Páginas
jueves, 30 de diciembre de 2010
Los zombies de Newman
lunes, 27 de diciembre de 2010
El decálogo del zombi católico, by Ludovicus
En respuesta a Genjo, nuestro amigo Ludovicus ha elaborado un interesante decálogo:
1. El zombi católico no piensa, obedece.
2 .El zombi católico adhiere en forma incondicional e irreflexiva a todo lo que dice o mande la autoridad, sea el Papa, sea el líder del movimiento que integra. Es más: adhiere porque es autoridad, no porque se diga o mande algo bueno. Adhiere sin distinguir jerarquía o modalidad. Si el Papa reinante dice que le gusta el strudel, pues le gustará a él. Si el próximo abomina de la repostería alemana, despedirá a la cocinera.
3. El zombi católico está siempre seguro. Jamás se interroga si estará o no en lo cierto. Jamás desconfiará de la pureza de los motivos interiores que lo hacen adherir a la buena causa.
4. El zombi católico está contento y conforme con el modo y todas las prácticas con que se vive el catolicismo en la Iglesia o en el grupo o movimiento que integra. Ni se le ocurre cuestionarlas o enfrentarlas con el Evangelio, para constatar si se han desviado.
5. El zombi católico tiene alegría compulsiva. Desconoce la tristeza, las resistencias de la materia, el sufrimiento verdadero. Es más, lo niega. Niega, en general, la realidad y su realidad. Todo es maravilloso, porque vive en Disneylandia... católica.
6. El zombi católico descuenta la mala fe de quienes critican a la Iglesia o el movimiento que integra. En particular, considera todo ataque a la organización como una conspiración. En última instancia, es Satanás el que ataca su movimiento o a la Iglesia.
7. La crítica interna, es decir, de los mismos católicos o miembros de la organización o movimiento que integra, será para el zombi católico "mal espíritu".
8. El zombi católico considera que el fin justifica los medios, si de salvaguardar la institución, Iglesia o movimiento que integra, se trata. En particular, recurrirá, para defender buenas causas, a argumentos capciosos, restricciones o reservas mentales, argumentos ad hominem. Tendrá especial gusto por resaltar los vicios del adversario ("Y tú más"). Si está en la verdad, puede permitirse ciertas licencias, caer en los maquiavelismos que reprocha al enemigo.
9. El zombi católico se olvida que pertenece a una religión cuyo Fundador fue crucificado por la autoridad religiosa. Que fue sacrificado con el argumento de que "es preferible que muera un hombre a que perezca todo el pueblo".
10. El zombie católico nunca investiga las denuncias contra las autoridades de su movimiento u organización. Fundamental: No lee lo que escriben las víctimas o ex adeptos. Jamás se permite sospechar sobre sus superiores. Se limita a repetir lo que le dicen: son calumniadores, resentidos y mentirosos. Estigmatiza, sobre todo, a los "ex". En definitiva, el zombi católico neocon "suspende el ejercicio de la razón, reprimiendo todo impulso de crítica o revisión de lo que dicen o mandan sus superiores" (Padre Thomas Berg, ex sacerdote legionario, explicando su salida de la Legión de Cristo).
Adición wanderiana: Recuerdo que muchos, muchísimos, neocon me trataron de personaje peligroso y sembrador de mal espíritu cuando se me ocurrió decir públicamente que no me había gustado la película “La vida es bella”. Si el Magno Polaco la había visto en compañía del director y le había gustado, era norma que debía ser del agrado también de todos los buenos católicos.
Gracias a la generosidad del sacerdote escolapio amigo, he incluido en el Arcón dos nuevos libros de L. Bouyer: La Iglesia de Cristo y La iniciación cristiana.
domingo, 26 de diciembre de 2010
Acá y allá
Me quedó dando vueltas en la cabeza la expresión de un comentarista a raíz del post sobre la contemplación. Allí decía que no tenía sentido hablar de alegría en el blog del Wanderer dado que éste era una persona triste lo cual podía comprobarse por el pesimismo que expresaba en sus escritos.
Nadie es buen juez de sí mismo, pero creo ser una persona alegre. Sin embargo, el problema que quiero comentar no es ese, sino la visión de la alegría y la tristeza que tiene ese amigo lector. Según él, tener una visión crítica de la Iglesia y del mundo debe conducir, necesariamente, a la tristeza. Y esto sería así porque tanto una como el otro no serían ya espacios habitables para nosotros. Pero la pregunta es si un cristiano debe encontrar en ellos espacios habitables. Es decir, la cuestión se reduce a preguntarnos dónde debemos posicionarnos: acá o allá. O bien, desde dónde debemos ver la realidad: desde acá o desde allá.
Más de una vez he afirmado en el blog que el cristianismo es una religión escatológica y, por eso mismo, los cristianos debemos mirar a la vida y al mundo desde allá. Es lo que nos decía San Pablo en la epístola de la Misa de Gallo: “(debemos) renunciar a la irreligiosidad y a los deseos mundanos, y llevar ya desde ahora una vida sobria, en espera de la gloriosa venida del gran Dios y Salvador, Cristo Jesús, nuestra esperanza”. La visión del Apóstol es la de una vida en espera de la manifestación del Señor y no de mundos e iglesia perfectos en este siglo.
Algunos de los obispos asistentes al Concilio Vaticano II exigían un documento sobre el mundo contemporáneo porque, caso contrario, los marxistas iban a tener razón cuando acusaban a los católicos de vivir en este mundo como exiliados. Estos padres conciliares no recordaban la Salve en la que nos llamamos “exiliados hijos de Eva” que viven en un valle de lágrimas.
Por eso, si miramos todo desde el “valle de lágrimas”, ciertamente deberíamos ser pesimistas y tristes. Pero si miramos al valle desde allá, es decir, desde la esperanza a la que hemos sido llamados, reconoceremos las lágrimas que lo inundan, pero nosotros seremos inundados de la alegría y del gozo “que nadie podrá ya arrebatarnos”.
Gracias a la generosidad de un escolapio, he agregado al Arcón "La Biblia y el Evangelio", de L. Bouyer.
viernes, 24 de diciembre de 2010
Feliz Navidad
jueves, 23 de diciembre de 2010
Sermones de Newman
martes, 21 de diciembre de 2010
Aclaración oportuna (¿y a destiempo?)
Acaba de salir esta aclaración. Oportuna.
Nota della Congregazione per la Dottrina della Fede
Sulla banalizzazione della sessualità
A proposito di alcune letture di "Luce del mondo"
In occasione della pubblicazione del libro-intervista di Benedetto XVI, Luce del mondo, sono state diffuse diverse interpretazioni non corrette, che hanno generato confusione sulla posizione della Chiesa cattolica riguardo ad alcune questioni di morale sessuale. Il pensiero del Papa non di rado è stato strumentalizzato per scopi e interessi estranei al senso delle sue parole, che risulta evidente qualora si leggano interamente i capitoli dove si accenna alla sessualità umana. L’interesse del Santo Padre appare chiaro: ritrovare la grandezza del progetto di Dio sulla sessualità, evitandone la banalizzazione oggi diffusa.
Alcune interpretazioni hanno presentato le parole del Papa come affermazioni in contraddizione con la tradizione morale della Chiesa, ipotesi che taluni hanno salutato come una positiva svolta e altri hanno appreso con preoccupazione, come se si trattasse di una rottura con la dottrina sulla contraccezione e con l’atteggiamento ecclesiale nella lotta contro l’Aids. In realtà, le parole del Papa, che accennano in particolare ad un comportamento gravemente disordinato quale è la prostituzione (cfr. Luce del mondo, prima ristampa, novembre 2010, pp. 170-171), non sono una modifica della dottrina morale né della prassi pastorale della Chiesa.
Come risulta dalla lettura della pagina in questione, il Santo Padre non parla della morale coniugale e nemmeno della norma morale sulla contraccezione. Tale norma, tradizionale nella Chiesa, è stata ripresa in termini assai precisi da Paolo VI nel n. 14 dell’enciclica Humanae vitae, quando ha scritto che è "esclusa ogni azione che, o in previsione dell’atto coniugale, o nel suo compimento, o nello sviluppo delle sue conseguenze naturali, si proponga, come scopo o come mezzo, di impedire la procreazione". L’idea che dalle parole di Benedetto XVI si possa dedurre che in alcuni casi sia lecito ricorrere all’uso del profilattico per evitare gravidanze indesiderate è del tutto arbitraria e non risponde né alle sue parole né al suo pensiero. A questo riguardo il Papa propone invece vie umanamente e eticamente percorribili, per le quali i pastori sono chiamati a fare "di più e meglio" (Luce del mondo, p. 206), quelle cioè che rispettano integralmente il nesso inscindibile di significato unitivo e procreativo in ogni atto coniugale, mediante l’eventuale ricorso ai metodi di regolazione naturale della fecondità in vista di una procreazione responsabile.
Quanto poi alla pagina in questione, il Santo Padre si riferiva al caso completamente diverso della prostituzione, comportamento che la morale cristiana da sempre ha considerato gravemente immorale (cfr. Concilio Vaticano II, Costituzione pastorale Gaudium et spes, n. 27; Catechismo della Chiesa cattolica, n. 2355). La raccomandazione di tutta la tradizione cristiana – e non solo di quella – nei confronti della prostituzione si può riassumere nelle parole di san Paolo: "Fuggite la fornicazione" (1 Corinzi, 6, 18). La prostituzione va dunque combattuta e gli enti assistenziali della Chiesa, della società civile e dello Stato devono adoperarsi per liberare le persone coinvolte.
A questo riguardo occorre rilevare che la situazione creatasi a causa dell’attuale diffusione dell’Aids in molte aree del mondo ha reso il problema della prostituzione ancora più drammatico. Chi sa di essere infetto dall’Hiv e quindi di poter trasmettere l’infezione, oltre al peccato grave contro il sesto comandamento ne commette anche uno contro il quinto, perché consapevolmente mette a serio rischio la vita di un’altra persona, con ripercussioni anche sulla salute pubblica. In proposito il Santo Padre afferma chiaramente che i profilattici non costituiscono "la soluzione autentica e morale" del problema dell’Aids e anche che "concentrarsi solo sul profilattico vuol dire banalizzare la sessualità", perché non si vuole affrontare lo smarrimento umano che sta alla base della trasmissione della pandemia. È innegabile peraltro che chi ricorre al profilattico per diminuire il rischio per la vita di un’altra persona intende ridurre il male connesso al suo agire sbagliato. In questo senso il Santo Padre rileva che il ricorso al profilattico "nell’intenzione di diminuire il pericolo di contagio, può rappresentare tuttavia un primo passo sulla strada che porta ad una sessualità diversamente vissuta, più umana". Si tratta di un’osservazione del tutto compatibile con l’altra affermazione del Santo Padre: "questo non è il modo vero e proprio per affrontare il male dell’Hiv".
Alcuni hanno interpretato le parole di Benedetto XVI ricorrendo alla teoria del cosiddetto "male minore". Questa teoria, tuttavia, è suscettibile di interpretazioni fuorvianti di matrice proporzionalista (cfr. Giovanni Paolo II, enciclica Veritatis splendor, nn. 75-77). Un’azione che è un male per il suo oggetto, anche se un male minore, non può essere lecitamente voluta. Il Santo Padre non ha detto che la prostituzione col ricorso al profilattico possa essere lecitamente scelta come male minore, come qualcuno ha sostenuto. La Chiesa insegna che la prostituzione è immorale e deve essere combattuta. Se qualcuno, ciononostante, praticando la prostituzione e inoltre essendo infetto dall’Hiv, si adopera per diminuire il pericolo di contagio anche mediante il ricorso al profilattico, ciò può costituire un primo passo nel rispetto della vita degli altri, anche se la malizia della prostituzione rimane in tutta la sua gravità. Tali valutazioni sono in linea con quanto la tradizione teologico-morale della Chiesa ha sostenuto anche in passato.
In conclusione, nella lotta contro l’Aids i membri e le istituzioni della Chiesa cattolica sappiano che occorre stare vicini alle persone, curando gli ammalati e formando tutti perché possano vivere l’astinenza prima del matrimonio e la fedeltà all’interno del patto coniugale. Al riguardo occorre anche denunciare quei comportamenti che banalizzano la sessualità, perché, come dice il Papa, proprio questi rappresentano la pericolosa ragione per cui tante persone nella sessualità non vedono più l’espressione del loro amore. "Perciò anche la lotta contro la banalizzazione della sessualità è parte del grande sforzo affinché la sessualità venga valutata positivamente e possa esercitare il suo effetto positivo sull’essere umano nella sua totalità" (Luce del mondo, p. 170).
[01827-01.01]
El pedido de los orientales
El pedido de los Orientales
No es un pedido nuevo. Se trata de una larga, y a veces espinosa historia. Respeto a los patriarcas católicos orientales, por el leyes canónicas particulares, por los sacerdotes casados y por un tratamiento igualitario en los países con mayoría de católicos latinos. Son estos los reclamos que aparecen una y otra vez. En muchos casos, la respuesta de Roma es que si se permitiera que las iglesias orientales actuaran en Occidente como lo hacen “en su casa”, provocaría escándalo a los fieles latinos. Pareciera que se busca evitar dificultadas, pero el mensaje de fondo es que la iglesia latina es superior y normativa, mientras que las iglesias orientales se les deja hacer solamente aquellas cosas que Roma permite. Esta situación debe terminar si se espera, como Roma ha anunciado, mostrar a la iglesia ortodoxa cómo funcionaría la unión en una hipotética iglesia post-cisma.
CIUDAD DEL VATICANO (CNS). La gran mayoría de los católicos de Medio Oriente pertenecen a las iglesias orientales., y sus obispos reclaman con fuerza en el Vaticano y piden mayor respeto y un perfil más elevado para las católicos orientales.
Reflejando la población católica de la región, 140 de los 185 votantes miembros del Sínodo de los Obispos de Oriente Medio provienen de las iglesias orientales y varios de ellos hablaron durante el sínodo del 12 de octubre.
No solamente reclamaron por el reconocimiento de sus derechos, sino que también se refirieron a la obra que necesita realizar para fortalecer la identidad cristiana de sus fieles, preservar su herencia y terminar con la rivalidad que existe entre los católicos de diferentes ritos.
El obispo Vartan Waldir Boghossian, con sede en Argentina para los católicos armenios de América Latina, utilizó un lenguaje más bien duro para exponer de modo particular los límites que se le imponen a los patriarcas católicos para atender a sus fieles que han emigrado de sus patrias.
Las iglesias orientales, aún en plena comunión con el papa, poseen sus propias leyes canónicas y disciplinas, sus propias liturgias, espiritualidades, historias y legados. Y mientras ellos intentan ser identificados con sus países o regiones geográficas, muchos de estos obispos poseen la mayoría de sus fieles viviendo en el extranjero, afirmó el obispo Boghossian.
Dijo, además, que “de las 23 iglesias sui iuris que integran la Iglesia Católica, solamente una –la iglesia latina- no está sujeta a los límites” de la autoridad y el poder del patriarca y el sínodo al que sí lo están las antiguas iglesias orientales.
Por ejemplo, mientras los obispos de la Iglesia Católica Armenia elige a los obispos para las diócesis de Armenia, es el papa quien elige a los obispos para las diócesis de Estados Unidos y Australia.
El Código de Derecho Canónico de las iglesias orientales describe a los patriarcas como “padres y guías de sus iglesias”, afirmó Mons. Boghossian. “Esta paternidad y la jurisdicción no debe estar limitada a un territorio”, especialmente cuando la mayoría de las iglesias miembros viven fuera de ese territorio.
Por otro lado, agregó, el patriarca de las iglesias orientales “debido a su identidad como padre y líder de iglesias sui iuris –es decir, autogobernadas- que conforman la catolicidad de la Iglesia Católica, ipso facto deberían ser miembros del colegio de electores del pontífice romano sin necesidad del título latino de cardenal. Y, por la misma razón, deberían tener precedencia sobre ellos”.
En la actualidad, tres de los patriarcas orientales son cardenales, pero en el orden de precedencia del Vaticano, ellos se ubica atrás de los poco cardenales obispos y antes de los cardenales presbíteros y cardenales diáconos.
El obispo copto Antonios Aziz Mina de Guizeh, Egipto, dijo que, especialmente cuando hay más fieles de una iglesia oriental viviendo fuera que dentro del territorio de esa iglesia, “no es muy lógico que los fieles que pertenecen a una iglesia sui iuris no tengan relación con ella más que en el aspecto litúrgico”.
“Mi pedido es que se le otorgue a los patriarcas jurisdicción personal sobre los fieles de sus iglesias, sea donde sea que ellos estén”, afirmó. Esto sería un gran cambio.
El obispo copto también le pidió al papa Benedicto XVI que revoca la decisión tomada en los ´30 según la cual las iglesias orientales solamente pueden orden a hombres casados en sus territorios propios. Este sería un cambio mucho mayor.
Mons. Robert L. Stern, secretario general de la Asociación para el Bienestar de los Católicos de Oriente Medio, afirmó en el sínodo que al enfatizar los límites geográficos de la autoridad de los patriarcas orientales, la Iglesia está actuando en contra de una visión de iglesia entendida como una red en la que la unidad no significa uniformidad y donde la comunión crece a través de la comunicación y el intercambio.
“En el modelo de red, la existencia de muchas iglesias en un mismo territorio es algo normal, y las rivalidad e intentos de proselitismo o dominación son inapropiados”, afirmó.
viernes, 17 de diciembre de 2010
Otro imperdible
martes, 14 de diciembre de 2010
Addenda
lunes, 13 de diciembre de 2010
El atajo
Hace algunas semanas discutimos en el blog el tema de la contemplación. En esa ocasión, un comentarista afirmaba que, debido a las condiciones de la vida moderna, seguramente Dios dispensaría a los hombres de hoy de la necesidad de la contemplación para progresar en la vida cristiana. Es decir, la vida en el mundo contemporáneo sería una suerte de atajo para llegar al cielo ya que nos ahorra la pesada carga de la contemplación.
Dios puede hacer lo quiera y, en principio, sería posible lo que sugiere el comentarista. Pero a mí me parece difícil. Veamos:
¿Qué es la contemplación? Fundamentalmente, el proceso por el cual nos transformamos en Cristo, según lo dice San Pablo cuando le escribe a los corintios: “Todos nosotros, a cara descubierta, contemplamos la gloria del Señor como en un espejo, y nos transformamos en la misma imagen de la gloria, a medida que obra en nosotros el Espíritu del Señor” (II. 3, 18). Estas palabras me recuerdan una de las esculturas que adornan la catedral de Chartres. En ella, el Creador tiene el rostro que tradicionalmente se le atribuye a Cristo. Y el hombre que el Creador mueve delante de Él para introducirlo en el paraíso tiene exactamente los mismos rasgos. Es que el único modo de entrar al cielo es haber sido transformados en Cristo, lo cual es un proceso sobrenatural que supone la contemplación.
Contemplar es mirar a Dios de espaldas, como Moisés. Es ese el misterio de la Encarnación, que no es la instalación de Dios sobre la tierra, sino que es su descenso para arrastrarnos tras Él. Y así, Él va delante y nosotros detrás encaramados en la merkabah, o el carro alado de cuatro rudas del que nos habla Ezequiel y sobre el que fue arrebatado Elías.
“Habrá que alzarse siempre con aquel que se alza realmente; a aquel que corre hacia el Señor no le faltará nunca un vasto espacio. Así aquel que sube no se detiene jamás yendo de comienzo en comienzo, a través de comienzos que no tendrán nunca fin”, dice Gregorio de Nisa.
Por todo esto, me parece que no hay atajo que valga. Nos transformamos en el Él mediante la contemplación, y es la contemplación el pasaje para abordar el carro de fuego. Y si el mundo moderno nos impide la contemplación, estamos en un problema, y no en un atajo.
jueves, 9 de diciembre de 2010
Lo mejor de Newman
miércoles, 8 de diciembre de 2010
Unidas por el espanto
domingo, 5 de diciembre de 2010
Los cuatro mosqueteros del Papa
Le Figaro publicó la semana siguiente al consistorio, el siguiente artículo escrito por Raphaël Stainville acerca de los que él llama "los cuatro mosqueteros del papa".
Los cuatro mosqueteros del Papa
El sábado pasado, Benedicto XVI no solamente creó veinticuatro nuevos cardenales. También eligió a cuatro de sus hombres más fieles para que ejerzan los primeros roles. Retrato de esta nueva guardia.
El Roma, el último sábado, los obispos y los sacerdotes presentes que conocen mejor el modo de funcionamiento de la Iglesia y sus relaciones de fuerza discretas que se operan en ella, habían anotado en sus agendas de asistir sin falta ese día por la tarde a la recepción de los nuevos cardenales que habían sido creados esa misma mañana por el papa Benedicto XVI. En muchos casos por amistad. Pero también por cálculo, puesto que ya se rumorea que Mons. Rankith, Mons. Piacenza, Mons. Burke y Mons. De Paolis forman parte de la nebulosa ratizingeriana que, para bien o para mal, y a pesar de las oposiciones reales, se instala en los puestos de mando del Vaticano.
Junto a los otros prelados que ya ocupan un lugar, estos nuevos cardenales están llamados a jugar los primeros roles en los próximos años del pontificado de este papa. Algunos, incluso, como Mons. Ranjith o Mons. Piacenza, se perfilan ya revestidos con la púrpura cardenalicia, como papabiles serios. Se comprende mejor entonces, por qué los salones del palacio apostólico donde se desarrollaban estas audiencias, se animaron en medio de la tarde de una multitud de fieles y de eclesiásticos. Se apretaban entre ellos, como un cortejo de cortesanos, en un concierto de telas y en una marejada de sotanas. Un extraño contraste para quien conoce esos lugares. Habitualmente, el palacio apostólico, que se ubica no lejos de los apartamentos pontificios, es un mundo de sombras y de silencio. Esas salas y los largos corredores, en los que vigilan los guardias suizos, sólo se perturban por el murmullo de discretos conciliábulos. Es aquí, antes de que Juan Pablo II hiciera construir la casa de Santa Marta para alojar a los cardenales durante la elección, que, en ocasión de un cónclave, entre las votaciones del Sagrado Colegio en el secreto de la Capilla Sixtina, los cardenales electores realizaban sus visitas de “calor” (durante la tarde), o de “pantuflas” (durante la noche) y, en pequeños grupos, intentaban ponerse de acuerdo en el nombre de un sucesor en el trono de Pedro. El último sábado, el palacio apostólico tenía un aire de Jornada del Patrimonio, para aquellos que, por primera vez, penetraban en estas salas de ceremonia de una belleza inaudita. Y se percibía también un aire con acentos fuertemente políticos en este decorado renacentista.
Aunque ya habían dejado la muceta púrpura que, en la mañana, en la basílica de San Pedro, cubría sus espaldas, y el roquete de puntillas blancas que caía sobre sus sotanas rojas, las cardenales, con su nuevo hábito, no habían dejado por eso el aire de príncipes de la Iglesia. Especialmente Sus Eminencias, el cardenal Burke y el cardenal Piacenza, que recibían en la sala ducal. En estos salones, las colas se extendían bajo un cielo de paños de estuco sostenidos por dos amores realizados por Bernini, y bajo una bóveda de grotescos, el americano Raymond Burke, 62 años, con sus sienes apenas blanqueadas, mostraba su habitual sonrisa de bonhomía. Es un prelado de mano dura, con palabras muchas veces muy poco diplomáticas, que no teme censurar severamente las políticas americanas que se oponen a la cultura de la vida sostenida por la Santa Sede. Si bien se ha creado algunas enemistades sólidas del otro lado del Atlántico e, incluso, en el seno de la curia, donde los prelados italianos vigilan su prestigio y el brillo de la vieja Europa frente a la llegada de un cow-boy, por otro lado, ha sabido conservar su lugar durante el pontificado de Juan Pablo II que lo tenía en alta estima. Benedicto XVI lo sabe.
Mons. Piacenza y su ingreso a los apartamentos pontificios
Burke comparte con el papa la preocupación por la belleza de la liturgia. Y el pontífice no ha tardado en llamar al protector del Instituto de Cristo Rey (comunidad de sacerdotes franceses instalados en Toscana) a la curia, nombrándolo en 2008 prefecto del Tribunal de la Signatura Apostólica. Pero su influencia se extiende más allá de la corte de casación del Vaticano, porque es igualmente miembro de la Congregación del Clero, del Consejo Pontificio para los textos legislativos y miembro de la importante Congregación de los Obispos que, en su reuniones semanales de los viernes, decide las candidaturas de los obispos que serán sometidas a la aprobación del Santo Padre.
No lejos de allí, el cardenal Mauro Piacenza, quizás menos locuaz, parecía eclipsado. A los 66 años, ha llegado a ser el nuevo prefecto de la Congregación del Clero, con una trayectoria asombrosa y prometedora. Formado en la escuela del arzobispo de Génova (Su Eminencia, el cardenal Giuseppe Siri, que fue durante mucho tiempo el jefe de las filas conservadoras en el seno del Sacro Colegio), Mauro Piacenza es un ejemplo extremadamente raro, por no decir único, de un simple oficial, como se acostumbra decir en el Vaticano para designar a los burócratas en el seno de los dicasterios, que ha transitado todos los escalones de su ministerio. Fino político, este profesor que enseñó durante muchos años en la facultad de teología de Italia septentrional, ha sabido siempre hacerse escuchar por sus superiores. No es de extrañarse entonces si, antes incluso de acceder a las más altas funciones de sus dicasterio, fue la punta de lanza de la Congregación para el clero, presidida entonces por el cardenal Hummes. En plena crisis de los sacerdotes pedófilos, ha sido él quien tuvo la idea de promover en todas las diócesis de la iglesia una campaña de adoración perpetua por la santificación de los sacerdotes. Y fue también él quien comandó el Año Sacerdotal que acaba de terminar. Como dice uno de sus antiguos colaboradores, “el cardenal Hummes tuvo la humildad de entusiasmarse por los proyectos de su subalterno”. Y el Papa no se ha equivocado. Lo ha constituido uno de sus colaboradores más cercanos. Se cuenta entre los raros prelados quien tienen entrada al Santo Padre. Cuando muchos jefes de dicasterio ven a Benedicto XVI solamente en las reuniones plenarias, una o dos veces al año, Mauro Piacenza, siendo no más que secretario de la Congregación del clero, era regularmente consultado y poseía entrada a los apartamentos pontificios. Un raro privilegio.
Los hombres fuertes en los puesto claves de la curia romana
El cardenal Velasio De Paolis es menos conocido para el público. Pero hace ya tiempo que este eminente profesor de derecho canónico, y además gran teólogo, es conocido en numerosas universidades católicas a través del mundo. Con más de 70 años, el enseña todavía en varias universidades, por ejemplo la Gregoriana y el Laterano. Sacerdote de la congregación de los scalabrinianos, cuyo carisma es ocuparse de los emigrantes y deportados, Velasio De Paolis es uno de los profesores más consultados por la curia. Benedicto XVI, que aprecia a este intelectual al que considera muy próximo, lo promovió en 2008 al delicado puesto de presidente de los Asuntos económicos de la Santa Sede. Prueba aún mayor de la confianza que siente el Santo Padre por este prelado, es que lo designó para hacerse cargo de la congregación de los Legionarios de Cristo, todavía traumatizada por el escándalo ligado a la vida de su fundador.
Queda Su Eminencia el cardenal Ranjith. Originario de Sri Lanka, Mons. Albert Malcom Ranjith Patabendige Don –este es su nombre completo-, no era de los menos rodeados en Roma la última semana en la inmensidad de la sala Pablo VI. Cerca de mil fieles de su arquidiócesis de Colombo, y también sacerdotes, con sus sotanas blancas inmaculadas y fajas negras, habían viajado para asistir a la creación del segundo cardenal de su país. Él podía contar también con amigos cercanos en el seno de la curia. Porque este prelado asiático es también muy romano. Ex - subsecretario de la poderosa Congregación para la evangelización de los pueblos (antes llamada Congregación para la propagación de la fe), fue nombrado nuncio en Indonesia y en Timor Oriental, luego secretario de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos hasta 2009 junto al cardenal Cañizares, que buscó en vano conservar este valioso colaborador. En su puesto pastoral, Mons. Ranjith ha dado muestras de ser un pastor disponible a todos. Presente en Jakarta durante el terrible tsunami de 2004, este obispo se puso inmediatamente a disposición de la comunidad católica de Banda Aceh y de la isla de Nias, durmiendo en un campamento improvisado, sin agua ni electricidad, entre los escombros y los muertos. Con este prelado, Benedicto XVI posee un sacerdote de choque, fiel al dogma, liturgista apasionado, de corazón generoso y tierno, y representante de la Iglesia en el Tercer Mundo.
Cuando el papa, pacientemente, intenta a través de su ejemplo, imponer una reforma litúrgica a través del mundo, no podría tener mejor sueño que introducir en todas partes esta renovación litúrgica de la mano de la figura gozosa de este prelado asiático. Considerado como un ratzingeriano de paladar negro, Mons. Ranjith forma parte de aquellos que hacen escuela y sobre los cuales el papa se apoya. Y si, como dice un vaticanista, existen en Roma dos clases de cardenales “los hombres buenos y los hombres fuertes”, indudablemente, Mons. Ranjith milita en la segunda categoría. Es de aquellos que sabrán responder al llamado que el papa les ha dirigido en su homilía: ser fieles a la púrpura cardenalicia y “seguir a Cristo sobre la cruz, si es necesario, hasta la efusión de la sangre”.
sábado, 4 de diciembre de 2010
Imperdible
miércoles, 1 de diciembre de 2010
Comentario Ludovicencis
martes, 30 de noviembre de 2010
Gatopardismo newmaniano
jueves, 25 de noviembre de 2010
La importancia de la gomita y el magisterio paralelo, por Ludovicus
miércoles, 24 de noviembre de 2010
Operación Primicia. Comentarios
Terminé de leer Operación Primicia de Ceferino Reato. Como su libro anterior –Operación Traviata- es excelente y vale la pena leerlo. Narra el intento de copamiento, y poterior huída, por parte de un grupo de montoneros, del Regimiento de Monte de Formosa, en octubre de 1975. Este hecho, según el autor, fue decisivo para decidir el golpe de estado de 1976.
Se me ocurren algunas reflexiones surgidas a partir de la pregunta: ¿Qué pasaría si el mismo ataque sucediera hoy?
1. En cuanto a los cuadros militares profesionales, no sé cuál sería la respuesta porque, me parece, el ejército y las fuerzas armadas en general ya casi no existen. Y no se trata aquí de la crónica falta de armamento y de presupuesto –eso se soluciona fácilmente- sino al elemento humano. No tengo demasiados datos, pero por lo que veo, el ejército está proletarizado, y ese sí que es un problema.
Hace pocos días estaba en una dependencia pública esperando por un trámite, y escuché que una señorita que también esperaba, le comentaba a una amiga que había ido a retirar documentación para ingresar al Colegio Militar. El aspecto y los modales de la futura oficial del ejército era el de una mucama o, con suerte, de dependiente de almacén. Pero no hace falta cruzarse con aspirantes en alguna cola, basta mirar las caras de los cadetes del Colegio Militar o de la Escuela Naval o de los liceos militares.
No es cuestión aquí de elitismos, sino que los cuadros superiores del ejército, y más aún de la Marina, siempre se reservaron para una cierta aristocracia, buena o mala, pero que tenía un background familiar importante y necesario. Los oficiales del ejército era caballeros y mantenían ciertos modos y actitudes que, creo, tienen mucha importancia. A un ejército cuyas capas dirigente provenien de las clases medias bajas le falta un plus que, aún siendo accidental, es necesario.
Es algo análogo a lo que ocurre con las órdenes religiosas.
2. En cuanto a los soldados, los conscriptos formoseños se defendieron heróicamente, contrariamente a lo que habían supuesto los atacantes montoneros, que no entendían porqué esos muchachitos pobres y peronistas defedían al ejército “gorila e imperialista”. Los soldaditos lo que hacían era obedecer porque sabían que en la sociedad, y en el ejército, hay un órden que debe ser respetado. En ese ordenamiento, ellos ocupaban un lugar y desempeñaron el rol que se esperaba que ejercieran. No creo que se hayan puesto a pensar a quiénes defendían. Hicieron lo que debían hacer, y basta.
Ahora, con soldados y “soldadas” voluntarios, provenientes de una sociedad en la que no hay más orden, y las funciones y roles están completamente tergiversados, no creo que habría resistencia. Dejarían pasar a los montoneros y seguirían tomando mate y embarazandose.
3. En cuanto a nosotros. ¿Qué habríamos hecho? No me refiero al improbable caso que hubiésemos estado en el RIM Formosa aquel día, sino si hubiésemos estado entre los 20 y los 30 años durante los ´70. Tengo algunos amigos que estuvieron en esa situación: católicos "comprometidos", de clase media y media alta, universitarios. Varias de ellos me han dicho: "Me quedé solo. Todos mis amigos se fueron con la izquierda. Yo no sé por qué no me fui". Desde la distancia de treinta años es fácil convencernos de que habríamos permanecidos fieles a nuestros ideales, pero no estoy tan seguro de lo que yo habría hecho en esas circunstancias.
Comentarios al margen:
1. Me parece que se le está dando demasiada importancia a la cuestión de la gomita. Creo que todos estamos de acuerdo en que el preservativo no es el katejón y que pretender que Benedicto XVI es la bestia babilónica predicha en el Apocalipsis porque dijo lo que dijo, es demasiado. ¿No les parece mucho que la conducta de un taxi boy determine la llegada del fin? En definitiva, estamos cayendo en el error wojtiliano de colocar a la moral, y a un tema menor dentro de ella, como centro del problema. La cuestión es dogmática, no moral.
2. Reafirmo lo dispuesto por el concilio de Rohan: de moral matrimonial, que hablen y decidan los casados. Es sorprendente que los esposos dejen meter en sus camas a curas, y curitas, célibes que lo único que tienen son texto de manual. Con un par de principios es suficiente, y que las decisiones prudenciales corran por cuenta de los cónyuges.
3. He subido al Arcón algunos textos breves del P. Petit de Murat que me envió el Carlista, a quien le agradezco la gentileza.
lunes, 22 de noviembre de 2010
Desde Ohio
Estimado Wanderer;
Preservando a Ratzinger
Tratemos de ver estas declaraciones de Benedicto XVI desde el mismo Corazón sufriente de Cristo: Lo que el Papa dice, no es que esté justificado el preservativo a aquel que frecuenta carnalmente a una prostituta, sino que la prostituta, cuyo oficio es indigno y comete pecado junto con su cliente en el comercio sexual contra el sexto y el noveno mandamiento, no añada otro pecado, vg. Contra el quinto, si conoce que tiene una enfermedad de transmisión sexual, cuyo virus trasmitirá con seguridad cierta.
No dice el Papa que en este caso tal uso del profiláctico por parte de la ramera sea moral, porque no puede haber un acto meritorio sin tener la gracia santificante y parece obvio, sin particularizar, que quien vende su cuerpo, templo del Espíritu Santo, y quien lo compra, cometen pecado mortal. Pecado al que se añade la realización de acto reservado al matrimonio y siempre abierto a la vida. Por eso dice Benedicto XVI que puede ser un primer paso hacia una moralización, como un primer escalón que le puede llevar a la toma de conciencia de que no todo está permitido; es decir, en algún caso concreto, visto a luz de la doctrina sobre la gracia y el pecado, puede suponer una débil esperanza de una futura toma de conciencia sobre la sacralidad de la sexualidad. No dice que lo sea, ni que necesariamente ese primer escalón le lleve a los sucesivos ascendiendo sin pausa por la escalera de la virtud. Simplemente afirma que dado ese supuesto, puede ocurrir que por la gracia, no habitual pues carece de ella, sino actual, una prostituta decida colaborar con la moción del Espíritu Santo, al menos para no bajar de ese primer escalón y hundirse totalmente en el fango, donde todo vale, no sólo la fornicación y el comercio de los cuerpos, sino también poner en riesgo la salud y la vida de sus “clientes”, que también están en pecado mortal y que si murieran sin arrepentirse irían directamente al infierno (Es dogma de fe que quien muere sin la gracia santificante va directamente al fuego eterno, pues todos los méritos de su vida los pierde cuando comete pecado mortal y en el momento de la muerte uno mismo fija su destino eterno, según la gracia que posea).
Mal hacen algunos ejerciendo la “papolatría” o la “ratzingerlatría” a toda costa, porque esa actitud no es católica y veo bastantes comentarios que caen esa actitud, que más que ayudar al Papa, cosa que sin duda pretenden de buena fe, obstaculizan a la Iglesia, sin reflexionar sobre el auténtico sentido de las declaraciones, y sobre todo ahogando toda voz que en aquello que es oponible disienta y mal interpretando el dogma de la infalibilidad papal; es decir, la de todos aquellos que no saben distinguir entre Ratzinger y Bendicto XVI. Pero tampoco lo es la posición de los que sin más se lanzan contra la persona de Ratzinger, sin meditar a luz del Corazón de Cristo lo que dice. Creo que tanto Ratzinger como teólogo o como Papa ha dejado clara suposición contra el preservativo.No cabe ninguna duda sobre su ortodoxa posición. Aunque se le puede puede pedir mucha más sagacidad cuando está frente a un periodista, porque ayudado éste por el propio observatore Romano, periódico que cada día que pasa más pierde los papeles, contribuye a la confusión.
Creo sinceramente que las citas objeto de esta discusión sobre el tema de los preservativos, deberían haber sido más explicadas por el Papa, o no haber hablado de ello en un libro entrevista, salvo para decir el dogma puro y duro. Por lo tanto, Ratzinger ha sido algo imprudente o se la han colado (No debemos olvidar nunca las palabras de Pablo VI: “El humo de Satanás ha entrado en la Iglesia), cosa que no nos ha de extrañar. Pero no habiendo heterodoxia en lo que dice, sino que la cita es demasiado parca para su plena comprensión , según he explicado, al menos hay una desafortunada forma de decir que puede confundir a los sencillos. Ojalá seamos más prudentes todos.