viernes, 19 de enero de 2024

Bergoglio no vendrá a Argentina

 


El lunes pasado, un buen amigo me decía azorado: “¿Viste que el papa Francisco finalmente viene a Argentina? Lo dijo ayer en un programa de televisión italiano”. Yo quedé asombrado de que haya todavía gente buena e inteligente con capacidad de creerle a Bergoglio. El Papa Francisco jamás vendrá a Argentina. Teme el recibimiento que tendría. De otro modo, lo hubiese hecho durante el gobierno de Cristina Kirchner, o de Mauricio Macri o de Alberto Fernández. No se trata de una cuestión política ni electoral. Se trata de puro cálculo. Ya tuvo la experiencia chilena y sería catastrófico que algo similar le ocurriera en su propio país donde es tibiamente querido. 

    Pero mucho menos vendrá luego de haber escuchado lo que el presidente Milei dijo en Davos. En la misma reunión a la que Francisco envió sus calurosas bendiciones, Javier Milei pronunció un discurso en el que contradice uno a uno los postulados más cercanos al corazón pontificio: el socialismo, que en Argentina se llama peronismo; la falacia de la justicia social tal como la entiende la clerecía progresista argentina, y la agenda 2030, especialmente el postulado de las causas antrópicas del cambio climático, que es el eje vertebrador del magisterio de Bergoglio.

    Peor aún. El discurso de Milei despertó las irás previsibles de la progresía de todo el mundo, pero las simpatías que suscitó fueron mucho más fuertes, o al menos más ruidosas. Es decir, el discurso ambientalista y socialista de Francisco no tiene ninguna relevancia en Argentina y, en cambio, sí la tiene el discurso “reaccionario” de Milei. En otras palabras, la popularidad del presidente argentino es mucho mayor que la del pontífice argentino; ergo, un populista como Bergoglio jamás se arriesgará a que tal desbalance quede públicamente manifestado.

    El Foro de Davos se ha caracterizado por ser un encuentro anual de grandes líderes políticos y empresariales donde se defiende el “capitalismo de Estado”, el intervencionismo público y la ingeniería social; es decir, se defiende el socialismo más o menos aguado. Davos es, en otras palabras, la usina de las políticas progresistas que se aplican en el mundo entero fundamentalmente a través de los organismos internacionales, las universidades y el periodismo

    Cuando se produce la caída del Muro de Berlín y, con ella, la caída estrepitosa del comunismo, los marxistas rápidamente idearon en neo-marxismo, donde las luchas ya no serían de burgueses contra proletarios, sino de otro tipo: hombres contra mujeres; el género humano contra la naturaleza; heterosexuales contra homosexuales y demás minorías, etc. Esta es la agenda universalmente aceptada y la vulgata que repiten hasta el hartazgo los gobiernos, las universidades y los medios de educación. Y, digámoslo, también la Iglesia. Es Davos donde se ha cocido principalmente este condumio que está envenenando a Occidente.

    Javier Milei ha tenido no ya la osadía sino la locura de ir a enrostrales a la flor y nata del progresismo reunidos en ese foro que Occidente está peligro, y lo está debido a las políticas neo-marxistas, o progresistas o socialistas —que él toma como sinónimos— que se están aplicando desde hace décadas. ¿Quién se hubiese animado a hacer una crítica feroz al “crimen sangriento del aborto”, al feminismo o al discurso dogmatizado sobre el cambio ambiental en ese ámbito? Sólo un loco, como Milei.

    Luisa Corradini, la progresista corresponsal de La Nación, escribió citando una fuente anónima: “Tironeados entre el estupor y cierta fascinación, la sala que lo escuchaba hesitó y también aplaudió la performance del actor que, no obstante, acababa de arruinar en 30 minutos, más de 50 años de esfuerzos del Foro Económico para dar forma a un capitalismo inclusivo, responsable y bien educado”, reconoció este jueves un responsable del Foro que pidió el anonimato”. Milei les escupió el asado a los diseñadores del progresismo mundial. 

Destaco tres curiosidades. En primer lugar, la enorme repercusión positiva en las redes sociales —la única repercusión válida en la actualidad— que tuvo el discurso del presidente argentino. En segundo lugar, que si bien eran totalmente previsibles los comentarios y repercusiones negativas entre las personalidades y los medios mainstream, resulta desconcertante la crítica que también proviene de ciertos grupos residuales del catolicismo conservador y nacionalista de Argentina, que terminan adoptando el discurso progresista. Finalmente, que si leemos el mensaje enviado por el Papa Francisco al Foro, descubriremos que el discurso de Milei desarma uno a uno los postulados bergoglianos. Por eso mismo, Bergoglio jamás vendrá a Argentina… a Dios gracias.