jueves, 21 de septiembre de 2023

El poder despótico del pontífice romano



Decía en el último post, y lo hemos dicho muchas veces en esta página, que los problemas más graves del catastrófico pontificado actual no pueden achacársele solamente a Bergoglio sino que son la eclosión natural del sobredimensionamiento del pontificado romano que hunde sus raíces en varios siglos atrás, aunque se consolidó con el Papa Pío IX. 

Hace algunos días recibí un comentario de un lector del blog, que comenta con frecuencia con reflexiones muy valiosas pero, en esta ocasión, él no está conmigo y yo no estoy de acuerdo con él. El comentario venía a cuento de lo que está ocurriendo con Mons. Strickland. Yo decía que esta libido por remover obispos incómodos que demuestra Francisco tiene un antecedente cercano: San Pío X, que removió a los dos tercios de los ordinarios de diócesis, abadías, arciprestazgos y prelaturas nullius italianas mediante traslados, promociones o nombramientos ex novo

El comentario que me llegó decía los siguiente: “La comparación con San Pio X es lamentablemente desacertada. Si con mano fuerte actuó fue por razón de Fe. Si uno no entiende esto es por dos cosas, o porque no comprende la penetración nociva de los errores liberales y modernistas en el episcopado de aquel tiempo, o porque desconoce por completo la figura de San Pio X, para lo cual bien haría en comenzar una revisación (sic) de la misma, pudiéndose empezar por ejemplo con su biografía oficial, la de Girolamo Dal Gal. Y si no es así nómbrese un solo obispo ( y uno solo pido, no un tercio) que por causa de su ortodoxia haya sido presionado por San Pio X para que renunciase. No se puede comparar estos procedimientos, porque ¿qué tienen en común la coacción que un padre ejerce sobre su hijo extraviado para que deje de pecar a la coacción que otro padre ejerce sobre un hijo santo para alentarlo a pecar? Nada tienen en común, antes bien, son el agua y el aceite. Además, y por el contrario, de San Pio X se retrata un espiritu (sic) de caridad admirable, incluso con aquellos que se veía obligado a deponer o censurar, penetrado de dolor y luego de retardar la condena todo lo máximo posible. Si uno pierde de vista la doctrina y compara modos así sin mas, puede pensar que lo que es diametralmente opuesto en realidad se parece, porque al perder de vista la doctrina no entiende el espíritu con el que se procedió. El Señor se digne, en un infinita misercordia (sic), darnos otro San Pio X”.

En primer lugar, estoy de acuerdo en que es edificante leer la piadosa biografía de San Pío X escrita por el padre Dal Gal. El problema es que es justamente la biografía oficial escrita para su canonización, y que tiene casi ochenta años de escrita. En las últimas décadas se conocieron muchas cosas que Dal Gal no conocía por un hecho elemental: toda la documentación del pontificado del Papa Sarto estaba embargada en el archivo del Vicariato de Roma y fueron trasladados en 2005 al Archivo Secreto Vaticano.  A esa documentación  sólo pudo accederse a comienzo de los '90. Confiar ciegamente en la biografía de Dal Gal sería como confiar en una biografía de Lenin escrita por el Politburó soviético en 1950 o en la biografía del P. Carlos Mugica escrita por el P. Pepe Di Paola. No sería serio ni confiable. Por otro lado, aquí estamos tratando una cuestión muy específica: las visitas apostólicas y posterior remociones de obispos. Es un tema que necesita una investigación especializada y no puede ser tratado en una biografía general. Y esa investigación existe: es la de Giovanni Vian [no confundir con Giovanni Maria Vian], La riforma della Chiesa per la restaurazione cristiana della società. Le visite apostoliche delle diocesi e dei seminari d'Italia (1903-1914), Roma: Herder, 1998. Se trata de dos volúmenes de más mil páginas en las que el autor —un historiador profesional y profesor en la Universidad de Venecia—, trata el tema con recurso permanente y constante a la toda documentación ahora accesible. 

El autor del comentario da por supuesto que San Pío X corrió a los obispos de sus diócesis porque eran modernistas. Y no es así. Si ese hubiera sido el caso, al primero que debería haber corrido es al arzobispo de Pisa, Pietro Maffi, de inocultables simpatías modernistas. No sólo lo mantuvo en su sede sino que también lo creó cardenal. Otro sospechoso de modernismo era Giacomo Della Chiesa, a quien nombró arzobispo de Bolonia, y luego lo sucedió en el pontificado como Benedicto XV. Tampoco presionó la renuncia del arzobispo de Florencia, el escolapio Alfonso Maria Mistrangelo, sospechoso de liberal; simplemente, se contentó con no otorgarle el cardenalato.

Apenas llegado al pontificado, San Pío X resucitó dos antiguas prácticas de la Iglesia, ya en desuso: las visitas apostólicas y los comisariamientos. Eligió personalmente a 58 visitadores apostólicos que recorrieron las 263 diócesis italianas. A raíz de estos procedimientos, se consideró inadecuados a más de la mitad de los obispos, la mayor parte de los cuales fueron desplazados. Los motivos podían ser la edad, pues había ordinarios muy ancianos que seguían en sus sedes, desmanejos económicos, desarreglos morales o problemas con el clero o el seminario, o simple incapacidad. 

Los procedimientos para expulsar a los obispos eran obligarlos a presentar la dimisión y nombrar un administrador apostólico. En algunos casos, los propios prelados presentaban voluntariamente su renuncia; otros muchos se resistieron, por lo que se ejercían presiones lo suficientemente discretas para no despertar antipatías en los fieles. Los documentos que reproducen las notas emanadas de la Santa Sede dirigidas a los obispos que se buscaba deponer, no muestran precisamente la figura de un padre amante y bondadoso que sufre por el castigo que debe aplicar a sus hijos, como nos dice el comentarista.

No me cabe duda que la mayor parte de los obispos desplazados por San Pío X no eran buenos obispos. El problema está en que la sede romana se erigió como la sede suprema ejerciendo un poder absoluto y posicionando a los obispos como meros delegados de ella: el Papa como gerente general de una multinacional del cual dependen los gerentes de todas las sucursales, y están a su merced. Eso nunca había existido en la iglesia católica. Los obispos son tan sucesores de los apóstoles como lo es el Papa de Roma, que no puede tratarlos como meros subordinados. Cuando los obispos no funcionaban, o funcionaban mal, como era lo que aparentemente ocurría en la Italia de comienzos del siglo XX, los procedimiento que la Iglesia aplicaba tradicionalmente eran otros: se convocaba un sínodo provincial en el que los obispos que componían esa provincia eclesiástica escuchaban a los acusadores y escuchaban al acusado, dándole la oportunidad de defenderse, derecho que tiene cualquier ser humano y, con mayor razón, un sucesor de los apóstoles, y luego emitían su veredicto. La solución más fácil y rápida, el atajo, es echarlo al mal obispo y reemplazarlo, pero los atajos siempre se cobran su factura. Son peligrosos; a la larga, se vuelven en contra.

Nosotros tendemos a pensar, o a soñar, que sería muy bueno para la Iglesia que llegara un Papa de temple que echara de un plumazo a la parva de obispos malos que pueblan el país y el mundo. Ese sería el atajo; pan para hoy y hambre para mañana. Es lo que hizo San Pío X, sin darse cuenta que detrás de él podía venir, como de hecho vino, Francisco, que no ha hecho más aplicar el mismo método de gobierno que el santo Papa Sarto.  

    Se usaron medios extremos —la suma del poder absoluto que concede el pontificado— para fines lícitos —correr obispos inservibles por diversos motivos—, pero al final quedó el instrumento vuelto loco y se evaporó la buena doctrina y las buenas intenciones que tenía San Pío X; vino Francisco, se apoderó del instrumento que le había dejado servido y estamos ahora a merced de un Papa dictador. Los atajos, una vez más, siempre se cobran su factura.


lunes, 18 de septiembre de 2023

Mons. Víctor Fernández: de la Iglesia al movimiento




Hace hoy una semana que otro de los hijos más dilectos de Argentina, Mons. Víctor Fernández tomó posesión del cargo de prefecto del dicasterio para la Doctrina de la Fe. Dos argentinos se encuentran en la cima del gobierno de la Iglesia católica. Un orgullo para todos los nacidos en esta tierra particularmente bendecida…

Y el nuevo prefecto y ya casi cardenal, ha tenido algunas emanaciones en los últimos días en forma de entrevistas concedidas al P. Spadaro, de La civiltà cattolica y a Edward Pentin, del National Catholic Register. Me interesa comentar brevemente una de las afirmaciones del prelado, pero antes debo señalar que los católicos podemos estar tranquilos porque la formación y la sabiduría del nuevo inquisidor es abrumadora. Afirma Mons. Fernández que la formación que recibió fue “estrictamente tomista” [¿en el seminario de Río Cuarto?] aunque su maestro fue San Buenaventura, muy apropiado para tiempos francisquistas. Y reconoce también su discipulado con respecto a Maurice Blondel, sin olvidar la “precisión argumentativa de Karl Rahner, la profundidad espiritual de Hans Urs von Balthasar, la eclesiología de Yves Congar y la obra de Joseph Ratzinger-Benedetto XVI”. Y agrega enseguida a Étienne Gilson y Réginald Garrigou-Lagrange. Y para demostrar que está abierto a la realidad latinoamericana se confiesa también discípulo de Gustavo Gutiérrez, Lucio Gera y Rafael Tello, sin olvidar a Hans-Georg Gadamer. ¡Un abisal vacío de sabiduría! Es que Mons. Fernández no se da cuenta, o no tiene algún buen amigo que se lo susurre, que al exponer el largo listado de sus maestros, el que demuestra su escasa fidelidad a ninguno de ellos y el popurrí teológico que serpentea en su cabeza, no hace más que documentar su ignorancia, su inseguridad y su incompetencia para el puesto que ocupa?

Pero lo más interesante y desopilante que ha dicho el prefecto fue en la entrevista a Pentin. 

En respuesta a una pregunta sobre la aceptación del magisterio del Papa Francisco, el arzobispo Víctor Manuel Fernández dijo en una entrevista exclusiva por correo electrónico el 8 de septiembre que el Papa no sólo tiene el deber de custodiar y preservar el depósito ‘estático’ de la fe, sino también un segundo carisma único, sólo dado a Pedro y sus sucesores, que es ‘un don vivo y activo’. 

“Yo no tengo este carisma, ni usted, ni el cardenal [Raymond] Burke. Hoy sólo lo tiene el Papa Francisco”, dijo el arzobispo Fernández. El cardenal Burke escribió recientemente el prefacio de un libro en el que critica duramente el próximo Sínodo sobre la sinodalidad y ha expresado a menudo su preocupación por algunas enseñanzas de este pontificado. 

“Ahora, si me dicen que algunos obispos tienen un don especial del Espíritu Santo para juzgar la doctrina del Santo Padre, entraremos en un círculo vicioso (en el que cualquiera puede pretender tener la verdadera doctrina) y eso sería herejía y cisma”, dijo.

Yo no soy teólogo y los que sí lo son podrán corregirme. Existe, por cierto, un “carisma” propio del ministerio petrino y que sólo posee el Papa de turno, y consiste en la asistencia del Espíritu Santo lo cual le otorga infalibilidad siempre que se cumplan las siguientes condiciones:

1) El Papa debe hablar ex cathedra, es decir, desde su posición de autoridad suprema en la Iglesia y al ejercer su magisterio extraordinario.

2) La declaración debe referirse a una cuestión de fe o moral.

3)  El Papa debe expresar claramente su intención de definir una doctrina de manera infalible.

Únicamente cuando se cumplen estas condiciones se habla de “inerrancia absoluta”, es decir, se considera que su enseñanza es infalible y libre de error. Consecuentemente, los católicos estamos obligados a aceptarla como verdadera y vinculante para la fe y práctica religiosa.

Además, la infalibilidad pontificia establece la autoridad final del Papa en cuestiones de fe y moral. Cuando el Papa pronuncia una declaración infalible, se espera que los católicos la aceptemos como una verdad definitiva y no sujeta a debate o cuestionamiento. Sin embargo, es importante tener en cuenta que la infalibilidad pontificia tiene limitaciones específicas. No implica que el Papa sea infalible en todos los aspectos de su enseñanza o que sea incapaz de cometer errores en otros ámbitos. Solo se aplica a declaraciones específicas realizadas bajo las condiciones mencionadas anteriormente.

Todo esto es doctrina conocida por cualquier católico formado. Lo dice el concilio Vaticano I en Pastor Aeternus y lo reafirma el concilio Vaticano II en Lumen gentium 25, al hablar de que en el Romano Pontífice "singularmente reside el carisma de la infalibilidad de la Iglesia misma", pero solamente cuando habla como maestro universal, es decir, cuando se cumplen las condiciones señaladas más arriba, y no cuando se expresa como maestro privado. 

    Sin embargo, Mons. Fernández parece que —¿siguiendo a Gadamer quizás?— hace una hermenéutica ampliada de los dispuesto por los dos últimos concilios: el Papa Francisco tendría “inerrancia absoluta” y, por tanto, “autoridad final” en todas sus enseñanzas, más allá de que las mismas sean o no pronunciadas ex cathedra. Aún aquellas pronunciadas ex aerea nave o ex latrina serían también enseñanzas seguras con obligación de ser aceptadas, so pena de caer en herejía. 

No exagero. Es cuestión de seguir el razonamiento de Mons. Fernández. 

Premisa mayor: El Papa no sólo debe custodiar el depósito “estático” de la fe, sino también enseñar la doctrina de la Iglesia en virtud de un carisma “vivo y activo” que posee y que es un don del Espíritu Santo.

Premisa menor: Ni los obispos ni los fieles laicos poseen ese don “vivo y activo” pues es exclusivo del pontífice romano.

Conclusión: Todos los obispos y los fieles laicos deben aceptar no solamente el depósito “estático” de la fe sino también todas las enseñanzas del Papa sobre la Iglesia. Y si no lo hacen y lo critican, caen en cisma y la herejía.

Ya podemos prever entonces lo que será la gestión del nuevo prefecto. Diariamente, el dicasterio emitirá sentencias de herejía urbi et orbi y la Iglesia en la que hay lugar para todos, todos, todos terminará siendo una Iglesia sólo para los obsecuentes. Pues ahora resulta que los católicos estamos obligados no ya a seguir la doctrina de la Iglesia, sino la doctrina del Papa. Se trata de un disparate, de una burrada inconcebible en boca de quien debe ser la cabeza teológica de la Iglesia. Como escribió el Dr. Eduardo Echevarría, una cosa es afirmar que el Magisterio tiene un carisma propio en la misión de custodiar infaliblemente la Fe entregada de una vez por todas a la Iglesia y otra muy distinta es afirmar que el Papa tiene un carisma que salvaguarda su propia doctrina.

        El nuevo prefecto de Doctrina de la Fe ha expresado con voz oficial lo que desde este blog alertábamos hace poco más de dos años, y con creces. En ese momento decíamos que la Tradición había sido devorada por el Magisterio y Mons. Fernández promete devorar también la Escritura. Porque según él, el "carisma vivo y activo" del que está revestido el Papa Francisco es superior al "depósito estático", es decir, la Escritura y la Tradición. Herejes no serían ya los que niegan las enseñanzas contenidas en el depositum fidei, por ejemplo que los adúlteros no pueden recibir la eucaristía o que las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo son pecado grave, sino los que cuestionan el "carisma vivo y activo" del que está revestido el Romano Pontífice.

¡Cuánto habría dado Pío IX por tener un prefecto del temple teológico de Tucho Fernández! Es curioso cómo la galería de personajes que habitan el Vaticano en este pontificado, abiertamente progresista y denostador de los tiempos pasados, asume sin sonrojarse las actitudes más reaccionarias que ni siquiera Joseph de Maistre o el ultramontano más enragé se habrían animado a sostener. 

Estas declaraciones muestran que Mons. Fernández ha terminado convirtiendo al Papa Francisco en una suerte de oráculo, una particular hipóstasis del Espíritu Santo, cuya palabra es magisterio auténtico y, por tanto, no contiene error y debe ser obedecido por todos los católicos. Y, en consecuencia, ha convertido también a la Iglesia en una institución que sigue a un caudillo, que no es Cristo sino el Papa de turno, quien tiene plenas facultades para amoldarla a su gusto y capricho. Como decía en 2013 nuestro buen amigo Ludovicus: “El Papa comienza a configurarse como un caudillo, y el catolicismo, como religión del Papa”. Recomiendo vivamente la lectura de ese artículo en que se demuestra cómo el pontificado romano de las últimas décadas se ha entendido  como un acaudillamiento de un “movimiento” sobre la base de un programa y un “carisma” peculiar que aporta el nombre elegido por el Papa.

Con diez años de anticipación, anunciaba Ludovicus lo que sucedió y que Mons. Fernández ha expresado con claridad: Francisco ha carismatizado lo institucional a niveles máximos y canibalizadores. Si el suyo es un “Dios que se manifiesta en el tiempo y está presente en los procesos de la historia”, siendo la fe “una fe un camino, una fe histórica. Dios se ha revelado como historia, no como un compendio de verdades abstractas” —frases textuales de Francisco—, por tanto, es un Dios que elige y bendice un caudillo encargado de hacerlo presente en la dinámica de la historia. La Iglesia ya no es institución; es movimiento, y su líder es un caudillo. ¡Cómo no relacionar todo esto con la doctrina de Juan Perón!  

Como he dicho en otras ocasiones, lo mejor es dejar que Mons. Fernández hable y haga. En su dicasterio, según se comenta, lo están esperando con tenedor y cuchillo listos. Su fatuidad empoderada le hará cometer infinidad de errores, que comportarán víctimas por cierto, pero que serán su pasaporte para la jubilación anticipada apenas se siente en el solio de Pedro el próximo pontífice. 

jueves, 14 de septiembre de 2023

Francisco, sus amigos y Mons. Strickland

 


Todo parece indicar que, en los próximos días, el Vaticano comenzará a presionar a Mons. Joseph Strickland, uno de los pocos que con valentía denuncia la deriva a la que el pontificado de Francisco ha sometido a la Iglesia, a fin de que presente su renuncia. Veremos cómo reacciona el prelado. El mecanismo es viejo —lo aplicó con mucho éxito San Pío X, reemplazando con esos medios a una tercera parte del episcopado italiano— y a Bergoglio le causa particular placer. En Argentina hemos tenidos varios casos, todos muy tristes. Se recuerda el más patético de todos, cuando un obispo presentó la renuncia a la primera requisitoria de Roma aduciendo que “Mi obispo es el Papa”, es decir, abandonando su dignidad de sucesor de los apóstoles y sometiéndose sin chistar a la dictadura romana, como un gerente de sucursal se somete al gerente general de la empresa.

Se dice que una imagen vale más que mil palabras. En la foto que ilustra esta entrada vemos al muy digno y valiente obispo Strickland, a quien Francisco quiere correr porque no simpatiza con sus ideas, y vemos al mismo pontífice rodeado de quienes son sus amigos y que sí simpatizan con sus ideas, a los cuales hace arrumacos, protege y encubre. A saber,

1. Mons. Gustavo Zancheta, condenado y encarcelado por abuso sexual de seminaristas.

2. El p. Iván Rupnik, S.J., acusado de múltiples abusos sexuales a religiosas.

3. El Sr. Theodore McCarrick, ex cardenal, condenado por múltiples abusos sexuales a seminaristas.

4. Milagro Salas, condenada y encarcelada por corrupción, robo y extorsión.

5. Juan Grabois, dirigente político de izquierda, usurpador de tierras y líder de los movimientos sociales más combativos y corruptos.

6. Pablo Moyano, el sindicalista más corrupto, violento y mafioso en Argentina.

7. Integrantes de La Cámpora, el movimiento peronista culpable de la catástrofe de la economía argentina y responsable, según cálculos conservadores, de una deuda de U$50.000 millones por los malos manejos financieros e impericia en la conducción del país.

8. Cristina Kirchner, vicepresidente y ex-presidente del país, condena a reclusión por ladrona.

9. Hebe de Bonafini, activista pagada por la izquierda internacional que, entre otros gestos memorables, defecó detrás del altar mayor de la catedral metropolitana de Buenos Aires y amparó la corrupción económica en su fundación.

El mismo papa que persigue y exige la renuncia de un obispo católico, que no hace más que defender la fe, se abraza y sonríe con la escoria más residual del mundo político y clerical. 


lunes, 11 de septiembre de 2023

Una misa villera contra Milei

 

Los curas y el obispo villeros


La semana pasada asistimos a un aporte inusual de la Iglesia a la campaña política argentina, posicionándose contra Javier Milei, y apoyando indirectamente a Sergio Massa. Un grupo de curas villeros organizó una “misa en desagravio” al papa Francisco por los dichos que había proferido contra él —hace dos años— Javier Milei, a la que asistieron altos funcionarios del gobierno kirchneristas y, en Roma, Francisco recibió al “nieto 133”, mientras la candidata Victoria Villaroel hacía en la legislatura porteña un homenaje a los asesinados por el terrorismo en los ’70.

En primer lugar, en estricta justicia, hay que decir que los curas villeros no son lo peor de la iglesia argentina; mucho peor que ellos son los obispos villanos. Pensemos, por ejemplo, en Mons. Tucho Fernández, que no tuvo repararos en tergiversar a como diera lugar la doctrina del evangelio con tal de conseguir y mantener el favor del pontífice romano que, finalmente, lo hizo cardenal. O en Mons. Eduardo Taussig, que se pasó quince años maltratando al clero sanrafaelino del modo más cruel, para culminar su carrera cerrando el seminario diocesano y consiguiendo el odium plebis. O en Mons. Gabriel Barba que, en tres años, destruyó en San Luis lo que a Mons. Juan Laise le llevó décadas construir. Los curas villeros, al menos, han adoptado un ideal y se han jugado por él, más allá de que lo hagan de un modo a mi juicio equivocado. Ellos están metidos en el barro de las villas, lidiando con adictos, con pobres que apenas tienen pan para alimentar a sus hijos y con aquellos cuyas expectativas existenciales no distan mucho de las que puede tener un animal irracional. Y eso tiene su mérito, más allá de la discusión acerca del modo en que realizan su misión. 

Admito también que comparto algunas de las razones que hicieron explícitas por las que no habría que votar a Milei, y son las que expuse en este blog hace pocos días. Sin embargo, esta opinión yo la puede decir libremente porque soy un don nadie que se representa sólo a sí mismo; ellos, en cambio, son ministros de la Iglesia y hablan en su nombre. Esta conclusión es evidente y no es necesario detenerse demasiado en ella. 

Pero hay otros dos aspectos sobre los que sí vale la pena reflexionar. El primero, es la incomprensible ilusión de estos curas de creer que la Iglesia tiene aún algún tipo de credibilidad o de influencia. En una nota aparecida el sábado en La Nación, Loris Zanatta dice una verdad muy grande: el hecho de que Milei sea el candidato más firme a la presidencia secundado por Patricia Bullrich, es una cachetazo para Bergoglio; es la muestra más evidente del rotundo fracaso de su pontificado, al menos en el ámbito político y en Argentina, donde su palabra no tiene ningún predicamento. Es verdad que en 2015 los curas villeros y sus colegas entenados fueron cruciales para impedir que el kirchnerismo ganara la gobernación de la provincia de Buenos Aires con Aníbal Fernández a la cabeza; pero eso pasó hace muchos años. Los niños que tenían 10 años en ese momento hoy tienen 18, y no escuchan a los curas: miran Tik-Tok. La Iglesia, por más villera y nacional y popular que pretenda ser, no puede competir con las redes sociales, que son las protagonistas de los procesos electoral contemporáneos. Es probable que el patético espectáculo de la misa villera, con presencia de corruptos gobernantes peronistas, haya podido convencer a algunos cientos de habitantes de las villas de no votar Milei, pero seguramente convenció a muchos miles, y no solo habitantes de las villas, de votar por el libertario, viendo quienes son los que lo atacan. 

Pero la misa villera presenta un problema aún más grave porque es un problema teológico. La Iglesia se ha convertido para estos curas en una mera asociación encerrada en el tiempo. Los sacerdotes y religiosos que, a lo largo de toda la historia del Iglesia se ocuparon de los pobres y necesitados —pensemos, por ejemplo, en San Vicente de Paul o en la Madre Teresa de Calcuta—, tenían claro que el hombre, por ser naturalmente religioso, es habitante de dos regímenes diferentes de temporalidad, que coexisten, diversamente entrelazados, en su existencia cotidiana: vive el tiempo lineal-progresivo del mundus y el tiempo circular y re-presentativo de lo sagrado, que se manifiesta y concretiza en la liturgia. Los curas villeros, como la mayor parte del clero de la Iglesia actual, tienden a concebir su vida y su apostolado como una actividad encerrada exclusivamente dentro del flujo del tiempo secular.

El “rostro de Cristo” que presentan —expresión tan cara a los paladares progres— es un Cristo puramente humano, despojado de cualquier instancia de lo sagrado. Por tanto, el cristianismo es redefinido, convirtiéndose en un movimiento desespiritualizado, convertido en “acontecimiento diurno”, al decir de Galimberti, donde los discursos teológicos sobre lo divino y lo sagrado han sido sustituidos por discursos inmanentistas y únicamente mundanos.

Como escribe Diego Fusaro, la consecuencia es la que tenemos a la vista: la evaporación de la religión, que se ha hecho indistinguible de la moral y la política proyectadas en la esfera de la mundanidad. El discurso propiamente religioso ha desaparecido incluso de los templos y de las misas, y no sólo de las misas villeras.

La semana pasada, los curas villeros instrumentalizaron la liturgia, el lugar de lo sagrado, para hacerla funcional a un objetivo político partidario: impedir que Javier Milei gane las elecciones en octubre. Ellos han engañado a sus fieles, los pobres entre los pobres, pues han transformado subrepticiamente su fe en un puro estar en el mundo y ser del mundo, y han transformado la liturgia, que era siempre el momento del tiempo sagrado que los sacaba del mundo mostrándole los resplandores del mundo que no tiene fin, en una réplica formal de rituales desprovistos ya de todo sentido de la trascendencia y de lo sagrado. No sólo se han engañado a sí mismos; han estafado a sus fieles.


miércoles, 6 de septiembre de 2023

Francisco, el Papa sin nombre

 


Hace pocas semanas escribía que las revelaciones privadas, aún cuando hayan sido aprobadas por la Iglesia, no integran el Depósito de la Fe al que los católicos, necesariamente, debemos adherir. Sin embargo, esto no significa que puedan se menospreciadas y que en ocasiones puedan echar luz sobre circunstancias históricas determinadas. En este sentido, las conocidas “profecías de Malaquías”, aun cuando han sido cuestionadas desde varios puntos de vista, siempre me han parecido cuanto menos curiosas. 

El blog de Specola, que nunca podrá recomendarse demasiado, mencionó hace pocos días un breve artículo sobre una interpretación interesante de las profecías. Allí se dice que al final, tras el lema Gloria Olivae (la gloria del olivo) del Papa Benedicto XVI, figuran dos personas más. El último es Petrus Romanus (Pedro el Romano), a cuyo pontificado heroico se atribuyen la destrucción de Roma y el Juicio Final, lo precedería un candidato transitorio insertado entre Gloria Olivae y Petrus Romanus, representado con la frase incompleta del texto de las profecías que dice: “En la persecución de la Santa Iglesia Romana se sentará…”. Y asegura el autor que el resultado de un cuidadoso análisis de las dos primeras impresiones históricas del original de estas profecías en el siglo XVI reveló no sólo el hecho de que, además de Petrus Romanus, aparece otro candidato intermedio en la lista, sino también que el nombre del sujeto fue omitido deliberadamente en el lema de ese mismo candidato.

La existecia de un papa o un personaje que ocuparía su lugar pero que no tiene nombre parece una rareza. Sin embargo, San Ireneo de Lyon, doctor de la Iglesia, escribe en su Adversus haereses (5,30, 4el siguiente comentario sobre el número de la bestia o anticristo: “Ha guardado silencio sobre el nombre, porque no es digno de ser proclamado por el Espíritu Santo. Porque si hubiera sido proclamado por él, tal vez habría durado mucho tiempo; pero como 'era y ya no es, y se levanta del abismo y va a la perdición', como si no existiera en absoluto, su nombre no fue proclamado, pues no se proclama el nombre de lo que no existe”. Este personaje es tan terrible y tan horrible; tan malvado y tan grotesco que no merece siquiera ser nombrado. Y ese lema del innominable le corresponde justamente a Francisco. él sería el papa sin nombre, aquél que las profecías prefieren no nombrar a fin de que pontificado no se extienda, y porque, en el fondo, no existe.

No sé si será el caso y sin las profecías serán ciertas o solamente las fantasías del algún medieval tardío, pero lo cierto es que lo que está haciendo Bergoglio con la Iglesia no tiene nombre. Como dice Fusaro, se ha dedicado, desde que comenzó su pontificado, a deconstruir una tras otra las piedras angulares de la tradición, los pilares del pensamiento teológico católico y el depositum fidei. La suya es la “no teología” o, si se prefiere, la “antiteología” que ha vaciado a la teología en nombre de la supuesta necesidad de “actualizarla” y ponerla a la altura de los estándares contemporáneos. Y así, el pensamiento teológico se ha evaporado; ha desaparecido luego de haber sido humillado y destruido a martillazos.

El actual pontífice ha convertido a la Iglesia en un centro de sincretismo de la trivialización, que agrupa a todas las religiones para hacerlas a todas igualmente inútiles y ridículas y, consecuentemente, superfluas y prescindibles. Con su ascenso al trono papal, la fe se disolvió en el ateísmo líquido de un relativismo falsamente humanitario, ecologista y derechohumanista, que ha expurgado toda referencia a la trascendencia, a lo sagrado y a Cristo. La de Bergoglio se confirma así como una religión Woodstock, en la que todos está bien y todos los derechos están al resguardo, sobre todo el derecho universal al coito con quien sea. Es una nueva religión extravagante y heteróclita, del culto a la Pachamama y la rehabilitación de Lutero; de la inexistencia del infierno y de la eucaristía para todas, todos y todes. 

La desvergüenza de Bergoglio se convierte en nuestra propia vergüenza. En su viaje a Mongolia, apenas terminado el último domingo, así como antes del espectáculo de su misa se repartieron palomitas de maíz —gratuitamente por supuesto—, se dedicó a alabar a Gengis Khan y a la pax mongolica. Pocas veces la humanidad ha conocido en su historia un régimen tan cruel y sangriento como el mongol del siglo XIII. Había paz, claro, porque al primero que se le ocurriera “hacer lío”, le cortaban la cabeza. Este mismo triste personaje podría sorprendernos en los próximos días alabando a Genserico y la pax vandalica o a Stalin y la pax sovietica. Pero, por cierto, mientras alienta a los mongoles a volver a los gloriosos años de Gengis Khan, alertas a españoles e hispanoaméricanos de los “horrores” que cometieron sus antepasados durante la evangelización de América y las graves injusticia de los misioneros que despojaron a los pueblos originarios de sus legítimas y sanas religiones y tradiciones ancestrales. Se cometió el horroroso crimen del proselitismo; la destrucción de ciudades enteras y el asesinato de sus habitantes por parte de Gengis Khan son apenas una mota comparada con el crimen de los conquistadores y misioneros españoles.

Verdaderamente, estamos frente al hombre que no merece siquiera un nombre. Apropiándonos de las palabras de Catón el Viejo, “el nombre de Bergoglio debe ser destruido” como lo fue Cartago.

lunes, 4 de septiembre de 2023

Bouyer sobre la farsa de la sinodalidad




Louis Bouyer, como hombre de genio que era, escribía lo siguiente refieriéndose a su frustrante participación en las comisiones del Concilio Vaticano II. Lo curioso es que esas mismas palabras, una por una, podrían aplicarse al sínodo de la sinodalidad que está por comenzar. Allí, obispos, sacerdotes, monjas y laicos se reunirán en decenas de comisiones, invocarán el Espíritu Santo, recibirán su inspiración y emanarán palabras proféticas sobre la Iglesia y todos los cambios que se necesitan. Y el papa Francisco escuchará con asombro las palabras que el Paráclito ha dirigido a través de quiénes él mismo eligió para que fueran inspirados. 

Se trata de una farsa inocultable. ¿De qué modo podrá ser justificada por quienes tienen el deber de hacerlo? Seguramente, Tucho Fernández, prefecto de Doctrina de la Fe, no tendrá problema alguno en firmar todos los disparates que de allí surjan, y agravarlos si es necesario. Pero, ¿el resto? ¿Qué los cardenales que conservan la fe católica? ¿Y los obispos? Me temo que seguirán callando, aun cuando ante sus ojos y a los ojos del mundo entero se represente una comedia como la que veremos en el mes de octubre.


“Luego de estas variadas experiencias, se comprenderá que no he conservado gran cosa de mis entusiasmos juveniles por la “conciliaridad” en general, y mucho menos todavía sobre esta conciliaridad de bolsillo que hoy se llama abusivamente “colegialidad” [sinodalidad, diríamos hoy], en la que algunos malvados, utilizando triquiñuelas, hacen creer a los “grandes personajes” que integran esos órganos colegiados, que han tomado decisiones que, en realidad, otros han tomado en lugar suyo” (Mémoires, Cerf, Paris, 2014, p. 204)

sábado, 2 de septiembre de 2023

Una aclaración sobre Milei y la derrota progresista

 



A raíz de algunos comentarios llegados a este blog o que han aparecido en otras redes sociales, me parece importante hacer alguna aclaración sobre el último post. Quizás no haya sido lo suficientemente claro, quizás hayan existido lecturas apresuradas o, directamente, malas lecturas de lo que escribí.

1. Yo no digo que Milei, como persona y candidato, sea el fracaso del progresismo. Yo digo que el efecto Milei o, en otras palabras, que el 30% de la población argentina, mayoritariamente jóvenes, lo hayan votado implica el fracaso del progresismo. Y es su fracaso porque a esos votantes no les importó que Milei negara cada uno de los supuestos “logros” o “derechos” “conquistados” por el progresismo, sino que privilegiaron su hartazgo o siguieron a un líder por su carisma más allá de lo que pensara sobre los temas caros a los progres.

    A tal punto afirmo eso en el post, que allí sostengo que si Milei abrazara en su plataforma postulados de izquierda, igualmente habría conseguido esa misma cantidad de votos. Textualmente escribí: “No hay que ser ilusos y pensar que a Milei lo votaron por su agenda conservadora. Si hubiese sido una agenda distinta, seguramente habría sacado una cantidad de votos similar”. Es decir, no lo votaron por conservador; lo votaron por rebelde. Votaron la rebeldía y no el conservadurismo, que es un mero accidente ocasional del candidato.

2. Yo sostengo que NO HAY QUE VOTAR A MILEI. Y no tanto por cuestiones de moral sexual o de doctrina política, sino por algo todavía más básico. Ya desde Aristóteles sabemos que la virtud máxima e imprescindible del político es la prudencia, la recta ratio agibilium, el hábito del recto juicio en el obrar, en las decisiones que toma. Y un enajenado mental, como es el caso del candidato, si hay una virtud que nunca poseerá, es justamente la prudencia, pues es imposible, a no ser de modo accidental, que decida conforme a la razón, que es justamente lo que le falla.

    Entiendo a los católicos conservadores que lo votan y se entusiasman con él. Es que así como un porcentaje importante de la población está harta de los malos políticos que arruinaron un país, están hartos del progresismo, y en Milei ellos ven una suerte de reivindicación de los ideales que sostienen, una suerte de triunfo fácil e inmediato. Pero creo que se trata de un error gravísimo pues hay que aplicar fríamente la razón: un desequilibrado NUNCA PERO NUNCA podrá hacer un buen gobierno, a no ser por accidente.

    Y para dar un trazo más a la figura del personaje, recomiendo leer esta nota aparecida ayer en La Nación, con un reportaje al orfebre Pallarols. Yo entiendo que ese diario se preste a operaciones políticas pero me cuesta creer que también lo haga el conocido artista. Allí relata que Milei ya lo llamó para indicarle que su bastón presidencial deberá tener la “melenita”. No estamos solamente frente al caso del necio o del bribón que vende la piel del oso antes de cazarlo, sino de un enfermo de ambición preocupado por los detalles de uno de los atributos presidenciales. Y, de paso, muestra también el carácter de “la hermana”, a quien él mismo denomina “la jefa”, personaje más peligroso aún que el “Brujo” López Rega.

Yo creo que en cuestiones de política debemos regirnos por la prudencia, que es personal. Cada uno sabrá si vota o no, y si decide hacerlo, por quién lo hace. Y es justamente mi prudencia, con todo lo limitada que puede ser, la que me indica que sería un error fatal para el pais que Javier Milei fuera presidente, lo cual no obsta para que, el solo hecho de que exista esa posibilidad, es ya un signo de que las políticas progresistas fracasaron pues no han logrado permear lo suficiente en la sociedad, que es capaz de desprenderse de ellas cuando viene al caso. 

jueves, 31 de agosto de 2023

Milei y la derrota del progresismo

 


En este blog no discutimos sobre cuestiones políticas y tampoco lo haremos en esta ocasión. Pero a fin de evitar equívocos, comienzo con una aclaración. Votar o no votar es una decisión de cada uno, y si vota, es su decisión a quién vota. Con respecto al proceso electoral en Argentina, personalmente no me preocupan los hábitos sexuales de Javier Milei —sería ocioso soñar con la candidatura de un San Luis Gonzaga—, y tampoco su liberalismo económico —sería también ociosos con la presidencia de un Vázquez de Mella—. Me preocupa su equilibrio mental, pues no quisiera tener como presidente a un Luis de Baviera. 

Dicho esto, creo que hay un aspecto del que pocos han comprendido su real dimensión, o muy poco se ha hablado del mismo. El triunfo de Milei en las primarias de agosto significó una aplastante derrota de los más de veinte años de agresivas políticas progresistas impuestas en el país por el peronismo y, también, por Juntos por el Cambio. 

Repasemos las propuestas de Milei y de su equipo:

— Derogación de la ley del aborto a través de un plebiscito

— Justicia y no venganza para los militares acusados y procesados por supuestos delitos de lesa humanidad.

— Eliminación de la Educación Sexual en las escuelas

— Eliminación de la promoción de los derechos LGBT+++++++

— Eliminación del Ministerio de la Mujer y, con él, de todas las políticas feministas.

— Eliminación del lenguaje inclusivo en todas las comunicaciones oficial

— Cuestionamiento de la llamada “violencia de género” y del odio al varón, equiparando a todas las víctimas de violencia: ancianos, discapacitados y niños.

— Libertad para la educación privada a fin de que pueda organizarse sin injerencia del Estado en la elaboración de sus planes de estudio.

El solo hecho de que una plataforma electoral proclame tales principios es ya asombroso, pues se suponía que la agenda progre había prohibido para siempre hablar de ciertos temas. Por eso que ha dejado estupefacto al progresismo en sus más diversas variantes que los representantes de tales propuesta hayan sacado la mayoría de los votos y se perfilen para ganar en primer vuelta en las elecciones de octubre. Basta ver los diarios y programas de televisiones, aún en los canales conservadores como La Nación, el bombardeo constante que realizan a Milei y sus propuestas. Y la verdad es que no puedo menos que gozarme de su desesperación. Una progre redomada, por ejemplo, hace algunos días escribía en Infobae pidiendo literalmente ayuda a Estados Unidos para frenar a Milei. Y el domingo, el incomprensiblemente periodista estelar Luis Majul reunió un pelotón de fusilamiento contra el libertario, en el que la muy políticamente correcta Paola Caracciolo, que ha borrado sus raíces italianas haciéndose llamar Pola Olaixarac, quien no titubeó en recurrir incluso al ¡insulto a una mujer! —Victoria Villaroel— para desprestigiarla. Los derechos proclamados por el progresismo son válidos siempre que sean aplicados a los progresistas. La “derecha” no tiene derechos. 

Por cierto que no hay que ser ilusos y pensar que a Milei lo votaron por su agenda conservadora. Si hubiese sido una agenda distinta, seguramente habría sacado una cantidad de votos similar. Lo votaron porque expresa el hartazgo de la sociedad argentina con su clase política y lo votaron sobre todo de los jóvenes de esa sociedad. Pero justamente es aquí donde se encuentra la evidencia de la derrota de la agenda progre: sus postulados no tuvieron el menor peso en la población a la hora de elegir un candidato, ni siquiera entre los más jóvenes, que se supone que deberían ser los más permeados por esa ideología. Apenas pueden alegar una débil justificación diciendo que la mayoría de los votantes de Milei son varones… ¡qué curioso! En estas circunstancias sí sacan a relucir el sexo biológico.

Como bien señala Claudia Peiró en un buen artículo, incluso en la oposición ganó el ala conservadora. Mientras Martín Lousteau, apoyado por Rodríguez Larreta, proponía una agenda hiperprogre para Buenos Aires, Patricia Bullrich elegía como compañero de fórmula a Luis Petri, uno de los diputados más anti-abortistas que intervino en la discusión de esa ley. Y Bullrich le ganó por seis puntos a su rival. 

Por eso mismo, lo ocurrido en las PASO, fue una derrota no sólo del peronismo, sino del progresismo en todas sus caras: grosera y maloliente como la propulsada por el kirchnerismo, y elegante y civilizada como la del ala blanda de Juntos por el Cambio. Todo lo cual no hace más que confirmar, una vez más que, al menos en Argentina, el progresismo no es más que el credo de un nuevo gnosticismo, profesado por una elite instruida que se considera iniciada y superior al resto de las masas; los nuevos catharoi que han sido incapaces de reclutar para sus filas, a pesar de los millones de Soros, de la ONU y del peronismo, al pueblo del que se proclaman representantes.


(Uno de los beneficio que nos traerá el eventual triunfo de Javier Milei en las elecciones es que nos evitará la anunciada visita el papa Francisco. No creo que el pontífice se anime a venir si ve este video).