sábado, 1 de abril de 2023

La extraña salud del papa Francisco

 


La Sala de Prensa de la Santa Sede nos tranquilizó el miércoles diciéndonos que el papa Francisco había sido internado para controles de rutina. Poco después, se habló de un problema cardíaco, luego pasó a ser respiratorio: una neumonía.

Son embargo, al día siguiente nos enteramos, para nuestro alivio, que en realidad era una bronquitis de base virósica que estaba siendo tratada con antibióticos. Y ayer se nos informó que tan bien estaba Su Santidad que, aún portando un virus, se había dado una vuelta por las salas oncopediátricas del hospital para saludar y bendecir a los niños, sin llevar siquiera una simple mascarilla. 

¿Será que los virus pontificios tiene poder terapéutico? ¿O será que nos siguen mintiendo y nos toman por estúpidos? Según alertaban en las últimas horas algunos medios italianos, el problema había sido un infarto de miocardio.

viernes, 31 de marzo de 2023

Mons. Héctor Aguer: la obsesión antilitúrgica

 


He celebrado mi primera misa el 26 de noviembre de 1972. Lo hice empleando el rito entonces vigente, que era el creado por Pablo VI; autor: el masón Annibale Bugnini. En castellano, por supuesto; sobrevivían en latín las oraciones secretas del celebrante. Nunca se me ocurrió recurrir a la "Misa de siempre"; la que rezábamos en el Seminario todos los años de mi formación, con la novedad que era —en la capilla del filosofado, diariamente— "versus populum". Nunca se me ocurrió recurrir —contrariando la prohibición canónica, pacíficamente aceptada— al viejo formulario. Ni siquiera después que Benedicto XVI lo aceptara como forma extraordinaria del Rito Romano mediante su "motu proprio" Summorum Pontificum. A pesar de mis estudios teológicos y litúrgicos, que me daban lucidez para el olvidado ritual, ningún reparo ideológico, ni nostalgias se me impusieron; la costumbre se estacionó y quizá por pereza no me atreví a contrariarla juzgando críticamente la novedad que siguió al Vaticano II, durante el cual no hubo innovaciones litúrgicas. Hoy día puedo pensar que Pablo VI pudo haber realizado algunas modificaciones para actualizar la "Misa de las edades", la cual tenía vigencia desde hacía siglos, y no inventar una nueva misa. Fríamente mensuro el "atrevimiento", un alarde inesperado para muchos de progresismo; muchos siglos fueron desechados, arrojados en el torbellino de los cambios.

He apelado a esta historia para destacar que soy libre: yo sigo celebrando la misa de Pablo VI. Esta posición eclesial me permite calibrar el daño realizado por el motu proprio Traditionis custodes, reforzado todavía recientemente por un "rescripto". Roma tendría que preguntarse por qué cada vez más sacerdotes y laicos —estos sobre todo— se inclinan con veneración por el antiguo rito. La obsesión antilitúrgica es la ideología que se torna canónicamente tiranía. A pesar de que efectivamente la prohibición del Misal de Juan XXIII no es tenida en cuenta por los jóvenes, que aspiran a un culto que responda a la verdad de la fe: culto de Dios, no del hombre. Porque Roma sigue aferrada al die anthropologische Wende, de Karl Rahner.

En la última década, además, ha entrado a jugar la tradición alitúrgica de la Compañía de Jesús. El desplazamiento de la liturgia da lugar a la imposición de hecho y de palabra, de un moralismo relativista.

Las innovaciones antilitúrgicas se han sucedido sin interrupción desde la promulgación de la "nueva misa". Este comienzo señaló un cambio innecesario. Podía haberse cumplido el propósito de renovación del Concilio Vaticano II con leves modificaciones del Rito Romano, o mejor dicho con corrección de las alteraciones producidas en la historia, continuando la obra de Pío XII, que fue un verdadero renovador. El propósito conciliar se llamaba significativamente instauratio, restauración. Crudas disidencias se produjeron a partir de los años 70, ante la impavidez de Roma. Benedicto XVI, por medio de su motu proprio Summorum Pontificum, habilitó la Forma Extraordinaria del Rito Romano; fue una solución salomónica que podía satisfacer las aspiraciones de sacerdotes y fieles apegados a la Tradición, y a la vez dar razón de las objeciones dirigidas contra la Misa promulgada por Pablo VI. Este arbitrio de prudencia y de sensibilidad pastoral permitía esperar una paz estable, con la vuelta a la obediencia de numerosas comunidades que vivían en situación de conflicto con Roma. Es verdad que las disidencias contra el Vaticano II iban mucho más allá del orden litúrgico, y se extendían al campo doctrinal y jurídico - pastoral. El magisterio litúrgico del Papa alemán retomaba la teología de la liturgia desarrollada por el Cardenal Ratzinger, que seguía las huellas de Romano Guardini y Klaus Gamber.

Un lamentable retroceso se produjo con el motu proprio Traditionis custodes, que eliminó la Forma Extraordinaria del Rito Romano, e impuso fuertes condicionamientos para conceder el uso de la "Misa de los siglos". Desde esta perspectiva se puede apreciar la gravedad de las disposiciones de Pablo VI, que iniciaron una etapa nueva en todos los ámbitos de la vida eclesial, y dieron cabida en el posconcilio a errores y mutilaciones peores que los sostenidos por el modernismo de principios del siglo XX, condenado por San Pío X. La línea abierta por ese motu proprio ha sido recientemente ratificada y agravada por el "rescripto" que impone a los obispos la obligación de obtener el placet pontificio antes de autorizar el uso de la "Misa de todas las edades". Esta imposición inverosímil da al traste con la tan alardeada "sinodalidad"; la autoridad de los obispos ha sido recortada en un campo esencial de su munus como Sucesores de los Apóstoles. Es de temer que esta pertinacia antilitúrgica suscite nuevamente actitudes contrarias a la "unidad" que Roma dice profesar. De la misma fuente procede —me parece— la ilusión de una reforma, que habría sido solicitada por el cónclave que lo eligió al Papa. La Compañía fue siempre un factor de reubicación de la Iglesia en la sociedad, en competencia con la masonería. El Vaticano está lleno de masones, y el Pontífice trata de usarlos. Me resulta admirable, sorprendente, la complacencia del Papa en su década de gobierno, y la ficción de atribuir los éxitos a los colaboradores. Un problema crónico de la Compañía ha sido el de la humildad.

El aliturgicismo incluye la devastación de lo que en la liturgia del Rito Romano procede de la Tradición. La obsesión antilitúrgica, que ya he apuntado, llega al extremo de boicotear la sinodalidad. Un obispo, para poder autorizar a un sacerdote celebrar con el Misal de Juan XXIII –-es decir, la “Misa de los siglos”— necesita pedir permiso a Roma. Tal es el tenor del reciente rescriptum: una verdadera tiranía pontificia que inhabilita a los sucesores de los apóstoles para cumplir su ministerio en un asunto tan fundamental. Esta orientación incluye dejar que impunemente se ejerza la devastación del Rito Romano. Nuevamente mencionaré que esta libertad contradice lo que prescribe el Concilio, en la Constitución sobre la liturgia Sacrosanctum Concilium, a saber: que nadie, aunque sea sacerdote cambie, añade o quite por iniciativa suya en los ritos litúrgicos. La libertad de devastación va unida a la persecución a los tradicionalistas.

Una contradicción flagrante: se persigue a los tradicionalistas, pero se consiente la integración en el Rito Romano de ritmos percusivos y danzantes, y la adopción de ritos paganos, hindúes, budistas, según los principios del NWO o Nuevo Orden Mundial, en competencia con la masonería. En las visitas a diversas naciones se acepta introducir en la liturgia ritos tribales de la cultura ancestral de los pueblos visitados. Así la deformación del culto divino roza la idolatría. Esta actitud se repite en muchos países, como una perversión del diálogo interreligioso. En 2019 el Papa firmó en Abu Dhabi el Documento sobre la Hermandad Humana para la Paz Mundial y la Convivencia Común, en el cual se dice: “El pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son una sabia voluntad divina, por la que Dios creó a los seres humanos. Esta Sabiduría divina es el origen del que deriva el derecho a la libertad de creencia y la libertad de ser diferente”. Dios Creador sería entonces el autor del politeísmo. Esta afirmación equivale a renunciar a la misión esencial y originaria de la Iglesia, como está expresamente recogida en el Evangelio: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda criatura. El que crea y se bautice se salvará, pero el que no crea se condenará” (Mc 16, 15-16). Tal renuncia sólo puede verse como una apostasía. La misma actitud se encuentra en 2020, en la aceptación de la propuesta de una jornada de oración y ayuno de todas las religiones el 14 de mayo. El Pontífice se refirió a la aceptación de la propuesta: “He aceptado la propuesta del Alto Comité para la Fraternidad Humana con el fin de que el próximo 14 de mayo los creyentes de todas las religiones se unan espiritualmente en una jornada de oración y ayuno y de obras de caridad”. Resulta evidente que la Iglesia desconoce su original misión de anunciar el Evangelio de la salvación y se suma al concierto politeísta mundial, participando así, como una de las religiones en el NWO, el New World Order, propugnado por la masonería. Esto no sería posible si el Vaticano no estuviera ya entonces infiltrado por la masonería universal. El contraste con la doctrina y la praxis seculares de la Iglesia no podría marcarse más claramente. Desde esta perspectiva se entiende la incorporación a la liturgia de los ritos paganos. También se explica la persecución a los tradicionalistas, que con su negativa obstaculizan la plena inserción en el NWO; así la Iglesia se encamina al reino del Anticristo. La confusión de los creyentes es la consecuencia; se trata del mysterium iniquitatis desplegado por el diablo.

El documento de Abu Dhabi implica la apostasía de la fe católica para adherir —como ya he escrito— al NWO. No hay compatibilidad entre éste y la fe cristiana; la confusión en la que se arroja a los creyentes no puede ser mayor. Este contraste asoma en cada intervención del Pontífice, lo cual prueba que así entiende la misión de la Iglesia, y así es comprendida su tarea de gobierno. Un ejemplo clarísimo se encuentra en la carta que le dirigieron los políticos argentinos con ocasión del décimo aniversario del pontificado: “Queremos manifestar nuestra admiración por tu obra en favor de la Humanidad (así, con mayúscula en el original), en particular de las personas excluidas y pueblos pobres, tu firme defensa de la paz mundial y tu permanente promoción de una Ecología integral (la mayúscula en el original), que permita escuchar el grito de la Madre Tierra y del Ser humano (lenguaje politeísta y masónico) frente a las situaciones destructivas que atentan contra los pueblos y la naturaleza”. En este contexto se explica la pasión antilitúrgica contra la “Misa de siempre”, en la que brilla con claridad la fe verdadera y la coherencia con la voluntad de Jesucristo y la misión tradicional de la Iglesia.

Se insinúa ahora una nueva comprensión de la sinodalidad: si un obispo quiere autorizar a un sacerdote a celebrar la “Misa de siempre”, ¡debe pedir permiso a Roma! La obsesión ya no tiene fronteras.-

 

+ Héctor Aguer

Arzobispo emérito de La Plata. 

Buenos aires, jueves 30 de marzo de 2023.


miércoles, 29 de marzo de 2023

La esquiva salud del Papa Francisco

 


“El papa Francisco se está muriendo. Es cuestión de días o de semanas; a lo sumo, de unos pocos meses”. Esta es la información que desde hace tiempo circula en la Curia romana. La gravedad de su enfermedad es un secreto a voces y ha sido ya comentada en varios sitios. Como bien dice Specola, más imprescindible que nunca en estos días, “los papas gozan de buena salud hasta tres días después de muertos”.

Lo que podía considerarse no más que un rumor surgido de las oscuras usinas antibergoglianas, cobra entidad por la súbita descompensación sufrida el día de ayer que lo ha obligado a ser ingresado en el hospital Gemelli. Además, ya estaría preparado el esquema de celebraciones de Semana Santa sin su presencia: el cardenal Re presidiría el Domingo de Ramos y la Vigilia Pascual; la Misa Crismal el cardenal De Donatis y Gambetti la celebración del Viernes Santo. Frente a esta noticia, lo inmediato para todo buen cristiano es rezar para que Dios fortalezca al Santo Padre en el dolor de la enfermedad y, cuando llegue el caso, en el trance de su muerte. 

    Nosotros, que no sabemos si estaremos vivos cuando él muera, nos podemos permitir algunas reflexiones ulteriores. Y la que más salta a la vista es la pasmosa incapacidad que tiene el equipo de prensa de la Santa Sede para manejar situaciones de este tipo. Tal como puede ser fácilmente trazado en cualquier medio de información, oficialmente primero se dijo que la internación se debía a controles de salud programados, luego a que era una afección cardíaca y luego a un problema respiratorio, es decir, pulmonía (curiosamente, minutos antes el papa habló en la audiencia general sin síntomas de fiebre, sin toser, sin carraspear... una pulmonía muy rara). Al pobre Francisco lo han están paseando por todo un catálogo de nosología. Y lo peor es que, según se comenta en círculos reservados, el problema es otro: obstrucción intestinal, lo cual, por cierto, es previsible para el estado terminal de su enfermedad. A no quejarse, porque cuando se ponen recomendados y paniaguados en puestos de gobierno, es eso lo que se consigue. Y lo peor de todo es que las escasas capacidades de los dirigentes de la Sala de Prensa de la Santa Sede son equivalentes a las capacidades que poseen buena parte de los dirigentes de las principales oficinas de gobierno de la Iglesia. Cualquier semejanza con las prácticas peronistas es, claro, pura coincidencia. 

Cuando el papa Francisco muera, porque morir, morirá como cualquier hijo de Adán, vendrá un cónclave. Y hay un dato que se conoció la semana pasada y que, a mi entender, no fue suficientemente explotado por los analistas, y que ahora cobra particular importancia. El 23 de marzo, la Comisión de los Episcopados de la Unión Europea (COMECE), que vendría siendo la Conferencia Episcopal Europea, eligió como nuevo presidente a Mons. Mariano Crociata, obispo de Latina. Lo interesante es que este obispo italiano sucede al progresista, bergogliano y jesuita cardenal Hollerich, arzobispo de Luxemburgo. La recepción del nuevo presidente no fue bien recibida en Santa Marta, y con razón. Mons. Crociata había sido nombrado secretario de la Conferencia Episcopal Italiana por el papa Benedicto XVI, lo cual era el paso previo al cardenalato. Bergoglio, lo apartó y le dejó como único encargo el cuidado de su modesta sede. Es, además, íntimo amigo del cardenal Angelo Bagnasco, otro de los purpurados detestados por el pontífice argentino. En pocas palabras, Crociata es un ratzingeriano de la primera hora. Ya no solamente la Conferencia Episcopal de Estados Unidos nombra a conservadores en su cúpula, contrariando los deseos pontificios que le crea cardenales a obispo progresistas, sino que le rebelión se da en la misma Europa.

Creo que el dato no es menor. Aún en ambientes muy progresistas como es en términos generales el episcopado europeo, se está desplazando a los bergoglianos para ubicar en puestos de dirección a obispos conservadores. Quizás sea ésta —y creo yo que lo será—, la tendencia del próximo cónclave. Las instituciones tienen instinto de supervivencia.

martes, 28 de marzo de 2023

En defensa de la misa tradicional

 



COMUNICADO DE PRENSA


A partir de esta mañana, y durante 15 días, varias decenas de carteles dedicados a la Liturgia tradicional serán colocados en los alrededores del Vaticano.

Un comité de promotores, que participa a título personal y procede de distintas realidades católicas (como los blogs Messainlatino y Campari & de Maistre, y las asociaciones Coordinamento Nazionale del Summorum Pontificum y Ass. San Michele Arcangelo), ha querido hacer público su profundo apego a la Misa tradicional justo cuando parece planearse su extinción: por amor al Papa, para que se abra paternalmente a la comprensión de esas periferias litúrgicas que ya no se sienten acogidas en la Iglesia, porque encuentran en la liturgia tradicional la expresión plena y completa de toda la fe católica.

"Lo que era sagrado para las generaciones precedentes, sigue siendo sagrado y grande también para nosotros, y no puede ser de repente completamente prohibido o incluso juzgado nocivo" (Benedicto XVI). La creciente hostilidad hacia la liturgia tradicional no encuentra justificación ni en el plano teológico ni en el pastoral. Las comunidades que celebran según el Misal de 1962 no son rebeldes contra la Iglesia; al contrario, bendecidas por un crecimiento constante de fieles y de vocaciones sacerdotales, constituyen un ejemplo de perseverancia firme en la fe y la unidad católicas, en un mundo cada vez más insensible al Evangelio y en un tejido eclesial que cede cada vez más a impulsos disgregadores.

Por eso, la actitud de rechazo con la que hoy se ven obligados a tratarlos sus propios pastores no sólo es motivo de amargo dolor, que estos fieles se esfuerzan en ofrecer para la purificación de la Iglesia, sino que constituye una grave injusticia, ante la que la misma caridad impone no callar: "un silencio inoportuno deja en falso a quienes podrían haberlo evitado" (San Gregorio Magno).

En la Iglesia de nuestros días, en la que la escucha, la acogida y la inclusión inspiran toda la acción pastoral, y se desea construir la comunión eclesial "con el método sinodal", este pueblo de fieles corrientes, de familias jóvenes, de sacerdotes fervorosos, tiene la esperanza confiada de que su voz no será sofocada, sino acogida, escuchada y tenida en la debida consideración. Quienes acuden a la "misa en latín" no son creyentes de segunda clase, ni desviados a los que haya que reeducar o lastres de los que haya que deshacerse.



El comité promotor

(Toni Brandi, Luigi Casalini, Federico Catani,

Guillaume Luyt, Simone Ortolani, Marco Sgroi)

prolibertatemissalis@gmail.com


lunes, 27 de marzo de 2023

Partes segunda de la Superstición Vaticana: Realidad del Concilio Vaticano II

 


por Eck



Parturient patres, nascetur ridiculus synodus.

Horacio, Epístola a los Pisones,v. 139


Introducción


El que esto escribe se crió en un ambiente totalmente conciliar: misas infantiles los domingos, catequesis en la parroquia, alcancía del Domund y fotos del Papa reinante por todos lados. Nada de abusos o sacrilegios gordos en los cultos. Nada de  horrores morales o de fe desde el púlpito. Después fui miembro de un movimiento de origen jesuítico en el que la figura de Juan Pablo II era (casi) semejante a la de Dios. Todo era conciliar, sus citas innumerables como las arenas del mar y  como las estrellas del cielo aunque fueran siempre las mismas y despachadas a mogollón. Nunca me había asomado por sus líneas ¿Para qué? ¿No estaba omnipresente?¿Para qué perder el tiempo en lo archiconocido? Pues bien, hubo un día en que me decidí a comenzar al leer, casi de rodillas por el fervor, los sacratísimos, los venerandísimos textos del sacrosantísimo Concilio de los Concilios. Esperaba que se rompieran los cielos y la luz de lo alto me inundase en cuanto mis ojos posasen en sus tan elevadísimas enseñanzas y mi corazón se llenase plenísimo de gozo al meditar sobre sus tan sublimes misterios. ¡Quia!

Se me cayó el alma a los pies. Como Adán y Eva al morder la dichosa manzanita, sentí vergüenza de mí mismo y de los demás y no había hoja de parra a mano para cubrirlas sino de libro...tras pasar el primer párrafo. Me asaltó la incredulidad, increíble, inconcebible. No me lo podía creer, no me podía creer que miles de obispos y cardenales se habían reunido para componer semejante tomadura de pelo. Una mezcla empachante de citas bíblicas, patrísticas y pontificales y verdades sin orden ni concierto junto a chorradas a la moda, absurdos, frases sin sentido que volverían demente al más cuerdo; por no hablar de lo reiterativo de sus textos, de lo atorrante y tostonazo de sus afirmaciones, repetidas machaconamente de manera obsesiva sin venir a cuento. Todo ello en un lenguaje cursi, relamido, alambicado, bombonero, preciosista que pondría espanto en un petimetre del setecientos curtido en mil églogas pastoriles de salón pompierista.  Y lo peor era que unos decían que era la suma de las verdades de la Iglesia, otros la suma de las herejías del infierno y yo, mientras tanto, la suma del delirio de la imbecilidad. Ni los dadaístas y surrealistas más alucinados con absenta hubiesen conseguido semejante hazaña epatante.


Una (breve) muestra de los disparates del Vaticano II

Pondremos de ejemplo los dos documentos más importantes, pomposamente llamados dogmáticos aunque no sabemos por qué, pues no definen nada. Sólo se pondrán unos pocos, no queremos torturar a los lectores a la manera de la KGB con su lectura, que ya lo hacen en los seminarios... 

La Lumen gentium. He aquí un gran documento sobre la Iglesia, el cual tras mil explicaciones infinitas necesita a su vez de una poco esclarecedora Aclaración adicional sobre su cualificación dogmática y de una Nota Previa Explicativa, que con mucha lógica está al final, rarezas del Espíritu, y esta nota aún necesita de otra Nota Bene enrevesadísima ¡para explicar la dichosa Nota Previa Explicativa! Es el nacimiento del Magisterio Matriuska en todo su esplendor, y no hablemos del papel de los obispos en la deposición, donde se meten en unos charcos ontológicos, jurídicos y canónicos de antología. Menos mal que el Concilio deseabaardientemente iluminar a todos los hombres, anunciando el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16,15) con la claridad de Cristo, que resplandece sobre la faz de la Iglesia” que si no....aviado estaría el pueblo cristiano.

Mitico es el pasaje de cuño aristótelico digno de “Una noche en la Ópera” del LG, 13, 3: “En virtud de esta catolicidad, cada una de las partes colabora con sus dones propios con las restantes partes y con toda la Iglesia, de tal modo que el todo y cada una de las partes aumentan a causa de todos los que mutuamente se comunican y tienden a la plenitud en la unidad”. Ya tenemos a Marx metido en la teología pero no era el que pensaban muchos...total, ambos son absurdos.

Otro verdadero galimatías ad usum dementium theologorum es el pasaje: LG, 22, 2 sobre la Suprema y Plena Potestad de la Iglesia:Porque el Romano Pontífice tiene sobre la Iglesia, en virtud de su cargo (...) plena, suprema y universal potestad, que puede siempre ejercer libremente. En cambio, el Cuerpo episcopal, que sucede al Colegio de los Apóstoles en el magisterio y en el régimen pastoral, más aún, en el que perdura continuamente el Cuerpo apostólico, junto con su Cabeza, el Romano Pontífice, y nunca sin esta Cabeza, es también sujeto de la suprema y plena potestad sobre la Iglesia universal, si bien no puede ejercer dicha potestad sin el consentimiento del Romano Pontífice”. Supremas potestades para todos, que hay muchas. Tanto hablar de cabezas uno piensa que la perdieron al redactar semejante desatino o no hubo diccionarios que explicasen a los Padres que significa supremo...

Otra de las especialidades de la casa es decir obviedades de Perogrullo de este calibre: 23, 2 “Cada uno de los Obispos que es puesto al frente de una Iglesia particular, ejerce su poder pastoral sobre la porción del Pueblo de Dios a él encomendada, no sobre las otras Iglesias ni sobre la Iglesia universal”. Gracias, oh Concilio, que haríamos sin ti y tus sabias y profundas explicaciones...

Más breve es la Dei Verbum ya que tuvieron piedad del pobre Pueblo de Dios. Se denomina dogmático pero desde el principio nos sorprende con esto: DV1 “(...) Por tanto siguiendo las huellas de los Concilios Tridentino y Vaticano I, se propone exponer la doctrina genuina sobre la divina revelación y sobre su transmisión…” ¿Cómo todo un Concilio Ecuménico puede decir que “se propone/intenta exponer” cuando su labor es definir la verdadera doctrina de la Iglesia? Muy dogmático no parece eso...y mucha incompetencia en lo suyo para meterse después en donde no les llaman. ¿Habrá que diferenciar entre dogmas o intentos de dogmas en el magisterio? Nuevas vías veo para la teología y no digamos el magisterio...

Pasemos a los otros dos documentos de interés. ¿Qué diremos del Nostra Aetate o el discurso de la estrella Conciliar sobre la Paz Mundial y su Tó er mundo é güeno religioso tras milenios de zurrarnos por el tema? Qué gracias a Dios que ya no existían las religiones mesoamericanas de Huichilobos y el culto hindú a Kali. Así nos ahorraron la vergüenza de que los padres estampasen las bondades religiosas y litúrgicas sobre los sacrificios humanos, las orgías y el canibalismo en un concilio católico aunque ya tuvieron precursores de fuste con fray Bartolomé de las Casas.... 

La constitución Sacrosanctum Concilium también es ejemplar en sus planteamientos. Cheque en blanco para hacer de la liturgia mangas y capirotes o funciones de circo a mayor gloria o vergüenza del presidente con sus “revísese”, ocho, “revisión”, trece, y “reforma”, dieciocho, tan generales de presuntas oscuridades, inutilidades y repeticiones del rito tradicional, nunca indicadas ni demostradas, que parecen una ley habilitante política. También contiene perlas de gran precio sobre la inteligencia e inspiración de sus tan sabios redactores mitrados. Así en el apéndice calendárico, tras la genial ideita de fijar la Pascua un domingo de abril con tal que den su asentamiento los hermanos separados ortodoxos, que por otra parte todavía andan a la gresca con el calendario juliano entre los veterocalendaristas y los novuscalendaristas (en todas las casas cuecen habas), nos encontramos con esta genialidad sobre el Calendario Perpetuo: “S.S., ap. 2: La Iglesia no se opone a los diversos proyectos que se están elaborando para establecer el calendario perpetuo e introducirlo en la sociedad civil, con tal que conserven y garanticen la semana de siete días con el domingo, sin añadir ningún día que quede al margen de la semana, de modo que la sucesión de las semanas se mantenga intacta, a no ser que se presenten razones gravísimas, de las que juzgará la Sede Apostólica”.

Hay una, cráneos privilegiados, una razón gravísima para no mantener intacta la sucesión de las semanas en este tipo de calendarios: Que es imposible. Matemáticamente imposible porque los días del año, tanto normales como bisiestos, no dan números enteros al dividirse entre siete. O se deja un día fuera del ciclo o a la porra el calendario perpetuo anual. ¿Se creyeron más listos que los creadores del calendario juliano y gregoriano? Seamos realistas, pidamos lo imposible. Se ve que no hubo alguno que hiciera una simple división antes de soltar semejante chorrada monumental muy de Mayo del 68. Siguiendo las tesis de Sousa S.J., en el Concilio no había calculadoras y no pudieron estar finos en sus cálculos...


El fracaso de los Textos, el fracaso del Concilio, el fracaso de la iglesia moderna

Como se puede ver, los documentos del Concilio, más que inspirados por el Espíritu Santo, lo parecen por el espíritu del vino de misa o por fumarse el incienso en medio de ese mítico Woodstock católico en que se convirtió. Fruto del pasteleo, de la coyunda de contrarios cuya cópula solo podría producir monstruitos y quimeras que, unido a la moda happy flower de Coca-Cola, al ritmo de “Juntos como hermanos” con soniquete del Imagine en la guitarra de sor Dominique, ique, ique, han convertido la Iglesia en un vertedero de todas las inmundicias como acabó el famoso concierto. Basar la fe sobre esos textos es como edificar sobre arena según el símil evangélico y es lo que ha ocurrido porque no se hizo lo que se cuenta del califa Omar al encontrarse con la Biblioteca de Alejandría: “Los documentos del Vaticano II, tan irrisorios y ambiguos, o bien no son de Fe, y entonces son inútiles e inservibles, o bien intentan explicar la Fe, y entonces son ridículos y redundantes”. Ergo, al basurero de la historia, que es su verdadero sitio. 

Pero era imposible que se aceptase que tan magno Concilio concluyese así, los montes habían temblado tan grandemente para que ahora apareciese un ratón; no se aceptó y se forjó el mito del Concilio, su verdadero Espíritu. Así que la siguiente oración es mucho más verdadera de lo que parece: “Para que tengamos el valor de ser fieles al concilio Vaticano II y nos convirtamos a su espíritu, roguemos al Señor”. El Concilio en vez del Espíritu Santo, y ya es valentía convertirse a ese engendro. Así vamos. Se volvió una superstición, como la fe al protestante modo contra la evidencia y se necesita mucho valor para sostenerlo. Tanto los progresistas que esperaban un 1789 con la cabeza de Ottaviani en la cima del obelisco hasta los tradicionalista que veían al falso Profeta en la figura hamletiana de Pablo VI, pasando por todo el espectro medio, adorador de las pantuflas pontificias a lo Monty Python, no podían aceptar nunca la más terrible verdad: “El Concilio Vaticano II constituye uno de los mayores ridículos de la historia universal y el más grande en las religiones. Negarse a ver esto nos ha conducido al desastre actual. Hora es de hacer luz y ver las cosas tal y como son, comienzo de toda solución real: Tomar los textos y, en vez de quemarlos en la pira, llevarlos al cubo del reciclaje, cosa que además es muy ecológica y muy limpia.

jueves, 23 de marzo de 2023

Los pródromos del fin

 


Soy bastante renuente, quizás demasiado, a las interpretaciones apocalípticas de hechos contemporáneos y las consecuentes predicciones de la proximidad del fin, es decir, del retorno de Nuestro Señor en gloria y majestad. No sabemos en absoluto cuándo tendrá lugar este suceso. Muchos dirán que el mismo Jesús enumeró signos precursores, pero el problema es quién puede discernirlos con seguridad.¿Castellani? ¿Lacunza? Es muy difícil saberlo y cada vez presto menos atención a tales interpretaciones casi siempre pobladas de fantasías. 

Sin embargo, la reacción contraria a andar buscando signos debe ser también cuidadosamente vigilada. Como afirma Albert Frank-Duquesne en su recomendable libro Lo que te espera después de tu muerte (Buenos Aires: Desclée de Brouwer, 1953), puede esconderse detrás de ese rechazo una indiferencia por el destino de la creación y el retorno del Señor puesto que estaríamos preocupados solamente en nuestra propia salvación personal. Y aunque diariamente recemos adveniat regnum tuum, juzgamos que la parusía está muy lejos y, como los siervos de la parábola, decimos: “Bah, el Amo no viene”. Esa indiferencia, dice Frank-Duquesne, indicaría que el fin se aproxima. Porque una de las características que tendrá ese momento, como lo dice una y otra vez la Escritura, es que tomará a todos por sorpresa, como los hombres que habitaban la tierra en la época de Noé, que fueron arrebatados casi sin darse cuenta y sin saberlo. Sin estar oteando las señales del fin continuamente subidos al techo de nuestras casas, conviene sin embargo cuidarnos de esa dañina y peligrosa indiferencia.

Uno de los pródromos o malestares que anuncian la parusía es la persecución. Una y otra vez el evangelio asegura que los cristianos de los tiempos postreros serán duramente perseguidos. Hace doce años publiqué en este blog una entrada en que me preguntaba, entre otras cosas, por esa persecución, porque una idea que me viene una y otra vez a la cabeza es que estamos en medio de una persecución muy fuerte y no somos conscientes de ella; que si lo fuéramos, difícilmente podríamos resistirla. Y es justamente el libro de Frank-Duquesne el que da una pista al respecto: “Todas las fuerzas que el demonio pueda movilizar en el mundo, las concentrará entonces y, desencadenando una persecución que, según las predicciones escatológicas del mismo Jesucristo será más de seducción que de violencia, las lanzará contra la Iglesia para un asalto definitivo” (p. 94). La última y gran persecución no será ya de orcos cortando cabezas sino de grandes seductores. Y lo cierto es que las seducciones a las que debemos combatir son cada vez más intensas y vemos como una enorme mayoría no sólo ya de hombres sin fe, sino de cristianos y religiosos caen en ellas en manada. La misma Iglesia, en su estructura visible, ha sido arrastrada por la seducción. 

Y hay muchas seducciones. La primera, invisibilizada y silenciada, y también la más grosera y carnal, es la pornografía, que campea en todos los ámbitos, aún en los más católicos, sin perdonar a fieles laicos o sacerdotes, u obispos. Los blogs y canales católicos de YouTube se están haciendo eco de este enorme y gravísimo problema que causa estragos. Ya escribí una entrada sobre esta situación a la que remito.

Pero la seducción más peligrosa no es la de la carne, fácilmente identificable, sino la del mundo, en la que cualquiera puede caer sin saberlo. Peor aún, creyendo que hace con ello un servicio a Dios. Y la realidad es que el mundo ha engullido a la Iglesia, y que los jerarcas de la Iglesia, ya sin ningún reparo, de un modo abierto y grosero, proclaman su contubernio con el mundo y sus dioses. Y, consecuentemente, junto al mundo se dedican a señalar y perseguir, ya sí de un modo cruel, a quienes aún resisten la seducción. 

Es ocioso dar ejemplos. A eso nos dedicamos muchos blogs católicos del mundo entero. Menciono sólo tres casos de las últimas horas. En este breve vídeo, podrán escuchar al cardenal Arthur Roche, prefecto del dicasterio del Culto Divino, afirmar muy suelto de cuerpo que la teología de la Iglesia cambió, y que por eso debe cambiar la misa. En este enlace se podrá leer el sorprendente anuncio del arzobispado de Mendoza por el cual se solidariza “con las artistas que vieron afectado el fruto de su trabajo y esfuerzo” y fueron destruidas por un grupo de fanáticos ultracatólicos “que viven su religiosidad como en tiempos oscuros”. La cuestión es que fruto del trabajo eran “obras de arte” abierta y groseramente blasfemas. Y en este enlace podrá leer la información sobre las afirmaciones publicas de Mons. Johan Bonny, obispo de Amberes, en las que asegura que fue el mismísimo papa Francisco quien autorizó a los obispos belgas a que se bendijeran las uniones de parejas homosexuales.

Los tiempos son oscuros, y se avecinan tinieblas aún más densas. Cui resistite fortes fide (I Pe. 5,9). 

lunes, 20 de marzo de 2023

A los ilustres asesinos de nuestra santa liturgia: Mons. Domenico Celada (1969)

 


La siguiente carta tan clarividente y profética fue escrita por el compositor, musicólogo, organista y ensayista Mons. Domenico Celada en 1969. Es un documento que profetizó lo que sucedería en la Iglesia –tanto más relevante hoy cuando Traditionis Custodes intenta sofocar la fidelidad al Rito Tridentino, sin importarle la degradación litúrgica que, con la introducción de una nueva Misa, se ha perpetrado y continúa dramáticamente en estos tiempos de profunda crisis en la Iglesia Católica.  La carta abierta de Mons. Celada desenmascaró (y desenmascara) el espíritu que animó (y anima) a los saboteadores de la tradición. Mons. Celada, que enseñó música e historia del canto gregoriano en la Universidad Lateranense, dejó de sufrir por su franqueza: fue destituido de todos sus cargos. (Original en italiano aquí).


Hace tiempo que quería escribiros, ilustres asesinos de nuestra santa Liturgia. No porque espere que mis palabras tengan algún efecto sobre vosotros, que habéis caído hace mucho tiempo en las garras de Satanás y os habéis convertido en sus más obedientes siervos, sino para que todos aquellos que sufren por los innumerables crímenes cometidos por vosotros puedan recuperar su voz.

No os engañéis, señores. Las heridas atroces que habéis abierto en el cuerpo de la Iglesia claman venganza ante Dios, justo Vengador.

Vuestro plan para subvertir la Iglesia, a través de la liturgia, es antiquísimo. Muchos de vuestros antecesores, mucho más inteligentes que vosotros, intentaron llevarlo a cabo, y el Padre de las Tinieblas ya los ha acogido en su reino. Yo recuerdo vuestra ira, vuestra mueca burlona, ​​cuando, hace unos quince años, deseasteis la muerte de ese gran pontífice, el siervo de Dios Eugenio Pacelli, porque había adivinado vuestros designios y se había opuesto a ellos con la autoridad del Triregno. Después de aquella célebre conferencia sobre la “liturgia pastoral”, sobre la que habían caído como una espada las clarísimas palabras del papa Pío XII, dejasteis la mística Asís echando espumarajos de ira y de veneno.

Ahora lo habéis logrado, por lo pronto, al menos. Habéis creado vuestra “obra maestra”: la Nueva Liturgia.

Que esto no es obra de Dios se demuestra en primer lugar (dejando de lado las implicaciones dogmáticas) por un hecho muy simple: es terriblemente fea. Es un culto a la ambigüedad y al equívoco, y no pocas veces un culto a la indecencia. Esto es suficiente para comprender que vuestra “obra maestra” no proviene de Dios, la fuente de toda belleza, sino del antiguo desfigurador de las obras de Dios.

Sí, habéis privado a los fieles católicos de las emociones más puras, derivadas de las cosas sublimes que han sustanciado la liturgia durante milenios: la belleza de las palabras, de los gestos, de la música. ¿Qué nos habéis dado a cambio? Un muestrario de fealdades, de “traducciones” grotescas (como es sabido, vuestro padre, que está ahí abajo no tiene sentido del humor), de emociones gástricas que despiertan los maullidos de las guitarras eléctricas, de gestos y actitudes cuanto menos equívocas.

Pero, como si eso no fuera suficiente, hay otra señal que muestra que vuestra “obra maestra” no viene de Dios. Y esos son los instrumentos que utilizasteis para realizarla: el fraude y la mentira. Habéis conseguido hacer creer que un Concilio había decretado la desaparición de la lengua latina, el archivo del patrimonio de la música sacra, la abolición del tabernáculo, el giro copernicano de los altares, la prohibición de arrodillarse ante Nuestro Señor presente en la Eucaristía, y todos vuestros otros pasos progresistas, que son parte (dirían los abogados) de una “unidad de designio delictivo”.

Sabíais muy bien que la “lex orandi” es también la “lex credendi”, y que, por tanto, cambiando la una, cambiaríais la otra.

Sabíais que apuntando vuestras lanzas envenenadas contra la lengua viva de la Iglesia, habríais prácticamente matado la unidad de la fe.

Sabíais que, decretando la muerte del canto gregoriano y de la polifonía sacra, podíais introducir a vuestro antojo todas las indecencias pseudomusicales que profanan el culto divino y ensombrecen equívocamente las celebraciones litúrgicas.

Sabíais que, destruyendo tabernáculos, reemplazando altares por “mesas para el banquete eucarístico”, negando a los fieles la oportunidad de arrodillarse ante el Hijo de Dios, en poco tiempo extinguiríais la fe en la Presencia Real.

Habéis trabajado con los ojos abiertos. Os enfurecéis contra un monumento al que el cielo y la tierra habían puesto sus manos, porque sabíais que con él estabais destruyendo la Iglesia. Habéis venido a quitarnos la Santa Misa, arrancándonos incluso el corazón de la liturgia católica. (Esa misma Santa Misa para la que fuimos ordenados sacerdotes, y que nadie en el mundo podrá jamás prohibirnos, porque nadie puede pisotear el derecho natural.)

Lo sé: ahora podéis reíros de lo que voy a decir. Reíos mucho. Habéis ido tan lejos como para quitar de las Letanías de los Santos la invocación “a flagello terraemotus, libera nos, Domine” [del flagelo del terremoto, líbranos, Señor], y nunca antes la tierra tembló en tantas latitudes. Habéis quitado la invocación “a spiritu fornicationis, libera nos Domine” [del espíritu de fornicación, líbranos, Señor], y nunca hemos estado tan cubiertos como ahora por el lodo de la inmoralidad y la pornografía en sus formas más repelentes y degradantes. Habéis abolido la invocación “ut inimicos sanctae Ecclesiae humiliare digneris” [para que te dignes humillar a los enemigos de la Santa Iglesia], y nunca antes los enemigos de la Iglesia han prosperado en todas las instituciones eclesiásticas, en todos sus niveles.

Reíos, Reíos... Vuestra risa es grosera y carente de alegría. Ciertamente ninguno de vosotros conocéis, como nosotros, las lágrimas de alegría y tristeza. Ni siquiera sois capaces de llorar. Vuestros ojos bovinos, sean bolas de cristal o de metal, miran las cosas sin verlas. Sois como las vacas que miran pasar los trenes. Antes que a vosotros prefiero al ladrón que arrebata la cadenilla de oro al niño, prefiero al asaltante, prefiero al atracador armado, prefiero incluso al bruto y al profanador de tumbas. Son gente mucho menos sucia que vosotros, que le habéis robado al pueblo de Dios todos sus tesoros.

Mientras esperamos a vuestro padre de allá abajo para recibiros en su reino, “donde hay llanto y crujir de dientes”, quiero que sepáis nuestra certeza inquebrantable de que esos tesoros nos serán devueltos y será una restitutio in integrum [restauración total]. Se os ha olvidado que Satanás es el eterno perdedor.


Publicado por Peter Kwasniewski para The New Liturgical Movement

Traducción: Agustín Silva Lozina