por Eck
Introducción
Negras tormentas agitan los aires para los tradicionalistas. Corren rumores de que el cardenal Cupich, alias “Cupido”, una creatura e instrumento del infecto cardenal Mccarrick y aliado del papa Francisco en esa nación, pretende expulsar al Instituto Cristo Rey Sumo Sacerdote de su archidiócesis y echar el cierre definitivo a la misa tradicional en su territorio. Por otro lado, hemos conocido informaciones procedentes de otra ciudad norteamericana, Savannah, donde su obispo anunció que las misas en Rito Romano han de acabarse velis nolis para mayo del 2023 por mandato del dicasterio de Roma.
De todos es sabido que a Bergoglio no le importa una higa la liturgia, sea la nueva o la vieja, como ya se ha podido ver en todo su pontificado, haciendo lo que le da la gana y saltándose hasta sus propias normas cuando le parece oportuno. Por lo que poco caso le podemos hacer a sus lagrimones de cocodrilo de su Desiderio desideravi sobre los abusos: si el abad juega a naipes, ¿qué harán los frailes?. Así, ¿Qué mayor prueba tenemos que haya en ese documento multitud de párrafos imposibles de ser escritos por él? Prueba de que fue un encargo a miembros muy bajos y segundones de la Curia, que tiraron de archivos, que fue compuesto con disgusto, que tuvieron que meter algún parrafito del pontífice y, porque no, se ve un poco de mala intención contra el pontífice haciéndole decir cosas que ni en una sesión psicodélica hubiese sido posible ni imaginable.
No, el problema no está en la Liturgia ni siquiera en el tradicionalismo en sí aunque Francisco le tuviera siempre prevención o menosprecio. Hombre práctico y político hasta el exceso, sabe muy bien que “enemigos, los menos”, por lo que no hay que creárselos innecesariamente y menos por algo de tan poco valor para él como son cuatro gorgoritos gregorianos y las puntillas de la abuela...
El pecado original del tradicionalismo
Repetimos, a Bergoglio le importa un comino la liturgia y, por ende, el tradicionalismo, grupo mínimo, sin influencia ni poder real dentro de la Iglesia Universal ni grandes apoyos en el mundo profano, más bien lo contrario. Entonces, ¿Por qué está actuando de esta manera en un ámbito que ni le va ni le viene? ¿Qué gana con ello? Por un pequeño detalle que se nos está olvidando pero que en Santa Marta ven claro: el tradicionalismo se ha convertido, por una serie de errores garrafales del obispo de Roma, en el principal símbolo de oposición a su pontificado. Que el tirano Banderas vaticano haya sido capaz de transformar las puntillas de la vieja en un bandera contestataria y las pusiera de moda vendiéndose como rosquillas en el mundo clerical, tiene su mérito. Este hecho es el que me hace pensar que sus ataques traicioneros y arteros continuarán aunque no se diga nada ni se haga nada en su contra porque es nuestra mera existencia, después de decretar nuestra gradual extinción y de no llevarse a cabo, una bofetada continua contra su poder, su prestigio; un ataque directo a su persona. Este es nuestro pecado original y no hay bautizo que lo limpie.
No es nada personal, sólo son negocios
¿Cómo hemos llegado a esto? En mi opinión se debe a un fallo de cálculo de Francisco que se metió solito en un carajal sin darse cuenta. Acorralado como estaba por los que le auparon al solio petrino, en medio de una rebeldía teutónica y cercado por muchos escándalos sexuales, económicos, doctrinales y de mal gusto de sus criaturas, aliados y amigos, Bergoglio se negaba panza arriba a acometer unas “reformas” y a cortar por lo sano los problemas porque le restarían poder y perdería prestigio, sus tesoros. Podrá hacer capirotes con la tiara pontificia pero ni rozará con una pluma la base de su potestad. Se imponía tomar una medida contundente y que cumpliese con estos fines:
1º) Contentar al progresismo echado al monte y que no lo indispusiese con el conservadurismo mayoritario.
2º) Mostrar su poder absoluto en la Iglesia para aviso de amigos y enemigos.
3º) Montar lío que generase polémicas y ríos de papel, pasto de periodistas y opinólogos pero que, en fondo, no tocase el status quo real ni los equilibrios de poder eclesiásticos.
En resumen: contentar a los suyos, no indisponerse con la mayoría, meter miedo a todos, avisar a los contrarios (no es indiferente que después del TC haya metido en vereda al Opus Dei; demasiado obsequiosos para fiarse de ellos...) y arrojar tinta de calamar con la cuestión litúrgica. Salió la bola negra al tradicionalismo porque reúne todas esas características, además de ser caza mayor preferida para muchos altos curiales pedantescos y ser visto por la parte más radical del conservadurismo como un peligroso adversario. La víctima perfecta, pues. Y como un regodeado Nerón en Quo vadis? decretó su extinción diciendo que la historia no recordaría ni sus nombres para tapar al culpable del incendio dentro de la Urbe.
El chivo expiatorio contrataca
La víctima perfecta: pocos, débiles, mal avenidos entre sí, sin apoyos eclesiásticos ni simpatía del mundo secular, envidiados por el oficialismo, lleno de frikismos y tronados, muy sospechosos de no ser fieles y no aceptar el ultramegahipersupermagisterial Vaticano II y siempre con la sombra del cisma sobre la cabeza. ¿Quién se iba a oponer en serio a su destrucción?¿Quién iba a salir en su defensa? Además se oponían a los amores francisquitas. Pocos amigos, muchos enemigos y pocas simpatías de la mayoría. Creó un símbolo terrible y dio un arma formidable a sus adversarios: una víctima inocente.
Pero no contó con varios hechos que cambiaron el rumbo de su Diktat hacia el desastre:
1º) Que no estamos en sus primeros años de pontificado. Jorge Mario, con sus formas de gobernar tiránicas, insultantes y cutres, ha creado un rencor y un resentimiento tal a su alrededor que cualquier víctima suya se ve con simpatía y reconocimiento. Otros han visto debilidad en la medida debido a sus golpes bajos y la mayoría ha olido el fin del pontificado y no quieren mancharse con un crimen reciente que les hace solidarios con este papado descalificado. Apoyar al tradicionalismo pasivamente, aunque sea con la nariz tapada, es apoyar la oposición a este papa y prepararse bien para el siguiente. Muy pocos lo han hecho por amor a la justicia y a la verdad. Sólo los más fanáticos y los que están bajo la mirada directa de Sauron han cumplido con las medidas a gusto del líder.
2º) Que el tradicionalismo está muy curtido en mil batallas, al revés que un oficialismo tan acostumbrado a los mimos del poder por su lacayismo y cuya mayor desgracia concebible es perder el favor de la jerarquía. Sólo hay que ver la reacción al TC de los institutos Ecclesia Dei y compararlos con el del Opus Dei “Ad charisma tu(ll)endum”. Acostumbrados a la desgracia y al sufrimiento, a los baculazos y mitrazos, despreciados por defender lo que aman hasta con los dientes y convencidos contra viento y marea de la justicia de su causa, escarmentados de los errores pasados, no cayeron esta vez en la trampa de una sublevación general ni pidieron árnica servilmente ante las pantuflas pontificias. Se mantuvieron de pie, dieron sus razones, prepararon las catacumbas y organizaron la resistencia en todos los ámbitos. Ahora todos los golpes se le vuelven a Francisco, quien rabea porque va perdiendo poder y prestigio. Ha creado un símbolo de oposición a su tiranía y encima procedente de la Tradición. Se ha encontrado con la resistencia pasiva pública del episcopado, ha chocado contra la dura realidad de un grupo pequeño de fieles convencidos, dado munición a los críticos de la iglesia contemporánea incluyendo al Concilio y su espíritu, y, sobre todo, corroído su poder. Esto NO se lo esperaba. Esto NO lo va a consentir. Esto NO lo va a perdonar nunca. Ahora sabe que hay una bandera poderosa contra él y que cualquier medida de pacificación, de transacción, se verá como una derrota, como una victoria, como una rendición ante sus oponentes. Habrá guerra y hay que prepararse porque usará todas las triquiñiuelas, ardides y trampas.
¿Qué hacer?
Resistir, unir, ayudar y prepararse. El lema de S. Agustín debe ser el nuestro: In necessitate, unitas; in dubiis libertas; in omnibus, caritas. Fue un motivo de esperanza en medio de las tinieblas del TC que se reunieran todos los superiores de Ecclesia Dei en París para acordar medidas en común porque Bergoglio jugará a la división, como creo que son sus acercamientos a la FSSPX y su decreto manuscrito a Fraternidad San Pedro pero no a los demás, para que cayesen en la tentación non sancta de ser sus aliados a cambio de quedarse con el campo tradicional en exclusiva. Para ser los últimos en ser devorados, vamos. Debe quedar claro que un ataque a cualquier miembro es un ataque a todos.
Pero la unidad no debe ser solo entre sí sino con otras partes de la Iglesia y no por mero interés. Se debe formar un frente común con todos los que tengan la fe católica, quieran la santidad y le honren con culto digno. Es hora de enterrar el exclusivismo y paternalismo romano para siempre. No estamos luchando para volver al siglo XIX y sus polvos tóxicos sino por toda la Tradición y por la fe de nuestros Padres, desde los apóstoles, mártires, santos e, incluso, lo mejor de la esperanza pagana y la herencia de Israel. Se deben forjar lazos de amor, afecto y reconocimiento con el Oriente y sus iglesias católicas, que mucho bueno y experiencia nos pueden dar. También con otros grupos católicos, incluidos a los carismáticos y kikos decentes, porque responden a una necesidad, a pesar de algunas necedades suyas. Los pueblos libres de Tolkien se unieron a pesar de sus diferencias contra el enemigo y con la esperanza de un mundo mejor. Sigamos su ejemplo.
Prepararse para devolver la belleza y el resplandor a la Santa Iglesia para que pase de la pobreza y los harapos de hoy a los vestidos regios del Bien, Verdad y Belleza, para ser luz para todas las gentes hasta el confín del mundo y refugio seguro para todos los pecadores. Esto se hace amando a Dios con toda el alma, con toda la mente, con todo el cuerpo. El amor a Dios en todas las cosas es la vara con la que hace el Señor sus maravillas. Hay pues que honrar a Dios con el estudio de la fe, el cultivo de la verdad tanto en lo sobrenatural y en lo natural, con obras de caridad corporales y espirituales, creando belleza humana que se una a la divina de la Creación, dando frutos de santidad y salvación. De nada nos sirve defender la Tradición sin la savia, sin el fuego que da vida: Jesucristo. Sólo Él tiene palabras de vida eterna y sin Él nada podemos. Nunca lo olvidemos.