El
título de este post, caranchos eclesiales,
es la expresión que, con exquisita caridad, endilgó el fundador de un instituto
religioso criollo a probos sacerdotes -muchos de los cuales habían sido sus
amigos-, debido a la crisis sufrida por la rama femenina de esa fundación. El
texto en que el aparece esta muestra de virtud, y otras muchas más del mismo
tenor, denominado Reminiscencias,
estuvo guardado bajo siete llaves durante varios años pero desde hace un tiempo
circula por Internet.
Sin
embargo, fuerza es reconocer que, efectivamente, existen varias clases de caranchos eclesiales, es decir, especímenes
clericales especializados en picotear carne podrida y carne fresca.
He
terminado de leer un libro viejo (del 2003) sobre el caso Maciel, escrito por
uno de sus primeros seminaristas, abusado durante años por el cura pervertido.
Se trata de Alejandro Espinosa y su libro se titula El Legionario. La completa escasez de dotes literarias del autor se
oculta bajo la revelación no solamente de la perversidad del fundador de los
Legionarios sino también de sus tácticas de reclutamiento y permanencia.
Resulta
curioso, y también asombra, comprobar las numerosas coincidencias en este
sentido entre la fundación chaparrita y la fundación cuyana. Aquí punteo diez
de ellas:
1. La
utilización de las mismas técnicas de control para evitar, durante la etapa del
seminario, las defecciones. “Fuera de la Legión no hay más que condenación
eterna”, decía Maciel. “Vocación perdida, condenación segura”, sigue diciendo
el Carnicero. O bien, “Temo al Dios que pasa y no vuelve”, dicha por ambos con
insistencia.
2.
Estricta prohibición de que los miembros del instituto se dirijan
espiritualmente o se confiesen con sacerdotes externos. Esta orden se estipula
con total claridad en las famosas Reminiscencias.
Hay que señalar que también (San) Josemaría Escrivá reglamentó en el mismo
sentido. “Los trapos sucios se lavan en casa”, decía el zorro de Maciel. “No
vengan a husmear y abrirle los ojos a los incautos”, dice el otro.
3.
Apelación continua a la Providencia divina para justificar todo lo que le
sucede a la fundación. Es decir, manipulación de los hechos de modo tal que
parezcan el fruto de la acción providencial de Dios. De esta manera, los
miembros del instituto que se traguen este “relato” jamás podrán juzgar
desaciertos en su fundador ni tampoco alcanzarán independencia para justificar
o no las objeciones y exigencias que les impongan desde afuera. “El Padre no se
equivocó. Solamente fue una herramienta de la Providencia”, o bien, “Los
obispos no nos persiguen porque en nosotros haya algo malo; nos persiguen
porque son herramientas de la Providencia”.
Se
trata simplemente de un relato, es
decir, de una clave de lectura e interpretación de la realidad que oculta a la
realidad para mostrar la narración que decide el narrador.
4. La
utilización de los más repugnantes medios humanos para lograr influencias en la
Curia Romana. Unos, a través del cardenal Pizzardo; otros, a través del
cardenal Sodano.
5. Propensión
por parte del fundador de rodearse de una pequeña corte de seminaristas –en general,
esbeltos, rubios y ojizarcos- que serán considerados por todos sus compañeros
como los privilegiados y los más santos, y utilizados para mantener el control
en la tropa.
6.
Exilio y destrucción del miembro del instituto que ose cuestionar al fundador,
aún cuando haya sido integrante de la elite ojizarca. Maciel los mandaba a
algún oscuro destino en México o Irlanda hasta que, aniquilado, el joven
sacerdote dejaba el Instituto. En otro casos, el exilio fue en Rusia o Hong
Kong.
7. Urgencia
por la fundación en la mayor cantidad posible de países. Se trata de un modo
privilegiado de presión a los obispos y al mismo Vaticano para logar una pronta
aprobación.
8.
Destinación de los nuevos sacerdotes y religiosas de acuerdo a las mayores
probabilidades que tenga el candidato de conseguir dinero en el destino
específico. Por ejemplo, si una religiosa es de origen holandés y como tal la
delata su apellido, será destinada a Amsterdam.
9.
Secreto impenetrable acerca de las defecciones producidas en el Instituto.
Nadie sabe, ni siquiera los mismos miembros, cuántos son los que salen y en qué
condiciones lo hacen. Por eso, es casi una norma no preguntar nunca acerca de
la vida de tal o cual sacerdote.
10. “Desaparicion”
y negación de los primeros miembros del Instituto, de modo tal que el único que
permanezca y brille sea el fundador. Los mexicanos “desaparecieron” al grupo
fundador y descalificaron a los Once de Comillas; los argentinos, negaron y
condenaron al averno a dos de los co-fundadores (PP. Nadal y Lojoya) y
desaparecieron al segundo Superior General (P. José Luis Solari).
Es verdad.
Las coincidencias son más de diez pero lo dejamos aquí.