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lunes, 11 de noviembre de 2024

La Iglesia frente al cambio de época

 


El triunfo de Donald Trump ha sido la última prueba, de dimensiones planetarias en este caso, de una realidad que se veía ya desde hace algunos años. Lo crucial no fue el triunfo de Trump, por el cual me alegro mucho, sino la aplastante derrota no tanto de Kamala Harris, una pobre y mediocre infeliz, sino de los medios de prensa, aliados incondicionales e imprescindibles del progresismo mundial. El mismo fenómeno lo habíamos visto el año pasado en dimensiones más modestas con el triunfo de Javier Milei en Argentina, y el asombroso apoyo popular que conserva luego de un año de gestión, y en otros países de América y Europa, pero el caso americano, guste más o menos, es paradigmático. En pocas palabras, ha quedado demostrado a la vista de todo el mundo que comienza un cambio de época. 

[Un detalle más que inquietante: los cambios de época se suceden cada vez más a menudo. Ya no tardan centurias, sino décadas, y son tanto o más brutales que los cambios de época clásicos que se daban de siglo en siglo. ¿Será la aceleración propia de la cercanía del fin?]

Este cambio de época está marcado, entonces, por la desaparición de los que pomposamente se autoproclamaban “cuarto poder”: la prensa y los periodistas alquilados por la ideología o por los gruesos sobres de los amos del mundo disminuirán enormemente su influencia en favor de las redes sociales. Pero podemos señalar varias características más: aunque más no sea que debido al movimiento pendular de la historia, creo que habrá un giro a la derecha, entendida como “ultraderecha” según la denominación mediática. Me refiero a un movimiento no solamente político sino también cultural que afirmará valores tradicionales de Occidente. Por cierto, no me refiero a una “restauración de la cultura cristiana” ni a una refundación de la cristiandad, sino a un simple regreso a los elementos básicos de la sensatez humana. 

Los cambios más profundos e importantes, sin embargo, según mi opinión vendrán de algo con respecto a lo cual no hemos tomado aún sus justas dimensiones. Me refiero a la inteligencia artificial. En muy pocos años veremos desaparecer profesiones tradicionales, desaparecerá también la universidad de masas y, consecuentemente, la acreditación de saberes y los modos de acceso al mercado laboral o, lo que es lo mismo, los modos y condiciones de vida de cada uno de nosotros. Se trata de un cambio revolucionario del que todavía no somos del todo conscientes y que nos asombrará más de lo que pensamos.

Pero este no es un blog de reflexiones políticas o sociales. Lo que me interesa preguntarme frente a este panorama del todo nuevo al que nos estamos enfrentando es cómo reacciona y cómo se prepara para reaccionar la Iglesia. Si miramos hacia atrás en la historia, veremos que la Iglesia siempre reaccionó con anticipación a los cambios de época; que siempre las medidas fueron de “conservación de los recibido” (serva quod habes), es decir, fueron reacciones conservadoras. A veces le salió bien, otras más o menos, y otras mal. Es un tema que podremos discutir pero, por ejemplo, las reformas de San Benito de Anianne en la víspera del Renacimiento Carolingio; o la de San Bernardo en vísperas del esplendor medieval, salieron bien. La de Trento frente a la reconfiguración mundial debido a la Reforma protestante, el descubrimiento de América y la consolidación del poder musulmán en las puertas de Europa, salió bastante bien aunque con graves efectos secundarios. La del Vaticano I y la Pascendi contra el liberalismo político y teológico, fue un lamentable fracaso. Y la del Vaticano II ante el mundo emergente de la posguerra, que cambió de estrategia y en vez “conservar lo recibido”, lo entregó al enemigo (perde quod habes), fue catastrófico. Y todo hace prever que lo que ocurrirá en esta ocasión será aún peor.

En primer lugar, es un hecho que el cambio de época encontró al Papa Francisco viejo y sin recursos en su faltriquera. Ya los gastó todos. Como buen jesuita, olió el cambió en los ’70 y se hizo de derecha durante el gobierno militar argentino lo que terminó valiéndole el episcopado; olió el cambio en los noventa y se hizo progresista y manejó hábilmente un progresismo moderado que le terminó valiendo el pontificado. Una vez encaramado a ese puesto, pretendió erigirse en el líder del progresismo global —no le bastaba con el gobierno de la Iglesia; quería ser el señor del mundo—, y gastó rápidamente todas las bengalas y fuegos de artificio que había guardado; pero eran de mala calidad; fracasó y ahora que el mundo está virando irremediablemente hacia la derecha, él ya está viejo, cansado y demasiado pegado al wokismo de baja intensidad como para intentar algunas de sus típicas acrobacias felinas y caer nuevamente del lado correcto. La cuestión no es ya mirar la reacción del Papa Francisco al cambio de época, sino la reacción y los reflejos de los cardenales en el próximo cónclave y la habilidad de quien salga elegido.

Y el primer factor del que deberá hacerse cargo el nuevo pontífice es justamente el modo en que el cambio de época está ya afectando a la Iglesia y que implica un cambio radical con respecto a lo que los católicos estábamos acostumbrados en los últimos quince siglos. Y me refiero a la intrascendencia absoluta. Y esta realidad no necesita demasiados silogismos para demostrarla. Veamos lo que sucedió en el sínodo sobre la sinodalidad; a pesar de las forzadas propagandas, fue de la más completa inutilidad e intrascendencia. Recursos de todo tipo —desde intelectuales hasta económicos— malgastados durante años para la nada misma. Pero la gravedad se profundiza cuando vemos que los medios de comunicación no solamente no le dieron el menor espacio en sus portales —porque no les interesa ya que no atrae visitas— sino que, aunque se lo hubiesen dado, no habría servido de nada porque, como decíamos al inicio, los medios de prensa perdieron ya el poder. Es decir, la Iglesia ya no solamente perdió peso y presencia en el mainstream global —ya no es más visible porque no despierta interés y, en todo caso, la única presencia con alguna relevancia en las redes sociales pertenece a los críticos de las políticas bergoglianas— sino que perdió presencia e influencia en el establishment político. Los debilitados gobiernos progresistas la ignoran y desprecian como era de suponer (recordemos lo que ocurrió hace un mes en Bélgica) y los gobiernos de derecha también, porque la consideran con razón, parte de la alianza enemiga. Paradójicamente, la Iglesia católica no pertenece a las “fuerzas del cielo”…

Esto demuestra, por otra parte, la brutal torpeza de Bergoglio que fue incapaz de anticipar el cambio. Es que justamente la Iglesia podría haber adoptado un papel de gran relevancia, y haberse convertido en un aliado de peso de los gobiernos conservadores que han comenzado a establecerse, ya que comparten buena parte de los ideales tradicionales. Sin embargo, eligió ubicarse en la vereda de enfrente defendiendo descaradamente la Agenda 2030, que deberá estirarse a lo menos un siglo; perorando con la autoridad de lamentables documentos pontificios sobre el calentamiento global y las causas antrópicas del cambio climático y adoptando todos los postulados de la cultura woke: desde las reivindicaciones LGTB hasta la defensa de la inmigración indiscriminada. 

Algún ingenuo podría decir que es esa justamente la misión profética de la Iglesia: oponerse a los Diktate del mundo, pero la realidad es que la misión profética es la proclamación del Evangelio y no la oposición boba. Si los gobiernos del mundo, por los motivos que fuere, adoptan principios concordantes a los principios evangélicos, la misión profética de la Iglesia será apoyarlos. Con Bergoglio, y como floración exquisita del Vaticano II, la misión profética de la Iglesia se confundió con la defensa de las causas propias de los vencedores de la Segunda Guerra II, que terminaron degenerando en el progresismo actual.

A Bergoglio le queda poco tiempo. La cuestión, cómo decíamos, es quién lo sucederá. Y eso depende de los cardenales electores, todos los cuales han sido nombrados por Francisco. ¿Será un Papa bergogliano? El bergoglianismo dejará de existir cuando Bergoglio exhalé su último suspiro. ¿Hay esperanzas entonces? Lo dudo. No hay razones para pensar que el criterio de selección de cardenales ha sido distinto al criterio de selección de obispos. Hagámonos a la triste idea de que la media de los cardenales es la media de los obispos. Al sucesor de Francisco lo elegirán nulidades análogas a Jorge García Cuerva, Dante Braida, José Cobo o Francisco Cerro Chaves. Es decir, con el sucesor de Bergoglio, la Iglesia continuará hundiéndose más rápidamente aún en la intrascendencia. 

¿Qué queda? Vuelvo a la profecía de Ratzinger: pequeños grupos que conservarán las hogueras encendidas. Y no necesariamente me refiero a grupos que rompan con las estructuras de la Iglesia; la misma intrascendencia de ésta volverá intrascendente el rompimiento. E incluso, no me extrañaría que, como fruto del inevitable cambio de época, esos pequeños grupos y esas hogueras vacilantes se mantengan, en buena medida, oxigenadas por las redes sociales.

jueves, 7 de noviembre de 2024

Peregrinación Ad Petri Sedem 2024



(Entrevista a Christian Marquant, presidente de Paix Liturgique) 

Paix Liturgique: Señor Marquant, recién llegado de Roma, ¿puede decirnos qué ha visto?

Christian Marquant : Me gustaría decir que la 13ª peregrinación ad Petri Sedem fue un verdadero milagro. Ver cada vez más fieles, a menudo jóvenes, de todo el mundo reunirse en Roma, cerca de la tumba del Apóstol, para rezar e implorar la libertad de la liturgia tradicional, y también para dar testimonio en el corazón del mundo cristiano en su favor.

Paix liturgique: ¿Podría recordarnos en qué consiste esta peregrinación romana?

Christian Marquant: Su verdadero nombre, «Peregrinación de los Pueblos Summorum Pontificum», es esclarecedor. Fueron el cardenal Ranjith y monseñor Nicola Bux quienes, en 2012, tuvieron la idea de organizar un piadoso evento romano para que los representantes de los fieles católicos del mundo mostraran su gratitud al papa Benedicto XVI por haber promulgado el 7 de julio de 2007 el motu proprio Summorum Pontificum, que parecía poner fin a más de 40 años de guerras litúrgicas.

Paix Liturgique: ¿Pero esta peregrinación sigue teniendo sentido tres años después de la publicación de Traditionis custodes?

Christian Marquant: Más que nunca. Sobre el tema de la liturgia tradicional, la actitud de los papas ha variado mucho. Pablo VI intentó prohibirla. Juan Pablo II fue mucho más abierto y sobre todo Benedicto XVI, que afirmó que era un tesoro litúrgico y que nunca se había prohibido, ambos, de hecho, bajo la presión de un mundo tradicional -dentro del cual la SSPX sigue viva y creciendo. Luego Francisco intentó prohibirlo de nuevo... En realidad, desde el Concilio, la Iglesia no ha sabido cómo tratar el problema de la liturgia del pasado en un mundo eclesiástico que quiere ser el del futuro: prohibir, tolerar, reconocer, intentar erradicar... Veremos qué deciden los próximos papas para ver las cosas más claras, pero mientras tanto, cada año venimos a rezar para dar testimonio de la importancia y la universalidad del apego a la liturgia tradicional. Pase lo que pase, el antiguo rito romano seguirá vivo.

Paix Liturgique: Usted habla del apego universal a esta liturgia...

Christian Marquant : Absolutamente, porque hoy esta liturgia se celebra en más de 100 países, lo que demuestra que no es sólo un fenómeno occidental, sino que muestra realmente un entusiasmo universal... por la fe católica. Porque la liturgia está regida por la fe y expresa la fe. La liturgia tradicional es el espejo de la fe tradicional.

Paix Liturgique: ¿Cómo se organiza su peregrinación?

Christian Marquant: Desde hace más de diez años, la peregrinación tiene un programa bien establecido. El viernes, antes del comienzo de la peregrinación, se celebra un encuentro internacional de Pax Liturgica, y a última hora de la tarde las vísperas pontificales en el Panteón marcan el inicio de las ceremonias. El sábado tiene lugar una procesión por las calles de Roma hacia San Pedro, que termina con un momento de oración en la Basílica (un momento de oración en lugar de misa, ya que no se nos ha permitido celebrar misa allí durante los dos últimos años). Y el domingo, la celebración incluye una misa de clausura y una o varias misas de acción de gracias.

Paix Liturgique: ¿Y así se desarrolló la XIIIª peregrinación?

Christian Marquant : Sí, empezando por un encuentro de Pax Liturgica, bajo la dirección del profesor Rubén Peretó, que reunió a casi 200 personas en el gran auditorio del Pontificio Instituto Patrístico, el Augustinianum, donde se presentaron unas ocho ponencias y testimonios muy variados.

Paix Liturgique: ¿Puede darnos algunos ejemplos?

Christian Marquant : Lo más destacado fue sin duda la intervención del cardenal Gerhardt Muller, pero el testimonio de una joven de origen chino que se convirtió al catolicismo gracias a la liturgia tradicional fue especialmente conmovedor.

Paix Liturgique: ¿Va a publicar estas comunicaciones?

Christian Marquant : Por supuesto, pero tendrá que tener paciencia.


Paix Liturgique: Y luego las vísperas en el Panteón...

Christian Marquant : Sí, vísperas pontificales presididas por monseñor Eleganti, antiguo obispo auxiliar de Coira en Suiza, ante un número cada vez mayor de fieles en Santa María de los Mártires.

Paix Liturgique: Y el sábado...

Christian Marquant : Debíamos comenzar nuestra jornada con la celebración de la misa en la basílica de San Celso y San Julián, pero el inesperado comienzo de las obras de restauración, que pensábamos que tendrían lugar más tarde, nos impidió respetar nuestro programa inicial.



Paix Liturgique: ¿Tal vez podrían haber ido a otra iglesia?

Christian Marquant : Eso es lo que haremos el año que viene si San Celso sigue en obras, pero este año estábamos obligados por el itinerario indicado a la Prefectura de Roma y aceptado por ella. Los fieles rezaron el rosario delante de las puertas cerradas (a causa de las obras). A continuación, la procesión partió hacia la Basílica Vaticana ante una multitud de turistas sorprendidos.

Paix Liturgique: ¿Sorprendidos?

Christian Marquant: Absolutamente, porque contrariamente a lo que se podría pensar, las procesiones son bastante raras en Roma. Así que se puede imaginar que una procesión que comienza en el Ponte San Angelo, atraviesa la zona de obras del metro antes de tomar la Via della Conciliazione, la Piazza Pio XII, alrededor de la cual se asientan un gran número de Congregaciones, y finalmente la Plaza de San Pedro, no pasaría desapercibida.

Paix Liturgique: ¿Eran muchos?

Christian Marquant : Éramos 1500 (¡cifras de la policía!) cuando llegamos a San Pedro. Imagínese una larga procesión respondiendo a las letanías o cantando a voz en cuello el Lauda Sion Salvatorem en un mar de banderas...

Paix Liturgique: ¿Un mar de banderas?

Christian Marquant : Como he dicho, esta peregrinación es la de los representantes de las comunidades adscritas al usus antiquior del mundo: más de 100 banderas cruzaron las calles de Roma ese día.

Paix Liturgique : ¿Alguna oposición?

Christian Marquant : Me atrevería a decir que ni una sola. Hubo asombro sin duda, emoción sin duda, pero sólo sonrisas, sobre todo porque el tiempo era magnífico. Detrás de las ventanas de las Congregaciones, no sé...

Paz litúrgica: todos bajo vigilancia policial

Christian Marquant : La policía italiana para despejar la carretera y ayudarnos a cruzar las calles deteniendo el tráfico. Una presencia seria y eficaz, ¡pero con una sonrisa!

Paix Liturgique: Luego llegaron a San Pedro

Christian Marquant: Y la seguridad vaticana, la gendarmería del Estado de la Ciudad del Vaticano y los sanpietrini, que se ocupan de la recepción y la vigilancia de la basílica vaticana, tomaron el relevo. Los peregrinos cantaron Christus Vincit durante todo el control de seguridad.

Paz Litúrgica: Y después

Christian Marquant: Según lo acordado, los sanpietrini abrieron las dos grandes puertas de bronce en el centro de la Basílica Vaticana, un momento muy solemne. Nuestra peregrinación a San Pedro se dividió en dos partes: primero, un momento de oración ante la tumba del Apóstol en la Confesión, y después la adoración del Santísimo Sacramento en el altar de la Cátedra. Ambos actos fueron presididos por el cardenal Müller, que nos dirigió previamente un sólido sermón, que publicaremos en breve.


Paz litúrgica: Y el domingo...

Christian Marquant : Dos misas fervorosas y magníficas, una de clausura y otra de acción de gracias, siendo esta última una descripción adecuada de nuestros sentimientos.

Paix Liturgique: ¿Dos misas?

Christian Marquant : La primera, por supuesto, fue la misa de clausura en la Trinidad de los Peregrinos, sede de la parroquia personal de rito tradicional en Roma confiada a la FSSP, donde, en una iglesia abarrotada (más de 200 fieles no pudieron entrar), Mons. Eleganti predicó en italiano, inglés y francés para la fiesta de Cristo Rey.

Paz litúrgica: y una segunda misa

Christian Marquant : Misa de acción de gracias celebrada por la tarde en Santa Ana de Letrán, donde Mons. Agostini, ceremoniero pontificio, celebró la misa solemne de Cristo Rey y un tiempo de adoración antes de la bendición del Santísimo Sacramento.

Paix Liturgique: Así que la peregrinación ha terminado...

Christian Marquant: También incluyó la reunión de la asamblea anual de la CISP en la iglesia de San Lorenzo.

Paix Liturgique: ¿Qué es la CISP?

Christian Marquant: Cœtus Internationalis Summorum Pontificum es la asociación responsable de la peregrinación. Tiene la particularidad de ser una asociación de asociaciones de todo el mundo. Antes estaba formada por 19 asociaciones, pero la semana pasada aumentó a 26 (para más detalles, visite el sitio web de Cœtus en https://site.summorum-pontificum.org/).

Paix Liturgique: ¿Quiénes son los nuevos miembros?

Christian Marquant: Las 7 nuevas asociaciones miembros son una de Angola, otra de Polonia, tres de América Latina (Chile, Argentina y Brasil), así como la asociación San Ireneo de Mozambique y la asociación Una Voce de Rusia.

Paix Liturgique: Es realmente una organización internacional...

Christian Marquant: Sobre todo porque otras asociaciones, especialmente asiáticas, han solicitado unirse a nosotros para la XIVª peregrinación, que tendrá lugar en 2025.

Paix Liturgique: ¿Están pensando ya en la peregrinación de octubre?

Christian Marquant : Sí, porque 2025 será un año jubilar. La procesión entrará en San Pedro el 25 de octubre, si Dios quiere, por la Puerta Santa, la de la derecha que será demolida. Durante la liturgia tradicional, los peregrinos se beneficiarán de la indulgencia jubilar. Sin duda, serán muchos. Es esencial que nos pongamos manos a la obra cuanto antes. Además, 2025 será también el año del centenario de Quas Primas. La peregrinación terminará el 26 de octubre, fiesta de Cristo Rey. Celebraremos a Cristo Rey en Roma.

Paix liturgique: Así que la peregrinación tendrá lugar los días 24, 25 y 26 de octubre de 2025, si he calculado bien las cifras.

Christian Marquant: Exactamente: los días 24, 25 y 26 de octubre de 2025. Anótenlo en sus agendas.

lunes, 4 de noviembre de 2024

El principio de revelación

 


El presidente Javier Milei apela con frecuencia a lo que llama “principio de revelación”, y es una teoría que le permite festejar un éxito en el fracaso. Parecería a simple vista una versión académica de la fábula de La zorra y las uvas, pero esconde detrás un aspecto interesante. Veamos un ejemplo local, con perdón de los lectores del blog que no son argentinos. La “resistencia” popular más consistente que ha tenido Milei a sus políticas profundamente transformadoras del país, ha sido la promovida por las universidades, que organizaron dos marchas convocadas “en defensa de la educación pública”.

En Argentina, la educación pública en todos sus niveles, incluido el universitario, libre, gratuita y laica es una enorme vaca sagrada detrás de la cual es muy fácil ocultarse. Los que conocemos el sistema, sabemos que salvo muy pocas excepciones, la universidad pública argentina está colonizada por el progresismo que, como una suerte de inquisición más feroz aún que la de Torquemada, persigue y destruye a quienes se apartan de sus líneas de pensamiento. Una prueba reciente es lo ocurrido con la Prof. María José Binetti, caso que se hizo público, y lo curioso es que esta académica no es precisamente una representante del pensamiento tradicional: es un feminista clásica. Pero no se trata solamente de una cuestión de avasallamiento por parte del marxismo cultural, sino que la universidad argentina —insisto, salvo excepciones— no es más que una bolsa de trabajo, en la que se simula investigar, enseñar y evaluar. Pura simulación. Lo mismo sucede, por otra parte, en buena parte del mundo. 

Pero hay algo más. Un buen número de universidades públicas son desde hace muchos años el lugar apropiado para hacer todo tipo de negociados ordenados a enriquecer a los funcionarios del gobierno y a las autoridades académicas. El caso más conocido es lo ocurrido en la Universidad Nacional de San Martín, pero eso es sólo la punta del iceberg. Pensemos lo que es la Universidad de Buenos Aires… Y la treta es perfecta: la universidad, como vaca sagrada, es autónoma y autárquica. ¡Nadie puede osar tocarla o auditarla! ¡Qué atrevimiento mayúsculo es el de pretender profanar a las vestales elegidas por los “ciudadanos universitarios”, vírgenes impolutas de cuya pureza no puede dudarse! Y la realidad es que hasta ahora nadie se animó a profanar el templo o a palpar a la vaca: los gobiernos peronistas o radicales, porque eran quienes se beneficiaban de los negociados; y el macrismo porque fue débil y temeroso. Milei, en cambio, se animó, y sobre todo después de la segunda marcha, que podría haber sido vista como un fracaso, quedó claro para la mayor parte de la sociedad que el problema no es la educación pública, que el gobierno no piensa tocar, sino que los jerarcas universitarios, agazapados detrás de la vaca, se niegan a ser auditados y a dar cuenta del destino de los miles de millones de pesos que reciben del Estado. Se ha demostrado el principio de revelación; no fue un fracaso sino un éxito porque ahora el Presidente Milei tiene el apoyo social para auditar el dinero público que se destina a las universidades y, eventualmente, procesar a los ladrones que desde hace décadas medran disfrazados de vestales académicas. 

Algo análogo ha sucedido en la Iglesia con el pontificado del Papa Francisco. Que desde la década de 1960 la Iglesia se estaba cayendo a pedazos era una realidad evidente que nadie se animaba a señalar, con poquísimas excepciones y a las que les costaba persecuciones, vituperios y hasta excomuniones. No sólo era el caso que disminuía el número de fieles y consagrados, que la liturgia se convertía en ocasión de creatividad de cada sacerdote, sino y sobre todo, que la Verdad del Evangelio, que es verdad salvadora y liberadora del pecado, se manoseaba, se tergiversaba y se proponía como un relato en el que cada lector podía elegir su propia aventura. E insisto, esto ocurría ya en los años ’70. Ciertamente con Pablo VI, pero también y con mucha intensidad con Juan Pablo II y con Benedicto XVI, que aunque intentó el cambio, en mi opinión fue débil y no supo rodearse de colaboradores adecuados.

¿Qué hubiese pasado si en el cónclave de 2013 hubiese sido elegido el cardenal Scola, o el cardenal Ouelet, o cualquier otro juanpablista o benedictino? Habrían continuado dando manos de revoque para tapar las grietas que permanentemente aparecían aquí y allá en los muros de la Iglesia, y dorando los estucos que se caían a pedazos. Es decir, habríamos seguido viviendo en una gran simulación: todo juntos como hermanos, de la mano hacia la civilización del amor. Una farsa mediocre que más pronto que tarde se iba a revelar como lo que verdaderamente era: una mascarada orientada a ocultar la espantosa verdad de un rostro ajado y purulento.

El Papa Francisco, en cambio, volens nolens y sin que pudiera escapar a los designios de la Providencia, no solamente ordenó guardar las herramientas de restauración sino que se preocupó incansablemente, todos los días de su pontificado, de quitar los revoques y dorados que ocultaban la realidad. Bergoglio ha sido capaz de presentar al mundo y, sobre todo, a los católicos la Iglesia a cara lavada: sin maquillajes y sin photoshop. Su fracasado y catastrófico pontificado es el principio de revelación de Milei. Los ejemplos se cuentan por miles y en este blog hemos dado cuenta de muchos de ellos durante más de diez años. Señalo solamente dos: la nominación del cardenal Tucho Fernández a la cabeza del dicasterio de Doctrina de la Fe fue un disparate y una provocación; todos estamos de acuerdo en eso. Pero, ¿es que Fernández es peor que la media del clero mundial? No lo creo; más aún, creo que es bastante mejorcito que la media. Con su nominación, el Papa Francisco no ha hecho más que revelar coram populo el verdadero estado y calidad del clero católico. 

Veamos otro ejemplo: en los últimos días, se conoció que más de quinientos católicos belgas han apostado de la fe y pedido ser “desbautizados” en reacción al discurso conservador del Papa Francisco en ocasión de su visita a ese país, donde no hizo más que reafirmar la doctrina de la Iglesia en cuestiones que no tienen que ver estrictamente con la fe: el aborto es un crimen y la mujer no puede ser un hombre, fue lo que dijo. Estos quinientos apóstatas se tomaron el trabajo de escribir a los obispos pidiendo ser borrados de los libros de bautismo, pero seguramente serán muchos más los que ni siquiera se toman esas molestias; son apóstatas de hecho. Y tengámos en cuenta que estamos hablando de personas más bien mayores, porque los más jóvenes ni siquiera están bautizados. 

El principio de revelación, en última instancia, no es un descubrimiento de Javier Milei: ya lo aplicó un jesuita antes que él a la Iglesia universal. No sabemos qué saldrá del próximo cónclave, pero el nuevo Papa tendrá al menos una ventaja: podrá enfrentarse al verdadero rostro de la Iglesia; ya no será el elegante y popular Dorian Gray el que se pasea por los salones del mundo, sino su retrato que los pontífices anteriores, como relata Oscar Wilde, lo había tenido escondido en el cuarto de juegos, cerrado bajo cuatro llaves.