martes, 24 de febrero de 2009

In Cinerum

Desde la cima de su monte, el Athonita nos regala esta reflexión cuaresmal.

Cuaresma:

¿tarea o regalo?  

El cristianismo sabe que en el centro de su propuesta se anuda una apretada paradoja: la personal exigencia por esforzarse en el bien y la no menos exigente tarea de dejarlo a Dios hacernos buenos. El “a Dios rogando y con el mazo dando” tiene por primer foco nuestro propio corazón y el arduo proyecto de tornarlo evangélico.

Y aunque el dicho, con sus lubricados gerundios, nos habla de ensamble y armonía, lo cierto es que se nos va la vida buscando la “puesta a punto” de este motor de dos tiempos. Ante cada desafío emerge la perplejidad: ¿le apuesto a la Gracia o me arremango y arremeto a pulmón? ¿Le confío el asunto a Dios o me hago cargo yo? El simplista responderá sin pestañar: ¡las dos cosas a la vez! Y no yerra. Pero haciendo un poco de zoom, se ve que este “a la vez” admite una variopinta paleta de colores... Un antiguo aforismo jesuita aconseja moverse “como si todo dependiera de uno, sabiendo que todo depende de Dios”... Tampoco convence.

Tal vez, sólo tengamos en claro evitar cordonear sobre los extremos de la pura pasividad o del cuentapropismo engreído y suficiente. Y solamos apostarle —como casi siempre que media la perplejidad— a que “el punto” esté a mitad de camino entre ambos extremos. Ante lo cual acotaría la indomable Simone Weil: no siempre la verdad equidista de extremos erróneos y arbitrarios; no es serio determinarla de este modo geométrico...

Gracia divina y voluntad humana: ¿cómo se trenzan vuestras hebras para tejer la trama del hombre evangélico?

Un modo en que solemos hilvanar este tapiz es haciéndonos a la idea de que el Año Litúrgico, en su vasto recorrido, nos promoviera, según el color de la estación, uno u otro ovillo. Es decir, que hubiera —diría Salomón— un tiempo para la gracia y un tiempo para el esfuerzo. O al menos (para no morder banquina), un tiempo para acentuar la Gracia y un tiempo en que acentuar la voluntad propia. Conforme a esta hoja de ruta, Navidad y Pascua lucirán como los tiempos óptimos del don divino: regalo del Dios humanado; regalo del Resucitado. Y a contrapunto: Adviento y Cuaresma, como tiempos de tarea, de esfuerzo y trabajo espiritual.

Hoy, Miércoles de Ceniza, los católicos comenzamos un tiempo especial, dedicado a buscar con mayor fervor el camino de retorno, la vuelta al Evangelio. Un tiempo “de conversión”.

Y ante este reto reflota la acuciante pregunta: ¿qué hilo enhebrar?, ¿quién transformará mis rencores en perdones, mis iras en mansedumbre, mis acritudes en dulzura? ¿Quién podrá transfigurar este tullido egoísmo en amor grácil? ¿Quién me quitará de la vista la paja del ojo ajeno? Y más adentro aún: ¿cómo se tornará vidrio cristalino mi empañada fe, florecerá mi esperanza, cobrará color mi anémica caridad?

¡Esfuérzate! —susurra una seca voz interior—. Dios ya hizo su parte —insiste—; la ceniza en tu frente marca el inicio de tu tarea: toma tú la posta y corre la carrera que te toca. Dios mismo te arenga y desafía: “¡conviértete y cree en el Evangelio!”

Soy dado a pensar que hay trampa en este instalado planteo.

Un viejo aforismo dice que la sabiduría consiste en reconocer proporciones... Veamos. “El Dios que te creó sin ti no te salvará sin ti”: y es cierto. Pero...

Es que no se trata de una Sociedad donde ambos socios invierten capital en partes iguales. Aunque se avenga a no tomar decisiones sobre nuestro comportamiento sin el voto favorable de su socio menor, en esta asociación Dios es dueño del 99 % de las acciones.

Así pues, no se da “la química” del fascinante misterio de la vida cristiana intercalando de a ratos o estaciones la gracia y el esfuerzo en parecidas proporciones. Ni alcanza con otorgarle a la Gracia una educada, lógica y piadosa “primacía”, por ser divina.

Hay que partir de esta roca: el cristianismo es un regalo. Un indebido y desproporcionado regalo de Dios. Y nuestra “tarea” consiste en recibir, desenvolver, contemplar, agradecer y aprovechar el regalo. Un paquete de “tareas” que, aun distando tanto del heroísmo estoico, no logramos sacar a flote.

Sí: la urdimbre cristiana se teje tramando los dorados hilos de la Gracia en Acción con las barrosas hebras de nuestra acción de gracias. Circularidad eucarística. Lo redondo y líquido del Amor correspondido.

***

 ¡Conviértete! —clama el grito de guerra interior, sobre el pórtico de la Cuaresma.

¡Conviérteme y me convertiré! —contesta el cristiano, doblando la apuesta, no en monto, sino en dirección. Y el Señor no menea la cabeza, como diciendo: uno les da la mano y le toman el brazo... No. Su Brazo poderoso asume gustoso el protagonismo de la Cuaresma. Yo, el Señor, lo digo y lo hago. Yo te convertiré al Evangelio. Si tú aceptas que Yo lo haga...

 La Iglesia, con solemnidad litúrgica, nos dice hoy sin ambages: conviértete y cree en el Evangelio. Y no sobrevolando la asamblea: en la cara, a cada uno. Es una escena estridente, impactante. Ella unge mi frente con ceniza, recordándome que no soy más que un puñado de polvo, que hoy digo “¡hosanna!” y al rato estoy vociferando “¡crucifícalo!”. Me lo enrostra sin anestesia: no sos nada. Y agrega: conviértete.

Y cualquiera lo percibe: hay algo desmedido en la pretensión. Hay algo entre cruel y utópico. ¿No sería más sensata, más comedida, y más “madre” si con tono afable y misericorde nos animara con un “intenta convertirte; procura creer un poco más en el Evangelio”?

 Sería más sensato si esas palabras las dijera en nombre propio y por cuenta propia. Pero no. Ella tan sólo presta voz a la Palabra Omnipotente del Señor Jesús. Al mismo Señor que en el origen protagonizó aquel “y dijo Dios: que haya luz, y hubo luz”; al mismo que, nacido de María, dijo: Lázaro sal fuera; la niña no está muerta; o, ¡levántate y camina! Ese mismo Cristo, me mira a los ojos, me recuerda mi inerte nada y sopla sobre mis huesos secos Su hálito de Vida: ¡conviértete y cree en el Evangelio!”

 Sí. Es Su Voz. Es la Voz del Señor sobre las aguas de mi vida diluida, bramando con el vigor de su divinidad, capaz de arrancar de cuajo los cedros antiquísimos de mi malicia. El mismo que puede decir sobre un mendrugo de pan “esto es mi Cuerpo”, ¿cómo no ha de poder inclinarse sobre mi miseria, tomarla y partirla, diciendo: “ora a tu Padre”, “ayuda a tu hermano”, “perdona, consuela, ama”, “vete y no peques más”, y dar con ello, mucho más que consignas y mandatos, una palabra creadora, viva y eficaz, que hace lo que dice. Fiat mihi secundum Verbum tuum...

Y no sólo hoy. Durante toda la Cuaresma la Iglesia espiga de los evangelios los textos más intensos en que se nos anima a la conversión. El tiempo verbal suele estar en imperativo: haz esto, evita aquello.

Mal entendido, se nos puede tornar un fatigoso camino recolectando piedras a cargar en la mochila de propósitos vanos, intentos fallidos, tareas pendientes...

Bien entendido, podemos ante cada uno de estos Evangelios, abrir las puertas del corazón y dejar que esa Palabra Poderosa actúe. Haga lo que dice.

En uno de esos pasajes magistrales del teatro de Claudel, se da este diálogo:

— Es bueno dar gracias al Señor, dice el Salmo...

— Lo dirá; pero la realidad va más allá: es bueno quien da gracias al Señor.

Es que tal vez, como balbucea en un hilo de voz el moribundo cura rural de Bernanos, “¡Qué más da! Si al final, todo es gracia”.

 ***

 Con ambos brazos estirados, y un cerrado regalo nimbando entre las yemas de sus dedos, Dios nos extiende la Cuaresma, nos regala la conversión. Y con divinas ansias, anhela que, sin miedo ni desconfianza, sin traumada lectura ni retorcido análisis, con la simpleza y candor de un niño, lo aceptemos, desenvolvamos, agradezcamos y disfrutemos. Es el arte de la irresistencia.

Es que, tal vez, la vida cristiana no trate de mucho más que de eso: de saber reaccionar ante un regalo... 

viernes, 20 de febrero de 2009

Incoherencias de los progres

Interesante el artículo del yankee. Fríamente les enrostras a los progres que, en definitiva, son lo mismo que Williamson.
Click aquí para leer el artículo.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Tiro al blanco


La edición del The New York Times de ayer trae una columna dedicada a los últimos errores del papa Benedicto XVI: el ampliamente conocido de levantar las excomuniones a los ultratradicionalistas y, entre ellos, a un negacionista del holocausto judío y, el más reciente, la nominación del padre Gerhard Wagner como obispo auxiliar de Linz (Austria). El problema es que este curita había dicho hace algunos años que el huracán Katrina que azotó la ciudad de New Orleans había sido un castigo de Dios y que, horror!, la homosexualidad es curable. Tal batahola armaron los obispos y periodistas austríacos que el obispo en ciernes renunció a la nominación, lo cual fue rápidamente aceptado por el Vaticano.
La crítica que hacen los autores de la nota es sagaz: Las acciones del Santo Padre están minando el prestigio y la autoridad moral de la Iglesia: "is hurting the Catholic Church". Por cierto que tal crítica no va dirigida a los enemigos de la Iglesia, para quienes ella hace mucho perdió toda autoridad, sino hacia los mismos católicos, jerarquía y fieles. Es una maniobra para fortalecer la quinta columna y, con mucha propabilidad, alentada por algunos obispos. Las mañas de Casaretto para utilizar a sus voceros de los medios para lograr sus objetivos parece que es compartida en el universo mundo.
El artículo pueden leerlo desde aquí.



domingo, 15 de febrero de 2009

Felsenbama en Sexagesima

Hace algunas semanas Juan Manuel de Prada escribió lo siguiente. Me parece interesante. En tal caso, el apocalíptico Lupus estaría en lo cierto.


“Leo en estos días, editada con esmero y primor por la Biblioteca Homo Legens, una novela de Robert Hugh Benson que merecería figurar entre las más clarividentes utopías siniestras que jamás se hayan escrito, al lado de 1984 o Un mundo feliz. Sólo que, mientras las obras maestras de Huxley u Orwell nos hablan de pesadillas ya cumplidas –siquiera parcialmente–, la obra de Benson se está haciendo realidad ante nuestros ojos; de ahí que su valor profético sea todavía mayor. La novela de la que hablo se titula Señor del mundo, y retrata una época donde han triunfado el relativismo filosófico, el secularismo a ultranza y el humanitarismo sin Dios; un mundo en el que, en el nombre de la tolerancia, los creyentes son contemplados primero con recelo, luego con franca animadversión, ya por último perseguidos como facinerosos; un mundo, en fin, donde el progreso científico y la adoración del hombre han instaurado un simulacro de paraíso en la tierra, donde la eutanasia es administrada a los enfermos como una medicina benigna y la idolatría política encumbra a un gobernante que promete a los pueblos una era de bienestar infinito.
Señor del mundo es una novela sobre los Últimos Tiempos, como quizá ya haya adivinado el lector. Y en los Últimos Tiempos desempeña un papel primordial, según leemos en las Escrituras, la figura del Anticristo, que en el imaginario colectivo suele pintarse con rasgos demoniacos grotescos, como una especie de Nerón redivivo al que adornasen toda suerte de vicios; en lo que se contraviene a los profetas, que siempre anunciaron que el Anticristo aparecería ante los ojos obnubilados de los hombres como una suerte de mesías o salvador de la Humanidad. En Señor del mundo, Benson desestima las pinturas tremebundas y disparatadas que cierta tradición popular nos ha legado sobre el Anticristo y lo personifica en Felsenburgh, un político extraordinariamente seductor, de apariencia mansa y dialogante, que con discursos llenos de una retórica emotiva, salpimentados de constantes menciones a un reinado de paz en la tierra, logra enardecer a las multitudes, que acaban tributándole el culto reservado a los dioses.
Felsenburgh promete al mundo la paz; y desde luego se la da, aunque sea una paz falsa sostenida sobre un orden inicuo. También le promete la solución de los problemas económicos que lo afligen; y desde luego se la da, mediante una simbiosis de capitalismo y socialismo, hasta lograr detener la carestía e instaurar una nueva era de euforia y abundancia, aunque sean la euforia y la abundancia del hormiguero, donde los hombres, bien alimentados y asistidos en sus necesidades, se convierten en infrahombres satisfechos. Felsenburgh postula una nueva religión, una suerte de cristianismo falsificado caracterizado por la mística de la deificación del Hombre y del Progreso, que pronto tendrá sus seudoprofetas y seudoapóstoles, dispuestos a propagarla hasta los confines de la tierra. Naturalmente, la entronización de esta parodia de religión discurre paralela a la persecución de los cristianos, que en la novela de Benson son ya muy pocos y aparecen a los ojos de las masas embaucadas y cretinizadas como un puñado de delincuentes; una persecución que Felsenburgh no hace al estilo de aquellas sangrientas orgías de los Césares de antaño, sino de forma mucho más aséptica y taimada, envolviéndola de hipocresías cívicas (hoy diríamos «laicistas», para entendernos) que no hacen sino aumentar su prestigio a los ojos de la «opinión pública». En la novela de Benson, la Iglesia es vista como una sociedad totalitaria, artera e inhumana, que aspira al poder mundial y que por lo tanto conviene destruir.
Felsenburgh, en fin, es soberbio, mentiroso y cruel, aunque se finge virtuoso. Instaura un reinado de alegría postiza y exterior que esconde la más aciaga angustia. Es un hipócrita; pero no al estilo burdo del Tartufo de Molière, sino al estilo de los fariseos, que por todo el mundo eran tenidos por santos. También es un orgulloso hinchado de vanidad; pero disfraza esta lacra con los vistosos ropajes de las virtudes estoicas. Felsenburgh promete a sus súbditos una libertad de placeres y diversiones; pero frente a la desesperación no tiene otro consuelo que brindarles sino la eutanasia subvencionada.
Por supuesto, cualquier parecido entre Felsenburgh y los gobernantes contemporáneos es pura coincidencia”.
Sólo para quienes no sabíamos quién era Felsenbama...

viernes, 6 de febrero de 2009

Respuesta al lefe en tránsito

Estimado amigo don Mariano:
Como dueño del blog asumo la tarea nada fácil de responder a sus cuestiones.
En primer lugar, déjeme decirle que no soy un “línea media”. Yo soy lo que soy, sin necesidad de dependencias a extremos autoreferenciales. Más aún, aborrezco la línea media, como aborrezco a la clase media y a todo lo que sea “medio”. Es bastante deprimente “estar” en el medio.
¿Qué soy entonces me preguntará Ud.? Yo soy un cristiano. Nada más que eso. Fui redimido por Jesucristo, y a Él trato de seguir, y no estoy interesado en segundas redenciones, provengan estas de Mons. Lefebvre, de Karloncho, del cardenal Bergoglio, de Santa Rita o del escapulario del Carmen.
Le aconsejo, don Mariano, que respire profundamente la libertad que nos trajo la Verdad Encarnada, la misma que nos infundió su Espíritu que exulta en nuestros corazones.
1) ¿Dónde escuchar Misa? Yo tengo varias opciones, de acuerdo a los tiempos y a las ganas, y a los viajes. Ud. tiene la posibilidad de asistir a Misas de la Iglesia Oriental en comunión con la Santa Sede, por ejemplo, la catedral armenia en la calle Charcas o la catedral ucraniana en Ramón Falcón. Supongo que su conciencia aún no le permitirá cumplir el precepto en iglesias ortodoxas (yo conseguí ese permiso hace varios años). Si no fuera el caso, puede asistir a la catedral rusa del patriarcado de Moscú en la calle Bulnes, o a la de la
diáspora en la calle Brasil. Sí, como es probable, su reciente filiación lefebvrista le impide el rito oriental que es siempre sospechoso, puede recorrer iglesias con el novus ordo y siempre algo va a conseguir. Yo tuve una sorpresa, por ejemplo, en San Nicolás. Pero, aún hay más. Puede Ud. seguir asistiendo a Venezuela. Ud. va por la Misa, y no por los curas y sus rollos. Como decía un viejo y sabio maestro mendocino, “No me importa que el cura sea un pelotudo, me importa que celebre la Misa”.
2) En el zoológico posconciliar, hay Misas nuevas con guitarra, sin guitarra, con bombo, con órgano, con Pater Noster en chino, y muchos etcéteras. Es una suerte de hipermercado donde puede encontrar de todo. Es cuestión de buscar, y seguramente algo encontrará.
3) No se enrolle tanto con lo que va a decir el cura en el sermón. Seguramente serán intrascendencias y hasta alguna herejía tal vez. Ud. en los prioratos escucha hablar de la cantidad de dinero que se requiere para que el robo sea pecado mortal, de los centímetros que deben tener las mangas de las camisas de las damas para no caer en la indecencia, del gramaje de los alimentos permitidos para no romper el ayuno, de si los caldos Knorr Suiza rompen la abstinencia, de la intensidad calórica del fuego del infierno medida en grados centígrados, etc. Le aconsejo que se busque un cura que hable corto y, mientras tanto Ud. se pone a rezar el rosario o a leer alguna vida de santo. Incluso puede hacer como hacía un amigo medio arisco que, cuando empezaba el sermón, salía a la vereda a tomar fresco.
4) Yo no le puedo asegurar que los curas tengan esa intención sacrificial. Para eso tendría que preguntarle al Espíritu Santo que debe ser el único que lo sabe. Yo creo que la mayoría la tiene, en tanto quiere hacer lo que hace la Iglesia. Y si no lo tuviera, ¿qué pasa? Pues que ese domingo comulgaría solamente un pedazo de pan ácimo y no el cuerpo de Nuestro Señor. No es tan grave. Santa Teresita y todos los santos anteriores a San Pio X comulgaban tres veces al año solamente. Ya sé que Ud. me dirá que caería en el pecado de idolatría porque estaría adorando a un pedazo de pan. Pero, mi amigo, un pecado, para que sea tal, debe ser un acto voluntario, y es condición del voluntario, como dicen Aristóteles y Santo Tomás, el conocimiento, lo cual, en este caso, faltaría, y Ud., entonces, no pecaría.

Además, le aconsejo que no se meta en tantos miriñaques. Podría preguntarme, por ejemplo, si estoy seguro si ese sacerdote ha sido válidamente ordenado, porque vaya a saber qué intención tendría el obispo que lo ordenó. ¿Y quién ordenó al obispo? ¿Será obispo en serio? Si empezamos con estas sospechas, no terminamos más. Dios es Dios, y si Ud. quiere acercarse a Él con sinceridad, más allá de mejor o peor cura, el Señor lo visitará en su alma, y hará una tienda en ella.
5) La sagrada forma, efectivamente, es tocada por muchos que no son sacerdotes. De hecho, es tocada por mí todos los domingos, y no con las manos, sino con la lengua. Más allá del chascarrillo, creo yo que en la inmensa mayoría de las parroquias hay ministros laicos de la eucaristía. Le aseguro que no me gusta mucho, pero a veces veo a ese señor que distribuye la comunión, que es casado, que lleva una vida ejemplar, que es un hombre de piedad y de oración, y veo al cura que celebra y..., qué quiere que le diga. La solución, en todo caso, es que Ud. se ponga en la fila donde distribuye la comunión el cura, y solucionado el problema. Si no le queda opción, se pone en la de un laico varón; si ni siquiera eso hay, vaya a la de una laica mujer. Nunca lo haga, sin embargo, con una monja.
6) Los diáconos que se preparan para recibir el sacerdocio son célibes. Pero en muchas diócesis hay hombres casados que han recibido el sacramento del diaconado. No es como el caso de los pastores protestantes, que no reciben sacramento alguno. Es más bien como el caso de San Esteban y de las primeras comunidades cristianas, el las que hasta los obispos eran casados.
Ud., don Mariano, ha puesto el dedo en la llega. Estoy preparando un post, hostigado por mis amigos, sobre el tema del celibato sacerdotal latino. No sé cuándo lo publicaré pero, ciertamente, antes contrataré un seguro contra incendios.

jueves, 5 de febrero de 2009

Ahora se entiende más la cosa

Luis María (¿El Canciller?) me manda un link con un comentario del abbé Barthe sobre el tema Magister, y todos los entretelones de la curia romana. Ahora es más fácil entender la trampa y la traición comentida contra el Santo Padre. No sé qué pensará Lupus, pero me parece que los tiempos se están acelerando.
Gracias Luis!


Sorprendente Magister

El blog de Sandro Magister suele tener buena información y buenos análisis. Pero creo que ahora volcó. Resulta que, para que se le levante la excomunión a quien sea, es condición primerísima y fundamental aceptar públicamente la existencia real e histórica del holocausto. Quien lo niega no merece siquiera la misericordia del Papa. 

Además, el tema de los lefebvristas debe ser manejado por el cardenal Kasper, encargado del diálogo para la unidad de los cristianos. Es lo mismo, casi, un lefe que un luterano.

Reconozco, sin embargo, que la última frase está buena: En la curia romana "la mayoría no entiende (el pontificado de Benedicto XVI) y no están a su altura".


 

miércoles, 4 de febrero de 2009

La rebelión contra el Mago Blanco

Parece que la injustificable imprudencia de Mons. Williamson le está trayendo al Santo Padre más problemas que los esperados. Se asoma una rebelión, tal como dice La Nación. Quizás todo sea providencial, y los tiempos estén ya cerca.

 
Interesante, para conocer quién es la maldita Piqué y quiénes son los dueños de La Nación, leer la declaración de la Secretaría de Estado:


 

martes, 3 de febrero de 2009

Piraticam facere


Pablo de Rosario ha obtenido ya su patente de corso y, para probarlo, nos envía este interesante instructivo. Prosit!


Como introducción sobre lo que son las “descargas directas” voy a plagiar un poco a wikipedia y luego paso a comentarles mis sitios preferidos para buscar ese tipo descargas. Lo que más bajo de la web es música y libros. Aclaro que, en principio, me parece recomendable comprar los originales; pero ello no siempre es posible.

 I.- Descarga directa

 La descarga directa es una forma de descarga desde un servidor en el que el usuario no tiene que esperar colas, a diferencia del P2P (ejemplo: emule, etc.) en el que se producen esperas (a veces de varias horas) y la velocidad de transferencia depende del emisor y del receptor. Este tipo de descarga no requiere que el usuario tenga un programa específico para realizarse (en la mayoría de las ocasiones), solo se necesita el navegador; pero resulta es conveniente el uso de un gestor de descargas, como programa de optimización y reanudación de la descarga de los archivos.

 Hay empresas que ofrecen el servicio almacenamiento y descargas de datos, los que varían en el tipo de archivo, tamaño, tiempo de permanencia del archivo, y el número de veces que se puede descargar. Ofrecen siempre un servicio gratuito (que suele tener un máximo de usos por día) y uno pago o premium. Entre estas empresas se encuentran: File Dropper, Megaupload, YouSendIt, Rapidshare, turboupload, GigaSize, FileFactory, Megashare, Badongo o Filefront.

 Un gestor (o administrador) de descargas es un programa diseñado para descargar ficheros de Internet, ayudado de distintos medios, para ir pausando y reanudando las descargas de algún servicio almacenamiento y descargas o página de Internet. Es muy recomendable cuando se trata de archivos grandes como programas, videos, música, partidos en muchas partes o resulta necesario bajar múltiples archivos de tamaño pequeño.

 Hay muchos gestores. Uso y recomiendo el JDDOWNLOADER, que es gratuito. Bajar desde:

 www.jdownloader.org

 II. Mis sitios de descarga directa

 Hay muchísimos sitios para la descarga directa. Algunos son de acceso absolutamente libre; otros requieren que uno se registre con una dirección de mail, un seudónimo y una contraseña.

 Lo que comparto ahora con ustedes es mi lista de sitios favoritos para la búsqueda de descargas directas, que como dije, se concentran en dos áreas de interés: libros digitales y música.

 http://www.avaxhome.ws/

Hay que inscribirse. Muy recomendable para libros (especialmente en inglés, sobre Humanidades, Ciencias sociales, etc.), hay ediciones de Oxford, Cambridge, Routledge, etc.; también para música (hay mucha música sacra ortodoxa; el sitio es ruso), y también videos (está la miniserie de Brideshead, por ejemplo).

 http://www.gigapedia.com/

Hay que inscribirse. Extraordinaria cantidad de libros en inglés. Más completo que el anterior. Y de la misma o superior calidad.

 http://www.archive.org/

No hay que inscribirse. Predominan los libros en inglés con copyright vencido. Hay obras de Newman, Knox, Gilson, etc. Excelente sitio.

 http://www.quedelibros.com/

No hay que inscribirse. Parece muy completo libros en castellano. Lo uso poco; pero lo tengo como buscador. Está Brideshead en edición de Tusquets, por ejemplo. 

 http://www.bibliotheka.org/

Similar al anterior.

 http://cd.dgb.uanl.mx/form_b_avz.php

Universidad Nacional Autónoma de Nuevo León. Biblioteca digital con clásicos de la filosofía tomista y otras obras en latín. La descarga puede ser lenta y se recomienda un programa especial. De allí bajé el Cursus de Juan de Santo Tomás, por ejemplo.

 http://sonidosysilencios.blogspot.com/

Blog de música: exquisita selección de música barroca y de otras épocas.

 http://musicamedievalyrenacentista.blogspot.com/

Blog de música: el título, lo dice todo. Tan bueno como el anterior.

 Cordiales saludos

Pablo el Rosarino