicándose en exclusiva a temas (in) morales: ni una palabra sobre el destino eterno del hombre, sobre la naturaleza de Dios, o su Encarnación o su Santa Madre, o sobre el kerygma. Ni sobre la gracia o el pecado. Para qué, si eso no da de comer. Y los “jóvenes” quieren comer, sí, quieren canibalismo institucional.

Por momentos Bergoglio pierde el control de la reunión, simplemente porque ningún renuncio es suficiente, porque la precariedad intelectual del personaje, su horror a las distinciones, la incapacidad de desagradar, pasa factura. Aquí no alcanza el canibalismo institucional, llamar “infiltrados” a los sacerdotes que con base en el Evangelio pronuncian “discursos de odio”, como le dice la chica lesbiana inventando muñecos de paja. El desprecio juvenil sobrevuela la reunión, a pesar de los cortes y ediciones que lo intentan ocultar. Algún interlocutor lo comienza a tutear, otra le entrega un pañuelo verde de la campaña por el aborto que el agradece y recibe, otro le objeta su proceder legal con los abusos. Otra lo retará a pensar a una mujer sentada donde está el. Nos recuerda la intervención de Sartre en el mayo francés, cuando, al hablar ante una asamblea universitaria, el presidente le dijo, con desdén, “Sartre, sea claro, sea breve; la juventud no tiene tiemp”. La familiaridad engendra desprecio y con un par de reuniones más podrían terminar jugando al poker o tomándose unas cervezas. Alguna vez el Papa fue llamado Santísimo, alguna vez no salía de su morada sin el propio Santísimo en su pecho. Aquí se mechan los diálogos con escenas de alcoba de lesbianismo. Disney no falla.

Es el síndrome del viejito piola, es decir, del progresista envejecido que busca desesperadamente la preciada vigencia, la que, ¡ay!, se escurre mas rápido que la vida. Tratando de ganar a la juventud con adulación y demagogia, mostrándose  “avanzado”, permisivo y adaptado al tiempo presente —que, otra vez, hélas, no es el suyo—. Es la habitual forma en que coronan su carrera los políticos mediocres y los maestros sofistas desde antes de Platón, ávidos de una limosna de atención comprada con permisividad. No suele salir bien.

Queda una sensación de vacío y desasosiego. En toda la charla —casi una hora y media—, el Vicario de Cristo casi no ha invocado el nombre de Cristo. De hecho, no ha hablado de Él. Ha hecho una apologética de baja ralea, que alguna vez describimos en este blog..  El cristianismo ha sido reducido a la irrelevancia, reemplazado por una vaga fraternidad entre monstruos modernos llenos de contradicciones irreductibles, confirmados en sus vicios y costumbres por el silencio o la confusión. La Iglesia es universal, porque entran todos, buenos, malos, ateos, transexuales, genero fluido, musulmanes, ateos, etc.,como el Congreso del cuento de Borges abarcaba todo el Universo. Hasta el Diablo, pienso, debería ser convocado, e incluso los simios mayores, porque “todos somos hijos de Dios, todos”.

La vida es linda”,concluye,  proponiendo como modelo para la Iglesia el dudoso convivio que han protagonizado. Para hacer tal viaje no se necesitan tantas alforjas y tanta sotana blanca: bastaría con un gurú de autoayuda. Sería más barato. 

La sal, definitivamente, ha perdido su sabor.


lunes, 10 de abril de 2023

El giro antropológico


¿Alegría pascual o pepinillos en vinagre?

No sólo a nosotros, los bloggeros católicos, sino también a los medios masivos de comunicación les aburre ya comentar los disparates que casi con frecuencia diaria nos proporciona el papa Francisco. Ya casi no se hacen eco de lo que dice ni de lo que hace, y él, desesperado por el olvido en el que lo están arrinconando —las cámaras crean adicción— se preocupa de hacer y decir sandeces (stronzate las llamó en cardenal Müller) cada vez más frecuentes. Por eso, creo que no tiene sentido comentar su última sarta de stronzate pronunciadas en el programa “Amén. Francisco responde”, de los estudios Disney. Dirá lo mismo de siempre, como dijo lo mismo de siempre en la homilía de la misa crismal el último Jueves Santo, y seguirá así hasta que muera repitiendo su acotado repertorio. Poco después de iniciado el pontificado, nos preguntábamos en este blog qué haría Bergoglio cuando se le acabara sus municiones de “bergoglemas” y de ideas cursis y de baja intensidad teológica. Ahora, ya lo sabemos: repetirlas una y otra vez hasta el hartazgo.

Los periodistas, quizás por el complejo progre que siempre los acompaña, o por estupidez crónica, o por imitación, siempre se suelen regodear en narrar aquellos episodios en los que alguna personalidad encumbrada, y si es de la realeza mejor, “rompe el protocolo”. Les encanta que el rey de Inglaterra o el presidente de Argentina “rompa el protocolo”; que muestre su independencia con respecto a las reglas y ceremonias recibidas por la tradición, que se haga “cercano” al pueblo. Con el papa Francisco han tenido para hacer dulce de leche que, de tanta azúcar, les resulta ya incomible. Es que si quien debe cumplir con un cierto protocolo siempre lo rompe, entonces el protocolo deja de existir. Y lo que hace termina siendo payasadas o excentricidades que no interesan a nadie. Y una de las primeras ocasiones en que el papa Francisco rompió las reglas fue cuando, apenas elegido, celebró la misa in coena Domini del Jueves Santo de 2013, en una cárcel, y le lavó los pies a doce presos. Y los años siguientes hizo lo mismo, coleccionando una muy rica y diversa colección de pies lavados y besados: de varones y mujeres; de cristianos y musulmanes. 

Más allá de la violencia litúrgica que significa este hecho, y que es bastante obvia, hay un significado más profundo que merece explorarse. La ceremonia del lavado de los pies se ha convertido para el público profano y para los católicos de escasa formación, en la parte más importante de la misa in coena Domini. Muy por atrás está la procesión con el Santísimo al Monumento, el despojo del altar o el canto del Gloria con las campanas al vuelo. Y esto es así desde hace décadas. Y Bergoglio, sabiendo el carácter estelar del gesto, se ha preocupado, desde su pontificado en Buenos Aires, de protagonizarlo con particular dedicación. Pero lo cierto es que el lavado de los pies o el mandatum en el rito romano, hasta la reforma de la Semana Santa de 1955, se lo hacía luego de terminada misa, y fuera de la iglesia. De ese modo, no se interrumpía la misa ni se hacia ingresar a los laicos en el coro durante los oficios, y se respetaba la sucesión cronológica descrita en los Evangelios. Es decir, era un rito “suplementario” y al que probablemente asistiría muy poca gente. Al concederle la centralidad que ocupa en el rito de Pablo VI y darle la espectacularidad que le da Francisco, y tantos otros curitas que lo imitan, se produce un (otro) claro “giro antropológico” de la liturgia, que pasa a convertirse en una mera celebración comunitaria dedicada a celebrar al hombre. 

La Semana Santa nos provee de varios ejemplos como este. El vía crucis que se realiza en el Coliseo y que, para el católico medio, tiene más importancia que la celebración litúrgica de la Pasión del Señor, es ocasión para que los últimos papas desplieguen sus fantasías. El que se celebró el último Viernes Santo tuvo como tema las guerras y los perseguidos en el mundo. Nadie duda de la importancia de estos dramas que desde siempre asolan a la humanidad, pero el problema es que esta situación desplaza totalmente al verdadero drama de la Pasión: un Dios hecho hombre que muere en la cruz a fin de librar al hombre de la condena y abrirle de ese modo las puertas del cielo. El hecho central de nuestra fe se termina convirtiendo, entonces, en una especie de parábola o relato en el cual reflejar los problemas de la actualidad. [Una curiosidad: el papa Francisco no asistió porque hacía mucho frío. En Roma hacían 12º al momento del vía crucis. No parece que fuera un frío intenso].

    Lamentablemente, la Semana Santa y sus ceremonias han pasado ser en la nueva liturgia no más que buenas ocasiones para celebrar al hombre. Del drama cósmico —el Dios creador y dador de vida se deja matar y yace en un sepulcro— que asombre “a los seres que habitan sobre la tierra y debajo de ella”, nadie dice nada. Del triunfo de la Resurrección —el Dios-Hombre que con su muerte pisotea a la muerte y da la vida a los que habitan en los sepulcros— mucho menos: no sería correcto afirmar tales ingenuidades; la resurrección de Cristo fue simbólica, enseñan en muchas universidades católicas. Pero como nos dice la liturgia de estos días: “Ahora sé valiente  y confía, pueblo de Dios, porque Él combatirá a nuestros enemigos ya que es Todopoderoso”. 

domingo, 9 de abril de 2023

Pascua de Resurrección

 


Hoy es el día de la resurrección. Resplandezcamos, naciones. 

¡Pascua! la Pascua del Señor. Porque Cristo, nuestro Dios, nos ha hecho pasar de la muerte a la vida, y de la tierra al cielo. Cantemos triunfantes.

Hirmos de la 1º oda del canon de la Gloriosa Resurrección.

sábado, 8 de abril de 2023

María Santísima en el Sábado Santo

 


¡Alabemos a María, la Virgen! Gloria del mundo entero, que brotó de simiente humana y dio a luz al Soberano. La Puerta del Cielo, Cántico de los seres incorpóreos y Adorno de los fieles. Porque Ella apareció como cielo y templo de la Divinidad; destruyó la barrera opresora de la enemistad; introdujo a cambio la paz y abrió el Reino. Sujetémonos pues a Ella que es ancla de la fe. Y llevemos, por socorro nuestro, al Señor nacido de Ella. Ahora sé valiente  y confía, pueblo de Dios; Porque Él combatirá a nuestros enemigos siendo Todopoderoso.

Divina Liturgia de San Basilio Magno del Gran y Santo Sábado.

Sábado Santo

 


Descendiste a las profundidades de la tierra para llenar a todos de tu gloria; y mi persona que está en Adán no te fue desconocida; y cuando fuiste sepultado, me renovaste a mí, el corrompido.

 ¡Oh Jesús, Philánthropos (Amante de la humanidad)!

Tropario de maitines del Gran y Santo Sábado. Liturgia bizantina

viernes, 7 de abril de 2023

Viernes Santo

 


Nos has rescatado de la maldición de la ley con tu preciosa sangre. Clavado en la Cruz y traspasado por la lanza, eres fuente de inmortalidad para los hombres. 

¡Oh Salvador nuestro, gloria a Ti!

Apolytikion de Viernes Santo. Rito Bizantino

miércoles, 5 de abril de 2023

Jueves Santo


 

Señor, al acercarse tu pasión voluntaria, dices a tus discípulos: "¡No habías podido vigilar conmigo ni siquiera una hora! ¿Cómo, entonces, pretendéis morir por mí? ¡Vosotros veis como Judas no duerme sino que afana por librarme a los prevaricadores! Levantaos y orad, para nadie reniegue de mi cuando me vea en la cruz. 

6º antífona del oficio bizantino de los Santos Sufrimientos.

lunes, 3 de abril de 2023

Vidas paralelas

 


[Después de mucho tiempo, vuelve al blog Ludovicus con su pluma. ¡Qué se haga costumbre!]


Por Ludovicus

Cuenta Ernst Jünger que en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, ante la afirmación de que Hitler había sido elegido por la Providencia, un anciano contestó que efectivamente lo había sido, para destruir a Alemania.

    Hay un notorio paralelismo entre la labor destructiva de Bergoglio y la demolición de Alberto Fernández, cada uno en su respectivo coto de poder. La analogía no se detiene allí; ambos son incurablemente mediocres y sin la menor honestidad intelectual, el par cínicos redomados, los dos cultores del poder y enemigos a la vez de toda grandeza. Víctimas ambos, por último, a vaya a saber qué manejo extorsivo que los tiene atados de pies y manos a esta Jezabel del subdesarrollo, a la que se han sometido en forma abyecta.

    Sin ánimo de incurrir en autodenigración, podemos decir que somos los peores del mundo. La Argentina ha producido al peor papa de la Historia y al peor presidente de nuestra historia. Los resultados son dolorosos, y a la vez, extrañamente paralelos; la Iglesia sometida a la desintegración del mayor cisma de la edad contemporánea, la Nación convertida en una toldería de vagos, indios y lúmpenes varios.

    Señalo las similitudes, pero no puedo, no podemos, descifrar los designios de la Providencia. Algún signo hay aquí, al igual que en la existencia de un antibergoglio en la figura de Castellani, que ha resultado profético tanto en su mensaje como en su misma vida. Muy parecidos, muy distintos, casi como Cristo y el anticristo.

    Tanto Bergoglio como Fernández parecen acercarse a fines similares: desautorizados, devorados físicamente por el poder, privados de respeto, reyes desnudos pero ridiculizados hasta por sus partidarios. Dejan desolación y caos.

    Vidas paralelas, finales paralelos.

 

sábado, 1 de abril de 2023

La extraña salud del papa Francisco

 


La Sala de Prensa de la Santa Sede nos tranquilizó el miércoles diciéndonos que el papa Francisco había sido internado para controles de rutina. Poco después, se habló de un problema cardíaco, luego pasó a ser respiratorio: una neumonía.

Son embargo, al día siguiente nos enteramos, para nuestro alivio, que en realidad era una bronquitis de base virósica que estaba siendo tratada con antibióticos. Y ayer se nos informó que tan bien estaba Su Santidad que, aún portando un virus, se había dado una vuelta por las salas oncopediátricas del hospital para saludar y bendecir a los niños, sin llevar siquiera una simple mascarilla. 

¿Será que los virus pontificios tiene poder terapéutico? ¿O será que nos siguen mintiendo y nos toman por estúpidos? Según alertaban en las últimas horas algunos medios italianos, el problema había sido un infarto de miocardio.