Un largo artículo de Diane Montagne aparecido el martes pasado hace suponer que el rumor lanzado por Rorate Coeli sobre la aparición de un nuevo documento restringiendo aún más la celebración de la misa tradicional tiene fundamentos. Montagne es una periodista seria con muy buenas fuentes en el Vaticano.
El documento habría sido encargado personalmente por el Papa Francisco al arzobispo Viola, del Dicasterio del Culto, y contaría con el apoyo de los cardenales Parolin y Gurgerotti, y de Mons. Migliore, nuncio en París. Sustancialmente, consistiría en restringir la celebración de la misa tradicional exclusivamente a los sacerdotes pertenecientes a los institutos ex-Ecclesia Dei, y que son principalmente tres: Fraternidad San Pedro, Instituto Cristo Rey e Instituto del Buen Pastor. Ningún sacerdote diocesano, ningún sacerdote religioso y ningún obispo podría celebrar la Santa Misa ni el resto de los sacramentos en el rito tradicional. El artículo puede leerse en inglés y en italiano.
Hagamos algunas observaciones:
1. Tal documento dejaría a la Iglesia en una situación mucho peor a la que tenía luego de Summorum pontificum, pero bastante mejor a la que tenía con Juan Pablo II, aún después de Ecclesia Dei. En esos tiempos terribles, la celebración de la misa tradicional era algo más grave que ir a un rito satánico o que participar de las orgías del cardenal Coccopalmiero. Y era preferible hacerse mormón que hacerse “lefebvrista”.
2. Pero, desde esos tiempos, la situación cambió, y cambió mucho. Quizás desde Hispanoamérica no nos demos cuenta totalmente del cambio porque en nuestras tierras, lamentablemente, el documento no cambiaría las cosas prácticamente en nada. Pero en Europa o Estados Unidos es distinto. Tanto sacerdotes como fieles se “acostumbraron” rápidamente a la misa tradicional, como es lógico que sucediera, y no me parece que se resignen fácilmente a subirse a los trenes que los llevarán a los nuevos Auschwitz o Birkenau donde los viejos progresistas del Vaticano quieren aplicarles la solución final.
3. En el post anterior, un lector por alguna razón que desconozco, preguntó molesto por qué usaba la expresión “solución final”. Y respondí que porque era la que había utilizado Rorate Coeli, y no sólo ellos, para referirse a la situación. Si el nuevo documento finalmente fuera firmado por el Papa sería, efectivamente, una “solución final”, esta vez no preparada por Reinhard Heydrich sino por Vittorio Viola. Y esto por varios motivos.
4. Los tradicionalistas ya no podrán corretear libremente por una reserva delimitada por los altos alambrados elevados por Traditiones custodes, no tanto para que no escapen sino para que otros no puedan ingresar a ese espacio. Los progres ven que cada vez hay más gente dentro: 18000 jóvenes este año en la peregrinación de Chartres es un número para nada despreciable y muy significativo de lo que está ocurriendo. Han optado entonces por encerrar a los infectados tradis en jaulas: las de los institutos ex Eclessia Dei y de la FSSPX que, les guste o no a los interesados, a los efectos prácticos francisquistas, está equiparada al resto.
5. La “solución final” de Viola, entonces, consistiría en otorgar la celebración de la misa tradicional solamente a los fieles que quieran o puedan enjaularse. El resto, o es ario o se da una ducha en las cámaras de gas. La solución está bien pensada —dicen que detrás está la cabeza del jesuita Ghirlanda— pero me parece una solución de escritorio. Mal que le pese al Papa Francisco, no cuenta con las S.S. ni con la Gestapo. Ya buena parte de la Iglesia se le rebeló con el mamarracho de Fiducia supplicans, y también en este caso podría haber una rebelión quizás no tan masiva pero sí con efectos mucho más graves.
6. Fiducia supplicans fue una fantasía de Tucho Fernández que tiene poco efecto práctico, concreto e inmediato para los fieles católicos devotos. Una restricción de la liturgia tradicional como la que planean, en cambio, afectará muy de cerca la vida de decenas de miles de ellos. No me parece a mi que los 18000 peregrinos acepten calladitos la novedad de que se les terminó para siempre la misa tradicional en la catedral de Chartres. Y no me parece que lo hagan tampoco los americanos, franceses o alemanes. Y mucho menos los sacerdotes, sobre todo los más jóvenes, que han conocido y gustado la misa tradicional. Y mucho menos me parece que todos los obispos sean tan cobardes como han demostrado ser los obispos argentinos para aceptar pasivamente una orden tan perversa como la que les quieren imponer: que ni ellos mismo, sucesores de los apóstoles, puedan celebrar la misa tradicional. ¿Dónde queda, entonces, la autoridad del obispo? ¿Pretenderán Bergoglio y Ghirlanda obediencia jesuita? Más aún, creo yo que la situación puede provocar el enardecimiento de varios de ellos. No me imagino yo al cardenal Müller aceptando humildemente las órdenes vaticanas.
7. Como lo ha afirmado recientemente Aldo Maria Valli y muchos lo vemos desde hace años, estamos ante un cisma de hecho que, hasta el momento, no se ha manifestado abiertamente. Y el cisma no es entre tradicionalistas y “católicos obedientes”. El cisma es entre católicos y no-católicos. Deberían estar atentos los autores del documento que éste no se convierta en el asesinato del archiduque Francisco Fernando y genere una situación que luego sea ya imposible de detener. Están jugando con fuego. Los católicos de todos los pelajes —vistan corbata, mantilla, sotana negra, violeta o colorada—, están hartos del pontificado de Francisco que ha dejado a la Iglesia en ruinas. Sería muy errado de su parte creer que a golpe de documento pontificio podrán retrotraer la situación al wojtylato.
8. Pero, por cierto, aunque se den cuenta de la gravedad del momento, no retrocederán. Es que para ellos, efectivamente, los “católicos rígidos” son el enemigo, y hay que aplicarles la “solución final”. Casualmente, ayer apareció en La Nación un largo reportaje sobre la situación de las vocaciones y los seminarios en Argentina. La situación es de agonía: los seminarios se vacían y se cierran; sólo unos pocos sobreviven a duras penas. Las causan que aducen son todas sociológicas; no hay la menor alusión a causas sobrenaturales y tampoco la más mínima autocrítica. Y, en todo caso, los religiosos entrevistados se ufanan de que “Hoy, el ingreso claramente es mucho más estricto que en otras épocas, y eso está muy bien. Los chicos que ingresan, entran más grandes. Hay un camino previo de psicodiagnóstico, de maduración. Antes el discernimiento se daba durante el seminario. Hoy se fortalece la preparación para el ingreso y no se deja entrar a todos”. Quien habla es un sacerdote de la diócesis de San Isidro. Es decir, somos pocos porque somos extremadamente exigentes a la hora de admitir candidatos. ¿Alguien se lo cree? Es cuestión de recordar este video que publicamos hace tres años sobre el “control de calidad” de los seminaristas actuales, o ver las fotos de los ejemplares humanos que pueblan los escuálidos seminarios criollos para apreciar su nivel.
El P. Mauricio Larrosa, rector del seminario de Morón en el que estudian seminaristas de cinco diócesis de conunbarno y que en total suman 9 —sí, tan sólo nueve— seminaristas, se consuela diciendo que “la falta de vocaciones no siempre es ‘un mal absoluto’.En las cosas del Reino de Dios no es bueno guiarse solo por la cantidad. Los seminarios más integristas a menudo están llenos, a fuerza de ofrecer una visión en la que casi el único modo de ser generoso con Dios y con la causa del evangelio es siendo sacerdote o consagrándose”. Aquí tenemos a la madre del cordero. En el reportaje, en tres ocasiones los entrevistados, todos ellos formadores de seminarios, hacen odiosas referencias a los seminarios y congregaciones conservadoras. Dice la periodista: “De hecho, preocupa particularmente a la Iglesia argentina el crecimiento de congregaciones religiosas conservadoras ‘muy rígidas’. Éstas no tienen problemas de falta de vocaciones. Todo lo contrario”.
Y el cura de San Isidro asegura que: “Mientras que en la mayoría de los seminarios, desde hace décadas o años, dependiendo el caso, se le hacen exámenes psicológicos a los postulantes antes de dejarlos entrar, hay seminarios de congregaciones muy conservadoras que no lo hacen. Me preocupa que en estos lugares, con estructuras muy rígidas, haya más pibes, porque estas congregaciones muchas veces pueden funcionar como refugio de personas que por alguna razón quieren escapar de la sociedad, o están pasando un momento de vulnerabilidad. Han surgido congregaciones religiosas que son un desastre, que hubo que ir cerrándolas de a poco, congregaciones de rígidos ‘que no, que no, que no…’. Y que, en el fondo, detrás de esa rigidez, se esconde verdadera podredumbre”.
Sí; los católicos tradicionalistas que tienen sus seminarios llenos, que reúnen 18000 jóvenes en Francia para peregrinar y 2000 en Argentina, están podridos. Es decir, no son católicos. Es decir, hay que acabar con ellos. Es decir, hay que aplicarles la “solución final”.
Conclusión: Las noticias sobre el documento restrictivo son verosímiles. Habrá que ver qué decide finalmente Francisco, que puede decidir cualquier cosa como hemos visto a lo largo de estos años. Lo cierto es que los jerarcas de la Iglesia, a pesar de las evidencias, o a causa de ellas, están decididos a exterminar la liturgia tradicional, aún si eso implica un daño enorme e irreparable para la Iglesia. Nos odian; estamos podridos.