martes, 8 de octubre de 2024

Tucho da marcha atrás

 


En los últimos días, en dos ocasiones (aquí y aquí) nos referimos al escándalo que significaba la absolución de hecho del sacerdote Ariel Principi, quien había sido condenado a la expulsión del estado clerical por el delito de abuso sexual de menores, en un proceso canónico ordinario por dos tribunales,.

Y lo bochornoso de la situación no era solamente que, a pesar de las declamaciones de tolerancia cero del Papa Francisco, a este señor se lo dejara seguir ejerciendo su ministerio sin siquiera una suspensión, sino que lo hacía más sospechoso que la absolución fuera responsabilidad directa de quien Principi es coétaneo, compañero de seminario, compañero de diócesis y amigo muy cercano, el cardenal Víctor Tucho Fernández. 

Pues bien, la diócesis de Río Cuarto recién comunicó que el Dicasterio para la Doctrina de la Fe anuló el recurso extraordinario y, acto seguido, confirmó la sentencia condenatoria y la pena aplicada por los dos tribunales ordinarios. Un nuevo traspiés del caótico pontificado bergogliano y una nueva trapisonda de Tucho. 

¿Qué es lo que ocurrió? No lo sé, y estimo que lo sabrán solamente muy pocas personas. Pero creo que podemos colegirlo, insistiendo en que se trata sólo de una presunción.

La primera rareza —y me corregirán los conocedores del derecho canónico si es que estoy equivocado—, es que la anulación de la pena que surgió del proceso ordinario fue dispuesta y comunicada por Mons. Edgar Peña Parra, Sustituto de la Secretaría de Estado. El organismo vaticano que entiende en casos de abuso sexual es el dicasterio de Doctrina de la Fe y supongo que la Secretaría, por ser la “Suprema”, podría intervenir en ultimísima instancia. Es probable que Tucho, con las astucia que lo caracteriza, haya querido salvar a su amiguito y, pensando que iba a quedar muy grosero que fuera él quien le levantaba la pena, le pidió a Peña Parra, que tiene antecedentes ambiguos por decir lo menos, que le hiciera el favorcito. Entre bomberos no iban a andar pisándose la manguera.

Pero en la actualidad nada pasa desapercibido, y mucho menos este tipo de cosas. Mientras que en Bruselas Francisco pedía perdón y se avergonzaba por los abusos sexuales cometidos por clérigos, en Roma se levantaba la pena a un condenado por este mismo delito. Seguramente, entonces, las presiones habrán comenzado a llegar al Vaticano, y probablemente también a Santa Marta, y quienes se habrán quejado furiosamente con toda probabilidad habrán sido Mons. Uriona, obispo de Río Cuarto y los integrantes de los dos tribunales —de Córdoba y de Buenos Aires— que juzgaron al cura degenerado y quedaron desautorizados. Se sabe que los obispos de la provincia de Córdoba la semana pasada estaban furiosos por lo ocurrido. ¿Será que el cardenal Rossi, que se encuentra en Roma participando del sínodo, le pido al Papa Francisco que interviniera?

Es probable que desde la mismísima Santa Marta haya partido una llamada telefónica a Tucho en la que, con las palabrotas acostumbradas y otras aún más soeces, el pontífice le haya exigido arreglar el lío que había armado. Y Tucho puso manos a la obra.

Sin embargo, solucionar este entuerto no era cosa fácil. Y tuvieron que recurrir a otra rareza muy rara: el dicasterio de Doctrina de la Fe anula una decisión de la Secretaría de Estado. ¿Conflicto de intereses? ¿Conflicto de poder? En otro tiempos, esto habría significado una guerra entre cortesanos. ¿Sucederá ahora lo mismo? No lo creo. Y la chapucería de Tucho se completó confirmando la pena del proceso ordinario, es decir, dando marcha atrás.

¿Qué queda de todo esto? Que el Sr. Ariel Principi, referente espiritual de buena parte del monjerío argentino, ha sido expulsado del estado clerical. Que el Sustituto de la Secretaría de Estado ha quedado públicamente desautorizado y humillado por parte de su vecino el cardenal Fernández. Y que este purpurado, coccolato y regalón del papa Francisco, puso con su probada torpeza nuevamente en un brete a la Santa Sede.

No resulta extraño, por eso mismo, que en los últimos meses Tucho esté tan calladito y tranquilo. Todos recordamos que en los primeros tiempos de su nombramiento se paseaba cual glamorosa diva por todos los plató mediáticos que le abrían sus puertas. Luego de la gran metida de pata de Fiducia supplicans se tranquilizó. Y después del caso Principi seguirá aún más tranquilo. Sabe muy bien lo costoso que es ser la causa de los enfados de Su Santidad. 

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