miércoles, 31 de mayo de 2023

Devotio moderna y liturgia

 




En los primeros años de existencia de este blog, dedicamos varias discusiones al tema de la devotio moderna y de la espiritualidad barroca. No es el caso de reeditarlas pero vale la pena retornar a algunos de los aspectos más sorprendentemente nocivos que han tenido sus desviaciones. No digo que la devotio moderna sea nociva: fue un movimiento más dentro de la historia de la espiritualidad cristiana hacia cuyos maestros no tengo más que palabras de elogio. El problema fue la desvirtuación de ese movimiento cuyos efectos aún hoy se sufren.

La característica que quiero señalar de la devotio moderna es su acentuación de la afectividad dentro de la vida espiritual y, consecuentemente, del carácter individual y privado de vida interior. Históricamente, y hasta el siglo XII, la espiritualidad cristiana era fundamentalmente comunitaria, es decir, litúrgica. Los hombre se santificaban participando en la comunidad eclesial la que se expresaba sobre todo en la liturgia. Es ese el sentido que tenía la espiritualidad monástica, que era la única que existía, pues era la que naturalmente seguían todos los cristianos, dentro o fuera de un monasterio (al respecto, no dejo de aconsejar el excelente libro de Louis Bouyer El sentido de la vida monástica). No solamente los monjes vivían su espiritualidad desgranando su vida en los oficios litúrgicos —siete veces cada día—, sino que también los laicos participaban en alguna medida de ellos. Basta leer la carta que Dhuoda le escribe a su hijo Guillermo en el siglo IX indicándole qué debía rezar: salmos, salmos y más salmos, para las diversas horas del día o para las diversas circunstancias. Se trataba de una espiritualidad eminentemente litúrgica.

Es posible que la renovación monástica que representó Cluny y que implicó una enorme concentración de riquezas y poder en los monasterios que estaban sanamente sustraídos a la autoridad de los obispos, haya desvirtuado en alguna medida esa espiritualidad. Los oficios litúrgicos se volvieron interminables, con añadidos y suplementos, y la vida espiritual de monjes y laicos se mecanizó, volviéndose en muchos casos no más que un ejercicio repetitivos de salmos e himnos. Es justamente en este ámbito en el que surge San Bernardo y su reforma cisterciense, en la que, además de volver al cumplimiento más estricto de la Regla benedictina, insistió en la devoción de la humanidad de Cristo y, consecuentemente, hacia una piedad y devoción más afectiva y, por tanto, más individual. La orden del Císter fue una verdadera renovación de la espiritualidad cristiana introduciendo elementos novedosos que la cubrieron con otro brillo.

Fueron esos elementos los que algunos siglos más tarde dieron ocasión al surgimiento de una espiritualidad nueva; no de un nuevo brillo en la milenaria piedad y devoción de los cristianos, sino de una nueva devoción, la devotio moderna. Creo que la enseñanza de los maestros de esta nueva forma de piedad, como los flamencos Gerard Groote o Tomás de Kempis, o los españoles García Jimenez de Cisneros o Ignacio de Loyola tuvieron la buena intención de renovar a la Iglesia y a sus fieles proponiendo nuevos caminos. Lamentablemente, estos senderos muy pronto se desviaron, y la “verdadera devoción” cristiana pasó a ser una cuestión fundamentalmente individual y privada. El día se distribuía en ejercicios piadosos: una hora de meditación perfectamente pautada con introducción, cuerpo, propósitos y “afectos”, florecillas espirituales, novenas, escapularios de diversos colores, etc., etc. En las comunidades religiosas, la misa y el oficio pasaron a ser en muchos casos no más que interrupciones a la vida de oración; ceremonias imperadas por la Iglesia que poco tenían que ver con la vida espiritual de los religiosos. Y a punto tal llegó esta concepción que San Ignacio, cuando funda la Compañía de Jesús, por primera vez en la historia de la Iglesia, elimina el rezo del oficio divino comunitaria haciéndolo un deber u oficio individual de cada miembro. No era cuestión de que los buenos padres de la Compañía interrumpieran sus permanentes actividades siempre hechas para mayor gloria de Dios a fin de rezar salmos e himnos; no había que perder el tiempo. 

Pero más allá de lo fenoménico, las consecuencias profundas y escondidas de las desviaciones de esta nueva devoción, fue la primacía del sujeto por sobre el objeto (con perdón de la terminología moderna) y de la voluntad por sobre la razón. La liturgia, y en ella el oficio y la misa, pasaron a ocupar un lugar secundario en la vida de piedad. Lo importante era el afecto y la disposición interior del sujeto, de cada individuo, de cada cristiano. La santidad venía dada por la realización de “ejercitaciones” de piedad, es decir, por ejercicios de la propia voluntad. El culto no era más que la ocasión para conseguir la eucaristía, se comulgara o no durante la misa, y lo importante eran las disposiciones interiores de cada uno mientras se estaba en misa. Y por ese motivo, se alentaba a los fieles a que leyeran sus oraciones en los devocionarios o rezaran el rosario mientras se celebraba el culto al Dios viviente para no aburrirse. El culto era un objeto útil para confeccionar un sacramento; pero lo importante para la santificación era el sujeto que asistía a ese culto.

Y esto tuvo consecuencias lamentables. Y las vimos expresadas candorosamente hace algunas días en el escrito de un fiel católico en el que se daban razones por las que no habría que asistir a la misa tradicional cuando ésta es celebrada por sacerdotes de la FSSPX. Buena parte de su argumentación está alimentada por esta protuberancia enfermiza de la devotio moderna. Él autor admite que en muchos casos las misas del rito de Pablo VI son celebradas “sin unción, con descuidos litúrgicos graves y hasta con sacrilegios”. Sin embargo, hay que asistir igualmente a ellas -dice- porque “la piedad verdadera tiene que ver con la aceptación lisa y llana de lo que hoy manda la Iglesia, aunque no estemos de acuerdo, aunque nos cueste entenderlo, aunque no veamos los motivos... eso y no otra cosa es lo que nos hará participar con mayores frutos espirituales de la única misa”. Para el autor de ese escrito, lo único importante es la obediencia y los frutos espirituales que el sujeto pueda obtener en la participación del acto de culto, más allá del culto mismo. El objeto, es decir, la misa, no importa cómo sea celebrada, en un rito o en otro, con mayor o menor unción; lo que importa es la disposición interior del individuo que asiste a ella; y si le cuesta asistir porque la encuentra fea o no le gustan las guitarras, tanto mejor, puesto que está ejercitando más heroicamente la propia voluntad. En pocas palabras, una piedad voluntarista e individualista, y muy alejada de la tradición espiritual que nos enseñaron los grandes maestros como San Benito, San Gregorio o los Padres del Desierto.

Se entiende entonces por qué para quienes han sido formados en esta espiritualidad, les importe poco la liturgia. Ven ella no más que un dispositivo que les permite comulgar y obtener de ese modo “frutos espirituales”. Se trata de una instrumentalización utilitarista de la liturgia. El ofrecer al Dios vivo el culto verdadero —que eso quiere decir ortodoxia— ha quedado relegado o, mejor aún, silenciado. Ha desaparecido. Y el culto ha terminado convirtiéndose en una herramienta útil para “santificarme”; soy yo el fin último del culto, y ya no lo es Dios. De aquí al progresismo, es cuestión solo de tiempo. 

lunes, 29 de mayo de 2023

Mons. Jorge García Cuerva, un arzobispo militante


Como decíamos la semana pasada, una de las motivaciones principales del papa Francisco para elegir a Mons. García Cuerva como arzobispo de Buenos Aires fue política: fastidiarle la vida al próximo gobierno poniendo en la sede porteña a un obispo militante y confeso peronista. El Santo Padre es es lo que se dice el Mensajero de la Paz. 
El cinismo de Bergoglio no tiene límites. En un país partido por una grieta, no hace más que ahondarla; en una sociedad al borde del estallido, no hace otra cosa sino echar leña al fuego. 

viernes, 26 de mayo de 2023

Mons. Jorge García Cuerva, primado de Argentina

 


Hoy nos despertamos con una nueva certeza: la iglesia argentina es irrecuperable. El nombramiento de Mons. Jorge García Cuerva como nuevo arzobispo de Buenos Aires y primado de Argentina, hombre de 55 años de edad, marca el inicio de una era de veinte años —si Dios no dispone otra cosa—, en la que buena parte de la iglesia católica argentina dejará de serlo. Si es el pastor el que da forma al rebaño, podemos imaginar lo que sucederá con los fieles durante el nuevo pontificado.

En este blog ya nos había dedicado en otras ocasiones al hasta ahora obispo de Río Gallegos. Es hijo de un odontólogo y militar en la Fuerza Aérea perteneciente a familias de San Isidro: de derecha y antiperonista por sangre, asistió siempre a colegios privados (el San Román de Belgrano) y se codeó con los hijos de la burguesía local. En el seminario descubrió la militancia peronista y popular, y debió, y debe esforzarse, para borrar sus modales de chico bien y presentarse como representante del pueblo. Él nos enseñó que en la eucaristía hay una “presencia crística” similar a la que hay en los pobres; bautizó con gran batifondo mediático a los hijos del conocido travesti Florencia de la V y de su “marido” y se fotografió abrazado a Malena Galmarini, mujer del actual ministro de economía del país, haciendo el inconfundible gesto peronista. 

No creo ser catastrofista si preveo lo que sucederá en la arquidiócesis primada y, por reflejo, en el resto del país: destrucción sistemática de todos los restos de fe católica que aún permanecían y transformación de la iglesia católica en una poderosa organización dedicada a “transformar la realidad” pero no merced a la gracia divina, de la cual es administradora, sino de la acción social y de la maniobra política. 

Algunas primeras reflexiones sobre el nombramiento:

1. La maldad del papa Francisco es inconmensurable. Yo estaba seguro que no nombraría a Mons. Víctor Fernández, a quien hace mucho le soltó la mano: lo usó durante un buen tiempo y lo descartó cuando dejó de servirle, como hace habitualmente. Pero pensé que se decantaría por algún personaje más civilizado —Lozano, Azpiroz Costa o Colombo, por ejemplo— y no por un ultra. Porque Mons. García Cuerva no es el progre de guitarra y muchachismo. Es un confeso representante de una nueva iglesia que escasamente puede identificarse con la verdadera iglesia romana y con la fe que ésta profesa. 

2. Ciertamente, el factor que precipitó la elección pontificia fue la intención de “dejarle un regalito” al próximo gobierno argentino que, sea quien sea el o la presidente que asumirá el 10 de diciembre, será de derecha y, probablemente, de derecha rabiosa. Sería conveniente que Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta y Javier Milei fueron incluyendo en sus equipos a algún buen operador eclesiástico que los asesore sobre los vínculos con el nuevo arzobispo, porque en él tendrán a un enemigo tan poderoso como Cristina Kirchner, con la que seguramente tejerá alianzas a fin de derrocar al nuevo gobierno. 

3. Uno de los daños colaterales del nombramiento son los buenos curas —que son muchos más de los que pensamos— y no sólo de la arquidiócesis sino de todo el país. Pensemos en un sacerdote de en torno a los cuarenta años, que entregó generosamente su vida al servicio de Dios en la Iglesia parra ayudar a la salvación de las almas y que, maltratado por su obispo que prefiere rodearse de pedisecuos, lo ha destinado en un remoto pueblo de la diócesis. Pensemos en su soledad, en sus decepciones, en sus tentaciones y en la temible sombra del demonio que comienza a mostrarle la futilidad de su vida, regalada a una ilusión e inserta en una iglesia que, desde sus vértices más altos, niega cada día los ideales que lo llevaron a su elección vocacional. ¿Qué lo retendrá en el ministerio sino una fe heroica que nos siempre es posible mantener? ¿Cómo puede sentirse este buen sacerdote teniendo como primado a un personaje como Mons. García Cuerva, pontífice de una nueva fe? Creo que no siempre nos damos cuenta del enorme peligro en el que están tantos y tan buenos sacerdotes.

4. Un agudo conocedor del medio eclesiástico señala que los más dolidos por este nombramiento son Mons. Víctor Fernández y Mons. Jorge Scheinig, mas conocido como Carapa (por ser oriundo de la localidad de Carapachay), y obispo de Luján, que se auto percibía como fulgurante estrella del círculo rojo pontificio. Y, continúa el analista, como el peor vicio del clero es la envidia, habrá que ver las zancadillas que comenzarán a planear para hacer caer al nuevo arzobispo que les quitó el puesto.

5. ¿Quién de las filas conservadoras se animará a defender aún a Bergoglio? Es habitual escuchar a sacerdotes que nos hablan de lo bueno que era Pablo VI aunque un tanto débil pues se dejó manejar por los malvados cardenales progresistas. Porque los papas, claro, siempre son buenos y santos, y han sido puestos en su sede por el Espíritu Santo. ¿Hay margen para seguir con esta farsa? 

6. Estimo que las puertas del arzobispado de La Plata estarán cerradas a cal y canto durante varios días. Mons. Víctor “Tucho” Fernández tardará en sanar de la gastritis y posterior depresión que le causó enterarse de la noticia que ya preveía: no sólo se quedó sin vestir la púrpura cardenalicia sino que pasará el resto de su vida útil en una aburrida sede episcopal, sin más protagonismo que una columna de opinión tres veces por año en La Nación.

jueves, 25 de mayo de 2023

III. La superstición progresista. Entre Saruman y Nazgul

 


por Eck


Podían caminar, si querían, invisibles ante todos los ojos bajo el sol,

 y podían ver cosas invisibles para los hombres mortales; 

pero a menudo contemplaban sólo los fantasmas e ilusiones de Sauron.

El Silmarillion 


No todos los días podemos contemplar uno de los mejores inventos de Sauron, que le acreditan como suma inteligencia, suma maldad y suma mala leche de todas las criaturas. Se puede decir que en el caso del progresismo y la superstición vaticana se ha superado a sí mismo de manera tan admirable que no dudamos mucho que su gesta quedará en los anales de la historia de la Iglesia. Ya puede estar muy contento y satisfecho con la enorme labor de los think tanks de Mordor pues el trabajo de sus diabólicos secuaces en los fronisterios ha sido de aupa al convertir semejante esperpento de asamblea y piltrafa de documentos en todo un dechado de destrucción de la Fe, en un arma de destrucción masiva de almas que es la envidia de cuanto hereje, comecuras y apóstata reside en las caldeadas zahurdas de Barad-dûr. No todos los días podemos ver como caen en la misma trampa quienes, bobitos e ingenuos, creen en ella y quienes, vivos y listillos, quieren aprovecharse de ella. No en balde, el Señor Oscuro tuvo la genialidad de cazarlos usando el Concilio Único y su multiuso poder de atracción para que nadie pudiera escaparse de sus lazos.


El principio de Humpty Dumpty o el Huevo de Colón progresista.


-Cuando yo digo una palabra —afirma Humpty Dumpty— significa aquello que yo quiero que signifique; ni más ni menos.

-La cuestión es —contesta Alicia— si uno puede hacer que las palabras signifiquen cosas distintas.

-La cuestión es —replica Humpty Dumpty— quién es el que manda, y se acabó.

Lewis Carrol,  Alicia a través del espejo.


Dos de las principales cualidades del Concilio Único que otorga a sus poseedores progresistas son: el volver invisibles sus errores y tonterías y el ver cosas vedadas para el resto de los hombres, como es la transformación gradual de la Iglesia en otra cosa más mundana: una ONG o algo peor. So capa de Concilio está oculto el único dogma que acata el modernismo y el único al que dan asentimiento fanático todos sus partidarios: el principio de Humpty Dumpty por el cual los dogmas significan lo que ellos quieran que signifiquen. Variante e hijo legítimo del ultramontanismo papal pero extendido de manera roussoniana a la comunidad de creyentes con su vanguardia y su centralismo democrático, of course, que unos son más iguales que otros: No es lo mismo un hombre lleno de kairós y modernidades (y egresado en la Ponti, hay que añadir) que un patán recién salido de la Caverna, aunque sea la de Altamira. He aquí la raíz más pura del modernismo resuelta por el Huevo, todo su relativismo se basa en ser quien manda, ellos, claro ¿Quién, si no?, quintaesencia del voluntarismo y la egolatría. Ellos son los dioses ¿Para qué hacer caso al de Arriba? Lo progre es morder la manzanita y ponerse el anillo.

Así que en esto de meter de matute su cacharrería teológica averiada y sus ansias de poderío les sirve de mil maravillas el Concilio Único. Cuando tenga algún problema, el modernismo aplicará su principio Humpty Dumpty a los documentos de Concilio y mano de diablo. ¿Cómo no lo iban a hacer si lo están aplicando al propio Evangelio desde hace décadas? ¿Y cómo no iban a caer en esa tentación tan pecadora con textos de ínfima calidad y tan ambiguos que ni sus redactores sabían lo que decían de verdad? Miel sobre hojuelas. Cuando manden, Stalin y cuando no, Bakunin y, entre medias, Marx (Groucho).

Sin embargo, a pesar de ser iguales en sus métodos, el campo progresista se escinde en dos según sus amores, su mística porque tienen su corazoncito, no lo dudemos: los sarumanes y los nazgules, a los que Saurón les muestra los embelecos y los engaños que les llevan a su destrucción: el Poder y la Revolución. En los primeros es el Poder, por el cual matarían a su padre si tal caso se diese. Son los politicanti, los que someten la Iglesia al Mundo para gobernar ambas a su antojo. En los segundos es la Revolución, por la cual matarían a su madre si tal caso se diese. Son los zelanti, los que destruirían a la Iglesia con tal de transformar el Mundo para rehacerlo a su gusto. 

Y ambos están de acuerdo en una cosa: sus fines justifican los medios. ¿Como no iban a ser buenos si ellos son los progresistas y los modernos, culmen moral y temporal de la humanidad?


Saruman y los sarumancillos


“Juntos, mi señor Sauron… gobernaremos la Tierra Media” 

Saruman tras tomar mate un poco cargado en Isengard


Según un cuentecillo una vez una persona estuvo en Sevilla predicando y curando cuando le atrapó un Santo Oficio en plenitud de potestades. En un sitial renacentista le estaba esperando un anciano, de ojos vivos, de piel curtida y de extremidades sarmentosas, que le reconoció al instante. No había engaño posible y ante Él era inútil toda trampa. Llevado pues ante la presencia del hombre de hábito blanco, éste le abrió su alma ya que no todos los días tenía esta oportunidad única y había que aprovecharla a fondo:

El don que Tú, cuando te tentó por tercera vez mostrándote todos los reinos de la tierra, rechazaste indignado; nosotros lo aceptamos tras el Vaticano II y, dueños de Roma y la espada ideológica de la ONU, nos declaramos los amos del mundo.

Ya podrá el Gran Inquisidor hablar de cruces (solidaridad, diría él) por el bien de la humanidad y la Pachamama pero... qué gustirrinín da el ser el mandamás de vidas y conciencias y despachar de vez en cuando a algún desobediente a churruscarse sin que venga el Altísimo con sus cosas a chafar la fiesta. Que se quiten el jabugo, el caviar, las odaliscas y demás, que no hay placer similar a este y encima quedas como un santo. Como Saruman, los sarumancillos eclesiásticos piensan como el dominico y buscan usar el Concilio, al cual creen dominar cuando, en verdad, lo son por él, para sus propias ambiciones destruyéndose en ello en una carrera enloquecedora por el Poder, traicionando y traicionándose a diestro y siniestro, en pos de quimeras y embelecos de dominancia, de influencia en el mundo secular, quebrando la base real de su poder, la Iglesia, ya que hasta esto que tenían les será quitado. Y al final, vacíos y no siendo nada, oirán al Señor Oscuro carcajeándose mientras cierra la celda....Mordor traditoribus non praemiat!


Nazgules robespierranos


 Suenens se jactó de que el Vaticano II fue «¡1789 en la Iglesia!» Yves Congar dijo del Concilio que «la Iglesia ha pasado pacíficamente por su Revolución de Octubre».


Leyendo semejantes cosas uno se pregunta ¿Cuando tomarán al asalto el Palacio de Santa Marta, con la consiguiente borrachera de los monaguillos con el vino de misa? ¿Huirá el Santo Padre a Castelgandolfo? ¿Donde quedará mejor en el Vaticano la guillotina para afeitar cardenales y monseñores, en la plaza o en basílica?¿Veremos a las solteronas monjiles haciendo de Tricoteuses durante las sesiones a pesar de ser poco feminista y moderno? De lo de plantar arbolitos, de actos sacrílegos y cultos cutres a la diosa Razón en las iglesias no hablo, ya lo llevan ensayando unas cuantas décadas sin conseguir el tono adecuado para la ocasión...Hasta la cuestión calendárica la tocaron los asambleístas pero fueron muy humildes, no crearon ni la Era Vaticana ni establecieron el comienzo de año litúrgico en el día de la Apertura ni adoptaron las cursis conmemoraciones anuales a imagen de los calendarios revolucionarios (esto lo dejaron en manos de cada diócesis), lo que es de agradecer. Tal grado de ridículo era muy difícil de superar para sus sucesores. Como se puede ver, no hay muchas diferencias entre la concepción modernista del Concilio y las revoluciones, en ambas se les fue la cabeza pero de distinto modo...

Decía muy profundamente Donoso Cortes hablando de la Revolución que detrás de cada cuestión política había un problema teológico. El bajar el Cielo a la Tierra a golpazos, el adelantar los tiempos de Dios a empujones o crear una iglesia nueva para los nuevos tiempos con decretazos no deja de ser el fondo una forma de soberbia religiosa, de misticismo político, de endiosarse a lo grande. Es la vieja visión de tipo joaquinista que ve el Concilio Vaticano II como el Nuevo Pentecostés de la Iglesia y comienzo de la Era del Espíritu. Así, por ejemplo, el Rito Tradicional para ellos es equivalente a los ritos judíos del Templo del Antiguo Testamento frente al Novus que sería como el del Nuevo, más o menos. Esta fe mundana y carnal es su hálito negro que todo lo pudre puesto que convierte hasta lo más santo en palanca política y mata la fe ultraterrenas con sus fantasías de tejas para abajo. Todo lo envenena al dejar de lado a lo único necesario, la gracia de Dios, y repiten pelagianamente el pecado original al querer ser como dioses y crear una Iglesia nueva con su voluntad. Con sus utopías impiden la verdadera reforma y la evangelización de las almas a favor de realizar la gran revolución políticas eclesiástica.


Conclusión

Uno de los mayores errores que tienen los oficialistas es usar los textos del Vaticano II contra ellos siendo como es erróneo, dañoso y, por encima de todo, inútil. Les entrará por un oído y les saldrá por el otro ya que para ellos son meramente utilitarios para sus fines. Cuando les convengan los emplearan y cuando no, no, alegando su espíritu y sus ambigüedades. Es más, les sirve de coartada para sus planes  y acciones, es su disfraz que les hace pasar como católicos auténticos cuando sólo creen en sus ídolos mundanos. Por ello, lo primero que se debe procurar es arrancar a los progresistas su mascara, para que sea conocido de todos su verdadero rostro, es decir, eliminar la excusa de los documentos del Vaticano II y su superstición.


martes, 23 de mayo de 2023

Peregrinación Nuestra Señora de la Cristiandad

 




Notre-Dame de Chrétienté, la asociación que organiza cada año una gran peregrinación a Chartres en Pentecostés, ha registrado en 2023 un índice de participación nunca igualado en el pasado. No menos de 16.000 peregrinos se preparan para caminar de París a Chartres los días 27, 28 y 29 de mayo.

Ni el motu proprio Traditionis custodes, ni siquiera el rescripto publicado el 21 de febrero de 2023 que restringe el uso del rito tridentino al que está adscrita Notre-Dame de Chrétienté, han detenido a los fieles. Al contrario, los peregrinos que caminan de Notre-Dame de París a Notre-Dame de Chartes en Pentecostés de 2023 nunca han sido tan numerosos.

“¡Nunca visto!”, afirma Odile Téqui, responsable de comunicación de Notre-Dame de Chrétienté. La asociación, que celebró su 40 aniversario el año pasado, atrae cada vez a más peregrinos. Si durante los últimos siete años las filas han crecido un 10% cada año, según explicó el año pasado Jean de Tauriers, presidente de la asociación, 2023 registra un aumento del 33%, lo que ha obligado a los organizadores a cerrar las inscripciones quince días antes de la peregrinación. 16.000 peregrinos se preparan para acudir a Chartres los días 27, 28 y 29 de mayo, frente a los 12.000 del año pasado.

Si el número de sacerdotes y religiosos (300 personas) y de peregrinos extranjeros (1.400 procedentes de 21 países diferentes) se mantiene estable, son sobre todo los adultos (10.000) y las familias quienes engrosarán la columna de peregrinos, cuya edad media este año es de 20,5 años. Y eso sin contar el capítulo de los “Ángeles Custodios”, peregrinos no caminantes unidos espiritualmente a la peregrinación, que pasan de 5.000 a 6.000 este año.

“Una participación totalmente histórica”, señala Odile Téqui. “La liturgia tradicional parece responder a una sed —quizá acrecentada en los últimos tiempos— de trascendencia, de catequesis coherente, de calma y de profundidad. Los nuevos conversos o reconvertidos que acuden a la peregrinación también dan testimonio de la realidad alegre y acogedora que encuentran en ella”, confió a Aleteia.

Fuente: Rorate Coeli


Recordemos que, en España, la peregrinación Nuestra Señora de la Cristiandad se realizará este año del 22 al 24 de julio, desde Oviedo hasta el santuario de Nuestra Señora de Covadonga. En los dos años que lleva esta iniciativa, el número de fieles que participan de ella ha aumentado exponencialmente. Los interesados en participar pueden informarse en: https://nscristiandad.es/


En Argentina, la peregrinación se realizará este año del 19 al 21 de agosto, desde Rawson hasta el santuario de Nuestra Señora de Luján. El año pasado, caminaron más de 1500 fieles, y este año se espera que ese número sea mayor, con asistencia no sólo de argentinos sino también de peregrinos de otros países iberoamericanos y de España. Mayor información en:  https://www.nscristiandad.com/


lunes, 22 de mayo de 2023

La patota episcopal del Papa Francisco

 


El enemigo más fiero del cardenal Jorge Bergoglio en Latinoamérica siempre fue el cardenal Juan Luis Cipriani, arzobispo de Lima. Basta recordar los acontecimientos de Aparecida y las luchas que se dieron entre las facciones de ambos purpurados en la redacción del documento final.

Como le venganza es un plato que se come frío, el Papa Francisco aceptó la renuncia presentada por el cardenal Cipriani a su sede apenas cumplir los 75 años y nombró para sucederle a alguien impensado: el padre Carlos Castillo Mattasoglio, discípulo cercano y dilecto de Gustavo Gutierrez, el conocido cerebro de la teología de la liberación. El nuevo arzobispo era la antítesis de Cipriani: mucho olor a oveja y a izquierda; populachero y progresista. Era la humillación perfecta.

Pero el cardenal Castillo Mattasoglio no es sólo de izquierdas y progresista. Es también bruto, como le gusta a Bergoglio. Basta escuchar lo que se animó a decir en público.

jueves, 18 de mayo de 2023

Respuesta a algunos argumentos sobre la asistencia a la misa tradicional

 


Circula en las redes un texto en el que se proponen algunos argumentos para convencer a los fieles de no asistir a la misa tradicional celebrada por sacerdotes de la FSSPX. En países como Argentina, en la mayor parte de los casos, es a la única a la que puede accederse ya que los obispos han privado a sus fieles del culto tradicional. 

En un primer momento, pensé que el texto había sido escrito por algún sacerdote o laico del fundamentalismo conservador y de edad provecta, visto los argumentos amarillentos que utiliza (son los mismos desde hace cuarenta años). Pero luego, y a partir de las grandes dificultades para el manejo de la lengua escrita que manifiesta, estimo que será obra de algún adolescente o joven acomedido, lo cual no desmerece las objeciones propuestas.

Me ha parecido oportuno exponer aquí algunas breves respuestas. Sin embargo, aclaro que no lo hago "en defensa” de la FSSPX. En primer lugar, porque ella tiene muchas personas más idóneas y cualificadas que yo para defenderse, en caso de que quisiera hacerlo. Y, sobre todo, porque yo no formo parte de la Fraternidad, aunque asista con frecuencia a las misas que celebran sus sacerdotes. Escribo esta respuesta entonces, en defensa del sentido común católico y no de algún grupo religioso en particular.

Pasemos al texto:


¿Por qué un católico no debe asistir a las ceremonias de la FSSPX?

1 – Porque dicha Fraternidad está en situación de cisma no declarado formalmente. La razón de que se hable de cisma es porque rechazan cuestiones doctrinarias. Así lo reconoció El Superior de la Fraternidad, Mons. Fellay cuando en junio de 2013 rechazó la propuesta de Roma para la aprobación jurídica. Así también lo especificó el Papa Benedicto XVI en ocasión del levantamiento de las excomuniones a los cuatro obispos ordenados por Mons. Lefebvre: «Con esto se aclara que los problemas que deben ser tratados ahora son de naturaleza esencialmente doctrinal, y se refieren sobre todo a la aceptación del Concilio Vaticano II y del magisterio postconciliar de los Papas».

Encuentro aquí una contradicción y un caso de usurpación de funciones. El autor (A.) declara formalmente que la FSSPX está en cisma formal no declarado. Para que este fuera el caso, el cisma no debería declararse pues, al momento de hacerlo, dejaría de pertenecer a esa categoría. Alguien podría decir que quien tiene que declarase en cisma (no aceptación del Romano Pontífice como vicario de Cristo) es la Fraternidad, y no lo hace. Yo agrego que no solamente no lo hace, sino que reza públicamente por el Santo Padre, lo cual es contradictorio con una situación de cisma.

Pero lo más grave del argumento es que el autor se constituye en el órgano de interpretación de las doctrinas, palabras y silencios de los Papas y de los superiores de la Fraternidad. Si el A. es tan respetuoso de la autoridad pontificia, ¿con qué autoridad da por hecho lo que los Papas no han dicho? ¿Por qué, y en base a qué, interpreta que las palabras de Benedicto XVI están indicando la realidad de un cisma formal? Si ostenta tal función, debería acompañar su texto con copia fiel de su diploma de meturgeman pontificio. 


2 – Porque sus sacerdotes están suspendidos a divinis por dos motivos, por ser acéfalos y por haber recibido la ordenación sacerdotal de un Obispo que no es su Ordinario. Benedicto XVI lo aclaró: “tampoco sus ministros ejercen ministerios legítimos en la Iglesia”. Al estar suspendidos, celebran ilícitamente la Eucaristía, el bautismo y la unción. No que no sea válida, sino que es ilícita. Hace unos años, el Papa Francisco concedió: «por una disposición mía establezco que quienes durante el Año Santo de la Misericordia se acerquen a los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X para celebrar el Sacramento de la Reconciliación, recibirán válida y lícitamente la absolución de sus pecados». Y posteriormente prorrogó la disposición sin fecha de caducidad. Algo parecido sucedió con el matrimonio, pero, en este caso, con condiciones ya que para que sean válidos y legítimos debe intervenir con su autorización para cada caso, el obispo del lugar.

Es verdad que los sacerdotes de la FSSPX están suspendidos a divinis según lo establece el CIC. Sin embargo, esta pena o condición afecta a los sacerdotes y, en todo caso, a los obispos que los ordenaron. No afecta a los fieles que asisten a sus celebraciones. Dicho de otro modo, los fieles no están, y nunca estuvieron, obligados a rastrear el sumario canónico de los sacerdotes para asistir a sus celebraciones. En la Edad Media, cuando llovían no ya las suspensiones sino las excomuniones  lanzadas por obispos y papas, la Cristiandad estaba plagada de sacerdotes con sanciones eclesiásticas, conocidas por todos, y que seguían celebrando sus misas y los fieles asistiendo a ellas. Por ejemplo, Santa Catalina de Siena asistía a misas celebradas por sacerdotes sancionados por el papa Clemente VII y, a la vez, San Vicente Ferrer celebraba misa aún estando sancionado por el papa Urbano VI. ¿Se animará el A. a criticar por estas actitudes a Santa Catalina o a los fieles que asistían a las misas de San Vicente Ferrer?

El A. se enmarca claramente en una concepción juridicista de la Iglesia. Para él, la Iglesia es una institución definida como un cuerpo jurídico, como podría ser un club. Pierde de vista la dimensión pneumática que hace que Ella sea el Cuerpo Místico de Cristo cuya unidad no viene por sólo por las leyes sino sobre todo por la fe. Y los fieles que asisten a misas celebradas por la FSSPX profesan la fe católica. ¿O se animará a negarlo? Curiosamente, el A. se dice defensor del Vaticano II…

Finalmente, desde el sentido común básico surge la duda acerca de la densidad que tiene la tal suspensión a divinis. En efecto, ¿qué tan importante puede ser esa sanción si, aún sin ser levantada, los sacerdotes que la padecen pueden administrar lícita y válidamente los sacramentos de la penitencia y del matrimonio? Si se tratara efectivamente de una pena gravísima que volviera peligrosos para los fieles a los sacerdotes sancionados, ¿habría dado los permisos que dio el Santo Padre, tal como señala el A.? 


3 – Es claro que el laico que asiste a misa cumple con el precepto dominical... pero no por ello esa misa deja de ser ilícita ya que es celebrada por sacerdotes sin licencia.

Si el A. pretende ajustarse a argumentos jurídicos, vayamos a por ellos. El Código de Derecho Canónico establece en el canon 1248 §1: “Cumple el precepto de participar en la Misa quien asiste a ella, dondequiera que se celebre en un rito católico, tanto el día de la fiesta como el día anterior por la tarde”. La norma no dice que el rito católico deba ser celebrado por un sacerdote libre de sanciones. En todo caso, dirá más adelante que el sacerdote sancionado no debe celebrar los sacramentos, pero ese es un problema del sacerdote. Como ya dije, los fieles no estamos obligados por la norma jurídica a explorar, previo a la asistencia de la misa, el pedigree canónico del celebrante.


4 – La experiencia nos dice que la mayoría de los que comienzan a asistir a las misas de la Fraternidad, terminan negando la validés del Novus ordo por más de que esas misas sean celebradas por santos y piadosos sacerdotes, se niegan a debatir sobre argumentos teológicos y disciplinares excusándose en la terrible crisis modernista que afecta a la Iglesia. Al respecto debemos decir:

No puedo expedirme sobre las experiencias más o menos traumáticas que haya tenido el A. Cuestiono, sin embargo, su pretensión de universalizarlas. Yo concurro con cierta regularidad a las misas celebradas por sacerdotes de la FSSPX desde hace 25 años. Nunca se ocurrió afirmar que las misas del rito de Pablo VI fueran inválidas. Más aún, asisto a ellas cuando, en un día de precepto, no tengo en el sitio donde estoy una misa tradicional. Por otro lado, muy raras veces escuché a algún fiel de la Fraternidad cuestionar la validez de la misa nueva, y en todos los casos eran personas que tenían una formación teológica básica y cuyo testimonio no debería universalizarse. 

En cuanto a que se niegan debatir argumentos teológicos y disciplinares, lo cierto es que los fieles de la Fraternidad suelen ser tediosamente discutidores de ese tipo de argumentos. Esta ha sido mi experiencia, y yo no pretendo universalizarla. El A. del texto debería también cuidarse de actitudes que exceden la lógica más elemental.

Por otro lado, si los sacerdotes de la FSSPX, suspendidos a divinis todos ellos, fueran tan peligrosos para los fieles católicos, ¿les habría el Papa Francisco concedido permiso para administrar nada menos que el sacramento de la penitencia, en ocasión del cual podrían ejercer las influencias más nocivas sobre el rebaño católico? Pareciera que el A. es más severo aún que Francisco en sus aplicaciones canónicas; más papista que el Papa. 


a – Que el hecho de que una gran mayoría de los sacerdotes celebre sin unción, con descuidos litúrgicos graves y hasta sacrílegos no es razón, en absoluto, de asistir, con grave peligro de caer también en el cisma, a sus celebraciones.

El A. admite que “la gran mayoría de los sacerdotes” oficiales, sobre los que no pesa ninguna sanción canónica, celebran “sin unción, con descuidos litúrgicos graves y hasta son sacrílegos”. A confesión de parte, relevo de pruebas. 

Y después de hacer realizado cándidamente esta confesión, añade que ésta situación no es razón suficiente para que los fieles asistan a misa tradicional celebrada por la Fraternidad. ¿Por qué no es razón? ¿Dónde está y cómo funciona el “razonómetro” del A.? ¿Osará decir que está muy bien asistir a una misa sacrílega y está muy mal asistir a una misa “ilícita” celebrada según el rito milenario de la Iglesia sólo por un argumento jurídico? ¿Es más importante la observancia de la norma jurídica que la verdad y el honor del culto debido a Dios? Debo advertir que Nuestro Señor se enfrentó en varios casos a situaciones similares, y sabemos lo que pensaba y decía a aquellos estrictos observantes de la ley que ajustaban sus filacterias y sus abluciones a la letra del texto jurídico.


b – Que no se ha llegado, y esperemos no se llegue nunca, a la situación de no haber misas bien celebradas en nuestra diócesis.

No me expido porque desconozco la situación en la que vive el A.


c – Que es un gran desatino colocarse como juez ante cada misa a la que se asiste y ante cada sacerdote que celebra.

El argumento debe aplicarse a todos. Es un gran desatino también andar elucubrando acerca de las suspensiones a divinis, es decir, no declaradas públicamente por la Iglesia, de los sacerdotes que celebran la misa tradicional.


d – Que no parece sensato suponer que la Providencia abandone a su pueblo fiel haciendo desaparecer misas válidas en la casi totalidad de su Iglesia y sólo la mantenga en un grupo reducidísimo de fieles.

Completamente de acuerdo. Y este es el argumento que yo he esgrimido en las ocasiones en que algún fiel de la FSSPX cuestionaba la validez del rito de Pablo VI. Pero no es esa la posición de la FSSPX ni de la mayoría de sus fieles.


e – Que no se debe caer en la dialéctica de contraponer misas modernistas vs misas tradicionalistas. La misa es una: el sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo en forma incruenta. En todo caso, lo que cambia es el rito. Y el rito ha sido modificado varias veces a lo largo de la historia. Y aún hoy, existen diferentes ritos. Algunos, incluso, más ceremoniosos que la mal llamada misa de San Pio V, como los ritos orientales. Cabe aclarar que NADA TENEMOS EN CONTRA DE LA MISA VETUS ORDO, al contrario. Nuestra preocupación es por la asistencia a la Fraternidad.

Este es uno de los motivos por los cuales supongo que el A. es un joven en etapa de formación: porque la ignorancia en materia litúrgica que demuestra es pasmosa. En primer lugar, afirma que la misa es una y consiste en la renovación del sacrificio de Nuestro Señor. Sea, aunque la misa es, en realidad, mucho más que eso. Pero si el A. es coherente con sus minuciosidades jurídicas, sería bueno que le preguntara a esa “gran mayoría” de sacerdotes oficiales que celebran el rito nuevo si ellos sinceramente creen en que la misa es la renovación incruenta del sacrifico redentor. Me temo que se llevaría una sorpresa. Y si respondiera que no importa si la misa es descuidada o sacrílega, ni que el celebrante crea más o menos en lo que está haciendo, ya que lo importante es que se cumpla el sacrificio, es decir, que se produzca la consagración de las especies eucarísticas, habría que decir que tiene una concepción gravemente reduccionista de la Santa Misa. Ella es el culto debido a Dios, el cual no consiste solamente en la pronunciación correcta de unas cuantas palabritas como si fueran una fórmula mágica. 

Sin embargo, resulta particularmente brutal su afirmación de que el rito (romano, se entiende) “ha sido modificado varias veces en la historia”. Le pido al A. que me diga cuáles fueron, en qué consistieron y cómo si hicieron esas modificaciones. Porque si el caso es asimilarlas a las modificaciones o reformas del rito realizadas luego del Concilio Vaticano II estaría demostrando una ignorancia tal que los descalifica para sostener cualquier tipo de discusión sobre estos temas. 

Seremos compasivos y pasaremos por alto su afirmación con respecto a la “ceremoniosidad” de otros ritos… ¿Tendrá también un “ceremoniómetro”? ¿Qué entenderá por “ceremoniosidad”? Preguntas de difícil respuestas.


f – Descreo, finalmente, que la misa celebrada según el vetus ordo sea más piadosa. La piedad verdadera tiene que ver con la aceptación lisa y llana de lo que hoy manda la Iglesia, aunque no estemos de acuerdo, aunque nos cueste entenderlo, aunque no veamos los motivos... éso y no otra cosa es lo que nos hará participar con mayores frutos espirituales de la única misa, la de siempre.

Pocas veces he leído una expresión de voluntarismo más salvaje. La piedad no se alcanza por el objeto sino por la voluntad del que asiste, afirma el A. Si alguien quiere saber en qué consiste la deformación a la que conduce la devotio moderna, aquí tiene un buen ejemplo. La piedad, la santidad, los “frutos espirituales” se consiguen por una disposición interior: tal cómo yo me ubico frente el objeto, en este caso, la Misa. Poco importa si ésta es sacrílega o devota, lo que importa es mi interioridad, mi espíritu de sumisión a las leyes, aunque éstas terminen amparando celebraciones sacrílegas. Se trata de la voluntad, mi voluntad de obedecer, por sobre la razonabilidad que me indica que no puedo participar de un sacrilegio o de un desmán litúrgico. Es la religión convertida en una cuestión puramente subjetiva y privada.

Advierta el A. que la suya es una posición muy parecida a la sostenida por el protestantismo clásico.


g — Lo que Dios quiere es que cada uno asista a misa a la parroquia de su barrio, a pesar los bombos, guitarras, sermones que a veces siembran dudas, y a pesar también de que el sacerdote se aleje de las palabras y los ritos prescritos por el misal, digan herejías o hasta comentan en algunos casos sacrilegios. Hay que intentar ser piadosos en la iglesia cercana a donde uno vive pues es esa la iglesia en la que Dios nos puso y no podemos elegir el lugar donde nos sintamos cómodos. Cada uno se salva en esa parroquia, y con ese cura que le toco. Nos santificamos asistiendo a misa y sufriendo en ella en la iglesia que nos corresponde.

Mecanicismo que me recuerda una conocida anécdota: camina por el desierto de Arabia un beduino devoto seguidor del Islam tirando de las riendas de su camello. Se acerca una persona y le dice que el bocado está lastimando al animal y le sugiere que lo arregle. El beduino se limita a decir: “Es la voluntad de Alá”. Y no es la voluntad de Alá; es que él le puso mal el bocado. Que yo viva en tal o cual zona de la ciudad y, por tanto, cercano a tal o cual iglesia, no es la voluntad de Dios; fue la voluntad de mis padres o de mis abuelos de quienes heredé la casa, o del propietario que me la alquila a un menor precio que otra que se encuentra en otra zona.

Pero más allá de lo absurdo de este argumento de santificación geolocalizada, vuelve a llamar mi atención el concepto profundamente erróneo, y protestante, que se tiene de la misa y de la liturgia en general. “Asisto a la liturgia para sufrir y santificarme de esa manera”. Se trata de una brutal expresión que da cuenta de una religión puramente subjetiva. El católico asiste a misa para dar culto a Dios, y Dios, en todo caso, lo santificará. Lo central de la liturgia es dar culto verdadero al Dios verdadero, pues esa es nuestra primera obligación como criaturas. Si algún cristiano quiere sufrir para santificarse, puede ayunar o que se ponerse una piedra en el zapato, pero no ir a misa. 

El A. propone a sus lectores usar la misa como instrumento de penitencia y, consecuentemente, de santificación. Nuevamente, es el primado de voluntad del hombre que usa lo que es divino para santificarse, como si ese uso fuera lícito y como si la santificación dependiera de nosotros.


h – Finalmente aclaro que ruego a Dios para que las actuales y futuras autoridades de la Iglesia vuelvan a conceder la autorización para la celebración de los sacramentos según el rito “tradicional”, porque no desconozco su riqueza. Pero también ruego a Dios, vean nuestros amigos filo (o no tan filo) lefebvristas que la solución nunca está en separarse de la Iglesia (tradiconalmente jerárquica) sino a someterse a la voluntad de Dios que nos pide resignar nuestros gustos y pareceres.

Como era previsible, el A. termina con dos gruesos errores. En primer lugar, el Papa nunca quitó la autorización para la celebración de la misa tradicional; sencillamente porque no puede hacerlo. Como escribió Benedicto XVI en 2007: “Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser improvisamente totalmente prohibido o incluso perjudicial”. Y en segundo lugar, asistir a las misas celebradas por la FSSPX no significa separarse de la Iglesia. De ella se separan quienes abandonan el vínculo de la fe, y no quienes participan del culto que permanece “sagrado y grande” como lo fue “para las generaciones anteriores”.