lunes, 23 de abril de 2007

San Jorge


Hoy, 23 de abril, es el día de San Jorge.

Jorge nació en una familia cristiana de finales del siglo III Geroncio, su padre, originario de Capadocia, servía como oficial en el ejército romano. Su madre Policromía volvió con su joven hijo tras enviudar a su ciudad natal, Lydda. El joven siguió los pasos de su padre y se unió al ejército poco después de llegar a la mayoría de edad. Debido a su carisma, subió pronto de grado, llegando antes de los 30 años a ser tribuno y comes. Hacia esa época ya se le había destinado en Nicomedia como miembro de la guardia personal del emperador romano Diocleciano. En el 303, este emperador emitió un edicto autorizando la persecución sistemática de los cristianos a lo largo y ancho del imperio. Su césar Galerio fue el responsable de la decisión. San Jorge recibió órdenes de participar en la persecución, pero prefirió dar a conocer su condición de cristiano y criticar la decisión del emperador. Un airado Diocleciano reaccionó ordenando la tortura ejecución del traidor. Tras diversas torturas, Jorge fue decapitado frente a las murallas de Nicomedia el 23 de abril del 303. En 494 San Jorge fue canonizado por el papa Gelasio I.

Se cuenta, además, que en una ciudad del Asia Menor había un dragón que tenía su nido en la fuente que proveía de agua al poblado. Como consecuencia, los ciudadanos debían apartar al dragón de la fuente para conseguir agua, ofreciendo diariamente un sacrificio humano que se decidía al azar entre los habitantes. Un día resultó seleccionada la princesa local. En algunas historias aparece el rey, su padre, pidiendo por la vida de su hija, pero sin éxito. Cuando estaba a punto de ser devorada por el dragón, apareció San Jorge en uno de sus viajes a caballo y se enfrentó con el dragón, lo mató y salvó a la princesa. Los agradecidos ciudadanos abandonaron el paganismo y abrazaron el cristianismo.

Pablo VI, horrorizado por la violenta explosión de masculinidad de este bruto soldadote ante causa tan poco ecológica, y movido por sus pruritos positivistas, decidió expulsar a San Jorge del santoral católico en 1969, quedando el santo en exclusividad para la iglesia ortodoxa, sobre todo los melquitas sirios, que se han hecho los universales receptores de las sobrenaturales dádivas del santo y, también, de las más materiales y contantes de los fieles, según puede verse diariamente en la catedral de Scalabrini Ortiz.

Esta triste exclusión, por otro lado, me da cierta esperanza: parece que los papas puedan “descanonizar a los santos” que canonizaron otros. Quién dice entonces que algún día que caiga también de las hornacinas, como San Jorge, el Marqués de Peralta, si es que los millones de sus vasallos no logran algún otro oportuno milagrito.

Como castigo, quizás, a tamaña expulsión, los porteños padecemos a dos Jorges que ocupan altísimos puestos: Bergoglio y Telermann. Por cierto que el cardenal no es un émulo del militar capadocio. En circunstancias similares, y movido por su celo de diálogo interreligioso, jamás habría cometido la incorrección política de criticar las órdenes de Diocleciano sino que habría sugerido la creación de una Mesa de Diálogo con los sacerdotes paganos a fin de consensuar propuestas superadoras que ayudaran a los hombres y mujeres del imperio a caminar juntos, en paz y armonía, hacia la construcción de un mundo más justo. Una de ellas sería, probablemente, convertir a Nicomedia en Capital Mundial del Diálogo Interreligioso, distinción que ostentará pronto nuestra sufrida Buenos Aires.

Con respecto a nuestro Jefe de Gobierno, ¿qué podemos decir más allá de las palabras del Cardenal? Porque, efectivamente, Jorge es un creyente.

jueves, 5 de abril de 2007

Padrecito Zar

Imágenes tomadas en la coronación del zar Nicolás II en mayo de 1896, último zar de Rusia, asesinado por los bolcheviques y canonizado junto a su familia por la Iglesia Ortodoxa Rusa del exilio.

domingo, 1 de abril de 2007

El latín de Sarlo

Nunca leo Clarín y mucho menos a Beatriz Sarlo, pero hoy escribe un artículo interesante sobre el latín. Los argumentos son débiles y el comentario podría haber estado mucho mejor pero, viniendo de quien viene, me parece suficiente:


El latín, ¿lengua muerta o cultura viva?

Beatriz Sarlo

El Papa ha anunciado su intención de que algunas partes de la misa vuelvan a ser rezadas en latín. Carezco de opiniones sobre la lengua en que debe realizarse un culto religioso y no voy a meterme en un tema del que ignoro todo. Me pregunto, en cambio, cómo suena esto en los oídos de los que van y de los muchos que no van a ninguna iglesia. En especial he escuchado juicios adversos de estos últimos. No van a la iglesia pero tampoco quieren que allí se rece en latín. Creen que el regreso del latín es, más o menos, el regreso de una aristocracia oscurantista, que separa la religión de sus fieles y pone a Dios lejos del común de los mortales. El latín sería, entonces, un obstáculo más para que la gente perciba que lo que sucede dentro de una iglesia es algo próximo a su vida y a su cultura. Con el latín nuevamente en la misa el Vaticano volvería a encerrarse entre sus muros. El Papa anterior ponía a la iglesia en la televisión; su sucesor tendría el plan de devolverla al enclaustramiento.

Hoy el latín representa una especie de condensado de aquello que no debe ser. Hasta hace cuatro décadas se enseñaba en muchos colegios secundarios. Ahora sólo persiste a la defensiva en algunos de los que dependen de la universidad. En 1960, para obtener un diploma de profesor de literatura era necesario pasar por varios cursos de latín y de griego. Cuando en 1984, terminada la dictadura militar, regresamos a la universidad, lo primero que hicimos fue poner en práctica no un plan sino una consigna que consistía en aplastar la enseñanza del latín lo más que fuera posible.

No quiero ni imaginarme el escándalo si alguien propusiera volver a enseñar latín en algunos colegios secundarios. Se recitaría todo el catecismo de la teoría educativa: que la propuesta ignora la cultura de los adolescentes y las necesidades de su formación, pasa por alto las relaciones con el mundo del trabajo, restablece el autoritarismo al definir contenidos de enseñanza lejanos a los intereses de los estudiantes, está de espaldas al futuro y sólo significa el intento reaccionario de restablecer una cultura inservible y elitista.

Entre un "taller de tango" y un "taller de latín", cualquier colegio secundario sabe cuál es el camino al éxito. Y, como la educación es sensible a la mercadotecnia, el latín no tiene ninguna posibilidad de volver. Si está bien o mal enseñar latín a algunos chicos es una cuestión que queda fuera del debate, como si se nos quisiera convencer de que el mejor modo de prevenir el sarampión es declararlo obsoleto. O como si no se enseñara fútbol porque sólo un puñado de excepcionales llega a jugarlo bien.

Por supuesto, no tengo nada contra un "taller de tango", como los que existen en muchos colegios. Si hubiera sido propuesto hace cuarenta años, sus destinatarios habrían respondido con burla o indiferencia. Yo hubiera sido uno de esos destinatarios, y habría dicho que se trataba de un taller reaccionario, mediante el cual el colegio quería combatir el rock e imponernos la decadente música de nuestros padres. Estoy convencida de que un "taller de tango" habría sido repudiado o, por lo menos, ignorado. Hoy, en cambio, es el rock o el pop la música de los padres de los estudiantes secundarios y, por lo tanto, el tango no presenta el insalvable obstáculo de simbolizar la autoridad del pasado sobre el presente. El tango es la música de los bisabuelos y nadie en su sano juicio se pelea con ellos. Ha pasado tanto tiempo, que el tango es fashion. Los padres, en cambio, nunca pueden ser fashion, porque, por más destartalada que esté su autoridad, todavía algo conservan, aunque sólo sea la capacidad de negarse a entregar un poco de dinero extra para diversiones.

Así como la propuesta de enseñar latín no llegaría a ser considerada, hay otras iniciativas, como el "taller de tango" sobre las que existe un consenso instantáneo. Se trata de todo aquello que está vinculado con el presente. El mercado le ha restituido al tango su condición de música actual, que había perdido por lo menos desde fines de los años sesenta. El latín en cambio es considerado no sólo una "lengua muerta" sino una lengua oscura, tediosa e inservible. El latín, como cualquier otra disciplina que no esté conectada de modo funcional con el presente, es un obstáculo y una carga, algo que debe ser repudiado o confiado a un reducido núcleo de especialistas extravagantes que se ocupan de ella. Se los tolera, pero se los mantiene en un lazareto para que no corrompan a la juventud.

De este modo, la lengua de varios siglos de cultura occidental, lengua en la que se escribió no sólo literatura sino las obras fundadoras de la ciencia moderna, queda encerrada en un depósito misterioso y clausurado. Los educadores tienen miedo de ser piantavotos y piensan que los chicos sienten antipatía instintiva por las cosas raras; los chicos, por su parte, no pueden interesarse por lo que nadie les presenta como opción; la escuela renuncia a mostrarles lo que ellos no conocen, afectando así su derecho a la diversidad cultural. Y todos miramos Gran Hermano porque ésa, a diferencia del latín, es nuestra cultura común.