lunes, 28 de abril de 2014

Sobre las últimas canonizaciones

La revista americana Catholic Family News le realizó una entrevista al Prof. Roberto de Mattei acerca de las canonizaciones que se llevaron a cabo el día de ayer en el Vaticano. Aquí va una traducción.
Si bien es un tema que hemos tratado anteriormente en este blog, las respuestas del entrevistado son muy claras y vale la pena leer el reportaje porque esclarece la situación en muchos sentidos.
Es oportuno aclarar, para quienes no lo conocen, que De Mattei es un historiador italiano, ampliamente reconocido en los ámbitos científicos extra-eclesiales. De hecho, durante varios años fue director del equivalente italiano al Conicet.

Profesor de Mattei, las inminentes canonizaciones de Juan XXIII y de Juan Pablo segundo suscitan, por varios motivos, dudas y perplejidades. ¿Cómo católico y como historiador, cuál es su juicio?
Puedo expresar una opinión personal, sin pretensiones de resolver un problema que se presenta complejo. En líneas generales, estoy perplejo por la facilidad con la cual en los últimos años se llevan a cabo y se concluyen los procesos de canonización. El Concilio Vaticano I definió el primado de jurisdicción el Papa y la infalibilidad de su Magisterio, con determinadas condiciones, pero no ciertamente la impecabilidad personal de los Soberanos Pontífices. En la historia de la Iglesia hubo buenos y malos papas y es reducido el número de quienes fueron elevados a los altares. Y hoy parece que al principio de infalibilidad del Papa se lo quiere sustituir por el principio de su impecabilidad. A todos los Papas, o mejor dicho a los últimos, a partir del Concilio Vaticano II, se los presenta como a santos. Por cierto no es casualidad que las canonizaciones de Juan XXIII y de Juan Pablo II hayan postergado o dejado atrás la canonización de Pío IX y la beatificación de Pío XII, mientras avanza el proceso de Pablo VI. Casi parece que una aureola de santidad debiese envolver la era del Concilio y del postconcilio, para “infalibilizar” una época histórica que ha afirmado el primado de la praxis pastoral sobre la doctrina.

¿Usted opina entonces que los últimos Papas no han sido santos?
Permítame expresarme sobre un Papa al que como historiador lo conozco bien: Juan XXIII. Habiendo estudiado el Vaticano II, profundicé en su biografía y he consultado las actas del proceso de su beatificación. Cuando la Iglesia canoniza un fiel no quiere solamente asegurar que el difunto está la gloria del cielo, sino que lo propone como modelo de virtudes heroicas. Según los casos, se tratará de un perfecto religioso, párroco, padre de familia, etc. En el caso de un Papa, para ser considerado santo debe haber ejercitado las virtudes heroicas en el cumplimiento de su misión como pontífice, como fue, por ejemplo, para San Pío V o San Pío X. Y bien, en lo que se refiere a Juan XXIII, alimento la meditada convicción de que su pontificado ha representado un daño objetivo a la Iglesia y que es imposible encontrar santidad en él. Antes que yo lo afirmaba el dominico Innocenzo Colosio, uno de los mayores historiadores de la espiritualidad en los tiempos modernos, en un célebre artículo aparecido en la Rivista de Ascetica e Mistica.

Si, como usted piensa, Juan XXIII no fue un Santo Pontífice y si como parece las canonizaciones son un acto infalible, nos encontramos frente a una contradicción. ¿No hay riesgo de caer en el sedevacantismo?
Los sedevacantistas atribuyen un carácter hipertrófico a la infalibilidad Pontificia. Su razonamiento es elemental: si el Papa es infalible y hace algo malo, la sede está vacante. La realidad es mucho más compleja y es errada la premisa según la cual cada acto del Papa es infalible. En realidad, si las próximas canonizaciones plantean problemas, el sedevacantismo plantea problemas de conciencia mucho mayores.

Sin embargo, la mayoría de los teólogos, y sobre todo los más seguros, los de la “Escuela Romana”, afirman que las canonizaciones son infalibles.
La infalibilidad de las canonizaciones no es un dogma de fe y esta es la opinión de la mayoría de los teólogos, sobre todo después de Benedicto XIV, que la expresó además como doctor privado y no como soberano pontífice. En lo que atañe a la “Escuela Romana”, el máximo exponente viviente es monseñor Brunero Gherardini, quien ha expresado en la revista Divinitas todas sus dudas sobre la infalibilidad de las canonizaciones. Conozco en Roma distintos teólogos y canonistas discípulos de otro ilustre representante de la misma escuela, monseñor Antonio Piolanti, que tienen las mismas dudas de monseñor Gherardini. Ellos opinan que las canonizaciones no entran en las condiciones requeridas por el concilio Vaticano I para garantizar la infalibilidad de un acto pontificio. La sentencia de la canonización no es en sí misma infalible, porque faltan las condiciones de la infalibilidad, empezando por el hecho de que la canonización no tiene por objeto directo explícito una verdad de fe o de moral contenido en la Revelación, sino solamente un hecho indirectamente ligado con el dogma, sin ser propiamente un “hecho dogmático”. El campo de la fe y de la moral es vasto porque abarca toda la doctrina cristiana especulativa y práctica, el creer y el obrar humano, pero una precisión es necesaria. Una definición dogmática no puede jamás implicar la definición de una nueva doctrina en materia de fe o de moral. El Papa sólo puede explicitar en lo que es implícito en materia de fe y de moral y es transmitido por la tradición de la Iglesia. Lo que los Papas definen debe estar contenido en la Escritura y en la Tradición y esto es lo que asegura la infalibilidad del acto. Esto no es ciertamente el caso de las canonizaciones. Por cierto, ni los Códigos de Derecho Canónico de 1917 y de 1983, ni en los catecismos, antiguos y nuevos, exponen la doctrina de la Iglesia sobre canonizaciones. Sobre el tema, además del citado estudio de monseñor Gherardini, hay un óptimo artículo de José Antonio Ureta en el número de marzo 2014 en la revista Catolicismo.

¿Usted opina que las canonizaciones han perdido su carácter infalible, como consecuencia del cambio querido por Juan Pablo en 1983 en el proceso de canonizaciones?
Esta tesis es sostenida en el Courrier de Rome por una excelente teólogo, el padre Jean-Michel Gleize. Por otra parte, el padre Low, en la voz “Canonizaciones” de la Enciclopedia Cattolica, fundamenta la tesis de la infalibilidad en la existencia de un poderoso complejo de investigaciones y verificaciones, seguido por dos milagros, que preceden a la canonización. No hay dudas de que después de la reforma del procedimiento querida por Juan Pablo II, este proceso de verificación de la verdad es mucho más frágil y que ha sido un cambio en el mismo concepto de santidad. No obstante, el argumento no me parece decisivo porque el procedimiento de las canonizaciones fue modificado a través de la historia. Por ejemplo, cuando un siervo de Dios es declarado santo por la fuerza de una veneración secular. Es el caso de la proclamación de la santidad de Ulrico de Augsburgo, hecha por Juan XV en el 993, que es considerada como la primera canonización pontificia en la historia y fue proclamada sin ninguna investigación por parte de la Santa Sede. El proceso de investigación profundizada se remonta sobre todo a Benedicto XIV: a él se debe, por ejemplo, la distinción entre canonización formal según todas las reglas canónicas y canonización equivalente, cuando un siervo de Dios es declarado santo por la fuerza de una veneración secular. La Iglesia no exige un acto formal y solemne de beatificación para calificar un santo.
Santa Hildegarda de Bingen recibió culto de santa y el Papa Gregorio IX, desde 1233, inició una investigación para la canonización. No obstante, nunca hubo canonización formal, ni siquiera Santa Catalina de Suecia, hija de Santa Brígida fue canonizada. Su proceso se desarrolló entre 1446 y1489, pero nunca se terminó y fue venerada como Santa sin siquiera estar canonizada.

¿Qué piensa usted de la tesis de Santo Tomás, también expuesta en el artículo “canonizaciones” del Dictionnaire de Théologie catholique, según la cual si el Papa no fuese infalible en una declaración solemne se engañaría asimismo y a la Iglesia?
Es preciso disipar primeramente un equívoco semántico: un acto no infalible no es un acto equivocado que necesariamente engaña, sino un acto sometido a la posibilidad del error. De hecho, este error podría ser rarísimo o nunca sucedido. Santo Tomás, siempre equilibrado en sus juicios, no es un “infalibilista” a ultranza. Como está justamente preocupado por salvaguardar la infalibilidad de la Iglesia, lo hace con un argumento de razón teológica, a contrario. Su argumento puede ser recibido en sentido lato, pero admitiendo la posibilidad de excepciones. Estoy de acuerdo con él sobre el hecho de que la Iglesia, en su conjunto, no puede errar cuando canoniza. Pero esto no significa que cada acto de Iglesia sea en sí mismo infalible, como tampoco lo es en sí mismo infalible el acto de canonización. El asentimiento que se brinda a los actos de canonización es de fe eclesiástica, no divina. Esto significa que el fiel cree porque acepta el principio según el cual la Iglesia normalmente no se equivoca. La excepción no cancela la regla. Un acreditado teólogo alemán, Bernhard Bartmann, en su Manual de Teología dogmática (1962), compara el culto rendido a un falso santo con el homenaje rendido al falso embajador de un rey. El error no quita el principio según el cual el rey tiene verdaderos embajadores y la Iglesia canoniza a verdaderos santos.

¿En qué sentido entonces se puede hablar de infalibilidad de la Iglesia en las canonizaciones?
Estoy convencido de que sería un grave error reducir la infalibilidad de la Iglesia al magisterio extraordinario del Romano Pontífice. La Iglesia no es infalible solamente cuando enseña de manera extraordinaria, sino también en su Magisterio ordinario. Pero así como existen condiciones de infalibilidad para el magisterio extraordinario existen condiciones de infalibilidad para el magisterio ordinario. Y la primera de ellas es su universalidad, que se verifica cuando una verdad de fe o de moral, es enseñada de manera constante a través del tiempo. El magisterio puede enseñar infaliblemente una doctrina con un acto definitorio del Papa o con un acto no definitorio del Magisterio ordinario, a condición de que esta doctrina haya sido constantemente conservada y mantenida por la Tradición, y haya sido trasmitida por el Magisterio ordinario y universal. La constitución Ad tuendam fidem de la Congregación para la Doctrina de la Fe, del 18 mayo de 1998 (n.2) lo confirma. Por analogía, se podía sostener que la Iglesia no puede equivocarse cuando confirma constantemente en el tiempo verdades conexas a la fe, hechos dogmáticos, usos litúrgicos. También las canonizaciones pueden entrar en este grupo de verdades conexas. Se puede estar seguro de que santa Hildegarda de Bingen está en la gloria de los altares y puede ser propuesta como modelo, no porque haya sido solemnemente canonizada por un Papa, porque en su caso nunca existió una canonización , sino porque la Iglesia reconoció su culto, sin interrupción, desde su muerte. Con mayor razón, para los santos que tuvieron canonización formal, como San Francisco o Santo Domingo, la certeza infalible de su gloria nace del culto universal, en sentido diacrónico, que la Iglesia les ha tributado y no de la sentencia de canonización en sí misma. La Iglesia no engaña en su magisterio universal, pero se puede admitir un error de las autoridades eclesiásticas circunscrito en el tiempo y el espacio.

¿Quiere usted resumir su posición?
La canonización de Juan XXIII es un acto solemne del Soberano Pontífice, que proviene de la suprema autoridad de la Iglesia y que debe ser recibida con el debido respeto, pero no es una sentencia en sí misma infalible. Para usar un lenguaje teológico, no es una doctrina de tenenda fidei, sino de pietate fidei. No siendo la canonización un dogma de fe, no existe para los católicos una obligación positiva de prestar asentimiento. El ejercicio de la razón, respaldado por un riguroso reconocimiento de los hechos, demuestra con toda evidencia que el pontificado de Juan XXIII no ha sido beneficioso para la Iglesia. Si se debiese admitir que el Papa Roncalli ha ejercido de modo heroico las virtudes, cumpliendo su rol de Pontífice, se minarían las bases de los presupuestos racionales de mi fe. En la duda me atengo al dogma de fe establecido por el Concilio Vaticano I, según el cual no puede existir contradicción entre la fe y la razón. La fe sobrepasa la razón y la eleva, pero no la contradice, porque Dios, verdad por esencia, no es contradictorio. En conciencia, mantengo todas mi reservas sobre este acto de canonización.


sábado, 26 de abril de 2014

Yo acuso

No soy Émile Zola y tampoco acuso para defender a Dreyfus o a algún otro miembro de la colectividad. Acuso porque es un medio más para tratar de entender y para desahogarse por el incomensurable daño que está produciendo en la Iglesia la palabra y la obra del Papa Francisco.
Hace apenas unos días hablaba con un religioso, miembro de una antiquísima orden mendicante, y me decía que su comunidad vivía en continuo azoramiento, tristeza y depresión por lo que estaba ocurriendo a nivel de la fe. Y me ponía como ejemplo que, después del “¿Quién soy yo para juzgar?”, se habían acercado a la misa parroquial muchos homosexuales que comulgaban con sus “parejas” sin ningún cargo de conciencia.
Pero no nos vayamos tan lejos. Veamos nomás lo que ha ocurrido y ocurrirá esta semana. El Sumo Pontífice le habla por teléfono a la Jakelin para decirle que no hace nada malo al comulgar, más allá de que viva en estado de adulterio. Por supuesto, la Jaki y su concubino publican alborozados la noticia que reproducen todos los medios de prensa de mundo. La Santa Sede admite que el llamado existió pero que se trató de un consejo “privado” y que tal enseñanza pontificia no puede universalizarse. Dos días después, el papa Francisco les recuerda a los obispos de Botswana que el matrimonio es indisoluble, noticia que pocos medios publican y nadie lee.
No es fácil tomar cabal conciencia del enorme disparate, y del enorme daño colateral, que todo esto supone. ¿Cómo es posible que un señor, por más papa que sea, dispense telefónicamente a un bautizado de uno o dos mandamientos de la Ley? ¿Cómo es posible que un papa cometa tamaña imprudencia, siendo plenamente consciente de la difusión que tendría su “consejo” y el efecto que provocaría en el contexto actual? ¿Cómo es posible que ese señor papa no tenga ningún reparo de conciencia en cometer semejante escándalo? No quisiera estar en su pellejo cuando en el día del juicio.
Porque, seamos sinceros, el mal ya está hecho. El hombre de hoy, como apuntábamos hace un tiempo, se mueve por titulares periodísticos. Y el titular ya fue leído: “El papa autoriza a una divorciada a comulgar”. Aun cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe emitiera dentro de un mes un documento aclarando la situación y reafirmando con todos los argumentos que conocemos que tal situación es imposible, nadie lo leerá y nadie le hará caso, ni siquiera los obispos. Ya hemos visto que ningún obispo salió, si no a desmentir, al menos a exponer claramente la doctrina a sus fieles y evitar, en lo posible, la confusión y el escándalo. Nuestros prelados se encuentran ocupado redactando decretos de entredicho a los católicos que critican al papa Francisco y a ellos mismos.
Y luego tenemos el obsceno espectáculo de este fin de semana que la prensa ha denominado el “domingo de los cuatro papas”: dos papas vivos que canonizan a sus predecesores, luego de un trámite express y excepcional. Nuevamente, llamo a tomar consciencia de la gravedad del hecho: una institución que canoniza sistemáticamente a sus líderes. Esto implica que, de aquí en más, todos los cardenales que sean elegidos papas serán, necesariamente, santos, y santas serán sus palabras, acciones y decisiones. Una institución con estas prácticas despierta en cualquier persona sensata muchas reservas y sospechas. No hay mucha diferencia, por ejemplo, con cualquier régimen populista: Perón canoniza a Eva; Cámpora canoniza a Perón; Kircher canoniza a Cámpora y Cristina canoniza a Kircher. O con muchas sectas: Plinio Correa “canoniza” a su madre, Joao Cla “canoniza” a Plinio Correa, y ya están redactadas las letanías a Joao Cla.
Por todo esto, yo acuso a los culpables:
En primer término, al papa Benedicto XVI. Jamás debería haber renunciado. No me cabe duda que fue extorsionado e, incluso, amenazado de muerte, tal como lo afirmó recientemente un importante cardenal de su Curia. ¿Tuvo miedo? Es posible, pero debería haber intentado otras maniobras antes de abandonar su puesto: un putsch de palacio que desplazara a Bertone de la Secretaría de Estado y colocara a alguien de su absoluta confianza, como Mons. Gänswein; resistir solo algunos meses más, lo que hubiera provocado la exclusión del cónclave de los nefastos cardenales Kasper, Daneels y Hummes; apartar de Bergoglio de la sede porteña lo cual hubiera dificultado mucho su probable elección o, cuando el cónclave se aproximaba y se la veía venir, alguna operación de inteligencia que lo retratara tal cual es entre los cardenales, tal como sucedió cuando lo eligieron a él mismo.
En segundo término, yo acuso a los cardenales. Ciertamente, al pequeño grupo de gerontes progresistas, último núcleo duro que terminó imponiendo su candidato. Pero, sobre todo, a la marea púrpura de cardenales juanpablistas y ratzingerianos, bobalicones e irresponsables, y no me refiero solamente a los africanos o asiáticos, que no entendían nada, sino también a los americanos que se tragaron sin chistar el sapo de Bergoglio y arrastraron con ellos muchísimos votos. ¿Cómo es posible que habiendo sido creados exclusivamente para elegir al papa comentan semejante error? Ahora se están lamentando y llorando su equivocación, pero ya es tarde. El daño está hecho. La Iglesia, y los fieles, lo sufrimos y lo peor es que ninguna luz aparece en el horizonte.

But long ago he rode away,
and where he dwelleth none can say;
for into darkness fell his star
in Mordor where the shadows are.

viernes, 25 de abril de 2014

Pranzo a Piazza Irnerio

Mi agente romano, Dall'ombra der Cuppolone, relata lo siguiente:

Algunos que me ven siempre pegado a la pared de la Basílica de San Pedro me preguntaron si soy tan engreído de pensar que yo puedo sostener la basílica. En realidad no la sostengo, sino que me apoyo en ella. Otros me comentan que en invierno es muy frío el lugar, aunque cuando arrecian los calores de agosto es muy agradable. Pero yo les cuento que siempre viene el calor amable y la frescura diáfana de la tumba de Pedro.
Pasada la Pascua ahora se ven en Roma muchos argentinos, incluso un creciente número de sacerdotes. Por las canonizaciones del domingo. Varios de los curas viajeros (sobre todo porteños) aclaran que pudieron enfrentar los gastos porque alguna vieja ha sido generosa (parece poco agradecida la aclaración). También hay varios jueces y funcionarios judiciales que no pagan el famoso 35% porque están exentos del impuesto a las ganancias.
Entre los curas argentinos se destacan los que se declaran amigos de Bergoglio o Jorge (no dicen Francisco ni el Papa). Con humildad se muestran dispuestos a servir como obispos. Hay una idea que se repite: hay que ocupar las sedes argentinas para que sea la Iglesia que quiere Jorge.
Fue muy indicativa una reunión con pizzas en un colegio religioso cerca de la Piazza Irnerio.
Se juntaron viajeros y algunos curas argentinos residentes en Roma (por estudio o trabajo). Animados comentarios sobre listas de nombramientos episcopales o traslados de sede. Pero nadie sabe si los curas que se dan de informados hacen suposiciones propias o si existe realmente esa prospectiva en el Papa.
Llovieron las críticas al ex nuncio Bernardini. Pero alguien salió a defenderlo. Según el mismo ex nuncio él no podía elegir los obispos, salvo cuatro y medio, el resto casi todo salía de Bergoglio.
Según los que se dan de informados y con acceso a Jorge (Francisco) la mirada está puesta en las diócesis argentinas más importantes, para marcar un rumbo de renovación y cercanía con la gente.
A la cabeza Rosario (tendría poca piola en el carretel). La Plata se da la da por perdida por ahora, pero le tienen hambre. De Bahía Blanca dicen que de dos obispos que hay no se hace uno (por enfermedad y por falta de iniciativa). De Salta que pondrían un auxiliar que ayude a salir del tradicionalismo y del triunfalismo de un arzobispo muy pegado al gobierno local. Se comentó que el arzobispo norteño venía alimentando un candidato, pero que estalló por los aires cuando salió a la luz que era muy afectuoso y le gustaba jugar al doctor con los adolescentes de un fino colegio sanisidrense. De Tucumán dicen que anda muy mal pero que se resiste a aceptar un auxiliar. También que Zecca quiere ir más cerca de Buenos Aires (tal vez Rosario) pero que no tiene mucha chance. De Arancedo: que es muy apagado y poco pícaro. Que le falta poco para retirarse. Pero, como a Poli no le interesa la CEA, capaz que la señal sea renovar a Arancedo pero con un vicepresidente más renovado y alineado. Hay analistas eclesiásticos en abundancia. Que el Papa nombrará cinco obispos más en la Argentina y parará por un tiempo. Que ya se va interiorizando de la Iglesia Universal y que se ocupará menos de la Argentina. Respecto a qué hará en 2015 año electoral: que mostrará distancia, pero que jugará a las escondidas. En los contertulios de Piazza Irnerio se ve más frecuencia del comentario de actualidad que de los libros de estudio. Se ríen del soporífero Carlos Galli: en una conferencia en la Gregoriana puso mucha claridad (se hicieron varios claros en los asientos de la sala, los asistentes iban desertando). En cambio Scannone (ahora destinado a Roma para ayudar al papa, como fue Ratzinger con Juan Pablo) les resulta demasiado intelectual. Los curitas prefieren leer a Menapace y Anthony de Melo. 
En la reunión había más olor a mate y a lo sumo a perfume francés, poca testosterona. Es curiosa la mezcla de estilo casual-pobre-desaliñado y de ropitas de marca, buenos electrónicos y algún perfume caro.
Los más sorprendentes son los que se declaran y se asumen como preocupados no por Francisco ni por la Iglesia sino por Jorge. ¡Está solo! ¡En medios de los curiales! Estos buenos sacerdotes se sienten llamados a hacerle el aguante, les gusta que los llame por teléfono. Incluso alguno comenta que él hace el servicio de ponerle la oreja, que Jorge llame a cualquier hora, cuando necesite un corazón amigo. Pero queda claro que ninguno tiene el número para llamarlo al papa. Él toma la iniciativa cuando lo necesita.

Yo creía que ese encuentro de Piazza Irnerio iba a ser un focolar de entusiasmo apostólico. Pero resultó una distracción de banalidades. San Pedro Damián me va a retar. Mejor vuelvo a lo mío.

miércoles, 23 de abril de 2014

Un obispo desorientado


Tal como lo leen. Hay un obispo desorientado en nuestro país que necesita urgentemente que alguno de sus hermanos en el episcopado o que sus fieles le acercan una brújula. Nos referimos al Ordinario de San Rafael, Excmo. y Rvmo. Monseñor Eduardo María Taussig.
Todos sabíamos de la extraña propensión de Su Excelencia a hacer valer su autoridad episcopal. Son recordadas, por ejemplo, las persecuciones a los sacerdotes de su diócesis que osaban juntar los dedos (el índice y el pulgar) luego del Canon de la Misa y hasta la purificación, tal como se mandaba hacer en el Vetus Ordo. Y para fundamentar sus furias, mandó a su lacayo escribir un pequeño tratado en el que, alternando fórmulas de física cuántica con calculos astronómicos, se concluía que las micropartículas que podrían quedar adheridas a las yemas de los dedos no posían materia suficiente para ser el Cuerpo de Cristo.
Pero esto ocurrían en tiempos del papa Benedicto, cuando el revival de ornamentos barrocos, tronos dorados y zapatos colorados auguraba también un retorno a modos y formas autoritarias propias de una Iglesia más cercana al Medioevo que a la Modernidad. Pero desde que el Padre Jorge fue ungido Obispo de Roma, los aires dentro de la Iglesia han cambiado radicalmente. Y pareciera que es justamente este detalle lo que el Padre Obispo Eduardo María aún no logra asimilar.
Llamó la atención que el año pasado negara la ordenación a algunos seminaristas luego de un riguroso examen en el que no aprobaron la materia "Documento de Aparecida". Los muchachos, en efecto, con buen tino habían evitado la lectura de semejante mamotreto tuchesco y dedicado el tiempo a repasar algunas nociones de teología tomista a la que Mons. Taussig era tan afecto durante sus tiempos de vicerector del Convitto San Tommaso de Roma. Sin embargo, el desconocimiento de un documento de tanta importancia para la Iglesia como es el de Aparecida, sumado al hábito desarrollado de usar sotana y de gustos musicales que excluían el uso de la guitarra en las ceremonias litúrgicas, provocó la aireada reacción episcopal. Una actitud de semejante rigidez no solamente se contradecía con las corrientes pedagógicas más actuales -las mismas que se aplican en los colegios religiosos que están bajo la autoridad directa del Ordinario- sino también con la actitud bondadosa y misericordiante del nuevo Romano Pontífice.
Pero lo que nos ha dejado estupefactos en la noticia que hemos recibido ayer. El Padre Obispo de San Rafael promulgó unas letras episcopales, que ver aquí, en las que amonesta públicamente al Dr. Antonio Caponnetto advirtiéndole que, si osa pronunciar en la diócesis cuyana alguna palabra de crítica hacia el papa Francisco o hacia la apostólica figura del obispo Taussig, caerá sobre él la pena prevista en el canon 1373, es decir, el entredicho, lo cual implica que el penado ya no podrá recibir los sacramentos de la Iglesia ni sepultura eclesiástica, entre otros efectos. No podemos negar que produce un cierto solaz, para personas de pensamiento tradicional como nosotros, el enterarnos que un obispo que, avanzado ya el siglo XXI, recurra aún a amonestaciones públicas y a amenazas de entredichos. Es como volver a la Edad Media! Ya algunos amigos están haciendo apuestas sobre qué tipo de instrumentos de tortura alberga el obispo cuyano en los sótanos de su palacio episcopal. Se habla incluso de que ya habría acordado con los superiores de la orden dominicana el envío a San Rafael de un inquisidor que vendría cargado con grilletes y cepos y con facultades para aplicar el potro a los pertinaces críticos de la autoridad omnímoda y sacrosanta del prelado.
Más allá de la agradable sorpresa que pueda producirnos este pintoresco espectáculo medieval, no podemos dejar de reconocer que se emparenta más con Juego de Tronos que con la revolución de diálogo y apertura que ha introducido en la Iglesia Católica el papa Francisco. Ha sido el mismo Sumo Pontífice quien, hace pocos días, recibió en audiencia privada a los diputados Margarita Stolbizer y Claudio Lozano quienes, apenas regresar al país, firmaron el despacho de comisión de la Cámara de Diputados apoyando la despenalización del aborto. Ciertamente, nuestro bienamado Padre Jorge conoce las opiniones de estos legisladores y conoce también que, según la ley canónica, quienes favorecen de algún modo el aborto -promulgado una ley al respecto, por ejemplo- caen en la pena excomunión. Sin embargo, lejos de amenazarlos o amonestarlos públicamente, el papa ha preferido la vía del diálogo y del afecto y los ha recibido en la residencia vaticana, y hasta quizás se haya tomado unos mates con ellos.
Muchos ejemplos más podrían citarse en este sentido. Recordemos, por ejemplo, que el periodista Scalfari, conocido por su anticlericalismo y sus despiadadas críticas a la Iglesia y al papado, no solamente no fue amonestado y amenzado con el entredicho, sino que fue recibido por el papa Francisco quien le otorgó, además, una extensa entrevista. Estos son los nuevos aires purificadores que nos llegan de la colina vaticana! Una Iglesia pobre para los pobres, que no juzga acerca de los gustos e inclinaciones sexuales de las personas y que, aún más, dejando de lado las anacrónicas prescripciones morales, considera que quien comulga no hace nada malo y que, por tanto, la señora santafecina que vive en situación irregular -de adulterio, diría un troglodita- puede acercarse sin problemas al sacramento de la Eucaristía.
Por eso nos resulta incomprensible la actitud del Padre Obispo Taussig que amonesta y amenza con penas canónicas medievales. Por eso, creemos necesario que, en forma urgente, algún alma caritativa le acerque una brújula. En épocas de misericordiaciones masivas no hay lugar para penas canónicas...por criticar al papa o al obispo!

- Don Wanderer, ¿qué le parece lo de Taussig?
- Me parece un disparate; un disparate mayúsculo.
- Pero ¿no se da cuenta que desde Roma le van a tirar las orejas bien fuerte?
- No sé... Él alardea de que "tiene contactos" en Roma.
- Ehhh, pero ¿cómo? Contactos puede tener, pero ¿no ha escuchado al papa Francisco que con tanta insistencia habla del pecado de hacer lobby y mover influencias dentro de la Iglesia para lograr objetivos particulares?
- Pareciera que esa parte de las homilías pontificias se las saltea. La atracción de un arzobipado es muy fuerte.
- Será por eso que viaja con tanta frecuencia a Roma...
- Y el pobre no se da cuenta que Bergoglio lo va a cocinar en su propia salsa. Cuánto le apuesto que no lo saca más de la perdida y desértica diócesis de San Rafael...

domingo, 20 de abril de 2014

Christos Anesti



Χριστός Ανέστη!

Cristo resucitó de entre los muertos,
y con su muerte destruyó a la muerte,
dando vida a los que estaban en los sepulcros.

FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN






viernes, 18 de abril de 2014

Vergüenza ajena... o propia



Ceremonia del lavado de los pies el Jueves Santo en la catedral del Santo Salvador de Moscú celebrada por el el patriarca Cirilo.



Ceremonia del lavado de los pies el Jueves Santo en un asilo de ancianos de Roma celebrada por el Sumo Pontífice Francisco.



lunes, 14 de abril de 2014

Dall'ombra der Cuppolone

El espía del Wanderer en Roma me envía una reflexión y algunos datos acerca del "oficio de criticar":

Oiga don Wanderer: no me cambie por Coppolone, que resulta ser el mayor de la familia Coppola. Y no es buena compañía. Además yo escribo con doble p, y hasta der en vez del, porque escribo en romanesco.
Este asunto de la dada de baja de su artículo me hizo pensar mucho, también algunas críticas que leí a mi reporte romano anterior.
No quise contentarme con mi propia respuesta a la duda moral, tampoco con la de mi padre espiritual porque piensa igual que yo. Ya que somos de la misma escuela moral. Entonces me fui a visitar y consultar a un conocido moralista y hombre de fama de sabio consejo del Teresianum. De otra tradición que la mía.
Me dijo que mientras no se calumnie ni agravie, que es sano crear espacios de opinión publica dentro de la Iglesia. Que hace falta que se pueda opinar, disentir, criticar incluso al papa. Que es posible que al mismo Francisco algún comentario le caiga mal, pero que en línea de gobierno está alentando el debate a mar abierto. Que incluso Mons. Celli (que supo estar en la Nunciatura argentina) está organizando cursos para obispos en esa dirección. Que a los confesores de las basílicas ya les dieron una charla sobre el tema.
RESUMEN: adelante con los espacios de opinión pública. No calentarse con las críticas, no apostar al pensamiento único, respetar a todos y dejar hablar para poder escucharse.

Me fui increíblemente alentado, de manera que ya le escribiré próximamente, si me cobija en su blog. Por ahora, Buona Pasqua !!!

jueves, 10 de abril de 2014

El trueno de don Gabino



Estimados,
Luego de las críticas, he leído y re-leído el post. También he pedido el parecer de amigos que son más sabios y entendidos que yo y considero que, efectivamente, habían párrafos en mi escrito que podían ser interpretados erróneamente y que, incluso, podían ser injustos.
Todos saben mi opinión sobre el papa Francisco. No la he modificado. Pero de ningún modo quiero afirmar falsedades con respecto a él, o escribir alguna palabra que corra el riesgo de ser interpretada de ese modo.
Finalmente, si bien critico que el Sumo Pontífice haya mentado públicamente un tema tan delicado como la expresión paulina de que Cristo "se hizo pecado", mal hago yo en mentarla también del mismo modo.
Estos motivos me han llevado a eliminar el post.
Finalmente, una aclaración a raíz de varios comentarios que me llegan: Yo no soy lefebvrista. Jamás lo fui ni tengo planes de serlo. Tengo sí muchos amigos pertenecientes a la Fraternidad a quienes aprecio de corazón, pero El Wanderer no es un blog lefebvrista (y, por supuesto, mucho menos sedevacantista). 

Regalo de Pascua: Pueden bajar desde aquí, zipeados, 62 libros de Chesterton en PDF.
(He chequeado el link y funciona. Está alojado en Mega. Es probable que deban suscribirse gratuitamente para bajarlo. Vale la pena).

lunes, 7 de abril de 2014

El temor del papa


Si soy el Señor,
¿dónde está el temor que me corresponde?
dice Yahvé de los ejércitos a vosotros,
sacerdotes, que despreciáis mi nombre.
Malaquías, I:6.

Con temor y temblor, trabajad por vuestra santificación.
(Filipenses, 2:12)

El 31 de marzo pasado, el Papa recibió en el Palacio Apostólico del Vaticano a un grupo de jóvenes belgas que le hicieron varias preguntas. Sobre el final alguien le preguntó a qué cosa le tenía miedo. Fundamentalmente dijo que a nada, que no le temía a nada, y que no había que temer. Luego introdujo una distinción entre dos temores, uno bueno y uno malo:
"El temor bueno es como la precaución: nos ayuda a no caer. Y luego está el temor malo: este te bloquea y no te deja hacer nada. Y debes rechazarlo."
¿Y bien? Es un ejemplo más de las infinitas banalidades con que este hombre suele producirse improvisadamente, casos que ilustran su forma mentis pueril, su notable falta de formación, su increíble desfachatez cuando se piensa que es el Papa, que tiene por incumbencia específica enseñar la fe católica.
Desde luego, esto que dice sobre estos dos temores no tiene nada que ver con la fe católica… ni con nada, que no parece sino un twit de Paulo Coelho, con lo que estamos muy tentados de dejar caer todo este asunto en un resonante silencio y dedicarnos a algo de más sustancia…
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Si no fuera que tenemos miedo, y miedo del bueno—no según el estúpido paradigma papal, sino según Santo Tomás de Aquino.
¿Miedo bueno? Sí, tiene otras apelaciones también, como "santo temor" o "temor de Dios", uno de los siete dones del Espíritu Santo, el don más sistemáticamente olvidado, distorsionado, ocultado y suprimido desde el Concilio Vaticano a esta parte: medio siglo en el que no se lo menciona, no se lo recuerda, no se lo enseña, ni practica.
El santo temor de Dios.
En efecto, en un disparatado intento angelista de redefinir nuestra Fe, a partir del Concilio (y todos y cada uno de sus subproductos espirituales, morales, litúrgicos y literarios) se viene desarrollando un sostenido esfuerzo en suprimir el temor de Dios.
Así desapareció el Infierno de la Catequesis, el Purgatorio de las oraciones, el Juicio Final de la predicación; se combatió cualquier gesto reverente en la misa (como comulgar de rodillas), se minimizó la compunción en la confesión, se dejó de enseñar qué cosa es un pecado mortal y cuáles sus consecuencias, se "suprimieron" pecados mortales (como el de la anticoncepción, por ejemplo). El esfuerzo realizado fue inmenso: se cambió el nombre a este sacramento (y al de la extremaunción), se modificó la música sacra para que no tuviera el menor eco de esto que hablamos, del sacrosanto temor de Dios, se desalentó el uso de casullas de color negro, se sustituyó la apelación "Dios de los Ejércitos" por "Dios del Universo", se agregó una estación al Vía Crucis y cinco nuevos misterios "luminosos" al Rosario que no sé yo qué tienen de "misteriosos": Jesús inicia su predicación pública (¿?).
Se alentó las guitarreadas en los velorios, y ahora se alaba al difunto durante las misas exequiales, (comparen eso con un buen réquiem, comparen eso con la secuencia de Tomás de Celano sobre el "Dies Irae").
No hay temor de Dios, Dios no está enojado ni se puede airar (esas son metáforas del Antiguo Testamento). Y cuando la expulsión de los mercaderes del Templo, Cristo sólo "fingió" estar enojado.
Ya te voy a dar a vos.
No se predica sobre las tremendas profecías de Cristo acerca del Fin de los Tiempos, no se habla jamás de las Cuatro Últimas cosas (como se lo señaló Messori al Magno y el otro siguió como si nada).
No hay temor de Dios; y después de medio siglo de esta formidable campaña, la gente ya ni sabe qué es.
Ni siquiera el Papa.
Ni hablar de distinguir entre el temor servil y el filial.
Y sin embargo es un don del Espíritu Santo, un regalo de Dios a los hombres.
¿El servil también?
Sí señor, el servil también es don del Espíritu Santo, como lo explica largamente Santo Tomás en la Suma (II-II, q. 19, art. 4).
Y si vamos a ver un poco, Nuestra Señora le mostró el Infierno a tres inocentes pastorcitos, que sólo estaban jugando mientras cuidaban unas cabras…
A Jacinta, de sólo siete años de edad, a Francisco, que tenía nueve, a Lucía que tenía once.
Les inspiró verdadero terror y enormes deseos de hacer penitencia por sus pecados… y los nuestros.
De entrada nomás.
Igualito al Magno que inauguró su pontificado con su famoso "No tengáis miedo", igualito a este que tenemos ahora, que identifica al temor bueno con… con… bueno, qué sé yo… con un instructivo para conducir automóviles: "Safety first".
Ahora, si se fijan, verán que Santo Tomás condena enfáticamente otro temor: lo llama temor mundano, y ya se van figurando qué temor es.
Procede del amor del mundo.
"Se llama propiamente amor mundano aquel por el que uno se apega al mundo como fin último; y así, el amor mundano siempre es malo. Pero el temor nace del amor, ya que el hombre teme perder lo que ama, como demuestra San Agustín en el libro Octog. trium quaest. Y por eso el temor mundano procede del amor mundano como de una raíz mala, y por eso es siempre malo."
Pues bien, ése temor, justamente ése, es el que domina el corazón de quien tiene a su cargo apacentar a las ovejas, defenderlas de los lobos y enseñarles la verdadera doctrina.
No; no me gustaría estar en sus (famosos) zapatos.
Estaría muerto de miedo.

Jack Tollers.          

viernes, 4 de abril de 2014

Calado

He colocado en la columna de la derecha, entre "Mis favoritos" al blog de Mundabor, un personaje que ha calado a Bergoglio con una agudeza increíble. Y para prueba, aquí les traduzco una breve, pero muy intensa descripción del personaje:

"Debemos admitir de que el pensamiento Francisco es el de alguien a quien realmente no le importa un bledo Cristo, el catolicismo o la Iglesia. Para él, no son más que accesorios de una ideología social, que es su verdadera religión, y con la cual estrecha alianzas. Cuando uno se da cuenta que Francisco piensa de ese modo, entonces se empieza a entender mucho más de lo que dice y hace diariamente.
Pero lo más indignante es que este hombre es, o bien tan estúpidos, o bien tan arrogante que no le importa en lo más mínimo la coherencia que debe manifestar en lo que dice. El mismo que afirma “quién soy yo para juzgar”, es el más odioso rompiscatole del planeta en las cosas más insignificantes, por ejemplo criticar a la gente si no le sonríen a él de la manera correcta, junto a otras observaciones poco delicadas, como decirle a la gente no deben “sonreír como azafatas”, o las monjas que no deben “ser solteronas”.
Francisco dispara todos los días con el cañón basura, dice cosas que a otros ridiculizarían constantemente, y se ha convertido en el blanco de las bromas de todo el mundo en poco tiempo. Es tan superficial, tan aficionado a lugares comunes, posee una inteligencia de tercera categoría que no sería capaz de sobrevivir a un debate no lo digo ya con un obispo como Fellay, sino con cada chico inteligente y bien instruido de quince años. Uno lo escucha y se pregunta cómo es posible que a este hombre se le haya permitido llegar a ser sacerdote".