Páginas

viernes, 20 de agosto de 2021

Un intercambio epistolar quince años después del Concilio (I)

 




Jean Madiran vs. Yves Congar O.P.

(un intercambio epistolar quince años después del Concilio)

por Jack Tollers 


Hace más de 50 años, durante el verano del ’66 me tocó en suerte ir a vivir a París. El episcopado francés en pleno acababa de condenar a la revista Itinéraires dirigida por Jean Madiran identificada como órgano de expresión de “una minoría que con audacia pone en duda, en nombre de una fidelidad al pasado, los principios de renovación en curso”. Se referían a “los principios” del Concilio Vaticano II porque todavía no les había dado por hablar del “espíritu” del Concilio, eso vendría después. 

Hace más de 50 años. Y, en efecto, entonces Madiran, en compañía de una “minoría” (¡pero qué minoría, ya veremos!) formulaba sus críticas al Concilio Vaticano II en diversas polémicas con las demás revistas progresistas de entonces (señaladamente Esprit, dirigida por Emmanuel Mounier y Témoignage chrétien, entre otras). Claro, mi padre se abonó inmediatamente a la revista, que seguimos recibiendo en casa hasta que finiquitó, a principios de los años ’90 (algunos dicen que la revista perdió muchos lectores porque Madiran no quiso acompañar a Mons. Lefebvre en su decisión de ordenar cuatro obispos, allá por 1988).  

Lo cierto es que me pasé buena parte de mi juventud leyendo este mensuario, familiarizándome con muchísimos intelectuales católicos que luego seguí en innumerables artículos o libros, entre tantos otros, gente de la talla de Gustave Thibon, Louis Salleron, Marcel Clément, los hermanos Henri y André Charlier, Hughes Kéraly, Henri Massis, Marcel de Corte, Michel de Saint Pierre, Thomas Molnar, Charles De Koninck, Louis Jugnet, Gustavo Corcao, Maurice Bardèche (el cuñado de Brasillach), Jacques Ploncard d’Assac y, claro está, el propio Jean Madiran. 

Y como digo, pasaron 50 años cuando el otro día fui a almorzar a casa de mi yerno y (¿cuándo no?) empecé a inspeccionar su biblioteca, topándome con una separata de Itinéraires del año 1985 en el que se publica un intercambio epistolar entre el propio Madiran e Yves Congar O.P. acerca del Concilio, ocurrido casi diez años antes. Se me había pasado, o por lo menos, no recordaba esta separata, Le Concile en question.

- De dónde sacaste esto? -le pregunté a mi yerno.

- ¡Ah! Del seminario (imaginarán uds. cuál) … Tenían varios ejemplares y lo regalaban… y bueno, yo agarré uno -me dijo.

- Pero si vos no sabés francés -le dije. 

- Sí, bueno, pero pensé que un día lo aprendería y luego…

Luego, nada. No aprendió francés y ahora lo tengo yo al opúsculo este, “El Concilio en cuestión”, aquí, delante de mí, sin saber qué hacerme con este espléndido ejemplo de lo que ha pasado inmediatamente después de esa malhadada reunión: cómo han jugado la partida los progresistas y cómo ya en los años ’60 tenían perfectamente en claro qué iban a hacer: un concilio pastoral (¿y qué concilio no lo fue?), con textos redactados imprecisamente sin incluir definiciones dogmáticas (a diferencia de los veinte concilios precedentes), para ir dándoles a esos textos, con el paso del tiempo, una interpretación cada vez más, ¿qué diremos?, cada vez más audaz, cada vez más heterodoxa, cada vez más escandalosa. Textos redactados en un lenguaje deliberadamente ambiguo, como reconoció no hace mucho el mismísimo Hans Küng.  

Después de leer esta separata que digo, pensé en traducirla y hacerla publicar, pero luego recapacité y pensé que lo mejor que podía hacer es hacerle una pequeña recensión para este blog porque si hay algún interesado, siempre podrá buscar el original en francés y darle el uso que quiera (las referencias necesarias van al pie). 

Aquí pues mi informe.  

Y antes que nada una confesión: cuando me abalancé sobre este librito pensé que iba a encontrarme realmente con las razones, argumentos y fundamentos de Fray Yves Congar O.P., en su topada con Jean Madiran. Pero imbécil de mí, ¿cuándo aprenderé? No señor, son cuatro extensas cartas del segundo: Congar se contenta con responder a la primera en unas nueve suscitas páginas y con una sola página despacha la tercera de Madiran. En fin, que el librejo tiene 167 páginas de las cuales sólo 10 pertenecen a Congar. Claro que no estaba solo en mi ingenuidad: en 1985, cuando Madiran publicó una introducción a esta correspondencia, se mostró algo optimista sobre la posibilidad de un gran debate sobre el Concilio a propósito de la publicación del Informe sobre la fe, aquel extenso reportaje en el que Ratzinger elaboró largas respuestas a las incisivas preguntas de Vittorio Messori. Parecía que algo podía pasar y eso creía el propio Madiran:

Este debate, hasta ahora oficialmente descartado, se convertirá así en algo oficialmente inevitable. Para eso habrá que comenzar por reconocer finalmente que Vaticano II en modo alguno fue seguido de la “renovación” anunciada, sino que, al contrario, desencadenó una descomposición cuasi-universal de la Iglesia Militante. Ese primer paso (¿el que más cuesta dar?) parecería en ciernes, veinte años después de finalizado el Concilio (pág. 11). 

¿De veras? Tu abuela. Y nada, es lo de siempre y Congar no es ninguna excepción. Madiran se encarga de enfatizarlo al finalizar todo el ejercicio:

En cuanto al diálogo entre nosotros, podemos entonces darlo por fracasado. No por eso quedaré eternamente desconsolado. No profeso como Ud. y los suyos aquel fetichismo del diálogo. Fetichismo sobre todo teórico, por cierto; Ud. también hallará rápidamente consuelo—ya se ha repuesto, mejor así. Pero es una lástima para la Iglesia que decididamente no haya escuchado nada de lo que le he dicho. Y luego temo por Ud. que esa sordera suya no sea enteramente inocente (pág. 140).

Diálogo, sí, claro, te la debo (me trae a la memoria lo que cuenta Bouyer en sus memorias que una vez Karl Rahner se explayó interminablemente sobre las virtudes del diálogo y Ratzinger le comentó por lo bajo: “Ahí va Rahner otra vez, con sus monólogos sobre el diálogo”, je).


*


En su prólogo a esta correspondencia (si así se puede llamar), Madiran advierte:

Este debate con el P. Congar ha constituido una excepción, y, hasta donde sé, la única: el debate de fondo sobre Vaticano II nos ha sido habitualmente negado, con una simulada distracción y un evidente desprecio (pág. 10). 

Eso, en 1985. Ahora, casi cuarenta años después y como bien sabemos, la cosa sigue igual. No hubo libros, ni congresos, ni revistas, ni ámbito alguno donde se pudo, alguna vez, en algún país, en algún tiempo, dialogar sobre Vaticano II, ni siquiera en tiempos de Benedicto XVI. Y entonces, no es nada raro que la palabra “diálogo” misma, tan cara a los progresistas, para nosotros es mentira: no, miento, es mierda… es equivalente a “el debate que nos debemos” que dicen los periodistas de cuarta de los medios de comunicación.

Pero, dejemos ese fetiche de lado.

(Sigue)

11 comentarios:

  1. Excelente.
    No sé si estará completo el intercambio, pero algunas de estas cartas de Madiran y el artículo de Congar en La Croix que el primer critica, se pueden encontrar en el muy documentado website de Nicolas Senèze "La Crise Intégriste" https://lacriseintegriste.typepad.fr/weblog/ (que habría que copiar porque veo que no se actualiza desde 2012 y en cualquier momento desaparece).

    ResponderEliminar
  2. Con motivo del trabajo que precede y sin perjuicio de la esperada continuación del mismo, comparto el siguiente enlace:

    https://www.robertodemattei.it/2013/08/17/jean-madiran/

    ResponderEliminar
  3. Excelente noticia: el cardenal Burke está mejorando.

    ResponderEliminar
  4. Un libro imperdible sobre el Vaticano II es "Iota unum. Estudio sobre las transformaciones de la Iglesia en el Siglo XX" de Romano Amerio

    ResponderEliminar
  5. Acabo de leer el artículo de Robert de Mattei sobre Jean Madiran recomendado por el Anónimo de las 13:12. Me sumo a la recomendación, no falta ni sobra nada. Y tiene un final a toda orquesta.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegro. Sinceramente. Alguien reparará en lo de Robert de Mattei, por su comentario; y, cierta carta anticipada en su inicio, aparece como dictada para este tiempo.
      Creo que el enlace contenido dentro del mismo, de la religiosa que se cita, aunque largo, es muy interesante también.
      Lo mío, simplemente, fue ponerlo a disposición.
      Gracias a Usted y a Wanderer.-

      Eliminar
  6. Ese debate que nunca se dio y que Madirán reprocha diciendo que "nos ha sido habitualmente negado con una simulada distracción y un evidente desprecio", amenaza terminar de la peor manera.
    Fruto de la enorme confusión y apostasía que 50 años después tenemos a la vista y provocaron esta crisis terminal que hoy vive la Iglesia, todo indica que en vez de debate lo que tendremos será el castigo de un cisma de proporciones desconocidas.
    Después de cinco siglos, Bergoglio será el único papa que tendrá el 'alto honor' de consumar el peor desastre que ningún otro papa hubiera querido tener.
    Si el Antiguo Testamento dice que los hijos pagan por los pecados de los padres, esperemos que los argentinos no tengamos que pagar los platos rotos por el pecado de Bergoglio, porque por motivos nada religiosos, en la Argentina se están viendo muchas señales de que la cosa también puede terminar de la peor manera...

    ResponderEliminar
  7. A propósito del post Jean Madiran vs. Yves Congar O.P. (un intercambio epistolar quince años después del Concilio) por Jack Tollers.
    Don Wander:
    Madiran advierte:
    “Este debate con el P. Congar ha constituido una excepción, y, hasta donde sé, la única: el debate de fondo sobre Vaticano II nos ha sido habitualmente negado, con una simulada distracción y un evidente desprecio (pág. 10)”.

    Entiendo que, con esta nota, Jean Madiran no hace más que poner en evidencia, una nota clara de la idea de ruptura que campea en la mente de muchos católicos de tendencia progresista: no se debe dar lugar al diálogo con quienes subestiman el valor de las reformas del Concilio Vaticano II. Con lo cual, no se hace otra cosa que negar la integración de dicho Concilio con el de los que le precedieron a lo largo de la historia de la Iglesia. Clara señal de que algo no anda precisamente bien en materia de unidad de la Iglesia, y, sobre todo, en materia doctrinal.
    Esto último se advierte cuando Jack Tollers pone a la vista esa burla a la recta doctrina constituida por textos confesadamente redactados con un lenguaje “deliberadamente ambiguo”. Todo lo cual hace pensar en una clara intención de girar en nuevas direcciones, cuyo único común denominador consistiría, no tanto en adherir unánimemente, a una misma verdad de fe, sino en tomar buena distancia respecto de la doctrina sustentada hasta entonces por el Magisterio de la Iglesia. Algo que en nuestros días se confirma no sólo por la profusión de publicaciones de cuestionables autores que se pueden encontrar en las estanterías de las universidades y seminarios católicos, sino también en los mismos documentos refrendados por la cabeza visible de la Iglesia, por ejemplo, cuando, en materia de fe, lo que siempre se enseñó como ortodoxo, hoy es presentado como heterodoxo, y a la inversa:
    “Al mismo tiempo, los enormes y veloces cambios culturales requieren que prestemos una constante atención para intentar expresar las verdades de siempre en un lenguaje que permita advertir su permanente novedad. Pues en el depósito de la doctrina cristiana «una cosa es la substancia […] y otra la manera de formular su expresión»[45]. A veces, escuchando un lenguaje completamente ortodoxo, lo que los fieles reciben, debido al lenguaje que ellos utilizan y comprenden, es algo que no responde al verdadero Evangelio de Jesucristo. Con la santa intención de comunicarles la verdad sobre Dios y sobre el ser humano, en algunas ocasiones les damos un falso dios o un ideal humano que no es verdaderamente cristiano” (Evangelii gaudium, n. 41).
    ¿Cómo hacer para evitar entender que, bajo tan ambiguas expresiones, donde lo que cuenta, no es lo que se dice por verdadero y fiel al expreso contenido del Depósito de la fe, defendido por tantos santos y mártires, sino, simplemente, por lo que se presenta bajo el cuestionable título de ser nuevo y fiel al espíritu de los tiempos modernos, de tal suerte que se termina presentando como merecedor de absoluta sospecha toda doctrina procedente de autores ortodoxos; y, a contrario sensu, como digno de total respeto, lo enseñado por quienes sólo parecen buscar congraciarse con los tan profanos como cuestionables mensajes de autores paganos?
    Invocando la luminosa y providencial asistencia del Espíritu Santo, le pido a Dios proteja a su Iglesia. ¡Alabado sea Jesucristo!

    ResponderEliminar
  8. ¡Ole, Ole, don Tollers! Una buena recensión con su traducción de los párrafos que nos elija. No se prive de ocuparle el blog al Wanderer unas cuantas entradas. Gracias a los dos.

    Y si hay mucho Madiran y poco Congar, pues mejor.

    ResponderEliminar
  9. Para Jack...

    Estuve en 1965 , tenía 21 años . Un lujo

    JPB


    https://fundacionspeiro.org/revista-verbo/1965/32/documento-4843

    ResponderEliminar
  10. Recientemente he leído el libro de Bouyer, La Descomposición del Catolicismo, ahí trata algunas cuestiones que Wanderer pone sobre la mesa. Para mí la cuestión más importante es que en el catolicismo, parte en el latino, se ha instalado una conciencia muy problemática, la de la papolatría, que canoniza todo lo que dice el Papa (aunque hoy diga una cosa y mañana la contraria) y los obispos (sin son de mi cuerda claro). La problemática principal, al menos ahora, es la reforma litúrgica. Con la mentalidad papólatra parece que todo lo que dijo el concilio y, lo peor, todo lo que se hizo después, viniera directamente del Espíritu Santo, aunque contraviniera al propio concilio. Así la reforma litúrgica de San Pablo VI contradijo varias cosas que se expresaron en la Sacrosanctum Concilium, como el uso del Latín, por el cuál un sacerdote de Costa Rica ha sido recientemente suspendido.

    Antes se tenía muy claro que los concilios trataban de temas temporales y temas espirituales, y que hay que distinguir los unos de los otros. En este aspecto me gustaría ver cómo interpretarían los que hoy hablan del Vaticano II concilios como el 1° de Lyon (1245) donde no se definió ningún dogma sino que se desuso al emperador Federico II, se obligó a los cistercienses a pagar diezmos, se convocó la VII Cruzada y se estableció el gorro rojo para los cardenales. O el Concilio IV de Constantinopla (869-870), que condenó y depuso a Focio, para ser repuesto por Juan VIII, para volver a ser depuesto. O del Concilio II de Letrán (1139), que prohibió que los monjes estudiasen derecho o medicina e incluso en su canon 4 establecía las vestimentas de los obispos o del III de Letrán (1179) que establece que la edad para ser obispo es de 30 años cuando el actual código de derecho canónico de la iglesia latina dice 35.

    En fin, queda más que probado que hay cosas de los concilios que pueden, y han sido, ser discutidas o cambiadas. La reforma litúrgica hecha por el Concilio, el único rito de la historia que ha sido "fabricado" por un comité en vez de ser lo que debería ser la liturgia, la expresión viva de una fe que se hace obra. Por mucho que nuestro nunca suficientemente bienamado Papa Francisco se empeñe en decir que dudar de las intenciones de los padres conciliares es dudar del Espíritu Santo, queda claro que los católicos nos merecemos un debate sano sobre esta cuestión.

    ResponderEliminar