miércoles, 26 de febrero de 2020

La conversión del Papa Francisco


Es fácil darse cuenta que el título de este post plantea una situación contradictoria. Solamente es pasible de una conversión aquello que se encuentra en una posición definida. Para darse vuelta hacia el frente, es preciso estar mirando hacia tras; para convertirse a la izquierda, es necesario estar a la derecha. No es el caso del Papa Francisco que se encuentra siempre en la ubicación exacta donde quiere encontrarlo el interlocutor de turno. Digámoslo en términos positivos: el Santo Padre está en un proceso permanente de conversión, consistente en microconversiones que pueden durar algunos minutos o, a los sumo, un par de horas. Un ejemplo reciente es lo sucedido con el P. Martin, s.j. A nadie le cabe duda que Bergoglio le dijo a Martin lo que éste quería escuchar sobre los gays, y la semana pasada le dijo a los obispos de Estados Unidos lo que ellos querían escuchar sobre el tema. Se trata de una microconversión del Papa Francisco.
¿De qué manera analizar entonces lo sucedido con la amazónica exhortación apostólica a dos semanas de su promulgación? Todos esperaban que abriera las puertas para la abolición del celibato obligatorio en la iglesia latina y la ordenación de diaconisas. Y lo esperaban con las mismas ansias tanto los progresistas como los conservadores. Las expectativas estaban en ambos bandos, y las decepciones y desconciertos posteriores se dieron también en ambos. Veamos si podemos llegar a algunas conclusiones:


1. En varias ocasiones expresé en este blog que me resultaba difícil admitir que Francisco fuese a abrir la puerta a las dos novedades que se esperaban. En primer lugar, porque el Papa no es modernista como tampoco es conservador. Bergoglio no posee intelecto especulativo; su intelecto es meramente práctico. Por tanto, no tiene doctrina; no es doctrinario. Su teología se reduce al catecismo que aprendió en los años ´50 y alguna que otra lectura adicional. Y ese catecismo es un catecismo católico. Los reflejos doctrinales del Papa —que no son más que eso, reflejos—, son ortodoxos. Y esos reflejos le impiden innovar en el celibato o el diaconado femenino.

2. El libro de Benedicto XVI y el cardenal Sarah, ¿tuvo alguna influencia en el resultado final del documento? Aquí las versiones son encontradas. Alguna fuente me dijo que hubo una nueva redacción luego de la aparición del libro. Sin embargo, otra fuente más que confiable confirmó lo que había adelantado Edward Pentin siguiendo comunicaciones oficiales de la Santa Sede: el documento estaba redactado el 27 de diciembre y no sufrió ningún cambio. Mi impresión es que, por la personalidad de Bergoglio, introducir modificaciones en el documento debido al libro habría sido reconocer que su poder era desafiado por un anciano y por un africano que finalmente lograban torcerle el brazo. Y eso es prácticamente imposible. El Papa no cede una sola pulgada de poder.

3. No se le escapa al Santo Padre que su actitud iba a despertar las iras de los alemanes, cosa que efectivamente sucedió. El Estado Vaticano, como muchas veces ha afirmado Specola, es una ficción y necesita de financiamiento externo para sobrevivir. Hasta la calefacción de las instituciones educativas y residencias sacerdotales dependientes de la Santa Sede es financiada por los alemanes. Ese es el motivo por el los obispos germánicos han tenido patente de corso durante los últimos pontificados: si el Papa los contradecía, se acababan los millones de euros que fluyen anualmente del Rin hacia Tiber. La situación ahora se va a poner fea. Marx y los suyos perdieron la partida. Esperaban mucho de este pontificado y no recibieron nada o, si se quiere, lo único que  recibieron es lo que ya tenían desde hace décadas: la posibilidad de que los recasados puedan comulgar. Francisco, astutamente, entregó una torre que estaba ya maltrecha y a punto de derrumbarse, a los hambrientos peones modernistas para que se entretuvieran con sus restos, pero jamás entregará un alfil o la reina.
Las últimas noticias provenientes de Alemania refuerzan esa teoría: el cardenal Marx deja la presidencia de la Conferencia Episcopal y ayer, el secretario general de la misma, renunció a su cargo. Se trata del jesuita Hans Langendörfer, que fue una de las fuentes de presión más importantes durante el sínodo de la Amazonia para la aprobación de la ordenación de los viri probati y de las diaconisas. Se comenta que Marx será llamado a Roma donde, estimo yo, se lo ubicará como cabeza de algún dicasterio periférico. De esa manera, el Papa Francisco lo tendrá controlado y con escaso acceso al dinero, que es el poder del alemán; es decir, licuará su relevancia y capacidad de maniobra. El "camino sinodal" alemán está siendo desactivado por el Santo Padre; no quiere líos y no quiere herejías.

4. Aparece naturalmente una pregunta: ¿con qué objeto armó entonces el Papa semejante desastre, que estresó a la Iglesia durante meses? Es difícil explicarlo. El conflicto siempre desgasta al gobernante aunque, si éste hábil, puede fortalecer su poder. Y en este sentido arriesgo una interpretación: Juan Perón decía que en su gobierno él ponía “el guiñe —o luz de giro—, a la izquierda, pero doblaba a la derecha”. Y décadas más tarde, Néstor Kirchner decía los empresarios españoles con grandes inversiones en Argentina: “No escuchen lo que digo, sino miren lo que hago”. Bergoglio, peronista de paladar negro, elaboró un ampuloso discurso amazónico - modernista que terminó siendo pura sarasa, sin ningún efecto más que engolar homilías de curas imbéciles, pero tomó decisiones conservadoras. De esta manera, demostró quién tiene el poder a los que, con sus presiones de cobrar las papeletas que permitieron su elección y la amenaza de cortar los millones que necesita, pretendían desafiarlo. 


5. No puedo terminar este análisis sin dar un vistazo también a nuestro lado, porque considero que debemos aprender de este suceso. He quedado desconcertado por la reacción que han tenido algunas personalidades respetables y valiosas. Me refiero, concretamente, al Prof. Roberto de Mattei, quien hasta dos días antes de conocerse la exhortación post-sinodal afirmaba que se aprobaría la ordenación de hombres casados, contrariamente a lo que muchos decíamos. Pero lo llamativo es que es, apenas conocido el documento, reclamó el triunfó de la postura ortodoxa, sosteniendo que se debió en gran medida a sus acies ordinata: “La demostración de los católicos de Acies ordinata en Munich de Bavaria, revela su gran importancia después de la exhortación post-sinodal… Hoy, Acies ordinata es el símbolo de todos aquellos que están luchando de un modo ordenado contra las fuerzas del caos dentro de la Iglesia…”. No salgo de mi estupor. ¿Puede seriamente sostenerse que cincuenta personas ordenadas en damero y rezando el rosario en silencio asustarán al Papa Francisco o a los obispos alemanes? Daría la impresión que se están sobrevalorando las propias ideas y, sobre todo, las propias estrategias.
No se me escapa que el Prof. de Mattei atribuye el éxito de su acies a las oraciones que se elevaron. Pero, contemporáneamente, decena de miles de católicos también rezaban para que la disciplina y la ortodoxia de la Iglesia fueran preservadas, y los fieles de la SSPX hacían tres días de ayuno. ¿Por qué, entonces, capitalizar para el damero un triunfo que, en todo caso, corresponde a muchos católicos más?
Creo que el gran error radica en proponer una estrategia equivocada. Si estamos hablando de acies, estamos hablando de un ejército, y un ejército necesita de un buen estratega, y un buen estratega, lo primero que hace, es conocer al detalle la psicología de su enemigo. Esto lo sabía Julio César, Enrique V, Napoleón y todos los buenos generales, y por eso ganaron sus campañas. Si se pretende montar una cuestión de aparato y de organizar un show para los medios  de prensa tradicionalistas, está muy bien el damero y sugeriría que agregaran unas cuantas oriflamas con leones rampantes para infundir aún más temor en el Palacio Apostólico. Pero si de lo que se trata es de ganar una batalla, o de no perder terreno, o de ocupar posiciones, sería conveniente adaptar la estrategia al enemigo que tenemos enfrente. Y mucho me temo que con esas ingenuas matoneadas lo único que lograrán será despertar una estruendosa carcajada detrás de una ventana de Santa Marta.




martes, 25 de febrero de 2020

Miércoles de cenizas con Newman


EL AYUNO ES MOTIVO DE PRUEBA
4 de marzo de 1838

«Después de haber ayunado cuarenta días con cuarenta noches,
sintió hambre» (Mt 4,2)
Primer domingo de Cuaresma

El tiempo litúrgico de humillación que precede a la Pascua dura cuarenta días en recuerdo del prolongado ayuno de nuestro Señoren el desierto. Por eso hoy, primer domingo de Cuaresma, leemos el evangelio en que se narra ese ayuno y en la Colecta le pedimos a Él, que por nosotros ayunó cuarenta días y cuarenta noches, que bendiga nuestra abstinencia para el bien de nuestro cuerpo y de nuestra alma.
Ayunamos por penitencia y para someter la carne. Nuestro Salvador no tenía necesidad de ayunar por ninguno de esos dos motivos. Su ayuno no era como el nuestro, ni en su intensidad ni en su finalidad. No obstante, cuando comenzamos nuestro ayuno, se nos propone el ejemplo del Señor y seguimos ayunando hasta igualarle en el número de días.

Hay un motivo para esto: en verdad, no debemos hacer nada sin tener su ejemplo a la vista. Al igual que solo a través de Él podemos hacer el bien, nada será bueno si no lo hacemos por Él. Nuestra obediencia procede de Él; y hacia Él debe orientarse. «Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). No hay buenas obras sin la Gracia y la Caridad.

San Pablo dejó todo «con tal de ganar a Cristo, y vivir en él, no por mi justicia, la que procede de la Ley, sino por la que viene de la fe en Cristo, justicia que procede de Dios, por la fe» (Flp 3,9).
Por tanto, nuestras buenas obras solo son aceptables cuando son hechas, no por ajustarse a la norma, sino en Cristo por la fe. Vanas fueron todas las obras de la Ley, porque carecían del poder del Espíritu. No eran más que los pobres intentos de la naturaleza humana desguarnecida para cumplir lo que, desde luego, era su deber cumplir, pero que no era capaz de cumplir. Nadie más que los ciegos y los carnales, o los sumidos en la más completa ignorancia, podían encontrar en sí mismos cosa alguna en que regocijarse. ¿Qué eran todas las justicias de la Ley, qué sus obras, incluso las que iban más allá de lo ordinario, sus ayunos y limosnas, su desfigurarse el rostro y afligir el alma; qué era todo esto sino polvo y escoria, un despreciable servicio terrenal, una penitencia miserablemente desesperada, en la medida en que carecían de la gracia y la presencia de Cristo?
Ya podían los judíos humillarse, que no se elevaban espiritualmente, sino que caían en la carne; ya podían afligirse, que no les aprovechaba para su salvación; podían hacer penitencia, pero sin alegría; el hombre exterior podía perecer, pero el hombre no se renovaba por dentro día tras día. Soportaron el peso del día y del calor, y el yugo de la Ley, pero no «se convirtió para nosotros, incomparablemente, en una gloria eterna y consistente» (2 Cor 4,17). Pero a nosotros Dios nos ha reservado algo mejor. En esto consiste ser uno de los pequeños de Cristo: poder hacer lo que los judíos pensaban que podían hacer, y no podían; tener en nosotros ese don con el que podemos lograr todas las cosas; ser poseídos por su presencia como vida nuestra, como nuestra fuerza, mérito, esperanza y corona; llegar a ser de manera admirable, miembros suyos, instrumento o forma visible, o signo sacramental, del Único, Invisible, Omnipresente Hijo de Dios, reiterando místicamente en cada uno de nosotros todos los actos de su vida terrena: su nacimiento, consagración, ayuno, tentaciones, pruebas, victorias, sufrimientos, agonía, Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión. Él es todo en todo; nosotros con tan poco poder en nosotros, tan poco mérito y calidad como el agua del Bautismo, o el pan y vino de la Sagrada Comunión; pero fuertes, no obstante, en el Señor y en el poder de su brazo. Estos son los pensamientos con que celebramos la Navidad y la Epifanía; estos son los pensamientos que deben acompañarnos a lo largo de la Cuaresma.

Sí, incluso en nuestros ejercicios de penitencia, cuando menos podríamos haber esperado encontrar modelo en Él, Cristo se ha adelantado a santificarlos para nosotros. Ha bendecido el ayuno como medio de gracia, por el hecho de haber ayunado Él; y el ayuno solo es aceptable cuando se hace por Él. La penitencia es mero formalismo o puro remordimiento, si no se hace por amor. Si ayunamos y no nos unimos de corazón a Cristo, imitándole y pidiéndole que haga que nuestro ayuno sea el suyo, que asocie nuestro ayuno al suyo y que le comunique la fuerza de su ayuno, de manera que estemos en Él y Él en nosotros, estaremos ayunando como Judíos, no como cristianos. En la liturgia de este primer domingo de Cuaresma, hacemos bien en poner ante nosotros el pensamiento de Él, cuya gracia debe habitar en nuestro interior, no sea que nuestras mortificaciones sean un puro batir el aire y nos humillemos en vano.

Hay muchas formas en que el ejemplo de Cristo puede servirnos de consuelo y ánimo en este tiempo del año.

En primer lugar, bueno será insistir en el hecho de que nuestro Señor se apartó del mundo para confirmarnos que tenemos el deber de apartarnos del mundo, en la medida de nuestras posibilidades. Lo hizo de manera particular en el caso que estamos contemplando, antes de comenzar su vida pública; pero no es el único. Antes de escoger a sus apóstoles, se preparó de la misma manera. «En aquellos días salió al monte a orar y pasó toda la noche en oración a Dios» (Lc 6,12). Pasar la noche en oración era una penitencia del mismo tipo que el ayuno. En otra ocasión, tras despedir a la muchedumbre, «subió al monte a orar a solas» (Mt 14,23), y en este caso, parece que permaneció allí gran parte de la noche. Y también, en medio de la excitación causada por sus milagros, «de madrugada, todavía muy oscuro, se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, y allí hacía oración» (Mc 1,35). Teniendo en cuenta que nuestro Señor es el modelo perfecto de la naturaleza humana no podemos dudar que el fin de estos ejemplos de devoción estricta es que los imitemos, si queremos ser perfectos. Y este deber queda más allá de toda duda cuando encontramos ejemplos parecidos en los más eminentes siervos de Dios. San Pablo, en la epístola para el día de hoy, nombra entre otros sufrimientos que él y sus hermanos tuvieron «desvelos y ayunos» (2 Cor 6,5) y, más abajo, dice que tuvieron «frecuentes vigilias» (2 Cor 11,27). San Pedro se retiró a Jope, a la casa de un tal Simón, curtidor, en la costa, y allí ayunó y oró. Tanto Moisés como Elías obtuvieron auxilio en sus milagrosos ayunos, tan largos como el de nuestro Señor. Moisés, en dos momentos distintos, como nos cuenta él mismo: «después me postré en la presencia del Señor. Como la primera vez, estuve cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua» (Dt 9,18). Elías, alimentado por un ángel, «con las fuerzas de aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches» (1 R 19,8). Y Daniel: «volví mi rostro hacia el Señor Dios, implorándole con oraciones y súplicas, con ayuno, saco y ceniza» (Dn 9,3). Y también: «por aquellos días yo, Daniel, estaba cumpliendo un luto de tres semanas: no comía alimentos agradables, ni entraban en mi boca carne o vino, ni me ungí con perfume hasta haber pasado las tres semanas» (Dn 10,2-3). Estos son ejemplos de ayuno a semejanza del de Cristo.

A continuación, señalo que el ayuno de nuestro Señor no fue más que un preliminar a sus tentaciones. Se retiró al desierto para ser tentado por el diablo, pero antes de ser tentado, ayunó. Y conviene subrayar que ese ayuno no fue una mera preparación para la batalla sino que fue, en buena medida, el origen de la batalla. Está claro que, en lugar de fortificarle contra la tentación, lo que lograron su marcha al desierto y su abstinencia fue exponerle a ella. El ayuno fue la ocasión: «después de haber ayunado cuarenta días con cuarenta noches, sintió hambre» (Mt 4,2); enseguida se presentó el tentador mandándole que convirtiera las piedras en panes. Satanás empleó el ayuno de Cristo contra Cristo.

Este es precisamente el caso de los cristianos que hoy se esfuerzan en imitarle; y está bien que lo sepan, para no desanimarse cuando practiquen la penitencia. Se suele decir que el ayuno tiene como fin hacernos mejores cristianos, más sobrios, y ponernos más completamente a los pies de Cristo en fe y humildad. Esto es verdad, viendo las cosas en conjunto. En conjunto, y en último término, se producirá este resultado, pero no es verdad que se vaya a seguir de forma inmediata. Al contrario, semejanes mortificaciones tienen en el momento efectos muy distintos en las diferentes personas, y hay que considerarlos no partiendo de sus beneficios visibles sino de la fe en la palabra de Dios. El ayuno, sí, somete a algunos y los acerca a Dios de una forma inmediata, pero hay otros que en el más ligero ayuno encuentran una ocasión para caer. Por ejemplo, a veces se invoca como una objeción contra el ayuno, y como si fuera un motivo para omitirlo, el que vuelve a la gente irritable y de mal carácter. Confieso que a menudo ocurre así. Y también, lo que muy a menudo se sigue de él es una flojedad que priva a la persona del dominio de sus actos corporales, sentimientos y expresiones. Y ¿si, por ejemplo, parece descontrolado cuando no lo está; quiero decir, porque no es responsable de su lengua, labios y, en realidad, de su cabeza. No usa las palabras que quiere usar, ni el acento o el tono. Parece brusco cuando no lo es; y el darse cuenta de ello, y la reacción de esa conciencia sobre él, son una tentación, y de hecho lo vuelve irritable, sobre todo si la gente le malinterpreta y piensa de él lo que no es. Además, la debilidad corporal puede privarle de autocontrol en otros puntos; quizá no puede evitar sonreír o reírse, cuando debería mantenerse serio, lo cual evidentemente resulta un trance penoso y humillante. O le vienen malos pensamientos de los que no logra librarse la mente, como si fuera ésta peso muerto y no espíritu, y le dejan un mal efecto por dentro que no es capaz de evitar. O la debilidad corporal a menudo le vuelve incapaz de prestar atención a las oraciones vocales, en vez de rezar con más fervor. La debilidad corporal a menudo viene acompañada de languidez y flojedad, lo cual es una tentación seria de caer en la pereza. Aún no he nombrado el más penoso de los efectos que puede producir incluso el moderado ejercicio de este gran deber de los cristianos. Es innegable que el ayuno es una ocasión de pecado, y lo digo para que las personas no se sorprendan y se desanimen cuando se den cuenta de que esto es así. Y el mismo Señor misericordioso lo sabe por experiencia propia; y que Él lo haya experimentado y por tanto lo sepa, tal y como lo recoge la Escritura, es para nosotros un pensamiento lleno de consuelo. No quiero decir con esto, Dios no lo permita, que la menor mancha de pecado haya tocado su alma inmaculada, pero sabemos por la historia sagrada que en su caso, y en el nuestro, el ayuno abrió el camino a la tentación. Y quizá la verdad más profunda de estas prácticas es que de una forma maravillosa y desconocida nos abren el mundo del más allá para bien y para mal y de alguna forma nos entregan a un extraordinario conflicto con los poderes del mal, Se cuentan historias (que sean verdaderas o no, poco importa, porque manifiestan lo que la voz de la humanidad estima como probable) de ermitaños del desierto que son asaltados por Satanás de peregrinas maneras, y que resisten al maligno y lo expulsan, como nuestro Señor, y con Su fuerza. E imagino que si conociéramos la historia secreta del alma de los hombres del cualquier época, encontraríamos esto (al menos, creo que no invento teorías): una llamativa combinación, en el caso de los que por la gracia de Dios avanzaron en las cosas sagradas (y sea cual sea el caso de los que no hicieron tales avances), una combinación de, por un lado, tentaciones de pensamiento y, por el otro, de no verse éste afectado por ellas, ni consentir la voluntad en ellas, ni siquiera momentáneamente, sino que las aborrecen y no les viene mal alguno de ellas. Al menos yo puedo concebir esto, y evidentemente, ha habido personas que se asemejaron y participaron en la tentación de Cristo, que fue tentado, y no pecó.

Que no se angustien los cristianos, si se encuentran expuestos a pensamientos que les llenan de aborrecimiento y terror. Al contrario, que semejante prueba les haga presente, con viveza y claridad, la bondad del Hijo de Dios. Porque si para nosotros es una prueba que nos vengan pensamientos a los que nuestro corazón es ajeno, ¿cuál no habrá sido el sufrimiento del Verbo Eterno, Dios de Dios, Luz de Luz, Santo y Verdadero, al verse tan expuesto a Satanás que podría haberle infligido todas las miserias, excepto el pecado? Desde luego, para nosotros es una prueba que el acusador de los hombres nos atribuya públicamente motivos y pensamientos que jamás tuvimos; es una prueba sentir que se nos meten subrepticiamente ideas de las que huimos; es una prueba para nosotros que a Satanás se le permita mezclar sus pensamientos con los nuestros, y que nos sintamos culpables cuando no lo somos; que pueda encender lo irracional de nuestra naturaleza de manera que en cierto sentido lleguemos a pecar contra nuestra voluntad. Pero ¿no es verdad que Alguien más grande ha sufrido esa prueba antes que nosotros, y la ha vencido con más gloria? Él fue probado en todo, «de manera semejante a nosotros, excepto en el pecado» (Hb 4,15). Por tanto, también en esto, las tentaciones de Cristo nos dan ánimo y consuelo.

Por tanto, quizá esta es una visión de las consecuencias del ayuno más verdadera de lo que se piensa normalmente. Por supuesto, con la gracia de Dios, al final siempre trae un beneficio espiritual a nuestras almas, y las mejora gracias a Él que lo causa todo en todo; y a menudo también supone un beneficio temporal en ese momento. Pero a menudo es al contrario: a menudo no hace sino volver más amables y susceptibles los corazones. Por tanto, en todos los casos hay que contemplar el ayuno como un acercamiento a Dios, un acercamiento a los poderes del cielo y, sí: también a los poderes del infierno. En este punto de vista hay algo muy tremendo. Por lo que sabemos las tentaciones de Cristo no son más que la plenitud de que,  según el grado de nuestra debilidad y corrupción, ocurren a aquellos siervos suyos que le buscan. Este es un motivo fuerte por el que la Iglesia asocia este tiempo de penitencia con la morada de Cristo en el desierto, para que no quedemos sujetos a nuestros pensamientos y, por así decir, a «las fieras salvajes» y nos desanimemos en la aflicción, sino que sintamos que somos lo que realmente somos: no esclavos de Satanás, hijos de la ira que gimen sin esperanza bajo el fardo del pecado, confesándolo y gritando «¡Infeliz de mí!» (Rm 7,24), sino pecadores, y pecadores que se afligen y hacen penitencia por sus pecados, pero también hijos de Dios, en quienes el arrepentimiento da fruto, y que al abajarse son exaltados, y que al mismo momento que se arrojan a los pies de la Cruz, son soldados de Cristo, con la espada en la mano, que luchan una generosa batalla y saben que tienen ya, en ellos y sobre ellos, eso ante lo que los demonios tiemblan y huyen.

Y este es otro punto que hay que distinguir claramente en la historia del ayuno y las tentaciones de nuestro Señor: la victoria en que terminó. Tuvo tres tentaciones, y venció las tres. En la última dijo:
«Apártate, Satanás», y enseguida «le dejó el diablo» (Mt 4,10-11). Esta lucha y esta victoria en el mundo invisible se barrunta en otros pasajes de la Escritura. Lo más notable es lo que nuestro Señor dice sobre el endemoniado al que los apóstoles no pudieron curar. Acababa de bajar del monte de la Transfiguración adonde, por cierto, había subido con sus apóstoles predilectos para pasar la noche en oración. Bajó tras esa comunión con el mundo invisible y expulsó el espíritu maligno; y dijo: «Esta raza no puede ser expulsada por ningún medio, sino con la oración y el ayuno» (Mc 9,29), lo cual equivale a decir que esos ejercicios otorgan al alma poder sobre el mundo invisible; y no hay motivos para suponer que haya que limitarlos a los primeros siglos del Evangelio. Creo que sobran pruebas, incluso en lo que hemos podido saber luego de los efectos de esos ejercicios sobre personas actuales (por no recurrir a la historia), para demostrar que esos ejercicios son instrumentos de Dios para dar a los cristianos un alto y regio poder sobre sus iguales.

Y dado que la oración es no solo el arma, siempre necesaria e infalible, en nuestra lucha contra el poder del mal, sino que la liberación del mal va siempre incluida como objeto de la oración, de ahí se sigue que cualquier texto que hable de nuestro dirigirnos a Dios Todopoderoso y vencerle con oración y ayuno, está hablando de esa lucha y promete esa victoria sobre el maligno. Así en la parábola, la viuda inoportuna que representa a la Iglesia en oración, se muestra no solo firme con Dios sino contra su adversario. «Hazme Justicia ante mi adversario» (Lc 18,3), dice, y nuestro adversario es «el diablo, que, como un león rugiente, ronda buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe», dice san Pedro (1 P 5,8-9). Hay que observar que en esta parábola, se nos recomienda especialmente la perseverancia en la oración. Y esto es parte de la lección que nos enseña la prolongada duración de la Cuaresma: que no obtendremos nuestros deseos mediante la dedicación de un día suelto para hacer penitencia, O por una oración aislada, por muy fervorosa que sea, sino por ser «constantes en la oración» (Rm 12,12). Lo mismo se nos dice en el relato de la lucha de Jacob. Como en el caso de Nuestro Señor, esta duró toda la noche. Con quién se encontró en esa ocasión solitaria, no se nos dice; pero Aquel con quien peleó, le dio fuerzas para pelear, y al final le dejó una prenda en el cuerpo, como para mostrar que Jacob había vencido solo por condescendencia de Aquel que había sido vencido. Con la fuerza que había recibido, aguantó hasta la aurora, y pidió ser bendecido, y el que recibió la petición le bendijo, y le dio un nuevo nombre, en recuerdo de aquel suceso. «Ya no te llamarás más Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con hombres, y has podido» (Gn 32,29). Y Moisés pasó uno de sus cuarenta días de ayuno, intercediendo por el pueblo, que había construido el becerro de oro. «Me postré, pues, ante el Señor y continué en postración durante cuarenta días y cuarenta noches porque el Señor había hablado de aniquilaros. Y le dije en mi súplica: mi Señor Dios: No destruyas a tu pueblo y a tu heredad, que rescataste por tu grandeza, al que sacaste de Egipto con mano fuerte (Dt. 9,25-26). Y los dos ayunos que se nos narran de Daniel terminan también en bendición. El primero fue de intercesión por el pueblo, y recibió como respuesta la profecía de las setenta semanas. El segundo fue también recompensado con una revelación profética; y, lo que es notable, parece haber tenido influencia (si se puede usar tal palabra) sobre el mundo invisible, desde el momento en que lo empezó. «El ángel me dijo: -No temas, Daniel. Desde el primer día que aplicaste tu corazón a comprender y a humillarte ante tu Dios, tus palabras fueron escuchadas, y yo he venido a causa de tus palabras» (Dn 10,12). Vino al final, pero estaba listo para  ir desde el principio. Pero más importante que esto, el ángel sigue: «El príncipe del reino de Persia me opuso resistencia durante veintiún días», justo el tiempo que Daniel había estado orando, «pero he aquí que Miguel, uno de los príncipes supremos, vino en mi ayuda; por eso me detuve allí, junto a los reyes de Persia» (Dn 10,13).

Un ángel acudió a Daniel durante su ayuno; de igual manera, en el caso de nuestro Señor, ángeles vinieron a servirle, y también nosotros podemos creer y consolarnos pensando que, también hoy, Dios envía sus ángeles especialmente a aquellos que le buscan de esa manera. No solo Daniel, también Elías fue confortado por un ángel durante su ayuno; y un ángel se apareció a Cornelio, mientras ayunaba y oraba. Y yo creo realmente que sobra con lo que las personas religiosas ven a su alrededor para confirmar esta esperanza que hemos ido recogiendo de la palabra de Dios.

«Porque ha dado órdenes a sus ángeles que te guarden en todos tus caminos» (Sal 91,11) y el demonio conoce esta promesa porque la empleó en la suprema hora de la tentación. Sabe perfectamente en qué consiste nuestro poder y en qué consiste su debilidad. Así que nada tenemos que temer mientras permanezcamos dentro de la sombra del Trono del Altísimo. «Caerán mil a tu lado, diez mil a tu derecha; pero a ti no te alcanzará» (Sal 91,7). Mientras permanezcamos en Cristo, somos partícipes de su seguridad. Él ha roto el poder de Satán. Él ha caminado «sobre serpientes y víboras; pisoteado al león y al dragón» (Sal 91,13), por tanto, los malos espíritus, en lugar de tener poder sobre nosotros, tiemblan y temen ante cualquier verdadero cristiano. Saben que este lleva dentro algo que los domina, que puede, si quiere, reírse de ellos, despreciarlos y hacerlos huir. Lo saben bien, y lo tienen en cuenta en todas sus acometidas contra el cristiano. Solo el pecado les da poder sobre él y su principal objetivo es hacerle pecar, y por tanto hacerle caer por sorpresa, pues saben que es el único camino para vencerle. Intentan asustarle con la apariencia de peligro, y así sorprenderle. O se le acercan suave y arteramente para seducirlo, y así sorprenderle. Pero si no lo cogen por sorpresa, no pueden hacer nada. Por tanto, hermanos, «no desconozcamos sus propósitos» (2 Cor 2,11), y conociéndolos, vigilemos, ayunemos, oremos, mantengámonos unidos bajo las alas del Todopoderoso, para que Él sea nuestro escudo y protección. Pidámosle que nos haga conocer su voluntad, que nos enseñe nuestras faltas, que borre de nosotros cuanto pueda ofenderle, y que nos conduzca por el camino de la salvación eterna. Y durante este tiempo santo, consideremos que estamos en lo alto del Monte con Él, dentro de la nube, escondidos con Él, no apartados de Él, no fuera de Él, porque solo en su presencia está la vida, sino con Él y en Él, aprendiendo su Ley con Moisés, sus atributos con Elías, sus consejos con Daniel, aprendiendo a arrepentirnos, aprendiendo a confesar y enmendar nuestras faltas, aprendiendo su amor y su temor, desaprendiendo de nosotros mismos, y creciendo hasta alcanzarle a Él, que es nuestra Cabeza.




lunes, 24 de febrero de 2020

Sancta Sanctorum


Roma es una ciudad que resulta difícil sino imposible, de conocer totalmente y, quienes van como peregrinos o como turistas muchas veces siguen los consejos de una guía turística mediocre. Me ha pasado con frecuencia encontrarme con gente que habiendo estado en la Urbe varias veces, jamás había visitado la iglesia de Santa Práxedes, escondida en un rincón detrás de Santa Maria Maggiore, y que es uno de los tesoros más bellos e impactantes que pueden visitarse.
Otro lugar al que a la mayoría le pasa totalmente desapercibido en la iglesia de San Lorenzo in Palatio, más conocida como Sancta Sanctorum. Se encuentra en el santuario de la Scala Santa, frente a la archibasílica de San Juan de Letrán. Cuando se suben las escaleras, sea de rodillas por aquella que subió el Salvador en el pretorio, o sea caminando aquellas que se ubican a los costados, uno se encuentra con una pequeña capilla, que está siempre cerrada, y en la que apenas puede distinguirse a través de una ventana enrejada, un altar y algunos frescos que, en la penumbra, no llaman la atención. Sin embargo, ese pequeña iglesia tiene una importancia central en la historia de la Iglesia.
El edifico era el palacio patriarcal. Es decir, era allí donde vivieron los Papas hasta que se trasladaron a Aviñón a comienzos del siglo XIV. Estaba este palacio frente a su catedral, que es el Laterano, y esa iglesia de San Lorenzo era su capilla privada. Y aunque las primeras referencias que se tienen de ella son del siglo VIII, es muy anterior. Sobre el altar se encuentra una inscripción que dice: “No hay en el mundo un lugar más santo que este”, y esta afirmación viene por el hecho que allí, dentro del altar, se guardaban las reliquias más preciosas de la cristiandad, y por eso mismo tomó el nombre de Sancta Sanctorum
Lo más impresionante es el antiquísimo icono del Salvador, que se encuentra detrás del altar, y que en el siglo XIII fue cubierto con una lámina del plata. Se dice que fue pintado por San Lucas ayudado por un ángel, y hoy puede verse solamente el rostro del Señor, oscurecido por los siglos, pero con una expresión y una mirada de una particular intensidad. 
Toda esta descripción viene a cuento porque en ese lugar tan especial, y por una generosa y única concesión del rector del santuario, tuvo lugar el miércoles 19 de febrero, a las 18:30 hs., un acontecimiento histórico como parte del Coloquio del CIEL que anunciamos en este blog hace algunas semanas. Después de siete siglos volvieron a escucharse allí las melodías del canto romano antiguo (Aquí pueden escuchar el Gloria en el estilo romano), aquel que fue el propio y exclusivo de las iglesias romanas, y que desapareció a fines de la Edad Media. Fue reemplazado por el canto gregoriano que llevaron a la Urbe los monjes del norte que visitaban como peregrinos los monasterios que rodeaban las basílicas romanas.
Una schola dirigida por Marcel Perès interpretó durante una hora varias piezas musicales, comenzando por un kyrie con tropos y seguido por otros cantos del ordinario o del propio de alguna misa.
Estábamos allí pocas personas (el Sancta Sanctorum es muy pequeño), sentados en el perímetro de la capilla, en bancos de piedra en los que, durante siglos, los canónigos y capellanes papeles se habrán también sentado para cantar el oficio. Habían religioso de diversas órdenes, sacerdotes seculares y laicos. Y creo que todos, sumidos en el silencio profundo que imponía no solamente la ausencia de sonidos sino, y sobre todo, la presencia de los siglos y del Salvador, tuvimos el mismo tipo de experiencia. Rodeados como estábamos de frescos del siglo XIII y de mosaicos aún más antiguos, particularmente una teofanía en la que la divinidad del Señor que se abre en la parte del techo que cubre el altar, comprendimos un poco más qué es el cristianismo, qué es la Iglesia y herederos de quiénes somos. 
Y no se trató de una conclusión racional a la que llegamos, luego de considerar eruditamente los detalles históricos del lugar y del canto. No. Se trató en primer lugar de un impacto emocional nacido de las impresiones sensoriales a las que estábamos sometidos y, luego, esa emoción fue la ocasión para que brotara la intuición. Porque ese conocimiento más agudo y profundo de nuestra fe no se debió a una cadena de silogismos. Fue una intuición o, si se quiere, una iluminación. Un ángel que por un segundo levantó apenas el velo que nos oculta momentáneamente el mundo al que nos dirigimos, donde se asienta el trono del Tres Veces Santo, a quien no cesaremos de cantar eternamente sus alabanzas.

Un religioso de una venerable orden medieval que estaba allí, le escribió a su abad que había sido la experiencia religiosa más intensa que había tenido en toda su vida. Yo —afortunadamente— no tengo abad o superior a quien reportar. Pero, si ese hubiese sido el caso, le habría escrito lo mismo. 


lunes, 17 de febrero de 2020

Nuestra Señora de la Noche




Hace algunas semanas publiqué en el blog un breve párrafo de Francis Thompson sobre los niños. El Prof. Antonio Caponnetto hizo referencia en un comentario a que ese mismo Thompson era el autor de un poema sublime, The Hound of Heaven, traducido por Castellani como El lebrel del cielo, y todo esto me recordó un hecho insignificante: A fines de enero de 2017, en un día frío y lluvioso, paseaba con un amigo envuelto en su abrigado balandrán negro por las callejuelas  de Cambridge y, luego de cruzar el puentecito que atraviesa el Cam por Bridge St., encontramos a la derecha una librería de viejo. Y allí, entre rimeros de libros abandonados por estudiantes aburridos, encontré uno que me interesó. Era The Poems of Francis Thompson, en la edición de Oxford de 1937. No sabía yo que ese día era la víspera de una jornada trágica que me llevaría a estar un mes a la cabecera de una cama del hospital universitario de Oxford asistiendo a mi amigo de una grave dolencia. Entre estos avatares y preocupaciones olvidé mi librito que terminó tiempo más tarde, arrumbado en medio de muchos de sus colegas en algún estante de mi biblioteca. 
El post y el comentario, y la coincidencia de la fecha, hizo que lo recordara y que recorriera por primera vez sus páginas, donde encontré otro tesoro de Thompson. Se trata de un breve poema que copio aquí en inglés, seguido de una traducción que me sonroja porque yo de poeta no tengo nada. Pero como sé que muchos de los lectores del blog sí que saben de poesía, quizás se avengan a corregirlo todo lo que sea necesario y, entre todos, podamos componer una versión castellana que merezca ser leída y recordada. 



                                                                               Nuestra Señora de la Noche
                                                                                    Marie-Pierre Semler (1901 - 1993)  



Lines for a Drawing of Our Lady of the Night

This , could I paint my inward sight,
This were Our Lady of the Night:

She bears on her front's lucency
The starlight of her purity:

For as the white rays of that star
The union of all colours are,

She sums all virtues that may be
In her sweet light of purity.

The mantle which she holds on high
Is the great mantle of the sky.

Think, O sick toiler, when the night
Comes on thee, sad and infinite,

Think, sometimes, 'tis our own Lady
Spreads her blue mantle over thee,

And folds the earth, a wearied thing,
Beneath its gentle shadowing;

Then rest a little; and in sleep
Forget to weep, forget to weep!


Nuestra Señora de la Noche

¿Podría yo pintar con estas líneas mi visión interior?
Esta fue Nuestra Señora de la Noche:

Ella porta el resplandor de su frente,
la luz estelar de su pureza;

Porque en los blancos rayos de esa estrella
está la unión de todos los colores;

Ella resume todas las virtudes que pueden existir
en la dulce luz de su pureza.

El manto que sostiene en alto
es el gran manto de los cielos.

Piensa, oh agotado trabajador infatigable, cuando la noche
llega sobre ti, triste e infinita,

Piensa que, a veces, Nuestra Señora
extiende su manto azul sobre ti, 

Y envuelve a la tierra cansada,
bajo esa suave sombra;

Entonces, descansa un poco, y duerme
¡Olvídate de llorar; olvídate de llorar!



viernes, 14 de febrero de 2020

Recalculando


Los últimos días han sido sorpresivos, y la sorpresa de la conferencia de prensa del Vaticano de ayer me obligan a recalcular.
En la última entrada del blog, a raíz de lo que se dijo en la presentación de la exhortación post-sinodal sobre la Amazonia, particularmente las palabras del cardenal Czerny, S.I., todo hacía sospechar una típica trampa jesuiticamente urdida: viri probati, no pero sí. La interpretación que se dio en ese acto y la que dieron inmediatamente después la intelligentzia alemana, la progresía munidal y hasta la luminaria autóctona de la teología, Mons. Tucho Fernández, justificaban la sospecha. La exhortación era el marco de un cuadro que tiene carácter magisterial, y lo que enmarca es el documento postsinodal, y deben leerse conjuntamente. Era fácil suponer que se estaba transfiriendo el carácter magisterial al documento; el resquicio perfecto para que ingresara el celibato optativo en los sacerdotes latinos.
Esta fue mi interpretación apenas leí el miércoles las declaraciones de Czerny, y fue la interpretación de la mayor parte de los periodistas acreditados ante la Santa Sede. Y eso fue lo que se comenzó a decir en todas parte. 
Sin embargo, en la conferencia de prensa de ayer, las cosas cambiaron drásticamente. El vocero del Vaticano, Mateo Bruni, dijo: “La exhortación apostólica es magisterium. El documento final no es magisterium”.
El cardenal Baldisseri: “Querida Amazonia no habla de aprobar el documento final, [sino solo de su] presentación. Por tanto, [el documento] no es magisterial”. Y ante la pregunta de otro periodista acerca de si las Conferencias Episcopales podían admitir la ordenación de hombres casados, dijo: “Las conferencias episcopales no pueden decidir eso”. 
Más clara aún fue la hna. Bernardette Riess, coordinadora de lengua inglesa de Vatican News, quien en una breve entrevista luego de la conferencia dijo:
“El documento final no tiene autoridad magisterial a menos que sea ratificado y promulgado por el Papa Francisco… Este documento en particular no recibió esa ratificación ni promulgación. Debemos ser muy claros al respecto”.
Llama mucho la atención semejante claridad y tajantes definiciones no solamente porque contradicen lo que se había dicho el día anterior en ese mismo ámbito, sino también porque el “magisterio” francisquista y los discursos de sus lenguareces se caracterizan por ser neblinosos y jamás definir nada. El único modo de explicarlo es suponiendo una orden directa de arriba de actuar en tal sentido, y esa orden solamente pudo venir del Santo Padre.

Se trata de un triunfo de la doctrina tradicional de la Iglesia y un triunfo que, más allá de que hayan o no curas casados, simbólicamente tiene mucho peso, el mismo peso que hubiese tenido una derrota en este sentido. No sé hasta dónde les interesa a los alemanes ordenar hombres casados; lo que les interesaba era el triunfo simbólico de una Iglesia que finalmente se abría aboliendo una de las normas más extrañas e irritantes para el espíritu del mundo. No lo lograron. Esperemos ahora la reacción, que la habrá.



miércoles, 12 de febrero de 2020

La trampa de Francisco y de los jesuitas



Para quienes no terminan de entender lo que significa el jesuitismo y el enorme e irreparable daño que la Compañía infligió y sigue infligiendo a la Iglesia, baste ver lo que sucedió entre ayer y hoy; la trampa urdida entre tres jesuitas visibles y muchos más ocultos.
En la exhortación post-sinodal, el Papa Francisco, jesuita, no menciona siquiera el tema de los viri probati sino que, más bien, destaca la doctrina católica sobre el sacerdocio. Según comentan mis fuentes, que recorren diariamente los pasillos del Sacro Palacio, el texto del documento que leímos ayer y se dio a conocer hoy, debió ser redactado nuevamente luego de la aparición del libro del Papa Benedicto XVI y el cardenal Sarah. Las intenciones de Bergoglio eran otras, más osadas y más “abiertas” al aire de los vientos amazónicos y alemanes, pero el libro le arruinó los planes. Se entiende, entonces, la rabieta y los gritos destemplados que lanzó telefónicamente a Mons. Georg Gänswein, a quien dijo que no quería verlo nunca más. Y, de hecho, el obispo desapareció. Y bien merecido lo tiene.
Pero al Santo Padre nadie la marca la cancha; nadie le desafía el poder. Y ya podemos ver la trampa que tendió con sus hermanos en religión.
En la conferencia de prensa de hoy, presentaron el texto de la exhortación cinco personas y una monja. De ellas, dos son jesuitas: el neo y joven cardenal Michael Czerny y el P. Adelson Araújo dos Santos. Y transcribo aquí el párrafo crucial de la intervención de Czerny dedicada a destacar la unidad inescindible entre la exhortación post-sinodal del Papa Francisco y el Documento Final del Sínodo de la Amazonia, redactado por los obispos y demás especímenes que participaron de esa asamblea:
“¿Cuál es el lugar de estos dos documentos? ¿Dónde encajan en el magisterio, el cuerpo de la enseñanza oficial de la Iglesia? Permítanme tratar de aplicar las normas generalmente aceptadas en la interpretación de los documentos del magisterio.
Querida Amazonia es una exhortación post-sinodal. Es un documento magisterial. Pertenece al auténtico magisterio del Sucesor de Pedro. Participa de su magisterio ordinario.
La Amazonia: Nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral es el documento final de una asamblea especial del Sínodo de los Obispos para la región panamazónica. Como todo documento sinodal de este tipo, consiste en propuestas que los Padres sinodales han votado para aprobar y han entregado al Santo Padre. Él, a su vez, ha autorizado su publicación con los votos emitidos. Al comienzo de Querida Amazonia, dice: "Quiero presentar oficialmente ese Documento que nos ofrece las conclusiones del Sínodo" (QA § 3) y anima a todos a leerlo íntegramente.
Así que, aparte de la autoridad magistral formal, esta presentación oficial y el estímulo confieren al Documento Final una cierta autoridad moral. Ignorarlo sería una falta de obediencia a la autoridad legítima del Santo Padre, mientras que encontrar difícil uno u otro punto no podría considerarse una falta de fe”.


Conclusiones:

  1. Aquí está el gancho del que se colgarán los progres para impulsar la ordenación de hombres casados: la exhortación post-sinodal no se pronuncia al respecto, pero el Documento Final, donde sí se considera claramente la pertinencia de la ordenación de viri probati, posee autoridad moral e ignorarlo sería desobedecer la autoridad del Papa. Por tanto un obispo amazónico, y otro alemán, podría atenerse a este argumento para ordenar hombres casados. El Sumo Pontífice no se pronunció al respecto, y confirió autoridad a un documento que sí contempla esa posibilidad. Queda todavía una fuerte barrera que es el Código de Derecho Canónigo que lo prohibe. Veremos cómo se ingenian para saltearlo.
  2. La astucia jesuita de Bergoglio quedó demostrada una vez más. Él no pasará formalmente a la historia como el Papa que habilitó la abolición del celibato sacerdotal en la iglesia latina. El responsable, en todo caso, sería el sínodo de los obispo.
  3. La doblez, la mentira y la traición que caracterizó históricamente a los jesuitas queda demostrada nuevamente en esta maniobra pergeniada principalmente por ellos.
  4. Creo yo que aquellos que consideran que el magisterio del Romano Pontífice debe seguir considerándose como fuente de revelación y locus seguro de la doctrina católica, deben repensar sus argumentos. Según ellos, este principio no quedaba debilitado por las cuestionables “enseñanzas” de los últimos papas, en especial Francisco, porque habían depuesto explícitamente su intención de enseñar y de constituirse en maestros de la cristiandad. Pues aquí el Papa y sus lenguareces dicen una vez más y de modo contundente: “Los documentos pontificios pertenecen al magisterio de Pedro y participan del magisterio ordinario”. Si eso no es intención explícita de enseñar, no sé que esperan. Yo creo que es hora de repensar el desastre que nos dejó Pío IX con la inflación del poder magisterial de la sede romana que propulsó.

martes, 11 de febrero de 2020

Viri probati: se acabó el misterio



Me acaba de llegar el texto completo de la Exhortación Post-sinodal Querida Amazonia del Papa Francisco en la que el Sumo Pontífice reafirma la doctrina tradicional de la Iglesia en lo referido al carácter y a la misión de sus sacerdotes. 

En el nº 87 [y traduzco del inglés que es la versión que he leído] dice:
“La forma de moldear la vida y el ministerio sacerdotal no es monolítica; desarrolla rasgos distintivos en diferentes partes del mundo. Por eso es importante determinar qué es más específico para un sacerdote, qué es lo que no se puede delegar. La respuesta se encuentra en el sacramento del  órden sagrado, que lo configura a Cristo sacerdote. La primera conclusión, entonces, es que el carácter exclusivo recibido en las Sagradas Órdenes califica al solamente al sacerdote para presidir la Eucaristía. Esa es su función particular, principal y no delegable”. 

Y en el nº 90
“Esta necesidad urgente [se refiere a la escasez de sacerdotes en la Amazonia] me lleva a instar a todos los obispos, especialmente a los de América Latina, no solo a promover la oración por las vocaciones sacerdotales, sino también a ser más generosos para alentar a aquellos que muestran una vocación misionera a optar por la región amazónica”.
Hubiese sido este el lugar para incluir la posibilidad de ordenación de hombres casados como solución a la escasez de ministros. Pero no lo hizo. La solución que propone es que recen para tener más curas, y que los obispos presten a los que tienen para que vayan al Amazonas a misionar. La respuesta católica; la respuesta que la Iglesia siempre dio. 

Es decir, sobre los  viri probati y sobre la abolición amazónica del celibato, ni mú, ni una palabra. Como más de una vez dije en este blog, aunque la posibilidad de que el Papa Francisco autorizara la ordenación sacerdotal de hombres casados era real, no creía yo que se metiera en tales andurriales. Y finalmente, así ha sido.
Es una buena y aliviadora noticia para nosotros. Los progres, en especial los alemanes, estarán bufando y más arrepentidos que nunca de haber elegido a Bergoglio como Sucesor de Pedro. 
Es decir que la información que hoy mismo sacó Life Site firmada por Robert Royal acerca de que en el documento se establecería la creación de una comisión a fin de estudiar la posibilidad de ordenar hombres casados, es errónea. No me extraña. Hay varios de los nuestros que esperaban una catástrofe y estimo que estaran también bastante decepcionados.

Finalmente y para ser justos con la exhortación, le he dado una mirada rápida y, si la semana pasada decía que las homilías del Santo Padre eran una porquería, debo decir que este documento es basura, de la más maloliente y de la más tóxica. Y para ejemplo, valga una muestra: entran a partir de ahora a formar parte del famoso "magisterio ordinario", ya no solamente Tucho Fernández, sino Mario Vargas Llosa y Pablo Neruda, que son citados textualmente.


lunes, 10 de febrero de 2020

Marcelito Sánchez Sorondo



por el Profesor de Worms

Todos tenemos presentes esas terribles palabras pronunciadas por Nuestro Señor que, a modo de profecía, nos permiten entender el estado calamitoso en que se encuentra la Iglesia en la actualidad. Y tal vez a ustedes les pase como a mí de preguntarse año tras año si acaso se puede estar peor…
Bueno, al parecer nuestro compatriota Mons. Sánchez Sorondo acaba de desbloquear un nuevo nivel de decadencia cristiana. Ya estamos todos al corriente de que Mons. Sánchez Sorondo ha perdido la Fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía ya que, como es sabido, ha impartido la comunión al pecador público Alberto Fernández y a su querida

Lo que aún quedaba por ver era la absoluta pérdida de lógica, decencia, honestidad –y hasta delicadeza para con una dama– que su Eminencia Argentinísima ha mostrado en la entrevista que traduzco y comparto (parcialmente) a continuación.
Dicha entrevista fue realizada por la periodista Diane Montagna el pasado 6 de febrero, y fue publicada en forma completa al día siguiente en el sitio estadounidense Life Site.
En honor a la brevedad, he suprimido algunos párrafos de esta traducción para concentrarme en lo que, a mi juicio, son las declaraciones más graves. Pero recomiendo que aquellos que lean inglés accedan a la nota completa ya que es acompañada de muy buena información doctrinal y contextual.
Volviendo a esta traducción, las barrabasadas del Monseñor hablan por sí solas, por lo que no considero necesario agregar más comentarios, salvo el siguiente: ¿Habrá retorno para Mons. Sorondo después de caer tan bajo? Dios se acuerde de su Misericordia el día en que lo llame a su presencia.


[…]
Diane Montagna (DM): Quiero preguntarle sobre otra cosa y es acerca de la reciente visita del presidente argentino al Papa. Causó escándalo el hecho de que usted le diera la comunión a él y a su amante porque se sabe que es proaborto, y que no está casado con esa mujer pero viven juntos. Ellos recibieron la comunión.
Bishop Sorondo (BS): Esta es otra discusión de su país. Nosotros no tenemos ese problema.
DM: ¿Cómo le pudo dar la comunión? Es Jesús, Es Jesús. Viven en adulterio abierto y apoya el aborto.
BS: Perdón, perdón, pero ¿usted conoce el Derecho Canónico? ¿Conoce el Derecho Canónico? Tenemos que seguir el Derecho Canónico, no la opinión de algunos obispos. Y el Derecho Canónico dice que no puedo no dar –que estoy obligado a dar la comunión si alguien me pide la comunión. Sólo en el caso en que estuviese excomulgado. El presidente no está excomulgado, por lo que puedo darle la comunión si me pide la comunión.
DM: Pero apoya el aborto…
BS: No tiene nada que ver. Nadie dice que no deberíamos darle la comunión a políticos pro-aborto. Esta es la opinión de algunos obispos de su país, pero no es la opinión de la Conferencia Episcopal.
DM: El Cardenal Raymond Burke.
BS: ¡El Cardenal Burke!
DM: Pero la Conferencia Episcopal no tiene ninguna autoridad. 
BS: El Papa no dice esto. El Papa Juan Pablo II dio la comunión a toda la gente que está a favor del aborto –a todos los presidentes. Entonces… esta es sólo la opinión de Burke.
DM: No… hay otros. 
BS: Tal vez dos o tres, pero no es la opinión de la Conferencia Episcopal de Argentina. No es la opinión de la Conferencia Episcopal de Italia. No es la opinión del Papa.
DM: Entonces cualquiera, incluso quien vive en escándalo público abierto y grave, puede ir a comulgar, y usted como sacerdote no puede decir “Lo siento, pero…”
BS: ¡Sólo si está excomulgado!
DM: Pero ¿qué pasa si se excomulga a sí mismo por su acto público de escándalo?  
BS: ¡No está excomulgado! La excomunión es una sentencia muy grave y requiere ser informado de que se está excomulgado. Usted no puede excomulgar a una persona. 
DM: No, ya lo sé. 
BS: Sólo el Obispo. 
DM: Lo sé, pero él está viviendo con esta mujer, están viviendo en abierto adulterio… 
BS: Es un problema de su conciencia. No es mi problema. No tengo la posibilidad de decir que no. 
DM: Pero no sería la oportunidad por el bien de su alma… 
BS: Ustedes tienen el mismo problema en su país con el vicepresidente de Obama, ¿no? 
DM: Biden
BS: Biden
DM: Exacto, y Pelosi. Pelosi promueve abiertamente el aborto y se llama a sí misma “católica”. 
BS: Entonces, es su problema, de nuevo. Es su práctica. Es problema de sus obispos, pero no es un problema de la Iglesia. 
DM: Pero la Eucaristía es Jesús. ¿Cómo puede usted dar a Jesús… 
BS: Yo creo en la conciencia de la gente. Si la gente me pide la comunión yo no sé si está o no en pecado. No tengo la posibilidad de saber. Tal vez hoy mismo fue a confesarse, y no quiere tener relaciones con esta mujer. Hay muchas preguntas que son imposibles de resolver de esta forma. 
DM: Lo sé, pero en este caso era público… circuló en todos los medios que el presidente argentino, que todos saben que es pro-aborto…
BS: Fue ejemplar que la primera cosa que dijo e hizo mientras estuvo en Roma fue hablar con el Papa y en la mañana, que haya querido ir a Misa. Y yo organicé la misa. 
DM: Es maravilloso que vaya a misa. 
BS: Y yo no sabía si quería ir a comulgar. Me pidió la comunión y yo no tenía ninguna razón para decir que no. 
DM: ¿Ni siquiera si es pro-aborto y quiere aprobar legislación a favor del aborto? 
BS: No, no es una razón para negar la comunión de acuerdo con el Derecho Canónico. 
DM: ¿Sabe qué canon es? 
BS: Sí, puedo darle los cánones. Son tres. El primero dice que estamos obligados a dar la comunión a personas que pidan la comunión. Hay solo una excepción que es cuando la persona está excomulgada. Por supuesto, hay algunos cardenales como el Cardenal Burke, pero es la opinión del Cardenal. 
DM: Bueno, pero el conoce lo que dice el Derecho Canónico. Es decir, él fue cabeza de la Signatura Apostólica. 
BS: Sí, pero es su interpretación del canon. No es la interpretación común de la Iglesia. Es sólo su interpretación que también va en contra de la Conferencia Episcopal Americana. 
[…]
DM: Pero hubiese sido una oportunidad. Esto era un escándalo público. El hecho de que un presidente pro-aborto que duerme con su amante…
BS: Eso dice usted…
DM: ¡Vive con su amante!
BS: No lo sé. No lo sé
DM: Todo el mundo lo sabe. Ella vive con él. Ella actúa como Primera Dama. 
BS: No lo sé.
DM: ¿Cómo puede no saberlo? Usted es argentino.
BS: Mire, este es el problema. No es mi problema. Y no tengo ninguna razón, ninguna razón canónica, para decir que no. Entonces, ¿qué puedo hacer? 
DM: ¿Buscaría usted la oportunidad de advertirle, antes o después de la Misa? Antes de la misa, si quiere ir a Misa. Esto fue todo organizado… 
BS: No, no tengo la oportunidad de hablar. 
DM: Usted es el sacerdote. Puede hacer lugar a la oportunidad. Fue organizado… 
BS: No diré más. No diré más. Tal vez en el futuro tenga la oportunidad de hablar. 
DM: Porque estas cosas son organizadas. No es que simplemente se apareció en misa. 
BS: Muy bien, gracias por esto.
DM: Sólo estoy pensando en el bien de su alma –y en el bien del alma de ella. San Pablo es muy claro acerca de que podemos comer nuestra propia condenación (cf 1 Cor. 1:29)…
BS: Sí, pero San Pablo también es muy claro al decir: “mi único juez es mi conciencia”. Lo dijo San Pablo. 
DM: No, no es así. Él dijo, el Señor es mi juez. Dijo: “Ni yo puedo juzgarme a mi mismo. El Señor es mi juez” (cf. 1 Cor. 4:4).
BS: El Señor es mi juez, pero el Señor está en mi conciencia.
DM: No necesariamente si no tenemos… 
BS: No está en la conciencia del Obispo o del cardenal. 
DM: Pero si uno no tiene una conciencia bien formada donde la gracia divina realmente esté activa, entonces su conciencia probablemente le esté mintiendo. El oscurecimiento del intelecto… 
BS: Esa es su interpretación. Perdón, pero no quiero continuar hablando con usted porque usted es completamente… y sólo quiere generar polémicas. Debería estar muy contenta y decirle a su Cardenal Burke: “Mire, el presidente [de Argentina] va a misa”. Esto es lo importante. Y su presidente no va a misa. 
DM: ¿A qué se refiere con mi presidente?
BS: Dígale eso.
DM: ¿Mi presidente sería el presidente Trump? 
BS: Sí. Él no va a misa.
DM: Pero no es católico. No es católico. 
BS: Exacto. Esa es una gran diferencia.
DM: No es católico, pero el presidente Trump en enero fue el primer presidente en asistir a la Marcha por la Vida con miles y miles de jóvenes. 
BS: Sí, claro… para obtener los votos de los católicos. Para obtener los votos de los católicos. Dígale esto al Cardenal Burke. Y de hecho, he escuchado que el Cardinal Burke se opone al Presidente Trump.
[…]
BS: Por favor señorita, entienda las ideas católicas y no sea una fanática, no sea fanática. 
DM: Está bien…
BS: Si quiere seguir hablando conmigo, no sea fanática. Trate de usar la razón. 
DM: Lo hago. Muy Bien. Muchas gracias.