En este blog nos hemos referido en varias ocasiones a la figura de Yves Congar, O.P. Por ejemplo, sobre su intercambio epistolar con Jean Madiran; sobre su figura, particularmente en su actuación durante el Concilio o, más recientemente, su opinión sobre la liturgia. Todos sabemos quién fue Congar, uno de los representantes más conspicuos de la nouvelle théologie y uno de los cerebros detrás de la deriva modernista del Vaticano II.
Pero también es cierto que fue una persona extremadamente inteligente, con una enorme capacidad de trabajo y cuya obra, con algunas cautelas, merece ser leída, y no solo con provecho cultural sino también espiritual. Por ejemplo, L'Église. De saint Augustin à l'époque moderne o Les Voies du Dieu vivant. Théologie et vie spirituelle son libros excelentes que forman sea en la historia de la Iglesia, sea en la vida espiritual. Este último es un recopilación de trabajos publicados en diversos medios que tienen como tema común la espiritualidad. Y en uno de ellos —una conferencia pronunciada el 3 de noviembre de 1960 durante la Semana Bíblica de Montpellier— proclama con notable imprudencia una profecía:
Estoy seguro de que, cuando hacia el año 2000, los historiadores escriban la historia de la época presente, dirán que el siglo XX fue el siglo del ecumenismo y que este gran movimiento, poderoso como una marea, y que, como una marea, supone la atracción soberana de un astro, que es el Espíritu Santo, es un movimiento que hace que los cristianos tiendan a reunirse en la unidad visible del cuerpo de Cristo, movimiento animado por el Espíritu de Dios y característico del siglo XX. (p. 47).
Se trata de un texto que no tiene demasiada transcendencia. Sin embargo, es relevante para captar la ilusión en la que vivía la élite intelectual católica en la posguerra, ilusión infundada cuya consecución llevó a la Iglesia al estado en que se encuentra en la actualidad.
Los sesenta y tres años que nos separan de la profecía de Congar muestran que el ecumenismo fue un fracaso estrepitoso. La supuesta tendencia de los cristianos a reunirse en un solo cuerpo visible no pasó de las palabras y buenas intenciones de los ’70 y ’80. Hasta donde sé, con la única iglesia que se llegó a un principio de entendimiento teológico serio fue la copta. El resto ha sido pura cháchara o, en todo caso, pegotes, que no es lo mismo que unidad. Porque pretender que se admita la intercomunión entre católicos y luteranos —cosa que sucede en Alemania— es haber alcanzado la unidad, es una fantasía que nadie serio puede creer.
Seguramente, el padre Congar se asombraría de lo que realmente ocurrió algunas décadas después del 2000: los cristianos no estamos unidos; estamos diluidos. Quizás algún iluso podría considerar que es esto justamente el cumplimiento de las profecías congarianas: una religión líquida e indiscernible, conformada por los desagües de afluentes variados provenientes de cuencas protestantes de diversos orígenes, del catolicismo posconciliar y hasta del islamismo, si ponemos la mirada en la declaración de Abu Dhabi. O bien, si observamos el viaje del papa Francisco al Congo y a Sudán del Sur, realizado este año, acompañado del arzobispo de Canterbury y líder de la iglesia anglicana, Justin Welby, y del moderador de la iglesia de Escocia, Jim Wallace. Una suerte de viaje nupcial condenado a la esterilidad o, en el peor de los casos, que alumbrará un ser mostrenco más horrible del que ya tenemos a la vista.
Un ejemplo patético de este optimismo ecumenista conciliar, liderado por ancianos que siguen viviendo de ilusiones pasadas, es el encuentro sobre la fraternidad humana realizado el fin de semana pasado en el Vaticano, con firmas de declaraciones de líderes religiosos y civiles, entre ellos veinte premios Nobel allí presente. Los organizadores esperaban un aluvión de decenas de miles de personas, como lo demuestra el despliegues de sillas que habían dispuesto en la plaza de San Pedro. Y no fue literalmente nadie, excepto los mismo organizadores, los invitados y los figurantes de las ridículas ceremonias paganoides que se hicieron. En esta entrada de Specola pueden ver el testimonio de una plaza vacía, en medio del acto. Y por cierto, aunque se trataba de firmar la fraternidad universal, el acto no tuvo repercusión alguna ni siquiera en los medios adictos al régimen francisquista. (Y un detalle significativo: esto ocurría en vísperas del domingo en que se solemniza el Corpus Christi: este año, esta festividad se suspendió en la diócesis de Roma).
El 2000 no encontró a todos los cristianos unidos, mal que le pese a Yves Congar. Encontró el fin de la cristiandad, como bien señala la filósofa Chantal Delsol.
Ayayay !!! estos teólogos no esperaban San Mateo XXIV ni San Lucas XXI. No que lo negaran, sino que si esperaban que sucediera sería en un millón de años, como bien explica Castellani.
ResponderEliminarYo no sé, será porque soy madre, pero cuando una espera el parto, no ve la hora en que suceda!! Sabiendo incluso que vienen los dolores y el sufrimiento. Ninguna mujer querría estar para siempre en ese estado angustioso. No en vano Nuestro Señor usó está comparación.
Los dolores de parto de la historia de la humanidad se sienten desde hace varias décadas . Recuerdo que cuando me comenzaban las contracciones me ponía alegre y angustiada a la vez. Después era todo alegría.
Para mí, ese tan mentado ( y mentiroso) ecumenismo , es querer alargar la preñez como un fin en sí misma. Insoportable.
Gracias por su artículo Wanderer.
ResponderEliminarRealmente se quiso unir a los cristianos y se terminaron separando los católicos 🤦
Dios y la Virgen Santa nos auxilien 🙏
Así es.
EliminarEs llamativo, pero en la pasada semana de oración por la unidad de los cristianos, el metropolitano ortodoxo griego se mandó un discurso excelente. Vale la pena leerlo. Fue el unico que dijo lo que debía decirse, y los demás, especialmente el católico, puras zalamerías como siempre.
ResponderEliminar¿Se sabe de qué Patriarcado era? Porque el Fanar hasta ahora está dando pésimas señales. Vean a su Primado en EEUU
Eliminar¿Dónde fue eso? ¿Hay un enlace para verlo? Gracias
Eliminarel fanar es en términos prácticos irrelevante en la ortodoxia, tanto asi que si despareciera, la ortodoxia misma no se vería afectada de ninguna forma. en contraste el catolicismo, si desapareciera el papado, eso significaría casi la muerte del catolicismo mismo.
EliminarTodo este pontificado es un largo viaje a la irrelevancia. Bergoglio es el abuelo de la nada.
ResponderEliminarJa, ja, ja...¡Genial..!!
EliminarEstimado Anónimo de las 11:32 ¿sólo éste?
EliminarNo olvidar el papelón de Georgia, donde los desaires a Bergoglio partieron desde el Patriarca hasta el bajo pueblo. Incluso en Atenas, un viejo pope gritandole "hereticos!!!"
ResponderEliminarNo cabe duda que el triunfo del ecumenismo que soñó Congar acabó en un rotundo fracaso, pero eso según el color del cristal con que se mire, porque todo indica que en Roma el ecumenismo está más vivo que nunca.
ResponderEliminarEn este cambalache discepoliano del siglo XXI y la ideología de género que a tantos embelesa, luego de ver el maridaje de este pontificado con el mundo parece que es así porque de Francisco para abajo no sólo insisten con el mito de la unidad con los "hermanos separados", también con el resto de las religiones, sectas y chamanes varios que navegan a la deriva en un esfuerzo común por un sincretismo planetario cuya misión última será la de recibir al Anticristo como al salvador del mundo.
Si decimos que estamos en vísperas de una catástrofe a lo mejor nos quedamos cortos, pero eso es lo que nos espera. Roma y el mundo están convencidos que por este camino un día la tierra será un paraíso que nadie se querrá perder, cuando en realidad este camino termina en el abismo. Pero todo es inútil, nadie escucha las advertencias ni ve los semáforos en rojo que presagian lo peor.
Así como hace sesenta y tres años Congar imaginó que en el año 2.000 llegaría el triunfo del ecumenismo, no creo que sea pensando en él que Francisco alimenta la misma utopía. Su sueño lo veo más cercano a la profecía de Perón cuando también decía que el año 2.000 nos encontraría unidos o dominados. Es cierto que Perón se refería a Latinoamérica, pero como buen Papa peronista hoy Francisco va mucho más allá y sueña con una religión única mundial de la que él sería el capo de todos los capos en un mundo peronista con justicia social. Y no creo que sea el único que alimenta esa locura de un paraíso terrenal anticristiano. Está escrito y hacia allá vamos a toda máquina. El choque será brutal. Y pronto. Primero hay que pasar por la puerta angosta, después lo mejor está por venir...
Fuenteovejuna
Domingo, ángelus, plaza de San Pedro. El Papa acaba de salir del hospital. Por más que la señal de televisión del Vaticano intente evitarlo, la realidad no se puede ocultar. El número de fieles es muy escaso. A nadie le interesa. Irrelevancia absoluta. A eso vamos
ResponderEliminarEstimado Sr:
ResponderEliminarYo me inclino a pensar que la pretensión de armonía entre religiones, el ecumenismo, es incompatible con la inteligencia.
Los tontos suelen practicar una tiranía férrea, pero disfrazada de filantropía. Como siempre son más, se imponen. Bergoglio es uno de ellos. Yo vi esa imbecilidad desde el minuto cero, cuando fue elegido Papa, en su lenguaje corporal. Un lenguaje que presagiaba un futuro preocupante para La Iglesia. El señor Congar, en la foto, se parece a Bergoglio. Y también es inquietante lo que transmite.
La realidad se destruye constantemente. Se trata de un hecho palpable, evidente. Por tanto, ¿Qué clase de cabezas podrían pretender la fusión de contrarios y la paz universal? . ¿Qué falta en esas cabezas?. Yo diría que, para empezar, faltan Geometría y Matemáticas. Gramática y Sintaxis seguro que también.
Los tontos son muchos. Y son malos. No es nada fácil librarse de ellos.
Excelente artículo, don Wander, que suscribo de pe a pa. Una acotación: si no recuerdo mal, el diálogo teológico que dio ciertos frutos (tampoco muy espectaculares) fue con los asirios, la insignificante congregación, única difisista/"nestoriana" que queda, salvo otra hermana en la India, igual de minoritaria. La razón principal del éxito fue que su contraparte católica (la Iglesia Caldea) es mucho más numerosa, y por tanto la posición de los asirios es de debilidad (tanto numérica como política). La declaración conjunta (del año noventa y tantos, creo) establecía la más que dudosa validez de la anáfora eucarístia de Adai y Mari, que no pronuncia las palabras de consagración porque "están sobreentendidas" (¿?). En el resto de cuestiones, sobre si María es Theotokos (Madre de Dios) como establecen todas las Iglesias, o no, como dicen los difisistas, se pasó de puntillas o se dieron vagas declaraciones. En cualquier caso, la declaración conjunta no supuso automáticamente la intercomunión, y la minúscula iglesia asiria sigue existiendo. Supongo que ese más brillante ejemplo de ecumenismo se completará cuando todos los fieles de la misma se pasen a la Caldea, en comunión con Roma.
ResponderEliminarCon el resto de ortodoxos, no digamos con los protestantes, declaraciones de afecto pero comunión de verdad, que es la que cuenta, nada de nada.