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jueves, 27 de junio de 2024

El exterminio de los rígidos

 


Un largo artículo de Diane Montagne aparecido el martes pasado hace suponer que el rumor lanzado por Rorate Coeli sobre la aparición de un nuevo documento restringiendo aún más la celebración de la misa tradicional tiene fundamentos. Montagne es una periodista seria con muy buenas fuentes en el Vaticano.

El documento habría sido encargado personalmente por el Papa Francisco al arzobispo Viola, del Dicasterio del Culto, y contaría con el apoyo de los cardenales Parolin y Gurgerotti, y de Mons. Migliore, nuncio en París. Sustancialmente, consistiría en restringir la celebración de la misa tradicional exclusivamente a los sacerdotes pertenecientes a los institutos ex-Ecclesia Dei, y que son principalmente tres: Fraternidad San Pedro, Instituto Cristo Rey e Instituto del Buen Pastor. Ningún sacerdote diocesano, ningún sacerdote religioso y ningún obispo podría celebrar la Santa Misa ni el resto de los sacramentos en el rito tradicional. El artículo puede leerse en inglés y en italiano.

Hagamos algunas observaciones:

1. Tal documento dejaría a la Iglesia en una situación mucho peor a la que tenía luego de Summorum pontificum, pero bastante mejor a la que tenía con Juan Pablo II, aún después de Ecclesia Dei. En esos tiempos terribles, la celebración de la misa tradicional era algo más grave que ir a un rito satánico o que participar de las orgías del cardenal Coccopalmiero. Y era preferible hacerse mormón que hacerse “lefebvrista”. 

2. Pero, desde esos tiempos, la situación cambió, y cambió mucho. Quizás desde Hispanoamérica no nos demos cuenta totalmente del cambio porque en nuestras tierras, lamentablemente, el documento no cambiaría las cosas prácticamente en nada. Pero en Europa o Estados Unidos es distinto. Tanto sacerdotes como fieles se “acostumbraron” rápidamente a la misa tradicional, como es lógico que sucediera, y no me parece que se resignen fácilmente a subirse a los trenes que los llevarán a los nuevos Auschwitz o Birkenau donde los viejos progresistas del Vaticano quieren aplicarles la solución final. 

3. En el post anterior, un lector por alguna razón que desconozco, preguntó molesto por qué usaba la expresión “solución final”. Y respondí que porque era la que había utilizado Rorate Coeli, y no sólo ellos, para referirse a la situación. Si el nuevo documento finalmente fuera firmado por el Papa sería, efectivamente, una “solución final”, esta vez no preparada por Reinhard Heydrich sino por Vittorio Viola. Y esto por varios motivos.

4. Los tradicionalistas ya no podrán corretear libremente por una reserva delimitada por los altos alambrados elevados por Traditiones custodes, no tanto para que no escapen sino para que otros no puedan ingresar a ese espacio. Los progres ven que cada vez hay más gente dentro: 18000 jóvenes este año en la peregrinación de Chartres es un número para nada despreciable y muy significativo de lo que está ocurriendo. Han optado entonces por encerrar a los infectados tradis en jaulas: las de los institutos ex Eclessia Dei y de la FSSPX que, les guste o no a los interesados, a los efectos prácticos francisquistas, está equiparada al resto.

5. La “solución final” de Viola, entonces, consistiría en otorgar la celebración de la misa tradicional solamente a los fieles que quieran o puedan enjaularse. El resto, o es ario o se da una ducha en las cámaras de gas. La solución está bien pensada —dicen que detrás está la cabeza del jesuita Ghirlanda— pero me parece una solución de escritorio. Mal que le pese al Papa Francisco, no cuenta con las S.S. ni con la Gestapo. Ya buena parte de la Iglesia se le rebeló con el mamarracho de Fiducia supplicans, y también en este caso podría haber una rebelión quizás no tan masiva pero sí con efectos mucho más graves.

6. Fiducia supplicans fue una fantasía de Tucho Fernández que tiene poco efecto práctico, concreto e inmediato para los fieles católicos devotos. Una restricción de la liturgia tradicional como la que planean, en cambio, afectará muy de cerca la vida de decenas de miles de ellos. No me parece a mi que los 18000 peregrinos acepten calladitos la novedad de que se les terminó para siempre la misa tradicional en la catedral de Chartres. Y no me parece que lo hagan tampoco los americanos, franceses o alemanes. Y mucho menos los sacerdotes, sobre todo los más jóvenes, que han conocido y gustado la misa tradicional. Y mucho menos me parece que todos los obispos sean tan cobardes como han demostrado ser los obispos argentinos para aceptar pasivamente una orden tan perversa como la que les quieren imponer: que ni ellos mismo, sucesores de los apóstoles, puedan celebrar la misa tradicional. ¿Dónde queda, entonces, la autoridad del obispo? ¿Pretenderán Bergoglio y Ghirlanda obediencia jesuita? Más aún, creo yo que la situación puede provocar el enardecimiento de varios de ellos. No me imagino yo al cardenal Müller aceptando humildemente las órdenes vaticanas.

7. Como lo ha afirmado recientemente Aldo Maria Valli y muchos lo vemos desde hace años, estamos ante un cisma de hecho que, hasta el momento, no se ha manifestado abiertamente. Y el cisma no es entre tradicionalistas y “católicos obedientes”. El cisma es entre católicos y no-católicos. Deberían estar atentos los autores del documento que éste no se convierta en el asesinato del archiduque Francisco Fernando y genere una situación que luego sea ya imposible de detener. Están jugando con fuego. Los católicos de todos los pelajes —vistan corbata, mantilla, sotana negra, violeta o colorada—, están hartos del pontificado de Francisco que ha dejado a la Iglesia en ruinas. Sería muy errado de su parte creer que a golpe de documento pontificio podrán retrotraer la situación al wojtylato.

8. Pero, por cierto, aunque se den cuenta de la gravedad del momento, no retrocederán. Es que para ellos, efectivamente, los “católicos rígidos” son el enemigo, y hay que aplicarles la “solución final”. Casualmente, ayer apareció en La Nación un largo reportaje sobre la situación de las vocaciones y los seminarios en Argentina. La situación es de agonía: los seminarios se vacían y se cierran; sólo unos pocos sobreviven a duras penas. Las causan que aducen son todas sociológicas; no hay la menor alusión a causas sobrenaturales y tampoco la más mínima autocrítica. Y, en todo caso, los religiosos entrevistados se ufanan de que “Hoy, el ingreso claramente es mucho más estricto que en otras épocas, y eso está muy bien. Los chicos que ingresan, entran más grandes. Hay un camino previo de psicodiagnóstico, de maduración. Antes el discernimiento se daba durante el seminario. Hoy se fortalece la preparación para el ingreso y no se deja entrar a todos”. Quien habla es un sacerdote de la diócesis de San Isidro. Es decir, somos pocos porque somos extremadamente exigentes a la hora de admitir candidatos. ¿Alguien se lo cree? Es cuestión de recordar este video que publicamos hace tres años sobre el “control de calidad” de los seminaristas actuales, o ver las fotos de los ejemplares humanos que pueblan los escuálidos seminarios criollos para apreciar su nivel.

El P. Mauricio Larrosa, rector del seminario de Morón en el que estudian seminaristas de cinco diócesis de conunbarno y que en total suman 9 —sí, tan sólo nueve— seminaristas, se consuela diciendo que “la falta de vocaciones no siempre es ‘un mal absoluto’.En las cosas del Reino de Dios no es bueno guiarse solo por la cantidad. Los seminarios más integristas a menudo están llenos, a fuerza de ofrecer una visión en la que casi el único modo de ser generoso con Dios y con la causa del evangelio es siendo sacerdote o consagrándose”. Aquí tenemos a la madre del cordero. En el reportaje, en tres ocasiones los entrevistados, todos ellos formadores de seminarios, hacen odiosas referencias a los seminarios y congregaciones conservadoras. Dice la periodista: “De hecho, preocupa particularmente a la Iglesia argentina el crecimiento de congregaciones religiosas conservadoras ‘muy rígidas’. Éstas no tienen problemas de falta de vocaciones. Todo lo contrario”.

Y el cura de San Isidro asegura que: “Mientras que en la mayoría de los seminarios, desde hace décadas o años, dependiendo el caso, se le hacen exámenes psicológicos a los postulantes antes de dejarlos entrar, hay seminarios de congregaciones muy conservadoras que no lo hacen. Me preocupa que en estos lugares, con estructuras muy rígidas, haya más pibes, porque estas congregaciones muchas veces pueden funcionar como refugio de personas que por alguna razón quieren escapar de la sociedad, o están pasando un momento de vulnerabilidad. Han surgido congregaciones religiosas que son un desastre, que hubo que ir cerrándolas de a poco, congregaciones de rígidos ‘que no, que no, que no…’. Y que, en el fondo, detrás de esa rigidez, se esconde verdadera podredumbre”. 

Sí; los católicos tradicionalistas que tienen sus seminarios llenos, que reúnen 18000 jóvenes en Francia para peregrinar y 2000 en Argentina, están podridos. Es decir, no son católicos. Es decir, hay que acabar con ellos. Es decir, hay que aplicarles la “solución final”.


Conclusión: Las noticias sobre el documento restrictivo son verosímiles. Habrá que ver qué decide finalmente Francisco, que puede decidir cualquier cosa como hemos visto a lo largo de estos años. Lo cierto es que los jerarcas de la Iglesia, a pesar de las evidencias, o a causa de ellas, están decididos a exterminar la liturgia tradicional, aún si eso implica un daño enorme e irreparable para la Iglesia. Nos odian; estamos podridos. 

miércoles, 26 de junio de 2024

El retrato del cardenal Tucho Fernández

 


Nadie puede dudar de que el cardenal Tucho Fernández es un purpurado de avanzada. En este blog nos hemos referido en muchas ocasiones a sus opiniones que dejan atrás los viejos tiempos de la Iglesia cuando los obispos y cardenales se creían príncipes y grandes señores. La Iglesia clerical ya ha pasado. Estamos ahora en una Iglesia en salida, y Tucho es quien abre la puerta.

    Sin embargo, y a pesar de sus aperturas, hay cosas que no se negocian. La púrpura que le gusta vestir apenas tiene ocasión para ello; el chofer que lo traslada desde su casa dentro del Vaticano al palacio del Santo Oficio (una distancia de pocos metros) y, por supuesto, los retratos, algo tan propio de los cardenales rígidos y principescos, que inmortalizarán al hombre del Alcira que llegó tan alto. No sería extraño que Su Eminencia esté buscando ya algún buen escultor para que construya su sepulcro.

    Nos hemos enterado que el cardenal Fernández contrató al artista plástico Raúl Berzosa, el mejor pintor español de temas religiosos en la actualidad, que cobra honorarios particularmente altos, a fin de que pinte su retrato como cardenal de Santa Romana Chiesa, ataviado, por cierto, con toda la parafernalia púrpura. Los comentarios de los lectores del Facebook del pintor sobre el retrato cardenalicio son casi más pintorescos que el atavío.

    Llama la atención la picaresca sonrisa que distingue al cardenal mientras posa para el artista. Algunos malvados aseguran que se debe a que estaba mirando las morisquetas que le hacía el P. Daniel Pellizón que, curiosamente, fue nombrado secretario personal del Papa Francisco al mismo tiempo que Mons. Fernández dejada los lodazales de La Plata para instalarse en Roma. 

    Hay rumores también de que, en realidad, el retrato aparecido en las redes de Berzosa no está completo, puesto que sólo muestra la parte superior del impoluto cuerpo de Su Eminencia. Y, como prueba, ofrecen la versión completa de la obra de arte que puede verse aquí

Desconocemos la veracidad del hecho.

lunes, 24 de junio de 2024

El Papa Francisco en sede vacante


 


por Eck

Introducción

Así se llamó al último lustro del pontificado de Juan Pablo II cuando ya el pontífice no estaba en condiciones de guiar la Nave de Pedro y era manejado por los principales curiales de Roma en medio de una guerra soterrada para hacerse con la agenda y el premio de la sucesión. Tan controlado estaba el moribundo papa que llego a firmar y sellar con su sello personal varios nombramientos cuando estaba tan duro como un quebracho, es decir, muerto. Milagros del Vaticano que nos tiene tan acostumbrados a ellos. La vivencia terrible de este periodo fue una de las causas de la renuncia de Benedicto: no quería vivirlo como protagonista quien lo sufrió como actor secundario. Ahora parece que retrocedemos a esos tiempos negros y salvajes de luchas entre facciones bajo la égida de un Papa aislado, controlado y manipulado. Por eso esa sensación de caos y palos de ciego en las decisiones vaticanas desde el Traditionis Custodes, la Fiducia Supplicans, la Praedicate Evangelium junto con sus correcciones hechas motu proprias por el Papa al sobrevenir el desastre y la Constitucion adveniente según los rumores.


Las manos que mecen la mecedora

Ahora corren rumores de que el cardenal Roche, los Andrea Grillo con los anselmianos y el llamado círculo mágico de Santa Marta, nueva Corte de los Milagros andan cocinando un documento que acabe para siempre jamás con la Misa Tradicional. 

    Así que tenemos en danza al cardenalisimo Roche que todavía relame las heridas del chasco de la tan archifamosa ex audientia sanctissimi donde salió capón y sin plumas el que galleaba y cacareaba por logias y pasillos de que era él, ROCHE, y los suyos, LOS SUYOS, quien iba a aplastar a los conservadores y tradicionalistas por sus querúbicas y mofletudas gónadas haciendole firmar al Papa la nonnata Constitución ¿Cómo se iba a negar a lo que le exigían los progresistas, si fueron ellos los que le dieron el poder y tiene que cumplir con los que le reclaman? Acaso ¿no te hicimos rey y no empujamos a tu antecesor a la abdicación?; o al resentido Andre Grillo, ese gran sabio que mostró impudicamente al orbe su ignorancia teológica, su necedad antropológica, su mezquindad humana y su mediocridad litúrgica digna de un organizador de eventos escolares, mitines políticos en campaña y bodas motelescas de Las Vegas en sus defensa del Traditionis Custodes. Las fiestas y representaciones del colegio cuando era yo muy chico tenían más imaginación, eran más participativas y tenían más profundidad que lo abogado en sus obras, entre cursis, pedantes y tan acomodaticias con el espíritu ambiente, chaqueteros en cualquier tiempo y lugar, total lo único permanente es el cambio: El cambio incambiable. ¡Qué decir de los revenidos anselmianos, de tan ranciedumbre que sus teorías eran algo novedosas cuando mi tatarabuela estrenaba su canesú! Id con el cuento archiviejo para hippies y beatnicks modernos a la juventud hodierna de Tiktok y Taylor Swift...a ver como os miran, como extraterrestres procedentes de otro planeta o cromañones de recién salidos de la cueva. Y el circulo marciano, cráneos privilegiados, que se creían que así contentaban las ansias y prepotencias de los ricachos y racistas alemanes y demás morralla globalista con semejante política parvularia de intercambio de estampitas cuando quieren el premio principal: el hundimiento de la Iglesia jerárquica y, con ello, la base de poder del Papa actual. Pero, si pueden quedarse con la parte del león, ¿Para qué conformarse con una chuche?

    Al parecer, no bastó con dejar a Francisco con el antifonario al aire por el desastre y caos provocado por el Traditionis Custodes, que tuvo que afirmar su autoridad ante todos y, sobre todo, a los suyos desmandados mediante un quirógrafo a la Fraternidad de San Pedro dando alivio a una situación explosiva que le causaron los intereses y cuitas particulares de sus inmediatos colaboradores en unos terrenos donde no mostró nunca interés ni podía sacar casi nada positivo, ni en el gobierno ni en la imagen publica. ¡Y ahora esto de la Constitiución liturgicida a los pocos meses después de la catástrofe de la Fiducia Supplicans, donde Tucho le hizo tirarse a la piscina a Bergoglio sin comprobar si había agua antes! El morrazo papal fue antológico, tanto que ya ha pasado a los anales históricos la desautorización tan profunda a un pontífice por parte de la Iglesia jerárquica, no vista desde el conciliarismo del siglo XV. Toda África, muchos de Asia y Ámerica y hasta en los Países Bajos hubo obispo que se negó a tragar el documentito, estafa berreta de un teologillo de cuarta división. Con el espectáculo no sólo de la desobediencia de los adversarios de Francisco sino de los aparentemente suyos que ni siquiera aguardaron las apariencias de obediencia al pontífice para vergüenza e irrisión del mundo. Si hacen esto públicamente que no harán a escondidas del jefe. Otra vez se tuvo que apagar el incendio con la intervención personal de Francisco para atajar la revuelta aunque con menos ímpetus que antes pues los años van pasando.

    Por todo esto, pensamos que estamos entrando en una nueva etapa de sede vacante con un papa aislado, controlado y manejado por las distintas facciones de su círculo mágico, totalmente secuestrado por ellos y para ellos. Ya no marca la agenda sino que se la marcan aunque él piense y le hagan creer lo contrario. Ahora es usado como un pelele al cual se le mueven los hilos con astucia y se le hace firmar lo que interesa a los proponentes, mientras él crea que lleva el timón...Vieja táctica curial el cultivar pacientemente las manías y prejuicios del soberano con ácidas palabras al oido para distraerle de lo que de verdad interesa. Hasta se le ha hecho creer que peligra su vida, por lo que se pone chalecos antibalas en público (por eso parece tan gordo), para volverle paranoico cuando todos sólo esperan a que sea la naturaleza quien haga su trabajo del hecho biológico irremediable.

    Una prueba de lo que hablamos, de que estas decisiones no son pensadas a largo plazo por el propio Papa y que no entraban en sus planes, sino que se forzó la mano por parte de sus sayones aprovechando alguna debilidad lo encontramos en la Constitución Apostólica Praedicate evangelium donde entraba en contradicción con la Traditionis Custodes al hablar de la difunta Comisión Ecclesia Dei y sus facultades cuando ya había sido suprimida y restringida la Misa Tradicional. Que un texto tan revisado hasta la última coma por su principal valedor, no tiene lógica estos errores crasos sin esta tesis del control  al anciano pontífice.


Conclusión

Hay una profecía de Cristo que se cumple siempre al pie de la letra con San Pedro y sus sucesores tal como fue dada. Está en el Evangelio de San Juan: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras (Jn. XXI, 18) 

    El actual pontífice ya tiene 87 años y aunque él no quiera reconocerlo, las fuerzas decrecen, la mente falla y el cuerpo se vuelve débil con los días. Cada vez más necesitado de apoyos y sostenes que, a su vez, se basan en la autoridad para sus planes de supervivencia futura. Muchos de sus presuntos partidarios y fidelísimos ayudantes ven como el tiempo corre en su contra e intentan aprovechar los últimos momentos para llevar adelante sus agendas en preparación al porvenir aunque sus medidas vayan en contra de los intereses del propio jefe. En definitiva: han pasado de servir a Francisco a servirse de él. Ahora es un instrumento útil que se tirará a la basura cuando caiga en la fosa.

    ¿Qué interés puede tener el Papa, ya tocado por la Fiducia y su respuesta, en provocar un gran incendio que aprovechen sus enemigos para cumplirse una gran venganza contra él y acabar con la autoridad de su mando en su etapa final de su pontificado, en un tema que ni le va ni le viene en vez de encarar la papa caliente de su sucesión, verdadero campo de batalla del poder?¿Qué interés tiene el Pontífice en amargarse ahora sus últimos años distrayéndose del tema principal y dando motivos para minar su poder tomando unas medidas que sabe que nadie las llevará ahora del todo en la practica pues miran con reojo al posible nuevo poseedor de la Silla de San Pedro y no quieren predisponerse en contra con radicalismos? ¿Qué interés puede tener Bergoglio en tomar una medida que hunde su imagen pública y la de la presunta iglesia sinodal, que crea mártires a mansalva y da una imagen heroica, contracultural y rebelde del tradicionalismo, creando una bandera poderosa en su contra por su simbolismo al mostrarle tirano y dictador y en la cual no gana nada sino pierde todo?

    Ninguno

    Sólo los intereses, fanatismo y dogmatismo de un grupito de cardenales, monseñores y profesores en su última oportunidad para sus planes pisoteando y manipulando al Papa, aprovechando su debilidad. Ningún gobernante serio y en plenitud de poderes lo haría tan torticeramente así.

    Lo decimos, ya no maneja, sino que le manejan. 

    A la vista está.


miércoles, 19 de junio de 2024

¿La solución final para los molestos tradicionalistas?

 


Nuevamente han aparecido rumores seguramente bien fundados —los reporta Rorate Coeli— acerca de que se estaría preparando en el dicasterio del Culto, por el cardenal Roche, el arzobispo Viola y toda su legión, un documento destinado a hacer desaparecer definitivamente la misa tradicional. La solución final para los molestos tradicionalistas. 

El interesantísimo reportaje publicado ayer por Missa in Latino a Andrea Grillo ayudaría a sostener la veracidad del rumor. 

Algunas consideraciones al respecto: 

1. No hay duda, creo yo, de que exista ese documento, probablemente copia del que ya fue presentado hace poco más de dos años y no firmado por Francisco, de lo cual dimos cuenta aquí.

2. Qué exista en el dicasterio del Culto no significa que Bergoglio lo firme. Se sabe que no tiene la más mínima simpatía por el cardenal Roche al que nunca recibe en audiencia. Por tanto, no se sigue en absoluto que de la existencia de tal documento, el mismo sea efectivamente aceptado por el pontífice. Pueden llevárselo encuadernado en piel de becerro y con cantos dorados, pero a él no le importará tirarlo al cesto de la basura si no le parece una buena política. No sé hasta qué punto puede interesarle generar un nuevo frente de conflictos.

3. En mi opinión, que he expresado muchas veces en este blog, a Bergoglio no le interesa en absoluto la liturgia; no la entiende y le aburre. A punto tal llega esta situación que, según dicen muchas fuentes, el Papa no celebra misa nunca. Ni privadamente en su apartamento ni en público, a las que siempre asiste sin revestir los ornamentos apropiado. 

Sed contra:

4. Con Bergoglio nunca se sabe qué puede pasar y qué puede hacer. O mejor dicho, hará lo que nadie espera que haga, y hará aquello que muestre que el poder lo tiene él. Así como cometió el disparate de nombrar a Tucho prefecto de Doctrina de la Fe y de afirme que tiene ganas de bautizar a un extraterrestre, puede firmar, o no firmar, el documento de Roche.

5. Pero hay un dato extra preocupante que han dado a conocer en las últimas horas nuestros amigos franceses y que complicaría la situación:

Desde el punto de vista francés, podemos confirmar que un alto cargo tan representativo como el nuncio apostólico en Francia está haciendo de todo para lograr una aplicación máxima de Traditionis Custodes. Mons. Celestino Migliore siempre está atizando el ardor litúrgico antitradicional de los obispos de Francia, insistiendo en que la misa tradicional se tolere lo menos posible y que los demás sacramentos, en particular los bautismos, los matrimonios y las confirmaciones, nunca se administren en la forma tradicional. .

Un nuncio apostólico es por misión un brazo de la Secretaría de Estado. Esto confirmaría que el cardenal Pietro Parolin, hijo espiritual del cardenal Silvestrini, líder durante décadas de la Roma liberal, es un “progresista" puro, admirador de la Ostpolitik del cardenal Casaroli, a quien imitó e incluso superó en sus acuerdos con la China. Progresista, que se oculta bajo la superficie de un hombre sensato (se preocupó de aprobar sólo a medias que Fiducia supplicans permitiera la bendición de las parejas homosexuales). Su nombre aparece hoy constantemente entre los papables, el de un hombre del linaje Bergoglio, pero serio, reflexivo, buen conocedor de los dossiers.

Sin llegar a tener un gabinete sombra, este Secretario de Estado/candidato a Papa tiene hombres con quienes podrá contar cuando llegue el momento… si es que llega el momento… Y uno de ellos es el nuncio Migliore, salido del establo del cardenal Becciu y una de las personalidades más importantes del cuerpo diplomático de la Santa Sede. Fue enviado a Francia en 2020 para bergoglizar el episcopado francés. En este sentido, el abandono de Michel Aupetit del arzobispado parisino, seguido del nombramiento de Laurent Ulrich en esa sede, es uno de sus éxitos más brillantes.

Se rumorea que se hizo una promesa tácita al eficiente Celestino Migliore: sería el  Secretario de Estado del Papa Parolin, pero con la condición de que consiga erradicar el tradicionalismo en Francia. De ahí sus esfuerzos desproporcionados con el Conferencia Episcopal Francesa y los obispos, que impedirían a un Parolin convertido en Papa tener que gestionar este espinoso tema. 

Es este celo completamente carrerista el que genera gran consternación entre los obispos de Francia, incluso entre aquellos convencidos de los méritos de Traditionis Custodes pero que se dan cuenta de que tal empresa es imposible en Francia a menos que se embarquen en una cruzada muy ajena a los tiempos que vivimos, y por tanto cuyo éxito sería muy incierto en estos tiempos de diálogo e iglesia sinodal.

Pero mientras tanto el nuncio Migliore continua a insistir, incluso a puerta cerrada, afirmando que no se debe tomar en serio a los fieles tradicionales.


lunes, 17 de junio de 2024

La profundidad del abismo II: Bergoglio, el Papa veterotestamentario

 


La semana pasada discutíamos la primera parte de un magistral artículo, firmado por Vigilius, sobre la “teología” del Papa Francisco. Y es la hora de sacar conclusiones, que expondré en un par de entradas, y que no son más que comentarios al artículo de referencia.

Para Bergoglio la Tradición no es más que tradición; es decir, que no hay acontecimiento salvífico detrás de la Tradición sino que se trata de meras creencias tradicionales, sean estas cuales fueren. Para él, todas son meras ideas y prácticas arbitrarias en tanto surgidas en una cultura, en un contexto y en una historia determinada. No hay Tradición detrás de la tradición y, sobre todo, no hay acontecimiento, no hay densidad ontológica detrás de la Tradición.

Es de este modo que se explican muchas de las actitudes, dichos y decisiones del pontífice que desconciertan a cualquier católico formado con el catecismo básico. Por ejemplo, Francisco se ha cansado de afirmar que los sacerdotes deben perdonar en la confesión a todos, más allá de que cumplan o no las condiciones requeridas: arrepentimiento y propósito de enmienda. Si esto no ocurre, enseña la teología, se comete un sacrilegio, y el sacramento es inválido. Pero posiblemente para Bergoglio el sacramento de la confesión no sea más que una creación medieval, como afirman muchos teólogos. Es que, si tenemos en cuenta solamente las evidencias documentales, nos encontramos que, efectivamente, el primer testimonio que tenemos de la confesión personal y privada es del siglo VIII, y la primera vez que se habla “magisterialmente” de la confesión como sacramento, es en el IV Concilio de Letrán en 1215. Los Padres hablan de una confesión o exomológesis, pero no aparece con claridad de que se tratara de un sacramento. De hecho, esta manifestación de las culpas públicas se podían hacer incluso frente a un laico. No hay evidencia de que se “confesaran” o “manifestaran” los pecados privados. Sin embargo, por la Tradición sabemos que el sacramento de la confesión siempre existió en la Iglesia porque fue instituido por Nuestro Señor, más allá de la pruebas documentales existentes o inexistentes. 

Veamos otro ejemplo. Cuando el Papa Francisco recibe a “obispos” de iglesias o incluso sectas protestantes, se dirige a ellos como “hermanos obispos”, o también “obispas”. Un caso clamoroso fue tratar de ese modo nada menos que a Tony Palmer, un predicador pentecostal que se autopercibía obispo (dimos cuenta del episodio aquí). Tratar a su amigo, el arzobispo de Canterbury, o a los “obispos” luteranos suecos o alemanes, de “hermanos obispos” es reconocerles el carácter episcopal del que carecen. Entendamos la gravedad del hecho: el obispo de Roma, sucesor de Pedro, reconoce tácitamente la validez de ordenaciones episcopales, y sacerdotales, que son completamente inválidas, porque así fueron definidas por la Iglesia. Nuevamente, la situación es la misma. No hay pruebas documentales de la “sucesión apostólica”; más aún, no hay pruebas documentales de la “ordenación sacerdotal” en los primeros siglos de la Iglesia. Que el orden sagrado es un sacramento y que existe la sucesión apostólica lo sabemos por la Tradición. Si la Tradición no es más que una tradición, como lo es para Bergoglio, la Iglesia de Roma conserva una tradición para conferir el orden, nacida en un medio cultural determinado, y la iglesia de Inglaterra o la iglesia luterana mantienen otras tradiciones igualmente válidas como las nuestras. 

Esta es la teología del Papa Francisco según se desprende de sus dichos; y esta es la teología que se enseña en buena parte de las universidades católicas, aún las pontificias. ¿Qué queda entonces de nuestra fe? ¿Qué queda entonces de la Iglesia? Poco y nada; apenas una extensión de la Antigua Alianza; un regresión veterotestamentaria que busca establecer en este mundo el reino de Dios. 

No es un novedad que algunos de los teólogos actuales consideren el Nuevo Testamento como una mera reescritura del Antiguo Testamento; una suerte de veterotestamentarización del Nuevo Testamento. Se comprende el objetivo de esta corriente: “despojar a las promesas de salvación del Nuevo Testamento de su carácter sobrenatural y, por tanto, cristológico, y absolutizar la relación religiosa de Israel, principalmente mundana. En el Antiguo Testamento, la acción salvífica de Dios se refiere esencialmente a dimensiones del mundo interior: el hombre bendecido por Dios tiene una larga vida terrenal y tiene descendencia masculina; al pueblo de Israel se le da un determinado territorio geográfico como patria; Dios inflige castigos físicos al Israel desobediente, al igual que libera a Israel de la esclavitud terrenal; está al lado del pueblo en la batalla contra otros pueblos, etc. En consecuencia, Yahvé es reconocido como el Dios verdadero en la teología judía porque, a diferencia de los dioses de las demás naciones, ayuda realmente, demuestra su poder empíricamente”. Es el Dios de los judíos que ayuda a los que son suyos y castiga al resto. Jesús, que era judío, lo que hizo fue universalizar esa acción de Dios que ya no se experimentaría solamente ad intra del pueblo judío, sino en toda la humanidad. En otras palabras, y como dijimos, las promesas salvíficas del Nuevo Testamento no son más que la universalización inmanentizada de las promesas del Antiguo.

Esta novissima theologia es claramente contraria a la teología católica. Fueron sobre todo los Padres de la Iglesia quienes desarrollaron una hermenéutica cristológica pionera del Antiguo Testamento. Sabemos que la Nueva Alianza está ontológicamente constituida exclusivamente en Cristo, es decir, en la unio hypostatica. De este modo, Israel como tal se cancela en la Iglesia como cuerpo místico de Cristo. Existe un contexto de referencia entre los dos testamentos, pero está organizado de forma estrictamente cristocéntrica.

Además de la destrucción que este planteo provoca en la dimensión sagrada y sobrenatural de nuestra fe, la intención que subyace no es, como alguno podría suponer, un acercamiento al pueblo judío a través de una aproximación a su fe. Se trata de instrumentalizar el Antiguo Testamento  en aras de un cambio axial en la definición del objeto real de la fe cristiana. Lo que busca Bergoglio y sus teólogos jesuitas, es “cambiar el rostro de la Iglesia” a fin de lograr un cristianismo orientado hacia el mundo interior y centrado en contextos empíricos, naturales-morales, psicológicos y políticos. Como dijo en su discurso de Cuaresma, Dios sólo aparece en este horizonte como aquel que quiere realizar este nuevo mundo a través de nuestro compromiso para mejorar esta vida terrena. Un ejemplo de esto lo vimos hace pocos meses en el mensaje pascual del arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, quien confunde indiscriminadamente la definición teológica de la Pascua con el Éxodo y la Pascua del Antiguo Testamento, y del que dimos cuenta aquí. El primado de Argentina no menciona para nada al Señor Jesucristo, quien ha sido borrado del horizonte de la religión.

La conclusión natural de esta teología neo-veterotestamentaria, es la famosa “fraternidad universal” a la que tanto alude el Papa Francisco; fratelli tutti, todos somos hermanos, no importa bajo que tradición religiosa nos encontremos, o no nos encontremos bajo ninguna. Cristo, que es el Jesús judío, apareció para que entendiéramos que el Reino de Dios se construye en la tierra. Pero esto lo desarrollaremos en la próxima entrada.

jueves, 13 de junio de 2024

Tiempos de decadencia




En las épocas clásicas, las instituciones morales, políticas o religiosas superaban y sostenían a los hombres que las representaban. La monarquía era más que el rey, el sacerdocio más que el cura, el matrimonio más que los esposos. Este hecho hacía posible que a veces se despreciara a un rey o a un papa sin que el principio de la monarquía o de la potestad pontificia se debilitara. Pensemos en las invectivas de una santa como Catalina de Siena contra el clero de su tiempo, o en un gran católico como Dante que ubica en el infierno al papa reinante. Hoy, como en todos los periodos de decadencia, asistimos al fenómeno inverso: las instituciones no son toleradas y se aman solamente en sus individuos.


Gustave Thibon

lunes, 10 de junio de 2024

La profundidad del abismo I: Bergoglio, el tradicionalista radical

 


Hace un par de meses apareció en el sitio alemán Katolisches.info un artículo brillante y, a la vez, estremecedor. Se titula “La gran pérdida o el pontificado de Jorge Bergoglio”. Por cierto, no estoy de acuerdo con la tesis central que sostiene su autor —firma, por razones obvias, con el pseudónimo de Vigilius— según la cual Bergoglio actuaría de acuerdo a un plan perfectamente orquestado y pensado, concorde con la agenda globalista mundial. Como hemos dicho muchas veces en este blog, yo creo que Bergoglio no es más que un pícaro jesuita porteño poseedor de una ambición infinita y enfermiza de poder; toda su vida se orientó a un sólo fin: acumular el poder por el poder mismo, por la concupiscencia misma del poder, sin ningún objetivo más que el placer que le provoca su ejercicio. 

Pero este desacuerdo en la hipótesis no obsta para reconocer la gran valía que posee el análisis que hace de lo que está sucediendo en la Iglesia a partir de la “teología” de Bergoglio. Se trata de una “gran pérdida”; de una pérdida catastrófica que, en mi opinión, necesariamente derivará a la larga en un gran cisma que depurará lo que Meinvielle con tanta clarividencia denominó “iglesia de la publicidad” de la “Iglesia de las promesas”.

Un elemento central de la fe católica es la Tradición, la cual no se entiende como una mera acumulación de práctica tradicionales. La Tradición es la Santa Misa Romana, la Divina Liturgia bizantina y el Símbolo de Nicea, por ejemplo, pero los católicos no creemos y defendemos estas prácticas como elementos aislados en sí mismos. Nosotros sabemos que la Tradición es un acontecimiento ontológico; tiene la densidad ontológica que le confiere el hecho de que Dios constituyó para el hombre un nuevo modo de ser en Cristo; constituyó un hombre nuevo, que es un un hombre sobrenaturalizado a través del milagro constante de la gracia que hace posible este acontecimiento singular que se extiende mucho más allá de las meras posibilidades de la naturaleza creada. “Si alguien está en Cristo es una criatura nueva” (II Cor. 5, 17). Los Padres de la Iglesia dieron un nombre audaz a este acontecimiento, nombre que los latinos lamentablemente dejamos de lado. Lo llamaron theosis del hombre; es decir, que aunque el hombre sigue siendo una criatura, con la gracia es elevado infinitamente más allá de la esfera de la mera creación y recibe una participación interior transformadora en la vida divina, en la santidad misma de Dios. San Juan de la Cruz compara a este hombre transformado, theoizado, a un leño que, puesto en el fuego ardiente, difícilmente puede separarse de las brasas que lo envuelven.

Es en esta hoguera donde nace la Tradición, y por eso mismo, ser católico es inescindible de ser tradicionalista, si entendemos por tal a quien se apega con su fe a Tradición entendida como ese acontecimiento. Dicho de otro modo: los tradicionalistas no lo somos porque nos interese la Tradición en tanto Tradición sino en tanto acontecimiento. Y por eso hay que estar atentos a la distinción: nuestra fe no es en la Tradición por la Tradición misma; si así fuera, hace mucho tiempo ya que la Iglesia se habría diluido en un sin fin de manifestaciones culturales diversas. Y este es un peligro que roza de cerca a los “tradicionalistas”. Todos conocemos a sacerdotes y fieles que celebran y defienden la Tradición como una cuestión meramente estética —lo que en sí mismo no está mal— y, a la vez, comulgan los ideales relativistas y las modas del mundo contemporáneo. La Tradición se ha convertido en ese caso en un partidismo dentro de la Iglesia que añora tiempos y ceremonias pasadas simplemente porque son indiscutiblemente más bellas que las actuales. 

Esta última es la acusación permanente del modernismo y de quienes quienes en este blog hemos llamado “neocones”. El Papa Francisco encontró un término magnífico para describirnos: indiestristas; es decir, quienes queremos volver hacia atrás el reloj de la historia del mundo y de la Iglesia. Y es un concepto muy acertado, como aciertan también los que pretenden de que se trata simplemente de “sensibilidades” distintas. Nosotros defendemos la Tradición porque, una vez más, estamos convencidos de que en ella radica el acontecimiento salvífico; nuestra participación en las promesas divinas, es decir, nuestra participación en Dios.

Es aquí donde radica al abismo destructivo de la posición de Bergoglio. Estamos conducidos por un Papa que determina erróneamente el estatus ontológico de la Tradición, y lo determina erróneamente porque determina erróneamente el objeto real de la fe. Como afirma el artículo al que hice referencia al comienzo, para Francisco la Iglesia de la Tradición no es otra cosa que una tradición. Las creencias tradicionales, sean esta la liturgia o el Símbolo de Nicea, no corresponden a ninguna realidad en sí mismas. Para Jorge Bergoglio, todas son meras ideas y prácticas arbitrarias en tanto surgidas en una cultura, en un contexto y en una historia determinada. No hay Tradición detrás de la tradición y, sobre todo, no hay acontecimiento, no hay densidad ontológica detrás de la Tradición.

¿El Papa Francisco niega Tradición? Jamás lo hará materialmente pero sí lo hace formalmente, porque para él la tradición de la Iglesia es un mero discurso autocirculante cuya pretensión de verdad, o su autoproclamación de “fuente de la Revelación” fue inventada por personas a las que, en razón de necesidades psicológicamente explicables, les gusta adormecerse en una sensación de seguridad y construir mundos clericales refinados, en los que se interpretan óperas litúrgicas con vestuarios y decorados de época, pero completamente desvinculados del mundo real.

Por eso mismo, y adoptando este sentido reduccionista de tradición, Bergoglio es, como afirma Vigilius, un tradicionalista radical, porque reduce a la Iglesia a una tradición, arrancándola del acontecimiento en el que la Tradición consiste.


jueves, 6 de junio de 2024

¿Cínico, psicópata, senil o desfachatado?

 



Ciertamente, no sorprende ya a nadie, lo cual es un problema. Y por eso mismo, creo que no hay que dejar de señalar la gravísima conducta del Papa Francisco. 

Sin embargo, es verdad que en los últimos meses se ha agravado su desfachatez: literalmente, ya no le importa nada. Como un Nerón redivivo, hace y dice lo que se le ocurre, sin cuidarse en lo más mínimo de las contradicciones de sus palabras y, mucho menos, de los efectos que provocan.

    Hace poco más de dos semanas, el 20 de mayo, pidió a los obispos de toda Italia reunidos en el Vaticano, que no admitieran seminaristas que manifestaran tendencia homosexual. “Ya hay muchos maricones” dijo. Y explicó que aunque en los años del seminario y de los primeros tiempos de vida sacerdotal los jóvenes puedan sublimar sus impulsos sexuales, en algún momento ya no podrán hacerlo más y terminarán cayendo. 

Apenas unos días después de bajar este lineamiento a los obispos, se conoce una carta que le envió a un ex-seminarista siciliano que justamente había sido expulsado del seminario porque reveló que era homosexual. En ella, además de colmarlo de alabanzas, le dice que “continúe adelante con su vocación”. 

    Estas contradicciones tan rampantes del Pontífice, necesariamente deberían llevar a todo el mundo a preguntarse si estamos en presencia de un personaje extremadamente cínico, de un psicópata o de un anciano con problemas de demencia. Y la otra opción es la desfachatez o el descaro. Cualquiera sea, alguien debería hacer algo, al menos lo que hicieron los hijos de Noé con su padre cuando este se embriagó: cubrir sus vergüenzas. 

    Pero el episodio tiene cola. En primer lugar, y más allá de la grosería en el modo de decir las cosas, el contenido de lo que dijo el Papa está muy bien: el mundo se está dando cuenta de la cantidad de clérigos homosexuales que pueblan la Iglesia (entre el 30 al 40%). Pero, como bien se ha señalado, el problema de la “sublimación transitoria” del deseo sexual no se da solamente en los seminaristas o sacerdotes homosexuales, se da también en los heterosexuales. Y las pruebas están a la vista, y sobre este hecho ya hablamos hace un tiempo a raíz de una investigación al respecto. El problema, en fondo, es que los seminarios y sus formadores se han demostrado incapaces de formar seriamente a los candidatos al sacerdocio en una sexualidad madura y responsable

    Por otro lado, estas idas y vueltas de Bergoglio y su constante desprecio y críticas a los sacerdotes y seminaristas, está levantando ya mucha temperatura entre ellos. Nos informaba Specola de una carta que enviaron un grupo importante de seminaristas y sacerdotes jóvenes, presumiblemente italianos, al Papa quejándose de estas conductas con términos muy duros. Es que aunque el problema que señalamos existe y es grave, no se puede poner a todos en la misma bolsa, y eso justamente es lo que hace el pontífice. Se esperaría que la ridiculiziación de los clérigos viniera de los medios de prensa y de personas hostiles a la Iglesia, como siempre ha sucedido. Pero resulta inconcebible que provenga de quien debiera ser su padre y defensor. 

    Ya lo dijimos en el mismísimo año 2013: la Iglesia está en manos de un caníbal que devora a su propia institución. 


lunes, 3 de junio de 2024

Los síndromes de la Iglesia

 


En las últimas semanas hemos tratado en el blog sobre un tema recurrente y, si no fuéramos cristianos, desesperante. Me refiero al estado de postración y veloz reducción a la misma nada que está sufriendo la Iglesia en Argentina y en el mundo entero. La situación que describíamos la semana pasada con respecto a la vida religiosa en nuestro país, se replica en la misma medida en todo el orbe católico. Para no ser autoreferenciales, miremos lo que ocurrió en Montreal y todo el Québec. De haber sido una ciudad y una región profundamente católica, con un florecimiento imponente de la Iglesia, en pocos años se convirtió en un erial. Ya casi no hay sacerdotes ni tampoco religiosas, cuando antes abundaban, y lo peor es que ya casi no hay fieles. Las iglesias y conventos que poblaban la ciudad, se derrumban o se venden; el mobiliario se desarma; los ornamentos se queman y los libros de sus fabulosas bibliotecas se depositan en containers para ser reducidos a pasta de papel. 

La catástrofe es de una evidencia brutal; no puede ser negada por nadie que no tenga sus facultades sensibles o espirituales alteradas. El único modo de negarla es con un acto elícito de la voluntad. Y destaco lo de elícito: se necesita un acto que surja de las profundidades de la voluntad que, alzándose contra la evidencia que le presentan los sentidos y la razón, afirme su propio parecer ciego. Ninguna persona honesta, sea de la condición que sea, puede afirmar que la Iglesia está viviendo una primavera, ni que se encuentra en un buen momento, ni siquiera que está saludable. La Iglesia está agonizando; esa es la cruda realidad. ¿Por qué, entonces, se niega la evidencia? Y, al negarse el diagnóstico, no se administran los medios que puedan obrar la recuperación. 

Hace pocos días, leí un escrito iluminador. El autor señalaba la existencia de lo que él llama con acierto el síndrome de Yolanda y el síndrome de Renato. La referencia es, claro, a la ópera Yolanda de Tchaikovsky. Cuenta la historia de una princesa llamada Yolanda, ciega de nacimiento. Su padre, el rey Renato, para evitar que su hija sufriera, decidió que fuese criada aislada de la corte y que nadie le dijera que era ciega, ni hiciera referencia a la luz, los colores o cualquier otra cosa que se pudiese conocer a través de la vista. Cuando Yolanda ya era una bella doncella, un médico árabe llego a la corte y le dijo al rey Renato que tenía una cura para la ceguera de su hija. La condición para poder curarse era que ella conociera su situación y quisiera sanar. El rey temió que el remedio propuesto por el médico fallara y su hija conociera su triste situación y fuese infeliz; por tanto, no aceptó la propuesta. Finalmente, llegó el Conde Vaudémont, quien desconociendo la prohibición del rey, se enamoró de la princesa Yolanda y le habló de la luz y los colores. Yolanda conoció finalmente su verdad, deseó sanar y obtuvo la vista y el amor.

La Iglesia, o mejor aún, la mayor parte de la Iglesia, sobre todo seglares, sufren el síndrome de Yolanda. Son parte de una institución agonizantes; la muerte está a la vuelta de la esquina, o de los años. Pero no lo saben. Nadie se lo ha dicho. Más bien al contrario, le dicen que todo está regio, que las perspectivas son promisorias, que tenemos viento de popa y las velas desplegadas. Y lo desconcertante es que esto ocurre también en los ambientes considerados conservadores, herederos tardío del juanpablismo. Y como ilustración de lo que digo, les sugiero que vean este breve video de la celebración de pentecostés en la iglesia de Santa Inés de Barcelona, una de las consideradas más conservadoras y vivas de la Ciudad Condal. La impresión primera es, para muchos, positiva: hay adoración al Santísimo, hay muchos jóvenes, hay siete velas encendidas, hay incienso… El ambiente es similar al que se puede ver en misas y reuniones de grupos tales como Cursillos de Cristiandad, Emaús, Éffeta, Hakuna, y toda la retahíla de movimientos e iniciativas de ese tipo. Cada país tiene los suyos, y todos cortados con la misma tijera. No juzgo yo el bien que individual y que circunstancialmente puede ocasionar este tipo de movimientos; Dios es libre de tocar el alma de cada hombre como quiera. De lo que yo dudo es de la catolicidad de estos movimientos que pasan por ser conservadores, y que entusiasman a cientos de sacerdotes y obispos. ¿Hasta dónde es católico, por ejemplo, organizar una vigilia de Pentecostés con la adoración al Santísimo que se asemeja mucho a un concierto de rock? Es muy curioso. La Iglesia celebró durante mil quinientos años la vigilia de Pentecostés, que era muy similar a la vigilia pascual (bendición de la fuente bautismal, canto de las profecías, letanías, Gloria con campanas, etc.) y la reforma de Pío XII la eliminó, y Pablo VI eliminó la octava. Y, en los últimos años, cada cura “inventa” su propia vigilia, quitando y poniendo ceremonias y malabares según sus ocurrencias (una tira de led en la custodia, como vemos en el video) e ignorando, o despreciando, la tradición de la Iglesia. Eso no es propio de un católico; eso es propio de los protestantes: cada maestrillo con su librillo. 

    Pero más allá de lo litúrgico, este tipo de parroquias que muchos consideran "vivas" -las otras parroquias, en las que no hay jóvenes, sino apenas las misas diaria, son parroquias "muertas"- viven en la ilusión de que el jaleo juvenil es vida cristiana. No caen en la cuenta que recurren a artilugios sentimentales y emboscadas emotivas para arrimar jóvenes a esas ceremonias de dudosa ortodoxia. Pero la cuestión es si se trata de una verdadera conversión, y si esa tal conversión a la fe se ha edificado sobre roca y no sobre la arena de las emociones. Lamentablemente, todos sabemos que la efectividad emotiva de este tipo de artilugios dura pocos meses, o pocos años. 

Como Yolanda que, siendo ciega, estaba convencida y feliz en ese mundo a oscuras que consideraba el único existente, así estos católicos, cuya intención no juzgo en absoluto, creen que están viviendo el mejor momento de la Iglesia cuando, en realidad, la Iglesia está muriendo y lo que ellos están viviendo es cualquier cosa menos católico.

Pero más grave y más triste que sufrir el síndrome de Yolanda, es sufrir el síndrome de Renato. Es el que sufre buena parte de la Curia Romana, de los cardenales y obispos, y también muchos sacerdotes. Callan y ordenan a sus subordinados que callen, que no le digan a Yolanda que está ciega y que el mundo en que vive es un mundo disminuido. Se niegan a relatarle que el mundo real es otro; que el esplendor de la Iglesia no se consigue con luces de colores, guitarras y bombos; se niegan a revelarle la gravedad de su enfermedad y la cercanía de la muerte. 

Y, a la vez, y muy coherentemente, persiguen con saña a aquellos que, como podemos, advertimos al enfermo la gravedad de su estado. En la última reunión de la Conferencia Episcopal Argentina se dedicó una tarde entera a hablar del “problema” de los blogs y canales de Youtube y otras redes sociales conservadores y tradicionalistas. Los obispos, afectados del síndrome de Renato, están muy alarmados por la impresionante cantidad de suscriptores y lectores que poseen; en cantidades inimaginables para ellos, que son seguidos por tres monjas y cinco viejas, a lo más. La consigna es callarlos. Y la consigna es también impedir a toda costa las celebraciones tradicionales. Por eso mismo será tan difícil que algún instituto con este “carisma” pueda fundar una casa en Argentina: atraería a miles de personas y cosecharía decena de vocaciones. Serán el Conde Vaudémont que, volens nolens, revelarán a Yolanda no solamente su ceguera sino que ayudarán a su curación. Y no se les escapa a los obispos que con esa curación quedará en evidencia su propia enfermedad: el síndrome de Renato o el pecado contra el Espíritu.