El Rey duerme. Hay que despertarlo.
El Señor y Dueño del Mundo,
tras cantar su Cántico Nuevo,
Cántico nupcial,
duerme en paz,
como un niño, como un Rey
en la proa de la barca de la historia.
¿Quién pronunciará el “Thalitá Kum”
sobre este Niño dormido?
Yo, Señor. Diré al mundo:
el Niño no está muerto sino que duerme.
Como Elías sobre el hijo de la viuda,
me arrojaré sobre Ti.
Y el mismo Aliento
que con fuerza expiraste sobre mí,
soplaré yo
sobre tu Muerte y Sueño de Amor.
Te ungiré, Jesús mío,
con la mirra de mi compunción,
con el aceite de mi nostalgia de santidad,
con el bálsamo
de mi amor tenue pero cierto.
Y te diré: ¡Vive!, ¡que eso me basta!
¡Vive, y tu sueño se hará!
El Athonita
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