jueves, 29 de febrero de 2024

Un ataque a los curas de la Sacristía de La Vendée

 


Los medios digitales han reemplazado ampliamente a los medios tradicionales. A L’Osservatore Romano no lo lee nadie —literalmente— aunque se sigue imprimiendo diariamente a la vez que portales como Infocatólica o Infovaticana, o blogs como los de Aldo Maria Valli o Marco Tossatti tienen decenas de miles de visitas diarias. 

    Y algo similar ocurre con los canales de Youtube. Y de entre estos, los que profesan ideas conservadores acumulan decenas de miles de suscriptores y visualizaciones de sus videos. Mientras tanto, los medios audiovisuales diocesanos, que cuestan una fortuna a los obispos que se animan a sostenerlos, tienen una audiencia irrisoria. Y esto ocurre en todo el mundo. Es cuestión de ver, por ejemplo en Argentina, la cantidad de visualizaciones que tienen los videos del canal oficial de la Conferencia Episcopal y los que tienen canales católicos como los que todos conocemos. 

    Es lógico entonces, que las envidias y las furias clericales, que suelen ser más virulentas que las de los comunes mortales, se desaten apenas encuentran la ocasión. Y es esto lo que ha ocurrido con el canal La sacristía de La Vendée, que reúne en tertulias semanales a un grupo de sacerdotes de la arquidiócesis primada de Toledo. Allí se discute en un ambiente propio de tertulia, es decir, sin libreto y en conversaciones espontáneas y francas, lo que está sucediendo en la Iglesia, que nadie puede negar que es de una gravedad nunca antes vista. Y los participantes de la reunión lo hacen con argumentos católicos, es decir, con argumentos tomados de la doctrina de la Iglesia, que es multisecular y que no surgió de un concilio en los años ’60. Y es por eso que tienen casi setenta mil suscriptores y cada video cuenta con decenas de miles de visualizaciones.

    Por supuesto, los medios ideologizados del progresismo oficialista, como Religión Digital y Vida Nueva, se han tomado de un momento brevísimo en el último video, en el que por esa espontaneidad característica del sitio un sacerdote ha dicho que reza para que “el Papa se vaya al cielo cuanto antes”, para lanzar contra ellos una campaña feroz. Justamente esos medios digitales que no ahorraron nunca críticas feroces contra Juan Pablo II y Benedicto XVI, se convierten ahora en inesperados defensores de la figura del pontífice romano. Hace gracias que Vida Nueva, por ejemplo, que salió en defensa de Kiko Argüello cuanto este deseó la muerte de Benedicto XVI, se rasgue ahora las vestiduras por los dichos al pasar de los curas de La Vendée.

    Los sacerdotes de La Sacristía han publicado un comunicado en que reconocen que se trató de un comunicado desafortunado y que fue sacado de contexto. Es que, efectivamente, nadie de quienes ven el video se puede tomar en serio el comentario, que no fue más que una chanza, brevísima y pasajera. Pero todo viene bien a los enemigos de la verdadera fe para ensañarse con los sacerdotes católicos. Nada que no hayamos visto antes, y nada que no haya visto España hace menos de un siglo. La diferencia es que en esas circunstancias, quienes perseguían y mataban a los sacerdotes, eran comunistas y anarquistas; hoy soy los propios católicos. Curiosamente, hoy son perseguidos los sacerdote que no hacen más que enseñar la doctrina de siempre mientras aquellos de con colegas que se dedican a predicar desde el púlpito cualquier tipo de herejía, tienen la protección episcopal asegurada. Todo esto se está discutiendo en estos momentos en artículos como este o este.

    El arzobispado de Toledo ha emitido un comunicado. Confiamos en que el arzobispo comprenderá cabalmente la situación y no se dejará embaucar por los enemigos de la fe. Él es un hombre católico y tiene real aprecio por sus sacerdotes. Y también es muy consciente del enorme bien que hacen en el mundo entero ese grupo de hijos suyos preocupados por llevar luz a las almas en momentos de tanta confusión. Flaco favor haría a la fe y a la religión si, cediendo a las presiones mediáticas, tomaran alguna decisión que perjudicara el apostolado de los curas de La Sacristía

    Me permito entonces, dirigirme a Mons. Francisco Cerro Chavez, arzobispo primado de Toledo, e invito a todos a unirse a este pedido (pueden hacerlo desde aquí), a fin de que afirme la actitud paterna y católica que ha caracterizado su pontificado y proteja a este grupo de sacerdotes —sus sacerdotes— a fin de que no sean presa de quienes quieren dañar el Depósito de la Fe que a él le fue encomendado guardar. 

Tucho el iluminao. 2º Parte: La rentas de la Fiducia

 


por Eck


Una función inferior es regulada 

por el mero ejercicio de la función superior.

Hughlings-Jackson 


Como dijimos en la primera parte, hay que pensar bien para obrar el bien. ¿Y qué es el pensamiento sino una contemplación de la verdad? La falta de mística y contemplación, de razón e intelecto, la función superior, hace que la función inferior, el instinto, tome su lugar. Cuando la religiosidad se amalgama con la pasión sexual en un sentimiento mixto da lugar a una sublimación fallida por falta de principio rector y hace nacer monstruos. Y su producto es Fiducia supplicans y la aceptación de la espiritualidad pervertida de tantos altos clérigos con su larga ristra de pecados y crímenes.


La Devotio moderna y la falta de mística 

Desgraciadamente el llamado de Leonardo Castellani, ducho en psicología y espiritualidad, a una mejor educación integral en los seminarios; los ejemplos y llamados de tantos santos y el ideal del P. Arintero y Garrogou-Lagrange de rescatar la mística de su postración, fracasaron miserablemente por el hundimiento del pensamiento católico envenenado por el nominalismo. Da verdadera grima conocer la educación “afectiva” que se imparte en los seminarios, sondear las obras de teología y pensamiento, y pánico leer los libros actuales de espiritualidad. Lo extraño es que no surjan aún más Tuchos y aún peor, McCarricks en semejantes zahurdas. 

    La frase del gran fisiólogo Hughlings-Jackson nos da la clave. Sin el intelecto y la contemplación, Verdad y Visión, los pueblos perecen y las cabezas e instituciones descarrilan en locuras. Las exageraciones de la Devotio Moderna, parte espiritual del nominalismo teológico, con su énfasis en el activismo, su individualismo y su antintelectualismo han provocado la sequía de la mística en sus fuentes y ha dado lugar a una especie de budismo cristiano.

    En el fondo, el budismo es un egoísmo en el cual, para evitar el sufrimiento, el individuo debe aniquilarse. En la Devotio moderna es la preocupación casi exclusiva por la propia salvación en el cual mi relación con Cristo es lo que cuenta, y se ve la evangelización no como un desbordamiento del amor a los demás sino como un frío método de salvación individual. Todo se vuelve instrumento para una meta personal en la cual el don y la caridad no cuentan para nada. Pero lo peor es el subjetivismo que le hace caer en el pelagianismo, aunque sea con las paradójicas galas de S. Agustín en el jansenismo o en el sentimentalismo. Así, en la espiritualidad protestante, hija de la Devotio, se cae en el puritanismo calvinista o en los arrebatos sexualistas y orgiásticos de los anabaptistas de Münster. 

    Y como la contemplación y el intelecto han sido destronados, es el instinto quien se convierte en rey y conduce el carro alado a la tierra, a la carnalidad. Entonces aparece el sucedáneo de la experiencia mística, la espiritualidad orgiástica y carnal: aparece la pornomística, el tantra cristiano.


Los ranters ingleses

Cada tiempo histórico tiene sus tentaciones espirituales propias. Así, en la época monástica nació el catarismo y la fundación de las órdenes mendicantes se vio acompañada del joaquinismo, fraticellis demás hierbas heréticas, mientras que en nuestra época, marcada a fuego por la Devotio Moderna, da lugar a fenómenos en apariencia contradictorios pero complementarios como son el puritanismo y ese movimiento que podemos llamar alumbradismo, donde se mezclan misticismo y sexualidad. Antaño eran los Hermanos del Libre Espíritu, anabaptistas de Münster, molinistas, alumbrados, convulsionarios, y otros especímenes más raros. Hogaño, con el “wokismo” lo tenemos fundido en una única aleación letal de libertinaje y mojigatería.

    Estos estallidos de libertinaje sexual fundidos con misticismos fueron duramente erradicados tanto por católicos como por protestantes, pues sus efectos disolventes en la sociedad eran evidentes y su subversión era tan peligrosa que se cortaba por lo sano con el cauterio. Quizás por esto se fomenta tanto en nuestros días por parte de nuestras élites esclavizadoras. Debido a esta represión carecemos de fuentes de primera mano; sólo tenemos descripciones de sus represores, confesiones inquisitoriales u obras de gente de buena fe contaminada que no pasaron a estadios ulteriores como Molinos. Sin embargo, por un azar histórico han llegado hasta nosotros unos libelos que nos pueden arrojar luz: los escritos de los ranters ingleses.

    Dentro de la Inglaterra puritana (1640-1668), hija de la primera revolución y la más profunda, la enriciana, surgieron diferentes sectas disidentes como los diggers o los levellers. Periodo poco conocido aún en el propio mundo anglosajón pero fundamental para entender nuestro mundo: aquí tiene origen la modernidad que conocemos con todas sus corrientes tanto terrenales como espirituales. Inglaterra y no Francia o Alemania u Holanda es el núcleo de la Gran Revolución. En esta galaxia de proyectos utópicos, religiosos y políticos se incardinan los ranters, panteístas,  subjetivistas, amoralistas y contrarios a cualquier autoridad. Su paralelo con los alumbrados españoles es casi total, hasta en su mesianismo y su apocaliptismo. Sólo un elemento les diferencia, en los ingleses se transparenta su relación con la política mientras en los españoles no aparece.


Tucho entre los ranters

La piedra angular de la teología tuchiana está en este párrafo archiconocido:

Es lícito preguntarse si los actos de una convivencia more uxorio deban caer siempre, en su sentido íntegro, dentro del precepto negativo que prohíbe “fornicar”. Digo “en su sentido íntegro” porque no es posible sostener que esos actos sean, en todos los casos, gravemente deshonestos en sentido subjetivo. 

El capítulo VIII de Amoris Laetitia: lo que queda después de la tormenta, p. 455.

    Empieza a lo hipócrita, con una pregunta retórica que todos sabemos ya le respuesta. El contexto no es el de la ignorancia invencible de la teología sino el de las dificultades por las circunstancias. Dicho en otras palabras, sólo habrá pecado si la persona lo juzga o se lo imagina así. No importa que sepa que es pecado, sólo importa si quiere comprenderlo así:

Primero, si una mujer que sabe de la existencia de la norma, realmente puede comprender que no abandonar a ese hombre —a quien no puede exigirle por ahora una continencia total y permanente— es realmente una falta gravísima contra la voluntad de Dios. 

Tucho, Ibidem

    Pura subjetividad. El paso a lo afirmado por los ranters es muy fácil y lógico:

Y, sin embargo, a pesar de ese acto, o gran parte del acto que comprendes, el pecado no está en Dios, ni simplemente en ti mismo: pues, en verdad, el pecado sólo tiene su concepción en la imaginación. Por lo tanto, mientras el acto fue en Dios o producido desnudamente por Dios, era tan santo como Dios, pero después de que haya una apariencia en ti o aprensión en ti de que este acto es bueno y ese acto es malo, entonces has comido tú con Adán del árbol prohibido, del árbol del conocimiento del bien y del mal.

Laurence Clarkson, A Single Eye, https://www.exclassics.com/pamphlets/pamph004.htm

    La consecuencia es evidente y Tucho nos lo dice claro: 

A causa de los condicionamientos o factores atenuantes, es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado —que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno— se pueda vivir en gracia de Dios. 

    Y los ranters nos lo confirman:

De modo que considera que cualquier acto que hagas, con luz y amor, es ligero y hermoso; aunque sea ese acto llamado adulterio, en la oscuridad, es así; pero en la luz, la honestidad, en esa luz se ama a sí misma, y por eso no puede contaminarse (…) No importa lo que digan las Escrituras, los Santos o las Iglesias, si aquello que está dentro de ti no te condena, no serás condenado .

Laurence Clarkson, Ibidem.

    El problema de Victor Fernández es cómo encajar su verdadero pensamiento relativista y gnóstico dentro de la moral católica que está en su contra directamente. Para ello tiene que recurrir al subterfugio de la distinción entre lo objetivo y lo subjetivo, e invocar la condición necesaria para la imputación de un pecado de que la persona debe saber que está rompiendo voluntariamente la norma divina. Pero como él mismo dice: “Si una mujer que sabe de la existencia de la norma puede comprender (…que) es realmente una falta gravísima contra la voluntad de Dios”. Al final, sólo hay pecado cuando la persona crea que lo hay, es decir, cuando lo sienta así y no por iluminación del intelecto.


El caso Tolkien

Apliquemos las tesis tuchas al famoso caso Tolkien. Es obligación de toda persona que conozca la Verdad del Evangelio la de convertirse a la Iglesia Católica. La madre de los hermanos Tolkien, Mabel, sabía la verdad de la Fe Católica pero también comprendía las consecuencias de su conversión: la condena de su familia a la miseria y el abandono. Según Tucho, podía haberse mantenido protestante a sabiendas de que esta religión era falsa, por considerar que no podía convertirse al catolicismo por el bien de la familia y por no comprender bien que seguir siendo protestante era una falta gravísima en contra de la Voluntad de Dios, y estar en gracia de Dios. Sus hijos no estuvieron de acuerdo con Tucho, la vieron como una verdadera mártir, testigo de la Verdad, y el ejemplo de su madre iluminó sus vidas y a través de ellos a muchos otros. 


Conclusión

Tucho y Francisco equiparan los bienes espirituales con los temporales y parecen negar la providencia divina, que protege a los suyos, además de afirmar que se puede estar en gracia durante una situación de pecado aunque se conozca la Ley Divina. En el fondo, su concepción del pecado es una apariencia de pecado, un maya o mara, una ilusión que solo existe si el individuo lo comprende así. 

    Con esta manera de pensar no es raro o inesperado que se confundan los planos místicos y sexuales.  Con el Pecado Original todas las potencias y facultades del alma y las energías del cuerpo se rebelaron cayendo en anarquía. Todas estas facultades, potencias y energías vuelven a su verdadero cauce al ejercer la función superior, el entendimiento, su gobierno sobre ellas mediante el entrenamiento (ascesis) y la iluminación por la verdad y la gracia de Dios. Cuando esto sucede por la gracia divina y la colaboración humana, hasta el instinto sexual junto a todos los demás se pone al servicio de la contemplación del Altísimo en una sinfonía sublime. Las aguas pútridas de la humanidad se subliman por el calor y la luz de Dios hasta convertirse en un Arco Irís en el Cielo donde habita el Creador.

    Pero cuando se cae en el subjetivismo, en el sentimentalismo, en las tesis tuchanas onanistas, el instinto sexual se confunde con las ansías contemplativas que todos tenemos. Siendo el amor humano analogía del amor divino y el amor esponsalicio el más alto de entre el amor humano, sin contemplación es muy fácil confundirlo con el místico en una inversión trágica. Dicho en plata, ya no se ve al amor humano como un reflejo desvaído del amor divino, sino al amor divino como un amor humano y, siendo el amor conyugal el más profundo, se puede sentir como divino si se mezcla con una espiritualidad degenerada y de naturaleza panteísta. Se equiparan los orgasmos a los deliquios místicos y la búsqueda en el sexo de la unión con lo divino es un paso muy fácil y que se ha dado muchas veces en la historia. Esto es el alumbradismo del cual el Tucho es uno de sus mayores gurúes católicos..


miércoles, 28 de febrero de 2024

Recomendaciones

 



San John Henry Newman, Cuaresma con Newman
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Este libro reúne once sermones que San John Henry Newman predicó durante el tiempo de cuaresma mientras fue párroco de St. Mary the Virgin, la iglesia parroquial de Oxford. Aunque los sermones fueron predicados en diversos años, todos ellos están tejidos en la espiritualidad propia de Newman, en la que une a los episodios evangélicos su propia experiencia de cristiano, y acompaña así a sus lectores en el camino de la imitación de Jesucristo.  Un estudiante de la época, Charles Furse, que luego terminó siendo sacerdote católico, relata así la experiencia de escuchar las predicaciones de Newman: "...era como si Newman me practicara una vivisección. Empezaba con los órganos menos vitales, a veces los más alejados, luego atacaba hacia arriba y hacia adentro. [...] Te sentabas, y era todo el tiempo el Buen Samaritano derramado vino en tus heridas -siempre el vino primero, luego el aceite [...]. En más de una ocasión, tras el sermón fui incapaz de entrar en el Hall y me quedé sin cenar" (LD 32, 559). Quienes se acerquen a estos Sermones de Cuaresma, aunque no puedan gozar de escuchar la voz serena de Newman en sus oídos, podrán escucharlo igualmente a través de la lectura, y la experiencia, probablemente, sea similar a del estudiante Furse.

Disponible en Amazon: versión Kindle y versión impresa.



Semana Santa con los Padres. Meditaciones patrísticas 

Este libro reúne meditaciones sobre la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo de tres Padres de la Iglesia: San Juan Crisóstomo, con siete homilías predicadas a sus fieles de Constantinopla en la segunda mitad del siglo IV; SanJerónimo y su comentario a los capítulos 26 y 27 del evangelio de San Mateo, en los que se relatan las últimas horas del Señor, y el comentario de San Máximo el Confesor a las palabras que Jesús pronunció en el huerto de los olivos. La sabiduría de los grandes maestros del cristianismo se despliega en estas páginas que ayudan a meditar los misterios centrales de la fe -la Pasión y Muerte de Jesús-, que se celebran en Semana Santa.

Disponible en Amazon versión Kindle.



Gustave Thibon, El pan de cada día

No es necesario presentar a Thibon, uno de los grandes autores cristianos del último siglo. Este libro, en cambio, fue editado en español en los ’60 y nunca más re-editado. Aquí pueden bajarlo gratuitamente (PDF y EPUB). Dejo un par de sus aforismo como pregustación:


Por qué soy cristiano.—Porque soy, a la vez e inseparablemente, realista y excesivo. Porque quiero abrevarme en el exceso sin vomitar el orden y encontrar el orden en el exceso. Porque sólo el Cristianismo nos abre una región superior donde todo lo que, sobre la tierra, es considerado con justo título como escandaloso, insensato y destructor (la esperanza ciega, el amor sin freno, la confianza en la fecundidad del mal unida a la absoluta repulsa del mal...) se hace sabiduría y verdad ; porque nos inyecta una sangre nueva y tan pura que su temperatura puede subir indefinidamente, sin que haya fiebre.


Nada está perdido con tal que suframos por nuestra falta de virtud, de pureza, etc. En el orden de las realidades espirituales, sufrir por una carencia, ya es poseer. Y cuanto más se posee tanto más se sufre por esa carencia. Las cosas supremas se nos dan en la tierra bajo la forma de hambre, ausencia o tormento.



Rubén Peretó Rivas, Los canales de Babilonia.



Disponible en Amazon, versión Kindle y versión impresa



La comunión en la mano. El triunfo de la desobediencia.

Se trata de un documental brasileño, realizado de modo profesional, muy bien narrado y producido, sobre el tema de la comunión en la mano, ampliamente recomendable. En él hablan conocidos y prestigiosos intelectuales y sacerdotes argentinos y se detiene particularmente con lo ocurrido en las diócesis de San Luis y de San Rafael. En este último caso, queda una vez más en evidencia la indecible villanía de Mons. Eduardo Taussig y el heroísmo del padre Alejandro Casado. 




San Sebastián

Un cortometraje muy recomendable sobre el martirio de San Sebastián. No es la idea buscar un superproducción ni actuaciones relumbrantes. La idea es profundizar en los diálogos, muy bien logrados, y que muestran la grandeza de los mártires de los primeros siglos. Y la pregunta surge sola: San Sebastián se entregó al martirio a pesar de que sólo se le pedía arrojar un minúsculo granito de incienso en un turífero. Hoy, los obispos afirman que no hay que preocuparse por la comunión en la mano u otras cuestiones de ese tipo porque “son solo rituales”, y el cardenal pornógrafo Fernández alienta la bendición de la inmundicia. 





lunes, 26 de febrero de 2024

La nueva fe de los obispos


 

Se ha convertido ya en lugar común decir que el problema que afecta a la Iglesia y el que la ha llevado a la inconmensurable crisis que está viviendo es la falta de fe. Con ella se explican desde los abusos sexuales hasta el descuido o la negación de los dogmas. Y se dice con frecuencia, y con razón, que si bien en épocas anteriores también se dieron muchos casos de inmoralidades entre las filas del bajo y alto clero, en esas ocasiones los sacerdotes tenían fe y conciencia del pecado. La pregunta que revolotea es cómo fue posible que en nuestros tiempos buena parte de la jerarquía y del clero perdiera la fe católica y, peor aún, que fueran estos incrédulos los que ahora están al mando de la Iglesia

    Alguien podría decir que es una exageración y una impiedad decir que los obispos y el mismo Papa de Roma han perdido la fe. Yo creo, en cambio, que es una evidencia. Ciertamente, ninguno de ellos ha abjurado públicamente de la fe católica, y probablemente la mayoría está aún convencida que conserva la fe de los apóstoles, aunque serán pocos los que negarán que ellos adhieren a una fe apostólica “adaptada a los tiempos” tal como lo mandó el Concilio Vaticano II. La realidad es que conservan una fe desleída y chirle, que admite contradicciones y que les resulta muy útil para evitarse problemas con la ciencia y con el avanzado y maduro hombre contemporáneo. La fe que profesa la mayor parte de la Iglesia católica en la actualidad es una fe mundo friedly, amigable con todos, todas y todes; se trata, en otras palabras, de la fe modernista, para utilizar el rótulo que acuñó San Pío X para pegar en la frente a un sinnúmero de especímenes teológicos. 

    Pero pongamos entre paréntesis por un momento el cómodo aunque impreciso rótulo de modernista, y tratemos de diseccionar la “fe” de la mayor parte de nuestros obispos. Ellos, como tantísimos otros, son hijos lejanos del iluminismo del siglo XVIII, un cierto gnosticismo al que al comienzo adherían sólo unos pocos iniciados y al que los derivados del Concilio Vaticano II instaló en el centro de la teología católica. Y si tuviéramos que resumir y simplificar mucho, yo diría que el corazón del problema es la negación de la historicidad de la Revelación, lo cual constituye el núcleo de la fe apostólica. 

    Los apóstoles y los evangelistas nos transmitieron una fe apoyada en un suceso histórico concreto y determinado: el nacimiento, predicación, muerte y resurrección de Jesús de Nazareth, el Verbo de Dios hecho carne, que nació de una mujer concreta —la Santísima Virgen María— y que nació en un lugar y en un momento determinado de la historia. En consecuencia, la revelación se puede datar: ella ocurre en el tiempo del emperador Tiberio, del procurador Pilato, del rey Herodes y de los pontificados de Anás y Caifás. Es por eso la preocupación extrema de los evangelistas y de los profetas del Antiguo Testamento por las genealogías. Lo que a veces nos parece ser no más que un listado aburrido de nombres, en realidad es el modo de decirnos que lo que ocurrió, ocurrió en la historia, de un modo real, y nos dan las pruebas para ello. Lo que importa es la determinación del lugar histórico de la Revelación y esto el hagiógrafo lo consigue con los medios que tiene disponibles. La indicación de las fechas no permite que se pueda decir de la Revelación: “ella acontece en todas partes y siempre”, sino que permite que deba decirse: “ella aconteció en ese momento y en ese lugar”

    Por eso, el cristianismo no solamente ofrece una verdad sin errores sino que se distingue fundamentalmente de los mitos, tal como se distingue la historia de la idea. Para buena parte de nuestros obispos, el cristianismo con su Revelación, no es más que mito; es decir, verdades universales encarnadas en un relato más o menos mítico. Ellos ven al cristianismo sólo como una suma o un sistema o, si somos generosos, una plenitud de verdades universalmente válidas, pero rechazan o descreen de su carácter histórico. Y de esa manera, nuestra fe termina siendo no más que un mito. San Agustín preveía el peligro de esta situación y escribía: “La cosa más importante de nuestra religión es la historia y la profecía de las disposiciones temporales que la Divina Providencia estableció para la salvación del género humano, el cual debe ser reformado y renovado para la salvación eterna” (De vera religione 7, 13). Sí, la historia es una de las dos cosas más importantes de nuestra religión.

    Nuestros pastores neo-gnósticos depositan la esencia del cristianismo en su contenido moral, el que se identifica con las exigencias de la razón, en una especie de noble y elevado humanismo. Y piensan entonces, que todo lo que en el cristianismo es histórico, eclesiástico, confesional y litúrgico, es solamente una cuestión exterior y cae con el progreso de la civilización. Es este el motivo por el que profesan ese nuevo ecumenismo que no consiste ya en querer convertir a los demás a la fe católica sino en saber aceptarse mutuamente y “caminar juntos”. En definitiva, las verdades proclamadas por el cristianismo o por el Islam o por los adoradores de la Pachamama son las mismas, sólo que revestidas de mitos distintos. Y es por eso que el Papa Francisco rechaza tan enfáticamente el “proselitismo” y se enfada con las conversiones a nuestra fe desde otras religiones; son actitudes que sólo sirven para traer problemas y son lesivas a la dignidad de los otros credos, que tienen tanto derecho como nosotros a existir. Y es por eso que los únicos que no tienen lugar en esta nueva fe, y a los únicos que hay que combatir, son aquellos fundamentalistas ingenuos que aún sostienen la realidad histórica de la Revelación y que, consecuentemente, rechazan la nueva liturgia, que es la expresión cultual de esa fe actualizada: una cena de hermanos en la que todos, todos pueden participar… y comulgar.

    Ciertamente, en el cristianismo hay verdades eternas, inmutables y universalmente válidas, pero no son verdades accesibles a la mera razón sino que reposan sobre hechos históricos: son válidas porque están garantizadas por el Cristo histórico, y no porque la razón humana lo pretenda. Los acontecimientos que se narran en la Escritura no son revestimientos catequético-pedagógicos aproximativos, a través de los cuales se transparenta el contenido superior y eterno de la verdad. Ellos son más bien los modos con los cuales Dios habla al hombre y obra en el hombre. 

    Es cuestión de recorrer los hechos y dichos del Papa Francisco a lo largo de su pontificado, y los hechos y dichos de la mayor parte de los obispos para caer en la cuenta que la fe que enseñan no es la fe que poseían nuestros padres; no es la fe que recibimos de los apóstoles y que por ellos, los testigos de la vida del Señor, se transforma en “fe tangible”: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos…” (I Jn. 1, 1-2). Nuestros obispos, en cambio, nos anuncian otra fe. 

jueves, 22 de febrero de 2024

Tucho, el Iluminao. 1º Parte: La depravación de la perversión

 


por Eck


El pontificado de Francisco no será castigado. Es el castigo.


El Francistucho en Capri, nuestra zeitgeist

Una de las cosas más sorprendentes de nuestros días es el pasmo de tantos al ver como pontífice a Francisco y a su fiel Tucho como doctrinero. ¿Qué esperaban, almas cándidas? ¿Acaso los espinos dan higos y las zarzas manzanas? ¿Que un Papa como Francisco nombrase a un decente o un erudito? ¿Que en el actual estado de la Iglesia se sentase un Papa santo y tuviera como mano derecha a un sabio? ¿No era más normal un papa Calígula y un asno al cual nombrar cardenal en vez de senador? Milagro sería y ya ocurrió con Benedicto, y no creo que vuelva a ocurrir en mucho tiempo... Si ambos personajes han llegado a la cúspide junto a toda esa Corte de los Milagros que los rodean, es por ser la viva imagen del estado hodierno de la Iglesia con su triple corrupción: de gobierno, de inteligencia y de moral

    Un Papa tirano y dictador, un defensor de la fe rijoso y mediohereje y una corte depravada repleta de corruptos, politiqueros, depredadores sexuales y otras malas hierbas ponzoñosas que tan bien conocemos. No es una casualidad; la corrupción del pecado infecta a todas las realidades y si una empieza a pudrirse profundamente, las demás acabarán por hacerlo si no se ataja a tiempo: la mentira con la verdad, la tiranía con el bien común, la inmoralidad con la pureza, el pecado con la santidad. Cosa dura y difícil porque desde la Caída, si algo cuesta a los hijos de Adán, es la humildad de sabernos caídos en el pozo y de la necesidad de la gracia divina para salir del hoyo, una gracia que nos dé fuerzas para luchar en pro de la justicia, la verdad y la caridad. En definitiva, el único bálsamo, la única medicina es la santidad, el amor a Dios y a los hermanos.

    Ya nos hemos centrado en la figura del Papa, ejemplo de tiranos en el terreno espiritual, y ya se ha hablado mucho de esa corte corrupta durante décadas. Es hora de centrarnos en la corrupción de la inteligencia, encarnada en la figura de Victor cardenal Fernández, alias Tucho, capaz de mezclar lo más alto y lo más bajo, la mística y el sexo en una coyunda gnóstica, repugnante y naturalista. Degeneración, inversión y herencia del puritanismo protestante y de la devotio moderna. Las tiranías bergoglianas pasarán con su deceso y la corrupción de la corte puede ser limpiada con derecho y justicia por un Papa honrado, pero el daño intelectual y espiritual de este gnosticismo modernista, y su hermano gemelo y contrario, el gnosticismo reaccionario, seguirán envenenando la Iglesia y consiguiendo el rebrote  sucesivo de estos males: sin contemplación perecen los pueblos y sin verdad mueren las naciones. Para hacer el bien es importante pensar bien. Y para pensar bien es necesario ver bien.

    Francisco y el Tucho son el espíritu de nuestro tiempo en la Iglesia y el Mundo; por eso han llegado a lo más alto sin oposición y por eso gobiernan hasta sobre sus enemigos más implacables. Lo tienen todo a favor, hasta a los moderados y neocones. Son la encarnación del Zeitgeist y al espíritu del tiempo sólo lo puede detener el Espíritu Santo.


La lujuria, la crueldad y el suicidio; todo queda en familia

No es baladí la obsesión tuchana por el sexo y las gónadas, nada extraña en tiempos del pontificado dictatorial de Francisco. Decía Belloc que temía al futuro no tanto por su lujuria como por su crueldad. Y es que van a la par. Se le olvidó que uno de los seres que mejor encarnó a ambas en un grado más puro fue también filósofo, ilustrado, revolucionario ejemplar y escritor inmoral, criado entre el pompierismo, el rococó y el sentimentalismo roussseauniano, cubiertas de la mayor escoria. Muchos ya habrán adivinado su nombre: el Marqués de Sade, el develador no reconocido de nuestros desgraciados tiempos. La fácil y justa condena de sus escritos —sentina y orgullo del infierno—, nos hace olvidar muy a menudo lo que nos puede enseñar sobre verdades olvidadas. ¿Cuantas veces no habremos escuchado con retintín y mofa la advertencia de los antiguos moralistas e historiadores que vinculaban vicio, libertinaje y lujuria con tiranía, opresión y crueldad? Al revés, la verdadera libertad está en la bragueta, nos dicen. Sin embargo, Donaciano Alfonso, marqués de Sade, les desengaña. Ateo coherente, materialista consciente lo afirma sin ambages llegando a la conclusión, a la raíz, a la destrucción como base de su lujuria, el otro como instrumento de los deseos y lo justifica:

… lo que hacemos al entregarnos a la destrucción, sólo equivale a operar una variación en las formas, pero que no puede extinguir la vida y supera entonces las formas humanas la tarea de probar que no puede haber crimen alguno en la supuesta destrucción de una criatura, de cualquier edad, de cualquier sexo o de cualquier especie que la supongáis…será por último necesario convenir en que, en vez de perjudicar la naturaleza, la acción que cometéis, al variar las formas de sus diferentes obras, es ventajosa para ella, ya que le proporcionáis mediante esta acción la materia primera de sus reconstrucciones, cuya elaboración se le volverá impracticable si vosotros no aniquilarais

    Esto fue escrito en su novela filosófica, Julieta o las prosperidades del vicio, y es que el buen marqués negaba a Dios, y sin Él todo esta permitido, y como única ley es la que estableció Aleister Crowley en su vida y obras: “Hacer tu voluntad será el todo de la Ley”. En el fondo late la primera tentación de nuestros primeros padres: Seréis como dioses. La lujuria está al mismo nivel en el cuerpo que el ateísmo en el intelecto y el voluntarismo en el espíritu, la triple negación de Dios, de la verdad y del hombre como su imagen y semejanza. Sin el Altísimo y el amor no se puede crear nada, su única forma de parecerse a la divinidad es la destrucción, la crueldad y, al cabo, el suicidio. Nuestro Señor habló de que el Diablo fue el primer homicida pero también fue el primer suicida. Por envidia, por querer ser un dios, se negó a sí mismo al querer ser el que no era y se odió por no serlo tanto como a Nuestro Señor por serlo. Un intelecto que no está abierto a la verdad, una voluntad cerrada a hacer el bien y un amor onanista y egoísta sin don, solo pueden estar abocados al odio, la soledad y la muerte. Así que hay un profundo vínculo entre las expresiones de lujuria pornográfica del Tucho, la tiranía, crueldad y destrucción del papa Francisco y el suicidio de la Iglesia, la negación de su pasado, su legado y su misión. No hablamos de las debilidades inherentes a todo ser humano caído o al desorden de la naturaleza humana por la concupiscencia, sino de algo más profundo, pues no sólo se cometen los pecados sino que se defienden.

    Hemos citado al diabólico marqués, pero su filosofía atea y materialista flaquea en un punto importante, y es que la voluntad es la negación pura del materialismo tanto como del entendimiento. Así acabó; décadas encerrado en la Bastilla y otras tantas internado en un manicomio. Se quedó a medio camino y traicionó su propia moral con una contradicción esencial: tuvo la honradez de defender sus ideas a capa y espada públicamente más allá de su utilidad personal, cuando su propia ética no le obligaba para nada. Fue a calzón quitado en vez de corromper de matute a los demás. Se sacrificó altruistamente por su idea cuando ésta fundamentaba un egoísmo absoluto. La podrida sociedad moderna podía escandalizarse hipócritamente con sus orgías mientras disfrutaba con sus narraciones; podía quemar sus obras farisaicamente mientras las leían morbosamente en secreto, pero no podía aguantar reflejarse en ese espejo: Troppo vero!!! Era el retrato oculto de Dorian Grey.

Y es que el marqués no era un depravado sino un perverso.


Perversidad y depravación

El marqués de Sade pagó muy caro sus cantos honrados y sinceros a la lujuria y la crueldad porque descubría el secreto que debía ser guardado celosamente y, además, negaba el principio espiritual de la Revolución. Reveló la luz a los no iniciados con su anarquismo escritural de cama y de crimen, y fue hereje del mal al negar el alma y lo espiritual cuando sus propagadores querían más la servidumbre del espíritu que la libertad de los instintos. Y nos preguntamos hasta dónde se asemejan el marqués y el Tucho. Sade era un pervertido y, como tal, se diferencia del depravado en que tiene una espiritualidad corrompida; en nuestro caso, una mezcla de sexualidad y mística religiosa o política. Ambos creen en esta mezcolanza con fe de carbonero y celo apostólico, son devotos y tienen deliquios del espíritu. Son, para mal de todos, generosos mientras que los perversos tienen una espiritualidad invertida, son demonios encarnados y condenados, odiadores y envidiosos de Dios y de todo bien, que laboran por la destrucción de todo y todos.

    Los pervertidos en su aspecto proselitista son peores que los depravados pues son los que extienden el mal, pudriendo con su labor, ejemplo y predicación a los demás, tentándoles más fácilmente al tener todavía rastros de bien, generosidad y bondad que justifican el mal que anida dentro. Son instrumentos, los tontos útiles de los depravados, que no se engañan acerca de sus doctrinas, hechos y principios. Estos se ocultan y necesitan de los perversos para su supervivencia, para su control y su poder sobre los demás. La corrupción que siembran los pervertidos es la base de los iniciados, sus cadenas, su potencia, su dominación. Por eso los que están entre bambalinas los promocionan a altos puestos y les dan influencia, apoyo y publicidad siempre que no crucen ciertos límites que les descubran antes de tiempo.

    Podemos ver la diferencia en esas vidas paralelas: el depravado era Voltaire y el pervertido Sade. Acertó de lleno Hugo Wast al mentar los manes de François-Maie Arouet —Voltaire— en sus novelas apocalípticas. Demasiado sagaz e inteligente y amplio conocedor de las entretelas del Mundo y de su príncipe para caer en la propagación del ateísmo racionalista y materialista de D´Holbach, Diderot y Hume, cándidos, pervertidos y sinceros filósofos. Y por eso prefirió difundir al ramplón del padre Meslier por su anticlericalismo, su verdadero punto de interés, pues no negaba lo espiritual ya que, por otro lado, estableció lazos fuertes con la masonería y fue iniciado oficialmente en 1778... Hipocresía pura en el mayor apóstol de los hermanos. Su labor depravada la extendió por todo el continente y unió a toda una serie de pervertidos como a Rousseau, al que abandonó cuando no le fue útil. Hizo que Federico de Prusia despreciase al devoto Euler, uno de los mayores genios matemáticos de la humanidad, por su defensa del cristianismo y ridiculizó bufonescamente por toda Europa al religioso Leibnitz, uno de los mayores talentos científicos de la historia, mientras se vestía con coturnos de filósofo y científico para atacar entre bromas y befas a la religión por ser enemiga de la razón. Sofistería y mentira pública pura de un enano frente a gigantes. ¿Qué descubrimiento hizo, qué nueva reflexión filosófica profunda escribió, que aportó a la ciencia y el saber? Nada. Eso sí, murió rico, con honores y reverenciado por toda Europa y nunca se la jugó por sus ideas. Su risa sardónica, su ironía vitriólica, su falsía egoísta prepararon la gran Revolución totalitaria y sanguinaria tras su muerte y que él mismo previó con sumo placer, relamiéndose los labios. Así se vengó de los jesuitas que le educaron en su juventud. Écrasez l’infâme! 


Conclusión

Así que no nos puede extrañar que vayan hermanados los escándalos sexuales, teológicos y políticos. La lujuria, la tiranía y la crueldad tiene la misma raíz como bien vieron los moralistas antiguos, la hybris, la desmesura de un hombre endiosado, sin fe ni corazón, déspota de sí mismo y de los demás, esclavo de sus deseos y sus apetitos, sirviente de su voluntad desaforada. Siempre pecó el hombre pero en épocas más sanas se reconocían límites y no se justificaban los crímenes; era la hipocresía el último homenaje que el vicio rinde a la virtud. La nueva hipocresía es lo contrario y mucho peor: “Antes, los deshonestos procuraban desesperadamente ser considerados honestos. Hoy, los honestos procuran desesperadamente ser considerados deshonestos” (Guareschi, D. Camilo y los jóvenes de hoy

Este es el contexto que explica al Tucho y nos puede hacer entender por qué ha subido tan alto un pornógrafo a lo divino gracias a un papa dictador y a una jerarquía corrupta. Es una de las faces de nuestro Zeitgeist: la lujuria espiritualizada de un alumbrado.