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jueves, 25 de septiembre de 2008

Otra de Benedictus


La Oficina de Prensa de la Santa Sede ha hecho público que el Santo Padre ha nombrado nuevos consultores para la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice, presidida por Monseñor Guido Marini.

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Se trata de: Monseñor Nicola Bux, consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe y amigo personal del Papa Benedicto XVI, que suele escribir artículos muy interesantes sobre la Sagrada Liturgia; el Padre Uwe Michael Lang C.O., Oficial de la Congregación para el Culto Divino y autor del libro "Vueltos al Señor. La orientación de la oración litúrgica" cuyo prefacio fue escrito por el Cardenal Ratzinger; el Padre Paul Gunter O.S.B., docente en el Ateneo Pontificio San Anselmo y miembro del consejo editorial del nuevo periódico Usus Antiquior; el Padre Mauro Gagliardi, docente en el Ateneo Pontificio "Regina Apostolorum"; y el Padre Juan José Silvestre Valor, docente en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz.

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Sin duda, podemos esperar que los nuevos consultores realicen valiosos aportes al excelente trabajo que, hace ya casi un año, está realizando Monseñor Guido Marini en las Liturgias del Romano Pontífice. En este sentido, tanto Monseñor Bux como el Padre Lang, que son probablemente los dos más reconocidos, se han mostrado en sus diversas intervenciones, muy cercanos al pensamiento del Papa Benedicto XVI en lo referente a la Sagrada Liturgia.

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A la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice le corresponde, según la Constitución Apostólica Pastor Bonus del Papa Juan Pablo II, "preparar todo lo necesario para las celebraciones litúrgicas y otras funciones sagradas que celebre el Sumo Pontífice u otro en su nombre, y dirigirlas según las prescripciones vigentes del derecho litúrgico"(Pastor Bonus, 182, §1).

Concluyendo....

La ocasional inclusión del artículo escrito por un perejil de Página 12 sobre los nazis vernáculos despertó una catarata de comentarios, y de polémicas, absolutamente inesperada. Los participantes han sido todos, o casi todos, católicos “del palo” y, sin embargo, sostienen posiciones antagónicas sobre el nacional-socialismo y su líder, Adolfito.
En el medio se colaron gratuitas agresiones a Mary Lennox, una dama, realizada por un falso Anónimo Normando, y a Cristián Dodds, un caballero, realizadas por un simple anónimo. Disculpas a ambos por admitir dichos comentarios, pero ellos ponen de manifiesto la bajeza de ciertos nazis criollos.
Aclaro lo de “ciertos”, porque conozco a otros que son verdaderos caballeros y de quienes me declaro fiel y orgulloso amigo, más allá de que pueda disentir con todas o partes de sus ideas.
Varias veces he discutido con amigos nazófilos y antinazis, con cerveza y whiskey de por medio, lo que, creo yo, constituye el fondo del problema: el nazismo, como cualquier otro fascismo, es un fenómeno moderno, y la modernidad es... la modernidad. Lo tradicional, en los sistemas políticos, es la monarquía y, por eso, yo me proclamo monárquico. Recomiendo vivamente la lectura de las obras de Jean Raspail, particularmente “Sire”, para comprender la idea del rey en su sentido más profundo y tradicional, a partir de una novela, como es lo que escribe este autor.
Conozco la respuesta de mis apreciados amigos nazis: hoy es imposible volver a las monarquías, por varios motivos, y el más importante de todos, porque los herederos de las dinastías más tradicionales no son más que una manga de cholulos liberales, preocupados por su aparición semanal en la revista Hola. Veamos, si no, a los varios pretendientes a la corona de España o a los tristes despojos de los Habsburgo. Ninguno de ellos posee el liderazgo natural que constituyó a sus antepasados en “duces” (dux, ducis) o conductores del pueblo y, luego, el ser reconocidos naturalmente como reyes. Frente a esta situación, arguyen, la solución es volver a los orígenes y ser aún “más tradicional” que la monarquía aceptando la conducción de los líderes naturales de la sociedad. Tal sería el caso de los fascismos o semi fascismos con los liderazgos de Hitler, Mussolini, José Antonio, Franco e, incluso, Perón.
No niego que el argumento tiene fuerza y coherencia. Sería una suerte de hipertradicionalismo o arcaísmo político, cargando a estas expresiones de un sentido positivo. Habrían, sin embargo, varias objeciones que hacer, y sólo mencionaré una, dejando a los inteligentes y agudos lectores del blog, las otras. Yo particularmente, poseo una constante méfiance de los movimientos populares. Los 17 de octubre, con morochos sudorosos vivando al coronel, me producen escozor, sobre todo cuando pienso que es justamente, esa marejada humana la que voltea y levanta gobiernos. Algún lector peroncho me dirá: “Claro, Ud. prefiere las asambleas populares del Monumento a los Españoles, con Channel Nº 5 y Cardón”. Y, la verdad que sí, al menos desde un punto de vista estético, pero tampoco las considero aptas para definir gobiernos.
Hace poco escuché a un viejo y ya amortiguado maestro, decir con desparpajo en una reunión de amigos: “Seamos claros, a los gobiernos los constituyen las élites”. Y creo que tiene razón. La democracia es un cazabobos, como todos sabemos. El poder real siempre reside en manos de unos pocos que, en buena política, debieran ser los aristós, o los mejores pero que, en la práctica, suelen ser los “vivillos” o los corruptos, que utilizan hábilmente a las marejadas humanas para legitimarse. Y los movimientos fascistas, creo yo, son necesaria o primariamente movimientos populares.
Pero mi objeción última y definitiva podría ser considerada fundamentalista o hiperarcaísta o, incluso alguno podría llegar a decir, gnóstica. El gobierno de las sociedades humanas debe estar ordenado según el sistema de castas. Y así, unos nacen para mandar y otros para obedecer.
¿El pintor vocacional austríaco habrá integrado el primer grupo? Lo dudo.
Y no digo más, no vaya a ser que la petisa del Inadi me meta preso.

sábado, 13 de septiembre de 2008

San Ignacio y Hitler


Vino días pasados un amigo blandiendo un diario atrasado con un artículo sobre San Ignacio de Loyola y los comedores de caracoles, del caduco novelista español Pío Baroja, con el cual entablamos el diálogo siguiente:
— ¿Ha visto lo que hace su amiga La Nación? —me dijo mi amigo con retintín y sorna.

— ¿Qué hace?

— Hace tres meses publicó un artículo de Anzoátegui sobre San Ignacio, que era todo un ditirambo; ahora publica esto sobre nuestro Padre que es un vilipendio…

— ¿Y qué hay con eso?

— Hay que si lo que dice Anzoátegui es verdad, lo que dice Baroja es falso. O bien, si lo que dice Baroja está bien, lo que dice Anzoátegui es una ignominia. Y La Nación no puede creer las dos cosas juntas… a la vez no puede afirmarlas.

— ¿Por qué no?

— Porque sería una verdadera chanchada.

— Quizá. Pero el nombre propio que tiene no es ése. Se llama liberalismo. Antiguamente se llamó libre examen. Para acabar con eso nacieron San Ignacio de Loyola y… Hitler.

Al oír esta palabra, mi amigo saltó de la silla, se le agrandaron los ojos, y toda su indignación contra La Nación se disipó por ensalmo, para dar lugar a otra más grande; supuesto que mi amigo es aliadófilo y democrático —dos palabras que ya dicen lo contrario de lo que suenan, como aquellos “leales” de la guerra española—, y todas las mañanas ingenuamente reza por la muerte de Hitler.

— ¿De modo que usté pone juntos esos dos nombres? —me dijo, subrayando mucho.

— La Historia los pone juntos… en los dos extremos de un ciclo histórico.

— ¿Entonces para usté Hitler sería un santo?

— Lo contrario.

— ¿Un malvado?

— Un malvado no es lo contrario; es lo contradictorio de un santo. Lo contrario de un santo es un bandolero. Un bandolero, mientras es bandolero, no es santo; pero puede volverse santo en el momento que quiera, lo que no pasa ni con el malvado, ni con el virtuoso mediocre. Hitler, lo mismo que su predecesor Napoleón, es un gran bandolero de coronas, un outlaw que se ha puesto fuera de la ley, lo cual no quiere decir necesariamente que esté fuera de la justicia, por lo menos de la inescrutable y tremenda Justicia Divina.

— ¡Usté es de la Quinta Columna! —dijo mi amigo, tomando su bonete en una resolución rápida. — Es lo único que me faltaba por oír, que Hitler está cerca de Dios… más cerca de Dios que un virtuoso… que un virtuoso ¿cómo dijo?… mediocre…

— ¿Y por qué no? ¿No es el azote de Dios? ¿Y el azote no está cerca de la mano?

Mi amigo dejó de nuevo el bonete, oyéndome dar al Führer el título de Atila, con implicación de salvaje y huno —que son los calificativos que él mismo le adjudica cada día—, y nos consideró largamente, con los ojitos bailándole en la cara obesa.

— Si es poesía, puede pasar —dijo al fin, despechado.

— No es poesía, es teología. ¿No ha visto usté lo que hace un padre con su hijo? Agarra un palo, le pega una paliza, y después tira el palo al fuego y al hijo lo abraza y lo nombra su heredero. Lo mismo hace Dios con las naciones, y con esos grandes conductores, que son seres en quienes descansó su vista, según opina Manzoni. ¿No ha leído Cinque Maggio?… Ahora que Dios se diferencia del papá en esto: que hasta de un palo es capaz de hacer un hijo de Abraham.

— Si a eso le llama usté teología… —empezó mi amigo, con despecho.

— Está en San Agustín, en La Ciudad de Dios… si uno la sabe leer.

— ¡Yo la he leído!

— Por eso digo.

Mi amigo se levantó, se fue… y se olvidó el bonete en mi despacho.

R.P. Leonardo Castellani, S.J.
Día de San Ignacio, 1944 

miércoles, 10 de septiembre de 2008

El Rebelde


Ludovico: Para que no digan que somos elitistas afrancesados....


Un ángel ha bajado como un águila, con fiereza 
sacude el cabello al hombre descreído: 
´¿Acatarás mi ley?-pregunta-¡Responde! 
Porque yo soy tu ángel ¿comprendes? ¡yo lo quiero! 

Sábete que hay que amar a todos igualmente, 
al pobre, al contrahecho, al necio, al apestado, 
para que si Jesus pasara junto a ti 
tu caridad le alfombre el paso con humildad. 

¡No hay otro amor!Por eso, antes que el corazón 
se te apague de hastío, ¡Búscalo todo en Dios, 
el éxtasis, la gloria, el gozo verdadero!´ 

Y el ángel, que el castigo o el premio da, 
quisiera que el anatema no respondiese, dócil, 
mas el réprobo siempre responde ´¡No Quiero!´

lunes, 8 de septiembre de 2008

Demonio de Mediodía

El texto no es mío. Pero vale la pena:

Acá también le llega a la gente la crisis. Primero y más fácil de detectar a las mujeres, con el reloj biológico. El hombre tarda más en percibirlo. Para ambos el decaer de la fertilidad o la energía es un fuerte llamado de atención psicológico.
Para ambos inicia el descenso físico. Antes veían el futuro como una plenitud, ahora se declina, las fuerzas disminuyen y también la ilusión de controlar las cosas. 
Se empieza a percibir la –propia- muerte como algo real y la vida como algo precario. (sin eso seguiríamos adormecidos por siglos, dando todo por descontado). 
En realidad no es algo negativo, sino que es como una alarma que indica que, si no lo hemos hecho hasta ahora, es tiempo de madurar.
La maduración consiste en gran parte en la aceptación de la realidad, de la verdad.
Reconocer los errores –ilusiones, pecados, etc- del pasado y admitir la propia caducidad son cosas que van juntas y, si por un lado parecen una decepción, por el otro nos pueden llevar a descubrir una verdad más grande: que somos creaturas, que dependemos absolutamente de Dios, que no podemos hacer nada por agregar un minuto a nuestras vidas, y que Él nos da todo gratuitamente.
Es una ocasión inmejorable para volverse humildes y convertirse, reconociendo en Dios al "Padre" que nos da, por amor y sin méritos de nuestra parte, la vida. 
Ese descubrimiento espiritual es como un nuevo nacimiento, y el que lo experimenta se sabe unido a la fuente de la vida y ya no teme tanto la muerte (ver Jn 3). Supongo que el gusano que se transforma en mariposa de colores al perder su caparazón puede ser un buen ejemplo de esa transformación…
La gran novedad no es la muerte, sino la vida. Cada instante es un don, y detrás del don hay Alguien.