por John Henry Newman
¿No sabéis que los que corren en el estadio,
todos sin duda corren pero uno solo recibe el premio?
Corred de tal modo que lo alcancéis (1 Cor 9,24)
Nada queda más claro en la Escritura o es más llamativo en sí mismo que esto: que de todas las personas bendecidas con los medios de la gracia solo unos pocos han hecho rendir este inmenso beneficio. Tan claro, tan constante es este hecho que podría considerarse casi una doctrina. «Muchos son los llamados, pocos los escogidos». Y en san Lucas (13,24): «esforzaos para entrar por la puerta angosta, porque muchos, os digo, intentarán entrar y no podrán». Y san Mateo (7,13-14): «amplia es la puerta y ancho el camino que conduce a la perdición, y son muchos los que entran por ella. ¡Qué angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la Vida, y qué pocos son los que la encuentran!». Y se diría que san Pablo convierte expresamente el hecho histórico en doctrina cuando, comparando sus propios tiempos con etapas anteriores de la Iglesia, dice: «también en el tiempo presente ha quedado un resto según elección gratuita» (Rm 11,5).
La palabra «resto» es corriente en el lenguaje de los profetas, que es de donde la toma san Pablo. Isaías, por ejemplo, dice: «aunque el número de los hijos de Israel sea como las arenas del mar, un resto se salvará» (Rm 9,27). Jeremías (44,28) habla del «resto de Judá» y de los «hombres contados» a los que se les prometió el regreso. También Ezequiel (6,8-9) declara que Dios «dejará un resto entre vosotros, los supervivientes a la espada entre las gentes. Los que sobrevivan me recordarán entre las naciones donde hayan sido llevados cautivos». Tan bien se entendía esto que la esperanza de los justos no iba más allá. Ni la promesa ni la esperanza va nunca más allá de la salvación de un pequeño «resto», Por eso, el consuelo que se le ofrece a la Iglesia en el libro de Jeremías es que Dios «no acabará contigo» (Jer 46,28) y Esdras confesando los pecados del pueblo expresa su miedo de que no haya quedado «nadie que se librara» (Esd 9,14). Así Cristo, sus apóstoles y sus profetas; todos enseñan la misma doctrina: que los escogidos son pocos aunque los llamados son muchos, que uno gana el premio aunque muchos corren la carrera. […]
Se diría que el Todopoderoso se goza y se digna tener sus delicias en esta pequeña compañía que le es fiel, como si lo reducido de su tamaño tuviera algo de excelente y precioso. «No temáis, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino» (Lc 12,32). «Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos» (Mt 10,16). «Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo sino por los que me has dado, porque son tuyos» (Jn 17,9). En ese mismo espíritu dice san Pablo: «porque a los que de antemano eligió también los predestinó» (Rm 8,29) y en tiempos de Elías: «me he reservado siete mil varones, que no doblaron la rodilla ante Baal» (Rm 11,4). Y en tiempos de Moisés: «el Señor se ha prenda- do de vosotros y os ha elegido, no porque seáis el pueblo más gran- de de todos los pueblos, puesto que sois el más pequeño» (Dt 7,7).
No hace falta añadir que la misma bondad por parte de Dios, la misma ingratitud por parte del hombre, la misma pobreza de fe, la misma escasa santidad, verdad y dedicación han marcado el desarrollo de la etapa cristiana, al igual que las anteriores que relata el libro inspirado. […]
Mencionaré una mala interpretación de esta doctrina. Se puede decir que la idea de que los verdaderos cristianos son pocos lleva a los hombres a aislarse en sus propias opiniones, a apartarse de la muchedumbre, a adoptar opiniones nuevas y extravagantes, a volverse singulares en su conducta, como si no pudiera ser bueno lo que hacen y piensan los muchos. Puede ser el caso a veces. Pero me gustaría subrayar que si los verdaderos cristianos son pocos, tienen también que ser en cierto sentido «singulares». La singularidad, por supuesto, no es prueba de que nuestras opiniones sean correctas o de que seamos elegidos de Cristo, porque hay muchísimas maneras de ser singular y todas no pueden ser buenas. Y a menudo la gente es singular por el gusto de serlo, por orgullo, o por llamar la atención; y de ahí no se sigue que incluso los que profesan las ideas de los verdaderos siervos de Cristo, estén en ese número. Pero por otro lado, tampoco se sigue que porque alguien sea singular en sus opiniones, tenga que estar equivocado, ni que porque otras opiniones sean las corrientes en un momento dado, estas sean correctas. Si la mayoría de la gente se encuentra siempre en el camino ancho «que conduce a la perdición», no hay motivo para afirmar que, para acertar en nuestras ideas religiosas, tengamos que estar de acuerdo con la mayoría. Más bien al contrario. Si de tales personas tales opiniones religiosas, lo más probable sería que las opiniones más extendidas estarían siempre equivocadas y serían peligrosas por ser opiniones muy difundidas. Los que sirven a Dios con fidelidad, siempre tendrán que ser tenidos en su tiempo como gente singular, un tanto desaforada y algo extrema. No lo son; deben guardarse mucho de serlo. Y si lo son, están tan equivocados como la mayoría, por mucho que en otros aspectos se distingan de ellos; y aún así, no es prueba de que lo sean porque los muchos les llamen así. No es prueba de que lo sean el que otros den por supuesto que lo son, pasen por alto sus ideas, desprecien sus argumentos sin oponer razonamiento alguno, los traten con gravedad, o se sientan vejados por ellos, o se pongan impacientes, o se rían de ellos, o se opongan a ellos con ferocidad. No. Hay innumerables nubes removiéndose por el cielo, ráfagas innumerables que agitan el aire para uno y otro lado. Igual de numerosas, violentas, extensas, efímeras, inciertas y cambiantes son las nubes y los vendavales de las humanas opiniones; y tan súbita, impetuosamente y sin fruto asaltan a quienes tienen el alma fija en Dios. Vienen y van las opiniones humanas; no tienen vida propia, no duran. No tienen en común nada más que esto: que lo mismo que las nubes, amenazan y, lo mismo que los vendavales, desaparecen rápidamente. Son las voces de los muchos, tienen la fuerza del mundo y se dirigen contra los pocos. Su argumento, el único argumento en su favor, es su pasajera hegemonía en el momento, no que existieran ayer, no que vayan a existir mañana, no que se apoyen en la razón o en una creencia venerable sino que son lo que todo el mundo da por supuesto o quizá supone que está en la Escritura y por tanto no hay que discutirlo. No es que tengan más defensores a lo largo de periodos de tiempo prolongados sino que resulta que es la opinión que profesa más gente en estos momentos cambiantes. Pera la verdad divina es una y la misma, siempre; no cambia como no cambia su Autor. Así pues: se entien-de perfectamente que quienes mantienen la verdad divina se expongan continuamente a la acusación de ser singulares, bien sea por esto o por aquello, en un mundo en cambio constante. […]
Sermón n. 477
10 de septiembre de 1837
Intuyo que el texto que nos sirve tiene que ver con la tontuna abiertamente herética con que nos obsequió el papa el otro día en su incontinencia verbal habitual: que Jesucristo ha justificado a todos los hombres. Confunde la llamada, que es efectivamente universal, con la justificación. Que es lo mismo que decir que yo soy médico porque una vez me propusieron estudiar la carrera de medicina.
ResponderEliminarLa luminosidad de este personaje es abrumadora, el caballero inglés en su máxima expresión.
ResponderEliminarCito: "Si de tales personas tales opiniones religiosas, lo más probable sería que las opiniones más extendidas estarían siempre equivocadas y serían peligrosas por ser opiniones muy difundidas."
ResponderEliminar¿No debería se "estuvieran" y "fueran"?
Wanderer vea si consigue el video de hoy jueves , donde el Padre Toto de Vedia realiza un ave maría público con una imagen de santa Evita, todavia no está en youtube, si ud tiene un correo se lo envío. solo circula por wapp
ResponderEliminarQué dicen acerca de la invitación del papa a unirnos en la propuesta de oración en comunión con otras religiones del Alto Comité para la Fraternidad Humana?
ResponderEliminarAnónimo 20.20 vi el video, pensé era el P. Russo en la Catedral. Patético
ResponderEliminarApreciado Mr. Wanderer, no creo equivocarme si digo que cumplir de corazón con el primer mandamiento de la ley de Dios nos hace singulares.
ResponderEliminarSingulares han sido los santos que hoy veneramos.
Y pagaron el precio de haber sido "singulares".
Vea sino lo que le pasó a José de Calazans (el santo viejo) cuando abandonó sus riquezas y se dedicó a enseñar a los niños pobres. Los jesuitas lo atacaban con el pretexto de que si se enseñaba a las clases pobres no habría quién fuese sirviente o labrador.
El R.P. Juan Bosco en conflicto durante 10 años con Mons. Gastaldi, Arz. de Turín tenía que viajar a Genova para que el Obispo le ordenara a sus seminaristas.
Grignion de Monfort, privado de predicar.
Ligorio combatido por sus "hermanos" y por el Papa.
¿Para qué seguir?
Que no nos llame la atención que ocurran ciertas persecuciones.
Bertram W. Wooster
https://www.infobae.com/deportes/2020/05/09/emotiva-despedida-al-trinche-carlovich-en-el-estadio-de-central-cordoba-de-rosario/
ResponderEliminarSe puede hacer un funeral sin respetar la cuarentena, pero no ir a Misa. Aquí no hubo ninguna sanción ni multa.
Off the Topic. Ya que esta página se lee en todas partes, tal vez alguien pueda responder mi consulta. ¿Qué le pasó al redactor del sitio Il sismografo? Creo que se llama Luis Badilla y es un peruano. Solia traer buena información, con selección y link de un nutrido repertorio de noticias sobre la Iglesia. De pronto se silenció "por razones de salud". Se extraña su servicio de revista de noticias Agradeceré la respuesta en esta página, si el Sr. Director lo permite. Saludos. p. Gregorio
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