lunes, 31 de agosto de 2020

Reflexiones concéntricas

Decía yo en el último artículo que la misa patronal de San Luis fue un quiebre. Parecería una afirmación exagerada, y es posible que lo sea y que yo esté equivocado, pero planteo aquí algunas reflexiones.

Analizar la realidad, en este caso eclesial, exige ubicar el hecho concreto en un escenario mayor, o en círculos concéntricos que vayan extendiéndose en el tiempo y en el espacio. No sería extraordinario aunque sí doloroso que Mons. Barba hubiera querido una zambra con guitarreadas en la misa patronal. Es lo habitual en todas las diócesis argentinas; y cuanto más vulgares, mal cantadas y nacionales y populares mejor. Lo que es sorprendente es la participación activa de un travesti en la liturgia. 

Para ser obispo —todos los sabemos— es necesario pasar varios años haciendo las debidas genuflexiones y eso supone cierto grado no de prudencia sino de astucia, no vaya a ser que uno se equivoque con el sujeto ante el cual se postra y le salga todo al revés. Mons. Barba conoce de astucias y de añagazas y sabe perfectamente el alcance de sus actos y de sus gestos.  Tal como dijeron los fieles puntanos, quienes asistieron a la misa patronal lo hicieron por invitación. El travesti no fue porque estaba aburrido o porque vio la puerta abierta del templo. Fue invitado especialmente por el obispo. Pero, ¿éste lo hizo por iniciativa propia? No lo creo. La astucia básica episcopal se lo impediría; se trata de un gesto que lo malquistará con una buena mayoría de su clero y de sus fieles y ningún gobernante querría comenzar así su mandato, y mucho menos en una diócesis económicamente fundida que necesita imperiosamente donaciones para sobreponerse y subsistir. 

Mi hipótesis es que la presencia del travesti en la liturgia fue una orden o, al menos, una sugerencia del Papa Francisco. Puede decirse, y con razón, que el Romano Pontífice nunca se ocuparía en ese tipo de minucias, y así debiera ser en tiempos ordinarios. Pero lo cierto es que Bergoglio envió una carta autógrafa a Mons. Barba saludándolo por la fiesta patronal puntana. Y que el hecho se dio una semana más tarde que alabara públicamente a la monja carmelita descalza que construyó un complejo habitacional para travestis que se dedican (en presente) a la prostitución. Y poco después que enviara ayudas y bendiciones a los travestis romanos que se dedican al mismo oficio. El Santo Padre no hace nada al azar. Son gestos, en mi opinión, que apuntan directamente en una dirección: minar la doctrina católica en uno de sus puntos más visibles e irritantes para el mundo contemporáneo

Ampliemos el círculo y vayamos a lo ocurrido hace poco más de un mes en la diócesis de San Rafael. Cada vez estoy más convencido, contrariamente a mi opinión inicial, que la alcaldeada de Mons. Taussig y el cierre del seminario diocesano fue también una orden directa de Roma, y que el conflicto de la comunión en la mano dio la excusa perfecta —a Roma o a él, no lo sé— para ejecutarlo. Son muchos los indicios. Señalo sólo dos: Mons. Taussig, aún con sus cíclicas rabietas, siempre había defendido a su seminario, y durante los largos años de su pontificado lo mantuvo y lo conservó en la misma línea en la que fue fundado. Más aún, en muchos aspectos lo mejoró, por ejemplo, dotándolo de buenos formadores. Sería muy extraño que por un incidente coyuntural deshiciera más de treinta años de historia. Otro: el anuncio del cierre del seminario fue el 27 de julio; la carta del cardenal Stella ordenándolo, es del 7 de ese mismo mes. Es decir, la decisión romana se tomó en junio, o mucho antes, y apenas apareció la oportunidad o la excusa, se la dio a conocer. Mons. Taussig ya había desplazado al rector y vicerector del seminario para aplacar la sublevación seminaristil. ¿Por qué entonces iba a tomar la decisión del cierre del seminario si la situación ya estaba solucionada con el nombramiento de un nuevo rector? No me extrañaría que en los días que mediaron entre la resolución romana y su publicación en San Rafael, el obispo haya tratado de encontrar una solución que no implicara la desaparición de su seminario. Y no la encontró, pues orden era directa del inamovible Papa Francisco.

Se trata de dos hechos recientes ocurridos en una porción pequeña, aunque relevante de la iglesia pues es la patria del pontífice reinante. Pero extendamos el círculo. Se sabe que las últimas directivas bajadas por Mons. José Patrón Wong, secretario para los seminarios de la Congregación del Clero y, sin duda, imperadas por el Papa Francisco, indican que se produciría un cambio radical en la ratio de estudios de los seminarios, por la cual se desplazarían los estudios filosóficos —ya casi inexistentes— y teológicos, en favor de la formación pastoral. Es decir, lo que el Vaticano espera es que los sacerdote sean, sobre todos, “agentes de pastoral”. Y esta decisión no debería sorprendernos. Como ya dijimos en otra ocasión, Francisco es discípulo del finado Juan Carlos Scannone, s.j., ideólogo de la teología del pueblo, una versión atenuada de la teología de la liberación, según la cual Dios irrumpe en el tiempo a través del pueblo que es fuente de revelación. Los cambios del pueblo son nuevas modalidades de la revelación de Dios. La revelación en la Escritura y la Tradición, que necesitan de la teología para ser comprendidas correctamente, fueron parte de un estadio pasado de la historia de la iglesia. En el momento actual, Dios se revela fundamentalmente en el pueblo. En consecuencia, se necesita de sacerdotes capaces de escuchar a ese pueblo, que es escuchar a Dios, así como en otro momento se necesitaba sacerdotes versados en la teología y la filosofía. Se trata de una línea absolutamente coherente con el pensar del Santo Padre como ya expusimos, por ejemplo, aquí.

Y pasemos a un cuarto y último círculo. En una de las entradas de la semana pasada, Specola reseña un excelente artículo publicado por Marco Tosatti. Copio aquí algunos párrafos: 

Es aceptado comúnmente que al Papa Francisco no se le debe prestar demasiada atención a lo que dice extemporáneamente, ya que rara vez es un pensamiento articulado, sino solo a su enseñanza. El magisterio de este pontífice está compuesto por tres documentos fundamentales: Evangelii Gaudium, donde dice que el peor de los males es la mala distribución de los recursos,  la Amoris Laetitia, donde dice que hay tentaciones de la carne que ya no se pueden resistir y, la obra maestra, Laudato Sì, donde básicamente dice que la redención del hombre consiste en proteger la tierra de sí mismo definido como depredador codicioso. 

El tema de la ‘migración’ es el caballo de batalla de la sociedad abierta de Popper de la que Soros es el profeta, y también es el instrumento con el que el Nuevo Orden Mundial de Kissinger, encarnado en la ONU, que pretende y así lo ha declarado durante décadas, realizar los necesarios proceso de sincretismo religioso, necesario para hacer desaparecer las religiones dogmáticas y por tanto peligrosas para la paz universal. La religión universal se centra en el ambientalismo y por tanto cuando el Papa Francisco, consciente o inconscientemente, apunta a este objetivo: adaptar la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana a las necesidades del mundo gnóstico”.


Y hace pocos días, en el mismo blog de Tosatti, se publicaba lo siguiente, que aquí traduzco: 

En estas exhortaciones el Papa habla de las graves consecuencias de un crecimiento económico injusto. No habla de la crisis moral del hombre en este siglo que ha producido las crisis económicas y sociales. Pone la verdad al revés, a 180 grados.

Sólo habla de efectos, no de causas, referidos exclusivamente a hechos económicos y ambientales.

No habla del crimen del aborto, de las criaturas asesinadas dentro de la madre, habla de niños hambrientos y sin educación.

No parece hablar un Papa de la Santa Iglesia Romana, parece hablar de un funcionario de la UNESCO. Por lo tanto, informaré de mis críticas y comentarios a dicho “funcionario de la UNESCO” (disfrazado de Papa) que hizo estas declaraciones.

Este “funcionario” de la UNESCO sabe cómo hablar, de manera equivocada, sólo de economía.

Hasta ayer la Iglesia Católica tenía prohibido ocuparse de la economía; tenía que pensar sólo en las conciencias, tanto que todas las encíclicas sociales eran atacadas duramente por el mundo secular.

Hoy en día la Iglesia actual “sólo” se ocupa de la economía y ya no debe ocuparse de las conciencias (si no sigue el modelo protestante). De hecho, sólo se ocupa de la pobreza, las desigualdades, el clima, la migración, etc.

Esto con la intención de transformar el catolicismo en una especie de organismo ético y socialmente útil, una organización sin ánimo de lucro (como desea y prevé la UNESCO).

Los nuestros son tiempos históricos. Estamos adentrándonos en un cambio radical de la iglesia. No se trata de una reforma; se trata de una transformación. Se trata, en el fondo, de una apostasía, que cada día, con más claridad y velocidad, se hace patente e innegable.

Lo que a nosotros, simples fieles, nos queda no es simplemente endechar. Se impone, más pronto que tarde, tomar una decisión.


jueves, 27 de agosto de 2020

La puesta en escena de Mons. Gabriel Barba



Mons. Gabriel Barba, como magistral regisseur, puso en escena hace pocos días la ópera que mejor representa lo que será su pontificado. Eligió como escenario su bella catedral y como fecha, la fiesta patronal diocesana y provincial: San Luis Rey de Francia. Durante décadas, en ese templo se celebraron las ceremonias católicas más solemnes de toda Argentina. El coro polifónico interpretando alguna cantata de Bach, por ejemplo, acompañado del imponente órgano, era el marco de oficios litúrgicos piadosos y, a la vez, majestuosos. Mons. Barba transformó todo en el espectáculo cursi y ramplón que puede verse en el video.
¿Solamente cursi y ramplón? No. Un poco más. Casi pornográfico, si nos atenemos al origen del término (πορνεῖον). Mons. Barba invitó personalmente a un conocido travesti de la ciudad a leer una de las intenciones de la plegaria de los fieles. Como explicó luego el protagonista, aceptó la invitación a fin de visibilizar al colectivo trans y reivindicar los derechos de homosexuales, lesbianas y trans que durante años fueron desconocidos por la sociedad y por la Iglesia.
¿Era necesario llegar a tanto? ¿Era preciso profundizar a tal punto la herida de los fieles puntanos? No pedimos a Mons. Barba prudencia política, tampoco buena educación y tacto social; no le exigimos siquiera—es un obispo—, comportamientos acordes a la tradición y a la fe católica, pero al menos podíamos esperar que tuviera un oído atento a la voz de su pueblo “que peregrina en San Luis” y que ha quedado literalmente aplastado por lo ocurrido el día de su patrono.
Habíamos apuntado aquí que, con la defenestración de Mons. Pedro Martínez y el arribo de Mons. Barba, se terminaba San Luis. Nunca pensamos que el final fuera a ser tan abrupto. Algunos incluso aventuraban que el suyo sería un pontificado del laisser faire, evitando agitar el avispero y alejándose de líos y embrollos. No será así. Muchos me temo que en algunas semanas nos enteremos del cierre del seminario diocesano. 
Lo sucedido en San Luis no es una misa más. Es un quiebre; un punto de no retorno que da para pensar. Van por todo. 

[Highlights del video: 47.17 Primera lectura; 58.55 Homilía; 1.14.54 travesti; 1.34.35 Comunión; 1.49.41 Aplausos; 1.55.35 Canción]

miércoles, 26 de agosto de 2020

¿Apostasía de los obispos argentinos?

Hace pocos días apareció en un diario mendocino la entrevista a uno de los responsables de la agencia de marketing que contrató hace más de un año la Conferencia Episcopal Argentina a fin de que liderara la tarea de recolectar fondos para sostener económicamente a la iglesia puesto que, como sabemos, dentro de algún tiempo dejarán de percibir fondos estatales.

La agencia, llamada Casa Kiev, ha liderado proyectos tales como la recolección de fondos para erigir una estatua a Marcelo Gallardo, director técnico del club River Plate; para lograr la elección de un tal Trillo para la presidencia de ese mismo club (que perdió estruendosamente) y para levantar la imagen pública del club Excursionistas. Además, para vender televisores led, prótesis ortopédicas y promocionar un festival musical caracterizado por el color y por señoritas suelas de ropa. Se trata de un grupo empresarial compenetrado de la fe católica.

En el video que aparece en la página web de la empresa se promociona la fe católica a fin de que, quienes lo vean, se sientan movidos a donar dinero para que la iglesia continúe con su labor. Todas las imágenes y las personas que allí aparecen lo hacen entregadas a alguna tarea solidaria; en ningún momento aparece un acto de culto a Dios que, según enseña todavía la teología católica, es la función central de la iglesia.

Las definiciones que dan los protagonistas del video de la fe son antológicas:

1. “La fe me hace la tarea más fácil; ponerme en el lugar del otro…”.

2. “La oración va a ser que Dios nos de paz y tranquilidad”.

3. “La fe es seguir un sueño; trabajar por los demás, ayudar…”.

4. “Es creer que Dios existe y que existe en el otro; creerle al otro, y que en el otro está Jesús” (esta es la definición de uno de los sacerdotes que aparece).

5. “La fe es creer que el otro es un regalo”.

Toda finaliza con las palabras de Mons. Oscar Ojea Quintana, presidente de la CEA, afirmando que ese video lo que hace es mostrar la misión de la iglesia a fin de que la gente, adhiriendo al Programa Fe, haga su donación. Un signo indiscutible del éxito de la campaña es que el canal oficial de Youtube de ese programa cuenta con 305 suscriptores, y que la mayor parte de los videos allí publicados escasamente superar las 200 visitas. Y aunque las comparaciones son siempre odiosas, vale tener en cuenta que el último video de un sitio muy conocido (una entrevista a Fernando Casanova) tuvo en solo veinticuatro horas más de 17.000 visualizaciones. Quizás nuestros obispos, siempre preocupados por tener un oído siempre puesto en la voz del pueblo, deberían revisar estas cifras.

El objetivo de la campaña de marketing, explica el responsable en la entrevista, es que los fieles se den cuenta que es “necesario avanzar hacia un mecanismo donde sean ellos mismos quienes sostengan todo ese ecosistema espiritual”. La expresión es, cuanto menos, llamativa. ¿Será inspirado por la ecoteología francisquista? No lo sabemos, y tampoco sabemos qué especies vegetales y animales habitarán este nuevo ecosistema. 

Hay un párrafo que es antológico pues el marketinero destripa ingenuamente el interior de los obispos argentinos. Dice:

El puntapié inicial de nuestra estrategia se basó en un estudio que pidió la Comisión a la consultora Voices, que fue sumamente importante para entender dónde estábamos parados. Fue un “mirar para adentro” de la Iglesia, si puedo usar el término. Entender qué reclamaba la sociedad y qué respuestas dar al respecto. Lo veo como un acto de humildad por parte de la institución. Ese estudio nos sirvió para delinear la estrategia comunicacional y entender que la sociedad buscaba no sólo una Iglesia que se expresara de una forma más moderna y acorde a nuestros tiempos, sino más terrenal. Como hablamos con el equipo de la Conferencia Episcopal, una Iglesia que baje del púlpito a la plaza.

Resulta que la CEA contrató a una consultora para que la ayudara a “mirar para adentro” y conocer qué es lo reclamaba la sociedad, a fin de darle respuesta y aprender a expresarse de un modo más terrenal. Fue, afirma el especialista, un acto de humildad de los obispos. 

Pareciera que a nuestros pastores no les interesa en lo más mínimo escuchar qué es lo que Dios quiere para la iglesia “que peregrina en Argentina”. Lo importante es lo que la sociedad quiere, y lo importante es el lenguaje terrenal —que no espiritual—, en el que hay que hablarle. No importa la misión que Nuestro Señor encomendó a sus apóstoles cuando fundó a su iglesia —bautizar a todos los hombres, comunicarles la Buena Nueva de un Dios que nos salva y distribuir esa salvación a través de los sacramentos—. Los obispos, desentendiéndose de esta misión, muy orondos se proclaman humildes porque son capaces de escuchar la misión que les dicta la sociedad. Es decir, no es ya Dios, que se reveló en las Escrituras y la Tradición, el que establece los rumbos de su iglesia, sino las exigencias y los deseos de los hombres.

Con la misma ingenuidad, el especialista en ventas dice que “[La iglesia] es un cliente que ocupa muchos de nuestros recursos, de hecho es el equipo más grande que hemos armado en Casa Kiev para destinar a un proyecto puntual, pero vale la pena debido a la importancia”. Sería interesante conocer el dinero que la CEA paga mensualmente a Casa Kiev, y el que pagó oportunamente a la consultora Voices. Estimo que deben ser varios millones; propio de una iglesia pobre para los pobres.

En fin, se trata de un video institucional del episcopado argentino y se trata de una entrevista al representante de una empresa contratada por el episcopado argentino. Y a la conclusión a la que llego es que si los obispos argentinos son católicos, yo no lo soy. O si yo lo soy, no lo son ellos. Ambas proposiciones son contradictorias. Definitivamente, no tenemos la misma fe.

Mi pregunta es cuál de las dos fe —la de los obispos o la mía—, es la misma fe que profesaron los apóstoles, los santos padres y doctores y toda la pléyade de santos y cristianos que nos precedieron. La ecuación es bastante sencilla de realizar. Y no es necesaria hacerla para los lectores de este blog.

Siempre me pareció exagerada la afirmación de que la iglesia había apostatado. Y sigo considerándola un exceso. Sin embargo, con pruebas fehacientes, creo que podemos afirmar que buena parte del episcopado argentino ha apostatado de la fe católica.


Aquí pueden ver una ceremonia realizada durante la reunión del Santo Sínodo de la iglesia rusa, un análogo de la Conferencia Episcopal. ¡Malditas comparaciones!


lunes, 24 de agosto de 2020

Peregrinación Summorum Pontificum 2020


 Entrevista al Padre Claude Barthe, capellán de la pregrinación Summorum Pontificum

El cardenal Robert Sarah celebrará la misa de la peregrinación el 24 de octubre


Cada año, desde 2012, se celebra en Roma una peregrinación en acción de gracias por el motu proprio Summorum Pontificum del Papa Benedicto XVI. ¿Tendrá lugar este año? El Capellán de este encuentro, el padre Claude Barthe, anuncia que no solo tendrá lugar la peregrinación, sino que el 24 de octubre el Cardenal Sarah celebrará la principal Misa en la basílica de San Pedro.

 

Summorum Pontificum News:  ¿Entonces este año la peregrinación Summorum Pontificum tendrá lugar en Roma?

Padre Claude Barthe:¡Sí, como todos los años desde 2012! Es cierto que este año es bastante especial: debido a la llamada "crisis sanitaria", reina un ambiente bastante surrealista que afecta a todas las actividades religiosas y especialmente a las peregrinaciones. Estuve en Lourdes hace unos días, donde solo hay unos pocos fieles. Sin embargo, después de un examen detenido, el Coetus Internationalis, que organiza la Peregrinación, ha decidido, considerando lo que representa esta iniciativa católica, mantenerla, teniendo en cuenta las restricciones que se nos imponen.

 

Summorum Pontificum News :  ¿Cuál será el programa?

 Padre Claude Barthe: La peregrinación en sí se reducirá al evento más importante: la Misa Pontifical en la Basílica de San Pedro, en el altar de la Cátedra, el sábado 24 de octubre. Con, por supuesto, al día siguiente, la Misa de Domingo de Cristo Rey.

El sábado 24 de octubre, peregrinos, clérigos y fieles se reunirán frente a la entrada de la Basílica a las 11:30, donde el Cardenal Burke les dará la bienvenida y entrará con ellos en San Pedro. A las 12:00 el Cardenal Robert Sarah celebrará la Misa Pontifical de San Rafael Arcángel.


 Summorum Pontificum News:  ¿Qué peregrinos?

 Padre Claude Barthe: Las autoridades vaticanas solicitan, actualmente, que los fieles que asisten a las ceremonias en la Basílica de San Pedro no superen los 150. Son muy pocos. Pero es posible que estas medidas se flexibilicen antes de finales de octubre.

En cualquier caso, excepcionalmente, pedimos a quienes quieran participar en esta Misa que se registren aquí: https://bit.ly/3hCY4K4. Guardaremos los asientos cuando se haga “clic” y los confirmaremos. Cuando se alcance un número determinado, notificaremos a los que superen ese número que pasarán a lista de espera y les mantendremos informados de lo que nos dicen las autoridades de la Basílica.

 

Summorum Pontificum News:  ¿Y el domingo 25 de octubre?

 Padre Claude Barthe: Según la tradición, nuestra peregrinación terminará en la fiesta de Cristo Rey. La Misa Pontifical será celebrada a las 11:00 del domingo 25 de octubre por el Cardenal Raymond Leo Burke, en la parroquia de Trinità dei Pellegrini que, según su vocación, actúa como una especie de base de la peregrinación, donde los sacerdotes que participan en la peregrinación celebran sus Misas privadas.

 

Summorum Pontificum News:  Además, la asociación Oremus / Paix Liturgique había anunciado una reunión. ¿Aún se llevará a cabo?

Padre Claude Barthe: Por supuesto. Los organizadores pronto harán un anuncio al respecto, pero les puedo decir que este Encuentro se realizará el viernes 23 de octubre en el aula magna del Augustinianum, cerca de la Plaza de San Pedro, entre las 10 y las 16 horas. Este año recibirá comunicaciones de una serie de ponentes, entre ellos el Cardenal Raymond Leo Burke, y también Joseph Shaw, Presidente de la Latin Mass Society, Jean de Tauriers, presidente de ND de Chrétienté, el padre Antony Ike, seminarista nigeriano especializado en África católica y Trinidad Dufourq que hablará sobre la vitalidad y desarrollo de la Misa tradicional en Argentina. Los organizadores solicitan registrarse para el Encuentro aquí: https://bit.ly/3in6sOl.

El Encuentro finalizará el mismo día a las 17h en la Basílica de Santa Maria ad Martyres del Panteón, con el canto de las Vísperas Pontificales, presidido por Mons. Gianfranco Girotti, Obispo titular de Meta, y Regente Emérito de la Penitenciaría Apostólica. Nuevamente, es necesario registrarse para las vísperas en el Panteón: https://bit.ly/2XpGhhM.

 

Summorum Pontificum News: ¿Podemos decir que esta Peregrinación 2020 será una cuestión de principio?

Padre Claude Barthe: ¡Será mucho más! Entendemos que este año será muy especial. Por ejemplo, muchos de nuestros amigos en Estados Unidos no podrán unirse a nosotros. Pero los presentes representarán a todos los peregrinos intencionales del mundo que nos acompañarán con sus oraciones. ¡Los peregrinos in re representarán a la multitud de peregrinos in voto! También este año llevaremos a la Tumba del Apóstol el pedido por la Iglesia y por la difusión de la antigua liturgia romana que contribuirá poderosamente para eso a través de su irradiación de la más pura lex orandi.

jueves, 20 de agosto de 2020

Una profecía de Newman

 [Hace casi doscientos años, Newman veía que en la iglesia de Inglaterra estaba sucediendo lo que sucede en la iglesia católica desde hace algunas décadas. En 2014 discutimos en este blog una situación similar, siendo protagonista Ronald Knox a raíz de la conferencia de Kikuyo (aquí). Pareciera que lo que ocurrió en la iglesia anglicana hace más de un siglo está ocurriendo, casi como un calco, en la iglesia romana. Espero que los responsables frenen a tiempo. Caso contrario, terminaremos con mujeres obispo en pocos años]


“Así, en el sagrado terreno de la religión, sin seguir un mal principio, sin la ignorancia o el rechazo a la Verdad ni ese autoengaño que son los principales instrumentos de Satán en nuestros días, no debido a la mera cobardía o a la mundanidad, sino a la falta de reflexión, a un temperamento indolente, a la excitación del momento, al gusto por hacer felices a los demás, a la susceptibilidad o a la adulación y al hábito de mirar en una sola dirección, los hombres se ven conducidos a abandonar las verdades del Evangelio, a consentir en abrir la Iglesia a las diversas denominaciones del error que abundan entre nosotros o a alterar nuestros ritos para complacer al tibio, al burlón o al vicioso. Ser amables es su único principio de conducta y cuando encuentran que se ofende el credo de la Iglesia, empiezan a pensar cómo cambiarlo o recortarlo, con el mismo ánimo con el que intentarían ser generosos en una transacción económica o ayudar a otro a costa de renunciar a la propia conveniencia. Al no entender que sus privilegios religiosos son un depósito que deben entregar a la posteridad, una sagrada propiedad confiada a toda la familia cristiana que ellos no poseen sino que sólo disfrutan, desperdician esos privilegios y son pródigos con los bienes de los demás. Así, por ejemplo, hablan contra los anatemas del credo atanasiano, O las disposiciones litúrgicas, o algunos de los salmos, y desean prescindir de ellos”.

[…]

“Obsérvese, pues, que estos tres sistemas de pensamiento, por muy distintos entre sí que sean en principios y espíritu, coinciden en dejar a un lado que Dios está representado en la Escritura no sólo como un Dios del amor sino también como un «fuego abrasador». Al rechazar el testimonio de la Escritura, no extraña que rechacen también el de la Conciencia, que, desde luego, no presagia nada bueno para el pecador pero, como sostiene el fanático, no es en absoluto la voz de Dios, o, según los partidarios del utilitarismo, queda en una mera benevolencia, o, según los más místicos, en una suerte de pasión por lo hermoso y lo sublime. Así, al considerar sólo la «bondad» y no la «severidad» de Dios, no es de extrañar que se «desciñan los lomos» y se feminicen, ni que su noción ideal de una Iglesia perfecta sea la de permitir que cada cual vaya por su lado, y renuncie a cualquier derecho a expresar una opinión, y mucho menos a censurar el error religioso”.

[…]

“Sólo entonces triunfarán en su lucha los cristianos, «entregándose como hombres», conquistando y dominando la furia del mundo y conservando la unidad y el poder de la Iglesia: cuando sometan sus sentimientos a una severa disciplina y amen con firmeza, santidad y rigor. Sólo entonces podremos prosperar (bajo la bendición y la gracia de aquel que es el espíritu tanto del amor como de la verdad), cuando se nos dé un corazón como el de Pablo, incluso más grande que el de Pedro y Bernabé, si es que han de verse superados en sentimientos humanos, para «no conocer ya ningún hombre según la carne», para alejar de nosotros a sobrinos u otros familiares cercanos, para renunciar a su trato, su esperanza y su deseo cuando Él lo ordena; Él que da amigos también al solitario si confía en Él y que nos proporcionará «dentro de mi casa y de mis muros, parte y renombre mejores que hijos e hijas: les daré nombre eterno que no será borrado»”. (Is 56,5).

Sermón para el día de san Bernabé de 1834. (Parochial and Plain Sermons  II, 23)


lunes, 17 de agosto de 2020

La indefensión de los curas

 Los sucesos de San Rafael han develado de un modo grosero una realidad de la que los laicos pocas veces nos apercibimos y que ocurre no solamente en la diócesis cuyana, sino en gran parte de las diócesis argentinas y probablemente del mundo entero. Me refiero al modo de ejercicio de la autoridad de los obispos sobre sus sacerdotes. 

Todos sabemos que el obispo es príncipe en su diócesis y que a él le compete la autoridad. Sin embargo, llama la atención el modo despótico con que muchas veces se ejerce y la escasez de defensa que tienen los sacerdotes frente a las órdenes o caprichos episcopales. Por lo que puedo ver —y lo planteo simplemente como una hipótesis—, la Iglesia tuvo, hasta comienzos del siglo XX, una serie de mecanismos que amortiguaban ese poder y defendía a los sacerdotes de los abusos de autoridad de los obispos. 

Había también usos y costumbres que actuaban a modo de protección de los sacerdotes. Uno de ellos era la provisión de las parroquias. El posconcilio, con su declamada adaptación de la Iglesia al mundo moderno, trajo consigo que todas las parroquias fuera provistas ad nutum episcopi, es decir, a la voluntad o capricho del obispo. En la actualidad campea una dudosa teología que establece que no es conveniente que los sacerdotes del clero permanezcan demasiado tiempo en una parroquia porque eso crea afectos recíprocos con sus parroquianos. Yo me pregunto qué mal hay en eso, como si los afectos fueran cosa mala. Y es por eso que hay muchos obispos que sienten un escondido placer en cambiar permanentemente a sus sacerdotes de destino—cada uno o dos años si son jóvenes—, y se resisten a nombrar párrocos a fin de, justamente, tener libertad para moverlos, sea por gusto, sea como castigo. La movilidad frecuente es propia de la vida religiosa, donde los frailes o monjas son trasladados de un convento a otro, y siempre son recibidos —o así debiera ser—, por una comunidad de hermanos, por lo que el desgarrón afectivo y el proceso de adaptación que suponen este tipo de cambios no es tan profundo. No ocurre lo mismo con los pobres curas diocesanos, que están a merced del obispo y abollados muchas veces por las heridas que le dejan semejantes mudanzas.

Hasta el Vaticano II, en Europa al menos, las parroquias se proveían por concurso. Es decir, los sacerdotes “concursaban” para ocupar una parroquia y, una vez en ella, no podían ser movidos a no ser que mediara causa grave. Y donde no había concursos, la costumbre establecía que, sin bien en los primeros años el sacerdote podía ser trasladado de vez en cuando, luego permanecía años en el mismo lugar, sea como párroco, sea como vicario. Es cuestión de ver ejemplos en la literatura. Don Abbondio, el cura remolón de Los novios de Mazzoni, siempre estuvo en la parroquia del pueblo donde vivían Renzo y Lucía (s. XVII); En To Everyman a Penny, Bruce Marshall hace permanente referencia a la estable comunidad de sacerdotes —cura y vicarios—, de una parroquia parisina (s. XX). Y doy un ejemplo familiar: un tío de mi padre fue párroco en la primera mitad del siglo XX, durante más de cincuenta años de un pueblo del norte de España. 

En conclusión, existían instituciones, como los concursos, o usos y costumbres que impedían que los obispos utilizaran su capricho o represalias para mover y trasladar sacerdotes.

Pero un caso todavía más concreto era el de los cabildos catedralicios, una institución antiquísima que establecía que en las catedrales de las diócesis viviera un grupo más o menos numeroso, según la importancia de la diócesis, de canónigos, que conformaban ese cabildo, y cuya funciones eran fundamentalmente dos: asegurar el culto divino en la catedral, para lo cual estaban obligados a cantar en el coro las horas del oficio, —de ahí esos enormes y bellísimos coros de madera tallada que ocupan un lugar importante en las catedrales europeas—, y aconsejar al obispo en cuestiones de gobierno de la diócesis. Y este consejo era, en la mayoría de los casos, vinculante. Es decir, el obispo no podía hacer lo que se le ocurriera en su diócesis, sino que debía tener el acuerdo de su cabildo, que funcionaba también como una suerte de gremio de los sacerdotes, puesto que eran los canónigos quienes defendían a los curas rasos de las ínfulas de poder episcopales. Y así fue hasta comienzos del siglo XX.

Apenas asumido, el Papa San Pío X se propuso implementar una serie de reformas en la Iglesia, entre las cuales estaba la promulgación de un código de derecho canónico —cosa que hará sus sucesor en 1917—, y quería que en ese código se ajustaran las funciones de los cabildos. Para ello, el 25 de marzo de 1904, envío a todos los obispos del mundo una circular denominada Pergratum mihi, en la que pedía que enviaran sus opiniones sobre los cabildos y las propuestas de reforma. Y es interesante ver las respuestas, al menos de algunos prelados hispanoamericanos.

Como era de esperar, los obispos en casi todos los casos se pronuncian por limitar al máximo las atribuciones del cabildo. El arzobispo de Caracas pide que el código establezca claramente los casos en los que el obispo necesita el consentimiento del cabildo, puesto que “no conocemos sino para la enajenación de los bienes eclesiásticos y para la erección y división de beneficios”. Y concluía su observación manifestando su parecer en el sentido que “fuera de estos dos casos, convendría que en todos los demás el capítulo no tuviera sino voto consultivo”. Es decir, pide que dejen a los obispos hacer lo que se les ocurra.

Un caso interesante fue el de Quito. Cuando llegó la circular, la sede estaba vacante, por lo que la respuesta a Roma la elaboraron los canónigos de la catedral de esa diócesis. Ellos pedían que se estableciera que el obispo debía pedir el consejo del cabildo cuando tratare de derogar costumbres, no sólo en materias litúrgicas, sino cualquier costumbre, ya fuese en silencio de ley o contra ley. Y también cuando postulare facultades apostólicas por el mejor régimen de la iglesia o el bien de las almas, las que, con frecuencia, según el postulatum, “eran para el perjuicio de las almas y la ruina de la iglesia”. Se supone que el obispo difunto quiteño había sido bastante autoritario con sus sacerdotes y sus fieles durante su pontificado, y es por eso que sus canónigos trataban de impedir que la situación de repitiese. Este caso nos hace pensar que si la institución de los cabildos catedralicios siguiera aún vigente con sus privilegios, el obispo de San Rafael habrían necesitado su consentimiento para ordenar los cambios litúrgicos que dispuso. Y nos hace pensar también que no es novedad en la iglesia que los postulata de los obispos terminen produciendo “perjuicio en las almas y ruina en la iglesia”.

El caso de Buenos Aires es muy curioso. Su arzobispo era Mons. Mariano Espinosa, y pedía “que nunca esté el obispo obligado a pedir el consentimiento del cabildo eclesiástico sino solamente el consejo y eso cuando lo creyere necesario”. Además, proponía que se añadiere entre las causas de suspensión o destitución de los beneficios canonicales “la rebelión contra el prelado”, o mejor el “espíritu de rebelión contra el prelado, acompañado de escándalo”. Fundaba el arzobispo esta sugerencia por “los graves desórdenes que suelen ocurrir en los cabildos eclesiásticos, especialmente de América, con detrimento de la religión y a veces del principio de autoridad”. Esta propuesta era expresión de las tensiones que existían en Buenos Aires entre su arzobispo y el cabildo catedralicio. De hecho, en la misma respuesta a Roma, Mons. Espinosa pidió derechamente la supresión de los cabildos eclesiásticos, para lo que alegaba la siguiente razón: “los canónigos se creen como los diputados al parlamento nacional, nombran comisiones lo mismo que en la Cámara de Diputados, son por lo general irrespetuosos, insolentes y atrevidos con los obispos y se jactan de serlo así: basta que el obispo quiera hacer una cosa para que lo contradigan, son opositores por sistema, perturbadores de la paz, publican lo que se trata en sus acuerdos, son fautores de discordia entre el clero y los obispos y un real y verdadero tormentum episcoporum, con gran escándalo de los seminaristas, del clero joven y del pueblo fiel y triunfo de los malvados que de nada se alegran tanto como de esta oposición de los canónigos a los obispos, cuidando los mismos canónigos rebeldes a la autoridad eclesiástica de hacer publicar en los diarios sus desavenencias con el prelado, dándose naturalmente la razón a sí mismos”. Tal era la convicción del prelado acerca de la conveniencia de esta supresión, que ella “sería un gran servicio a la Santa Iglesia y facilitaría a los obispos el cumplimiento de su divina misión”.

Al leer este texto, reconozco que me viene la idea de reconciliarme con algunos obispos argentinos. En definitiva,  parece que siempre fueron autoritarios y su clero siempre levantisco y “un real y verdadero tormentum episcoporum”.

Lo cierto es que el código de 1917 eliminó no solamente muchos de los privilegios que tenían los cabildos, sino que alentó a que no fueran constituidos en las diócesis nuevas y que, cuando se pudiera o quisiera, fueran reemplazados por un cuerpo de consultores diocesanos —actualmente consejo presbiteral—, que son quienes asesoran al obispos (desconozco qué grado de vínculo tiene ese consejo).

Las reformas del Papa San Pío X fueron concordes con la postura liberal de la época: el individuo y el Estado, sin cuerpos intermedios capaces de modular la autoridad de uno sobre otro. En nuestro caso, quedaron los pobres curas desamparados frente a la autoridad omnímoda del obispo.


Escolio: El consejo presbiteral quedó despojado de cualquier función litúrgica. La desaparición de los cabildos, por eso, trajo aparejado el cese del canto del oficio divino en la catedral. La liturgia fue relegada, olvida, despreciada. Para la mentalidad actual, sería un despropósito y un desperdicio tener veinte o treinta curas dedicados casi exclusivamente a rezar el oficio comunitariamente en la catedral. El cura tiene que atender Cáritas, animar el grupo de jóvenes, organizar rifas e irse de campamento con los boy scouts de la parroquia. Así estamos. 


[La fuente utilizada para este artículo es el trabajo de Carlos Salinas Araneda, “Los Cabildos catedralicios: entre la reforma y la supresión en las propuestas de los obispos españoles y latinoamericanos al inicio de la codificación del Derecho Canónico de 1917”, en El Mundo de las Catedrales (España e Hispanoamérica), San Lorenzo del Escorial, 2019, pp. 723-750].


lunes, 10 de agosto de 2020

Apuntes para tiempos de peste

por Javier Anzoátegui

[El Dr. Javier Anzoátegui redactó un interesante trabajo sobre la actual situación mundial debido a la peste, en el que reflexiona a partir de la fe cristiana y las Escrituras. Publicó aquí un capítulo del ese artículo. Quienes quieran, pueden leerlo en su totalidad aquí]
[A fin de facilitar la lectura, he eliminado las numerosas referencias bibliográficas, las que podrán ser verificadas en el archivo completo]


La unificación del poder, el control social y la tiranía de las pantallas

Constato que se ha instalado –o, mejor dicho, se ha puesto de manifiesto la existencia de- un poder global virtualmente unificado, que ejerce un control social nunca antes visto, y que ha sido aceptado sin oposición -y hasta con beneplácito- por todos, inclusive por la Iglesia oficial.

Por virtud de este poder, todos los habitantes del planeta fueron confinados en sus hogares y excluidos de los espacios públicos. Esta fue la reacción y la conducta de la mayoría de los gobiernos nacionales, de los medios de comunicación, de las empresas y de las personas individuales.

El motivo de esta forma de actuar ha sido el miedo al Coronavirus. En definitiva, el miedo a contagiarse y a morir. Por eso no hizo falta demasiada acción estatal. Más bien, todas las personas acataron con singular docilidad las directivas de los gobiernos. No ha habido quejas de envergadura, pese a que en casi todos los países el encierro ha durado, cuanto menos, dos o tres meses.

Las disposiciones, es cierto, fueron tomadas por los gobiernos nacionales, de modo que no es posible hablar de un Gobierno Mundial formal. Pero el problema ha sido enfrentado por los Estados individuales de una forma unívoca. De una forma que absolutamente ningún gobierno nacional ha podido soslayar, porque eso le habría significado un costo político enorme. Pese a que la situación ha provocado graves perjuicios, sufrimientos e inconvenientes para los ciudadanos, para las empresas, y para los propios gobiernos, nadie se ha alzado contra ella. Esta forma de actuar monolítica de la totalidad de los Estados nacionales revela, a mi juicio, que por encima de ellos hay otro poder, de características globales, el cual, utilizando distintas herramientas –la Organización Mundial de la Salud, fundaciones y organizaciones no gubernamentales, los medios masivos de comunicación y las redes sociales, entre otros- ha literalmente constreñido la actuación de los países individuales. Por eso hablo de “poder global virtualmente unificado”.


Esta sugerencia de una suerte de gobierno mundial, es lo que parece inferirse de las reflexiones de Bill Gates, el hombre más rico del mundo, convertido hoy también en una especie de consultor acerca de la pandemia: 

Desde que el mundo detectó la presencia del patógeno, los Gobiernos se han centrado en respuestas nacionales, preguntándose cómo pueden proteger a las personas que viven dentro de sus fronteras. Su reacción es comprensible, pero tratándose de un virus tan contagioso y extendido, los líderes tienen que reconocer también que mientras la Covid-19 siga presente en algún lugar, será un problema para todo el mundo.

Henry Kissinger, otro de los poderosos de la tierra, dijo algo parecido en su columna del “Wall Street Journal”, el 3 de abril de 2020:

Los líderes están enfrentando la crisis con un abordaje básicamente nacional, pero los efectos de disolución social de esta pandemia no reconocen fronteras. Si bien el ataque a la salud humana será -esperemos- temporal, la conmoción política y económica que ha desencadenado podría durar generaciones. Ningún país, ni siquiera Estados Unidos, puede superar la crisis con un esfuerzo exclusivamente nacional. Hacerle frente a las necesidades de corto plazo debe estar asociado a una visión y a un programa de cooperación globales. Si no podemos hacer ambas cosas a la vez, nos enfrentaremos a lo peor de cada una.

Como una aproximación al tema, puede resultar de interés el artículo “Coronavirus: claves para reconocer un operativo globalista”, de Claudio Fabián Guevara, publicado en el blog de Alexandr Dugin, “Geopolítica”:

El coronavirus es una operación globalista planetaria de alcances nunca vistos. Su agenda central parece proponerse la imposición masiva de restricciones a las libertades fundamentales (derecho a la reunión, a la manifestación masiva, a la libre circulación y expresión), fomento del miedo a los demás (nociones de “distancia social”) y proyectos de programas de vacunación forzosa. Además, el colapso inducido de la economía mundial permitirá un reseteo del agónico sistema financiero, y la ruina de sectores medios y bajos de la economía en todo el mundo prepara el escenario para la aceptación de ‘medidas extraordinarias’. 

En cuanto a la Escritura, el Apocalipsis alude expresamente a esta unificación del poder: 

Toda la tierra seguía admirada de la bestia […] Fuele otorgado hacer la guerra a los santos y vencerlos. Y le fue concedida autoridad sobre toda tribu, y pueblo, y lengua, y nación. La adoraron todos los moradores de la tierra, cuyo nombre no está escrito, desde el principio del mundo, en el libro de la vida del Cordero degollado.

En el ámbito de los intérpretes, el P. Castellani se ha referido al punto:

Siendo esto así, se podría conjeturar para un futuro próximo:

[…] 

La concentración rápida del poder económico-político (totalitarismo capitalista) en pocas manos, y la formación de grandes grupos internacionales, precursores de un Imperio Universal Anticristiano, o Primera Bestia. 


  Y, en el mismo plano, otra vez Newman:

Sin duda, existe actualmente una confederación del mal, que recluta sus tropas de todas partes del mundo, organizándose a sí misma, tomando sus medidas para encerrar a la Iglesia de Cristo como una red, y preparando el camino para una Apostasía general.

Desde la narrativa no faltan referencias al tema. Al asumir el Gobierno Mundial, el Anticristo de Soloviev aseguró la paz universal: 

¡Os doy mi paz! ... Las promesas se han cumplido. La paz universal está asegurada. Toda tentativa por turbarla encontrará inmediatamente una resistencia invencible. Porque de ahora en más hay sobre la tierra una autoridad central más fuerte que todas las otras autoridades.

Este control social mundial ha intensificado algo que ya venía siendo apabullante en todo el mundo. Algo que yo llamo “la tiranía de las pantallas”. Si antes de estos episodios la gente estaba pendiente varias horas por día del televisor, de la PC, de Internet y de los celulares, hoy la sujeción a una pantalla resulta insoslayable: “home office”, escuelas y universidades a distancia, aplicaciones para poder salir de nuestras casas, noticias al instante, diversiones –sanctas y non sanctas-, reuniones virtuales, y una larga lista de etcéteras. En el artículo cuya referencia hago al pie –y que lleva el sugestivo título de “Bill Gates, la vacunación y los chips bajo el 666”- se advierte que el control y la tecnología no necesariamente son ajenos a la escatología.

En 1931, de viaje por Estados Unidos, Chesterton dictó una conferencia titulada “La cultura y el peligro que viene”, en la que señaló que tal peligro no eran el comunismo, ni una próxima gran guerra, sino:

  la sobreproducción intelectual, educativa, psicológica y artística, que, junto con la sobreproducción económica, amenazará el bienestar de la civilización contemporánea. La gente se verá inundada, cegada, ensordecida y mentalmente paralizada por un torrente de exterioridades vulgares y sin gusto, que no le dejará tiempo para descansar, pensar o divertirse por sí misma.  

Es cierto, no se ha desatado aún una tiranía universal, y no ha aparecido el Hombre de Pecado, el Anticristo. Pero la actual situación del mundo se parece bastante a un anticipo. O, derechamente, a un comienzo. Porque jamás en nuestra historia se verificó un control social por parte del Estado, de alcances mundiales, y de tamaña intensidad y extensión temporal.




miércoles, 5 de agosto de 2020

Newman, siempre Newman


Porque cuando la desilusión con el mundo nos supera, entonces nos damos cuenta de que “Todavía anhelamos algo, no sabemos bien qué; pero estamos seguros de que es algo que el mundo no nos ha dado” (Parochial and Plain Sermons I, 19-20).


“Un grueso velo negro se extiende entre este mundo y el próximo. Nosotros, los hombres mortales, lo recorremos de arriba a abajo, de un lado a otro, y no vemos nada. No hay acceso a través de él al otro mundo. En el Evangelio este velo no se quita; permanece, pero de vez en cuando se nos revela maravillosamente lo que hay detrás. A veces parece que vislumbramos una forma de lo que más adelante veremos cara a cara. Nos acercamos, y a pesar de la oscuridad, nuestras manos, o nuestra cabeza, o nuestra frente, o nuestros labios se vuelven, por así decirlo, sensibles al contacto de algo más que terrenal. No sabemos dónde estamos, pero nos hemos bañado en el agua, y una voz nos dice que es sangre. O tenemos una marca en la frente que habla del Calvario. O recordamos una mano puesta sobre nuestras cabezas, y seguramente tenía la huella de unos clavos, y se parecía a Aquel que con un toque dio la vista a los ciegos y resucitó a los muertos. O hemos estado comiendo y bebiendo; y no fue un sueño seguramente, que Uno nos alimentó de su costado herido, y renovó nuestra naturaleza por la carne celestial que dio. Así pues, de muchas maneras Él, que es el Juez para nosotros, nos prepara para ser juzgados, - Él, que está para glorificarnos, nos prepara para ser glorificados, para que no nos tome desprevenidos; pero para que cuando la voz del Arcángel suene, y seamos llamados a encontrarnos con el Esposo, estemos preparados (Parochial and Plain Sermons X, 11).